El amor siempre me pareció algo frágil. Algo que, por mucho que lo cuidaras, tarde o temprano terminaba rompiéndose. Lo vi demasiadas veces como para creer en finales felices, así que aprendí a mantenerlo a raya, a convencerme de que estaba mejor sin él.

Y luego llegó ella.

No con la fuerza arrolladora de una historia de amor destinada a suceder, sino como una pregunta que no sabía cómo responder. Nunca había sentido algo así. Nunca me había sentido así. Y menos por alguien como ella.

Mientras yo huía del amor, ella ni siquiera sabía si alguna vez lo había encontrado. Mientras yo me protegía del dolor de perder a alguien, ella temía no saber qué hacer si algún día lo tuviera.

Éramos dos personas atrapadas en la incertidumbre.

Y, aun así, nos encontramos.