Epílogo
Año 1997 - Perú.
Tras haber asesinado a cuatro personas en su oficina, Don Felipe se recostó en su silla giratoria y dio un largo suspiro. La escena que tenía enfrente ya la había vivido muchas veces antes, ya no le causaba repulsión, a diferencia de Nilton, su empleado, quien en sus últimos momentos vomitó y hasta se orinó de la impresión al tener a la muerte frente a frente.
Recordó entonces a su propio padre, Phillip Michaelson, quien le instruyó en los gajes del oficio y le guio a la primera de muchas muertes con el fin de salvaguardar el negocio de la familia principal. El amor hacia Allegra, le hizo descubrir un lado negociador que hizo que la fortuna propia sea comparable a la familia principal. Sin embargo, el camino de destrucción seguía y lo más importante para él en aquel entonces era su imagen ante la sociedad. La cual, ya estaba cuestionada desde la partida de su hijo a los 18 años. Por lo que no estaba dispuesto a permitir que nada ni nadie soltara ni el más pequeño de los rumores.
Miró el reloj que tenía cerca, eran las cuatro y media de la mañana. Tomó el teléfono y marcó varias veces un número que se negaba a responder a la primera. Fue hasta el tercer intento en que tuvo una pesada respuesta por parte de su interlocutor.
—¿Sí? ¿Quién es?
—Ya debería ponerse un identificador de llamadas General Bermúdez. Soy Felipe Michaelson.
—¡Don Felipe! ¡Por Dios! Son las cuatro de la mañana, yo encantado de asistirle en lo que necesite, pero supongo que pudo esperar al horario de oficina ¿o no?
—No esta vez Bermúdez. Es otro "cachuelo" para ti.
—Oh por favor Don Felipe, no me diga que...
—Si, limpieza, encubrimiento, coartada, documentación, culparemos a los terroristas o a los delincuentes.
—¿Qué ocurrió realmente?
—Eso no le incumbe general. Solo traiga a sus dos hombres de mayor confianza y encárguense de esto. Son 4 cadáveres. Una mujer de 35 años, un muchacho de 25 y otros dos hombres entre 40 y 50 años. A diferencia de la vez pasada, tu personal y tú recibirán el doble.
—Eso ya es una masacre Don Felipe.
—No te llamé para que opines, general. Ven y haz tu trabajo. ¿O es que de nuevo tengo que recordarte cómo te ayudé a obtener el puesto que tanto te gusta ostentar?
—Está bien Don Michaelson, no quise ofender. Empezaré el papeleo a primeras horas, juntaré a mis mejores perros e irán a hacer la limpieza respectiva. Que no haya gente en su casa por favor, solo usted.
—Los mandaré de vacaciones a todos, aprovecharé para tomarme algunas yo también.
—Será lo mejor señor. Le devolveré la llamada a eso de las seis.
—No se demore Bermúdez, será un día realmente largo.
Para cuando llegó el mediodía, la noticia de que un grupo desconocido había asaltado la residencia de la familia Michaelson resonaba en todos los noticieros, pero no con la relevancia que se esperaría ante una situación así, ya que esta noticia fue rápidamente desplazada por las consecuencias del fenómeno El Niño. El cual trajo graves devastaciones en todo el país por las intensas lluvias, los deslizamientos de tierra, entre otros desastres climatológicos que a su vez causó pérdidas humanas. Este evento natural le fue beneficioso al patriarca de los Michaelson, ya que no tuvo que dar mayores explicaciones y la "investigación" que se hizo sobre el caso fue archivada pocos años después ante la "falta de evidencias".
Don Felipe tuvo la poca vergüenza de hacer entrega del cuerpo de Nilton directamente a casa de su familia. A diferencia de la vez anterior, no fue del todo bien recibido, por mucho que este quiso pintar al joven como un héroe que hasta el último quiso proteger a su ahijada, quien también cayó fallecida en el incidente. Lo único que deseó la madre del muchacho fue no volver a saber más de esa familia de ricos, que le quitó por completo la suya. Ninguna compensación, ningún subsidio, ninguna palabra de aliento pudo consolar a aquella madre de familia quien vio su triste final, consumida por la pena, cinco años más tarde.
Por parte del mafioso Don Felipe, tras los respectivos funerales de Lexa Hills, a quién enterró como un N.N. y de dos de sus hombres de mayor confianza, se tomó unas vacaciones a España. Lugar donde comenzaría la búsqueda de su verdadera ahijada a quién aún anhelaba poseer, más aún teniendo presente el posible futuro que le esperaba si era parecida a su pariente. Fueron sus propios negocios en Lima los que no le permitieron quedarse ahí tanto como hubiese querido, por lo que encargó la búsqueda a uno de sus contactos que estuvo presente en la masacre de los Ayram. Esta persona hizo su mejor esfuerzo y la halló, no fue fácil de identificar, su cabello ya no era ni rubio ni largo, llevaba lentillas de color negro casi todo el tiempo y, por supuesto, el físico ya no era apetecible a los ojos del Don.
La búsqueda terminó 15 años después, con una Reina que distaba mucho de la belleza que fue, no se asemejaba para nada al físico que tuvo su tía Lexa en vida, se había descuidado adrede, además, tenía hijos consigo. Pese a todo su historial delictivo, el jefe decidió no hacer nada al respecto y pedir que se quemara todo registro de dicha búsqueda, que todo había sido en vano y que ya encontraría mejores prospectos con quienes encamarse cuando lo necesitase.
***
Año 2024 - Perú.
27 años después de la muerte de Nilton y Lexa, con la búsqueda de Reina Ayram cancelada y con todos los cabos sueltos del caso aparentemente cubiertos. Don Felipe continuó su vida de negocios, haciéndose cada vez más rico, viajando por el mundo, revolcándose con cuanta mujer pudo, hasta que finalmente cuando llegó a los 70 años sus fuerzas se vieron mermadas y se vio obligado a andar en silla de ruedas.
Los años continuaron, la fortuna solo ayudó a que pudiera mantenerse relativamente activo en las decisiones de sus múltiples empresas y empezó a delegar más a sus gerentes. A diferencia de su hermano mayor, quien tenía mejor salud y se mantenía aún más presente en los negocios familiares, él no tenía hijos a quien pudiera dejar un legado. En realidad, tenía uno, pero no sabía nada de él desde que el mismo cumplió la mayoría de edad y huyó de casa a principios de los noventa. Preso de aquel lamento, su vida en silla de ruedas pasó a una postrado sobre una cama. No pudo adaptarse del todo a las nuevas tecnologías que aparecieron en los años dos mil, dos mil diez y menos aún en los dos mil veinte.
Incluso en cama, con poca capacidad de hablar y con 86 años encima, sus delegaciones eran muy específicas y siempre con personal de alta confianza. Siendo su principal apoyo su mayordomo en jefe George, de 64 años en aquel entonces. La clínica donde se alojó para pasar sus últimos meses - según él - era una de las más costosas de la capital y se decía que tenía a los mejores médicos. Sin embargo, su salud sólo decaía con el pasar del tiempo, al punto de mantenerse vivo mientras una máquina hiciera sus funciones vitales más básicas e instintivas como respirar y controlar los latidos de su corazón.
En lo que parecía ser su última semana o mes de vida, en un día de semana cualquiera durante el invierno de ese año, George ingresó a la habitación, era de mañana, alrededor de las once. Don Felipe despertó con el ruido que este hizo mientras se aseguraba que las máquinas se mantuvieran en funcionamiento.
—Qué bueno que despierta señor —le dijo acercándose a su jefe— estaba asegurándome que todo estuviera bien antes de decirle a su visita que venga más tarde o mañana.
—¿Tengo... visita...? —exclamó Felipe aún con sueño y con mucha dificultad.
—Sí señor y creo que será de su total agrado. De verdad, recomendaría que al menos a esta persona le haga pasar. Es alguien que no reconocerá a la primera.
—No quiero... ver a nadie... pero estoy... aburrido... así que... que pase... —habló el decaído mafioso entre suspiros, la dificultad se hacía más evidente, pero estaba en sus completos cabales.
—Como guste, señor.
El mayordomo en jefe salió de la habitación. Pese al grosor de las paredes, el jefe alcanzó a escuchar un poco lo que este hablaba con la visita que esperaba afuera. Pequeños murmullos, seguramente dando indicaciones sobre su estado de salud y que evitara tocar temas que pudieran alterarlo. Lo usual. La perilla giró entonces y al abrirse la puerta apareció un hombre maduro, sus pintas daban a entender que tenía entre unos 40 o 50 años aproximadamente. Vestía elegantemente, con un terno negro clásico, una camisa blanca y una corbata negra con motivos de cocina. Estaba, además, abrigado con un largo saco color gris.
Este hombre tenía una expresión seria pero triste por defecto. Tenía unas marcadas ojeras, lo que dio a entender que había hecho un largo camino para llegar ahí. Su cabello era negro, pero tenía un gran mechón blanco que cubría la mayor parte frontal de su cabeza. Sus ojos eran azul oscuro, muy apagados. Su apariencia le hacía ver como un clásico detective de Londres. Nomás entrar, quedó en silencio, al parecer no sabía qué decir y solo tomó una silla cercana y se acomodó cerca de la camilla.
—¿Quién... eres...? —Lo miró de arriba a abajo, sin poder reconocerlo, su vista era muy borrosa.
—Hola... padre... —respondió el hombre aquel, de forma inexpresiva.
Las máquinas resonaron dando a entender que el nivel de latidos había aumentado. Los ojos de Don Felipe se abrieron como hace años no lo hacía. Ajustó la vista tanto como pudo y consiguió distinguir algunas facciones de aquella persona. Un cabello similar al suyo en los noventa, pero con un corte más moderno, ojos similares a los de su fallecida esposa Allegra, un porte que denotaba elegancia y superioridad por naturaleza. No sabía si creer lo que veía y escuchaba, pero definitivamente estaba ante un Michaelson.
—Es... imposible... —el enfermo buscaba incorporarse sin éxito, apenas pudo acomodarse mejor para lo que parecía, sería una larga charla— ¿Hijo? ¿Eres tú? ¿Santi?
—Hacía años que no me llamaban así —respondió esbozando una ligera sonrisa que se apegaba más a la ironía que a la alegría— de hecho, hubo gente que lo intentó, pero siempre preferí mi segundo nombre. Solo mamá y tú me llamaban así.
—Estás... vivo...
—¿Sabes papá? No te esfuerces, tenemos tiempo, vine más que nada para hablar contigo. Sé lo mal que has estado estos últimos años y pues... necesitaba decirte algunas cosas antes de que pase lo inevitable.
—Santi yo...
—No hables por favor, estoy seguro que te preguntas qué hago aquí, qué busco, por qué luego de tantos años, entre muchas cosas. Te lo diré por supuesto, pero también quiero que sepas todo lo que ha sucedido conmigo todos estos años. Si me lo permites.
El viejo Michaelson asintió con la cabeza. Había agotado sus fuerzas para hablar, por lo que solo aceptó escuchar lo que su hijo tenía que decir. Definitivamente era él, su actitud para dirigirse ante un familiar era la que recordaba, solo que con mayor madurez y autoridad que antaño.
—Gracias. Antes que nada, no, no vengo por tu sucio dinero, pero conociéndote me lo darás de todos modos con la esperanza que continúe con el negocio familiar ¿cierto?
Una vez más, el padre asintió.
—Lo pienso recibir, aunque preferiría que no. Ahora te explicaré porqué. —emitió un suspiro, se puso de pie un momento, dio unos pasos y se volvió a sentar— cuando me fui a los 18, fui directamente a España. Obviamente, no lo hice solo, recibí ayuda de alguien a quien sí podría considerar mi padre.
Este comentario no fue del agrado de Felipe, quien puso un gesto de fastidio, sin poder emitir palabra alguna.
—¿Te molestó eso? Es la verdad... ese hombre fue más padre conmigo que lo que fuiste tú. Estuvo en muchas de mis primeras veces de adolescente y lo tengo presente en mi memoria. Tengo más recuerdos de él que de ti. Seguro te preguntas a quién me refiero para mandar a matarlo ¿no?
El gesto se intensificó, con algunos movimientos de manos. Pero no hubo respuesta a la pregunta.
—Relájate padre. No hace falta que lo manden a matar ya que está muerto. Es más...tú mismo lo hiciste.
—¿Quién...? —preguntó el viejo antes de toser por el coraje.
—El señor Rogelio Zander.
Una vez más se alteraron las máquinas, pero fue más breve que la primera vez. El gesto de desagrado desapareció y se cambió por un rostro inexpresivo. Con la mirada hacia el techo, sin saber qué decir.
—Ya que te calmaste sigo —continuó Santiago— el señor Rogelio y muchos de tus empleados de aquel entonces fueron más una familia para mí que lo que fueron mamá y tú. Por lo que, cuando tomé la decisión, fue él entre otras personas quienes por lo bajo y a modo de una gestión personal, ayudaron a que mi viaje se diera sin problemas. Con un fondo que pudiera manejar a mi antojo y con la seguridad de que jamás me pudieran encontrar, ni siquiera ellos mismos.
Felipe cerró los ojos en señal de aceptación y resignación. Le molestó saber que habían pasado muchas cosas frente a sus narices y le dolió verdaderamente enterarse que su empleado de mayor confianza, el mejor que tuvo en toda su vida, había complotado para la huida de su único hijo.
—Sin embargo, fui ingenuo, era muy joven y creí que la tendría fácil. Por un tiempo y por el dinero que tenía estuve tranquilo. Me di cuenta a tiempo que esa paz era temporal, por lo que me vi obligado a trabajar de lo que sea. Empecé como mesero, luego como panadero, luego asistente de cocina, sé cocinar ¿Te imaginas? "Eso solo lo hacen los sirvientes" recuerdo que decías. Trabajé para lo que ese tiempo era el correo y finalmente llegué a ser vendedor en estas tiendas departamentales. Aprendí a vivir "como pobre", jaja, algo así me hubieras dicho entonces.
El padre seguía sin responder, abrió los ojos y se le quedó viendo. Por primera vez en muchos años parecía sentir algo parecido a la compasión.
—Ningún trabajo que tuve fue fijo —siguió Santiago— los periodos entre trabajo y trabajo a veces llegaban a durar muchos meses. El peor de todos se dio cuando cumplí 23, ese año no trabajé y se acabaron todos mis fondos. Me echaron del cuarto que alquilaba y lo poco que pude conservar del dinero lo usaba para comida. Para ahorrar incluso pasé noches sin comer y terminé pasando las noches en parques, albergues y almacenes abandonados. Y mira tú, incluso siendo yo como tú en el aspecto de la fe, algo parecido a una bendición llegó a mi vida. Estaba en lo último de mi presupuesto y había pasado la noche en un almacén cerca de una playa, a la mañana siguiente un grupo de señores ingresó y me pescaron. Me estaban botando, pero uno de ellos se dignó a hablar conmigo, era el jefe de todos ellos. Le conté de mi situación y creo que se compadeció de mí, porque me preguntó de inmediato si me gustaría trabajar para él. Eran un grupo de pescadores artesanales y yo me había metido a su almacén de botes que casualmente habían dejado mal cerrado el día anterior. Por supuesto que acepté.
Parte del relato comenzaba a aburrir a Don Felipe, puesto que sentía que no estaba llegando al punto que a él le interesaba realmente. Su objetivo, el motivo real de su regreso. Le llamaba la atención lo que su hijo había pasado, pero el punto le era más importante.
—Trabajé duro y parejo por otros dos años. Me gané la confianza de mi nuevo jefe y viví tranquilo. Me consiguió una habitación más barata, cerca de la costa, comencé a ahorrar y tuve una vida tranquila. Tanto así que además de eso, me hice de cachuelos con su ayuda. Me recomendó a sus amigos y tuve más trabajos de dónde obtener más ganancias. Me sentía completo en ese entonces. Hasta ese día que me llevó a su casa para unas labores que tenía pendiente para mí. No te confundas, todo salió bien, soy un manitas que hace de todo un poco ¿Te imaginas? pero fue ahí donde conocería un nuevo amor... su hija... quien era apenas un año mayor que yo.
El rostro de Santiago cambió a uno apacible, esbozó una sonrisa que su padre no le había visto en más de dos décadas. Su interés en el relato volvió de repente.
—Yo no me sentía listo para nada, pero por algún motivo nos gustamos. Por increíble que parezca, ella tomaba muchas iniciativas conmigo, me buscaba conversación, era amable conmigo, siempre encontraba el momento perfecto para todo. Yo no quería traicionar la confianza de su padre y no me sentía listo para una relación, por mucho que me gustara siempre busqué alejarla. Nos hicimos amigos y en una tarde, hablamos profundamente de nuestros sentimientos en una reunión donde todos los empleados fuimos invitados. Le conté algunos pasajes de mi vida, excepto la de que tenemos dinero, y de su parte obtuve mucha comprensión, se conmovió con lo que le dije y fue ahí donde confesó su amor. Yo también le confesé el mío, pero también le expliqué cómo me sentía con relación a su papá. Lo único que acordamos entonces fue que ella hablaría con él.
Hizo un gesto medio desaprobatorio, para él, su hijo con o sin dinero, tenía cualidades que él mismo ostentaba de joven y que ninguna fémina tenía que poner a prueba. Le molestaba pensar lo que tuvo que batallar para estar con una mujer.
—Al principio se opuso, al fin y al cabo, me encontró en condiciones deplorables. Sin embargo, ante la insistencia de su hija y al ver que yo estaba dispuesto a respetar su decisión pese a que mi cariño se veía sincero decidió ponerme una única condición. Que todo el dinero que fuera ganando con mi trabajo se vea invertido en estudios. Que me haga de una carrera y que consiga ejercerla como un profesional prolijo. Solo así, reconocería mi valía para su hija. Ya sabes que soy un hombre de retos y accedí. Fuera de que llegase a estar con ella o no, la idea de retomar mi carrera había cruzado mi mente. Lo bueno de allá, es que todas las universidades tienen estándares de calidad similares, por lo que elegí la que se encontraba más cerca de mi localidad. Derecho nunca me pareció una carrera fácil, pero por amor y por la búsqueda de un futuro prometedor, bien valía la pena el intento.
—Eres... un... Michaelson... —exclamó su padre con muestra de orgullo.
—Me gradué con honores, fue difícil, pero conseguí trabajo relacionado a mi carrera. Empecé a ganar lo que corresponde a un abogado civil y cuando cumplí 29 volví a casa de mi ex jefe, directamente a pedir la mano de su hija, para ese entonces ya tenía su permiso para salir con ella y teníamos oficialmente 2 años de relación. Nos casamos al año siguiente y los hijos llegaron después.
—Oh... ¿hijos? —Don Felipe comenzó a emitir pequeñas lágrimas de felicidad.
—Si, tienes nietos, específicamente dos. Un niño y una niña, ella menor por trece años. Sentí que debías saberlo, ya que no los verás. No están aquí de todos modos. Su madre los está cuidando en España. No te diré el nombre de mi esposa, pero al menos quiero que sepas los nombres de tus nietos.
—Adelante...
—Mi primogénito se llama Rubén, Rubén Michaelson, le puse ese nombre en honor al padre de mi esposa quien lamentablemente falleció hace cinco años. El hombre que me dio la oportunidad de trabajar cuando el mundo dejó de creer en mí, otra persona que me trató como un hijo ante la ausencia de mi propia familia. Sentí que era lo más apropiado. No tiene segundo nombre.
Otro comentario que molestó a Don Felipe, sin embargo, se calmó de inmediato ya que entendía su actuar. Supuso, en su mente retorcida, que la mujer le convenció de que el niño llevara ese nombre. Comenzó a verlo como un saco largo y ya se esperaba lo peor para el nombre de la niña.
—Mi hija, mi engreída, el más grande tesoro que la vida me ha dado después de mi mujer. Tiene un nombre que seguro te traerá uno que otro recuerdo —al decir esto, Santiago vio fijamente a los ojos a su padre, con una frialdad indescriptible— su nombre es Lina... Lina Michaelson.
A diferencia de las veces anteriores, esta vez fueron todas las máquinas las que se pusieron en alerta e hizo que todos los ruidos se intensificaran. Pese a ello, Felipe hizo su mayor esfuerzo para no perder la compostura. Por supuesto que reconocía ese nombre, pero que su hijo lo tuviera presente luego de tantos años le parecía impensable. Le quedó mirando con una sorpresa que no podía ocultar.
—¿Cómo...? ¿Por qué...? Ese nombre... ¿Y tu mujer? —Preguntó muy agitado.
—Como te dije al principio, le conté pasajes de mi vida y por supuesto que le hablé sobre Lina. Fue muy comprensiva incluso con eso, por lo que cuando tuvimos a la niña, en vez de ponerle el nombre que ya habíamos pensado, sugirió que le pusiéramos así. En honor a mi primer amor. ¿Cómo no amar a una mujer así de buena?
—Esa... mujer...
—¿Te refieres a Lina o a mi esposa?
—Deberías... haberla... superado...
—¿Cómo superar la muerte de tu primer amor? Es imposible. Nunca dejé de amarla, nunca dejé de tenerla presente, incluso las veces en que quise morir para verla, algo me lo impedía y sé que era ella desde donde quiera que esté. Lina fue la primera chica de la que me enamoré, le encantaba cocinar, llegamos a estar juntos, hasta ese "accidente" con el gas en la universidad... - comenzó a quebrársele la voz - ella... merecía vivir más que nadie... más que tú... más que yo... sin embargo... sin conocerla ni nada... la mataste.
—Esa... perra...
—¡Te prohíbo que hables así de Lina en mi presencia, Felipe! —gritó Santiago desprendiendo lágrimas— ¡Ya me harté de la pantomima de llamarte padre, no sabes el asco que me da! ¡Incluso después de todos estos años, a punto de irte al otro barrio, insistes en hablar así de ella!
—Esa... no te... merecía...
—¿Por qué? ¿Porque era humilde? ¿Porque era morenita? Te recuerdo viejo de mierda que, pese a no tener recursos, consiguió ingresar a la misma universidad de paga que yo. Pese a lo complicado de las clases, la universidad le concedió la oportunidad de trabajar en la cocina para solventar los gastos de sus materiales de estudios, nunca reprobó ninguna materia, tenía un futuro prometedor, consiguió una beca y, aun así, cuando te enteraste, cuando la vieja bruja de mi madre y tú se enteraron ¿Qué hicieron? Pegaron el puto grito al cielo, le llamaron de mil formas y no creas que no escuché cuando dijiste que te encargarías personalmente que nuestra relación no siguiera su curso. Reina Ayram, Reina Ayram, querían que esa niña alcanzara la mayoría de edad para juntarnos con su familia como si fuera aquello los tiempos de la colonia. Qué asco me das en serio.
—Quería... nuestro dinero... yo... no la... mate...
—Al final los que querían nuestro dinero fueron los Ayram, estúpido de mierda. Y por supuesto que no fuiste tú, fueron tus hombres, infiltrados como putos mafiosos. ¿Sabes que el señor Rogelio, conmovido por mis lágrimas ante la pena de perder a mi amada, me lo dijo todo? Ninguno de tus empleados implicados estuvo de acuerdo en ejecutar a una chica de 18 años por cuestiones clasistas y racistas, pero aun así lo hicieron. Por eso me fui de casa, no por rebeldía, ni porque quisiera una independencia de los negocios familiares, quería alejarme de ti. Agradezco que no tuvieras la cara de mandar a alguien a buscarme.
—Sabía... que no... volverías...
—Me conoces bien... —se calmó y se sentó— Fueron varios los empleados que se pusieron de mi parte y ayudaron a mi huida. Lo mejor de todo, nunca perdí contacto con ellos —sacó una libreta de su bolsillo— siempre pude contactar con ellos a sus números personales de casa. Los celulares fueron una bendición después. Sin importar mi estado, estuve pendiente de ti todos estos años, esperando mi oportunidad de devolverte el favor. No sabes cuánto me jodió no haber podido estar cuando murió el señor Rogelio... alguien más me contó la planeación del accidente, no debía morir según entendí, pero el noble del señor Zander quiso salvarle la vida a esa bruja asquerosa y pervertida. Ah cierto... antes de irme siempre supe lo que ella sentía por Rogelio. Y no la culpo.
Don Felipe apretó los puños en señal de frustración. Él se enteró de lo de su esposa mucho después, por lo que sintió un gran enojo al saber que su hijo estaba al tanto desde mucho antes y peor aún, que su empleado de mayor confianza no dijera nada al respecto.
—¿Te jode? —respondió con ironía Santiago, limpiándose lo último de lágrimas que tenía— Antes de venir aquí, fui a la tumba del señor Zander, le dejé un pequeño arreglo. Vi que su esposa también estaba enterrada ahí, a su lado, como debía ser. Supe luego que Nilton, se ofreció a trabajar para ti, creyendo que eras un hombre noble de buenas intenciones que podría garantizar un futuro estable. Pobre iluso... aunque admito que esperé que ganara más experiencia para contactar con él y hacerlo mi aliado. No me imaginé para nada lo que harías después.
La expresión del anciano volvió a una de enojo y sorpresa. Su hijo sabía absolutamente todo lo que él ha venido haciendo todos esos años desde los noventa. Estuvo al pendiente de lo que decía y en su cabeza maquinaba alguna forma de hacerlo callar, sin tener que afectar directamente a los nietos que ahora sabía que tenía.
—Mandar a matar a los Ayram. ¿Sabes? A la par mandé a investigar a esa familia, lo que ustedes sabían es que se habían gastado los fondos y que se iban a declarar en bancarrota. ¿La verdad de la milanesa? Ellos buscaban alguna forma de romper relaciones con ustedes. En su desesperación, ya que mi tío no daba su brazo a torcer, hicieron creer que ya no tenían el efectivo, como que se lo habían gastado en frivolidades. La realidad es que lo retiraron todo de sus cuentas y los escondieron en sitios físicos por todo el país. El plan era declararse en bancarrota, que ustedes rompieran relaciones pacíficamente y luego se irían a vivir a departamentos o viviendas más humildes, con poco personal, e ir disponiendo de ese dinero para abrir negocios pequeños. Ni bien escucharon "bancarrota", lo primero que pensaron fue que toda la información de sus negocios turbios saldría a la luz por causa de ellos. Por lo que decidieron matarlos. Fue así, ¿no?
—Fue... necesario...
—No lo creo. Nunca hace falta llegar a extremos. Cuando me dijeron lo que harías y peor aún, que pensabas salvar a Reina Ayram para tenerla a tu lado haciéndote pasar como un héroe para ella, fue que decidí infiltrar a los míos en tu misión de mierda. También quería salvar a Reina, pero alejándola de ti. Ella tenía un novio en aquel entonces, uno que para esas fechas hizo un viaje a otra provincia para completar un negocio de distribución. No me la pensé y di la orden. Imagina mi sorpresa cuando me informaron que encontraron a dos mujeres muy parecidas entre sí. Tía y sobrina. Lexa Hills era la tía. El hombre que las encontró, escondidas del tiroteo, era mi aliado. Lo que él hizo fue sugerir que se escaparan ambas, que tú ibas a por Reina y que eras el culpable de dicha masacre. Sin embargo, Lexa se negó a irse y propuso hacerse pasar por su sobrina tanto como fuera posible para que ella tuviera tiempo de planear con su novio una fuga. Y así lo hicieron. Reina entregó sus documentos, se despidió de su querida tía y fue guiada por mi personal a un escape seguro. Luego fingieron la escena donde la encontraron inconsciente y la llevaron a casa.
—¿Tú lo... hiciste...?
—Fue la propia Lexa, fue inteligente de su parte ganarle tiempo a Reina. Mientras hacías el papeleo para llevártela, yo hacía el mío para notificar al novio, para que se encuentren y pudieran vivir tranquilos con la fortuna escondida. Pero luego... Dios... —hizo un gesto de asco— cuando me dijeron que le tenías ganas a tu ahijada, pensé que era una apreciación personal de mi informante, pero resultó ser completamente verdad y te tirabas a Lexa creyendo que era Reina —Santiago comenzó a reír a carcajadas, casi exagerando adrede a modo de burla— Perdón, perdón, cuando me enteré no pude dejar de reír en días. Uno pensaría que te saliste con la tuya, pero 3 años después, descubres a Nilton tirándosela de igual modo y hasta donde me contaron, mejor que tú —echó a reír nuevamente causando mayor frustración a su padre— Ah... de acuerdo... me calmo... Dios, qué surrealista me sonó todo. Por supuesto, tenías que callar los rumores y los mataste a ambos también. Eso sí no me causó gracia, en verdad esperaba contar con Nilton para hacerte la vida aún más complicada. Igual nada te detuvo y seguiste con los negocios, nada así de interesante volvió a pasar... hasta ahora... con tu enfermedad —esto último lo dijo en un tono que rozaba lo psicótico.
—¿Quieres... matarme... verdad...? ¿Por tu... negra...? ¿Por Nilton...? ¿Rogelio...?
—Debería, pero eso sería ser como tú. Mataste a amigos, familia y seguramente yo estaría en la lista si estuvieras más sano y te dijera todo esto. Es por ello que estoy aquí ahora, para finalmente hablar sin ser interrumpido y por supuesto, evitar consecuencias. Eso ya lo tengo cubierto.
En ese momento sonó el celular de Santiago, para lo cual hizo una seña que no tardaría y se quedó en la habitación. De dicha conversación solo se escuchaban gestos aprobatorios por parte del hombre, quien parecía ilusionado con todo lo que estaba escuchando. Pasó como unos dos minutos de charla, sin ninguna información relevante qué destacar, hasta que colgó.
—Justo de lo que te hablaba —siguió con alegría— acabo de recibir la confirmación de algo grande. Tenemos exactamente dos minutos. ¿Dónde está el control de la tele? —se puso a buscar en los alrededores de la cama de hospital, junto a un mueble se encontraba el control— Ah, ahí está, excelente —encendió entonces el televisor, el cual se encontraba en un canal de cable que daba películas clásicas. Buscó entre la guía de canales hasta llegar a uno de noticias— Esto será bueno.
Eran las noticias previas al mediodía, entre el diálogo y el rato que pasaron el reloj ya marcaba las 11:30 am. En ese momento se hablaba de política y estaban a punto de dar el pase a la sección de economía.
—Gracias por el pase Arlette —exclamó el reportero— Bienvenidos a "Tiempo de dinero" la sección editorial donde analizamos lo último en noticias relacionadas a la economía del país, los movimientos de la bolsa y las compras más destacadas en el mundo empresarial tanto a nivel nacional como internacional. Por primera vez en mucho tiempo, tenemos un reporte especial y exclusivo. "El destape Michaelson", la acaudalada familia conocida por sus grandes proyectos inmobiliarios en Perú, Ecuador, Brasil y Chile, se ha visto envuelta en un escándalo que involucra actos delictivos como sicariato, homicidio, secuestro, lavado de dinero, empleados fantasma, malversación de fondos, estafa, extorsión, vínculos con el narcoterrorismo desde finales de los ochenta, entre otros delitos. Una fuente anónima ha presentado ante la fiscalía una serie de carpetas que sustentan cada una de estas acusaciones, siendo los principales acusados Felipe Michaelson, representante legal y visible de Michaelson's Properties y su hermano mayor Jeremías Michaelson, quien se dice sería el cerebro detrás de todas las operaciones, además del hijo mayor de este último Lucas Michaelson. A esta serie de denuncias, se suman como acusados varios generales del ejército y la policía quienes se sospecha han cubierto los delitos de esta familia, siendo los más destacados los altos cargos Hugo Bermúdez, Carlos Loyola, Miguel Andría, Antonieta Castro, entre otros que incluso aún hoy se encuentran en funciones. Los nombres de estos funcionarios actuales serán revelados en los próximos días. El caso apenas ha sido presentado hace unos días y de forma exclusiva se nos ha permitido hacerlo de conocimiento público. Se cita igualmente de forma pública a todas aquellas personas vinculadas a algún caso relacionado con esta familia, puedan acercarse a las instalaciones de la fiscalía de la Nación o hacer una denuncia anónima a los canales telefónicos tanto de la fiscalía como de la Policía Nacional del Perú para rendir testimonio y ayudar a completar las investigaciones. Se sospecha que serían más de mil, los casos que se verán a partir de la fecha y por supuesto, estaremos informando al detalle todo lo que se irá suscitando respecto a este caso. Tenemos una nota con mayor información realizada por nuestro equipo especial de investigación. Adelante.
Mientras pasaba la nota, Don Felipe veía con horror como cada una de sus actividades delictivas se veía expuesta en televisión a nivel nacional. La máquina que lo mantenía vivo parecía llegar a su mayor capacidad y el mismo comenzó a temblar a medida que nombres, acusaciones y en general, todo se iba revelando. Sabía que tras esto se encontraba completamente desamparado.
—Esos del noticiero —exclamó con alivio Santiago— haciéndose los indignados sin saber que muchos de sus directivos también formarán parte de la denuncia, la parte de los medios aún no la he enviado a la fiscalía, esperaba que lanzaran la noticia y se confíen. Por supuesto que, si veían algo sobre los medios en toda la documentación, intentarían ocultarlo. La millonada que les di les servirá de poco para el tremendo caso que se les viene encima.
—¿Quién... te ayudo...? —exclamó Felipe con lo último de sus fuerzas.
—No te lo diré —respondió su hijo con una sonrisa— aunque no ha de ser difícil de adivinar. A partir de ahora, nada de lo que digas ni tú, ni mi tío y menos aún mi primo servirá de algo. Mientras hablaba por teléfono me confirmaron también que ya han congelado todas las cuentas de la familia vinculada, mis colegas abogados indican que solo el dinero obtenido legalmente es lo que heredaré, pero lo más seguro es que muchas de las empresas caigan. Me preguntaste al inicio qué era lo que buscaba. Pues esto, hacerte caer, que caiga nuestra asquerosa familia, alejar la sombra de sus acciones a mis hijos y a la familia que formé. Una vida de paz, sin importar cuántos tengan que caer. En eso me parezco a ti, odio admitirlo, pero lo que nos diferencia es que tú siempre buscaste el poder.
—Des... gra... ciado...
—¿Qué harás ahora, "papá"? —respondió con ironía— Tío Jere no te va a ayudar luego de este reportaje y como última revelación, el 100% de tu personal actual está de mi lado y tienen la orden de no seguirte tras la emisión de la noticia. Solo queda enfrentar la realidad y si la vida lo permite, cumplir tu condena. Aunque 100 años para lo que te queda, suena inviable.
La máquina seguía a su máxima capacidad, pese a lo peligroso de los indicadores, el patriarca de los Michaelson empezó a moverse con dificultad, incorporándose para quedarse sentado. Santiago lo miraba asombrado y se alejó pensando que había una mínima chance de recibir un ataque de su parte. Una vez sentado y muy agitado, estiró su brazo hacia debajo de la cama. Santiago se preguntaba qué pasaba y no conseguía entender el actuar de su padre. Fue sorpresivo, pero de pronto todas las máquinas se apagaron y el enfermo retomó su posición con mucha dificultad, respirando agitadamente.
—¿Acabas de... desconectarte...? —preguntó Santiago aún con asombro.
—No... moriré... cárcel...
Lo dicho le causó una ligera gracia. Se calmó al ver que no habría ataque alguno y tomó nuevamente su silla. Solo se quedó mirando, esperando ver lo que iba a pasar.
—Tu megalomanía no tiene límites. Debí suponer que serías demasiado orgulloso para siquiera intentar defenderte ante algún tribunal. Igual no es que tuvieras fuerza suficiente para hacerlo. Pero... ¿matarte?
—Niños... de mierda...
—Bueno, no seré más cruel ahora que te irás, creo que ya tuviste suficiente. ¿Pero sabes? No sé si haya un cielo o un infierno, pero a donde vayas, espero que no sea donde Lina esté.
La respiración agitada fue deteniéndose con el pasar de los segundos. Santiago pudo ver cómo se le iba la vida a su padre y no sintió la más mínima pena por ello. Por el contrario, sintió alivio y deseaba que su tío y su primo, metidos en el negocio, hicieran igual, pero era más seguro que intentarían defenderse. Finalmente, Don Felipe Michaelson murió sin sentir mucho dolor, solo con el miedo contenido al no poder respirar correctamente y su corazón fue latiendo con menos fuerza cada vez hasta detenerse. Para asegurarse de su defunción, su hijo se acercó y con un guante puesto le dio algunas palmaditas en el rostro. No obtuvo respuesta. Luego se agachó y volvió a conectar las máquinas torpemente. Una vez hecho esto, ingresó George.
—Señor Santiago ¿Está todo...? —se detuvo al ver a su jefe Felipe ya sin vida y con las máquinas sin llevar registro alguno— Oh Dios, no me diga que se atrevió a...
—No mi estimado, descuida, lo hizo él mismo.
—Bueno, si no lo hacía usted, lo hubiera hecho yo mismo. Odio haber tenido que servirle tanto tiempo luego de lo que le hizo a Rogelio y a esa pobre chica.
—Igual yo, pero ya está, cumplimos nuestra misión luego de casi 30 años George. No sabes lo agradecido que estoy contigo por toda tu ayuda. Mi familia merece caer, de esta y mil formas. Lamento que después de esto, te quedes sin empleo.
—Venga Santiago, ya estoy en edad de jubilarme, este viejo tuyo no me soltaba, le gustaba mantenerse en un status quo.
—Lo sé, ahora solo queda asegurarnos que la ley haga su trabajo. ¿Hiciste lo que te pedí respecto a las cámaras de este lugar y demás?
—Sí señor, sin grabaciones y muerte natural como registro.
—¿Qué quería mi padre para su funeral?
—Un entierro clásico, junto a Allegra.
—La cremación será entonces, sin invitados, solo tú y yo. Y que la empresa se deshaga como quiera de las cenizas.
—Encantado de gestionarlo señor Santiago.
—Y solo un favor más, George.
—Lo que guste.
—De ahora en adelante, que se me llame por mi segundo nombre, mi esposa y mis hijos así lo hacen también. Israel.
—A su servicio señor Israel, me costará acostumbrarme.
Acordadas las condiciones de lo que sería el último adiós a su padre, Israel Michaelson pudo finalmente respirar tranquilo, a sabiendas que una gran tormenta llegaría a las puertas de la familia principal. Sabía de antemano que, para su tío, él se encontraba muerto, una maniobra que su padre aplicó para protegerlo de su hermano. Para el tiempo que este había huido a España, ya tenía conocimiento parcial de las actividades ilegales y por ello la búsqueda nunca se dio. Sin embargo, este gesto no compensaba en absoluto la pérdida de una chica humilde como lo fue Lina Romero, su primer amor.
Salió del hospital y se sentó en una cafetería para revisar sus redes sociales y ver el impacto que la noticia estaba causando tanto en el ambiente financiero, político y social. Toda una revolución que impactaría en todo aspecto de la vida cotidiana y de donde, seguramente, habría un gran cambio en la forma de manejar las cosas. Estaba en ello cuando su teléfono sonó.
—Isra, hola mi amor. —se escuchó una voz femenina desde el otro lado del auricular.
—Regina, esperaba que llamaras, espero que todo esté bien por allá. ¿Los chicos volvieron con bien de la escuela?
—Si, te llamaba de parte de Lina, te extraña mucho, todos en realidad te extrañamos mucho, ya llevas casi una semana en Perú.
—Lo sé mi vida, sé que nunca me había alejado de esta manera, pero sabes que tengo asuntos familiares que atender. Estaré por aquí un par de días más y volveré para allá inmediatamente. Hay mucho que contarte.
—Me imagino, te fuiste muy serio, no me explicaste mucho.
—Perdón por el misterio, pero descuida que iré para allá en dos días y hablaremos largo y tendido.
—Eso espero.
—¡Papi! ¡Papi! —se escuchó la voz de una niña de fondo.
—Pásame con Lina por favor, quiero saludarla.
—Te paso con ella. —se escuchó como el teléfono pasaba de mano a mano.
—¡Papi, hola!
—Hola mi pequeña castaña, ¿está todo bien? —respondió Israel agudizando su voz, como imitándola.
—Si, hoy saqué buenas notas de la escuela y tengo tarea para mañana, ¿cuándo vienes? extraño que me leas mi cuento antes de dormir. Por teléfono ya no quiero.
—Perdóname mi amor, prometo que pasado mañana tomaré mi avión y estaré contigo. Más bien, ya que estoy en Perú, ¿Quieres que te lleve un regalo?
—Si, un conejillo de indias.
—Aquí les decimos "Cuy" mi castañita, pero ya sabes que aún no podemos tener mascotas. Lo que sí, te compraré un poncho elegante que podrás lucir en el colegio, además de unos bocaditos bien ricos que venden aquí. ¿Qué dices?
—Si papi, ¿sabes? cuando vuelvas, quiero que me enseñes a cocinar comida de Perú.
—¿Te gustaría aprender? —respondió con la voz quebrada, de la nada comenzó a emitir pequeñas lágrimas que se fueron intensificando.
—Ajá, hoy vimos lo que queremos ser de grandes y recordé que tú cocinas rico. Quiero aprender y ser una gran chef. Hoy lo decidí con mi profesora.
—Te prometo que lo serás mi amor —su voz se escuchaba menguada por la tristeza.
—¿Estás bien papi? Te oigo triste.
—Si Linita, no te preocupes, al contrario, estoy feliz —se secó el llanto con la manga de su saco, miró a todos lados asegurándose que nadie le haya visto haciendo esa escena— debo colgar, te llamaré en unas horas para darte las buenas noches ¿Sí?
—Si papi, te espero, chau.
—Esta niña... —volvió a hablar Regina, también con lágrimas en los ojos que sí consiguió disimular ante su pequeña, ella también sabía la historia de Lina Romero sin el detalle de quién fue su asesino— ¿Estás bien?
—Ya me calmé. Llamaré más tarde para dar las buenas noches.
—De acuerdo amor, cuídate mucho.
—Igual ustedes. Volveré pronto.
Fue así como esta fría travesía tuvo su final. La rama principal de los Michaelson hizo hasta lo imposible para mantener su estilo de vida, pero finalmente todos sus miembros, toda la red y todos los implicados directos e indirectos fueron cayendo con el pasar de los años. Santiago, siempre conocido como Israel, volvió a España en la fecha prometida y le contó a su esposa la realidad de su linaje, con la tranquilidad de saber que estarían a salvo. Le contó la verdad sobre Lina, su madre, Nilton, Lexa y Reina. Todo aquello le pareció un fanfic mal hecho, pero tenía todo el sentido del mundo por su negativa inicial a comenzar una relación. Tras diez años de juicio, la herencia llegó, de lo que fue en su mayor auge, solo un 30% fue legal y fue lo que recibió. Israel Michaelson, incluso sin ello, hizo de sus hijos profesionales a carta cabal en sus respectivas carreras. Rubén como médico y Lina como chef.
Nunca más se volvió a hablar de los Michaelson en el país tras la culminación de los juicios y el dictamen de sentencia. También heredó la casa donde vivió su niñez y donde tuvo lugar la historia de sexo desenfrenado entre Nilton y Lexa. Asqueado de todo lo que esa casa implicaba, la mandó a destruir, incluyendo aquella oficina secreta la cual mandó a tapar y vendió el terreno al mejor postor. Quedando así, oculto y enterrado como maldición egipcia, todo aquello que ocurrió entre paredes de mármol.
FIN
https://youtu.be/ZtgNNXuqaGk
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Hola a todos.
Nuevamente muchas gracias por acompañarme en esta nueva travesía. Como siempre, quiero agradecer en especial a Grecia Vargas, encargada de la revisión editorial de esta historia. Así también a Mile_Cas por dibujar ambas portadas.
También por supuesto a ti que te tomaste el tiempo de leer cada capítulo y por cada voto y comentario. Debo reconocer que no pensaba hacer una historia de este tipo, pero cuando una idea surge no es fácil dejarla pasar. Espero igualmente que haya sido de su total agrado. Por lo pronto no hay planes de otras novelas, pero sí de algunos cuentos que espero completar.
Asimismo, comentar que tras este epílogo publicaré un glosario de personajes con algunos datos adicionales y un reflejo de cómo se verían los personajes IRL.
Por último, dejarles con estas dos canciones que ayudaron mucho a la creación de esta historia. La primera es la que está arriba, "Just Like You", con la que Israel podría fácilmente identificarse y esta segunda que es "It's all over", ambos de Three Days Grace, la cual tuve presente sobre todo en el último capítulo.
Sin más que añadir, nos leeremos en una próxima entrega.
https://youtu.be/MozEFD1hdLA
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