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Capítulo 1

El comienzo del odio

El sonido de mis pasos resonaba en los pasillos del internado, un lugar que no había elegido, pero que se había convertido en mi destino. Mi padre, preocupado por mi comportamiento, había decidido que este internado era lo que más me convenía. Aunque él pensara que esto iba a ayudarme a "centrarme", la verdad es que lo único que me quitaba el sueño era lo que este lugar representaba: la constante presencia de los Rivier.

Los Rivier.

La familia que había destruido a la mía, aunque las razones nunca habían sido claras. Mi madre murió cuando tenía solo dos años en un accidente del que mi padre nunca habló con detalles. Siempre me decía lo mismo: “Los Rivier son los responsables. No olvides nunca que ellos son la razón por la que tu madre ya no está.”

De alguna manera, siempre acepté esas palabras como la verdad absoluta, aunque no entendiera exactamente por qué. Nunca me contaron toda la historia, y mi curiosidad nunca fue suficiente para hacerle preguntas a mi padre. Cuando era pequeña, él me consolaba con abrazos, pero nunca me daba respuestas claras. Y por alguna razón, me convencí de que la respuesta estaba en los Rivier. Ellos fueron los culpables.

Mi primer día en el internado no fue tan diferente a cualquier otro primer día en otro lugar. Estaba rodeada de caras nuevas, de voces, de susurros que intentaban analizarme. Pero no era el lugar lo que me preocupaba, sino las personas a las que iba a enfrentarme. Específicamente, uno de ellos: Leó Rivier.

Leó estaba sentado en una esquina del aula, su mirada fija en mí desde el momento en que entré. Había algo en él, algo que me descolocaba, aunque no sabía exactamente qué. Su actitud, su arrogancia, me recordaban todo lo que mi padre había dicho acerca de su familia. Los Rivier. Siempre los rivales, siempre los enemigos.

Era un chico alto, de cabello rubio oscuro y desordenado, con unos ojos azules tan fríos que casi dolían. No me gustó ni una pizca. Pensé que no sería fácil tratar con él, pero no estaba preparada para lo que estaba por venir.

Durante la clase, todo fue un blur, pero una de sus frases me hizo volver a la realidad:

—Supongo que nos toca trabajar juntos. —Dijo con esa sonrisa desafiante, como si todo fuera un juego para él.

No pude evitar sentir la rabia subiendo por mis venas. ¿Por qué tenía que ser él? ¿Por qué me tocaba compartir cualquier cosa con un Rivier? Mi padre me había enseñado a desconfiar de ellos, y él no era diferente. Estaba seguro de que pensaba que yo era tan insignificante como el resto de los Pier. Sin embargo, algo en su mirada parecía desafiarme, como si estuviera esperando mi reacción.

No respondí de inmediato. No podía. Aún no sabía qué hacer con esa irritante mezcla de desprecio y curiosidad que se apoderaba de mí. Pero no iba a mostrarle que me afectaba.

—Si quieres perder el tiempo, adelante. —Respondí, con el tono más frío que pude.

Leó se rió levemente, como si disfrutara de mi incomodidad. Aquello me hizo sentir aún más incómoda, como si estuviera en una especie de jaque mate desde el principio.

El resto de la clase pasó de forma monótona, pero algo dentro de mí no dejaba de pensar en él. Cada vez que lo miraba, recordaba lo que mi padre había dicho sobre los Rivier. Recordaba las historias, las acusaciones, y el sentimiento de traición que siempre había estado presente, aunque nunca supe los detalles.

Cuando la clase terminó, intenté salir rápido, sin mirar atrás. No quería ser parte de su mundo, no quería nada que tuviera que ver con los Rivier. Pero mientras pasaba junto a él, escuché su voz otra vez.

—Nos vemos luego. —Dijo con una tranquilidad inquietante.

Detuve mis pasos por un segundo, mirando sus ojos negros, intentando que mi mirada fuera tan fría y calculadora como la suya. Pero, al mismo tiempo, algo dentro de mí comenzó a arder. ¿Por qué? ¿Qué había en él que me desbordaba?

Pero no tenía tiempo para perderme en pensamientos. La verdad era que ni él ni su familia eran parte de mi vida. Solo tenía que mantener mi distancia y seguir con lo que había venido a hacer: terminar mis estudios y averiguar más sobre lo que sucedió esa noche, aunque mi padre nunca hablara del accidente. Yo lo sabría, algún día.

***


El de la foto es Benjamin Wadsworth, lo he elegido porque el hace el papel perfecto de Leo.

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