004
Los días pasaron más rápido de lo que Rose esperaba. Desde que dejó de responder los mensajes de Gastón, había estado tratando de concentrarse en su nueva etapa en Argentina. Sin embargo, cada mañana al despertar, veía en la pantalla de su teléfono los mensajes de Gastón que no dejaban de llegar:
—"Rose, por favor, necesito hablar contigo."
—"Sé que estás molesta, pero dame una oportunidad para explicarte."
—"Lo siento. No puedo perderte, te amo."
Los leía con el corazón apretado, pero no respondía. ¿Qué podía decirle? Sentía que no tenía la energía emocional para enfrentarlo. Y además, no quería dejar que esos problemas personales interfirieran con lo que era una oportunidad importante para ella: asistir al prestigioso Blake South College.
El día de su ingreso llegó antes de lo que esperaba, y aunque trataba de mantener la calma, los nervios se hacían cada vez más presentes. Se levantó temprano y fue directo al baño, donde el reflejo en el espejo le devolvió una mirada ansiosa.
—Puedes hacerlo, Rose. Solo es un colegio, nada que no hayas enfrentado antes —murmuró para sí misma, como si el mantra pudiera calmarla.
Después de vestirse y arreglarse, bajó a la cocina, donde su tía Verónica servía café mientras Felipe hojeaba el periódico. Valentina, su prima, estaba terminando un plato de frutas y la saludó con una sonrisa.
—¡Primera mañana de colegio! ¿Lista? —preguntó Valentina, claramente emocionada por ella.
—Supongo que sí. Aunque no conozco a casi nadie... —Rose se sentó junto a su prima y tomó un sorbo de jugo.
—Te irá genial —aseguró Verónica mientras le colocaba un plato con tostadas frente a ella—. Y si necesitas algo, recuerda que estamos aquí para ayudarte.
Felipe bajó el periódico, observándola con seriedad, pero con afecto en su mirada.
—Eres una chica brillante, Rose. Este colegio es una oportunidad que te has ganado con esfuerzo. Estoy seguro de que harás que todos nosotros estemos orgullosos.
Rose agradeció las palabras, aunque no pudo evitar sentirse presionada. Quería demostrarles que podía encajar y destacar en el colegio, pero había muchas cosas en su mente, incluyendo los mensajes constantes de Gastón.
—Por cierto —añadió Valentina, con una sonrisa maliciosa—, estoy segura de que no serás una completa desconocida.
Rose levantó la mirada, confundida.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, vamos, ¿de verdad crees que nadie en el Blake South te reconocerá? Gastón subió tantas fotos contigo que probablemente ya te consideran la novia oficial del colegio.
Rose frunció el ceño, incómoda ante la idea. Valentina continuó, divertida:
—Incluso a mí me llegaron a preguntar por ti una vez. “¿Es verdad que tu prima es la novia de Gastón?” Es uno de los chicos más populares, ¿sabes?
—Bueno, ya basta de presionarla antes de su gran día —intervino Verónica, lanzándole una mirada de advertencia a Valentina.
Rose intentó ignorar el comentario, pero mientras desayunaba, no pudo evitar pensar en lo que había dicho su prima. ¿Sería cierto que la gente ya la conocía, no por quién era, sino por ser "la novia de Gastón"?
El viaje al colegio no fue largo, pero para Rose, se sintió eterno. Al llegar, respiró hondo al contemplar la fachada imponente del Blake South College. Era todo lo que había imaginado: un edificio de ladrillo rodeado de jardines perfectamente cuidados, con estudiantes entrando y saliendo, todos vestidos con uniformes impecables.
Rose descendió del auto y trató de caminar con confianza. Pero, a medida que avanzaba, comenzó a notar las miradas. Algunas eran de curiosidad, otras parecían evaluarla, y unas pocas incluso parecían llenas de envidia.
Mientras se dirigía a su casillero, escuchó los murmullos.
—¿Es ella?
—Sí, la novia de Gastón.
—No entiendo qué le vio...
Rose tragó saliva y trató de ignorarlos. No era la primera vez que lidiaba con comentarios así, pero en un ambiente nuevo y desconocido, era más difícil.
Las primeras clases pasaron sin mayores contratiempos. Algunos compañeros se presentaron, y aunque fueron amables, Rose no podía evitar preguntarse si la miraban como a una extraña o si la veían únicamente a través de su relación con Gastón.
Cuando entró en su primera clase, buscó rápidamente un lugar donde sentarse. Su mirada se detuvo en una chica que parecía completamente ensimismada en sus pensamientos. Estaba encorvada sobre su cuaderno, garabateando algo mientras evitaba mirar a su alrededor.
Sin pensarlo demasiado, Rose se acercó y sonrió.
—¿Te importa si me siento aquí?
La chica levantó la vista, visiblemente sorprendida. Su expresión cambió rápidamente a una mezcla de nerviosismo y desconcierto.
—No, claro que no. Adelante. —Su respuesta fue rápida, como si quisiera evitar más interacción.
Rose dejó su mochila a un lado y se acomodó. Extendió la mano, manteniendo su sonrisa amigable.
—Soy Rose.
La chica la miró por un segundo antes de responder al saludo.
—Nina.
Rose asintió, contenta de poder conocer a alguien.
—Es mi primer día aquí, así que estoy un poco perdida. ¿Tú llevas mucho tiempo en esta escuela?
—Un par de años —respondió Nina, su voz un poco tensa, aunque intentaba no demostrarlo.
Lo que Rose no sabía era que Nina la había reconocido de inmediato. Desde que la vio entrar al aula, su corazón se había acelerado, porque sabía exactamente quién era. Ahora, viendo a Rose tan cercana, amable y sin rastro de desconfianza, la culpa comenzaba a invadirla.
Nina recordaba el instante en que había decidido esconderse detrás de una cortina cuando la novia de Gastón llegó.
—¿Tienes Historia después de esta clase? —preguntó Rose mientras sacaba sus cosas de la mochila.
Nina asintió, sintiéndose un poco atrapada.
—Sí.
—Qué bien. ¿Te importa si vamos juntas? Aún no me sé los pasillos y seguro me pierdo.
La amabilidad de Rose solo hacía que Nina se sintiera peor.aAun así, no encontró una forma de negarse.
—Claro, está bien.
Durante el resto de la clase, Rose intentó incluir a Nina en la conversación, pero la respuesta de Nina siempre era breve y cautelosa. A Rose le pareció que tal vez Nina era una persona tímida, así que decidió no insistir demasiado.
Cuando la clase terminó, ambas recogieron sus cosas y caminaron juntas hacia la siguiente aula. Rose, siempre sonriente, trataba de mantener la conversación ligera.
—¿Tienes alguna recomendación para sobrevivir a los profesores de aquí? —bromeó.
—No todos son tan malos —respondió Nina, mirando al suelo mientras caminaban.
Rose no notó el nerviosismo de Nina. Para ella, solo era el inicio de una amistad, pero para Nina, cada palabra era un recordatorio de lo que había pasado en la fiesta. Sentía que debía decir algo, confesar lo que había ocurrido, pero al mismo tiempo, el miedo la paralizaba.
Rose había terminado su segunda clase del día en el Blake South y caminaba por los pasillos en busca de un poco de aire fresco durante su tiempo libre. Mientras recorría el pasillo, vio a Matteo, quien la vio al instante y se acercó con una sonrisa amplia.
—¡Rose! —exclamó Matteo, con un tono animado—. ¡Hace siglos que no te veía! ¿Cómo estás?
Rose sonrió, sorprendida por verlo, pero también un poco nerviosa. No lo había visto en tanto tiempo, y la situación entre ella y Gastón todavía la hacía sentirse incómoda.
—Hola, Matteo —respondió con amabilidad—. Estoy bien, ¿y tú?
—Todo bien, todo bien —contestó él, aún con esa energía positiva que siempre lo caracterizaba—. ¿Qué tal el regreso después de tanto tiempo?
Rose intentó mantenerse tranquila y respondió con una sonrisa.
—Está bien. Todo es... nuevo, pero me estoy acostumbrando.
En ese momento, Gastón apareció al lado de Matteo. Él la miró con una leve sonrisa, pero Rose notó que la tensión entre ellos era palpable. Aunque aún estaban juntos, la relación se sentía diferente ahora, llena de incomodidad, especialmente después de lo que había pasado en la fiesta. Rose trató de no mostrar nada, pero no pudo evitar que su mirada se desvió rápidamente hacia el suelo, intentando evitar hacer contacto visual con él.
Matteo, ajeno a lo que había pasado, notó el silencio incómodo y bromeó, como solía hacerlo.
—¿Qué pasa con ustedes dos? —dijo, mirando a Gastón y luego a Rose—. ¡La parejita después de dos años! —sonrió juguetonamente—. ¿Por qué no se la pasan todo el tiempo juntos?
Rose sintió una ola de incomodidad y, aunque trató de disimularlo, su rostro se tensó ligeramente. Gastón la observó, pero no dijo nada. La situación no era tan sencilla como para bromear.
—Rose—habló Gastón siendo interrumpido—.
—Creo que tengo que irme —respondió Rose, rápidamente, intentando escapar de la tensión que se había formado—. Nos vemos luego, Matteo.
Antes de que Matteo pudiera decir algo más, Rose dio un paso atrás y comenzó a alejarse, sin mirarlos nuevamente. Matteo, viendo cómo se alejaba, frunció el ceño y luego miró a Gastón, un tanto confundido.
—¿Qué pasa entre ustedes? —preguntó, con una expresión de curiosidad.
Gastón se quedó en silencio, mirando cómo Rose se alejaba. No sabía cómo explicar lo que estaba pasando, así que simplemente dejó escapar un suspiro.
—No lo sé... —murmuró, dándose cuenta de que no tenía respuesta para lo que sentía.
Matteo, sin entender del todo, encogió los hombros, no queriendo presionar más a su amigo.
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