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Capítulo 10



Celos y envidia


En los próximos días no fueron pocas las veces que me encontraba en los pasillos de la escuela a Alejandro y su novia Gwendolyn caminando tomados de las manos, abrazados o disfrutando de algunas caricias. Mientras tanto el recuerdo del chico abrazado a Rosario hizo que me preguntara, si debajo de su semblante tranquilo se encontraba un picaflor.

E irremediablemente terminaba llamándome la atención mentalmente por ocupar mi mente con asuntos que no me concernían y hasta regañándome en voz alta cuando me encontraba duchándome o en las noches mientras esperaba la inconsciencia del sueño.

Aunque no hubo mucho que hacer en contra del enojo y la envidia que se apoderaban de mi cuando los veia, y recuerdo que uno de mis mecanismos de defensa era mantener la distancia y actitud prepotente.

«¿A ti que te importa?» pensaba de mal humor.

Al final de la segunda semana mi amargura era más que evidente no solo para mí.

―El perro tiene que salir, Sasuke y tu no haces sino dar vueltas y más vueltas...¡cuando ensucie alguna parte de la casa solo tu te encargaras de limpiarlo! ―Me encontraba sentado frente a la pequeña mesa que mamá coloco en la cocina, el libro de álgebra frente a mi intentando terminar unos ejercicios que debía entregar. La frustración me salía hasta por los poros, y Suzume con su cantaleta no ayudaba.

―¡Déjame en paz! ―exclamé haciéndole tanta presión a la punta del lápiz sobre el papel con líneas donde había escrito la tarea, que rompí la punta. Mamá, que preparaba un poco de té verde me echó una mirada de reproche ― .Voy a sacarlo ahora, solo déjame terminar aquí...

Lo cierto era que de diez ejercicios apenas iba por el número tres. Suzume giró y caminó lejos de mí.

Dragón se encontraba posicionado frente a la puerta principal de la casa con la vista fija en ella.

Por unos minutos logré abstraerme lo suficiente para concentrarme e intentar el cuarto ejercicio, fue allí cuando supongo que Suzume decidió sacar al perro. Recuerdo que fue mamá la que llamó mi atención esa vez.

― ¿Puedes ir a ayudar a tu hermana, hijo? ―preguntó de pie a mi lado echándome una miradita de expectación ―. Dragón va a tirarla al suelo el día menos pensado, y seguro se da un mal golpe ―añadió antes de darme la espalda para ocuparse de lo que había dejado a medias.

Dejé escapar un suspiro hastiado y me puse de pie en tanto cerraba con más fuerza de la necesaria el libro.

―Suzume debió escucharme, solo le pedí que esperara un poco...

Mamá no me contesto y yo giré de manera abrupta en dirección a la puerta.

El clima volvía a ser templado, y ya el día moría para dejar paso a la noche. Enseguida escuché la voz de mi hermana, pero no la escuchaba agitada llamando al perro y tampoco los frenéticos ladridos de Dragón y sus sonoros jadeos cuando entraba en esa especie de feliz locura al salir de la casa.

Realmente me sorprendí, casi giro y vuelvo a la casa corriendo cuando me encontré de frente en la acera entre la casa vecina y la nuestra, a mi sonriente hermana sosteniendo la correa de Dragón que se encontraba muy a gusto bajo las caricias de Alejandro.

La imagen me descoloco y admito que me comporte peor que nunca, fui antipático y luego tuve la impresión de que hice hasta ridículo.

****

Mis problemas con la clase de álgebra no hicieron otra cosa que aumentar. Me frustraba no poder seguir el ritmo, y mi día, a día frente a los encajosos ejercicios matemáticos era de gestos malhumorados. Encogía los hombros y echaba la cabeza hacia atrás.

Y en más de una ocasión noté las miradas de interés de mi vecino, sabia que Alejandro era uno de los mejores estudiantes, en especial en álgebra, pero aunque lo pensé, en mis planes no estaba pedirle ayuda.

Ya por esos días Suzume tenia la costumbre de sacar a Dragón y no me sorprendió darme cuenta de que Alejandro la acompañaba en esos paseos. Solía esconderme detrás de la cortina de una de las ventanas de la habitación de Ryu para mirarlos mientras caminaban, casi siempre era Alejandro quien sostenía la correa del perro, Suzume iba a su lado y no perdía su encantadora sonrisa. Caminaban, hablaban y sonreían, incluso los miré compartir unas carcajadas. Y entonces comencé a sentir celos de su cercanía.

Hasta que un día en que me sentía molesto, además de falsamente indignado, esto es algo que nunca se lo he dicho a Alejandro, confronté a Suzume cuando volvió de su caminata. Fui grosero y la acuse de estar pendiente a Alejandro.

―Le diré a papá. Ese chico es mayor que tu y tiene novia ―amenacé. Enseguida me arrepentí al ver su expresión asustada mientras movía la cabeza negativamente. No obstante, no retrocedí, la miré con fijeza a los ojos.

Desde ese momento en adelante Suzume no volvió a sacar a Dragón, de eso me encargaba yo en las noches.

****

Estoy seguro de que por ese tiempo comencé a darme cuenta que entre mi guapo vecino y yo se estaba desarrollando un juego de miradas. Él me miraba cuando creía que yo no estaba conciente, yo lo miraba en igualdad de circunstancias, siempre lo sospeche, pero lo confirme meses después.

En clases Rosario fue la única que se acerco a mi y aunque al principio me sentí un poco reacio, terminé por disfrutar de su atención y compañía. En parte porque a través de ella deseaba conocer sobre Alejandro, su mejor amigo, y en parte porque me di cuenta de que mi acercamiento con Chari molestaba a Alejandro y eso me complacía.

Una tarde que pasé a buscar información a la biblioteca para un trabajo que debía entregar, Rosario que al parecer recién llegaba, se acerco a mi. En momentos en que yo había terminado de usar uno de los gruesos libros de la enciclopedia y me disponía a volver a tratar unos ejercicios de álgebra.

Puedo señalar esa ocasión como el inicio de mi amistad con la chica, antes solo nos habíamos hablado en el salón de clases. Esa tarde nos sentamos juntos y entre los dos resolvimos la tarea. Fue obvio para mi que Rosario tenia más conocimientos que yo, y así se lo dije.

―Es que cuento con ayuda extra, tener un mejor amigo inteligente y sobre todo experto en matemáticas es lo mejor, aunque aún hay ejercicios que me dejan con dolor de cabeza. ―Sabia que su comentario era por Alejandro, pero me hice el desentendido.

―¿Cómo así?

―Alejo es un cerebrito para todo lo que tenga que ver con matemáticas...¿sabes quién es, cierto? es el chico que se sienta junto a mi, el novio de Gwendolyn...si quieres le digo para que te ayude a ti también. ―A pesar de que sabia que Rosario no podía saber lo afectado que me sentía cada vez que estaba cerca de su amigo, de pronto me dio pavor que lo adivinara y siempre sospeche que use un tono muy alto cuando exclamé;

―¡No!...no hace falta, ya le diré a la maestra que tengo problemas. ―Rosario me echó una rápida mirada e hizo un gesto con los hombros que interprete como desinterés.

―No seria la primera vez que Alejandro ayudase a un compañero de clases ―mencionó pasados unos segundos antes de volver su atención a recoger los útiles escolares. Yo quise añadir algo para justificar mi exabrupto.

―Es que no quiero molestar, apenas si se quién es él. ―Y lo que hice fue hablar mentiras, pues la presencia de Alejandro a esas alturas era algo imposible de pasar por alto.

Rosario y yo abandonamos la biblioteca pública juntos y enfilamos en dirección a nuestras casas, fue cuando la chica pareció comprender, quizás por algo dicho por Suzume, que residíamos en la misma calle.

―¡Ya recuerdo! Alejo y tu son vecinos además de compañeros de clases. Esa casualidad debería ser motivo suficiente para entablar una amistad ―mencionó ella a poca distancia de su casa.

Yo solo sonreí, gesto que se quedo frisado sobre mis labios cuando pasmado me tope con la mirada de papá que a bordo de su vehículo transitaba lentamente por la calle en dirección a la casa. La mirada de mi padre pasó de mi a Chari, y de vuelta a mi hasta que se lo permitió el movimiento del carro.

Rosario y yo nos despedimos con un simple, nos vemos mañana, y yo apure el paso hasta llegar a mi hogar. Papá parecía estar esperándome detrás de la puerta.

―¡Que chica tan linda, Sasuke! ―dijo en tono alegre, mientras me daba algunas palmadas sobre la espalda. Yo solo dibuje una sonrisita en mis labios .



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