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Capítulo 12 La historia se repite

El silencio que había en el bosque acompañaba el sentimiento lúgubre y la oscuridad que emanaba de Luca. No me atrevía a decir nada más solo podía observar su mirada fría y vacía.

—Ya deja de observarme con lástima —demandó y desvié la mirada.

—No es lástima, es dolor. Ella era una buena chica.

—Eso ya no importa. No está, se fue. Él lo hizo.

—Tú lo obligaste —contraataqué y me paré en seco, desafiándolo con la mirada—. Si tú no hubieras hecho esta estúpida alianza, Aurora estaría aquí —bramé y luego solté un quejido cuando me sujetó aún más fuerte del brazo.

—Dylan me quitó lo que más me importaba, también sufrirá, sentirá lo mismo que yo sentí, ya sea por mí, Jack o Samuel... Él lo hará, llegará el momento y su Aeternum; su vínculo, dejará de existir para dejarlo en una completa e irreversible oscuridad.

—No tienes que hacer esto —me solté de su agarre pero inmediatamente Luca me volvió a tomar del brazo para jalarme hacia la profundidad del bosque.

Una ligera brisa peinó mi cabello hacia atrás trayendo consigo el olor a roble y a tierra mojada, ¿podía ser posible? ¿Era él realmente?

«Es el vinculo». me recordé y por un breve instante me sentí a salvo.

La nieve comenzó a caer cuando cruzamos la frontera; la montaña nevada nos daba la bienvenida al igual que la muralla alrededor del castillo de Samuel.

Me paré en seco. Los recuerdos de aquella noche venían a mi mente para estrujarme el corazón.

—No me hagas vivir ese momento otra vez —supliqué mientras mantenía mi vista fija al frente.

—No hay opción, Muñeca. —respondió negando con la cabeza.

—Siempre tenemos opción —repliqué —. Si tu temor es que yo termine con la existencia de los vampiros, puedes estar tranquilo, eso no sucederá.

—Las profecías no mienten —contraatacó para luego señalarme con el dedo índice —Tú más que nadie debería saberlo así que, tú serás nuestra perdición; la profecía se cumplirá y tú nos matarás. No dejaré que eso suceda —exclamó para luego jalarme hacia la entrada del castillo donde la nieve era más abundante.

Luca se quitó la túnica negra y me cubrió con ella al ver que mi reflejo ante el frío fue abrazarme a mi misma.

—Esto me trae recuerdos. —esbocé una débil sonrisa.

—La historia se repite —sonrió —. Y aún no devuelves mi chaqueta.

—Quedó en manos de tu reciente.... Amigo —contraataqué para hacer énfasis en la última palabra.

—Samuel no es mi amigo, solo es un medio para un fin —respondió y yo negué con la cabeza, no iba a seguirle el juego, ya no. No podía, no tenía las fuerzas. Mi mente estaba en los Leviné, los vampiros de Samuel no eran rivales para ellos. Sin embargo, El que estuvieran nuevamente en peligro y que yo sea la causa me enfurecía.

La puerta del castillo de Samuel estaba frente a nosotros y mi corazón se disparó, no quería seguir, no podía. Luca suspiró con hartazgo.

—Tienes que seguir, tú entrarás ahí aunque tenga que llevarte a la rastra, Muñeca. Y sabes que lo haré —le eché una mirada fulminante y él sonrió para seguir jalándome hacia el umbral —. Muy bien, hasta aquí, Muñeca —nos paramos dentro de las tierras del castillo y antes de que pudieran ojear el lugar, Luca colocó una bolsa de lona en mi cabeza.

—Sabes que ya estuve aquí ¿verdad? Es inútil que cubras mis ojos, ya lo vi todo.

—Samuel hizo algunas refacciones desde tu partida-respondió por lo bajo —Y quiere que sea una sorpresa.

«Una sorpresa. ¿Qué planes retorcidos tenía en mente?» Aquellos pensamientos me acompañaron todo el camino mientras Luca daba pequeños empujones para hacerme avanzar.

—¿Ahora son amigos de los lobos? —inquirí al momento que oí gruñidos detrás de nosotros.

—¿Cómo es que dice aquel dicho famoso? —preguntó con voz irónica —Ah, sí. El enemigo de mi enemigo es mi amigo.

—Eso es ser hipócrita, ambos clanes se han hecho daño ¿y de repente forman una alianza?

—Un medio para un fin —repitió —, Ya te lo había dicho, luego de tu muerte y la devastación de los Leviné, podremos volver a asesinarnos mutuamente si nos apetece pero por ahora nos une una gran causa —contraatacó mientras que con un empujón me hizo caer al vacío. Luego lo oí saltar detrás de mí y aterrizar a mi lado.

—Uy, no te lastimé ¿verdad? —ironizó para luego levantarme del suelo.

Todo estaba en penumbra, no lograba ver absolutamente nada pero si oír todo: murmullos de gente había a mi alrededor luego, el sonido de una reja rechinar. Luca me quitó la bolsa de mi cabeza y me empujó dentro de una celda.

Mis ojos tardaron solo segundos para acostumbrarse a la tenue luminosidad que había allí dentro, los barrotes estaban pintados de negro, y en algunos puntos la pintura se había sacado y endurecido para luego ser tomados por el óxido. Observé un angosto pasillo que estaba siendo iluminado por la luz de las velas, hasta que mis ojos se desplazaron por todo el lugar, consciente de que me encontraba nuevamente en las mazmorras del castillo de Samuel. Sin embargo, nada era como lo recordaba puesto que cuando me acerqué aún más a los barrotes, en las celdas de enfrente hombres y mujeres de alguna aldea estaban encadenados y en pésimas condiciones, dirigí mi mirada furiosa a Luca quien sonrió ante mi sorpresa.

—Ellos serán los primeros privilegiados —confesó mostrando una sonrisa perversa.

¿A que se refería?

—¿Qué? —inquirí curiosa y confundida, me acerqué a él y sujeté los barrotes.

—¿Acaso no lo entiendes? —preguntó con ironía entretanto colocaba ambas manos encima de las mías, hizo presión cuando intenté zafarme, sentí los restos de pintura seca incrustados en la palma de mi mano.

—Suéltame, Luca —le ordené con voz furiosa y él formó una sonrisa lenta a medida que iba disminuyendo el agarre, quité mis manos rápidamente cuando Luca las liberó, siseé de dolor al ver la palma de mi mano herida. Hice un paso hacia atrás cuando escuché un silbido tenue que salía del interior de aquella oscuridad situada en la entrada.

Solté un chillido, asustándome cuando dos enormes ratas se cruzaron por encima de mis pies, retrocedí rápidamente hasta que mi espalda chocó con la pared de la celda. Luca sonrió ampliamente al momento que giró su vista hacia la oscuridad, donde claramente él podía ver y yo... no veía absolutamente nada.

«¿Por qué no me ayudan?». pensé tratando de que los ancestros pudieran oírme, no entendía exactamente qué pretendían con todo esto. Estaba segura de que su plan era la extinción de los vampiros sin embargo, ¿qué esperaban exactamente? Quizás Ryan tenía razón y los ancestros tenían un plan más grande que todo este caos.

—¿Podemos comenzar? —Luca dirigió su pregunta hacia el oscuro pasillo. Me acerqué a los barrotes cuando tomé el suficiente valor para hacerlo, no me podía dejar intimidar por ellos, si era necesario lucharía hasta mi último aliento.

—Sé que eres tú —bramé con furia sujetándome con fuerza de los barrotes —. No seas cobarde y muéstrate, Samuel. —mi respiración se cortó cuando con suma rapidez Samuel salió de la oscuridad para colocarse frente a mí y posar sus ojos rojizos en los míos.

—Puedo ser muchas cosas, Rojita, pero un cobarde jamás —exclamó haciendo énfasis en la última palabra.

—¿Por qué te ocultabas entonces? —inquirí tratando de que mi voz sonara lo bastante segura para que no notara lo nerviosa que estaba. Debía mantener la calma, no podía dejar que la furia me dominara.

—Quería hacer esto más interesante pero lo jodiste todo, como siempre. —replicó negando con la cabeza para luego fijar sus ojos en los míos —Abre —le ordenó a Luca sin siquiera apartar la vista de mí.

Retrocedí por puro instinto cuando en un abrir y cerrar de ojos lo tenía dentro de la celda, su mirada era tan intimidante como la primera vez que lo vi. Sus ojos volvieron al color habitual cuando estuvo frente a mí, dejando aquellos iris escarlata para tintarlos de un negro opaco. Acercó su rostro al mío y elevó su mano para posarla en mi mejilla, corrí la cara a un lado evitando así que me tocara pero Samuel sujetó mí barbilla dejándome claro que esa acción mía no le había gustado para nada, lo supe cuando sus ojos se volvieron sangre.

—No puedes huir —murmuró y luego se inclinó hacia a mí para quedar cerca de mi cuello —. No volverás a escapar —susurró en mi oído —, porque si lo haces... si escapas nuevamente, prenderas en mí el instinto de caza y no querrás que eso suceda de nuevo ¿verdad? Cuando huyes de mí le suceden cosas malas a la gente que amas... —se apartó lentamente de mí y me observó con malicia al ver aquella expresión en mi rostro que no era más que un gesto de pura furia. —Las manos al frente, Rojita, Vamos se una buena chica para mí —esbozó una enorme sonrisa cuando coloqué mis manos al frente.

—¿Por qué tienes a estos aldeanos aquí? —inquirí mientras Samuel iba atando mis muñecas. No respondió —¿Por qué no respondes?

—Es una sorpresa —respondió al mismo tiempo que hizo un nudo con demasiada fuerza. Siseé de dolor cuando la cuerda comenzó a quemar mi piel.

—¿Por qué hechizaste la cuerda?

—¿Por qué siempre haces tantas preguntas? —contraatacó —Siempre hay que explicártelo todo, Rojita, ya deja de preguntar. Sin embargo, respondiendo a tu última pregunta... la última vez que te até, te escapaste y mataste a mi hermano. No volverá a ocurrir.

—Claro que no, ya no tienes hermano.

—¿Quieres comenzar a enumerar las cosas que perdimos en este castillo? Te aseguro que tú sales perdiendo. —fruncí el ceño ante su respuesta, sabía con exactitud que se refería a mi madre. Quedé en silencio y él sonrió victorioso.

—Vamos, afuera -ordenó mientras me hacia ademán para que saliera de la celda —¿Qué esperas? —inquirió jalando de la cuerda hasta lograr sacarme al pasillo.

—¿A dónde vamos? —inquirí al ver que nos adentrábamos en las mazmorras y nos alejábamos de las celdas.

Recordaba estos pasillos húmedos y oscuros, debía ser el lado antiguo del castillo. En mi mente se instalaron los recuerdos de aquella noche, la agonía con la que viví esos momentos. Me detuve en seco cuando unos gruñidos me quitaron de mis pensamientos, delante de nosotros dos lobos grises aparecieron escoltándonos hacia una puerta roja donde luego se colocaron a ambos lados para custodiar la entrada.

Samuel tomó el picaporte pero antes de abrirla, me echó una mirada llena de malicia como si lo que estuviera apunto de ocurrir allí dentro me destruiría y él lo disfrutaría.

La habitación la reconocí, pues es casi la misma que la otra vez y digo casi porque aunque el olor a humedad, la oscuridad y la camilla con manchas de sangre seguían allí, en un rincón de la habitación había una celda.

—¿Qué pretendes realmente? —inquirí dirigiendo mi pregunta a Samuel.

—Oh, dile... adelante, Samuel... dile —la voz de Luca estaba llena de diversión.

—¿Madison? —una voz proveniente del interior de aquella celda me hizo voltear. —¿Qué hace ella aquí? —su voz comenzaba a temblar y se le notaba la desesperación en cada frase que salía de su boca —¡Ese no fue el trato, maldito! —negué con la cabeza, caminando hacia la oscura celda del rincón, tragué saliva, nerviosa cuando aquel hombre apareció frente a mí sujetando los barrotes con demasiada fuerza. Me empezó a temblar el mentón y mis ojos se aguaron al escucharlo con la voz quebrada —Eres igual a tu madre, mi pequeña Madison. —hizo el intento de sacar su mano entre los barrotes pero estaban sujetas por unos grilletes.

Aunque me alegraba verlo nuevamente frente a mí las preguntas comenzaron a salir sin control de mi boca. Necesitaba respuestas. Necesitaba saber porque nos había dejado.

—¿Por qué? —inquirí llena de dolor —¿Por qué nos dejaste? ¿Por qué fingir tu muerte?

—Debía protegerlas. Y, no miento cuando digo que esa noche realmente morí, lo hice cuando tuve que dejarlas, cada parte viva dentro de mí se quedó con ustedes.

—¿Cómo es que estás vivo? —inquirí y él hizo silencio —Responde, tengo muchas preguntas, Papá. Por favor...

—Sabes cual es tu trabajo en este mundo y debes hacerlo. Pase lo que pase debes realizar la tarea que te encomendaron los ancestros, el legado de tu madre está en tus manos.

—Esas son tonterías —intervino Samuel —, No respondiste a sus preguntas, Leand. Que son las que realmente importan... al menos para mí, claro. Dinos... ¿Cómo es que estás vivo? —mi padre volvió a hacer silencio —Aunque te niegues a responder las preguntas de tu querida hija... yo lo haré por ti. Verás, déjame que yo te explique Rojita. —Samuel me tomó de los brazos y con brusquedad me subió a la camilla sin desatar mis manos; tomó las correas y sujetó mis pies, mi abdomen y una de las correas me sujetaba la cabeza por encima de mi frente, me removí furiosa sin lograr zafarme.

—¡Suéltala! -ordenó mi padre —¡Te mataré, Samuel, sabes que yo si puedo hacerlo! Solo un Híbrido puede matar a otro Híbrido. —Samuel no hizo reparo ante las advertencias de mi padre, solo se limitó a negar con la cabeza y a sonreír de manera perversa.

—Luca, deja esta absurda alianza, me ayudaste una vez, puedes hacerlo otra vez. -intenté convencerlo pero la sed de venganza por la muerte de Aurora era más fuerte, incluso aún más que la profecía del vínculo.

—Él no te ayudará, deja de suplicar, es vergonzoso —Samuel elevó la comisura de su labio para formar una sonrisa retorcida —Voy a responder las preguntas que tu padre no se animó, será divertido.

—¿Vas a matarme por la Rebelión? —le pregunté yendo directamente al grano.

—¿Qué gracia tendría asesinarte, cuando puedo hacer lo que siempre quise hacer desde que te descubrí? Solo escucha y no interrumpas, eso es grosero.

Me removí furiosa nuevamente y él soltó un bufido de risa.

—Quieta, Rojita. —me sujetó del brazo e intentó incrustar una jeringa en él pero no hubo caso, simplemente la aguja no traspasaba mi piel. Luca se echó a reír y Samuel lo miró de una manera tenebrosa. Estaba enfadado. —¿Cómo voy a hacer mis diurnos si tú no estás dispuesta a darme un poco de sangre? —bramó mientras llevaba sus dedos índices a los costados de su cien.

—No lo hagas mas difícil, Muñeca. —Luca se colocó a mi altura y sonrió de manera perversa.

—Jamás les daré mi sangre. No puedes hacer esto, Samuel. Si tus vampiros se hacen diurnos el pueblo quedará en ruinas. Ellos no saben controlarse y lo sabes. No lo hagas —Samuel oyó cada palabra de lo que dije pero aún así, no le importó.

Me removí furiosa nuevamente cuando un alarido salió de mi garganta al instante que Samuel clavó el bisturí en la parte interior de mi codo.

—Puedo hacer esto todo el día, Rojita. Deja de resistirte.

La herida se cerraba rápidamente cuando llenaba una jeringa, inmediatamente incrustaba el bisturí en mi brazo, una y otra vez.

Mi cabeza me palpitaba, mis manos sudaban frío y mis ojos me pesaban, a los lejos oía la voz de mi padre, maldiciendo una y otra vez a Samuel por lo que se estaba atreviendo a hacerme.

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