Capítulo 9 Cara a cara con el monstruo
Mis pulmones quemaban y yo solo pensaba en huir de allí. Trastabillé varias veces hasta caer de bruces al suelo, mis rodillas y manos fueron las primeras en tocar la nieve. Coloqué ambas manos encima de mis muslos. Un graznido aterrador se oyó y yo levanté la vista violentamente fijando mis ojos en la enorme bandada de cuervos furiosos que chocaban entre sí. Llevé mis manos hacia mi boca cuando un líquido caliente brotó de mis labios, parpadeé varias veces antes de caer de espaldas en la nieve. Mi vestido de dormir blanco se encontraba en pésimas condiciones y, a pesar de la nieve abrazando mi cuerpo no sentía el frío.
Elevé mi mano derecha para atrapar un copo de nieve entre mis dedos cuando una mano pálida y fría se enlazó con la mía, giré mi rostro para encontrarme con la mirada de Dylan, me regaló una media sonrisa antes de cambiar de posición para quedar encima de mí. Las frías yemas de sus dedos acariciaron mi cabello, mi mejilla y luego se deslizaron hacia mis labios. Fijó su mirada lujuriosa en mis ojos antes de apartarme el cabello y dejar mi cuello expuesto, se inclinó hacia a mí y cerré los ojos; disfrutando el momento, mi respiración se entrecortó cuando los labios de Dylan rozaron el lóbulo de mi oreja y susurró algo que no llegué a entender. Hundió aún más su rostro en mi cuello e inhaló profundamente antes de apartarse, abrí mis ojos los cuales se encontraron con la mirada ansiosa de Dylan; sus iris tintados de escarlata me observaban con deseo mientras echaba sus labios hacia atrás para mostrarme sus colmillos y fueron pocos aquellos segundos en los que olvidé porque estaba escapando realmente hasta que un escalofrío recorrió mi espalda cuando noté que me encontraba cara a cara con el monstruo.
Me removí furiosa bajo su imponente cuerpo, intenté gritar; pedir auxilio pero no salía ni un mínimo sonido de mi boca, mis ojos se aguaron y aquella bestia se regocijó. Intenté nuevamente pedir auxilio pero un grito ahogado salió de mí cuando él clavó sus colmillos en mi garganta.
Abrí los ojos de repente, me senté en mi cama al mismo tiempo que llevé mi mano hacia mi corazón, mi pecho subía y bajaba frenéticamente al ritmo de mis latidos.
«Malditas pesadillas».
«Dylan» pensé con mi vista fija en el techo, solté un suspiro fatigado. Sentía una terrible opresión en el pecho.
—Le estás haciendo daño, Madison. —susurré y cerré los ojos, recordado su mirada furiosa cegada por el ansia de beber mi sangre y lo mal que le hacía contenerse… tan mal que ni siquiera estaba seguro de poder controlar a su monstruo. Abrí los ojos más de lo normal cuando el clima comenzó a descomponerse. Algo andaba mal.
No era normal la neblina que se había levantado, ni tampoco lo era las nubes negras que cubrían la luna. La electricidad se había cortado y una densa oscuridad reinó en la mansión, abrí los ojos de golpe cuando un fuerte trueno retumbó las paredes de mi habitación. Solté aire por la nariz cuando aparté las mantas y me dispuse a levantarme de la cama. Mis pies descalzos tocaron la fría madera del piso cuando fui en busca del porta vela y la encendí; salí de mi habitación cerrando la puerta detrás de mí. Caminé por el vasto pasillo donde el viento silbaba de una manera aterradora.
Las velas situadas en cada esquina le daban la perfecta iluminación a la mansión. Sin embargo, estando frente a la habitación de Dylan pude darme cuenta de que la oscuridad de la noche no se podía comparar con la que se encontraba allí dentro. Mi corazón latió con fuerza cuando giré el picaporte y abrí la puerta provocando que chirriara un poco; para desvelar un dormitorio en penumbra, puse un pie dentro y al cerrarla, las llamas de las velas que yacían en lo alto de aquel candelabro se removieron sigilosamente, ojeé lentamente el lugar: había una enorme cama con dosel de estilo victoriano tallado en madera, con sabanas de seda color azul marino y un escritorio donde varias botellas de whisky descansaban junto a una copa media vacía, me acerqué lentamente cuando vi una estantería llena de libros. Me exalté al oír una respiración pesada proveniente de una oscura esquina de la habitación donde la luz de las velas apenas llegaba; di un paso arrepentido cuando un frío agarre sujetó mi muñeca llevándome hacia la oscuridad.
Mis ojos se encontraron con la brillante mirada rojiza de Dylan; nos quedamos así por un momento, sin movernos. Mi pecho subía y bajaba, mi corazón latía con fuerza y mi respiración se entrecortó cuando su boca se abrió con deseo y su respiración se agitó mientras paseaba sus ojos por todo mi rostro como si estuviera observando la más exquisita obra de arte.
Me congelé cuando habló con voz fría y a la vez débil: —¿Qué estás haciendo aquí, Madison? —preguntó apretando mi muñeca, siseé de dolor cuando mi piel, donde estaba su agarre, me empezó a quemar —. ¿No ves el daño que me provocas? —mi corazón dio un vuelco al oír esas palabras.
—Quiero ayudarte —dije decidida, mientras lo miraba a los ojos —. Déjame hacerlo... —mi vista se fijó en su agarre y noté que en su muñeca traía una cuerda que al seguir su camino pude descubrir que se encontraba amarrada a unas estacas que yacían clavadas en la pared. —¿Cómo es que eso puede detener a un vampiro…. Hambriento? —pregunté y él se encogió de hombros.
—Cortesía de Gia —dijo esbozando una media sonrisa —Tenía miedo de que no me contuviera y fuera a buscarte a tu habitación pero… aquí. Estás. Tú. —sonrió nuevamente. Su torso desnudo sudaba y tenía una expresión de dolor en su rostro.
—Es la marca la que está quemando tu piel ¿no es así? —pregunté y él asintió, luego cerró sus ojos con fuerza y ladeó la cabeza varias veces.
—Por favor… —murmuró con voz ronca —. Debes irte. Tenerte tan cerca me hace daño. La marca se activa cuando el aroma de tu sangre llega a mí y, es realmente estúpido cuando puedo olerte a kilómetros de distancia.
—Gia buscará la manera…
—Si hubiera una manera de romperla sin herirte, te aseguro que Gia ya lo hubiese hecho.
—No me iré.
—No quiero que estés aquí, Madison. Entiéndelo. —dijo apretando un poco mas mi muñeca. Un relámpago iluminó toda la habitación en el mismo instante que él me pegó aún más a su cuerpo. Nuestros rostros quedaron a muy poca distancia y el pecho de Dylan subía y bajaba, agitado. Mis ojos estudiaron cada parte de su rostro, el cual estaba más pálido de lo normal, bajo sus ojos unas oscuras ojeras pronunciadas y sus labios, que antes eran de un color rosado y suave al tacto, se encontraban agrietados y blanquecinos. Todas sus facciones demostraban lo débil que estaba.
—Déjame ayudarte…
—Madison —dijo con su voz irascible —Estoy perdiendo la paciencia, no hagas que pierda el poco control que me queda…
—¿Por qué no quieres que te ayude? —inquirí mientras veía como sus ojos se tornaba rojizos al fijarlos en mi cuello expuesto.
—¿No vez que intento protegerte? No lo hagas más difícil.
—Erik dijo que un poco de mi sangre podría…
—¡Madison, ya basta! —espetó entre dientes, cabreadísimo.
Jamás lo había visto de esa manera, solté un suspiro cuando lentamente elevé mi mano para apoyarla en su rostro pero él giro su cabeza y tensó su mandíbula al mismo tiempo que me sujetó la muñeca con su mano libre, sus ojos se fijaron en las venas azules que se traslucían debajo de sus dedos donde inmediatamente soltó el agarre y volvió a mirarme con ojos furiosos; dándome una clara advertencia de «CORRE». Su respiración era cada vez más errática, se inclinó aún más a mí y mi espalda chocó contra la pared, sus labios rozaron los míos y yo cerré los ojos dejándome llevar por todo lo que venía sintiendo, mis labios se entreabrieron por el deseo de ser tomados, él soltó aire bruscamente y negó con la cabeza. Parpadeé varias veces como queriendo salir del trance que me había puesto al tenerlo tan cerca, tragué saliva y él relamió sus labios antes de alejarse.
—Debes. Irte. —dijo entrecortando las palabras mientras se tambaleaba.
—Estás muy débil… Dylan… Por favor… déjame ayudarte.
—Sí, estoy débil. No he podido digerir ningún tipo de sangre. —confesó mientras llevaba sus dedos índices a los costados de su cien y cerraba sus ojos.
—¿ninguno? —inquirí frunciendo el ceño —¿Acaso tú…
—No, no he cazado personas si a eso te refieres —soltó abriendo los ojos de repente —. Pero, visité el hospital, ya sabes… el área para los donantes de sangre y ¿Qué puedo decir al respecto? Cada bolsa de sangre que tocaba mis labios quedaba vacía, sin embargo, lo curioso es que a los pocos segundos devolvía todo aquello que había ingerido. Los de limpieza deberán hacer un gran trabajo al limpiar aquel desastre.
—¿Por eso has estado bebiendo tanto?
—Ayuda a calmar mi sed pero tiene un costo muy alto —respondió mientras esbozaba una sonrisa perversa.
—Morirás si no bebes sangre.
—No moriré por eso, Madison. —soltó antes de sentarse en el suelo —Solo tú tienes el poder para detener mi corazón.
—No permitiré que eso ocurra —respondí mientras me ponía a su altura.
—¿Crees que dejaría que tu corazón deje de latir antes que el mío, cabello de fuego? —dijo sosteniendo un mechón de mi cabello entre sus dedos —Yo me sacrificaría por ti, Madison. Esta noche, en esta vida y en la siguiente; porque te amo.
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