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Se dio la vuelta dándoles la espalda a todos y el perro soltó al niño a su lado. Él del cabello plateado agarró a Soid por la mano y lo colocó de pie. Notó que el niño temblaba.
—Se llama miedo eso que sientes— indicó el hombre a Soid.
El pequeño lo miró a los ojos y desde sus pupilas entró una maligna energía que le sacudió el cuerpo.
La piel del pequeño se erizó y se cegó; no miraba nada más que oscuridad y fuego, observaba lazos de sangre y otros pequeños ruidos..., gritos, llanto, sufrir.
Su alma...
Soid se soltó de la mano del hombre y retrocedió un paso. Sus ojos estaban llorosos y su corazón latía desbocado.
¿Qué fue eso? ¿Qué lleva adentro?
Las preguntas invadían a Soid.
Los hombres que habían lastimado a los arcángeles golpearon a Osdi hasta dejarlo tirado de lado, tomaron los látigos y los amarraron alrededor de las alas de los divinos, cuando la ajustaron las heridas se abrieron dejando salir sangre.
—¡No, detente! — gritó Osdi.
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