-Epílogo-
Mi zapato repiqueteaba en el suelo de cuero debido a que todas mis emociones estaban alborotadas. Mis manos que sostenían el ramo de rosas blancas no paraban de temblar y una sonrisa boba en mi cara no se borraba por nada.
- Tienes que tranquilizarte, hija -suspiró mi padre que se encontraba de mi lado izquierdo- Todo saldrá bien.
- Sé que saldrá bien -levanté mi mentón de manera arrogante- Solo estoy emocionada.
Me casaré, no podía creer que después de dos años contraiga matrimonio con el amor de mi vida.
En estos momentos íbamos en camino hacia el lugar donde se realizará el intercambio de votos, y finalmente, se oficializará nuestro matrimonio con el típico "puede besar a la novia". El auto en el que íbamos era mi precioso Nissan azul, después de más de diez años sigue rugiendo como la primera vez.
El sitio donde celebraríamos era una gran casa de campo que en la parte trasera tenía un gran prado lleno de césped recién cortado y unos cuantos árboles y arbustos acompañados de flores coloridas, perfecto para una fiesta al aire libre.
- ¿A cuántas personas invitaron? -me preguntó cuando nos estacionamos justo en frente de la puerta.
En la parte delantera de la casa, que cabe aclarar que era un espacio enorme, estaba repleto de motocicletas y autos, tanto de carreras como de civiles, dejando solamente un espacio suficiente para que nuestro auto cupiera.
- Supongamos que debe haber unos cuatrocientos -una gotita de sudor bajaba por mi frente- Contando familia y amigos, de las dos partes -negó con la cabeza y nos bajamos.
Mi vestuario fue inspirado en plantas y flores.
Mi vestido blanco era precioso, se ajustaba en la cintura y luego caía una larga falda suelta, no tenía mangas pero se sostenía en los laterales de mi brazos y su escote en forma de corazón era atrevido y elegante a la vez, el tul de la falda y el corsé eran decorado con detalles en encaje que daban la impresión de enredaderas. Mis zapatos eran de color plateado y pequeñas hojas con sus tallos se enredaban en el tacón y a los laterales de zapato. Y mi peinado lo elegí de forma suelta, siendo mis mechones delanteros sostenidos por trenzas que se unen por detrás, los rizos y el recogido eran adornados con horquillas de flores blancas y cintas del mismo color; mi cabello lo tenía al natural, el azul teñido se fue para que aparezca mi color de nacimiento, castaño claro.
- Ya es hora -se enganchó a mi brazo izquierdo.
Asentí y con mis manos sostuve el ramo, decidí seleccionar las rosas blancas ya que fue la primera flor que me obsequió el pelinegro, era algo simbólico.
- Quiero que sepas Lexa que eres la luz de mi vida -me dijo mientras caminábamos hasta la puerta trasera que daba al altar- Estoy muy orgulloso por todos tus logros y te deseo todas las cosas buenas que el mundo te puede ofrecer. Te amo demasiado y puedes contar conmigo para lo que sea.
- Si lloro y se me arruina el maquillaje será tu culpa -lo abracé antes de atravesar la puerta.
Cuando me tranquilicé volvimos a la misma posición, las puertas se abrieron y frente a mis ojos se abrió paso una vita espléndida. Los invitados, menos mi madre quien rechazó la invitación, estaban todos de pie en los laterales de una alfombra roja que se extendía en un corto pasillo para luego terminar en un pequeño arco de diferentes flores, donde debajo estaba mi prometido con su traje negro y corbata de color dorado, y en el centro se encontraba el oficiante de matrimonio, quien se encargará de aprobar la unión.
Con mi padre caminamos lentamente por la alfombra mientras de fondo sonaba "Make It To Me" de Sam Smith. Cuando llegamos a primera fila le entregué mi ramo a la pequeña Shina Sano, una bebé de cinco meses de ojos dorados con cabello negro, nuestra hija quien era sostenida por su tía Emma. Le sonreí y le di un beso en su regordeta mejilla.
Una vez cara a cara con mi futuro esposo, papá le entregó mi mano derecha.
- Hoy te entrego a mi tesoro, cuídala Shinichiro -le habló sin soltarme-Porque si no conocerás mi furia.
- No se preocupe William -me tomó de la mano y me sonrió.
Asintió satisfecho y se fue a su lugar, al lado de su tercera nieta. Con mis manos tomé las de Shinichiro y nos sonreímos mutuamente, sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos negros no se despegaban de los míos.
- Buenas tardes a todos -comenzó la ceremonia el juez- El día de hoy nos encontramos reunidos en este hermoso lugar para unir en matrimonio a Lewis Lexa y a Sano Shinichiro. Antes de comenzar quiero darles mis felicitaciones por haber tomado una de las decisiones más importantes de sus vidas, hoy van a demostrar ante estas personas que se aman y por eso han decidido comprometerse a pasar el resto de su vida junto al otro, para construir una vida llena de gracia y amor.
Estaba tan emocionada y no podía esperar para besarlo. Por ende, no presté atención a sus palabras hasta una parte.
- Antes de pasar a dar lectura al acta matrimonial ¿alguno de los novios desea decir unas cuantas palabras?
- ¡Yo! -se ofreció rápidamente el pelinegro.
Reí y me dediqué a escucharlo.
- Seré breve -tomó aire y comenzó- Hasta hoy siempre me pregunté si fue el destino que te puso en esa calle cuando yo iba conduciendo o qué, y sonará feo, pero no me arrepiento de casi atropellarte -mis ojos comenzaron a cristalizarse mientras soltaba una pequeña risa- Es impresionante que gracias a un casi accidente automovilístico nos conociéramos -suspiró- Ahora, Lele ¿te acuerdas ese día en la playa en la madrugada?
- ¿Cuándo toqué el ukelele? -asintió- Si, lo recuerdo perfectamente.
- Ese día te hablé sobre los motores y vehículos, comparándolos con nuestros corazones y cuerpo, respectivamente. Lele, quiero que en este viaje nos recarguemos de gasolina y que entre motores conduzcamos como nunca antes.
Una lágrima se resbalo por mi mejilla y la sequé rápidamente sin arruinar el maquillaje.
- Acepto el viaje de un auto y una motocicleta -le respondí haciendo referencia a nosotros- Pero tendremos que agregar un triciclo -sumé a nuestra hija.
Nuestras miradas se desviaron donde yacía la pequeña con su vestidito amarillo pastel.
- Y esperemos que se sumen más -susurró y me sonrojé.
El juez siguió la ceremonia comentando las leyes que nos unían y todos nuestros derechos como matrimonio.
- Ahora, pueden proceder al intercambio de anillos.
- Yo Sano Shinichiro, te tomo a ti, Lewis Lexa, como esposa y prometo serte fiel y cuidar de ti en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.
- Yo, Lewis Lexa, te tomo a ti, Sano Shinichiro, como esposo y prometo serte fiel y cuidar de ti en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.
Nuestros anillos eran de oro, el mío tenía dos líneas de pequeños diamantes mientras que el del pelinegro era liso. Una vez nos colocamos las sortijas en nuestros dedos anulares, el señor continuó.
- ¡En virtud de los poderes que me confiere la legislación de Japón, yo los declaro unidos en matrimonio! -gritó hacia todos elevando las manos al cielo- Puede besar a la nov-
Shinichiro no esperó a que terminara y me tomó de la nuca para besarme. Los invitados gritaron felicitaciones y lanzaban por los aires pétalos de flores con granos arroz.
Cuando nos separamos Emma se acercó y nos entregó a nuestra hija, la tomé en mis brazos y Shinichiro nos abrazó a ambas para luego darnos un beso en la frente a cada una.
Por fin me uní a mi esposo en todas las formas posibles, era una Sano y en mi cuerpo no cabía más la felicidad de estar con mi pareja e hija como una familia oficial ante los ojos de la gente y las leyes.
Miré a Shinichiro y conectamos nuestras miradas.
- Te amo -le dije- Te elijo hoy y por el resto de mi vida, Shinichiro Sano.
- Yo te amo más -me dio un pico y me sonrió- Lexa Sano.
- ¡Agh! -nos golpeó la bebé.
- A ti también te amamos Shishi -le habló cariñosamente.
- ¡Otra Sano más! -gritaron Manjiro y Emma.
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