Con el pasar de los días, meses y años el rastro de milagros y gratitudes que los niños dejaban se dispersó por la tierra, historias de un niño que concedía la alegría eterna y el propósito de vida se hizo popular; y convirtieron estas historias en leyendas y fabulas terrenales.

Todos oraban a Dios por hallar al niño de oro, ángel sagrado, la dicha vida..., entre otros muchos nombres que ahora tenía.

Muchos mortales se encomendaban al verdadero creador y pintaron al niño como un ángel enviado por Dios, muchos mortales recobraron su fe en el único Dios vivo de verdad. Para sus creyentes era símbolo de gracia y espiritual, pero para los no creyentes ortodoxos era como una amenaza.

Ambas partes siempre estaban a la expectativa de encontrarlos, fuera para bien o para mal, el niño debía existir.