CAPÍTULO 3 Círculo vicioso
Era Lunes por la mañana y mis ojos ya se encontraban abiertos antes de que la alarma comenzara a sonar. Las voces ya no estaban en mi cabeza, no escuchaba los pensamientos ajenos sin que sea estrictamente necesario.
Las gotas golpeaban con furia la ventana de la habitación, fijé mi vista en el gran ventanal que había frente a mi cama—Una bella vista, aún así, la anterior me agradaba más—los pinos comenzaron a mecerse al ritmo del viento; la habitación se iluminaba con cada relámpago. Estaba segura de que tenía el control de todo pero allí estaba a las seis de la mañana, despierta y asustada. No hacía más que decirme que todo iba a estar bien pero simplemente sucedía que estaba hecha un desastre desde la muerte de mi madre. Debía volver al instituto, todo sería normal pero aún así, me sentía tan asustada. Tan perdida...
Antes de levantarme de la cama fijé mi vista en mi mesa de noche donde mis dagas descansaban sobre mis libros de matemáticas, solté una bocanada de aire y muy desganada me metí en la ducha, el agua caliente comenzó a deslizarse sobre mi cuerpo y el vapor inundó el lugar; cada vez que cerraba los ojos aquellos recuerdos del castillo volvían. ¿Por qué mi mente se empeñaba en torturarme de esa manera?
Al salir sequé mi cuerpo y mi cabello. Me coloqué el uniforme y bajé sin prisas las escaleras de la mansión Leviné. En el comedor, Gia y Dylan me esperaban con el desayuno, me sentía fuera de lugar; esa no era mi cocina, en la cafetera no estaba mi madre preparándome el café y en el gran mesón no se encontraba mi pequeña hermana comiendo sus galletas de vainilla. Todo mi mundo estaba de cabezas.
—¿Lista, cabello de fuego? —Dylan me quitó de mis pensamientos en el momento que posó su mano en mi hombro.
—Así es —dije con voz apacible —Vamos. —solté mientras caminaba hacia la salida.
—Espera, Mady, ¿No piensas desayunar? —dijo Gia, antes que me viera desaparecer de la cocina.
—No, Mamá... —dije sin pensar y volteé lentamente. Quedé en silencio luego de caer en la realidad. Dylan me miró con lástima y no soportaba más esas miradas. Sin decir absolutamente nada me dirigí con prisa a la salida.
—Adelante, cariño —dijo Ryan quien me esperaba con enorme paraguas negro —. Tengo todo cubierto —soltó mientras me habría la puerta de su coche —Seré tu chaperón por un día.
—Está bien pero, ¿Qué hay de Dylan? —inquirí y él se encogió de hombros.
—Puedes ir con él, Mady. Esperaré a Gia —soltó Dylan mientras se apoyaba en el capot de su auto, aún con todo lo que ya conocía de él, seguía pareciendo misterioso; su mirada era la misma, su andar y hasta su olor pero algo no andaba bien en él, sentía que había algo que en realidad estaba ocultándome —Cuídala, hermano. —dijo en dirección a Ryan y este asintió para luego meterse en su coche. Lo miré, esperando a que viniera a mi pero eso no sucedió y no entendía el porqué, después de todo mis poderes ya se encontraban bajo control; era lo único que nos impedía estar lejos uno del otro ¿o no?
El camino por el bosque era casi intransitable pero por lo que podía notar, el Camaro de Ryan podía con cualquier clima. El instituto quedaba en el centro del pueblo, eso quería decir que debería pasar por mi casa para llegar a destino; sabía que no sería fácil, lo supe cuando tuve una sensación extraña en mi pecho al girar en mi calle, pensé de repente: «Mamá y Cassie saldrán en cualquier momento para ir a su instituto. Seguramente estarán en el porche delantero, Mamá debe estar preocupada por que Cassie no caiga con sus patines de la escalera cuando esta se apresure para ir directo a los charcos. Y seguramente, mi pequeña hermana tendrá en su rizado cabello sus dos coletas de conejo, esas que le encanta usar».
Lo sé. Era estúpido.
Pero incluso cuando vi la casa, el jardín y el porche delantero vacío seguí sintiendo lo mismo. Una sensación aún más extraña se instaló en mi pecho cuando dirigí mi vista hacia la ventana de mi habitación, podía jurar que alguien estaba allí, pegado al vidrio, observándome, como si realmente me estuviese esperando.
—¡Para, para! —le ordené a Ryan y este apretó el freno de repente.
—¿Qué sucede? —inquirió en el momento que bajé rápidamente de su coche. Mojé mis zapatos en el instante que pisé la calle, el agua de la lluvia que golpeaba con furia el asfalto salpicó mis piernas y mis medias blancas.
—Hay alguien dentro de mi casa. —dije simplemente.
Cerré la puerta del auto y comencé a dar zancadas hasta llegar a la puerta pero Ryan me detuvo en el porche.
—Hasta ahí, cariño. ¿Qué piensas hacer?
—¿Entrar? —pregunté irónicamente y tomé el picaporte.
—Espera —Ryan tomó mi mano impidiendo así que logre entrar.
—Déjame, Ryan. —le exigí —Sé que hay alguien. Lo vi en mi ventana. —repetí y él negó con la cabeza.
—No hay nadie allí —dijo entretanto se alejaba de la puerta para fijar su vista en la ventana de mi habitación.
—Veremos —solté cuando abrí la puerta y puse un pie dentro de mi casa. Todo se encontraba en penumbra. Sin embargo, un relámpago alumbró por completo el interior de mi hogar.
—Vamos, niña. Hazme caso. Le dije a Dylan que te llevaría al instituto directo, no hagas que quede como mentiroso ante mi hermano.
—También le prometiste que me cuidarías —Ryan rodó los ojos ante lo dicho y yo le di una sonrisa a boca cerrada.
Caminé lentamente hasta quedar frente a la escalera, posé mi mano en la baranda, creía que tenía el valor para subir pero simplemente me quedé en el vestíbulo escuchando, esperado oír a mamá desde la cocina o a Cassie andando en patín por toda la casa.
Justo entonces, un extraño sonido se oyó en la planta de arriba y me invadió la sensación más horrible que he tenido jamás. Nunca me había sentido tan total y completamente perdida. Ryan se posicionó inmediatamente delante de mí, impidiéndome el paso.
—No subirás allí —exclamó mientras se cruzaba de brazos.
—Debo averiguar quién está en mi casa. —dije para luego subir un escalón.
—No te dejaré. —Ryan se colocó nuevamente delante de mí, quedando muy cerca de mi rostro.
—Inténtalo. —dije y la comisura de su labio se enarcó en una sonrisa divertida.
—No me provoques, cariño. —replicó y relamió sus labios. Su mirada se fijó en la mía, sus ojos lentamente comenzaron a recorrer cada parte de mi rostro y me aterraba la idea de estar en una misma habitación con Ryan y su poder para manipular los sentimientos. Aclaré la garganta para volver a hablar.
—Suficiente, Ryan. Debes dejarme subir. Esta es mi casa.
Era mi casa. Sin embargo, ¿Por qué eso me sonaba lejano? ¿cómo si fuese una vil mentira?
Había nacido aquí, el pueblo de Whistler. La calle forks, siempre viví en la misma calle y en la misma casa, siempre. Esa, junto al gran ventanal de la sala, era mi vieja silla donde me sentaba a escribir, con las manchas de pintura en las que Cassie había hecho en una tarde de travesuras, en la planta de arriba se encontraba mi habitación, donde las fotos Polaroid adornaban el techo, las marcas de quemadura que yacían en las tablas del suelo, donde las chicas y yo habíamos intentado hacer una especie de ritual con una hoja arrancada del grimorio de la abuela de Anna; donde recuerdo estar a punto de encender toda la casa por una vela.
Podía mirar por la ventana y ver los enormes pinos a los cuales los plasmé en un cuadro miles de veces o el estudio de arte, todo eso era mi hogar. Pero después de la muerte de mi madre y el tener que alejarme de Cassie me parecía extraño, como si yo ya no perteneciera aquí, ni a la casa; ni siquiera al pueblo. No pertenecía al mundo en el que generalmente las personas comunes estaban acostumbradas, sino más bien pertenecía a un mundo nuevo, lleno de oscuridad el cual me aterraba y no podía encontrar el equilibrio perfecto entre mi antigua realidad y esta.
—¿Sigues aquí? —la voz de Ryan me quitó de mis pensamientos.
—Aquí estoy —dije para luego subir un escalón más —¿Vienes o voy sola? —pregunté y él rodó los ojos.
—¿Qué piensas encontrar allí? —inquirió mientras se apoyaba en la barandilla —¿Acaso crees que puede haber algo bueno en tu habitación? No habrá más que recuerdos amargos.
—Eso no importa. Debo averiguar quién está en mi casa.
—¿Y si es uno de los vampiros de Samuel? No olvides que sigues siendo humana, cariño.
—Puedo con esto, tú y Dylan estuvieron entrenándome —le recordé —, Además... —murmuré mientras tocaba a los costados de mi falda.
—¿Qué llevas ahí, Madison? —preguntó con curiosidad mientras llevaba sus brazos cruzados a la altura de su pecho.
—Bueno... no me parecía apropiado dejarlas en tu casa además, me dan confianza; siento una gran conexión y tranquilidad cuando las llevo conmigo —confesé.
—¿Piensas que es necesario llevar tus dagas al instituto? Lo único sobrenatural que encontrarás en ese establecimiento son las hormonas alborotadas de los estudiantes —dijo para luego soltar una risita —. No hay nadie aquí, cariño. Vámonos.
Otro ruido se oyó y Ryan fijó sus ojos en los míos, llevó su dedo índice a su boca ordenando a que guarde silencio, luego de eso su dedo se posó en su oreja e hizo ademán para que escuchara. Inmediatamente saqué mis dagas en el instante que Ryan se acomodó su chaqueta de cuero.
Un silencio misterioso reinó en el lugar.
Comenzamos a subir lentamente la escalera pero un chillido sonó cuando pisé la tabla del escalón que estaba casi levantado. Lo que sea que estuviese allí arriba salió huyendo en el instante que nos escuchó subir; rápidamente se abrió paso entre nosotros chocando contra mi cuerpo, haciendo que ruede por la escalera, unos segundos más tarde me encontraba desplomada en el suelo con un rasguño en mi rodilla y Ryan a mi lado echándome una mirada de «te lo dije».
—Eso debió doler —Ryan se burló y yo negué con la cabeza.
—Deja de burlarte, Ryan. Te lo advierto. —dije en el momento que me puse de pie y guardé mis dagas en los ligueros de cuero que traía bajo mi falda.
—Últimamente me estás dejando varias advertencias, cariño. Lo gracioso de todo esto es que no cumples con ninguna de ellas. —contraatacó luego de estudiar mis movimientos.
—Basta de estupideces, Ryan. —dije oyendo la colera de mi propia voz. —¿Hasta cuando te comportarás de esa manera?
—Siempre he sido así, cariño, y no voy a cambiar ahora. Además, es divertido molestarte. —replicó para dar un paso hacia a mí, al retroceder mi espalda chocó con la fría pared de la sala.
Tragué grueso y él avanzó más a mí. Colocó su mano derecha en la pared y hundió su rostro en mi cuello sin pudor alguno. Inhaló, extasiado.
—Ryan... -musité.
—Cariño... —contestó mientras abría los ojos. Dejó salir un suspiro —¿No preguntarás nada sobre aquella noche? —inquirió.
—¿Aquella noche? —pregunté cohibida.
—Sí, la noche en la que te traje sana y salva a tu hogar. No has preguntado nada sobre eso, se que lo sabes, lo recuerdas. Aún así, ¿por qué no viniste a mi en cuanto lo supiste?
La verdad era que estaba hecha un lío luego de la muerte de mi madre, había escondido aquel recuerdo en algún recóndito lugar de mi mente. ¿Por qué preguntarlo ahora? Más aún, ¿Qué caso tendría luego del terrible desenlace? Lo hecho, hecho está y nada cambiará.
—Claro, la verdad es que no recuerdo nada de esa noche, Ryan —mentí —Aquel día en el castillo...
—¿Te refieres al día en que tu cuerpo cubierto de sangre se aferró al mío buscando refugio? Se que lo recuerdas, Madison. —susurró cerca de mi oído.
—¿Qué pretendes con todo esto, Ryan? ¿Qué ganas tú con que yo recuerde el día en el que me trajiste ebria a casa?
—Porque no solo estabas ebria, cariño. —soltó y dejó la duda en el aire.
—¿Entonces? —pregunté con la esperanza de que siga el relato.
—Entonces deberás preguntar —contestó mientras una sonrisa ladina se le dibujaba en el rostro.
—Solo dilo, Ryan —dije con hartazgo.
—Así no es divertido. Vamos, se que puedes ser más amable que eso —soltó luego de agarrar uno de mis cabellos entre sus dedos —. O quizás no estás tan interesada en saberlo...
—¿Por qué tu aroma ese día era tan... extraño?
—Hedor a lobo —dijo simplemente.
—Pero, estabas cubierto en él —repliqué mientras me obligaba a recordar y aquel olor volvía a mí como si realmente lo estuviese viviendo.
—Sangre y perdición —Susurré y él dibujó una sonrisa perversa en su rostro.
—Néctar y ambrosía —Susurró muy cerca de mi oído, tocó mi oreja con la punta de su nariz y me erizó por completo.
Justo allí, delante de mis ojos estaba el recuerdo mas vivo que nunca, me paralizó el simple hecho de estarlo viviendo nuevamente, delante de nosotros como si se tratase de un mal chiste.
Aquel chico cubierto de sangre pasaba el umbral hacia el interior del hogar para dirigirse a las escaleras, en sus brazos una joven pelirroja descansaba en su pecho.
Ryan tomó mi mano, obligándome a seguir aquel recuerdo. Subimos las escaleras, justo detrás de aquel muchacho; pasamos el pasillo hasta llegar a mi habitación. Su olor era el mismo de aquel día, sangre, venganza, euforia y perdición.
Colocó a la joven en la cama, es decir, colocó mi cuerpo desmayado en mi cama para luego dirigir su mirada en nuestra dirección. Sus ojos estaban en sangre, las venas negras alrededor de los mismos aún se notaban; su camisa blanca se encontraba rasgada y cubierta de sangre al igual que su rostro y sus brazos. Era aterrador verlo de esa manera, jamás había logrado ver el rostro de Ryan completamente transformado.
Se inclinaba hacia a mi cuerpo por segunda vez... y me volvió a observar como si tratara de descifrar algo en ese instante.
—Solo tenía que abrir mi boca para probarte —susurró Ryan en mi oído mientras seguíamos observando el panorama —Beber... —inhaló en el momento que su vivo reflejo hundió su rostro en mi cuello —Pero no lo hice, no pude —dijo simplemente cuando lo que vimos fue el beso plantado en mi cuello, dejando una leve mancha de sangre.
—¿Por qué no lo hiciste? —inquirí, curiosa. Lo miré pero luego por impulso dirigí mi vista hacia otro lado
—Simple... —dijo tomando mi barbilla con su dedo índice, obligándome así a que lo mire, fijó una vez más sus ojos en los míos, relamió sus labios y soltó: —. Solo sería un círculo vicioso.
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