003
Rose salió apresuradamente del área de servicio, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Apenas podía procesar lo que acababa de presenciar. ¿Quién era esa chica? ¿Por qué estaba Gastón con ella? Las preguntas retumbaban en su cabeza mientras intentaba mantener la calma.
Cuando llegó al salón principal, buscó a Ámbar entre la multitud. La anfitriona estaba charlando animadamente con un grupo de amigos cercanos, pero se giró al ver a Rose aproximarse.
—Ámbar, lo siento, pero tengo que irme —dijo Rose, intentando no sonar demasiado abrupta.
Ámbar ladeó la cabeza, visiblemente confundida.
—¿Irte? ¿Ya? ¿Qué pasa?
—Es algo personal, no te preocupes. Solo… tengo un compromiso temprano mañana. De verdad lamento no poder quedarme más tiempo.
Ámbar la miró con suspicacia, pero finalmente suspiró.
—Está bien, pero me debes una salida para ponernos al día, ¿entendido?
Rose forzó una sonrisa y asintió antes de abrazarla.
—Claro, prometido.
Mientras cruzaba el umbral de la entrada, sintió la presencia de Gastón siguiéndola. Lo sabía sin necesidad de girarse. La energía que él emanaba era inconfundible. Cuando llegó al borde de la acera, levantó una mano para detener un taxi que pasaba, pero no fue lo suficientemente rápida.
—Rose, por favor, espera —dijo Gastón, su voz casi suplicante.
Ella se giró por un instante, lo justo para verlo de pie, con una mezcla de culpa y desconcierto en el rostro. Pero antes de que pudiera decir algo, un taxi se detuvo frente a ella, y Rose subió rápidamente. Dio una dirección cualquiera al conductor, decidida a salir de ahí cuanto antes.
El trayecto fue silencioso. Afuera, las luces de la ciudad brillaban mientras el taxi se deslizaba por las calles empedradas. Finalmente, cuando pasaron cerca del Jam & Roller, Rose tomó una decisión impulsiva.
—¿Puede dejarme aquí, por favor? —le pidió al conductor, quien asintió mientras detenía el auto.
El Jam & Roller era un lugar que había visitado un par de veces hace dos años, durante su primera estancia en Argentina. En ese entonces, era un espacio lleno de energía donde podía desconectarse del mundo, y, por supuesto, donde su relación con Gastón había comenzado. Ahora, esperaba que el ambiente animado la ayudara a despejar su mente.
Al entrar, lo primero que notó fue el sonido de los patines sobre la pista y la música que resonaba en el lugar. Las luces de neón seguían decorando el espacio con colores vibrantes, y, aunque había pasado tiempo, la esencia del lugar seguía intacta.
Rose se dirigió a la barra y pidió una bebida. Apenas estaba tratando de calmarse cuando un chico se acercó desde el otro lado del mostrador. Tenía el cabello castaño, una sonrisa amigable y llevaba el uniforme del Jam & Roller.
—Hola, ¿qué puedo servirte? —preguntó con naturalidad.
—Solo un agua mineral, por favor —respondió Rose, agradeciendo que su tono sonara más sereno de lo que realmente se sentía.
El chico asintió y comenzó a preparar su pedido, pero no pudo evitar notar que algo en la mirada de Rose parecía apagado.
—¿Primera vez aquí? —preguntó mientras le pasaba la botella.
Rose negó con la cabeza.
—No exactamente. Estuve aquí hace un par de años.
—Entonces, bienvenida de vuelta. Soy Nico, por cierto.
Ella le dedicó una pequeña sonrisa.
—Rose.
—Es raro verte sola en un lugar como este. Por lo general, la gente viene con amigos o… algo así —comentó Nico mientras limpiaba el mostrador, intentando mantener la conversación ligera.
Rose dejó escapar una risa breve, aunque sin mucho entusiasmo.
—Digamos que fue una decisión de último minuto.
Nico asintió, notando que Rose parecía necesitar algo más que un agua mineral.
—¿Sabes? Si necesitas despejarte, hay una zona tranquila en la terraza. No mucha gente sube allí cuando hay competencias.
—Gracias, lo consideraré —respondió ella, apreciando su amabilidad.
Sin embargo, Rose no se movió. Permaneció en la barra, observando el ir y venir de los patinadores en la pista. Había algo reconfortante en la energía del lugar, como si el tiempo no hubiera pasado. Nico, mientras tanto, continuó atendiendo a otros clientes, pero cada tanto lanzaba una mirada en su dirección, preguntándose qué podría estar pasándole por la cabeza.
Después de unos minutos, Nico regresó con una bandeja vacía y se apoyó en el mostrador frente a Rose.
—¿Sabes? Este lugar tiene algo especial. La mayoría de los que vienen aquí dicen que siempre encuentran lo que necesitan, aunque no lo estén buscando.
Rose lo miró, intrigada por sus palabras.
—¿Tú crees eso?
—Claro. Yo terminé trabajando aquí por algo parecido. Este lugar era mi escape cuando las cosas no iban bien, y, de alguna manera, se convirtió en mi segundo hogar.
Rose asintió, reflexionando sobre lo que había dicho. Quizá Nico tenía razón. Tal vez no había terminado en el Jam & Roller por casualidad.
Cuando finalmente decidió irse, Nico le ofreció una sonrisa cálida.
—Espero verte por aquí de nuevo, Rose.
Ella devolvió la sonrisa, más genuina esta vez.
—Gracias, Nico. Tal vez lo haga.
Mientras caminaba hacia la salida, Rose sintió que una pequeña parte de la tensión que llevaba encima se había disipado. Quizá las respuestas que buscaba no llegarían de inmediato, pero, al menos por esa noche, había encontrado un respiro en el lugar más inesperado.
Rose llegó a casa mucho más temprano de lo esperado. La ciudad aún vibraba con la energía de la fiesta, pero dentro de ella, todo era distinto. Un nudo en el estómago la acompañaba mientras cruzaba el umbral de la puerta. La fiesta de Ámbar había sido un torbellino de emociones y preguntas sin respuesta, y ahora, al llegar a casa, sentía el peso de lo vivido.
Cuando entró, la cálida luz de la casa y el murmullo suave de la televisión llenaban la sala. Felipe, su tío, estaba sentado en el sillón leyendo el periódico. Verónica, su tía, estaba con una taza de té en la mano, mirando hacia la ventana con una expresión pensativa. Ambos se giraron al escuchar la puerta.
—¿Rose? —preguntó Verónica, alzando las cejas al ver su regreso tan temprano—. ¿Qué pasó? ¿Por qué te fuiste de la fiesta?
Rose se detuvo en seco. No quería preocuparlos, pero tampoco podía ocultar que algo había pasado. No era solo una simple salida anticipada. Había algo más que la había impulsado a irse de la fiesta antes de lo esperado.
—No me sentía bien —respondió, tratando de sonar calmada, aunque su voz tembló un poco—. Tuve un pequeño malentendido con Gastón, pero no es nada grave. Solo necesitaba un poco de aire.
Felipe levantó la mirada del periódico y la observó con detenimiento. Aunque conocía bien a su sobrina, le preocupaba su tono y su expresión.
—¿Está todo bien, Rose? Sabes que si necesitas hablar, estamos aquí para ti.
Verónica también se levantó y se acercó a ella, notando la tensión en sus hombros.
—La fiesta estaba siendo genial, ¿por qué irte tan pronto? ¿Qué pasó entre tú y Gastón?
Rose sintió el peso de las preguntas, pero trató de no mostrar demasiada vulnerabilidad. No quería que su familia se preocupase demasiado.
—Sí, algo pasó, pero no es nada que no pueda solucionar. Solo necesitaba un poco de espacio, nada más.
Verónica la miró fijamente, pero no insistió. Solo asintió y sonrió con suavidad.
—Te entiendo, Rose. Cuando las cosas no están claras, lo mejor es alejarse un poco.
Felipe también sonrió, tratando de aliviar la situación.
—¿Te gustaría hablar más sobre ello? Sabes que siempre estamos para escucharte.
Rose asintió agradecida, pero lo que menos quería en ese momento era hablar más del tema. Ya estaba agotada emocionalmente.
—Gracias, tío Felipe. Pero por ahora, estoy bien.
En ese momento, Valentina, su prima, apareció en el pasillo. Había estado escuchando desde la puerta, y al ver a Rose tan seria, no pudo evitar acercarse.
—¿Por qué volviste tan temprano? —preguntó, su tono suave pero lleno de curiosidad.
Rose suspiró, aliviada de que Valentina no estuviera más preocupada.
—Solo un malentendido, Val. Pero estoy bien, no te preocupes.
Valentina la miró durante un momento, como si evaluara si realmente estaba bien. Luego, hizo una pregunta que Rose no esperaba.
—¿No piensas regresar a Inglaterra solo por eso, verdad?
Rose se quedó en silencio, sorprendida por la pregunta. En verdad, no había considerado irse. Argentina, aunque había sido difícil al principio, era ahora su hogar, y no iba a dejar que un desacuerdo con Gastón cambiara eso.
—No, Val —respondió finalmente, con firmeza—. No voy a regresar. Ya me inscribí en el Blake South College aquí, y no voy a desperdiciar una oportunidad como esa por algo tan trivial.
Verónica, que había estado observando todo en silencio, asintió.
—Eso está bien. No tomes decisiones apresuradas. Hay mucho por lo que seguir luchando.
Felipe también intervino, dándole un leve toque en el hombro a Rose.
—Estamos orgullosos de ti, Rose. Lo que sea que pase, siempre puedes contar con nosotros.
Rose sonrió levemente, agradecida por el apoyo de su familia. A veces sentía que los había decepcionado al irse a Argentina, pero en ese momento, todo se sentía un poco más claro.
Después de un rato, Rose subió a su habitación, aún con el pensamiento de lo sucedido en la fiesta rondando en su cabeza. Cerró la puerta y se dejó caer en la cama, sin quitarse el vestido que aún llevaba puesto. Miró su teléfono, que estaba lleno de mensajes y llamadas perdidas de Gastón.
Había varias notificaciones, cada una más desesperada que la anterior:
—"Rose, por favor, quiero explicártelo."
—"No es lo que piensas. Te lo juro."
—"Necesito que me escuches."
—"Te amo, más de lo que imaginas."
Cada mensaje parecía más urgente, pero también más confuso. ¿Qué quería explicarle? ¿Qué había sucedido exactamente? Rose se quedó mirando el teléfono por un momento, pensando si debía contestar o esperar un poco más.
Finalmente, decidió que lo mejor era no responder por ahora. No tenía ganas de enfrentarse a la situación en ese momento. Prefería procesarlo todo con calma, y quizás hablar con él más tarde, cuando tuviera más claridad.
Dejó el teléfono en la mesa de noche, apagó la luz y se acomodó en la cama. La confusión, las emociones y las preguntas seguían ahí, pero también había algo más: una determinación tranquila. Estaba en Argentina por una razón, y no iba a dejar que un malentendido con Gastón la hiciera cambiar su rumbo.
Esa noche, Rose se sumió en el sueño, aunque las preguntas seguían rondando su mente. Pero sabía que por ahora, lo único que podía hacer era seguir adelante.
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