Capítulo 9
El día estaba nublado y parecía que llovería en cualquier momento. Nunca le presto atención a esos detalles, pero sentía que esta mañana era la más triste que había presenciado en mis veintiún años de vida, porque no solo el ambiente era tenso y solitario sino que los colores que lo teñían eran apagados.
Me encontraba sentada cruzadas de piernas frente la tumba de mi familia donde descansaba mi hermano, después de tanto tiempo decidí visitarlo debido a que tenía pánico de acercarme a un cementerio, la única vez que fui fue para su funeral. Me negaba a aceptar que Ethan estaba ahí y no conmigo, que no veré su sonrisa, que no sentiré sus caricias en mi cabello cuando estaba mal, que ya no habrá domingos de películas, pero lo que más me duele fue no poder verlo cumplir su sueño.
- H-hola Ethan –hablé después de una hora ahí sentada- Perdóname por la tardanza, sabes que nunca llego temprano a los lados, aunque creo que tres años es mucho –reí triste- ¿Sabes? Conocí a un chico... es muy agradable, te hubiese caído muy bien, él fue quien me dio valor para venir.
Miraba la tumba, no sabía que hacer o que decir, no era capaz de pensar con claridad. Solo solté todo: mis sueños, mis problemas con mamá, mis entrenamientos, mis miedos y todo lo que me guardé durante esos tres años en el que él estuvo ausente. Necesitaba a mi hermano, necesitaba que mi pilar en la vida me escuchara, aunque no me responda.
- Esta noche Shinichiro me invitó a un bar –suspiré- Solo he ido dos veces y esas fueron para celebrar tu cumpleaños. Conoceré a unos amigos que me nombró, pero no estoy segura de si les caeré bien ¿Qué tal si comento algo inesperado e incómodo?
Mi mente estaba en caos, sería mi primera vez en un bar con personas desconocidas y será sin ningún motivo aparente.
Mire por unos minutos más la tumba para luego levantarme de mi sitio y acariciaba el mármol donde había un ramo de claveles blancos.
Al irme del cementerio partí directamente a mi casa para elegir la ropa que utilizaré en dos horas. Estaba nerviosa y no lo niego, a pesar de que entro en confianza rápidamente, la primera vez cuando hablo con alguien me pongo ansiosa y tímida por miedo a no agradarles.
Alejé esos pensamientos negativos y comencé a buscar mi atuendo. Me decidí por usar una falda de cuero y unas botas que me llegan un poco más del tobillo, en la parte superior elegí una blusa blanca de mangas cortas y cuello en "V", y por supuesto, mi cabello libre.
Luego de vestirme me di cuenta de que Shiniricho tenía razón y no debía preocuparme por ellos, que nos llevaríamos muy bien. Sigo sin entender cómo con una frase es capaz de relajar tu mente y hacerte olvidar de tus problemas al menos un rato.
Me miré unas veces más en el espejo y después bajé rápidamente las escaleras.
- ¡Me voy! –grité.
- ¿Llegaras a cenar? –pregunta mi papá.
- No lo sé –me encogí de hombros- Te enviaré un mensaje cualquier cosa.
- Pásala lindo –sonríe- Y ten cuidado.
Asentí y fui hacia el garaje para montarme en mi carro. Una vez con el cinturón abrochado, lo encendí y emprendí viaje hacia el bar donde anteriormente el Sano me dio la dirección.
Coloqué música en la radio para pasar el rato mientras conducía, la mantenía a un volumen moderadamente alto, lo suficiente como para que los vidrios de las ventanas retumben.
Me tardé unos quince minutos en llegar al lugar, no estaba tan lejos y lo apreciaba. Detrás del bar había un gran espacio para aparcar por lo que decidí estacionar ahí luego de pagar una pequeña tarifa. Caminé hasta la puerta de entrada y ahí se encontraba Shinichiro parada a un lado del guardia de seguridad quien le hablaba con confianza.
- ¡Lele! –me saludó con un beso en la mejilla.
- Shinichiro –reproché sonrojada y luego miré al guardia- Buenas noches.
- Nos veremos a la salida Hayate-san –despidió al joven.
Me sorprendió la facilidad con la que nos dejaron ingresar, es como si fuera una estrella de película, entonces entendí la influencia que ejercía Shinichiro en Japón por el simple hecho de ser un líder digno de admirar.
- No sabía que eras tan famoso –me burlé.
- Pues... tengo mis encantos –sonrió achinando sus ojos.
Negué con la cabeza divertida y seguí sus pasos hasta el segundo piso a una esquina. Ahí estaba una mesa circular rodeada de un sillón esquinero, sentados en esta había tres chicos: el que estaba en el medio era un chico de cicatriz en el ojo con un peinado hacia atrás, el segundo a su izquierda era el más alto de piel morena, y el tercero a la derecha tenía su cabello sostenido en un moño despeinado y este era de color amarillo con violeta.
- ¡Buenas! –saludó sonriente el pelinegro.
- Buenas noches –dije en una pequeña reverencia- Me llamo Lexa Lewis.
- Así que tú eres la chica –habló el de cicatriz- Mucho gusto, soy Takeomi Akashi, él es Wakasa Imaushi y este es Keizo Arashi –los señaló.
- El gusto es mío –sonreí con amabilidad, ellos son agradables- Espero nos llevemos bien.
- Tomemos asiento, Lele.
Él se sentó a la izquierda de Keizo y por consiguiente yo a su otro lado. Cada quien pidió su bebida, por mi parte compré una botella de sake ya que es la única que conozco y no me gustaría tomar algo desconocido.
- Dime Lewis-chan –habló Takeomi- ¿Cómo se conocieron?
- Oh pues –los miré avergonzada- Crucé la calle sin mirar y Shinichiro casi me atropella.
- ¿Cuál de los dos más tonto? –susurró Wakasa.
Los dos reíamos apenados por la penosa situación en la que nos conocimos, y puedo asegurar que nos hubiera gustado conocernos en otra situación más "normal".
- No esperaría más de Shinichiro –comentó Keizo- Estoy seguro de que si debe conocer a la gente es de la manera menos esperada.
La noche pasó tranquila, entre los cinco tomamos y conversábamos de todo tipo de cosas. Descubrí que ellos tres fueron parte de la primera generación de los Black Dragons junto a Shinichiro, siendo los fundadores de la pandilla. También conocí un poco de la personalidad de cada uno, por ejemplo, Imaushi es el más callado y tiene una actitud de que parece que se cansa de todos y todo, Arashi es el más sereno y serio, también lo puedes asociar fácilmente con un hermano mayor, y Akashi se podría decir que es más suelto de los otros dos.
Sin darnos cuenta ya habían pasado más de las doce, todos estábamos ebrios y riéndonos de cualquier cosa, menos Wakasa, él solo sonreía. Comentábamos anécdotas de todo tipo pero más de su era de oro en la gobernaban Japón. No había mucha diferencia de edad entre nosotros por lo que las conversaciones eran fluidas y para nada incómodas o importunas.
- Lele –susurró en mi oído causando escalofríos- Tu teléfono está vibrando.
- G-gracias –atendí la llamada mientras me alejaba hacia el baño- ¿Papá?
- Pensé que estabas muerta –dijo entre diente- ¿Cuándo llegarás?
- No lo sé –suspiré irritada de haberme arruinado el momento- Supongo que mañana a primera hora, no sé.
- Lexa Lewis ¿estás borracha?
- Si –respondí sin pensarlo- Pero no te preocupes, no conduciré.
- Mas te vale –advirtió- Luego nos vemos, no te olvides de avisarme que vienes en camino. Adiós.
Cuando verifiqué que cortó fui otra vez hacia los muchachos.
- ¿Todo en orden? –cuestiona Keizo.
- Si, era mi padre –le resté importancia- ¿De qué me perdí?
- Nada interesante –contestó Sano- Solamente el rechazo de la camarera hacia Takeomi.
- No hacía falta nombrarlo –susurró con las mejillas rojas.
- Claro que si.
- Deberíamos irnos, estamos en mal estado y no quiero que me roben, sería vergonzoso –opinó Wakasa.
- Creo que Wakasa-san tiene razón –dije- Se está haciendo tarde.
- Lele, odio pedirte esto, pero ¿me podrías llevar a casa?
- Claro, no hay ningún problema.
Nos despedimos entre todos y con Shinichiro caminos a pasos un poco tambaleantes hacia mi auto, era el único que queda asi que no hubo problemas para localizarlo.
Al subirnos nos quedamos en nuestro lugar quietos sin saber qué hacer.
- ¿Por qué no conduces? –decidió romper el silencio.
- Estoy muy ebria –dije como si fuera obvio- Y me acabo de dar cuenta que si conduzco la policía nos puede detener y colocarme una multa, además tú estás peor que yo. No hay chances de que alguno maneje sin posibilidades de terminar en la comisaría o en un hospital por haber chocado.
- Cierto.
- ¿Qué hacemos?
- ¿Y si hablamos para pasar el tiempo? –sugirió.
- Me parece perfecto.
(...)
- Yo digo que el hombre no llegó a la luna –dije seria mirándolo- Es decir, todas las pruebas que nos muestran pueden ser fácilmente alteradas.
En estos momentos como nuestra mente estaba borrosa y de suerte podíamos razón un poco, nos creíamos filósofos.
- ¿Cómo cuál? –preguntó realmente interesado y serio.
- La huella en la luna. Según dicen había mucha gravedad y la luna es una superficie completamente dura, es imposible que una huella de pie sea haya marcado tan perfectamente.
- Tienes razón –abrió los ojos de más- También ese video donde la bandera de Estados Unidos ondea, es algo imposible en la luna ahora que me pongo a pensar ya que no hay viento ahí.
- Exacto –asentí en acuerdo– O que en los videos y fotos hay más fuentes de luz además del sol y que en el cristal del casco de los astronautas se refleja el equipo técnico del filme.
Asentimos pensativos mientras dejábamos a nuestras mentes volar.
Y así pasamos toda la madrugada hasta que nos dormimos en los asientos esperando el amanecer que se tardó unas tres horas en aparecer, dándonos toda su luz en nuestras caras para que nos despertáramos.
Nota: buenas buenas. En el próximo capítulo Lexa conocerá a la familia Sano ¿Qué piensan que ocurrirá?
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