Capítulo 3
Capítulo 3
¡Mi hombre!
Jin se quedó allí en la cama, mirando el techo aburrido. Era muy temprano en la mañana, tal vez las seis o siete, no podía decir con exactitud la hora, pero sí adivinarlo por el cielo. Aún faltaba bastante para que los demás se levantaran y aunque no pudiera ver el pasillo ni las demás celdas, más que nada porque una cortina lo tapaba (de seguro JungKook tuvo algo que ver con esto), podía asegurar que nadie había abiertos los ojos. El silencio, o bueno, el casi silencio del lugar lo decía todo. Lo único que lograba escuchar eran los ruidos opacados de los autos o los ronquidos fuertes de omegas de celdas vecinas. Eso tal vez mitigaba el mutismo que podría llegar a tener la cárcel en esos lares.
Sin embargo, en medio de esos poquitos ruidos, escuchó ligeros pasos que se acercaban y se detenían enfrente de su celda. Cerró los ojos y fingió dormir cuando escuchó que habrían la puerta e ingresaban. Quizás era un policía que venía a verlo para saber su estado o, lo más probable, despertarlo. Así que fingió seguir en el quinto sueño mientras seguía escuchando los pasos ligeros y suaves que se acercaban hacia su persona.
Siguió actuando....hasta que sintió como esa persona se sentaba encima de su cadera, rozando su trasero con su miembro.
Sobresaltado abrió los ojos, encontrándose con JungKook quien parecía mirarlo divertido por la situación.
—Siempre has sido un pésimo actor Jinnie—le dijo mientras parecía rozar "sin querer" su trasero con el pene del alfa.
—¿Qué haces aquí?—preguntó atropelladamente sin saber qué hacer o cómo reaccionar en ese instante.
—Vengo a divertirme un rato antes de que los demás despierten. ¿No te gustaría que juguemos un momento, Jinnie?
Sintió las manos frías del omega aferrarse a su pecho, tocando con sus dedos sus pectorales, como si quisiera memorizarlos con su tacto. Sus manos temblaron cuando se acercaron a la cadera de JungKook, pero no para seguir con el juego, sino para frenarlo e intentar sacarlo de encima. Cosa que el omega notó al instante.
—¿Qué pasa Jinnie? ¿Aun eres virgen? ¿O es que acaso esa idiota de Sowon aún no te ha enseñado lo que es bueno? Dime, Kim ¿no te gustaría saber que se siente hacerlo conmigo?
Y esa pregunta, acompañada con un toque de lujuria y una relamida de labios, prácticamente hizo que en la cabeza del pobre alfa se provocara un cortocircuito. ¡Era claro que quería follar con JungKook hasta dejarlo inconsciente! Pero ahí en la cárcel lo cohibía bastante. Aunque teniendo en cuenta que al pelinegro poco le importaba, debía reconocer que de ahí no saldría sin haberla metido en ese apetitoso agujero.
Sus manos dejaron de temblar y sus ojos, antes temerosos, mostraron determinación y deseo.
—Demuéstrame que eres capaz de hacer, gatito—susurró con una sonrisa coqueta que encendió rápidamente al omega.
En cuestión de segundos, lo que el día anterior no se había logrado concretar, se hizo realidad. Rápidamente juntaron sus labios en un delicioso beso, en donde sus lenguas se encontraban una y otra vez, batallando para dominar a la otra en un incansable juego. De vez en cuando sus dientes chocaban torpemente por la pasión del momento, mientras sus lenguas seguían enredándose con la otra, sintiendo el calor contrario, queriendo descubrir más de la boca del otro. Las mordidas tampoco se hicieron esperar y casi al instante entre los dos se dedicaban uno que otro tirón de labios donde la pasión se acrecentaba y sus bocas pedían más.
Jin, en un momento donde sentía que el aire les hacía falta, cambió de posiciones con JungKook, quedando encima y liberando de ese embriagante beso a su compañero. Lo vio jadear con las mejillas sonrojadas mientras sus ojos brillaban, extasiado por el momento, con ganas de más. Sintió las piernas del omega aferrarse a su cadera y apretando su erección contra la de él, haciéndolo gemir al frotar ambas durezas. En sus venas hirvieron sus más profundos deseos, por su sangre corría la adrenalina del momento, en especial cuando sintió al omega mojado por él. Quería hacerlo, quería hacer gemir a JungKook hasta dejarlo sin voz. Pero antes de meterla, sabía que debía complacerlo, saborear ese apetitoso cuerpo que se le ofrecía en bandeja de plata. No podía desaprovechar la oportunidad.
Subió la remera del pelinegro hasta dejar su pecho al descubierto. Bajó su rostro hasta allí, oliendo la frescura de su piel limpia y la suavidad de esta al tocarla con la punta de su nariz.
Pasó su lengua con gula por uno de los pezones, escuchando satisfecho el gemido de sorpresa y placer. Los chupó con hambre, con ganas de dejarle marcas. Lo apretó entre sus dientes y dejó su marca a un costado de ese pequeño trozo de carne sensible. Escuchó más gemidos cuando continuó con el otro pezón, frotando, esta vez, su erección contra la de su compañero. Buscando más contacto, buscando más placer, buscando saborear aún más de ese cuerpo que había deseado durante tanto tiempo. Casi muerde el pezón cuando sintió la mano de JungKook meterse entre sus pantalones y acariciar su pene, junto a una risilla que lo hizo abandonar su tarea.
Ahí estaba el omega, sonriendo coqueto mientras afirmaba en su mano el duro pene de Jin.
—Esto es sólo mío, Jinnie...sólo mío.
Y casi sin darle tiempo a contestar o algo, metió su mano en la ropa interior, aferrando entre sus dedos aquel miembro caliente y duro que buscaba atención. JungKook sonrió ante el gruñido gutural del alfa cuando movió su mano, sacando el pene de su guarida para mirarlo con lujuria. Vio en los ojos de JungKook la imperiosa necesidad de meterse su pene a la boca y chupárselo hasta dejarlo seco. Pero se detuvo y sólo puso el pulgar sobre el glande.
—Estas tan duro Jin, tanto que quiero que me la metas ya—decía casi con desesperación el omega moviendo su mano, masturbando a Jin.
El castaño gimió con fuerza, pensando en que él también tenía que hacer algo para complacer a JungKook, a pesar de que este no pareciera molestarle mucho el hecho de que no hiciera nada.
Así que tomando cartas en el asunto, metió su mano en el pantalón y ropa interior de JungKook, ignorando su palpitante miembro para dirigirse a su húmeda y cálida entrada.
Su dedo medio acaricio el ano, sintiendo como se dilataba cuando lo acariciaba superficialmente, sin siquiera meter el dedo allí. Pero con cada caricia cada vez se dilataba más, esa entrada pedía a gritos ser penetrada y Jin quería complacerla.
En un intento desesperado por no arrancarle la ropa a JungKook y penetrarlo ahí mismo, subió hasta sus labios y lo besó con lujuria, buscando calmar esas ansias tremendas de tenerlo gritando y gimiendo su nombre. Pero si no se controlaba toda la cárcel los escucharían.
Cuando sintió a JungKook apretar su glande, casi por instinto metió el dedo en el ano, escuchando un jadeo amortiguado por aquel asfixiante beso. Podía asegurar que a JungKook le había gustado eso, podía afirmar que le estaba gustando sentir ese largo dedo entrar y salir de su entrada a su gusto, facilitada la tarea por la lubricación natural que le daba su condición de omega.
Recordó dónde estaban, pero eso sólo le terminó causando más morbo a Jin. Quería que todos escucharan gemir a este omega.
Forzadamente JungKook rompió el beso, jadeando antes de hablar.
—Mete...otro dedo...por favor...se siente ahhh...tan bien, Jinnie...
Casi como si fuera un mandato, mientras el omega lo masturbaba, el metía un dedo más, moviéndolos en círculos, tijereteando, llegando más a fondo, tocando ese pequeño cúmulo de nervios que hacían que los ojos del omega se fueran hacia atrás por el placer.
—Ahí...ahhhhh....ahí, Jinnie...ahí....ahhhh—decía entre gemidos, masturbando más rápidamente al alfa, acariciando con su pulgar el glande, cada vez con más insistencia.
Tantos años sin nada hacían que cualquier toque casi lo hicieran tocar el cielo con las manos.
Abriendo más las piernas, subió la cabeza y comenzó a chupar el cuello de Jin, buscando dejar marcas que dijeran que era suyo.
Por su parte, el alfa se dedicaba a tocar más de esa húmeda entrada, tan dilatada y dispuesta, tan húmeda y deliciosa. Jin quería profanarla, romperla, quería saber qué se sentiría que su pene fuera apresado por esas deliciosas paredes anales, ser comprimido ahí hasta acabar dentro.
De manera inconsciente mordió el hombro de JungKook con fuerza, intentando reprimir su lado animal que pedía a gritos poseer ese cuerpo y marcarlo como su omega. Las caricias en su miembro no ayudaban de mucho, sentía que pronto acabaría, pero no quería...Quería seguir jugando.
Sin embargo, al escuchar el jadeo largo de JungKook al eyacular y la presión que ocasionó su interior en sus dedos, lo hicieron correrse sobre el omega, dejando su semen sobre el torso contrario.
Terminó encima de JungKook, respirando agitado hasta lograr recuperar al aliento. Sólo en ese instante logró levantarse un poco para ver a su travieso compañero, casi volviendo a tener una erección en ese momento.
—Eres delicioso, Jinnie—dijo mientras lamía el semen que estaba en su mano—. La próxima vez, espero que termines en mi boca.
De manera provocadora, chupó sus propios dedos manchados con el semen del alfa.
—¿La próxima?—decía desconcertado y aun algo ido por la sensual imagen del omega.
—Sí, Kim. Hoy terminamos de jugar, pero la próxima...espero tener más que esto—al terminar de chupar otro dedo, agregó—. Dime ¿acaso hay alguna fantasía que esa idiota no te haya concedido y que yo pueda hacer realidad? Puede ser cualquier cosa, desde una posición hasta acabar en mi rostro...Dime ¿no te gustaría eyacular en mi cara, Jinnie?
La sonrisa coqueta de JungKook sólo le afirmaba que era capaz de hacer cualquier cosa. Y encima Jin se lo imaginó con su semen en todo ese fino y bello rostro, suciamente pervertido y tierno.
En ese momento el alfa se dio cuenta de que tenía una y mil fantasías que quería cumplir con JungKook.
.
Ese mismo día, en la tarde, mientras todos se encargaban de pasar su tiempo en el patio de la cárcel, el grupo de JungKook hablaba animadamente sobre diversos temas. En especial Dooly que parecía ser el único que lograba tener noticias de lo que ocurría en el exterior y se encargaba de decírsela a su grupo de amigos para lograr tener algo de conversación.
—No puedo creer que ya hayan salido esas computadoras ¡me muero de ganas de tener una!—chillaba Dooly mientras a su lado, Tae, reía por sus berrinches.
—Yo sólo quiero unos deliciosos pockys, hace tiempo que no pruebo uno—decía el pelirrojo sobándose el estómago.
—Una fábrica entera de pockys deberíamos comprarte Tae, con unos pocos no te conformarías—decía Lisa suspirando mientras doblaba su pierna y apoyaba su codo en su rodilla.
—¡No digas eso Lisa! ¡Eso no es cierto!—reclamaba berrinchudamente TaeHyung.
—Entre nos Tae, sabes que es verdad—agregaba Rosé seriamente.
—Claro, todos están en mi contra—se quejó el pelirrojo cruzándose de brazos.
—Primero, creo que sería bueno que te quejes cuando salgamos de aquí y te comas sólo unos pocos pockys para no darle la razón a estas locas—decía Suga colándose en la conversación—. Y segundo, JungKook, aún me queda la duda de cuanto más hay que esperar para salir de esta mugre.
—No falta mucho Suga, sólo que ese idiota por un poco de información se demoró. Eso es todo. Además, el tiempo de mierda que hemos estado aquí nos ha servido demasiado. ¿No es así? Después de todo no perdimos el tiempo, hay que admitir que logramos más cosas que todos los cretinos de aquí. Además este fue nuestro plan desde un principio.
—Terminar aquí sí, estar años metidos, no—decía Rosé.
—Lo sé, pero nadie vio la letra pequeña del contrato. Ya me imaginaba yo que estaríamos años metidos aquí, ese bastardo nunca hace las cosas fáciles. Siempre se tiene que tomar todo su tiempo, como si yo tuviera tanto—se quejaba JungKook mientras se apoyaba contra una pared.
—Tantos años de entrenamiento sólo para estar aquí no sirven de nada—decía la rubia mientras acomodaba su cabello detrás de su oreja.
—Pienso lo mismo, Lisa, pero nada se puede hacer. Sólo dependemos de él, además seremos bien recompensados por esto—agregaba el omega.
—Eso es lo único bueno, sólo así podré llevar a Dooly a un buen hotel para follar—decía Suga seriamente.
El pobre omega que estaba a su lado tembló nervioso y avergonzado.
—¡No digas eso en voz alta, idiota! ¡Me avergüenzas! ¡Además no te dejaré follarme!—exclamaba el pobre rojo de vergüenza.
—Te gustará, no lo dudes—seguía Suga con la intención de avergonzar más al joven que estaba a su lado.
—Pervertido—murmuraba molesto mientras desviaba la mirada.
—Miren—dijo Tae señalando hacia un lugar preciso.
Justo allí, en ese mismo sitio donde el pelirrojo señalaba, se encontraba Kim Seok Jin rodeado por el grupo nuevo que se rehusaba a obedecer las órdenes de JungKook.
Casi al instante todos se acercaron hacia allí, en especial el omega que en un par de zancadas había llegado al lado del alfa, enfrentando a la rubia que parecía querer aprovecharse.
—¿Quién mierda te crees que eres para acercarte así a él?—indagó el omega furioso.
—¿Quién te crees tú maldita rata? No eres nadie para venir a decirme qué hacer—la voz prepotente y la actitud demostraban que había terminado allí de seguro por riñas callejeras.
—Escúchame bien, maldita puta arrastrada, aquí hay unas putas reglas que cumplir así que, aunque te guste o no, deberás obedecer. De lo contrario, usaré tu cabeza como decoración para mi celda ¿escuchaste, rubia oxigenada?—JungKook estuvo a punto de tomarla por la mugrienta musculosa que tenía.
Pero se contuvo, tal vez no tendría que usar la fuerza bruta con esa omega horrible.
—Escúchame tú, idiota de dientes grandes, a mi nadie va a venirme a decir qué hacer ni cuándo, así que te recomiendo que tanto tú, como el grupito ese de mierda que tienes, se manden a mudar a otro lado, porque de lo contrario usaré tu sucia cara para limpiar el piso de toda la cárcel ¿entendiste?
Por un momento todo quedó en silencio. Incluso el mismo grupo de JungKook tuvo miedo. Sabían que el omega odiaba que tocaran el tema de sus dientes y que lo insultaran como lo hizo esa mujer. Bueno, odiaba más que le dijeran lo de sus dientes, había sido un pequeño trauma que tuvo de pequeño y que detestaba recordar. Y ahora que esa andrajosa viniera a sacárselo en cara lo molestaba demasiado. No se lo iba a perdonar.
—Mira, maldita mierda de pozo—con fuerza la tomó del cuello y la levantó—, para tu información, mis dientes no son grandes, son normales, algo que tú no eres. Por lo que vuélveme a decir dientes grandes o algo parecido y te juro que terminaré por usar tu pajoso y descuidado cabello como trapeador—al soltarla y verla caer en el piso tosiendo, se acercó y la tomó del cabello para agregar—. Así que cumple las reglas, maldita puta barata. No son muchas, pero tal vez hagan falta que te las repita: primera regla, debes respetarme a mí y a mi grupo de amigos si no quieres que te saque los dientes a patadas; segunda regla, no se provocarán riñas innecesarias por nimiedades o tendré que intervenir, y créeme, nadie quiere eso; tercera y última, mi palabra es ley aquí, así que si ordeno que nadie se acerque a Jin, nadie se acerca a él. ¿Entendiste?
Ella no dijo nada, sólo reaccionó escupiendo al pelinegro en la cara. Provocando que todos se corrieran hacia atrás con miedo. Nadie en su sano juicio haría algo así...Nadie.
—Vete a la mierda—murmuró sonriendo arrogantemente.
La gota que había rebalsado el vaso ya rebalsado.
—Bien, tú lo pediste—y sin compasión alguna, azotó la rubia cabeza contra el pavimento, causando una herida que con rapidez comenzó a sangrar.
Así fue como en menos de un minuto, el grupo de las nuevas se enfrentaban al grupo de JungKook. Las patadas, los golpes, los insultos, todo parecía mezclarse. La ventaja la tenía el grupo de Kook, que en menos de unos pocos minutos dejaban a las nuevas cansadas y golpeadas contra el suelo.
Jin contemplaba todo sin saber muy bien qué hacer. Meterse no era una gran opción, por lo que sólo se dedicó a ver.
Cuando todo finalizó, vio que JungKook se acercaba a él y sorpresivamente le daba un apasionado beso que no pudo rechazar, pero tampoco corresponder del todo por lo repentino del acto. Sus lenguas volvieron a jugar, pero esta vez con menos deseo que en la mañana. Aunque fue lo suficiente como para dejarlo perplejo y caliente.
—Que quede claro—dijo JungKook después de separarse—: quien vuelva a desobedecer las reglas terminará igual o peor que esta rubia inútil. Así que ya todos saben, nadie se acerca a él porque él es mi hombre y de nadie más.
Y con paso firme, junto con su grupo, se llevó a Jin lejos de allí.
Nadie se metía con el alfa y salía ileso. Aunque dudaba que alguien volviera a querer hacerlo, después de todo JungKook dejó más que en claro una cosa: Jin era su hombre y no lo compartía.
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