
007
Días después, la tensión entre Gastón y Rose seguía en el aire, tan palpable que cualquiera en el Jam & Roller podía notarlo. Gastón llevaba días intentando hablar con ella, acercándose en cualquier oportunidad que tenía, pero Rose lo evitaba cada vez. Fingía no verlo, encontraba excusas para no cruzarse con él, y cada intento de Gastón terminaba en una barrera silenciosa que parecía imposible de derribar.
Una tarde, Gastón estaba en su habitación, sentado al borde de la cama, mirando fijamente su teléfono. Había escrito varios mensajes para Rose, cada uno más honesto que el anterior, pero no se atrevía a enviarlos. Finalmente, después de respirar hondo, escribió:
"Rose, por favor, ¿podemos hablar? Sé que estás molesta, pero necesito explicarte. Te extraño."
Sin embargo, antes de enviarlo, su mirada se desvió al pequeño marco de fotos en su escritorio. Se levantó lentamente, dejando el celular a un lado, y tomó la foto en sus manos. Era de ambos en un momento feliz, uno de esos días perfectos en los que habían salido juntos al parque y habían terminado riendo por alguna tontería.
La imagen capturaba cómo Rose lo miraba con una mezcla de confianza, cariño y esa chispa especial que la hacía única. Gastón tragó saliva, sintiendo cómo su pecho se apretaba. Ese era el tipo de mirada que ya no le dirigía. Ahora, cada vez que cruzaban los ojos, sólo veía distancia y decepción.
"¿Cómo dejé que todo llegara a esto?" pensó en voz baja, pasando el dedo suavemente por el cristal que protegía la foto. Se sentía atrapado entre el dolor de su error y el deseo desesperado de arreglarlo.
Gastón volvió a sentarse en la cama con la foto en una mano y el teléfono en la otra. Antes de enviar el mensaje, miró de nuevo la imagen y murmuró:
—No quiero que esto sea todo lo que me quede de nosotros.
Finalmente, presionó "enviar" y dejó el celular a un lado, cerrando los ojos por un momento mientras una mezcla de esperanza y miedo lo inundaba.
Rose estaba en su habitación, sentada en el borde de la cama, con el teléfono en una mano mientras hablaba con su madre. Su mirada se paseaba por la ventana, aunque su mente estaba llena de pensamientos dispersos.
—Mamá, siento que este tiempo aquí debió ayudarme a decidir... ¿si me quiero quedar en Argentina o volver a Inglaterra? —dijo en voz baja. Su tono reflejaba la incertidumbre que había sentido desde que llegó.
Su madre, con esa mezcla de comprensión y firmeza que siempre tenía, respondió:
—Cariño, estás en un momento clave. Aún estás a tiempo de tomar una decisión. Si algo no se siente bien, siempre puedes arrepentirte y volver. Inglaterra siempre será tu hogar, pero donde realmente importa que estés es donde seas feliz.
Esas palabras hicieron eco en su mente. ¿Dónde era realmente feliz? En Argentina había experimentado muchas emociones, pero el torbellino con Gastón la había sacudido de una forma que no terminaba de comprender. Era su culpa, ¿o no lo era?
—Gracias, mamá. Voy a pensarlo —contestó mientras respiraba hondo y cerraba los ojos, intentando organizar sus ideas.
Cuando colgó, un sonido proveniente de su teléfono interrumpió el silencio. Era una notificación de un mensaje desconocido. Extrañada, desbloqueó el celular y abrió el mensaje, sólo para encontrarse con una imagen que la dejó congelada.
En la fotografía se veía a Gastón y Nina, muy cerca uno del otro, sonriendo y aparentemente en confianza. La postura de ambos insinuaba intimidad, casi como si hubiera algo más entre ellos. Rose sintió como si el aire se le atascara en la garganta.
"¿Esto es reciente? ¿Cómo...?", murmuró para sí misma mientras miraba fijamente la foto. No podía saber que estaba editada, que alguien había manipulado esa imagen con malas intenciones. En su mente, lo único que veía era la confirmación de sus peores miedos: que Gastón no había sido honesto con ella.
El pecho se le apretó, y sintió una mezcla de ira y tristeza. No podía evitar recordar todas las veces que Gastón había intentado explicarse, sus insistencias para que hablaran. "¿Y ahora esto?", pensó, mientras su mano temblaba y dejaba el teléfono a un lado.
Quería llorar, gritar o simplemente desconectarse del mundo, pero en lugar de eso, se quedó quieta, mirando por la ventana, con un torbellino de emociones consumiéndola lentamente. Quizás su madre tenía razón... Tal vez aún estaba a tiempo de arrepentirse y volver a Inglaterra. Tal vez no tenía nada que la retuviera aquí.
En el Jam and Roller, Gastón miraba a su alrededor, con el sonido de la música de fondo creando una atmósfera vibrante, pero su mente no podía estar más alejada del lugar. Estaba nervioso, había tratado de encontrar a Rose para disculparse por su actitud, pero ella lo había evitado más que nunca. Sabía que había cometido un error y estaba decidido a arreglarlo, aunque no sabía si aún habría forma de remediarlo. Necesitaba hablar con alguien.
Fue entonces cuando vio a Matteo, quien estaba descansando cerca de la barra mientras observaba a los chicos patinando y bromeando. Sabía que su amigo siempre tenía una visión clara de las cosas y, por alguna razón, pensó que tal vez esta vez también podría ser de ayuda.
— ¡Oye, Matteo! —exclamó, acercándose a él.
Matteo levantó la mirada y le dedicó una sonrisa casual. Era evidente que algo no andaba bien por la expresión en el rostro de Gastón.
— ¿Qué pasa, Gastón? ¿Te veo raro?
Gastón se dejó caer en una de las sillas frente a él, preocupado y pensativo. Sabía que Matteo no podría entender completamente lo que sentía, pero confiaba en él.
— Rose... No sé qué hacer. Cada vez que trato de hablarle, se aleja más. La estoy perdiendo.
Matteo se quedó en silencio por unos segundos, observando a Gastón. Sabía que no había mucho que decir en un momento como ese, pero también sabía que Gastón se merecía un consejo honesto.
— Mira, te voy a ser sincero. Sabes lo que opino de Rose, ella es increíble. Y si hay algo que te puedo decir es que cuando tienes algo tan valioso, no deberías dejarlo ir. El problema no es que no se lo merezca, es que tú tienes que demostrarle que realmente te importa.
Gastón frunció el ceño, preocupado.
— Pero… ya hice un montón de cosas mal, ya metí la pata. ¿Cómo voy a lograr que me perdone?
Matteo se recostó en su silla, pensativo. Luego, con una sonrisa pequeña, dijo:
— Lo que hiciste mal… ya pasó. Pero si de verdad quieres a Rose, el cambio tiene que venir de ti. No se trata solo de disculparte, tienes que demostrarle con actos, no solo con palabras, lo que sientes por ella. Porque una cosa es decir que te importa, y otra es hacerlo de verdad. Las palabras pueden caer vacías si no están respaldadas por acciones.
Gastón asintió, sintiendo la verdad en las palabras de su amigo. Cada vez que se pensaba en ella, veía todo lo que había pasado, las discusiones, los silencios... y ahora que estaba tan cerca de perderla, su corazón se encogía al pensarlo.
— ¿Entonces crees que aún hay algo que hacer? Que tal vez la pueda recuperar... aunque todo lo que hice fue dañarla?
— Claro, Gastón. Es difícil, pero si tienes algo de esperanza, sigue luchando. Pero no con promesas, no con una gran declaración. Comienza por mostrarle que has cambiado, que comprendes por qué cometiste el error y que te importa de verdad. Nada será inmediato, pero si ella ve que de verdad luchas por ella, el respeto y la paciencia pueden hacer maravillas.
Gastón respiró profundamente, sintiendo un pequeño respiro en su pecho. La amaba y lo sabía. Pero debía demostrarlo. Su error había sido pensar solo en sí mismo, solo en el instante y no en lo que realmente quería para su vida.
— Gracias, Matteo. —sonrió, agradecido por la claridad de su amigo.
— ¡Para eso estamos, amigo! —respondió Matteo con un guiño, levantando su bebida y dándole un pequeño brindis.
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