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CAPÍTULO 1 Incondicional

Se cumplía un mes desde la muerte de mi madre y yo estaba perdida. Cassie ya no se encontraba a mi lado y tuve que dejar mi hogar, la mansión de los Leviné me esperaba con ansias.

Antes de marcharme me dirigí al estudio de arte de mi madre, todo estaba igual como ella lo había dejado. El olor a pintura y arcilla inundaba el lugar. Un rayo de luz se abrió paso por la ventana iluminando mi rostro, inhalé profundamente tratando de aliviar mi pesar—nada funcionaba—mi hogar se sentía cálido con esos recuerdos pero eran solo eso, fragmentos de una vida pasada. Si cerraba los ojos y me concentraba lo suficiente podía sentir la voz de mi madre proveniente de la cocina: «—Madison, cariño. La cena está servida».

Las risa de mi pequeña hermana llenaba el lugar todos los días. Abrí los ojos cuando una lágrima comenzó a recorrer mi mejilla. Solté un suspiro y me acerqué a aquel lienzo blanco que yacía en el caballete de madera, tomé el delantal de mi madre, los pinceles de mi padre y comencé a pintar; trazos por doquier, pinceladas de melancolía, detrás de mí la radio antigua de mi padre comenzó a sonar, «Die for you» y así como el título de aquella canción decía, murió por mi, así lo sentía. Era mi culpa.

El crepúsculo nocturno pintaba el cielo de un anaranjado oscuro. Cuando comencé a quitarme ese peso de encima con aquella pintura, no tenía la certeza de lo que sería hasta que terminé; la luna sangrienta en lo alto le daba la perfecta luz rojiza a la espesa nieve que yacía en el suelo, sombras en varias direcciones y en el centro, rodeada por oscuridad, un alma en pena se encontraba de rodillas. «melancólico». pensé y solté el pincel al mismo tiempo que la canción había terminado. Una mano fría se posó en mi hombro y me exaltó.

—Lo siento —sonrió a boca cerrada —, Debemos irnos. —yo asentí y él tomó mis maletas.

Miré por última vez aquella pintura, solté una gran bocanada de aire, apagué las luces de aquella habitación y me marché de allí. No quería irme, no debía irme pero estaba sola y ellos no podían permitir que eso sucediera. Me acerqué lentamente hacia la puerta y al pasar el umbral Dylan me esperaba en el porche, unos metros más alejado estaba Ryan, abriendo la puerta de su coche haciendo ademán para que entre en él.

Durante el viaje el silencio reinaba el lugar, ni siquiera Ryan, quien era el que más hablaba en momentos indebidos, pudo decir algo. Notaba las miradas entre ellos mientras mi vista se fijaba fuera de la ventanilla. Ambos me observaban por el espejo retrovisor y alejaron la mirada cuando decidí hablar: —Ya dejen esas miradas de compasión, estoy bien. —espeté.

—No estás bien, Cariño —soltó Ryan —Y está bien no estar bien a veces ¿sabes? —fruncí el ceño ante lo dicho y a lo mejor tenía razón.

—Faltan pocos días para la luna llena —murmuró Ryan en dirección a Dylan.

—Basta con eso, hermano. Ella no está en condiciones.

—Hermanito —Ryan apretó los dientes —, Es inútil que sigan retrasándolo.

—¿Pueden dejar de hablar como si yo no estuviera aquí? —bufé y negué con la cabeza.

—Hablaremos al llegar a casa, Cabello de fuego. —dijo Dylan y Ryan rodó los ojos.

Fijé mi vista nuevamente en la ventanilla, la noche era apacible, afuera todo parecía estar calmado pero yo sabía todo lo que se ocultaba en la oscuridad. Por un breve instante pude sentir los pensamientos de cada uno de ellos y su frialdad; me sentí abrumada, mi corazón se aceleró y mis puños se tensaron por completo. Ryan frenó de golpe el coche, las puertas se abrieron y una pequeña brisa movió las hebras de mi cabello. Sentado a mi lado se encontraba Dylan tomando mis manos, a fuera se encontraba parado Ryan quien luego fue posicionándose  a mi altura.

—Cabello de fuego… —susurró Dylan en mi oído mientras tomaba mis manos. —Debes controlarte. —soltó con voz apacible.

Mi cuerpo seguía tenso, mi sangre parecía hervir; mi respiración se aceleró y mi mente se inundó de pensamientos ajenos a los míos.

—¡Madison! —gritó Ryan quien me tomó por los hombros y me movió para que reaccionará, quería hacerlo, en verdad lo deseaba pero no podía.

Sus pensamientos eran tan retorcidos como sus almas, anhelos oscuros y perversos. Sus deseos de caza eran casi tan fuerte como sus ansias por la sangre. Lo sabía, los sentía y eso me aterraba.
A mi mente venían sus recuerdos, la ferocidad con la que atacaban y asesinaban. El placer que sentían al arrancar aquella vida del cuerpo, los extasiaba el sentir la sangre en sus labios, el miedo de sus presas los ponía eufóricos. No me molestaba sentir y ver los recuerdos de otros oscuros pero me incomodaba ver las atrocidades que habían hecho los Leviné. Aquellos seres que me protegían en cuerpo y alma eran monstruos despiadados.

—Necesito que se alejen —exclamé con los dientes apretados.

—¿Madison? —Dylan me observó con extrañeza y Ryan retrocedió.

No quería herirlos así que en el momento que Ryan me dejó la ruta libre me abrí paso violentamente entre los pinos, perdiéndome en el bosque, fundiéndome en la oscuridad.

Corrí y trastabillé varias veces. Mi cuerpo seguía hirviendo y mis manos se abrían paso entre la maleza. En el momento que salí detrás de un pino los hermanos Leviné me esperaban frente a aquel lago.

Aún no podía correr más rápido que un vampiro. «¿Cómo pude creer que lograría irme lejos de ellos?»

—Basta ya, Madison. Debes parar —soltó Ryan mientras se acercaba a mi.

—Hasta ahí —advertí —. Es más fuerte que yo, no sé si podré controlarme —solté, mientras mis manos se aferraban firme a la corteza de un pino —. No quiero herirlos.

—Mady…  —habló Dylan —No me dejaste aquella vez cuando no podía controlar mis poderes, no te dejaré ahora. —comenzó a caminar poniéndose delante de Ryan.

—Eso fue diferente, Dylan. No puedo controlarme. Estoy hecha un desastre, necesito a mi madre ¡Ni siquiera puedo cuidar a Cassie! —alcé la voz y una brisa furiosa peinó mi cabello hacia atrás.

—Vamos, cariño. Respira profundamente y deja salir el aire despacio. —Ryan se acercó aún más y tomó mi mano. Sin embargo, en el momento que lo hizo, sus pensamientos tomaron los míos. Una vez más las atrocidades de siglos pasados se instalaron en mi mente, eso me enfureció; con mi mano libre tomé la suya con fuerza y lo arrojé contra un pino.

La noche se hizo aún más oscura, nubes negras taparon la luna por completo y el viento se hizo aún más furioso, mi visión se nubló por unos instantes.

—¡MADISON! —Dylan gritó y yo lo observé con furia. No quería hacerle daño, no a él, ni siquiera a Ryan.

—Cariño… tendrás que soltarme en algún momento —soltó Ryan con la voz entrecortada. Cerré los ojos con furia y él cayó al suelo, lo oí jadear y dar grandes bocanadas de aire. —Me agrada este lado salvaje tuyo —bromeó Ryan.

—Ya basta, hermano —Dylan se acercó a paso lento hacia a mi, quiso posar su mano en mi hombro pero lo detuve. —No me mires así, cabello de fuego. —sonrió de lado y fijó sus ojos en los míos.

—No me toques por favor, no quiero hacerte daño.

—No me harás daño, déjame entrar —pidió Dylan entretanto seguía con sus ojos puestos en los míos.

—No puedo hacer eso, no se como —confesé y al parecer todos mis sentidos estaban alborotados. Me aturdía oír tantas mentes perversas.

—Déjanos entrar y te ayudaremos —esta vez habló Ryan quien se posicionó al lado de Dylan. —No quieres hacernos daño y eso si puedes controlarlo. Confía en ti, cariño.

Asentí en el momento que tomaron mis manos, cerré los ojos con fuerza y mi mente se liberó, por un breve instante los dejé entrar, era agradable no sentir aquel peso angustiante en el pecho. Era liberador dejar ir los malos pensamientos. Ellos calmaron la furia que había en mí, calmaron las ansias que tenía de reducirlos a cenizas, aunque… a lo mejor y, solo a lo mejor no tendría el valor para hacerlo, no a ellos.

Mi vínculo con los Leviné se fortalecía mediante los días iban pasando, ellos iban a estar para mi así como yo para ellos, Ryan decía que así debía ser siempre.

—La luna llena se acerca, Madison —soltó Ryan en el momento que salió de mi mente —. Los licántropos tendrán su transformación, será más difícil para ti controlarte, ya es hora de…

—Basta, hermano. —Dylan lo interrumpió —. No la presiones.

—Ella debe controlarse, no quiero que con sus poderes me vuelva a arrojar contra un árbol —dijo Ryan entretanto cruzaba sus brazos a la altura de su pecho —, Demasiado tenemos ya con la rubia haciendo sus ocus focus con Gia.

Dylan negó con la cabeza y yo rodé los ojos ante lo dicho.

—No puedo hacerlo. —solté mientras apoyaba mi espalda en la corteza de un pino.

—Debes tratar —exclamó Ryan.

—Déjala tranquila, hermano. Basta ya.

—Hermanito, ¿por qué te empeñas en tenerla tras un cristal? Ya salió al mundo real, deja que lo transite a su manera. —Ryan seguía insistiendo y tenía razón, debía hacerlo pero aún no estaba preparada. Aquella vez en el castillo fue diferente, los ancestros me ayudaron a controlar mis poderes. Sin embargo, los ancestros no me darán su ayuda hasta que salga a cazar y sin mi madre me encontraba perdida. Me marché de allí en el momento que los hermanos Leviné comenzaron a discutir sobre mi futuro en este mundo finito con territorios limitados.

—¿A dónde vas, cariño? —inquirió Ryan mientras me seguía.

—Quiero irme de aquí. Calmaron las voces pero no se cuanto tiempo puede durar esto. Dylan, ¿podemos irnos ya? —Dylan asintió y fue en ese momento que emprendimos nuevamente camino hacia el coche.

Al llegar a la mansión Leviné, Gia me recibió con un cálido abrazo, en la cena todo marchó bien, me sentía en armonía, siempre y cuando no me atormentaban aquellos recuerdos de esa noche en el castillo. Me sentía bien allí. Sin embargo, extrañaba mi hogar, mi hermana y por sobre todo a mi madre.

Observé el reloj de pared que se encontraba en aquella habitación, el cual marcaban las diez de la noche, fui hacia el baño y miré mi semblante en el espejo. Mi rostro era el mismo, ya no quedaba rastro alguno de la lucha en aquel sitio. Las feroces mordidas que Gerard había puesto en mi cuerpo desaparecieron. Solté un leve suspiro antes de meterme a la ducha. El agua cayó sobre mi cuerpo y me sentía cansada, me dejé caer suavemente en el suelo y me senté allí abrazando mis piernas.

El agua que recorría mi rostro podía camuflar perfectamente las lágrimas que brotaban sin control. Mi alma estaba rota, mi corazón se sentía cansado al igual que mi mente. Levanté la cabeza rápidamente, alertada, en el momento que un golpe llamó a mi puerta.

—Madison… —una voz ronca llamó del otro lado de la puerta —Madison... —volvió a repetir sin tener respuesta alguna de mi parte —. Si no contestas entraré, estás advertida. Aunque me parece una buena idea.

—Ryan… estoy bien. Ya vete —respondí entretanto cerraba la llave de la ducha y colocaba una toalla envuelta en mi cuerpo.

—¿Entonces el olor de aquellas lágrimas que llegaron a mi en la sala no eran las tuyas? Oh, quizás es Dylan haciéndose nuevamente el mártir —al decir aquello último puede imaginar como se estaba sonriendo tras aquella puerta.

—Deja en paz a tu hermano, Ryan. —me acerqué a la puerta —Dije que estoy bien, puedes irte. —solté mientras comenzaba a secar mi cuerpo.

—No estas bien, Cariño. No debes aparentar conmigo.

—No lo hago, no necesito hacerlo —respondí entretanto me colocaba mi vestido celeste de noche —¡Oye, largo de aquí! —lo regañé en el instante que abrió la puerta.

—Vamos, cariño. Estás vestida, además solo quiero asegurarme de que en verdad estás bien —suspiró y fijó sus ojos en los míos.

—Sube la vista, Ryan. No hace falta que comiences a recorrerme con la mirada. —espeté y achiné mis ojos.

—Lo siento o tal vez no —sonrió de lado y yo le aventé una almohada, furiosa.

—No estoy para bromas, Ryan. ¿Dónde está Dylan?

—Cazando.

—¿Cazando? —fruncí el ceño —Eso no está bien. ¿Está usando el hechizo de Gia? ¿A caso él? —gruñí —¡Si está lastimando gente debes decirme, Ryan!

—Debes calmarte, cariño. —Ryan me señaló el espejo de cuerpo entero que se encontraba junto a mi cama y me acerqué con cautela. Lo que vi, me alarmó lo suficiente para alejarme rápidamente de mi reflejo: mis ojos eran de un naranja intenso, casi igualaba al color del fuego, mi cabello se tornaba aún más rojizo y el apodo de Dylan tomaba sentido.

—Ryan… —musité y retrocedí tanto que mi espalda chocó contra su pecho.

—Cálmate… —Ryan me tomó por los hombros y aquellos recuerdos querían volver, cerré mis ojos con fuerza y aquella lucha comenzaba nuevamente —Déjame entrar una vez más —susurró en mi oído mientras me acercaba nuevamente al espejo. Los finos vellos de mi brazo se pusieron de punta, una sensación extraña se instaló en mi estómago, un escalofrío recorrió mi espina dorsal y mi respiración igualó la de Ryan, pegó aún más su pecho a mi espalda y con delicadeza apoyó sus dos manos en mi abdomen —Respira conmigo —ordenó y lo hice sin titubear. —Dylan está bien —respiró profundo.

—¿Dónde está él? —pregunté luego de exhalar.

—Ya dije que estaba Cazando. —respondió y cerró sus ojos, lo observé en aquel reflejo por unos instantes y él los abrió lentamente. —Cierra los ojos... —volvió a ordenar y está vez no le hice caso, su mirada se transformó al igual que su sonrisa. —Vamos, cariño. Esto lo estoy haciendo por ti. Déjame controlar esos sentimientos. —confesó y ese era uno de sus tantos poderes ocultos.

«¿Acaso Dylan tenía conocimiento de esto?» Pensé y en el instante que mis ojos volvieron a la normalidad, una brisa azotó mis cabellos contra mi rostro. Se había marchado de la habitación, su misión ya estaba cumplida, había calmado mi furia interior y eso era todo. Estaba realmente agradecida por eso.

Antes de meterme en la cama, volví a mirar mi semblante en aquel espejo para luego fijar mi vista en el reloj de pared, marcaba la media noche y yo me sentía realmente agotada. Ya no me encontraba en mi hogar, aquella no era mi cama, aquel no era mi tocador y la vista ya no era la misma.

Los malos pensamientos ya no rondaban mi mente como cada noche pero la luna llena se acercaba y debería enfrentar la situación, los licántropos tendrían su transformación y yo debería acabar con los que no respeten las reglas, ¿Cómo imponer reglas que ni yo misma podía seguir? Debía asesinar a cada oscuro que se alimente de humanos y a cada licántropo que  con su transformación asesine a algún inocente. «Y si me opongo, ¿tendré el mismo final que mi madre?» pensé antes de cerrar mis ojos y aparecer nuevamente en aquel castillo, todo parecía tan real que estaba casi segura de poder estar físicamente allí. Los pasillos de las mazmorras seguían siendo particularmente aterradores, el olor a humedad aún seguía intacto y al pasar por aquel pasillo pude ver aquella habitación con la camilla cubierta de sangre. Los elementos quirúrgicos aún estaban sobre aquella mesa de metal. Aquel olor a hierro se apoderó de mis fosas nasales.

—Corre —ordenó una voz ronca, fría y lejana, lo dudé por unos instantes pero en aquel pasillo largo donde me encontraba las velas comenzaron a apagarse una por una y eso me desesperó.

Comencé a correr, desesperada y nuevamente mis piernas estaban cansadas, mi respiración acelerada y mi cabeza palpitaba. Mis manos estaban cubiertas de sangre al igual que mi cuerpo. Una puerta había delante de mí, solo debía abrirla y sería liberada—como todas las noches—giré el picaporte y mis ojos se abrieron violentamente, la respiración me volvió en un ahogo, por unos leves instantes una silueta negra se encontraba frente mi ventana; estiré lentamente mi mano y encendí la lámpara que había en mí mesa de noche, allí no había nada. Respiré aliviada, mi vista se fijó en el reloj de pared  el cual marcaba las tres de la madrugada. Me levanté con prisa y fui hacia el baño. Abrí el grifo y tire abundante agua en mi rostro.

«quizás ya estás enloqueciendo, querida Madison». Pensé entretanto observaba mi rostro en el espejo y era lo más factible pero, ¿si se trataba de otra cosa? ¿Si él había vuelto? ¿No pensaba rendirse jamás?

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