rutina
Anhelo la noche desde que empieza el día.
Entro en bucles inconscientes,
mi mente vuela, pero no tan lejos,
como una cometa, hasta donde el hilo permita.
Espero la noche, la silenciosa noche,
porque es donde todo se aclara,
el bucle acaba y las manos que me sostienen me liberan y al fin soy libre de buscar las nubes, de soñar con el cielo, desear las estrellas.
Luego caigo, como todo siempre termina cayendo.
Aterrizo mientras el sol crece en el horizonte
y vuelvo a ser presa del hilo,
del sin sentido continuo, del ocio habitual, de la rabia escondida, del cansancio injustificado, de la rutina.
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