CAPÍTULO 2 Susurros
Aún sin dormir las pesadillas no cesaban, noche tras noche, día tras día.
Durante el día los pensamientos ajenos que se instalaban en mi mente podían pasar casi desapercibidos ¿daban miedo? Sí. Sin embargo, no eran tan amenazadores como los de la noche. Aquellos pensamientos nocturnos eran demasiados oscuros y perversos; la oscuridad les brindaba ese aire particularmente vulgar para recrear sus más viles atrocidades.
—Madison... —una voz ronca llamó desde el otro lado de la puerta e inmediatamente me senté en la cama.
—Dylan... —solté mientras lo observaba pasar el umbral hacia mi habitación. Se sentó en la orilla de la cama. —¿Dónde estabas? inquirí. Me sentía en posición de preguntar ya que por dos días no había señales de él. Soltó un suspiro y volvió a hablar.
—¿Cómo has estado? —dijo simplemente. Se sentía distante.
—Bien, supongo. —respondí —Tú... ¿no me dirás donde estabas?
—¿Debo hacerlo?
—Solo si tú quieres —respondí y en el momento que quiso tomar mi mano la alejé bruscamente —. No quiero herirte.
—Por esto es que no vengo a ti, no puedo soportar verte de esta manera, ni siquiera puedo tomar tu mano. —espetó con algo de furia —Si tan solo...
—Sabes que no es por ti, Dylan. —lo interrumpí.
—Por eso mismo debe prepararse, hermanito —dijo Ryan entretanto se apoyaba en el marco de la puerta, sus brazos estaban cruzados a la altura de su pecho y aquella sonrisa ladina aún seguía intacta en su rostro como el primer día —Si realmente quieres volver a tocar su rojizo cabello o ¿Cómo es que le dices tú? ¿Cabello de fuego? —soltó con ironía al pronunciar aquel apodo con el que Dylan me llamaba.
—No es gracioso, Ryan. Deja de burlarte. —lo regañé y él rodó los ojos.
—No es el momento, aún no. —dijo Dylan.
—¿Y cuando lo será, Dylan? Basta con tantas estupideces. Me tienes harto, ya no puedes tenerla tras un cristal como antes, debes dejarla ser. Tiene las herramientas para protegerse, solo debemos enseñarle a usarlas correctamente.
«Buen punto».
Dylan lo pensó, negó con la cabeza y se levantó de golpe de la cama para posicionarse delante de Ryan.
—Está bien —dijo resignado —. Pero, solo nosotros no podremos. Debes llamar a Anna.
—Bien, llamemos a la bruja adolescente entonces. Prepárate —dijo en dirección hacia a mi —, Gia y Anna estarán aquí en media hora. —luego de eso los hermanos Leviné dejaron mi habitación.
Me levanté rápidamente y fui hacia el baño, me observé por largo rato en aquel espejo: mi piel estaba más pálida de lo normal, mis pecas resaltaban aún más y bajo mis ojos, las ojeras dejaban las señales de las pesadillas constantes de cada noche. Solté un suspiro antes de meterme en la ducha.
Al salir fui hacia el vestidor donde los Leviné lo habían llenado de todo tipo de ropa, zapatos elegantes y zapatillas deportivas. En el suelo aún se encontraban mis maletas sin abrir, me senté junto a ellas y comencé a hurgar; en la primer maleta se encontraban las fotos de mis padres, las observé por un rato y luego la deje a un lado, tome mis tenis blancos, un jogging gris y una sudadera negra; salí de la habitación y me dirigí al corredor donde al final una gran escalera había frente a mi. Voces provenían de la planta baja, bajé con cautela y en la sala, Anna me recibía con una cálida sonrisa para luego abalanzarse sobre mí.
Así como sentía a los oscuros y a los hijos de la luna, también podía sentir a las brujas; los pensamientos de Anna eran tranquilos y llenos de bondad.
—Oye, bastante tengo con estos dos ¿ahora tú también decides entrar en mi mente? —dijo Anna y sonrió en el momento que cerró su mente.
—Lo siento. —dije cohibida.
—Es broma, Mady. Puedes estar tranquila, tú sabes todo sobre mí. Recuerda que desde niñas una sabe lo que piensa la otra con tan solo mirarnos, que entres en mi mente no me molesta pero por ahora dejaremos mis pensamientos solo para mí.
—De acuerdo. —solté un suspiro, me acerqué al gran ventanal y mi vista se fijó en el bosque. El día estaba nublado y una densa neblina había encima de los pinos. Fijé mi vista más allá y una silueta salió por atrás de aquellos árboles, podía sentirlo, me parecía extrañamente familiar su aspecto, su olor y su sentir. Dio un paso al frente; mi vista se acomodaba para poder ver más allá pero de inmediato se esfumó, no sabía el porqué pero cuando sentí un escalofrío calar mi espina dorsal lo supe.
—Oye... —sus manos posadas en mis hombros me exaltó —Tranquila, cabello de fuego. —musitó —Aún no me acostumbro a no poder tocarte. —di la vuelta para quedar frente a él.
—No hay problema —dije mientras lo observé a Ryan quien, inmediatamente se posicionó a mi lado. Gracias a él podía manipular perfectamente mis sentimientos. Dylan nos observó con extrañeza.
—¿Qué sucede aquí? —inquirió con algo de curiosidad.
—¿Por qué lo preguntas? —solté y Dylan negó con la cabeza.
—Me refiero a ustedes dos. —dijo señalándonos.
Ryan soltó una risa y yo me marché de allí, yendo hacia donde Anna y Gia se encontraban. No era la indicada para revelarle a Dylan uno de los grandes poderes de su hermano. Sentía que estaba siendo injusta con Dylan pero la única manera en que no podía dañarlo era con Ryan a mi lado.
—Mady... —Anna me tocó el brazo con su codo y la miré inmediatamente —Deberás controlarte antes del regreso a clases. Es el último año.
«El último año». Pensé y la angustia me inundó por completo cuando Luck se vino a mi mente, ya no estaba aquí, no había rastro ni noticias sobre él. ¿Podía ser posible que esta tierra sobrenatural se lo haya tragado por completo?
—¿Qué hay de Vanessa? —inquirí y Anna negó con la cabeza. Hacía meses no tenía contacto con ella, ni tampoco asistió al velorio de mi madre —¿No la has visto? —pregunté sin obtener respuesta —¡Anna! —pronuncié su nombre con hartazgo —Debes decirme, ¿Qué hay de Vanessa? —repetí la pregunta, tomando con fuerza la mano de la rubia.
—Eso duele, Mady. ¿Puedes soltarme? —pidió con voz apacible —¡Que me sueltes! —dio un tirón al mismo tiempo que elevó la voz y en aquel momento sus pensamientos ya no estaban en armonía, sino que se encontraban fuera de control, al igual que los míos.
—¡Madison! —en el momento que Ryan se posicionó a mi lado la solté.
—Lo siento —dije al ver lo que había hecho: la mano de Anna había tomado un color rojizo en la parte donde estaba mi agarre. Salí inmediatamente de allí, dirigiéndome hacia el jardín trasero.
Detrás de mí vinieron todos, querían apoyarme en todo esto pero yo solo quería huir de allí. No quería lastimar a las personas que amo, no podía permitirme volver a tener ese tipo de reacciones. Sin embargo, ¿Cómo poder estar en control cuando los que me rodean están llenos de oscuridad?
Di la vuelta en el momento que los sentí detrás de mí.
—Basta, ya no quiero esto.
—Debes calmarte, Mady —soltó Dylan mientras daba un paso hacia a mi.
—Tú no te acerques, por favor —le pedí en casi una suplica. Mis lágrimas no tardaron en salir.
—Calma, cariño —dijo Ryan mientras caminaba hacia a mí.
—No quiero esto, Ryan. Ya no. ¡Ya no quiero esto! —al elevar la voz una brisa furiosa azotó mis cabellos, me dejé caer de rodillas en el suelo y la muerte de mi madre volvió a golpear mi mente. El dolor que sentía era demasiado grande, era casi tan grande como el poder que llevaba en mí.
—Debes enfocarte —soltó Gia —Enfócate en un solo sentimiento a la vez.
—Vamos, cabello de fuego. Tú puedes -
—dijo Dylan en el momento que se arrodilló junto a mí.
—Puedo ayudarte, solo déjame entrar. —Ryan movió sus labios hacia mi dirección, tan lento y discreto para que solo yo los leyera. Asentí y lentamente caminó hacia a mi.
La neblina era aún más espesa, la brisa congelaba mi rostro pero mi cuerpo comenzaba a arder, mis venas me quemaban la piel; el sentimiento de venganza tomaba poder sobre mí ¿debía enfocarme en aquel sentimiento?
—Ryan, si toma el odio como enfoque la perderemos —Gia alzó la voz en dirección a nosotros —Lo que vayas a hacer deberás hacerlo ahora.
—Magia negra, hijos de la noche y oscuros —repetía en voz alta las voces que venían a mi mente en el instante que Ryan me levantó del suelo.
—Los ancestros —dijeron Anna y Gia en coro.
—Sus hermanos de la noche -dirigí la mirada a los hermanos Leviné quienes me miraban con atención —. «Los caídos» ya están aquí.
—¿Los caídos? —preguntó Dylan.
—Deben ser destruidos —aquellos susurros no dejaban mi mente y yo solo podía transmitir lo que ellos decían —Están llenos de poder y sin ningún remordimiento; pero aunque sean solo bestias inmundas con sus bocas embarradas de sangre, no deben ceder ante ellos. Debes tomar tu poder, eres la cazadora, debes decidir antes que ellos vengan por ti. —los susurros dejaron mi mente y cuando me estaba por dejar caer, Ryan me sostuvo impidiendo así que la gravedad haga lo suyo.
Las advertencias de los ancestros no se iban de mi mente. Me parecía algo ilógico poder escucharlos, algo que me era tan lejano ahora no se iría jamás de mí, este poder me perseguirá hasta la muerte.
—¿Quiénes son los caídos? —preguntó Dylan mientras se posicionaba a mi lado.
—Los vampiros de Samuel. —dije simplemente y Gia rodó los ojos.
—Ese maldito —soltó Gia con furia —Si hubiese estado allí ese día...
—Pero no lo estabas —la interrumpí —, Las pérdidas no volverán por más que lamentes no haber estado allí, Gia.
—Mady... —murmuró Ryan —Sabemos todo lo que perdiste pero no es culpa de Gia. Eso iba a suceder de todos modos.
—Claro, ella solo debía proteger a su familia. Dime, Gia, ¿pudiste averiguar algo sobre la profecía del vínculo? Por supuesto que no. Luca tenía la información necesaria pero tú... solo decidiste ir por el camino opuesto.
—¡Es suficiente! —soltó Gia y dio un paso al frente —Se que estás herida pero no dejaré que me hables de esa manera.
—No te tengo miedo, Gia. —di un paso al frente y fijé mis ojos en los suyos —No puedes hacerme daño, si te duele oír la verdad, lo siento. Pero así sucedieron las cosas. Nosotros te necesitábamos, yo te necesitaba y tú, solo pensaste en tu familia; eso fue muy egoísta de tu parte.
—Sí, Madison. Debemos ser egoístas, nosotros cuidamos nuestras espaldas mucho antes de tu nacimiento, siempre ha sido así, no puedes pretender que eso cambie de un día para otro. No todo gira a tu alrededor.
—Gia, suficiente —dijo Dylan y la tomó del brazo en el momento que sus ojos se tornaron blancos y los míos tomaron un color rojizo. Ryan posó su mano en mi hombro y mi furia interna parecía disiparse.
Por unos instantes me encontré fuera de control y eso no podía permitirlo, estaba lastimando y alejando a las personas que amaba, debía hacer algo de inmediato.
—Si están seguros de que ustedes pueden ayudarme, háganlo. Por favor.
—Siento que me consumo a cada segundo que no estoy a tu lado, cabello de fuego. —dijo Dylan mientras fijaba sus ojos en los míos —Por supuesto que te ayudaremos.
»Durante los entrenamientos mentales con Gia y Anna, el dolor me atormentaba; en mi mente se instalaban los recuerdos de aquella noche, me acechaban los pensamientos oscuros y perversos de los sobrenaturales que se encontraban fuera de mansión. Sin embargo, nos concentramos mucho más en las mentes de los hermanos Leviné; de a poco y con perseverancia pude comenzar a controlar los impulsos de querer asesinarlos.
Construye tu lugar seguro, una pared. Siente qué y quién tiene acceso a tu mente. Siente el poder de tus dagas, vincula con tu poder. Visualizo un muro, una puerta roja, una entrada, mi poder emanando de mí. Bloquea esas mentes tanto como puedas.
Concéntrate.
Imagina una muralla entre tu poder, y aquellas mentes. no demasiada alta; no estás lista para eso aún, no podrás salir.
Concéntrate. frente a ti haz otra barrera, luego deja que caiga. Tus recuerdos oscuros, los negativos, tómalos. Ve a la puerta roja, mete los recuerdos negativos, ciérrala, ponle el seguro.
Visualiza.
Mantén tu mente en blanco, ahora visualiza nuevamente tu poder, su color, su maza. No sirves de nada si no estás conectada con tu poder, y correrás peligro si no puedes contenerlo. En tu mente, ve el poder, imagina como se ve, como se siente dentro de ti y expándelo. Haz que emane de ti. No. Así no. Inténtalo de nuevo. No, otra vez.
¡Concéntrate!
En los entrenamientos de fuerza, las heridas no eran tan mortales. Ryan sonreía y me provocaba en cada pelea, ataque tras ataque sin bajar la guardia. Al finalizar, cada día mi cuerpo quedaba cubierto de moretones y raspaduras, las cuales cada noche Dylan curaba con resiliencia. Todo estaba cayendo en su sitio; era el último fin de semana, las horas libres quedarían atrás para volver nuevamente al instituto.
Aquel domingo por la tarde, luego de saber que ya estaba lista dejé el miedo y grité con rabia, ya tenía el poder sobre mí mente, sosteniendo mis dagas y buscando venganza.
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