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||Nove||

|09|Dos papás

De brazos cruzados observaba seriamente sentado en el borde de su escritorio como sus ahora "nuevos estudiantes" intentaban resolver el ejercicio de física de ese día. El profesor Russell estaba a su lado sorprendido como extrañado de ver al par de profesores de bellas artes poniendo esfuerzo en responder, su orgullo estaba en juego. La clase había terminado hace quince minutos por suerte era la última de ese día y podían estar un rato más sin que otros alumnos los interrumpieran.

Todos los alumnos de Luca lograron hacerlo, menos ellos dos. Que habían aprovechado el salón vacío para colocarse en los primeros asientos.

–¡Creo que lo tengo! –exclamó eufórico Miguel levantando su libreta.

–¡¿Enserio?! –Lo miro sorprendido Camilo– A mí solo me falta dividirlo para llegar.

–Tan burro no soy...–alegó con una sonrisa orgullosa– ¡Espera, cabrón!, ¡¿cómo que dividirlo?! ¡Hay que restarle!

–¡No, idiota! –le enseño su libreta y le mostro su procedimiento.

–¡Ah, chinga! ¡¿Cómo que a ti te salió menos trece y a mi mil seiscientos veintiocho?! –Levanto su mirada hacia Luca– ¡Güey, ven, ya me perdí!

Rodeo la mirada y dejo salir un pesado suspiro antes de bajar de un salto de su lugar.

–¡Dile a este pendejo que está mal! –apunto a Camilo.

Paguro cansado de aquel par solo tomo las dos libretas para analizar sus procedimientos, ambos latinos sonreían con orgullo, pero Luca arqueo la ceja y miro con extrañes lo que hicieron. ¿En serio le prestaron atención?

–Los dos están mal –dijo sin más–. La respuesta es cero punto cero veinticinco, ¿cómo mierda llegaron a esos resultados?

Dejo las libretas sobre los lugares, sentía un horrible dolor de cabeza por intentar descubrir en donde rayos se equivocaron. Ambos profesores dejaron caer sus rostros sin ningún cuidado en la mesa.

–Ustedes no tienen caso –exclamó quitándose los lente para pellizcar su sien–. Mejor quedasen en bellas artes, no son nada buenos en las matemáticas.

Las quejas del par no tardaron en aparecer, Luca iba a tallarse la cara con fuerza, sino fuera que el ruido de alguien tocando la puerta del salón llamo la atención de los cuatro profesores. Russell y los latinos sintieron un escalofrió al ver la directora de la facultad; una mujer bajita, piel morena, cabello recogido, vistiendo un traje de tonalidades amarillentas, ojos oscuros y de rasgos hindú. Ella mira el lugar con indiferencia.

–Espero no interrumpir algo, señor Paguro –dijo con una voz sin vida y seria.

Negó suavemente, sin miedo alguno.

–Para nada, señorita Dewan –comentó con todo respeto–, solo le estaba enseñando la fórmulas básicas de la velocidad a los profesores Rivera y Madrigal.

La mujer miro a los latinos con la ceja arqueada y ellos saludaron con la mano de manera nerviosa, ella les daba miedo –no tanto como Luca enojado–, la directora no mostraba muchas emociones, pareciendo mas a un robot en modo automático; les costaba saber si estaba feliz o enojada con ellos. Mangal se adentró al salón, miro a su mejor profesor y antes que pudiera decir algo Luca, la mujer habló;

–Puede pasar, señor Scorfano.

Los ojos de Luca se abrieron al ver a Alberto pasar con en una cangurera morada mientras en su boquita tenía un chupete en forma de flor que la calmaba y tenía a Leo tomado de la mano. El pequeño al verlo no dudo en soltarse de la mano de su padre para correr a pasos torpes y poder abrazarlo de las piernas.

–El señor Scorfano me pregunto en donde podía encontrarlo y me sorprendió que no estaba en la sala de profesores así que lo acompañe hasta aquí, espero que no le moleste.

Luca no dudo en cargar a Leo entre sus brazos, lo abrazo con cariño antes de ver a su jefa con una radiante sonrisa que sorprendió a todos.

–Para nada, grazie, Priya.

Su voz no era la misma enojada de siempre, estaba ¿feliz?

La mujer asintió y salió del aula dejando a todos un tenso silencio.

Güey, creo que me voy a morir –murmuró aterrado Rivera mientras se tocaba cara y pecho como si sufriera un infarto–. Creo que vi a Luca sonreír sin que fuera por burla o ironía.

Parce, yo también lo vi –musitó incrédulo Madrigal.

No eran los únicos, Russell estaba procesando lo que veía; Luca Paguro nunca sonríe así. Tantos años conviviendo juntos y era la primera vez que observaba una sonrisa autentifica. Ninguno de los tres sabía cómo reaccionar. Luca por su lado solo los ignoro y concentro toda su atención al niño de sus brazos.

–¿Cómo estas, Leo? Te extrañe este fin de semana –dijo abrazando con cariño al menor.

El pequeño le correspondió con el mismo cariño; cosa que hizo emocionar más a Paguro que provoco un ligero sonrojo en sus mejillas.

–Ya, Güey, atrápame que me está dando un patatús –se recargo en el hombro de Camilo–, veo la luz... ¡ahí te voy, San pedro! –dramatizó lanzándose a los brazos de su compañero.

Pero Camilo estaba tan sorprendido y perdido que no estuvo a tiempo en cargar a su amigo; Miguel cayó al suelo, sin ningún cuidado, logrando que un fuerte golpe se escuchara en todo el salón y ocasiono que Luca dejara de sonreír drásticamente y mirara al par de forma enojada y amenazante. Como siempre.

–Levántate holgazán –gruñó en lo que acomodaba al niño en su pecho– y más les vale recojan sus cosas, solo me hicieron perder mi tiempo.

Ese era su Luca. Camilo directamente va hacia a Alberto y lo tomo de forma desesperada del cuello de su camisa, aun teniendo cuidado con la bebé del medio. Lo miro desesperado mientras que el otro lo miraba desconcertado y algo atemorizado.

–Escucha bien, Alberto, por favor vuélvete gay, te lo suplico y cásate con él, haznos el favor a la humani-...–no logro terminar su frase ya que Russell lo tomo del cuello de su camisa y lo separo de él.

–Perdona por eso, te diría que no son así siempre, pero la verdad es que sí –exclamó nervioso, haciendo un ademan con la mano en un intento de ser gracioso para no incomodarlo.

–¿Gracias...amm-

Russell Fredricksen, soy compañero de Luca y profesor de idiomas –se presentó estirando su mano hacia él.

Alberto lo corresponde con una pequeña sonrisa, el cual fue correspondía por una igual.

–Alberto Scorfano, amigo de la infancia de Luca.

Ambos se soltaron al ver a Luca acercándose ya con su maletín de cuero colgando de su hombro y con Leo en brazos, le sonrió levemente a Alberto.

–Estoy listo, ¿nos vamos?

Él asintió sin dejar de sonreír, intento alejar a su hijo de él para no molestarlo, pero Leo se aferró más a Luca

–Veo que él también te extrañó –musitó dejando salir una leve risa que termino contagiando al otro.

Noto como él intentaba no reír de más para que su verdadera risa no saliera. Aun así cuando lentamente iban callándose sus miradas se encontraron, ambos sonriendo levemente perdiéndose en el brillo que tenía las pupilas del otro. Algo inocente e inofensivo que puro durar más, si no fuera por el grito quejoso de Rivera desde el suelo del salón:

–¡YA COJAN!

El encanto termino, ambos se sonrojaron mas no poder, Luca furioso como rojo tomo el borrador de su pizarrón y lo lanzo con todas sus fuerzas al rostro del mexicano que grito –no muy masculinamente– ante el golpe.

–Vámonos antes que estos idiotas vuelvan hablar –exclamó molesto y empezó a encaminar hacia la salida a pesados, pero antes de salir por la puerta miro al par de forma amenazante–. ¡SI MI AULA NO ESTA LIMPIA CUANDO YO ME VAYA, IRE POR LA ESCOBA! –recalcó cada una de sus palabras haciendo que los mayores sintieran miedo por el hombre enano.

Sin más Luca salió siendo seguido casi al instante por aun sonrojado y sorprendido Alberto. Sin duda su amigo había cambiado...con los demás. Russell podía jurar que sentía el mismo miedo que tenían los dos latinos. Ahora estaba a favor que Luca saliera con ese extraño hombre, si eso lograba que su humor sea menos aterrador.

[...]

Esa tarde se encontraba nublada y el viento fresco movía con suavidad las ramas desnudas de los árboles de arce. Quedaba muy poco para que invierno terminara y las lluvias de primavera inundaran la ciudad. Alberto relajado estiro al cielo sus brazos antes de sentarse en césped a un costado de la bebé durmiendo sobre el suéter de Luca mientras que Leo jugaba con la arena en frente de ellos, haciendo castillos o montañitas con sus manitas.

–En todas las veces que he venido a ver a Giulia nunca he estado en esta zona –dijo Alberto mirando lo pacifica que era aquel parque con poca gente por el clima.

–Eso explica por qué nunca nos encontramos antes –comentó tranquilo el otro mientras cerraba calmadamente su mirada, dejando que el suave y húmedo viento moviera su cabellera castaña oscura.

El ambiente era tranquilo y cómodo, como si todos esos años de ausencia nunca hubieran pasado. Se sentían como si volvieran a ser el par de niños traviesos de antes.

–Ya veo a que se referían a que te convertiste en un amargado –murmuró Alberto con una sonrisa.

Luca rio levemente abriendo uno de su ojos "molesto".

–¿Disculpa? –exclamó fingiendo indignación aunque su sonrisa lo delataba– Solo no soporto a la gente.

–Antes tenías curiosidad de todos e incluso los dos íbamos todas las tardes a molestar a los pescadores que llegaban.

Volvió a reír suavemente, ¿Cómo olvidaría aquellos momentos donde fue realmente feliz?

Ambos quedaron en un leve silencio que solo fue interrumpido por dos gritos alegres e inocentes que Luca reconocía bien. Abrió su mirada y sonrió levemente al escucharlos de nuevo.

–¡TÍO LUCA! –exclamaron con emoción Luan y Luis que corrían hacia él con grandes sonrisa y sus uniformes de jardín de niños debajo de sus impermeables transparentes de color rojo de uno y otro de azul.

Alberto miro en silencio a los pequeños gemelos correr de la mano hacia su amigo, no fue complicado pensar que ellos eran los famosos sobrinos de Luca. Cuando los pequeños estaban a pocos pasos de llegar, pararon de repente sus pasitos al ver al pequeño Leo correr a pasitos torpes hacia Luca mientras alzaba su bracitos para que lo abrazara. Acción sorprendió a todos en especial a Alberto. Los hermanos Rivera miraron confundidos como aquel niño extraño se aferraba al pecho de su tío. Luca por su parte sonrió suavemente mientras acariciaba los cabellos castaños del niño.

Los gemelos no eran celosos, es más se emocionaron de saber que podrían tener un nuevo amigo y más porque parecía ser alguien importante para su tío, entre ellos se murmuraron cosas pero todos sus planes fueron interrumpidos por otro grito:

–¡¡CHAMACOS DEL DEMONIO VUELVAN AQUÍ!! –les gritó Miguel corriendo detrás de ellos– ¡su papá me va a matar si se entera de esto!

Miguel casi se queda sin aire en medio parque se había distraído un momento al recibir un mensaje del trabajo para momentos después ver a lo lejos correr a sus gemelos. Se detuvo detrás de ellos agarrándolos del gorro de sus impermeables mientras recuperaba el aire de sus pulmones, la marca de su nariz del golpe del borrador aún estaba presente.

–Papi, ¿quién es él? –preguntó el niño del impermeable rojo apuntando inocentemente a Leo.

Miguel le dio un leve y suave manotazo para que dejara de apuntar al niño. Alberto miro extrañado la escena, no entendía por qué los niños le decían papi cuando el mexicano acaba de gritar que el padre de ellos lo mataría, ¿Quién realmente era el padre de los gemelos?

No fue hasta que la voz molesta de Luca lo saco de sus pensamientos:

–¿Me estas siguiendo?

–¡Ni que estuvieras tan bueno! –se calmó al ver la cara furiosa de su amigo y no le quedo de otra que suspirar y responder cansado– Hoy me toco recogerlos, la universidad de Hiro tuvo una convención y él estará ocupado todo el día. ¡Me toco ser la niñera de estos demonios!

–¡Papi! –lo llamo el gemelo del impermeable azul mientras jalaba el pantalón del mexicano–¿Podemos jugar con él?

Los dos niños idénticos lo miraron con ojitos tristes mientras hacían el ruidito de cachorro.

–No lo sé, ustedes son molestos y latosos –respondió rascándose la nuca, evitando a toda costa verlos–. Pregúntele si quiere.

Ellos sonrieron y aun de la mano corrieron hacia su tío, Leo se acurruco más en el regazo de Luca mirándolos molestos y con sus mejillas infladas. Alberto miro como Luca inconscientemente y discretamente consolaba al niño de sus brazos.

–¿También quieres al tío Luca? –preguntó uno el de rojo con inocencia–. Él es mi tío favorito, siempre nos cuida y juega con nosotros.

–¿Cómo te llamas? –inquirió emocionado el de azul–. Yo soy Luan –se apuntó a si mismo con su manita– y él es mi hermano mayor Luis. ¿Quieres jugar con nosotros?

–No mordemos, mira –abrió su boquita mostrando la ausencia de un diente de arriba– a mí me falta uno y a Luan dos, muéstrale –empujo levemente a su hermano.

El de azul asintió y abrió su boquita para mostrarle, pero Leo solo enterró su rostro en el pecho de Luca; acción que hizo entristecer a ambos.

–Vamos, Leo, ellos quieren ser tus amigos como también son los míos –susurró Luca.

Lentamente saca su cabecita, mira a su papá que sonríe y asiente para darle ánimos. Suavemente al igual que tímido Leo sale de su escondite con la cabeza agachada mientras jugaba con sus manitas. Cada momento miraba a Luca y él le sonreía. Al llegar a los gemelos ambos sueltan sus manos para después cada uno tome una manita de él. Fue más fácil, ya que recordaba un poco como el señor Miguel lo ayudo a sentirse mejor.

–¿Les molesta si lo llevo por un gelato? –le preguntó amablemente Miguel a Alberto.

La carita de Leo se ilumino, miro a su papá y él sonrió levemente. A lo que Alberto le era imposible negarle.

–Pueden ir sin problema, estaremos aquí por cualquier cosa –respondió calmado y feliz de que su hijo conviva con niños de una edad parecida.

Miguel asintió y luego sintió un escalofrió al tener la mirada seria de Luca sobre él.

–Y más te vale que no le pase nada, Rivera –amenazó.

Rivera rio nervioso y rápidamente tomo la mano de uno de sus de los gemelos para irse con los demás sostenidos de las manos. Podían escuchar a lo lejos como los dos niños idénticos le narraban a Leo su día en la escuela o las travesuras que hacía con uno de sus padres o como el otro les contaba historias de robots superhéroes antes de dormir. Inconscientemente Luca sonrió al verlos irse por el postre.

–Oye, Luca –escucho la voz pensativa de su compañero.

Volteo a verlo.

–¿Qué pasa? –inquirió extrañado.

–Estoy confundido –desvió la mirada algo incómodo–, sé que no me conviene y no es mi asunto, pero ¿Por qué tu amigo dijo que el papá de los gemelos lo mataría y luego los gemelos le dijeron papi a él?

–Oh...eso.

La expresión de Luca era un poema que poco a poco se convertía en una mescla de extrañeza y llena de dudas, si decirle o no. Pero si Leo comenzaba a juntarse con los gemelos, Alberto necesitaba saber la verdad. Suspiro y miro a su amigo con seriedad.

–Escucha Alberto, no sé cómo lo tomes, pero Miguel es pareja de Hiro, el hombre que me acompaño a la cena, ambos son padres de Luan y Luis...–peino su cabellera hacia atrás frustrado–sé que es raro y eso pe-

–¿Tu qué opinas de eso? –lo interrumpió rápidamente y con indiferencia.

–¿De qué?

–No sé –alzo sus hombros confundido de lo que decía–, de que dos hombres se amen y críen a niños juntos –desvió la mirada incómodo.

–Bueno...–bajo la mirada pensativo– ambos son mis amigos, los conocí por separado, tardaron un año en confesarme su relación, me sorprendió e incomodó en ese momento...tal vez fue porque tarde en procesar; como dos hombres pueden amarse a parte que ninguno de los dos parece...ya sabes...–hizo un ademan con la mano– gay. Fue raro no lo tome muy bien los primeros días porque no me cabía en la cabeza que ellos dos se besaran e hicieran cosas de pareja –miro a su amigo con pesar–, tu y yo crecimos en un pueblo religioso, Alberto, y sé que para ti que dos hombres se amen también puede sonar asqueroso.

Alberto lo escuchaba atentamente repasando cada una de sus palabras hasta que escucho otro suspiro por parte Luca.

–...Pero –bajo la mirada con pesadez– a pesar de lo que piense yo o la gente, sé que ambos son el uno para el otro y es lo que importa, ambos han demostrado que se aman, respetan y aunque jamás estarán casados, ellos están para el otro como si en verdad lo estuvieran. Me tomo tiempo en aceptar que solo son dos personas que se aman sin hacerle daño a nadie, ambos aman a sus hijos y los gemelos los adoran al tal punto que no les importa no tener una mamá...y es algo que llegue a admirar y envidiar –musitó lo último.

Hubo un silencio entre ellos, ninguna tenía nada más que decir. Luca comenzó a jugar con la manita de Mina de forma pensativa. Alberto le costó verlo de esa forma, como dijo Luca, ambos nacieron en un lugar que no está para nada bien visto que dos personas del mismo sexo se amen.

Tal vez por eso ninguno de los dos les dio importancia aquellos sentimientos de su juventud que volvían a renacer lentamente...y los volvían a confundir.

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