Capitulo 8 Un nuevo Aliado
—Apenas hace unos meses solo éramos vampiros contra lobos —Ryan gesticulaba furiosamente con las manos mientras caminaba de un lado a otro en la sala de la mansión —, Ahora resulta que cada día hay más híbridos rondando mi pueblo.
—¿Tu pueblo? —inquirí mientras entraba en la sala.
—Sí, cariño. Mi pueblo —espetó con cierta malicia, haciendo hincapié en las dos últimas palabras —Te recuerdo que soy uno de los fundadores por ende… Sí, es mi pueblo.
Rodeé los ojos ante lo dicho.
—¿Qué haremos con él? —pregunté ignorando la respuesta anterior de Ryan.
—Podrían empezar con quitarme las cadenas —sugirió en un tono serio y pausado —Soy un alfa, tengo la suficiente fuerza como para romper estas cadenas de un solo tirón, si aún no lo he hecho es porque estoy aquí voluntariamente. —confesó mientras se ponía de pie.
—Lo siento, pero deberás mantener esas cadenas donde están si no quieres que corte tu cabeza en un solo intento —contraatacó Ryan luego de tomar un sorbo de whisky.
—Ryan, creo que él tiene razón, de haber querido hacernos daño ya lo habría hecho ¿no crees?
—Madison, te recuerdo que por su culpa Dylan te mordió —refutó señalando con su dedo índice al licántropo.
—No fue mi culpa —afirmó Erik, el licántropo, entretanto daba un paso hacia a mí —. Él lo hizo por acudir a las brujas, puso su confianza en los seres equivocados.
«Puso su confianza en los seres equivocados» las palabras de Erik eran razonables, ¿por qué después de todo Dylan había acudido a Luca por ayuda? ¿Por qué no simplemente pidió ayuda a su familia? Yo no entendía y mucho menos Ryan que repetía una mil veces lo jodidos que íbamos a estar por culpa de esa maldición.
—Se puede arreglar…
—¡No, no se puede! —espetó Ryan mientras apoyaba bruscamente el vaso de whisky en la mesa —No si quieres morir.
—O si deseas alimentarlo… —añadió Erik y Ryan tensó con fuerza su mandíbula tanto así que creía que se le romperían los colmillos.
—No, eso no…
—¿Por qué no? —dirigí la pregunta a Ryan. Si había una mínima esperanza de hacer sentir mejor a Dylan lo haría.
—Porque no sabes si funcionará, tu sangre lo devora por dentro, Madison. Debes entenderlo de una puta vez, no te pondré en peligro por un estúpido capricho de mi hermano. No lo harás, te lo prohíbo.
—¿Me lo prohíbes? —esboce una sonrisa perversa —¿Desde cuando tú puedes prohibirme cosas?
—Desde que soy tu tutor —dijo en un tono de voz serio mientras sacaba un papel de su bolsillo para luego apoyarlo de un golpe en la mesa —No harás esto, Madison. Es mi última palabra.
—No puedes ser mi tutor, es imposible. No puedes hacerme esto, Ryan.
—Si puedo y si lo hice. No te pondré en peligro, Madison. No a ti. Buscaremos otra solución, lo prometo. —Ryan se acercó a mí y yo di un paso atrás, furiosa.
El licántropo sonrió de manera maliciosa, Ryan lo fulminó con la mirada cuando me acerqué a darle agua.
—¿Podrías aflojar al menos los grilletes? —murmuró mientras sus ojos estaban posados en Ryan quien se encontraba con la mirada fija en el ventanal.
—Lo siento, pero no —respondí entretanto observaba a Ryan para luego susurrar: —. Mi sangre…
—¿Qué hay de tu sangre? —respondió mientras alternaba la vista en Ryan y luego en mí.
—¿Es posible que Dylan pueda beber solo un poco de mi sangre? —le pregunté con voz apenas audible, pero que Ryan logró oír perfectamente por la manera en que sus facciones se tensaron al posicionarse a mi lado, me sujetó por la muñeca, impidiendo que vuelva acercar el vaso de agua a los labios de Erik, para luego obligarme a levantarme del suelo.
Gia entró en la sala abrazada a varios grimorios, los apoyó con cuidado sobre la mesa de madera laqueada y soltó un suspiro lleno de frustración.
—No hay nada, hermano. Busqué en todos los grimorios y no hay nada que pueda quitar la maldición de Dylan sin que Madison salga herida.
—Agrega eso a la lista de las cosas que me están molestando últimamente, hermanita. —dijo Ryan en dirección a Gia antes de perderse conmigo dentro de la biblioteca.
Dentro de la oscuridad que había en aquella habitación, detrás del escritorio, Dylan se encontraba con su cabeza descansando en el respaldar de la silla con sus ojos cerrados; una tenue luz blanca dejaba a la vista su rostro el cual se tensó por completo cuando pusimos un pie en la biblioteca, sus ojos se abrieron de repente fijándolos en los míos. Su mandíbula se tensó y sus iris brillaron en un rojo intenso. Soltó un pesado suspiro cuando di un paso hacia él. Ryan sostuvo mi brazo impidiendo que me acerque.
—Déjanos solos, Madison. —La voz de Dylan sonaba lejana, fría; con una energía tan malévola que podría nublar el mismo cielo.
Observé a Ryan, confundida y con el entrecejo fruncido. Me marché de allí cuando el asintió con la cabeza. Miré una vez más a Dylan que aún tenía la mirada fija en su hermano, ignorando completamente mi presencia.
—Cierra la puerta al salir —volvió a hablar Dylan con su roja mirada clavada en la mía.
Estaba siendo tan indiferente conmigo que al contrario de enfadarme lo comprendía, sabía que su situación no era la más favorable, él era quien realmente estaba sufriendo. Cerré la puerta tras de mí, dejando un espacio lo suficientemente abierto para oír sus voces.
—¿Ahora te escondes? —podía oír los pasos de Ryan dirigiéndose hacia el escritorio. Dylan aun seguía en silencio —. ¿Así la tratarás de ahora en adelante? Ella está dispuesta a morir por ti ¿lo sabías?
—Lo sé.
—¿Qué harás al respecto?
—¿Qué puedo hacer, hermano?
—Podrías empezar por no comportarte como un idiota con ella. —dijo Ryan con una voz muy baja como si sospechara que aún me encontraba del otro lado de la puerta, pegada, escuchando su conversación.
Dylan dio un golpe seco en el escritorio y luego no hubo más que silencio.
—¡¿Crees que me gusta hacerle daño?! —su voz gutural llenó el silencio —. ¿Acaso crees que me gusta tratarla mal, haciendo incluso que me odie? —observé por el espacio donde se encontraban las bisagras, Dylan miraba a Ryan con rabia —. No puedo estar cerca de ella… —dijo con su voz quebrándose —. Y si no puedo estar con ella, me da igual lo que me pueda ocurrir.
—A ti no te ocurrirá nada, hermano. Nada puede hacernos daño. —afirmó Ryan apoyando una mano en el hombro de Dylan.
—Solo hay una cosa que puede matarnos y lo sabes —añadió Dylan —. Madison es la única que tiene el poder de destruirnos.
—No hay que darle motivos entonces —soltó Ryan mientras sonreía.
—No necesita de motivos. Los ancestros pueden hacer que lo haga, ésta en su destino y debe cumplir con el trabajo que vino a hacer.
—Eso fue lo que dijeron las brujas de Luca ¿No es así?
Dylan asintió con la cabeza y dirigió su mirada invariable hacia a mí, sentí como mi respiración se agudizaba y por un instante pensé en escapar corriendo de allí. Sabía que había estado pegada a la puerta todo ese tiempo oyendo su conversación y, era estúpido pensar que podría nublar los sentidos de un vampiro original de más de un siglo. Su mirada dura seguía fija en la mía como si pudiese traspasar la gruesa madera de aquella puerta.
Solté un suspiro luego de alejarme de la puerta, me dirigí a la salida ignorando las palabras de Erik, que a decir verdad, la mirada de Dylan estaba tan metida en mi mente que no pude oír más que balbuceos de su parte.
Al cerrar la puerta de la mansión, me quité los zapatos y corrí rápidamente hacia el portón, que al poner un pie fuera comencé a correr en dirección al bosque, me sentía bien así, con la brisa fría golpeando mi rostro, peinando las hebras de mi cabello hacia atrás. Era liberador poder tocar el barro frío con mis pies, corrí tanto que llegué al límite del pantano, un pequeño risco me esperaba ansioso. Me acerqué para observar el lago, estaba en completa calma al contrario de mi mente que se encontraba aturdida y alborotada. La brisa seguía soplando y silbando entre las finas hojas de los pinos.
«No puedo estar cerca de ella. Y si no puedo estar con ella, me da igual lo que me pueda ocurrir» la voz desgarrada de Dylan aun seguían en mi mente. Cerré los ojos con fuerza y me abracé a mi misma.
—Solo bastaría un simple salto para acabar con la miseria de aquel vampiro… —una voz gutural sonó detrás de mí, haciendo que abra los ojos de repente.
—No voy a cometer suicidio si a eso te refieres. —dije aún con la vista puesta en el lago.
—No te pediría tal cosa. No a ti —esbozó una sonrisa maliciosa para luego seguir hablando: —. Un Rey no puede ser un Rey sin la fuerza de su Reina.
—¿A que te refieres? —pregunté girando sobre mis pies para quedar frente a él.
—Ya había mencionado que soy un Alfa, ¿no es así? —preguntó y yo fruncí el ceño sin entender aún a donde quería llegar. —Pertenezco a la misma manada de donde proviene tu padre… de donde tú provienes— dijo y dio un paso hacia a mí.
Abrí la boca para hablar pero me quedé callada tratando de asimilar lo que había dicho.
«De la manada de donde tú provienes» aquello se repetía una y otra vez en mi mente, sus ojos se tornaron dorados y a mí llegó nuevamente aquel aroma que sentí al compartir mi sangre con él.
—Es el Vínculo… —susurró mientras daba otro paso más hacia a mí —. No puedes retroceder —dijo al ver que mi instinto era dar un paso hacia atrás —. A menos que quieras tener una dolorosa muerte… —Mi mirada se fijó en el lago, el cual nos separaba mas de cincuenta metros, al girar mi vista chocó con su pecho cuando se acercó tanto que su cuerpo casi rosaba el mío, era tan alto que tuve que Inclinar la barbilla hacia atrás para mirarlo nuevamente a los ojos.
Mi pecho subía y bajaba a un ritmo vertiginoso, mi corazón latía con tanta fuerza que hasta pensé en que terminaría disparado de mi cuerpo.
¡¿Qué clase de embrujo era este?! Que sentir más absurdo…
—Tú serás mi reina, Mujer. —exclamó con seguridad —Tú posición en la manada te lo permite.
—Yo no seré la reina de nadie —espeté y él negó con la cabeza.
—No seré yo quien decida eso, no voy a obligarte —dijo mientras sostenía una de las hebras de mi cabello entre sus dedos —, Está en tu sangre y la Luna así lo manda. Llegado el momento lo serás… —colocó el mechón de cabello, que tenía entre sus dedos, detrás de mi oreja. Para luego deslizar su mano por mi mejilla —Debes saber que voy a protegerte. —solté el aire de manera abrupta al escuchar lo que dijo.
—No necesito de tu protección. —refuté.
—Sé que no. Eres una mujer fuerte pero aún así, lo haré. No necesito de tu permiso para eso. —la comisura de su labio se elevó para formar una media sonrisa divertida.
—Tu manada te necesita. Ademas, no podrás quedarte en la mansión, Ryan no lo aceptaría.
—No pretendo hacerlo, Aún así, quiero que sepan que tienen un Aliado.
—¿Por qué deberíamos tener un aliado? —pregunté con la mirada fija en sus ojos.
—Porque una guerra se aproxima y los hermanos Leviné deberán rodearse de personas con los mismos intereses que los suyos.
—Los hermanos Leviné no tienen interés en que la profecía del vínculo se cumpla.
—No me refería a la profecía… —soltó para rosar con la yema de su dedo índice el nacimiento de mi escote, tragué grueso cuando se acercó aún más a mí y su nariz tocó débilmente mi oreja —Tú corazón está acelerado… —susurró, su aliento cálido golpeó mis sentidos —. Casi podría igualar al mío…
Alejó sus labios de mi oreja cuando aclaré mi garganta y le di un golpe a su mano para que no me siga tocando.
—Creo que debería irme —lo pasé por al lado para perderme dentro del bosque —Deja de seguirme, Erik. —me paré en seco y me giré para encontrar mis ojos con un rostro lleno de diversión.
—Dije que te protegería y eso estoy haciendo. No me iré hasta que entres a la mansión —refutó entretanto señalaba el camino para que siga avanzando.
El frío estaba comenzando a calar mis huesos a través del rocío que dejaba caer y la tenue luz de la luna parpadeaba en la noche cuando la brisa movía los enormes pinos arriba de nuestras cabezas, como si de velas meneándose por el viento se tratase. Mis pies estaban helados al igual que mi rostro pero eso no me preocupaba, en mi mente solo se encontraba la mirada nostálgica de Dylan.
—Mujer… —dijo Erik antes de llegar al portón de la mansión —Juro con la luna como mi testigo que voy a protegerte… —miró mis ojos por unos cortos segundos y su aroma me tomó por completo nuevamente, como si quisiera que se quedara impregnado en mi ser—. Diles a los Leviné que nos volveremos a ver —dijo para luego acercarse a mí y plantar un beso en mi frente —Recuerda, siempre estaré tras de ti.
—Eso es acoso… —solté en un tono burlón.
—Cubriéndote las espaldas, Mujer. —corrigió para luego perderse en el bosque.
Solté un suspiro antes de poner un pie nuevamente en la residencia de los Leviné, levanté mis zapatos, que aún estaban en el mismo sitio donde los había dejado, antes de huir hacia el bosque.
«Aparentemente Ryan no se dio cuenta de que me fui» pensé al entrar en silencio a la mansión y ver que todas las luces se encontraban apagadas. Puse un pie en el escalón que me llevaría a mi habitación cuando una voz ronca sonó detrás de mí.
—¿Dónde está él licántropo?
Rodé los ojos al escucharlo, solté aire por la nariz y me di vuelta para encontrar mis ojos con el rostro serio de Ryan.
—Dijo que volverá, ¿podemos hablar de esto mañana? Estoy realmente cansada.
Ryan frunció el ceño, se acercó mí e inhaló profundamente.
—Hueles… diferente… —dijo con los dientes apretados, se alejó de manera abrupta; hizo un gesto de desagrado como si estuviese oliendo el mas asqueroso aroma, negó con la cabeza y lo supe: el aroma de Erik había quedado en mi piel.
Con su mirada recorrió mi rostro para luego deslizarse por mi cuerpo hasta llegar a mis pies, tensó la mandíbula y soltó un suspiro al ver el barro entre mis dedos, luego elevó la barbilla para fijar su vista en la planta alta haciendo ademán para que suba las escaleras. Debía irme deprisa antes de que cambie de parecer y empiece a bombardearme con sus paranoicas preguntas.
En mi habitación no había mas que silencio, solté un suspiro cuando vi mi semblante en el espejo de mi tocador «Tranquila, Madison. Esta vez todo saldrá bien». Pensaba mientras trataba de recordar como era mi vida antes de todo ese caos. Me esforzaba en recordar la risa de mi madre, los berrinches de Cassie y hasta las tardes de arte con mi padre. El agua helada de la ducha cayó sobre mí y recordé el lago, el puente Whistler y luego, Dylan vino a mi mente tomando mis sentidos por completo, bombardeándome con recuerdos de los primeros encuentros: Sus manos enlazadas a las mías, la calidez de sus palabras y por sobretodo el sentido de protección hacia a mí.
«Si no puedo estar con ella me da igual lo que me pueda ocurrir» ¿Estaba dispuesto a sacrificarse por mí? ¿Por qué lo haría? Años tras años sobreviviendo y anteponerse a lo que era para, simplemente, en un tambaleo, entregarse al caos… No podía permitir que se consuma junto con esa maldición, debía ayudarlo y lo haría así eso sea lo último que haga.
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