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Capítulo 5

Justin



La distancia entre Justin y yo fue acortándose con el paso de los dias y mi ilusión creciendo.  Para mi sorpresa un día me encontré entre una de las paredes posteriores de la casa y el fuerte pecho del albañil. Era una tarde nublosa de finales de verano, había estado lloviendo entre cortos intervalos de sol que no hacían otra cosa que acrecentar el calor y la humedad en el ambiente.

El grupo de trabajadores se habían resguardado de la llovizna en el garage de la casa y mamá no tardo en atenderlos ofreciéndoles agua, sodas y algo para comer. Yo llevaba días notando que había logrado al fin atraer la atención del chico que me gustaba y apenas podía apartar la mirada de él.

Recuerdo que estuve seguro de que mamá se había fijado en mi interacción con el chico, en nuestras furtivas miradas, quizás en mi nerviosismo. Por esos días hubiese jurado estar enamorado del muchacho, nada que ver con la infantil curiosidad que sentí con Charles.

Justin me atraía físicamente, no podía ser más que eso, pues no lo conocía, apenas había cruzado con él algunas palabras, pero yo, iluso y en el fondo romántico, comencé a convencerme de que había más que eso.

Cuando esa tarde me di cuenta de la observación de mamá hice un esfuerzo por volver al interior de la casa, lejos de las miradas de Justin. El miedo a que  descubriera que mi redención era solo un teatro me impulso a refugiarme en mi habitación y le rogué al universo que solo fueran ideas mías.

No obstante, recuerdo que no pude controlar los deseos de volver a verlo aunque fuera por última vez antes del fin de semana, era viernes y los trabajadores no volverían por la casa hasta el lunes, me llevó a ser osado y salir por la puerta trasera de la casa para tratar de espiar por los costados de la casa, esperando poder verlo aunque fuera de lejos.

Esa vez fui sorprendido por el muchacho que me atesto contra la pared enarbolando una sonrisita mientras arqueaba una de sus cejas. Su olor, una mezcla de sudor con un toque de cualquier colonia, no era el mejor, pero yo me llené los pulmones con el, en tanto respiraba por la boca azorado.

No voy a mentir o adornar las cosas, el romance, si se pudiera llamar así no comenzó con palabras bonitas, esa misma tarde él se apodero de mis labios sin pedir permiso, tampoco tuvo mucha delicadeza, besándome con rudeza y dejándome sin aliento.

Fue mi primer beso y reconozco que la experiencia me sobrecojio, pues en el fondo esperaba algo más suave y que se diera de a poco, pero no mentiré, a la misma vez me dejo deseando más.

Desde ese momento nuestros encuentros, todos secretos y con prisa, fueron así. Besos rudos a los que se unieron torpes caricias que yo le ofrecía sin recibirlas de su parte, pero yo prefería ignorar algunos detalles, y romantizar la situación.

Justin y yo hacíamos nuestros los espacios ocultos detrás de la casa, y no fueron pocas las veces en que estuvimos a punto de ser descubiertos por algún miembro de la familia. Fueron semanas muy movidas y llenas de adrenalina, y yo disfrutaba cada encuentro con el joven trabajador.

Pasado un tiempo Justin comenzó a hablarme de su complicada existencia al cuidado de Eliza, su hermana enferma. Me dijo que sus padres no eran buenos, tenían vicios y él tuvo que hacerse cargo de la pequeña una vez cumplió los dieciocho años.

Según él, vivían en un apartamento que estaba ubicado en uno de los barrios más pobres y peligrosos del condado, aquella era su excusa para mantenerme lejos de allí, pues decía que no quería exponerme a cualquier problema.

Jamás salí con él de paseo o a una cita a comer o al cine, nuestra relación se limitaba a nuestros furtivos encuentros durante la semana, ese detalle comenzó a molestarme y preocuparme, pues me pregunté que sería de nosotros cuando el trabajo de la terraza estuviera terminado.

Cuando lo mencionaba, Justin le restaba importancia a mis preocupaciones. Nunca sospeché lo que realmente buscaba Justin conmigo y mucho menos el esfuerzo, según él, que le costaba estar a mi lado, la repugnancia que debía tragarse por el fin de sus verdaderas intenciones.

Fui un iluso, un idiota que se dejó arrastrar por la fuerte atracción física y el deseo que Justin provocaba en mí.

****

Mudarnos de Florida fue un tema que escuché en varias ocasiones, papá no descartaba la posibilidad aunque por esos días esa opción no parecía algo probable, sin embargo, de un momento a otro las cosas se precipitaron, no solo para mi sino para toda la familia.

Recuerdo que llegué a decirle a Justin que deseaba irme de la casa, insinuándole que cuando cumpliera los dieciocho años me gustaría irme con él. Justin solo sonreía y buscaba distraerme, fue obvio después que no le interesaban en lo más mínimo mis devareos, y mucho menos mis ilusiones.

Justin comenzó a mencionar más a menudo la falta de dinero en su vida, un tema que le provocaba mucha ansiedad. Yo sentía que lo alejaba de mi, que se distraía demasiado, y lo percibía molesto.

Según él necesitaba cubrir las necesidades de Eliza, los tratamientos que el plan médico no cubria y demás cosas para brindale un poco de comodidad a la chiquilla de quince, y no daba abasto. Jamás me menciono cual enfermedad padecía su hermana, recuerdo que las veces en que le pregunté desviaba el tema.

Yo, como el más grande de los imbéciles y deseando hacerle las cosas más fáciles, decidí que lo ayudaría con algo de dinero, y siendo solo un estudiante dependiente de mis padres, fue la caja fuerte que papá tenia en su pequeña oficina la fuente desde donde sacaba las pequeñas, al principio, cantidades que le facilitaba al muchacho. Primero fueron unos dólares, luego la cantidad aumentó y de a poco la suma alcanzo fácil los tres dígitos.

No sé si fue mi comportamiento descuidado que comenzó a los pocos días de conocerlo, admito que al pasar los días y más cuando estaba inmerso en ese romance malsano, poco pensaba o me importaba guardar las apariencias.

O si fue mamá o Suzume quien fue donde papá a comentarle sobre mi desubicado interés por el empleado más joven. Tal vez él mismo lo vio, luego se dio cuenta de la falta de dinero y sumando dos más dos, le dio cuatro.

Nunca me intereso averiguarlo, lo cierto fue que una hecatombe emocional se gestaba para llevarme de frente y yo ni siquiera lo vi hasta que no lo tuve encima.

Todo fue demasiado rápido y apenas tuve tiempo de darme cuenta de lo que sucedía, no fue hasta que me encerre en mi habitación hecho un mar de lágrimas y gritos, bajo el peso de la segunda desilusión amorosa de mi joven vida, que tirado en un rincón mientras apretaba los puños y temblaba, que procese el engaño del que había sido víctima, y la vergüenza se unió a las emociones negativas que bullían en mi interior.

―Haga lo que quiera señor, yo no robe nada, fue su hijo el que me regalo ese dinero, ¿no es así Sasuke? Yo te conte sobre mi hermanita y tu quisiste ayudarme, como se ayuda a alguien querido que la esta pasando mal...como se ayuda a un novio, porque eso soy para su hijo, señor...su novio, no sabe las veces que me confeso lo mucho que me amaba y lo bien que se sentía entre mis brazos, y eso cuesta, caballero, cuesta ―Hoy día apenas puedo recordar las palabras de Justin esa tarde cuando papá nos confronto y amenazo con llamar a la policía, acusándolo de ladrón.

―O es que acaso supone que amo a su hijo...no que va, ¡por ese pobre miserable solo siento asco! No sabe el esfuerzo que tenia que hacer para no correr lejos, pero necesitaba alguien que me ayudara con ciertos gastos y ¿qué mejor que un chico iluso y enamorado? Vi la oportunidad desde el momento en que llegue a trabajar a esta casa y la tome...pero no se preocupe, que las cosas no llegaron muy lejos, usted me entiende, eso si, no llegaron lejos porque yo no lo quise, porque si hubiese sido por mi querido novio...

En ese punto papá, cuyo rostro estaba casi cenizo, hizo el intento de írsele encima, pero yo me cruce en su camino, lo único que quería era ver a Justin marcharse, no quería escucharlo más, sus burlonas palabras me daban rabia a la misma vez que tristeza.

Mi padre y yo nos miramos a los ojos por primera vez.

―Deje las cosas así señor, ¿se imagina que dirán los oficiales cuando le cuente como un albañil enamoró a su calenturiento hijo y según usted le robo plata? Apuesto a que se mearan de la risa...

Giré y caminé rápido hasta llegar y abrir la puerta de la pequeña oficina.

―¿Puedes largarte?, ¡fuera de mi casa!

Ante mis palabras creí ver una chispa de sorpresa en su mirada, pero se desvaneció tan rápido que no pude estar seguro. Retiré mi mirada apartándome de la salida, papá tenia una de sus manos sobre una de las esquinas del escritorio y tampoco miraba al cobarde.

De reojo lo vi acercarse a la puerta y ralentizar sus pasos justo cuando estuvo a mi lado.

―Lamento mucho que las cosas terminaran así...

En esa frase no escuche arrepentimiento, solo burla y desprecio.

En cuestión de días, luego de esa tarde donde todo se me vino encima, incluso tuve que lidiar con varios sermones de papá y sus amenazas sobre una nueva visita con el psiquiatra, papá tenia todo arreglado, su decisión era firme y final, pediría un traslado a la sucursal que tenia el vivero donde trabajaba desde hacia años en Ohio. La mudanza al estado del castaño de indias parecía eminente.

―Todos en esta familia necesitamos un cambio de aires ―mencionó.




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