||Venti||
|20|Querer
El insoportable ruido de su reloj anunciando a todo volumen la tan odiosa hora de su despertar, comenzó abrir su mirada, borrosa y sin muchas ganas ni energías de iniciar un nuevo día. El sol no saldría hasta dentro de un par de horas más dejando la habitación teñida de un temblado color frio. Quería estar en cama, quería seguir siendo abrazado por los grandes brazos de su novio que no lo soltaron en toda la noche. Pero su cerebro le recordó que tenía que trabajar.
Entre quejas y maldiciones camufladas de murmullos inentendibles, saco su brazo del abrazo que lo envolvía Alberto y lo estiro para apagar a ciegas el despertador. Suspiro cansado al lograr callarlo en su cuarto intento, antes que lo lanzara por la ventana. Con algo de dificultad volteo su cuerpo para quedar en frente de su aun dormido novio; cosa que se le complico al tener sus piernas entrelazadas y haber dormido en una posición estilo cucharita. Sonrió levemente al verlo tan tranquilo al igual que cómodo; lo conocía tan bien que no le sorprendió que no se despertara con el maldito ruido gracias a su sueño pesado.
Miro su rostro y cada una de sus facciones con detalles, lo admiró desde las pecas de sus mejillas, hasta su barba bien cuidada –no era tan larga para que pareciera un vagabundo como le dice Camilo, pero tampoco era corta para que le picara cada vez que lo besaba–. Sus dedos acariciaron con delicadeza la cicatriz al lado de su ojo derecho, recuerda que se la hizo al caer de la rampa al probar su "vespa". Quería guardar cada pequeño detalle de él, pueda que no fuera el más atractivo de sus conocidos; por desgracia ese puesto se lo lleva Camilo y por mucho, tampoco era el más alto, siendo más bajo que Miguel y Guido, tampoco el más carismático y sociable ese sería Russell. Para alguien externo a su vida Alberto Scorfano no tenía algo que resaltar...excepto; sus ojos. Ese par esmeraldas tan brillantes y cautivadoras, que agradecía internamente que Leo los heredo.
No le importaba irse sin desayunar al trabajo, quería seguir observándolo. Sus dedos siguieron recorriendo su piel como si fuera lo más delicado del mundo. Hasta parar en sus labios; estaban secos y ligeramente abiertos. Alberto no era para nada tierno cuando duerme, desde niño parecía siempre fue así. Su sonrisa no desaparecía, es más se agrando ante una idea espontanea. Se acercó más a él, tomando ahora con ambas manos su rostro y comenzar a repartir pequeños besos en sus labios. Algo tonto lo sabía, pero quería hacerlo. Eran más simples roces que después del décimo sintió como estos comenzaban a ser correspondidos con quejas soñolientas de por medio.
–¿Puedes parar? –se quejó entre sueños y sin atreverse abrir sus ojos.
Soltó una pequeña risita antes de darle el ultimo besó.
–¿Quieres que pare?
–Realmente no –dijo hundiendo su rostro en su hombro–, pero ambos tenemos trabajo hoy y si sigues ya no querré irme.
–Diría que te quedaras, pero tienes hijos que atender.
Un fuerte quejido salió de los labios Alberto –como si fuera un niño que no quería ir a la escuela esa mañana–. Sonrió al sentir como lo abrazaba más.
–Mándale mensaje a Guido para que los vista, los llevare a la universidad.
–No. Es mucho pedirte que los cuides de nuevo, puedo con ellos –exclamó fastidiado mientras se alejaba de él–. No quiero aprovecharme de ti.
Al levantar su rostro se encontró con la mirada molesta de su novio. Antes que dijera algo Luca lo tomo de la mejillas y lo obligo a verlo.
–Soy tu novio, eso significa que soy padrastro de ellos –aclaró antes suspirar y calmar su voz–. Deja decir que puedes solo, también necesitas un respiro. Crees que no he notado que apenas duermes o comes, y no hablemos que ni puedes bañarte sin estar al pendiente de los dos. Sé que es difícil criar a un niño y un bebé solo, créeme que lo sé porque yo y Camilo nos ofrecemos para cuidar a los gemelos. Amore –acarició su mejilla dulcemente–, déjame cuidarlos. Además mis alumnos amaron a Leo y Mina, incluso la directora sonrió cuando vio el entusiasmo de Leo al mostrarle su libro de astronomía básica.
Alberto bajo la mirada y suspiró pesadamente para luego levantar su rostro y dejar un pequeño beso de pico en los labios ajenos. Luca le sonrió y lo abrazó con cariño. Él solo sonrió algo apagado, no entendía porque Luca no le molestaba cuidar a sus hijastros, cuando la verdadera madre de ellos ni se preocupa por su bienestar.
–No sé de donde saco la inteligencia, si soy sincero –bostezó y cerró levemente su mirada–, porque yo no lo soy.
–¿Carina no lo es? ¿Cómo se conocieron?
Alberto suspiro y abrió los ojos mostrándose decaído.
–Ella es más una mujer creativa y muy talentosa en el arte de la danza. Nos conocimos en la universidad. No era lista a nivel matemático o literario, es muy espontánea y muy libre...demasiado como para no aferrarse a mi o nuestros hijos.
–Es interesante ver como nunca la describes como una villana. Solo resaltas sus acciones –murmuró mientras enredaba sus dedos en su cabello.
–No es mala –comentó no muy convencido–, me costó entenderlo. Simplemente que la maternidad nunca fue lo suyo. Yo quería hijos y ella no, termine aceptándolo porque la amaba y me case con ella. Todo iba bien en nuestro matrimonio, creí que era la mujer perfecta...hasta que ella se embarazo y todo se arruino –suspiró–. Yo estaba emocionado de ser padre, pero ella no y creí que cuando naciera Leo ella lo llegaría a quererlo, pero jamás se atrevió a cargarlo o amamantarlo...y en una madruga al despertar ella ya no estaba.
Talló con fuerza sus ojos, no quería llorar frente a él, pero Luca se le adelanto lo volvió a abrazar con tanto cariño, porque sabía el trauma que ya tenía de niño cuando su padre lo dejo solo en su casa y nunca volvió.
–¿Por qué los llamaste Leo y Mina? –Cambió el tema para animarlo un poco, sonrió un poco al ver su cara algo avergonzada– Oh, en verdad quiero saberlo.
Alberto se acomodó sobre las almohadas azules Prusia, llevándose consigo el cuerpo de su novio para colocarlo sobre su pecho.
–Leonardo Biancani Scorfano, los elegí por Leonardo Da Vinci y Giuseppe Biancani. Dos grandes mentes creativas, aunque Giuseppe era más un matemático que creo un mapa de la luna –aun soñoliento rasco su barba–. Mina fue otro caso su nombre completo es Mina Cinquetti Scorfano, realmente sus nombres surgieron en la misma madrugada en la que nació –una sonrisa melancólica apareció en sus labios–, era tan pequeña que sentías que la rompías si la mirabas mucho, cuando la tuve en mis brazos por primera vez sabía que ella seria hermosa cuando creciera tan hermosa como Mina Mazzini o Gigliola Cinquetti.
–Vaya, así que lo pensaste bien. Uno muestra inteligencia y la otra belleza, tienes buenos genes –se burló mientras volvía acurrucarse en su pecho.
Alberto rio levemente desviando la mirada, como desearía que Mina en verdad tuviera sus genes.
[...]
Respiro hondo estando en las coloridas y cuidadas jardineras que separaban la facultad de enfermería de bellas artes. No podía creer que lo que estaba a punto de hacer. Bajo su mirada sonrió levemente al ver el cuerpecito dormido en su pecho. Sostenida en su cangurera morada, Mina dormía –como casi todo el tiempo–, vestida tiernamente con un trajecito completo de oso polar que hacia juego con el chupete en forma de pescado que tenía. Según Guido era la única ropa abrigada que a ella no le incomoda. Leo se quedó en la sala de profesores con Russell que leía historias sobre casa voladoras.
La abrazo de manera protectora mientras se adentraba a la facultad más extraña de toda la universidad; todos los profesores sabían que bellas artes era un caos absoluto, incluso Miguel y Camilo lo han dicho abiertamente. Los estudiantes son más dedicados y apasionados que cualquier otra facultad. Los edificios eran más abiertos y estaban llenos de murales coloridos y raros –para su gusto–. Mientras más camina por los pasillos abiertos, se encontraba con las miradas curiosas de los que estaban dentro de las jardineras –como si de un picnic se tratara– en lo que esperaban su próxima clase, ellos miraban al pequeño osito que traía. Nos lo culpaba Mina parecía una muñequita de porcelana de varios ángulos.
Cada salón era ruidoso a su manera; desde los de danza hasta los de teatro. No existía el silencio en el lugar y lo peor es que se dirigía hacia el salón más escandaloso. Un suspiro de alivio salió de sus labios al escuchar la campana de cambio de clases justo a tiempo en que llego al aula de música. No falto mucho para que una gran ronda de universitarios salieran del aula con grandes sonrisa mientras cargaban sus instrumentos, pudo escuchar el grito de ternura de varias alumnas que miraban a la bebé. Rodeo la mirada con algo de fastidio; ya le bastaban los gritos que dieron la mayoría de sus alumnas cuando vieron de nuevo a Leo y Mina. Incluso hubo hombres que le hicieron plática de planetas con Leo –obviamente eso fascino al niño–, aunque nunca recibieron o recibirán respuesta por el niño. Tuvo que mentir en decir que era mudo para que no lo agobiaran.
Una vez que los alumnos dejaron de salir, tomo el valor para acercarse a la puerta. Mucho orgullo estaba perdiendo al estar allí. Al fijarse lo primero que se encontró fue a Miguel sereno borrando tranquilamente las partituras que hizo en su pizarrón, antes de que dijera algo para llamar la atención del mexicano noto que no estaba solo; una hermosa joven pelinegra en el fondo del aula fingía guardar su guitarra, aunque realmente lo que hacía era desabotonar los primeros botones de su camisa naranja dejando ver más su escote.
Luca rodeo la mirada con repudio. Ten dignidad y no lo intentes, es un caso perdido, pensó. Sentía asco por ese tipo de alumnas, ya se había topado algunas con anterioridad, donde creen que es "sexy" ligarse a un profesor. Para desgracia de ella; Miguel Rivera era un hombre dedicado a su trabajo y no lo arriesgaría por nada, además que para él solo existe una persona en su mente. Su amigo estaba perdidamente enamorado del padre de sus hijos, no porque él lo diga, aunque casi nunca lo hace por temas de reputación e imagen por parte de ambos. Pero siempre era detallista y romántico que parecían ser un par de adolescentes enamorados a veces, a pesar de más de una década de relación. Han estado para el otro en sus más bajos momentos y en los más felices que no necesitaban de un matrimonio para demostrar su amor. Por esa misma razón vino con él.
Carraspeó su garganta lo suficientemente fuerte para llamar la atención de ambos. Miguel voltea; su expresión mostraba confusión y sorpresa al verlo. Por otro lado la alumna avergonzada tomo sus cosas y salió corriendo despidiéndose rápida y torpemente de su profesor. Miguel arqueo la ceja más confundido de lo que estaba pasando. Prefirió ignorarlo y ver a su amigo.
–Buenos días, profesor Rivera –saludó cordialmente el menor.
–¿Profesor Paguro? –preguntó desconcertado dejando su borrador en el soporte del pizarrón– ¿Qué?...¿Qué haces aquí?
–¿No puedo visitar tu salón como tu invades el mío? –dijo con simpleza mientras volvía abrazar suavemente a la bebé–. Parece que te molesta.
Él negó y resopló mientras peinaba hacia atrás su costa cabellera, se acercó a su escritorio y tomo asiento. Para después pellizcar la fuente de su nariz, podría ser risueño, dramático y bromista fuera de su aula, pero dentro de ella parecía otra persona.
–No es eso, carnal, eres bienvenido cuando quieras, pero tú mismo nos dijiste que nunca pisarías la facultad de bellas artes por lo hipéis y drogadictos que eran –expresó haciendo un ademan con la mano.
Luca se muestra sereno; no se arrepentía de lo que dijo, aunque lo que dijo era en parte cierto; de todas las facultades la que más ha expulsado alumnos por consumir marihuana u otras sustancias era bellas artes. Pero realmente necesitaba su ayuda en ese momento. Suspiro y se acercó a él.
–¿Estas ocupado?
–No, mi próxima clase es dentro de una hora y media –se acomodó en su asiento y lo miro extrañado–, ¿Qué sucede?
–Necesito un consejo.
Rivera abrió la mirada con sorpresa, tomo una postura más seria. Luca nunca le pedía nada –al contrario él le pedía muchas cosas a Luca–, aunque lo dijo en un tono sereno como serio se mostraba algo inseguro.
–Soy todo oídos –dijo con media sonrisa.
Paguro lo miro con una mueca ante la extraña expresión que uso, sabia español, pero las expresiones de los dos latinos lo confundían. Miguel rio levemente al notar su confusión.
–Quiero decir que te escucho atentamente.
Volvió a respirar hondo y arrimo una de las sillas para estar a su lado. Tomo asiento acomodando con cuidado a la bebé dormida en su regazo.
–Escucha iré al grano: quiero acostarme con Alberto y no sé cómo.
El mexicano lo miro con la boca levemente abierta, realmente fue al grano.
–Oh...
–Antes que saques uno tus chistes o...
–No, no –negó moviendo sus manos, suspiro al mismo tiempo que nervioso rascó su nuca–, no tengo ningún chiste ni broma ni nada de eso. Solo que me sorprendió. ¿Qué es lo que se te dificulta?
Lo pensó un momento y mirándolo entre molesto y avergonzado, dijo:
–¿Cómo fue tu primera vez con Hiro?
Miguel se quedó callado, tratando de recordarlo, aunque realmente han pasado tantos años que no lo recuerda.
–No te mentiré, estoy en blanco –confesó–, fue hace doce u once años que paso eso. Pero creo entender a qué quieres llegar con esa pregunta...–esbozo una silenciosa risa al ver la ceja arqueada de su compañero– tener sexo con otro hombre es difícil asimilarlo cuando es la primera vez, en especial después que ambos salieron con varias mujeres con anterioridad.
–¿No es lo mismo?
Hizo una mueca y movió su mano de un lado a otro.
–Dos, tres, pero te pregunto con seriedad, sin cotorreos –dijo en un tono serio–, ¿serás el de abajo?
Luca lo asimiló y suspiro para después asentir algo avergonzado.
–Ok...mira, puedo darte los consejos básicos, pero si quieres prepararte para "recibir" te aconsejo que vayas con Hiro para que te ayude.
–¿Él es siempre el de abajo?
–Dice que le gusta así y que le cansa estar en otra posición –respondió alzando los hombros como si fuera lo más normal.
Luca se quedó callado asimilando todo, pero antes de empezar con la conversación, miro a su amigo algo pensativo.
–Y una cosa más.
–¿Si?
–También necesito consejos de paternidad.
Miguel notó todo este tiempo como Luca intentaba ser cuidadoso con Mina, acomodándola para que no se lastimara o incomodara.
–Claro –sonrió alegre mostrando sus dientes–, tu preguuuntame.
Una sonrisa agradecida apareció en los labios de Paguro, quería hacer las cosas bien para Alberto y su familia.
[...]
Los tres amigos se sentaron alrededor de la mesa de la pequeña cafetería que se encontraba en medio de sus trabajos, había aprovechado ese descanso para salir a tomar un café. Y hablar un rato en aquella mañana nublada. La mesera llego sonriéndole coquetamente a los tres hombres, pero ninguno le hizo caso solo pidieron sus órdenes de manera educada. La joven desilusionada anoto cada una de ellas y se fue.
–¿Cómo sigue Giulia? –preguntó preocupado Guido.
–Dice que está bien, pero es obvio que todo le afecto y se ha vuelto más quisquillosa con los preparativos de la boda –respondió frustrado como estresado Ercole–, está loca. Le pregunto qué le sucede y me grita que nada...–avergonzado bajo la mirada– me preocupa –murmuró entre dientes.
–Tal vez tiene miedo a que se vaya arruinar; recuerda que ella sufrió muchas críticas de su familia por no tener damas femeninas. Que creen que la boda será un desastre porque los hombres hacemos todo –comentó algo fastidiado Alberto.
–Sus primas también la hicieron enojar por decirle en la cara que creían que era lesbiana por ser "poca femenina" –añadió Guido haciendo énfasis en las ultimas palabras.
Ercole suspiro y talló con fuerza su rostro con sus manos; era cierto que su prometida fue inundada por criticas de su familia y cercanos toda su relación. Muchos murmuraban, incluso en su trabajo que terminaría engañándolo con otra mujer, varias conocidas la habían culpado por acosarlas cuando apenas Giulia las miraba. Siempre fue así por su forma de ser, aunque para él: ella era una mujer fuerte, inteligente y difícil de ganar. Ella nunca tuvo amigas femeninas, la mayoría de mujeres solo se acercaban para conquistar a Alberto o Guido. Él la trato de consolar y decirle que no debería prestarle atención a esos comentarios, pero termino más enojada y peleaban. Tantos años aguantando toda esa mierda, ya no aguantaba más. Ni el día de su boda podía librarse de esos comentarios.
–Lo mejor es que la lleve a cenar esta noche, ¿quieres venir? –le preguntó desinteresado a Guido–, ella siempre se ríe de tus estupideces.
Guido sonrió y asintió.
–Cambiando de tema –exclamó con entusiasmo el de medio, volteando a ver a Alberto–. Tú y Luca. ¿Lo hicieron? –inquirió, moviendo sus cejas pícaramente.
Alberto blanqueo la mirada.
–Solo dormimos, no hicimos nada.
Ambos amigos intercambiaron miradas con extrañeza.
–Creí que te lanzarías hacia él –habló Ercole con seriedad–. Llevas años teniéndole ganas a quien fue tu mejor amigo.
–Apenas empezamos a salir, además no me siento preparado, ha pasado más de tres años que no lo he hecho... ¡¿Qué tal si lo arruino y ya no quiere saber de mí?!
–Cómprate pastillas azules –dijo con simpleza.
Alberto le mostro el dedo medio y Ercole le devolvió el gesto.
–¿Al menos sabe cuáles son tus verdaderas razones de estar aquí? –cuestionó Guido.
–No, aun no se lo he dicho –jaló un poco su cabello con frustración– y si cree que lo estoy presionando o que tome una decisión apresurada que lo está agobiando.
–Te pareces a él cuando eran niños; igual de paranoicos.
–Esto es enserio, aún tengo pendiente arreglar mi matrimonio antes...
–¿Antes que Carina aparezca y te amenace con quitarte la custodia de nuevo si le pides el divorcio? –inquirió Ercole con la ceja arqueada.
–...sí –musitó–, quiero arreglarlo todo antes de decirle a Luca. Realmente él no era parte de mis planes al llegar aquí...ahora solo quiero disfrutar mi relación.
–La boda es en tres semanas –le recordó Guido en voz baja.
–Lo sé. Aun no sé qué es lo que nos espera después de eso...tampoco le he dicho a mi padre de nuestra relación y no sé cómo lo tome.
Ercole y Guido se miraron para después quedarse callados, estas próximas semanas serán más complicadas para todos.
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