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Capitulo 2

Nunca supe exactamente qué era el amor.

Claro, lo vi en las películas, lo vi en los doramas que veía con mi hermana, lo vi en mis amigas enamoradas, lo vi en mis padres...

Pero nunca experimenté algo como eso. Casi se sentía como si las flechas de Cupido nunca tuvieran la suficiente puntería para atraparme, porque nunca me sentí como una adolescente enamorada, ni siquiera cuando mis amigas insistían en que un chico guapo me miraba.

Por un momento, me empecé a preocupar. ¿Y si me había convertido en una especie de robot emocional incapaz de sentir nada romántico? No es que no hubiera intentado: me presentaron chicos lindos, unos que incluso parecían sacados de una película de esas que te hacen querer escribirles una carta de amor con puras metáforas raras. Pero no, nada de eso me hizo sentir lo que se suponía que debería sentir.

Y luego, me enamoré. Pero la sorpresa fue que no era el típico chico deportista, o el chico malo con su moto y un millón de tatuajes que mis padres, sin duda, aunque fuera mala influencia, habrían elegido como el futuro yerno ideal a comparación de la persona de la que me enamore.

No. Mi enamoramiento llegó en la forma de alguien que ni mis amigas, ni mis padres, ni siquiera yo misma, podría haber esperado. Al menos, estaba bastante segura de que ella era mucho mejor que todos esos chicos cliché.

Sí, ella era, sin duda, mi tipo... y no solo porque me diera un respiro de las expectativas de todos los demás.

♡♡♡

Millie

—Disculpa. —Me disculpaba tratando de hacer espacio entre yo y Nick. —Estaré ocupadísima hoy.

—¿Tan ocupada como para ignorar los mensajes que te envié anoche? —Pregunto Nick mientras me rodeaba la cintura con su brazo y su mirada tan filosa se clavaba en mi. —No juegues conmigo.

Sin pensarlo mucho, me zafé de su abrazo como si fuera una banda elástica y me hice a un lado del pasillo, dejando que el espacio entre nosotros aumentara lo suficiente para evitar una catástrofe. Realmente, ya estaba bastante harta de las insinuaciones de Nick, pero si Rossie veía que rechazaba a otro de sus mejores amigos, no iba a tener que preocuparme por lo que Nick pensaba... sino por la furia de Rossie. Ella me mataría y probablemente me enterraría en un campo de flores como si fuera una escena de una película de terror, solo que sin la parte bonita.

Mientras pensaba en Rossie, parecía que había manifestado lo suficiente para que ella apareciera y me salvará.

—¡Nick!—Exclamó Rossie tirando de el. —Están en medio del pasillo tortolitos, controlense. Vayan al baño si necesitan hacer algo más.

No, definitivamente ella no venía a salvarme.

Nick me miró como si acabara de perder una batalla épica, pero no me sentí ni un poco culpable. Ni siquiera era demasiado popular para que tuviera un montón de chicas atrás de el, intimidandome para que no lo rechace.

Rossie, por otro lado, estaba demasiado contenta con su intervención, sonriendo como si hubiera ganado el premio a la "Amiga del Año". Le dio un pequeño empujón a Nick, quien finalmente dejó de mirarme como si fuera un rompecabezas sin solución.

—Vamos, no te pongas así. —Comento Rossie, lanzando una mirada de disculpa hacia mí antes de girarse hacia Nick con una sonrisa pícara—. Ya sabes cómo es Millie, le gustan los chicos con menos... cariño.

—Sí, claro.—Respondió Nick con una risa forzada, quitándose el brazo de mi cintura como si fuera lo más natural del mundo. En realidad, me dio la sensación de que tenía demasiados celos por algo que ni siquiera había comenzado.— Nos vemos después, Millie. Si alguna vez decides dejar de ignorarme, avísame.

Por fin respiré en paz poniendo mi espalda contra la pared de ladrillo. Realmente no eramos nada con Nick. Rossie insistió que nos enviáramos mensajes, y asi estuvimos por dos semanas y el en ese momento pensaba que ya salíamos.

—¿Vas a darle una oportunidad o seguirías ilusionandolo? —La pregunta de Rossie me llamo la atención. Pronto voltee a verla y estaba con los brazos cruzados y esa expresión enojada. —Responde.

—En ningún momento dije que seríamos algo. —Declaré. Amaba a Rossie, pero aveces sentía que me sofocaba. —Y aunque me gustará... recuerda que me cambio de secundaria estas vacaciones de invierno. Simplemente es un no.

—Dirás, nos vamos a cambiar. No te dejaré sola. —Me corrigió Rossie mientras se acercaba a mi. —Almenos intenta estar con alguien allí. No puedo hacer cita doble porque nisiquiera tienes cita. Asi que si no quieres a Nick no lo ilusiones.

—No lo estoy ilusionando. El se hace ideas.

—Entonces se clara con el.

Suspiré con pesadez, no por cansancio, sino porque sabía que tenía razón. Nunca había sido clara con Nick. Y ahora, probablemente, mientras yo estaba aquí en este pasillo, él estaba viendo nuestras bodas en Pinterest.

Aun así admiraba las intenciones de Rossie. Me gustaba que ella intentara salvar mi inexistente vida amorosa, pero yo simplemente me sentía un desastre para el amor en ese momento.

—Lo intentaré, Rossie... —Murmuré, más para calmarla que por mí. Porque la verdad, ni siquiera sabía si me preocupaba lo suficiente como para ponerle fin al asunto de Nick.

♡♡♡

Cuando llegué a casa, lo primero que hice fue subir las escaleras a toda velocidad y encerrarme en mi habitación. No estaba de humor para cenar en familia, no cuando ya podía imaginar la conversación que me esperaba en la mesa. Mi madre preguntando por Nick con una sonrisa curiosa, mi padre bromeando con que "ya era hora" de que me interesara en alguien, y Coraline, mi hermana menor, mirándome con superioridad, sabiendo que todo esto era su culpa.

Porque en esta casa no existía la privacidad. Si mi hermana me veía respirando cerca de un chico, se lo contaba a mis padres como si fuera la gran noticia del día. Y con Nick no había sido la excepción. Ella había visto su nombre en la notificación de mi teléfono.

Pero lo peor no fue eso.

Lo peor fue la frase que mi madre soltó con tanta ligereza, sin siquiera pensarlo, sin imaginarse el peso que tenía en mi cabeza:

"Ya pensábamos que eras lesbiana."

La frase quedó flotando en el aire de mi habitación, como si aún pudiera escucharla con claridad. Se repitió en mi mente una y otra vez, cada palabra grabándose en mis pensamientos.

Pensábamos. O sea, lo habían hablado. Mi madre, mi padre, quizás incluso Coraline. En algún punto de mi vida, se habían sentado a discutir si yo era lesbiana o no, como si fuera un misterio que necesitaban resolver, una pregunta incómoda sin respuesta clara.

Pero lo peor no era que lo hubieran pensado.

Lo peor era el tono en el que lo había dicho mi madre. Como si fuera un chiste. Como si fuera una posibilidad que, en algún momento, los había preocupado. Como si ahora, con Nick en la ecuación, pudieran suspirar de alivio porque su hija resultó ser "normal".

Pero, ¿qué hubiera pasado si les hubiera dicho que no estaban tan equivocados?

Porque la verdad era simple: nunca me gustó Nick. Nunca lo había hecho, y sabía que no lo iba a hacer. Solo lo fingía. Lo hacía por mis padres, por Rossie, por la presión de todos esos pequeños detalles que te hacen sentir que, si no encajas en el molde, entonces algo en ti está roto.

Porque yo no era la chica que se sonrojaba cuando un chico le enviaba mensajes bonitos. No era la que soñaba con una primera cita perfecta o con un príncipe azul sacado de una película romántica. Ni siquiera entendía por qué Nick había puesto su atención en mí.

Yo no era popular. No tenía un perfil de Instagram con cientos de fotos mostrando mi vida perfecta. Solo tenía un grupo de amigas normal, notas decentes y una cuenta con una única foto de mi gata, Nala. Y aun así, la gente parecía esperar que actuara como si estuviera protagonizando una historia de amor.

Pero si algo había aprendido en ese momento, acostada en mi cama, con el teléfono en la mano y la mente llena de preguntas que no quería responder, era que mi historia no iba a ser como las demás.

Y tal vez, en el fondo, eso me asustaba más que cualquier otra cosa.

♡♡♡

Las siguientes fueron un caos total. 
 
La idea de cambiarme de secundaria nunca me convenció. No era una simple mudanza de escuela: era otra forma de que mis padres tuvieran más control sobre mi vida. 
 
No es un dato curioso que mis padres se han esforzado demasiado para tratar qué siga el buen camino de Dios. Así que siempre han estado pendientes de mi: revisaban mi celular cada dos semanas a profundidad, tienen que saber hasta el grupo sanguíneo de la persona con la que voy a salir, y en especial mi madre cada dos meses me lleva a la ginecóloga preguntando si perdí mi virginidad o no eh contraído algo. 
 
Sabía que me cuidaban, pero me sentía sofocada. Y este cambio de secundaria lo haría peor. 
 
Desde que sabían de que estaba entre muchas comillas en algo con Nick, ahora ellos querían que alguien me vigilará en la escuela. En mi antigua escuela estaba por cuenta propia, y Rossie no les pasaría información para nada. 
 
Pero ahora estaba aún peor: tenía a mi tío Karl como profesor de química. 
 
Definitivamente, eso iba a ser un infierno. No solo porque la materia ya era lo suficientemente tediosa como para hacerme considerar huir a una isla desierta sin libros de texto, sino porque Karl no era el tipo de persona que dejaba pasar las cosas. No había manera de que pudiera hacerme la desentendida en sus clases sin que luego lo comentara con mis padres en la próxima cena familiar. Cada tarea sin entregar, cada vez que mirara el celular en clase, cada bostezo... todo sería reportado como si fuera un crimen. 
 
Pero al menos tenía a Rossie. O al menos eso creía. 
 
Durante el primer día, traté de aferrarme a la idea de que, aunque todo esto apestara, al menos tendría los recesos con ella, nuestro pequeño espacio para despotricar del mundo y quejarnos de la vida. Sin embargo, ese plan se fue a la basura cuando la vi ser absorbida por un grupo de chicas como si hubiera sido parte de ellas desde siempre. 
 
Así que ahí estaba yo, en medio de un aula que no sentía mía, intentando captar la atención de Rossie mientras al mismo tiempo tenía que vigilar a Karl, que parecía tenerme en la mira como un espía encubierto. Lo peor de todo es que probablemente pensaba que me estaba "cuidando", cuando en realidad solo hacía que esta nueva vida escolar se sintiera aún más sofocante.

♡♡♡


El timbre de salida sonó como un canto celestial para mis oídos. Sin pensarlo dos veces, cerré mi cuaderno de química con un golpe seco y deslicé mi mochila sobre un solo hombro, lista para desaparecer antes de que mi querido tío-profesor tuviera la oportunidad de recordarme que "una buena alumna siempre revisa sus notas antes de irse". 
 
Me levanté con toda la naturalidad del mundo, como si no estuviera planeando una fuga meticulosamente calculada. Pero apenas di dos pasos hacia la puerta, escuché la voz que más temía en ese momento. 
 
—Millie, quédate un momento. 
 
Maldita sea. 
 
Me giré lentamente, tratando de que mi cara no reflejara mi absoluta desesperación. Karl estaba organizando unos papeles en su escritorio, sin levantar la vista, pero yo sabía que no iba a ser tan fácil librarme. 
 
—Tengo que ir eh...al baño. —Improvisé, señalando vagamente hacia la puerta como si tuviera un asunto de vida o muerte que atender. 
 
Karl levantó una ceja. 
 
—Entonces te espero aquí. 
 
¿Pero qué le pasaba? ¿Acaso pensaba interrogarme como si esto fuera un interrogatorio del FBI? 
 
—¿No puedes decirme lo que sea mañana? —Intenté, aunque sabía que mi resistencia era inútil. —Estoy menstruando, en serio tengo que ir a... 
 
—No tardaré más de cinco minutos. —Afirmo Karl aunque con una clara cara de incomodidad ante mi comentario. 
 
Cinco minutos. Sonaba poco, pero cualquier conversación con Karl sobre mi "desempeño académico" se sentía como cinco años en prisión. 
 
Entonces no lo dude. Esto no era sobre de la escuela, seguramente iba a preguntame como me iba y a insistirme que me dijera con que nuevos amigos me juntara. 
 
—Ire al baño rápido y... —Iba a salir por la puerta hasta que sentí cómo me chocaba con alguien por detrás. 
 
Sentí como mi trasero se colisiono de golpe contra el suelo duro. Por mientras la persona por detrás me agarraba por los brazos tratando de levantarme. 
 
—Perdona, ¿estás bien? 
 
La voz de la chica que se me acercó era tranquila, pero tenía una nota nerviosa, como si no estuviera del todo segura de qué hacer. Estaba usando unos audífonos grandes, con cables que se colgaban de su cuello, y podía escuchar la música a todo volumen, como si estuviera completamente aislada de lo que pasaba a su alrededor. 
 
El golpe había sido más fuerte de lo que esperaba, pero no me dolió tanto como el hecho de que acababa de caer de una manera tan estúpida. Y, aún con el golpe, lo único que realmente noté fueron sus ojos. Esos ojos color celeste que, si los mirabas de lejos, parecían grises, como si reflejaran una tormenta a punto de estallar. Fue un momento de total desconcierto para mí, como si algo en su mirada me hubiera atrapado. No sabía cómo explicarlo, pero no podía dejar de mirarla. 
 
Y, claro, su cabello. Era castaño oscuro, casi negro, con un corte que no era común para una mujer. Corto, moderno, rebelde. La veía y, por un momento, ni siquiera podía concentrarme en lo que me estaba diciendo. Me sentía como una completa idiota, observando cada detalle de ella como si fuera alguna especie de estrella de cine. Qué irónico, ¿no? Siempre supe que me llamaba la atención la belleza de las mujeres, pero nunca me había encontrado con una chica que me dejara tan descolocada. 
 
Pero claro, en medio de todo eso, lo único que deseaba era hundirme en el suelo por la vergüenza ¿De verdad me había caído en ella, literalmente? Estaba tan atónita por la situación que ni siquiera pude poner en palabras lo ridículo de la escena. 
 
La chica me sostuvo con firmeza, pero no era una de esas personas que te tocaban como si estuvieran invadiendo tu espacio. Era el tipo de toque que te decía "te ayudo sin hacerte sentir incómoda". Me levantó con un movimiento sencillo, como si no me hubiera caído de manera tan aparatosa, y me dio un momento para recuperar el equilibrio. Mientras tanto, yo seguía mirando sus ojos, sin comprender del todo por qué la situación me desconcertaba tanto. 
 
—¿Estás segura de que estás bien? —Me preguntó, con un tono ahora algo más preocupado, pero aún algo nerviosa. Como si quisiera asegurarse de que no estuviera a punto de hacer una escena, o de que no fuera a caer otra vez. 
 
Al darme cuenta de que Karl estaba observando desde su escritorio, me aparté rápidamente de la chica, alisando la falda de mi uniforme y tratando de recomponerme lo más rápido posible. No quería que él pensara que había algo raro entre nosotras. Si él llegaba a darse cuenta de que me había quedado mirando a la chica, no quería ni imaginarme su mirada desaprobatoria. 
 
—No te preocupes. —Dije rápidamente, con una leve sonrisa que intentaba disimular la vergüenza. —Solo fue una caída tonta. 
 
—Qué bueno. —Respondió ella con una ligera sonrisa, pero ya estaba tomando el auricular para colocárselo de nuevo en la oreja. No dije nada más, y antes de que pudiera reaccionar, ya se había dado la vuelta y comenzaba a caminar por el pasillo. 
 
Y ahí estaba yo, de pie, sin saber qué hacer ni qué decir. Me sentía como una tonta. ¿De verdad me había quedado mirando a una chica como si fuera algún tipo de modelo de pasarela? Quise esconderme, pero no pude. Solo me quedé allí, mirando cómo ella se alejaba, preguntándome si algún día me cruzaría con ella otra vez. 
 
Pero, por ahora, lo único que sabía era que acababa de hacer el ridículo. Y como si fuera poco, atrás de mi escuche la voz de Karl. 
 
—¿Deberia preocuparme por los gustos mi sobrina? 
 
Me congelé. 
 
El tono de Karl no era burlón ni juguetón. Era crítico, áspero, como si hubiera pillado algo que no debería haber visto. Mi estómago se revolvió en un nudo desagradable, y mis manos, que aún estaban ligeramente temblorosas por la caída, se cerraron en puños sin que me diera cuenta. 
 
No me giré de inmediato. No quería darle el gusto de verme incómoda. 
 
—¿A qué te refieres? —Pregunté, intentando mantener la voz firme, aunque mi garganta se sentía seca. 
 
Karl soltó una risa baja, de esas que uno sabe que vienen con un sermón detrás. 
 
—No te hagas la desentendida, Millie. Te vi. —Cerró su carpeta con un golpe seco, y mis músculos se tensaron. No necesitaba verlo para saber que estaba con esa expresión de desaprobación que reservaba para cuando alguien se salía del "buen camino"— Te vi quedarte embobada con esa... chica. 
 
El asco en su voz era casi imperceptible, pero estaba ahí. 
 
Finalmente, me giré para enfrentarlo. No porque quisiera, sino porque sabía que, si no lo hacía, él seguiría con esto hasta que obtuviera una reacción de mi parte. 
 
—No sé de qué hablas. Tropecé y ella me ayudó. Fin de la historia. 
 
Si, la chica había llamado mi atención. Pero eso nisiquiera era una excusa como para que Karl viera un error allí. 
 
Karl me sostuvo la mirada, escudriñándome, como si pudiera leer cada pensamiento en mi cabeza. Yo no parpadeé. No iba a darle la satisfacción de verme dudar. 
 
—Espero que así sea. —Su voz bajó, pero su tono se volvió más severo.— Porque tú sabes cómo son las cosas en esta familia, Millie. No creo que a tus padres le gustaría saber que su hija está en malos pasos. 
 
Cada palabra cayó sobre mí como un peso en el pecho. Lo sabía. Por supuesto que lo sabía. Desde que tenía memoria, mi familia me había dejado claro qué estaba bien y qué estaba mal. Qué era "correcto" y qué era un "desvío peligroso". 
 
Karl suspiró, sacudiendo la cabeza como si fuera él quien estuviera decepcionado. 
 
—No quiero verte actuando raro, Millie. No quiero verte distrayéndote con cosas que no deberías. Tu madre ya tiene suficientes preocupaciones contigo. 
 
Ese comentario me hizo apretar los dientes. 
 
—¿Actuar raro? —Repetí, con un deje de indignación. 
 
Karl cruzó los brazos. 
 
—Sabes perfectamente de lo que hablo. No quiero que te metas en cosas que te lleven por el camino equivocado. Porque luego no hay vuelta atrás. Y después, cuando estés sola y arrepentida, no digas que no te lo advertimos. 
 
Mi mandíbula se tensó, y la furia que intentaba contener empezó a hervir dentro de mí. Pero discutir con Karl era como hablar con una pared. Una pared que además tenía el poder de hacer mi vida un infierno en la escuela si se lo proponía. 
 
Así que, en lugar de decir todo lo que realmente quería decir, opté por soltar un suspiro pesado y fingir cansancio. 
 
—Ya terminé aquí, ¿puedo irme ahora? 
 
Karl me miró un momento más, como si estuviera debatiéndose entre insistir o dejarlo pasar. Finalmente, asintió con la cabeza. 
 
—Llévate tu cuaderno. No quiero que pongas excusas para no estudiar. 
 
Me acerqué al escritorio y lo tomé sin decir nada más. Cuando pasé por su lado, sentí su mirada aún clavada en mí, como si estuviera esperando que cometiera algún error. 
 
No le di ese gusto. 
 
Salí del aula con la cabeza en alto, aunque por dentro sentía que acababa de recibir un puñetazo invisible en el pecho. 
 
Y lo más lógico sería hacerle caso. No quería problemas con mi familia en ese momento, pero en ese momento tampoco tenía muchos amigos como para resignarme a no darle las gracias a la chica que me había ayudado, y tal vez... hacer una nueva amiga en este infierno. 

                                        
♡♡♡

Danielle

 
Despues de rellenar mi bandeja con un gran tazón lleno de uvas, me dirigí a las mesas que estaban vacías para sentarme en una de ellas y ponerme los auriculares y reproducir otra vez la misma canción de siempre: The Archer. Mientras sentía como toda tensión desaparecía y me sentía sola en ese gran salón. 
 
O almenos esa sensación duro unos segundos cuando note como la misma chica bronceada de cabello rizado que había ayudado se acercaba y se sentaba frente mío. Me saque un auricular para después levantar la ceja tratando de entender que quería ella. 
 
—¿Necesitas algo? —Pregunté tratando de entender porque se había sentado conmigo. 
 
Pude notar que su mirada confundida por un momento para después sonreír de manera algo forzada. 
 
—No. —Negó ella. —Solo vi que estabas sentada sola y pensé en saludar. 
 
Claro, no me hubiera incomodado si fuera una persona que podía sacar grandes y profundos temas de conversación mientras era tan carismática y simpática. Pero yo no era esa persona, y hubiera sido humillante si esta chica, después de un rato se diera cuenta que mi intención exacta no era hacer amigas en este momento... 
 
Así que solo asentí, sin saber exactamente qué responder. No quería ser grosera, pero tampoco quería que pensara que esto era una invitación para hacerme preguntas o intentar socializar más de lo necesario. 
 
Ella tampoco dijo nada por un momento. Se limitó a jugar con los anillos en sus dedos, como si estuviera buscando algo más que decir. Me di cuenta de que su sonrisa se sentía tensa, como si estuviera aquí más por compromiso que por verdadera intención de hablar conmigo. 
 
Entonces, antes de que el silencio se alargara demasiado, decidí seguir con lo mío. Tomé una uva del tazón y me la llevé a la boca, volviendo a ponerme un auricular mientras deslizaba la mirada hacia la pantalla de mi celular. Quizás, si me veía lo suficientemente ocupada, ella entendería la indirecta y se marcharía sin que tuviera que decir nada. 
 
Pero no. 
 
Irónicamente, aveces las personas solitarias llaman mucho más la atención de las personas extrovertidas. Y me maldecía por ser la primera. 
 
—Te vez muy... —Ella hizo una pausa antes de continuar. —Solitaria. 
 
Levante la mirada algo desconcertada. Bueno, tampoco le faltaba razón, pero algo de mi decía que intentara excusarme porque no necesitaba más atención de la que está chica me estaba dando. 
 
Trate de forzar una pequeña risa antes de hablar y jugar con mi cabello. 
 
—No es eso. —Balbucee tratando de no sonar como una estúpida. —Aveces solo necesito mi momento de paz. 
 
Con eso trate de que la indirecta quedara clara: no la quería aquí. Y no era porque tuviera un pasado oscuro o no me gustará la gente. Simplemente no era lo demasiado interesante para la gente, y no quería encariñarme con cualquier desconocido. 
 
Pero al parecer la indirecta no fue algo que ella captara. O simplemente no tenía con quien pasar el receso y quería juntarse con alguien antes de terminar en la soledad. 
 
—¿Quieres que me vaya? —Increíblemente ella pregunto eso.  
 
—Sí. —Murmuré sin dudar mucho. Parecería una grosera, tal vez. —Disculpa, pero si no te vas estaré ignorandote mientras escucho música. Entonces no se si eso se te hará muy bonito. 
 
La chica se quedo en silencio por un momento, pero luego pareció sonreír mientras jugaba con los anillos de sus dedos. 
 
—Créeme, si quieres quédate en silencio, no me importara.  
 
Levante la mirada de la pantalla aún anonadada. No podía entender a esta chica. 
 
—Mi mejor amiga esta con el grupo de allá. —Seguí su dedo mientras ella señalaba a un grupo de chicas reírse bastante. —Estoy empezando a pensar que se olvido de mi, así que necesito algo de compañía compañía para que piense que estoy haciendo algo con mi vida y no quiera buscarme a un chico de aquí para hacerme compañía. 
 
Parpadeé un poco. Con esas palabras podía explicarlo mejor porque esta chica de la nada había venido a buscarme y sentarse conmigo. 
 
—¿Osea que soy la segunda opción? —Pregunte sin saber si sentirme alagada o insultada. 
 
Ella me miró con una mezcla de inocencia y descaro, como si acabara de decir algo completamente lógico y sin importancia. Me quedé en silencio por un momento, procesando sus palabras, sin saber cómo reaccionar. No me gustaba ser una "segunda opción", pero no podía negar que su sinceridad, aunque un tanto brusca, era algo que se apreciaba.
 
—No, no lo tomes así. —Respondió ella rápidamente, levantando las manos como si intentara calmarme.— Pero, sí, por ahora.. creo que eres la única opción disponible. No te preocupes, no estoy aquí porque no tenga nada más que hacer. Solo que me pareció que, de todos los lugares, este era el único en el que no me iban a molestar. 
 
¿Acaso me estaba pidiendo permiso para sentarse aquí? Me sentí extraña al pensar que todo esto se estaba desarrollando como una especie de... ¿convenio? No lo sabía. 
 
Decidí responder con lo primero que se me vino a la mente para evitar seguir pensando demasiado. 
 
—Entonces, ¿en serio me necesitas como "relleno" para no parecer solitaria? —Pregunté con una ceja levantada, mientras me daba cuenta de que su actitud completamente directa era, de alguna forma, refrescante. La mayoría de las personas habría intentado disfrazar su necesidad de compañía bajo un tono más amable o superficial. 
 
Ella sonrió, y fue entonces cuando me di cuenta de que no era una sonrisa falsa, sino una genuina. Una sonrisa que parecía desarmar cualquier tipo de barrera que yo había levantado. 
 
—Sí, algo así. —Su tono era tan relajado que casi me hizo sentir que no importaba. Que si ella se sentía cómoda, yo también debería intentarlo. 
 
Me quedé pensativa, no sabía si aceptar o seguir con mi muro, pero algo me decía que sería más difícil que ella se fuera a esta altura. Y, si iba a estar aquí, tal vez podría aprovechar para relajarme un poco. 
 
Finalmente, decidí hablar, esta vez con menos dureza en mi voz. 
 
—Está bien, pero no pienses que soy una buena conversación. —Advertí, sintiendo que mi tono sonaba menos cortante de lo que esperaba. 
 
Ella se echó hacia atrás, adoptando una postura más relajada, casi como si estuviera disfrutando de la incomodidad que había creado con su presencia. 
 
—No te preocupes, no vine a filosofar ni a sacarte un discurso sobre la vida. Solo... no quiero parecer tan patética frente a las demás. —Declaró, como si se estuviera quitando un peso de encima. —Y ahora que lo pienso, no te he preguntado tu nombre. ¿Cómo te llamas? 
 
Me quedé callada un momento, un poco sorprendida de que me estuviera pidiendo mi nombre como si no hubiera nada extraño en lo que estaba pasando. Pero, ¿qué otra cosa podría hacer? Al final, me encogí de hombros. 
 
—Danielle. —Respondí, sin muchas ganas de dar explicaciones. 
 
Ella asintió, sonriendo de nuevo, sin inmutarse. 
 
—Encantada, Danielle. Yo soy Millie. 
 
Y así es como terminé envuelta en este lío. Increíblemente, pensé que todo terminaría cuando la mejor amiga de Millie le diera la atención que necesitaba, pero eso no sucedió. Porque lo que empezó como una casualidad se transformó en algo más, algo que ni yo ni ella esperábamos. Algo que cambiaría todo. Y lo peor es que, cuando me di cuenta de lo que estaba pasando entre nosotras, ya era demasiado tarde para dar un paso

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