CAPÍTULO 5 Luna de cazador
La luna llena brilló de pleno cuando llegué a la cabaña Hanson. La conversación que había tenido con Ryan me había dejado total y completamente perdida, más aún que las veces anteriores.
—Llama cuando quieras regresar a casa —dijo Ryan cuando bajé del auto.
«A casa». Esa frase me parecía tan lejana porque, vamos, ya no tenía casa solo era una huésped en aquella mansión.
Ryan se había marchado de allí y yo solo comencé a caminar hacia el interior de la propiedad Hanson. La cabaña estaba rodeada por frondosos árboles y un fangoso suelo.
Subí aquellos escalones para luego pararme en el porche delantero, tomé una gran bocanada de aire y sujeté la aldaba para avisar que había llegado. Giré violentamente cuando un escalofrío caló mis huesos y aquella mala sensación se instaló en mi estómago, los finos vellos de mis brazos se pusieron en punta. Miedo. Eso era.
Podía sentirlo, era familiar ese aroma, esos pensamientos. Sin embargo, todo se volvió confuso cuando se mezcló con otra esencia, otro sentir aún más violento, eufórico y aterrador.
Mi vista se fijó en varias direcciones, estaba en estado de alerta y no podía descifrar que era lo que estaba a punto de ocurrir.
«Concéntrate» me obligué con fuerza y pude separar aquellas mentes. Sigilosamente llevé mis manos hacia los lados de mis piernas, donde mis dagas se encontraban. Salí del porche y comencé a caminar hacia lo pinos, me paré en seco cuando la puerta de la cabaña se abrió para que una voz chillona me haga voltear.
—¡Entra ya, nena! —gritó la rubia debido al volumen alto de la música.
—Oh, claro. —di un paso arrepentido, cerré con fuerza mis ojos tratando de alejar aquellas mentes de la mía. Aún seguían ahí.
—¿Qué haces con ese vestido? —preguntó Anna quién negaba con la cabeza —La fiesta es de disfraces, Madison. ¿Qué se supone que eres tú?
—¿Solo yo? —respondí y ella ladeó su cabeza nuevamente.
—Deberías verte aterradora, no como un ángel toda vestida de blanco, eso no es justo. —soltó la rubia indignada quién traía un disfraz de ¿zombi? Si eso parecía ser, con su ropa rasgada y su maquillaje corrido, hasta tenía sangre en los costados de su boca —Puedo arreglarlo —dijo y manchó mi vestido blanco con sangre artificial.
—¡Anna! —espeté y ella sonrió luego de rociar sangre, no solo en mi vestido, sino en mis brazos y cuello logrando salpicar mi rostro.
—Tu maquillaje está intacto, no puedes quejarte —exclamó mientras me tomaba de la barbilla para luego sujetar mi mano y llevarme hacia el interior de la cabaña.
Todo parecía ser una perfecta noche de terror. Los adornos que Anna había colocado por doquier le daba aquella esencia lúgubre que una fiesta de disfraces aterradores debía tener.
—¿Qué te parece? —preguntó la rubia entusiasmada.
—Todo está… —ojeé un poco más el lugar —Perfectamente aterrador, con la sangre cubriendo las paredes y las telaraña colgadas por doquier —mi vista se fijó en las mesas de bebidas —¿Esas son bolsas de sangre? —inquirí sorprendida.
—Por supuesto, ¿su contenido? Campari, nena. —afirmó la rubia —Esta bebida me pareció perfecta para la ocasión, además las bolsas de sangre las elegí debido a que eran ideales para la temática —dijo para llevarme hacia la mesa donde estaban todas las bebidas.
—¿Has sabido algo de Vanessa? —pregunté sin obtener respuesta —Está algo… diferente ¿no crees? —dije para luego llevar el sorbete de la bolsa llena de Campari a mi boca.
—Madison… No se nada sobre Vanessa. Desde la desaparición de Luck no hemos vuelto a hablar —confesó.
—¿Tú abuela no sabe nada al respecto? —inquirí.
—¿Por qué mi abuela debería saber algo?
—Es la regente del pueblo, ella mueve influencias en los clanes. Y si… ¿Vanessa es una mujer licántropo?
—¿Es posible eso? No, no es posible.
—¿Cómo estás tan segura, Anna? Acuérdate como le afectaba la luna, recuerda todas las veces en que se encontraba inquieta en cada la luna llena.
Y si, lo pensaba un poco más sería acertado el comportamiento ante Dylan en el instituto, enemigos naturales.
Solté un suspiro ante ese pensamiento, y es que, ¿Cada una de las personas que crecieron conmigo debían convertirse en seres sobrenaturales?
Los adolescentes a mi alrededor estaban eufóricos, los juegos de bebidas no tardaron en aparecer. Todo parecía ir perfectamente hasta que de repente todo se volvió lento, los pensamientos cesaron al igual que los movimientos, fijé mi vista en Anna quien parecía estar paralizada; su sonrisa quedó sostenida por varios segundos; nuevamente estaba ocurriendo. Aún así, no sabía exactamente el porqué.
Mis ojos se abrieron más de lo normal cuando una silueta masculina salió de las sombras para colocarse justo debajo de las luces de neón, una cabellera pelirroja se asomó perdiéndose entre la multitud.
¿Era él? «Luck». Pensé y mi mente se confundió, ¿era posible? ¡Lo había encontrado! Nuevamente aquella sensación extraña se instaló en mi estómago haciendo que un frío intenso cale mis huesos. No iba a hacerle caso a dicho instinto cuando tenía la oportunidad de poder volver a tener a mi mejor amigo a mi lado. Di enormes zancadas que pronto se convirtieron en un apresurado paso para poder alcanzarlo. Había salido de la cabaña perdiéndose dentro de la oscuridad del bosque.
Nada podía estar bien, lo supe cuando las tenues luces de la cabaña Hanson se veían a lo lejos.
«mierda». Pensé y estaba furiosa porque había perdido la oportunidad de tener a Luck frente a mí.
—¡Luck! —grité sin obtener respuesta. Giré sobre mis pies, mi vista dirigiéndose hacia varias direcciones; me concentré, traté de buscar su esencia, su mente. No había nada.
Caí al suelo con desesperación, mis rodillas tocaron el frío rocío nocturno y una lágrima recorrió mi mejilla.
Una brisa furiosa se abrió paso violentamente entre los pinos azotando mis cabellos contra mi rostro, inhalé profundamente tratando de contener las lágrimas. Mi mente se puso en alerta cuando mentes furiosas se instalaron en la mía.
Una pelea a muerte estaba sucediendo no muy lejos de donde me encontraba. Llevé mis manos a los ligueros de cuero que tenía sujeto a los costados de mis muslos, que inmediatamente se encontraron con las empuñaduras de mis dagas; las tomé con decisión y me levanté del suelo. Limpié con furia mis lágrimas.
Debía apagar ese fuego interno de alguna manera. Esa no era mi pelea ¿por qué debía meterme solo para calmar mi mente? Sus pensamientos asesinos y perversos no me dejaban, no podía callar las voces de los ancestros pidiéndome que haga mi trabajo, mis dagas pedían saciar su sed de justicia.
Caminé hacia donde sus pensamientos me dirigían, bajo mis pies pequeñas ramas crujian contra el fango. El bosque se encontraba cada vez más oscuro y frío en su interior, no me importaba en ese momento. Solo deseaba acabar con aquellas voces. Mis ojos se abrieron más de lo normal cuando me vista se encontró con la luminosidad de la luna llena alumbrando por completo lo que, en ese momento, parecía ser un cuadrilátero perfecto.
Distinguí con toda claridad las dos figuras que forcejeaban bajo el gran árbol de secuoya.
Una tenía un oscuro pelaje espeso el cual igualaba casi el color de la oscuridad. Era muchísimo más alta que la otra, su rostro estaba enfurecido; sus ojos grises estaban llenos de ira y sus garras listas para desmembrar. Su cuerpo tomaba la forma agazapada como si estuviese listo para atacar.
La otra tenía sus cabellos rubios hechos un desastre, alborotados por la lucha. Su boca se abrió violentamente mostrando los colmillos con furia, su cuerpo mantenía una posición de ataque y sus ojos verdes tenían pequeñas venas negras a su alrededor. El rostro de un monstruo.
Los observé durante varios segundos sin moverme. Me preguntaba porque no me vieron llegar y es que estaban tan metidos en su guerra que una simple humana no tenía porque importarles.
¿Por qué los ancestros me habían arrastrado hasta allí? Los ecos de su pelea no habían dejado mi mente hasta que logre llegar hasta ellos.
Podía sentir su rabia, su odio y su dolor. Sus gritos llenos de cólera aturdían mi mente. ¿Cómo habían llegado a estar en un combate a muerte?
«debo hacer algo», pensé. Los dos estaban terriblemente heridos y sangraban demasiado. ¿Por qué no podía reaccionar? Después de todo él era importante para mí aunque había decidido alejarse sin siquiera darme una buena explicación, ¿era esta mi perfecta excusa de castigarlo? No, claro que no. Eran ellos, los ancestros no dejaban que decidiera lo que era o no correcto ante mí.
Me concentré lo suficiente para alejar aquellos susurros de mi mente, era inútil. Di un paso arrepentido cuando aquel animal empujó al otro contra la corteza de un pino. Sostuve con fuerza las empuñaduras de mis dagas, debía hacer algo. Él estaba fuera de control, su furia era de tal magnitud que podía sentirla, así como oírla. Sus ojos en sangre se fijaron en aquella bestia de mas de dos metros de altura y se apresuró para abalanzarse sobre su cuerpo.
¿Y si no estoy aquí por los ancestros? Pensé y mientras lo daba vuelta en mi mente los ancestros se callaban, lo había logrado; estaban fuera. Él estaba herido. Su mente furiosa me había llamado allí, a lo mejor—y sólo a lo mejor , tenía la esperanza de que pueda ayudarle—debía protegerlo.
Las dos bestias estaban luchando contra el fango, gruñendo sin control; uno de ellos dejó salir un fuerte alarido cuando garras se introdujeron en su espalda.
Me acerqué rápida y silenciosamente, la luz de la luna llena alumbraba por completo el lomo de aquel licántropo, quien sostenía de una forma antinatural a su oponente.
—Mierda —susurré al ver que aquel licántropo no era como los lobos que se encontraban en la manada del pantano. Era… diferente. Se veía amenazador.
—Dylan —musité al verlo debajo de aquella bestia, con sus ojos en sangre y sus manos desesperadas buscando la garganta del otro, quería estrangularlo, acabar con él. Pero, no podía, simplemente no lo lograría.
La cólera me invadió por completo, el miedo a perderlo se instaló en mi estómago, una punzada recorrió mi cuerpo llegando así a mi corazón. Él iba a morir y yo lo perdería.
Una ira incontrolable me tomó por completo, ira y una actitud protectora.
Las manos de Dylan seguían queriendo estrangular a la bestia quien sin piedad alguna clavó sus filosos dientes en su brazo. No lo dudé y me abalancé hacia ellos. No creía que fuera lo suficientemente fuerte pero así fue, si lo era. Tiré al licántropo contra la corteza de un pino liberando a Dylan de sus garras quien había quedado muy mal herido con su brazo casi desgarrado.
—¡Madison, No! —gritó oyendo la cólera de su propia voz.
El licántropo observó el panorama por largos segundos. Se agazapó y comenzó a acercarse lentamente a mí, gruñendo por lo bajo como un cachorro cuando le quieres quitar su hueso. Apreté las empuñaduras de mis dagas y comencé a caminar hacia él para luego correr y abalanzarme sobre su enorme figura. Oí nuevamente el grito de desaprobación de Dylan.
¿En que estaba pensando? No sería así de fácil. «Al menos Dylan ya no estaba cautivo», ese pensamiento me reconfortaba.
Fue por mucho, más rápido que yo; sus garras rodearon mi cuello aprisionándome contra un pino, mi espalda ardía por la presión que hacia la corteza contra mi piel. Alcé mi daga en alto y la enterré en su rostro dejando una profunda herida por debajo de su ojo derecho, haciendo que suelte un gruñido ensordecedor. Logré que me soltara e inmediatamente lo tomé por detrás, rodeé su cuello con mis brazos y comencé a asfixiarlo. Él era más fuerte, se removió bruscamente, con violencia, arrojándome al suelo. Corrió hacia a mí y con su enorme figura me aprisionó contra el fango, su rostro furioso se vio aún más aterrador cuando mostró sus afilados dientes, estaba listo para atacar mi cuello expuesto. Con mi mano libre busqué con desesperación una de mis dagas—era inútil—no podía alcanzarlas, divisé la herida que le había proporcionado y la recorrí con mis dedos pero él apartó la mano de un golpe. Volvió a gruñir y a mostrar los dientes.
No iba a rendirme, nuevamente fui por sus ojos con mis uñas, inmediatamente mi dedo pulgar se topó con la herida que yacía bajo su ojo derecho, el calor de la sangre abrigó mis dedos cuando los enterré por completo, Retorcido por el dolor me soltó. Aún así, antes de tirarme a un lado, clavó sus garras en mi hombro izquierdo.
Fijó sus ojos grises en los míos, su mente era un enigma, estaba cerrado a mí; no podía saber lo que realmente pretendía hacer, ¿cuáles eran sus planes? No había sobrenatural que se resistiera de esa manera ante mí mente ¿Qué tenía él de especial?
Nuevamente corrió hacia a mí, me tomó por el cuello, levantándome hasta quedar a su altura, mis pies ya no tocaban el frio suelo. Me estaba asfixiando. Mis manos temblorosas forcejaban con la suya la cual rodeaba por completo mi garganta. Me volteó para que mi vista quedara fija en Dylan quien estaba tirado en el suelo con la mirada perdida.
«Dylan». Pensé al verlo de esa manera. Mi sangre lo estaba desafiando, estaba teniendo una pelea interna con su propia bestia. ¿Cedería ante la sed incontrolable? No lo creía posible, aunque, a decir verdad, el olor a tanta sangre vuelve demente a cualquier oscuro.
El licántropo nuevamente se llevo toda mi atención en cuanto su enorme figura se pegó a mi espalda, frialdad pura emanaba de él; me estremecí. Aún así, seguí luchando para zafarme de su agarre. Mi poder no era suficiente ante él, parecía ser que todo iba en picada para mí, ¿Por qué no funcionaba? No comprendía su inmunidad ante mis poderes, su mente estaba totalmente cerrada, no podía sentir ni oír nada proveniente de aquella bestia.
—Morirás hoy, pequeña.—Una voz gutural y fría sonó en mi cabeza. Había conectado su mente con la mía.
Me removí furiosa cuando una de sus manos se introdujo debajo de mi vestido para recorrer mi abdomen con su filosas y heladas garras, la piel me quemaba por el dolor que proporcionaba la presión que la bestia realizaba al deslizarse de esa manera en mi cuerpo, dejé salir un grito lleno de agonía cuando sus garras llegaron a la piel entre medio de mis pechos y las comenzó a enterrar sin compasión alguna. Dejó salir un alarido, el cual lo dejó total y completamente vulnerable ante mí, su mente y su alma estaban en un completo descontrol.
¿Qué le impedía terminar el trabajo? Algo más fuerte que él no lo dejaba hacerme daño y no, no eran los ancestros, de eso estaba completamente segura.
Caí al suelo en el instante que él se llevó las manos a la cabeza, algo en su mente, muy en el fondo lo estaba castigando por tal acto contra mí.
«No puedes hacerle eso».
«No es correcto».
«Va contra las leyes».
«Si lo vuelves a hacer, morirás».
No entendía absolutamente nada. Sus manos seguían apretando su cabeza, gritos desgarradores salían de su garganta. De a poco, mientras el licántropo se retorcía, su forma humana volvía, dejando así un cuerpo desnudo sobre el fango.
La sangre caliente comenzó a deslizarse por mi cuerpo humedeciendo mi vestido blanco, el cual estaba teñido de color escarlata. Giré violentamente cuando una rama crujió detrás de mí. Dylan ya no se encontraba allí.
Otra rama crujió y me apresuré a ir por mis dagas. Mi cuerpo dolía, me cabeza estaba ardiendo y sentía el latido del corazón en mis oídos.
Un cuerpo se abalanzó encima de mí haciendo que caiga de espalda al suelo. Su ataque me había tomado por sorpresa, a decir verdad, jamás creí que tendría que estar en esta situación, no con él.
—Dylan, no quiero herirte —espeté mientras me removía furiosa debajo de él.
Su mano rodeó mi garganta, sus dientes eran su arma, él lo sabía. Sus ojos en sangre me miraron con frialdad, él era mi depredador y yo su presa, debía alimentarlo eso era todo lo que él pensaba. Muy en el fondo en algún oscuro lugar de su mente se encontraba el Dylan que yo conocía, el que verdaderamente era él. Mi cuello quedó expuesto en cuanto Dylan apartó los cabellos que caían a los lados de mi rostro.
—Dylan —le susurré sin obtener respuesta. El monstruo seguía ahí.
Iba a matarme. Incluso estando herido, sabía que debía hacer algo inmediatamente si no quería morir. Apreté con fuerza su brazo lastimado y sus labios se echaron hacia atrás para mostrar sus dientes. Como una serpiente, Dylan estaba listo para atacar.
Volteé mi cabeza a un lado para buscar con mis ojos las dagas, una de ellas había quedado no muy lejos de mí, si me estiraba los suficiente podía alcanzarla. Mis dedos se arrastraron sobre el fango, mi brazo derecho seguía estirado tratando de tomar la empuñadura.
«Un poco más» pensé. Dylan me miró con frialdad, negó con la cabeza y la comisura de su labio se elevó para formar una sonrisa retorcida.
—Se lo que haces —susurró muy cerca de mi rostro. Frialdad pura rozó mi oído. Estiró su mano y tomó la mía con fuerza, impidiendo así que tome mi daga.
Volvió a sonreír con malicia antes hundir su rostro en mi cuello sin pudor alguno. Sus colmillos desgarraron la carne, haciendo correr la sangre. Lo había hecho, me había mordido, se había atrevido a hacerlo.
—¡Dylan! —Una voz gruesa y furiosa llegó a mis oídos. Conocía perfectamente al dueño de aquella voz. Entonces se detuvo, separándose lentamente de mí, mientras su expresión cambiaba. Sus ojos se abrieron mas de lo normal cuando se dio cuenta de lo que había hecho. El comportamiento animal había desaparecido, reemplazado por una expresión de perplejidad, asombro y culpa. Se sentó a mi lado sin dejar de mirar las heridas de mi cuerpo.
—Madison —murmuró, con su voz quebrándose—. Madison, ¿qué he hecho?
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