Único
“Había en él metáforas tan monstruosas como orquídeas, y con la misma sutileza de color.”
–Oscar Wilde–
Taehyung estaba cansado de escuchar a Jimin quejándose todo el santo tiempo de Namjoon. Joder, la cafetería de la universidad ya era lo suficientemente escandalosa para dejarlo aturdido.
Suspiró.
—Jimin... ¿por qué no lo dejas?— Comentó aburrido, sacándose descuidadamente el morado lollipop con sabor a uva de la boca para dejarlo sobre su intacta bandeja de almuerzo. Su amigo lo miró mal.
—Eso es asqueroso. —Señaló el caramelo hundiéndose en el puré de patatas, luego lo miró a él—. Y Joonie es el amor de mi vida.
Taehyung rodó los ojos.
Siempre era lo mismo con estos dos.
—Entonces deja de quejarte. Me duele la cabeza.— Recriminó, mas la mirada del pelirosa a su lado se iluminó y Taehyung sabía a quien se debía.
Dios, de tanto rodar los ojos se iba a quedar bizco.
Namjoon era un espécimen de hombre extraño. Era torpe y descuidado, con una obsesión por el arte tan abrumadora como la de su propio hermano mayor, sin embargo, también había que reconocer que era de alguna forma agradable y apuesto.
Muy apuesto.
—Hola— saludó el moreno dejando un beso en la frente a su novio una vez llegó hasta ellos.
Jimin le devolvió el beso en los labios y Taehyung... bueno él...
—¿Y Jungkook?— Preguntó tan educado cómo siempre y olvidando ocultar adrede su reacción ante el "dulce saludo". Ugh, esos dos le iban a dar diabetes.— ¿No están en la misma clase?
Taehyung se caracterizaba por ser una persona un tanto complicada y a decir verdad, Namjoon sólo lo soportaba por ser el mejor amigo de su novio y el hermano menor de Jungkook. Fuera de eso, han sido incontables las veces que ha querido mandar a la mierda a este lobo con piel de cordero.
—Eunha lo invitó a almorzar. Deben estar en el patio del campus.— Pinchó adrede y Taehyung bufó.
Aquella chica era una plástica obsesionada con su hyung.
Quizás debería ir...
—Como sea, iré al baño antes de que se acabe el descanso.
Y tomando la mochila que reposaba sobre la mesa se puso en marcha con destino a Jungkook.
El campus de la Universidad de Artes era medianamente grande y una constante lucha de hormonas. No piensen mal, le parecía divertido enrollarse con alguien detrás de alguna fabulosa sombra lejos de la vista de todos, pero ver a algunos compartiendo algo más que saliva no le agradaba mucho. Menos si esa persona era su hermano.
Todavía le resulta divertido recordar la primera vez que Jungkook llevó una chica a cenar a casa. Él había estado tan molesto que no pudo evitar explotar una bomba de chicle en el sedoso cabello de la muchacha.
Taehyung había tratado de disculparse por el desagradable "accidente", en serio lo hizo. Lastimosamente la idiota no pudo evitar responder ante la obvia provocación del menor de los Kim y bueno, Jungkook jamás permitiría que alguien le levantara la voz a su hermano.
«No le grites, ¿no ves que fue un accidente?»
Ese día la pareja terminó y Taehyung aprovechó la situación para meterse en su papel de víctima y colarse en la habitación de Jungkook en busca de perdón. Consiguiendo dormir en la cama de su hyung mientras este lo pintaba.
Sí, su hermano está tan obsesionado por los lienzos, pinceles, hojas y crayones que nunca se ha resistido a la necesidad de pintarlo. Al sentimiento de plasmar la perfección de su dongsaeng en un cuadro o cuaderno.
Una sonrisa surca sus labios cuando divisa a Jungkook sentado bajo la sombra de un árbol.
Y vaya... el hijo de puta de Namjoon lo había timado.
Su Jungkookie estaba solo y al parecer dibujando.
Arregló sus rizos y preparó una hermosa sonrisa antes de dejarse caer en la espalda del pelinegro. Sonriendo gratamente cuando comprobó que era su rostro lo que el mayor terminaba de retocar sobre el papel.
—Jungkook— susurró en su oído risueño—. Es hermoso.
El pelinegro sonrió, palmeando la mano del menor sobre su hombro e incitándolo a sentarse a su lado.
Taehyung accedió.
—¿Ya almorzaste?— Preguntó divertido mientras su pequeño hermano de veinte años jugaba con los anillos en su mano.
—Umm... sí.— Puchereó el rubio, recorriendo con su dedo el trazo negro de uno de sus tatuajes. Jungkook resistió el impulso de retirar la mano.
Se concentró en el puchero del menor.
—¿Sucedió algo?— El libro de bocetos había sido dejado a un lado sobre el césped. Taehyung lo miró, aquellos ojos vivaces y grandes tragándose la atención del mayor.
—Jimin no paraba de hablar de Namjoon. Me dio dolor de cabeza.
Rodó los ojos y Jungkook rió atrayendo la cabeza del rubio a sus muslos. Taehyung se acomodó contento, mirando al cielo mientras el pelinegro masajeaba cicularmente con la yema de los dedos su sien.
—Eso dices porque no te has enamorado.
Taehyung lo observó. Ambas orbes conectándose.
Jungkook sonrió liviano.
—Cierto.— Taehyung afirmó, sus ojos cerrándose por un momento y Jungkook aprovechó para inmortalizar aquella etérea imagen que solo un artista podía adorar. Porque el artista adora lo bello y Taehyung era un precioso querubín—Jungkook... —Murmuró el de ojos almendrados, la liviana brisa del árbol envolviéndose en sus rizos y despeinado la maraña de resortes dorados.
—Dime.
—Creo que sí lo estoy.
Jungkook frunció el ceño tratando de comprender.
¿Su hermano enamorado?
—¿Por qué lo dices?
Taehyung sonrió inconscientemente, su hyung para tener veintidós era un tonto.
—Nada.
Jungkook asintió con la cabeza.
Taehyung ya no era niño y él lo sabía. Los cientos de dibujos y pinturas del chico demostraban la transición y hermosa obra en que se iba convirtiendo con el paso de los años.
Taehyung era arte, una demasiado compleja de comprender.
Quizás el chico desconocía ciertas cosas o pensaba que era lo suficiente cauteloso cuando colaba a Hoseok en su cuarto a hurtadillas de sus padres. Pero Jungkook sabía y escuchaba de cada jadeo y gemido proveniente de la habitación contigua a la suya.
Quizás el niño ya no era tan inocente.
Y Jungkook tampoco lo era. Había tenido un sin fin de opurtinidades de marcharse del cuarto, prender el estéreo o colocarse audífonos. Sin embargo, se quedaba ahí, sentado en su cama con un libro de bocetos que nunca le ha mostrado a nadie pintando las imágenes que aquellos gemidos forzaban en su cabeza.
Imágenes en las que no era Hoseok quien besaba y tocaba a su hermano. Más bien era nadie. Sólo alguien sin rostro enterrando la inocencia de su dongsaeng contra un colchón. Alguna persona que no revelaría su identidad simplemente porque el mismo artista se bochornaba de esos dibujos que escondía de bajo de la cama.
—Faltan pocos días para las vacaciones navideñas.— Canturreó el menor pensado en tartaletas y galletas de jengibre.— ¿Qué me vas a regalar para navidad?
Jungkook alzó una ceja.
—¿Qué me vas a regalar tú?— Taehyung arrugó su ceño, el pelinegro sonrió, llevando su dedo índice a la frente del chico.— No arrugues el ceño.
Taehyung sonrió.
—Ya te compré tu regalo— comentó ignorando la suave reprimenda de su hermano.— Pero sé que no me has comprado uno porque eres un ser finalista.
Jungkook ríe.
—Toshe.— Taehyung asintió, jugando con su collar cuando se decidió a preguntarle.— ¿Qué quieres de regalo?
El menor abrió sus ojos sorprendido.
—¿Me darás lo que te pida?
Jungkook lo pensó por un momento, su peso recargado sobre sus brazos a ambos lados de la espalda. Taehyung permanecía en con la cabeza en su regazo.
—Sí, al menos mientras esté en el económicamente permitido.
El de rizos rubios asintió.
—Quiero un cuadro.
Jungkook lo miró mal.
—Taehyung, te he hecho unos cuantos de esos, estoy seguro.
—No, me has hecho retratos y dibujos. Esta vez quiero uno completo. En un gran lienzo.
—¿Sólo eso? Muy sencillo para ser de alguien tan malcriado como tú. —Negó divertido.— Creo que tengo los materiales en casa.
El menor sonrió.
—No será fácil, Jungkookie. Sabes que me resulta difícil quedarme quieto en un solo lugar.— Suspiró, incorporándose para sentarse—. ¿Hoy habrá parrillada en casa, cierto?
Jungkook asintió.
—Después irán con los tíos a la reunión de exalumnos.
Taehyung recordó la famosa reunión anual a la que asistían sus padres.
Sonrió travieso.
—¿Hoy podemos empezar con mi regalo?
Con la afirmación de su hyung y el reinicio de la jornada, Taehyung marchó feliz a su clase, ni siquiera haberse encontrado con Eunha en uno de los pasillos le hizo rodar los ojos, quizás voltearse y enseñarle el dedo medio... pero bueno, las costumbres no se podían perder de la noche a la mañana.
No lo culpen, los Kim eran fieles y arraigados a su cultura y legados familiares, motivo por el cuál su familia se dedicaba a la floricultura desde tiempos inmemoriales a pesar de que este negocio no había sido demasiado rentable para las primeras generaciones.
Y es que Daegu era una provincia colorida y agricultora que concentraba gran parte de su economía en la siembra de manzanos, por eso no era extraño observar estos árboles en algún jardín o porche trasero de una casa. Ellos mismos no eran la excepción, el patio de los Kim podía ser confundido por el mismo Edén y su madre se había asegurado personalmente de la perfecta decoración del lugar.
El pequeño terreno se encontraba poblado por parcelas estéticas de lirios blancos y orquídeas moradas, un querubín de mármol ibiza en el centro de las circulares encrucijadas de flores sutiles, señalado con su arco y flecha el manzano y las frutas que este brindaba. El alto cercado era de madera blanca y bordes superiores triangulares.
Y a Taehyung le gustaba sentarse en el columpio techado de metal azul pálido mientras sus pies descalzos se impulsaban sobre el césped a observar a Jungkook pintar orquídeas o lirios.
Lo tranquilizaba.
Sin embargo, esta tarde la terraza era un desastre de carbón y olor a carne ahumada. La música era de buen de gusto y Taehyung reía mientras Jungkook trataba que una salchicha no se quemara.
—No le veo la gracia.
Murmuró molesto el chico y Taehyung rió más alto.
—Es que te ves tan... tan...
—¿Tan sexy?— Pinchó Jungkook, su ego saliendo a relucir y Taehyung alzó una ceja risueño.
—O claro, súper sexy con una salchicha en la mano.— Jungkook lo miró mal.
—No me molesta tener una salchicha de vez en cuando en la mano.— Respondió soberbio y Taehyung arrugó los dedos de sus pies contra la suela de las sandalias que calzaba.
—Imagino que sí.
Canturreó Taehyung pellizcando la mejilla del pelinegro y logrando que este le pegara la pinza embarrada de carne en el cuello.
Chilló.
—¡Ma, pa! ¡Jungkook me golpeó con la pinza de carnes y me hizo un cardenal!— Molestó adrede, llamando a sus padres que seguramente estaban en la cocina y Jungkook le tapó la boca con la palma de su mano.
—Calla...— Taehyung le lamió la palma buscando desagradarle, pero solo consiguió que su hermano mayor lo llevara detrás de una viga.— No seas cerdo.— Riñó mientras Taehyung murmuraba cosas sin sentidos bajo su mano, Jungkook sonrió divertido cuando el rubio volvió a lamerle la mano utilizando más saliva.— Con eso no vas a conseguir que te suelte.
Taehyung refunfuñó, pateando el suelo con su pie derecho mientras que con sus manos trataba de sacarse a Jungkook de arriba. Aquello no iba a parar bien si seguía así tan cerca.
Sonrió.
Bueno, quizás si se me vaya a parar otra cosa...
Sus pensamientos quedaron al aire cuando sintió algo húmedo en su cuello.
Joder...
¡Jungkook le estaba lamiendo el cuello donde anteriormente lo había golpeado brutalmente!
Abrió sus ojos sorprendido, dejando de moverse cuando el pelinegro se alejó, sonriendo.
—Sabe a carne ahumada y cebollas.— Rompió en una carcajada y Taehyung se ruborizó.
¿Qué había sido aquello?
—Estúpido.
Lo golpeó duro en el pecho y Jungkook lo observó un largo momento.
—¿Se supone que debo temer? Te ves adorable enojado.
Mofó, y Taehyung no estaba enojado, se sentía timado.
—Deberías, hyung.
Sonrió malvado, tomando desprevenido al mayor cuando le jaló de la sudadera y se aseguró de dejar una marca en la lechosa piel de su cuello. Ahora fue el turno de Jungkook de mirarlo sorprendido.
Taehyung sonrió inocente.
—Sabe bien, Hyung.— Canturreó, pasando por su lado con dirección al interior de la casa. Antes de llegar a la puerta se detuvo—. Y Jungkookie... no quemes las salchichas.
Sí, definitivamente aquella sensación electrizante que sintió cuando Taehyung le mordió lo paralizó. Era demasiado enfermo que pensara en su hermano menor de aquella manera.
¿Qué estaba mal con él?
—Jungkook, deja de mirar la pared y saca las salchichas— regañó su madre desde la puerta—. Apresúrate, tu padre y yo debemos salir dentro de dos horas.
Él la miró.
—¿Volverán hoy a casa?
Eunji sonrió coqueta.
—Tenemos una reservación para pasar la noche en la ciudad, no quiero que Jaebum maneje con algunos tragos encima.
—Cierto, es mejor así— la pelinegra asintió secando sus manos con una servilleta—. Solo traten de no hacer otro hermanito.
Eunji rió y luego le lanzó la servilleta.
—Preocúpate por las salchichas y asegúrate de que tu hermano no meta a ese chico en la casa.
Jungkook asintió.
—Y si lo hace que trate de no despertar a los vecinos—. Pinchó divertido su padre, saliendo con algunos platos para comenzar a preparar la mesa de la terraza.
Jungkook frunció el ceño.
—Él no meterá a nadie.
Aseguró y sus padres sonrieron.
—Confío en que sabrás cuidar de ambos.— Comentó su madre ayudando a Jaebum a poner la mesa.
Jungkook se volteó a la parrilla sin responder.
Pasadas tres horas Taehyung se encontraba tarareando una canción en la ducha mientras pensaba en su siguiente movimiento con Jungkook. Le resultaba tonto incluso pensar que su hermano lo correspondería a tan descabellada y retorcida idea, pero él quería intentarlo.
Incluso si el incesto era pecado.
Así que no lo pensó mucho, envolvió su cuerpo con un albornoz y salió de la ducha.
Alguna canción de Freddy Mercury se reproducía en su tocadiscos favorito cuando se lanzó en la cama.
¿Debería aparecerse así donde Jungkook?
Sonrió ampliamente, levantando su estilizado cuerpo de las sábanas para marchar al cuarto de su hermano.
Gruñó al comprobar que el tarado seguramente se encontraba en algún otro lugar de casa pues la pieza permanecía sola. Pero ni siquiera eso era obstáculo para que Kim Taehyung entrara en como si el cuarto fuera suyo.
La habitación a oscuras era víctima de la sombra que brindaba las cortinas negras y las luces apagadas, pero incluso así relucían los cintillos metálicos de los pinceles y envases de acuarelas. En el centro de un estrecho pasillo entre el armario y la mesa de estudio se encontraba un caballete vacío cubierto tan solo con una sábana de satén blanco. Sonrió tocando la contextura de la tela y siguiendo con la mirada el delicado tejido hasta que unas de sus puntas se perdió debajo de la cama, algo llamó su atención allí.
Se acercó, arrodillándose mientras estiraba sus manos hasta alcanzar el objetivo.
Y vaya... era un libro de bocetos negro con una grande V plateada en su carátula.
—¿Esto es nuevo?— Torció el gesto, abriendo la cubierta.
Sonrió.
Era él mismo sentado en una cama mirando a alguien.
Pasó la página.
Ahora se encontraba siendo besado por un chico.
Frunció el ceño, comenzado a pasar una página tras otra, las imágenes reproduciéndose una consecutiva a la otra como una cinta erótica.
¿Jungkook había pintado aquello?
No tuvo tiempo de celebrar cuando el pomo de la puerta giró y él se apresuró en devolver el libro a su escondite.
La imagen de Jungkook cargando un lienzo de aproximadamente un metro de alto y setenta centímetros de ancho lo recibió junto a la luz del pasillos que la puerta abierta dejaba entrar.
—Que bueno que estás aquí... ¿podrías quitarle la tela al caballete?— Pidió el pelinegro. Taehyung se apresuró a hacerlo.
—¿Ese es para mi?— Preguntó mirando el lienzo ya colocado en su soporte.
Jungkook asintió, dirigiéndose a las cortinas para abrirlas y luego prender las luces.
—Cuando te acomodes comenzamos.— Comentó y Taehyung sonrió divertido.
Vaya, él no era el único con secretos.
—Estoy listo, hyung.
Jungkook no lo miró mientras preparaba las pinturas y crayones, aún así sonreía. —Taehyung, estás en albornoz.
El de rizos rodó los ojos.
—¿Puedo poner música?— Jungkook encogió los hombros.
A la verdad la música no le molestaba mientras pintaba y de paso servía para entretener a su hermano.— Adelante, pon lo que quieras.
Alzó una ceja cuando Unsteady de X Ambassadors comenzó a reproducirse en su estéreo.
Negó divertido por los gustos musicales de su hermano, sin embargo su sonrisa fue desapareciendo a medida que observa como el albornoz de Taehyung caía al suelo.
—¿Qué haces?
El rubio acomodó los rizos fuera de sus ojos y sonrió inocente.
—Quiero esto, quiero que me pintes así.
Jungkook retrocedió negando.
—¿De qué hablas?
Taehyung borró su sonrisa, esa inocencia que Jungkook siempre había adorado no estaba, no había rastros de aquella imagen etérea. Ahora solo se observaba un demonio perfecto, un ser hermoso que se mostraba sin pudor frente a él. Ese no era su hermano menor.
Estaba viendo al V de sus bocetos.
A ese que se dejaba tocar de manera impropia por él.
—Taehyung estás desnudo.
El chico alzó una comisura.
—Pensé que te molestaba el albornoz.— Comentó aburrido mientras caminaba hacia la cama del mayor y se sentaba en esta, el satén blanco que antes vestía el caballete cubriendo su masculinidad y parte de sus muslos.
—Pero...
Taehyung rodó los ojos.
—Sólo quiero que me pintes, no es como si vayamos a tener sexo.—El mayor se ruborizó—. Ahora dime ¿en qué posición debería posar?
Para Jungkook aquello era demasiado confuso.
Su hermano, el chico que había estado miles de veces en su habitación ahora se encontraba desnudo sobre su edredón negro envuelto en el satén blanco con que cubría sus pinturas.
Era perfecto.
Incluso si todo esto parecía ser imperfecto.
—¿Cómo quieres colocarte?— Preguntó caminando hacia el chico. Taehyung sonrió.
—¿Sabes? Preferiría que fueras tú quien lo hicieras.— Sus dedos jugaban con el borde inferior de la camiseta de mangas cortas de Jungkook.— Siempre he querido que fueras tú.
El mayor no sabía a que se refería su hermano.
—¿Qué quieres decir?— La paleta con pintura y el pincel amenazaron con caerse de su mano cuando Taehyung lo miró desde abajo.
Joder, se sentía tan inestable.
—No soy él único y lo sé —siguió el rubio—. Vi los bocetos que escondes bajo la cama, acabo de conocer el secreto de mi hermano mayor y me gustó tanto, hyung.
Jungkook intentó apartarse pero Taehyung lo detuvo, poniéndose de pie le sonrió ampliamente.
—Taehyung yo...
El menor negó.
—No tienes que decir nada, Jungkook. El pintor no usa palabras, usa materiales, trabaja el sentimiento con la mirada y el cerebro. —Observó los colores oscuros sobre la paleta en la mano izquierda de su hermano. Una de sus comisuras alzándose mientras embarraba su dedo índice con la pintura negra—. El color es un lenguaje, como la música. ¿Bonita no?— Se refería a la canción sonando entre ellos—. Usa mi cuerpo como lienzo de tus más oscuros colores, hyung. Vamos a pintar lo que está mal de negro. Será nuestro secreto—. Las palabras salían de su boca como si fuera el mismo diablo tentándolo a probar de una manzana prohibida mientras levantaba una mano, apoyando la palma embarrada de pintura sobre su mejilla, y Jungkook no pudo resistirse a atraparla con la suya. Manteniendo su toque allí.
Saboreándolo.
—Nuestro secreto.— Murmuró Jungkook mirándolo directo a los ojos. Hundiéndose en esos posos negros que ya no podían parecerse al cielo porque ambos se irían al infierno.
Taehyung asintió
—Sólo nuestro secreto, hyung.
Y lo besó dejando los pensamientos a un lado de su conciencia, odiando a Dios por haberlos castigados así.
Ellos no deberían tener que callar sus sentimientos, ellos no deberían de haber nacidos como hermanos.
No cuando se añoraban tanto y sus besos se enrollaban en satén blanco y sábanas negras. No cuando la pintura manchaba sus cuerpos y se entregaban a la decadencia.
Era tan retorcida la manera en que se deseaban.
Taehyung fue presionado contra el colchón, inmovilizado con el cuerpo de su hermano quien liberó las manos para acunarle su mandíbula con una mano y obtener un mejor acceso al inclinar sus labios hacia los de él. Jungkook tomó su boca otra vez, lanzándose en el fuego, acariciando profundamente, deseando consumirlo. Le besó el cuello, de manera totalmente diferente al beso que le había hecho añicos los pensamientos y quitado el aliento horas antes en el porche, pero igual de devastador. Este beso era lento y generoso, una exigencia de labios y piel que lo tuvo aferrado a él, instantáneamente adicto al placer que solo su hermano podía darle.
Taehyung suspiró su satisfacción y Jungkook capturó el sonido con otro acoplamiento largo de labios y lenguas, antes de levantar la cabeza y encontrarse con su mirada.
—Esto está tan mal—susurró—. Me has hecho desearte de manera más perversa y depravada con que un artista puede mirar su obra —negó— de la manera más prohibida con que un hermano no debería mirar a otro.
Las palabras se colaban por Taehyung, rápidas y voraces, hasta que tuvo que cerrar los ojos por la sensación. Jungkook pasó rozando los labios por una de sus mejillas y se acercó a su oído.
—Pero mi jodido hermano sabe tan bien.
Una larga mano se deslizó por debajo de la camisa del pelinegro, colocando la palma sobre su dorso mientras Jungkook se levantaba de encima de Taehyung, antes de que sus dedos acariciantes se curvaran a lo largo de su cadera y lo urgieran a separar los muslos.
Cuando se instaló entre ellos, sus duras erección se presionaron y se retorció contra él, desesperados por estar más cerca, pensando en nada más que en tocarlo, en conseguir estar tan cerca como pudiera.
Taehyung apartó sus labios, jadeando su nombre. Meciéndose contra Jungkook una vez, dos veces, enviando poderosas descargas eléctricas de placer a través de ambos. Él se quedó quieto encima del chico y Taehyung abrió los ojos, instantáneamente atraído por la hermosa mirada de su hermano mayor.
—Te daré todo lo que quieras pero debes estar en silencio... si alguien se entera estaremos arruinados.
—No me importa —susurró el rubio, volviendo a mecerse contra él. Y era verdad. La ruina valía la pena. Estaría libre de su máscara y podría pasar el resto de su vida con Jungkook. En su guarida del pecado. En sus brazos embarrados de pinturas.
Entre las paletas y pinceles de su cuarto.
Mañana, le harían frente al resto de su vida. Pero esta noche, esta noche era suya. Esta noche era de ellos.
Jungkook cerró los ojos, una estela que podría haber sido placer o dolor pasó rápidamente por su rostro y Taehyung se impulsó hacia arriba con los codos, presionándose contra él, amando la sensación de sus pechos juntos, amando el modo en que sus muslos acunaban sus esbeltas caderas y sus miembros, gruesos, pesados y duros, se acomodaban uno contra otro.
Se meció contra él allí, probando la forma en que calzaban y Jungkook siseó ante el movimiento.
—Pagarás por esto.
Taehyung se rió y lo volvió a besar, rápida e intensamente. Cuando ambos respiraban jadeantes, volvió a levantar la cabeza y dijo—: Creo que me beneficiaría más si estuvieras desnudo.
Jungkook enarcó una ceja y no se movió.
—¿En serio?
Taehyung enarcó una ceja en réplica y él sonrió burlonamente, bajando de encima de su hermano y quitándose la camisa y chándal antes de volver a la cama.
—¿Esto ayuda?
—A decir verdad, lo hace mucho hyung.
Jungkook presionó un beso en el cuello, dejando que sus dientes rasparan a lo largo de la delicada piel hasta que Taehyung se estremeció y suspiró. La mano se levantó para enfatizar el sentimiento, arrastrando el satén con ella, enviándolo volando a través del dormitorio.
Taehyung se movió, jadeante, separando las piernas para permitirle un mejor acceso y él lo recompensó moviéndose más abajo, apenas rozando sus genitales con los dedos, hasta llegar a ese lugar ansioso y palpitante. Lo acarició contra la carne, suave, luego firme, haciendo círculos, acariciando y dándole exactamente lo que Taehyung quería. El menor jadeó contra sus labios.
—Jungkook. —Y él lo premió por el quedo lamento, su pulgar haciendo un círculo apretado en el lugar donde el placer de ambos se acumularía.
Se iba a correr, ese placer secreto y pecaminoso contra su calidez.
—No. —Le aferró la mano, deteniendo el movimiento—. No... no sin ti.
Su mirada se suavizó.
—TaeTae, te deseo, pero no puedo tomarte. No puedo arruinarte. No lo haré.
La frustración estalló ante las palabras.
—No me importa. Lo deseo.
Él negó con la cabeza.
—Tú no lo querrás. No mañana. No cuando te des cuenta de lo que hemos hecho.
Taehyung se levantó sobre él, presionando un beso suave en la curva alta de su pecho, adorando sentir el gemido bajo la caricia.
—No me arrepentiré. Lo deseo —le susurró a la piel allí—. Si no podemos tenernos uno al otro quiero esta noche. —Levantó la cabeza—. Por favor... —le suplicó, las manos deslizándose por el rastro de escaso vello hasta la cintura de sus boxers—. Por favor, hyung.
Él cerró los ojos, los marcados músculos del cuello, estirados y tensos.
—Taehyung. Estoy tratando de hacer lo correcto.
Las palabras vinieron con una oleada de comprensión y el rubio vio que la verdad era tan pero tan equivocada. Que su honor no les traería alivio a ninguno de los dos.
Mañana, él podría tener honor.
Mañana, todo podía volver a lo correcto y lo incorrecto. Arriba y abajo. Verdad y mentira.
Pero esta noche, todo era diferente.
Se inclinó, presionando sus pechos, apoderándose de sus labios en un beso largo.
—Esto es correcto, Jungkook. Una noche contigo. Mi única noche.
Jungkook acercó la mano a su pezón y Taehyung sintió el conflicto rabiando en su interior y lo amó aún más por ello.
—Te vas a arrepentir.
Taehyung no lo haría.
No cuando había sido él quien había comenzado este retorcido juego.
—Nunca me arrepentiré de esto. Nunca me arrepentiré de ti. —Fue entonces cuando se le ocurrió que era verdad. Que durante el resto de su vida esta noche sería la más grandiosa. Este momento sería uno que saborearía para siempre.
Y no lo dejaría ir.
El pulgar se movió, acariciándole la punta del pezón, enviando un flujo de placer a través del rubio, directamente al lugar donde su mano se apoyaba. Taehyung jadeó y él lo besó una vez, a fondo, antes de apartarse.
—He tratado de resistirme a ti desde el principio. He fracasado tan mal.
—No lo hagas ahora — susurró.
—Nunca he tenido una oportunidad —replicó el mayor, girándolo en sus brazos, separándole los muslos ampliamente y tirándolo encima de él hasta que Taehyung estaba montando a horcajadas su cintura, el trasero desnudo presionando contra la dura evidencia de su excitación. Jungkook levantó una mano fuerte y tiró de él hacia abajo, embelesándolo con un beso largo y lujurioso, haciéndole doler en todas partes, sus pezones, sus muslos y su pene.
Taehyung se meció contra él, Jungkook apartó su boca bruscamente con un siseo, echando la cabeza hacia atrás, para revelar los largos tendones de su cuello tensándose de placer. Cuando retornó su mirada a la del rubio, era densa por el placer.
Él sonrió, sus manos llegaron a su pecho, pellizcándole los pezones con los dedos hasta que estuvieron duros y doloridos.
—Jungkook... —susurró, fascinación, placer y deseo apiñados en su nombre, y él lo soltó con una chupada larga y adorable, reemplazando la boca por un dedo, haciendo círculos en la punta tensa con tortuosa lentitud.
—Te pones tan duro aquí... dolorido por mí. Por mi boca.
Dos podrían jugar este juego. Taehyung se meció en su contra.
—También tú te pones duro.
Jungkook se apretó contra él.
—Tú me pones duro.
Taehyung no pudo resistirse. Sus dedos juguetearon sobre la dura erección de su hermano. Rastreando la liga del bóxer, lo miró a los ojos salvajes.
—¿Puedo, hyung?
Él exhaló con una carcajada.
—Me gustaría que lo hicieras.
Y Taehyung lo hizo lentamente, desnudándole, duro, largo y...
—Oh, mi Dios —susurró, incapaz de detenerse de separar la tela y agarrarle, acariciando su miembro largo y firme hasta que él gimió suavemente y Taehyung se detuvo, levantando la vista hacia.
—Esto es increíble —susurró Jungkook, sus manos uniéndose a las de él. Taehyung observaba el movimiento de los dedos sobre la piel, amando el suave acero de su hermano—. La primera vez que te escuché con Hoseok— él jadeó las palabras mientras Taehyung acariciaba su pene ciñéndole con la mano— quería tus dedos sobre mí. No podía dejar de escucharlos. Estaba obsesionado.
El rubio lo miró a los ojos, el deseo calando en ellos. Jungkook lo besó de manera salvaje y pecaminosa mientras comenzaba a masajear igualmente el pene de su hermano.
Taehyung se levantó para permitirle un mayor acceso, para permitir que sus dedos lo acariciaran, y Jungkook estuvo de acuerdo, su respiración se volvió más rápida, el placer se disparó vertiginosamente a través de ambos en oleadas, oleada tras oleada de sensaciones hasta que perdió las fuerzas y sus manos se apartaron de él, afirmándose contra su pecho mientras se abandonaba a Jungkook.
—Eres tan hermoso.
Taehyung no podía detener los gritos que él le arrancaba cuando comenzó a dilatarlo con un dedo, los movimientos de las caderas, el modo en que se apretaba contra Jungkook, rogándole por el placer. Jungkook deslizó un segundo dedo en su interior y él se arqueó hacia atrás, adorando la sensación.
—Tan estrecho —le dijo, las perversas palabras volviéndolo más lascivo, más desesperado—. Quiero estar dentro de ti cuando te corras.
Y Taehyung oyó las palabras, mirándolo, le dijo—: Por favor...
Jungkook entornó los ojos hasta convertirlos en rendijas.
—¿Por favor, qué, amor?
Taehyung sonrió.
—Por favor fóllame, hyung.
Él juró, rudo y en voz baja.
—No puedo esperar otro instante.
Taehyung pensó que lo haría rodar debajo de él, y lo empujó para acomodarse al cambio de posición, pero Jungkook detuvo el movimiento, alzándolo encima de él.
—¿Así no?
—No.
Taehyung asintió y apoyó las manos sobre el pecho de Jungkook, sintiendo los latidos del corazón, armando jaleo debajo de su toque.
Los dedos de Jungkook lo acariciaron profundamente, subrayando su habilidad y Taehyung suspiró, sus huesos volviéndose gelatina ante el movimiento largo y lujurioso. Cuando este cesó, dejándolo vacío y con ganas, la lógica retornó y Jungkook soltó un pequeño bufido de risa, el sonido suave, tenso y maravilloso.
—Si esto está tan mal ¿por qué se siente correcto? —Taehyung estuvo de acuerdo y el mayor meció las caderas, la punta de su miembro deslizándose con suavidad en su interior, enviando una sensación de casi insoportable placer a través de Taehyung, que podría morir por la sensación de tener a su hermano estirándolo, la sensación en parte dolor, en parte extrañeza, y en cierta forma placer. Abrió los ojos de par en par cuando él lo dejó hundirse hasta la empuñadura y se quedó paralizado, mirándolo, la preocupación en la mirada. Las manos de Jungkook volaron a sus caderas.
—¿Nos detenemos?
Taehyung lo mataría si él se detenía. Esta era la cosa más asombrosa que jamás había experimentado.
—No te atrevas a parar —susurró—. Esto es increíble.
Taehyung se levantó, probando la sensación de tenerlo en su interior, y Jungkook dejó escapar una palabrota ruda y rota.
—Lo es, ¿verdad? —Acordó. Y agregó—. Tú eres increíble. —Sus manos se guiaron, levantándolo y dejándolo subir y bajar suavemente por su pene, largo y caliente—. Dios mío, esto se siente... tú te sientes... —Lo volvió a levantar y entonces ambos gimieron mientras el chico se volvía a deslizar hasta la empuñadura, el dolor desaparecido ahora, expulsado por el insostenible placer—. ¿Está todo bien, amor?
Taehyung lo amó aún más al preocuparse por su comodidad, por su placer. Se levantó, experimentando, repitiendo el movimiento por su cuenta, las manos apoyadas en su pecho mientras lo montaba.
—Sí... es perfecto —Se meció contra él, mirándolo a los ojos hasta que Jungkook desvió la atención a su cuerpo, las manos y los ojos siguiendo el movimiento que Taehyung no podía dejar de hacer.
El aliento susurrado era enfatizado por la ardiente caricia de sus manos sobre su cuerpo, explorando las curvas de su hermano, los suaves secretos de sus muslos y ese lugar entre ellos donde él estaba transformándolo todo. Donde Taehyung estaba transformándolo todo. Donde él había renunciado al poder y al control y le había dado a su hermano menor la oportunidad de encontrar su propio placer.
Taehyung era devastadoramente seductor en el modo de hablar con él, en el modo de observarlo con los ojos entornados, las manos acariciándolo al ritmo del momento, un ritmo que rápidamente los llevó a ambos al borde. Taehyung no pudo detener las palabras avecinándose, incluso cuando sabía que no debería decirlas.
—Te amo —susurró, bajando la mirada hacia él, sintiéndose eufórico y grandioso como nunca antes se había sentido.
Sintiéndose finalmente como para ellos era correcto.
A pesar de que hacían la cosa menos correcta que jamás había hecho en su vida.
Entonces Jungkook se estaba moviendo debajo de él, subiendo para hundirse mientras Taehyung bajaba a su alrededor, amando la sensación de su hermano meciéndose duro y rápidamente dentro de él a la vez retornaba la mano a su erección donde parecía saber cómo tocarlo, cómo reclamarlo, cómo destruirlo. El pulgar de Jungkook se movía en círculos rápidos y firmes en la cabeza de su pene, persiguiendo su placer, el de ambos.
—Eso es, tómalo para ti... para mí.
—Lo deseo —dijo Taehyung, el honesto deseo ardiente y desenfrenado—. Lo deseo para ti.
—Lo sé. —Jungkook se incorporó, chupando un pezón en su boca, mordisqueándolo, y la sensación fue todo lo que Taehyung pudo soportar, la sorpresa y la pasión colisionaron sobre el rubio, y se deshizo en sus brazos, el cuerpo le temblaba por la intensidad del momento. Apoyó las manos sobre sus hombros, sus ojos clavados en los de él.
—Te amo —dijo, las palabras volviendo a salir a borbotones.
La confesión pareció abrir el último vestigio del control contrario, le sujetó con fuerza las caderas contra las de él, empujando y arqueándose en su contra, volviendo a llevar su cuerpo y mente a una tormenta de placer
—Taehyung —gritó y el sonido de su nombre, caliente y jadeante en sus labios, lo envió sobre el borde otra vez, instantáneamente de cabeza en un océano de placer. Jungkook estaba allí con Taehyung esta vez, fuerte y seguro.
La perfección.
Taehyung cayó sobre su pecho y él lo abrazó, manteniéndolo. cerca.
—Tae —susurró en su sien, su corazón latiendo rápidamente debajo de su oreja—. Taehyung.
El rubio lo sintió apartarse de él aún cuando permanecía en su interior. Cerró los ojos, amando la sensación de su pecho cálido contra la mejilla, y por un momento fugaz, imaginó lo que sería experimentar la felicidad con él. Ser su novio.
Pero Jungkook era su jodido hermano.
Esa misteriosa emoción ya no era más un mito, ya no estaba en duda. Era real y tenía un poder que Taehyung nunca había imaginado. Uno que no podía negar.
Él le susurraba en el nacimiento de su cabello, las palabras, más aliento que sonido.
—Imagino que te voy a desear por siempre. Ese será mi castigo.
Taehyung levantó la cabeza encontrando su mirada.
—No tienes que hacerlo.
Él apartó la mirada.
—Sí, tengo. Eres mi hermano menor, Taehyung.
El rubio odió las palabras.
—¿Estás arrepentido?
Algo ardió en los ojos contrarios. ¿Sufrimiento? ¿Pesar?
—Suficiente para los dos.
Sin embargo, no lo sería. No para Taehyung. Lo sabía con absoluta certeza.
—No lo será.
Jungkook le acarició la espalda desnuda con una mano, enviando un escalofrío de conciencia a través del de rizos despeinados.
—Tendrá que serlo.
—Podemos mantener este secreto por más tiempo —le dijo en voz baja, escuchando la súplica en las palabras. Odiándo todo.
—No. —Él intentó interrumpirlo.
Taehyung siguió adelante.
—... te elegiría a ti por sobre todo—dijo, su voz quebrándose por las palabras.
Jungkook lo abrazó, besándolo en la sien, volviendo a susurrar su nombre antes de decir:
—No, no lo hagas. No me elijas.
—¿Por qué no? Ya lo hice.
Jungkook lo hizo rodar, apoyando su espalda sobre la cama, manteniéndolos unidos mientras se acomodaba entre sus muslos y le hizo el amor a su mente, a su alma y a su cuerpo con todo lo que tenía, moviéndose dentro de su hermano menor con tranquila certeza, sosteniéndole la mirada con innegable intensidad. Besando la curva de su cuello, mordisqueándole el suave lóbulo de una oreja, susurrando su nombre en una larga y adorable letanía.
No había nada brutal en esto. Nada bestial ni incorrecto.
En cambio, era lento, seductor, y se movió por lo que parecieron horas, días, una eternidad, descubriéndolo, tocándolo, besándolo y acariciándolo. Y cuando el placer los inundó en exuberantes oleadas, disparándose a través del rubio hasta que ya no podía soportarlo, Jungkook atrapó los gritos de su hermano menor con sus labios, encontrando su propia liberación, profunda y grandiosa antes de volver a hablar, susurrando su nombre una y otra vez hasta que Taehyung ya no oía la palabra y en su lugar, sólo oía el significado.
El final.
Yacieron juntos durante largos minutos, hasta que la respiración de ambos volvió a ser estable, y el mundo regresó, incapaz de ser negado o ignorado, llegando con el amanecer en un magnífico rojo cruzando velozmente el negro cielo más allá de la ventana.
Él le dio un beso en el cabello.
—Deberías dormir.
Taehyung volvió la espalda al tiempo y su avance, acurrucándose en su calor.
—No quiero dormir. No quiero que esto termine.
Él no contestó, en lugar de eso lo rodeó más fuerte con sus brazos, abrazándolo, hasta que ya no podía sentir el lugar donde terminaba uno y comenzaba el otro.
—No quiero dormir —repitió el chico, la amenaza del sueño rondándolo—. No permitas que me duerma. Una noche no es suficiente.
—Shh —dijo él, acariciando su espalda con una de sus anchas manos—. Estoy aquí.
Cuando Taehyung se despertó estaba en su cuarto y Jungkook se había marchado.
Miró sus ropas, estaba limpio y había sido vestido con uno de sus pijamas. Sonrió, bajándose de la cama para correr a la terraza y saludar a sus padres.
Pasaron semanas desde aquel indebido encuentro y ahora era Jungkook quien desde el columpio techado miraba a Taehyung regar las flores.
Entonces, mientras leía ese afamado libro de su escritor favorito encontró una nota de caligrafía garabateada entre la perfecta narración del "Retrato de Dorian Gray"
"Esta noche a la misma hora de siempre, Motel Wings, habitación 21.
Atte. V"
Parpadeó una, dos veces, volviendo a mirar a su hermano que seguía regando las hermosas orquídeas moradas mientras tarareaba alguna canción que Jungkook no alcanzaba a identificar.
Taehyung lo miró y sonrió cómplice minutos antes de que Eunji saliera al patio con un bolso de fertilizante en sus delicadas manos.
Jungkook negó, apenas una comisura de sus labios levantándose cuando volvió su atención al libro.
Siempre era lo mismo, tres noches por semana en aquel motel barato alejados del pueblo, tres noches en que nadie conocía a esos dos jóvenes amantes que se refugiaban del mundo entre las oscuras paredes del "Wings". Tres putos día en que olvidaban mantener las máscaras y manchaban sus alas con colores negros.
¿Estaban pecando?
Quizás, pero en estos tiempos se necesita mucho ingenio para cometer un pecado original y talvez ellos no eran los únicos que escondían un gran secreto en este pequeño pueblo.
¿Pero quiénes eran ellos para juzgar?
Su relación ya es lo suficientemente bizarra y retorcida para preocuparse si su padre frecuenta a una amante en el mismo lugar y hora en que ellos se entregan en cuerpo y alma.
Jungkook escucha a Taehyung reír mientras su madre le intenta sacar una foto sentado delante de las flores. Él los observa en silencio, adorando en profundidad como los ojos de su hermano brillan y su sonrisa lo hace ver incluso más hermoso.
Jungkook permanece quedo, sus pies sinuosos detienen el movimiento del columpio para evitar perderse cualquier detalle de aquel momento. Porque si de algo estaba seguro era que en Taehyung había metáforas tan monstruosas como orquídeas y con la misma sutileza de color.
Era retorcidamente precioso.
Bueno, jejeje Gracias por leer. En realidad no estoy pasando un buen momento y no me he sentido con fuerza de actualizar mis otros fic, así que luego de haberlo pensado me decidí a escribir este OS para destapar un poco mi frustración, lamento los errores.
Con respecto a este OS lo único que puedo aclarar es que Jungkook y Taehyung mantuvieron su relación a escondidas, pues su amor no sería bien visto y aceptado por los demás; así que decidieron guardar sus encuetro como el secreto más oscuro y retorcido a pesar que corrían el riesgo de ser descubiertos. A lo que intenté referirme es que no debemos llevarnos por las impresiones pues no todo lo lindo es lindo y lo feo es feo. Solo depende de nuestras perspectiva, recuerden que lo que es brillante y llamativo a los ojos puede ser un mundo desconocido en sus entrañas.
Espero que estén bien, tomen mucha agüita y por favor cuídense mucho al salir a la calle.
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