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Capítulo 6

Los siete días de la semana pasaron rápidamente, y asimismo mi relación con Shinichiro avanzó un paso. Desde el momento en que lloré en frente de él el lazo de amistad entre nosotros se hizo más fuerte, le mostré mi yo vulnerable y no cualquiera es digno de ver tu parte más destrozada; por lo que al llegar a mi casa le envié un mensaje de texto para que acordemos el día de nuestra reunión, pues en la llamada no hubo tiempo ni recordamos hablar sobre ello.

Siendo hoy la fecha elegida. Le aclaré también que él se encargaría de los planes ya que yo no tenía ni la menor idea de qué se hace para pasar una tarde junto a alguien.

- Tía Le –de pronto se abrió la puerta de mi habitación.

- Nyoko –hablé calmada- Debes tocar antes de entrar a una habitación, sea cual sea, no sabes si la otra persona se está cambiando de ropa o haciendo algo que no le gustaría que otros vean, debes respetar a la gente ¿bien?

Algo que aprendí desde que supe que Ava estaba embarazada de su primogénita es que no hay que gritarles a los niños y enseñarles de una forma en la incluya violencia, hablarles despacio y no golpearlos. Y si hacen berrinches, solo hay que dejarlos que sigan hasta que se calmen para que sepan que por más llanto que hagan no obtendrán lo que querían.

- Lo siento tía –habló apenada, yo solo sonreí para que sepa que estaba bien y prosiguió- ¿Podemos jugar con el balón?

- No puedo hoy –rechacé- Pero ¿me ayudarías a elegir mi atuendo de hoy?

- ¿¡En serio?!

Nyoko puede cambiar de humor de un segundo a otro si le conviene, puede estar enojada e ignorarte todo un día seguido (hasta semanas) y luego si le das lo que desea o algo equivalente y será la persona más feliz de este mundo.

Suspiré y asentí. Le mostré tres vestidos veraniegos, uno de ellos es celeste pastel liso, el segundo blanco con flores margaritas bordadas, y el último uno color rosa liso. Completé los vestidos con unas sandalias blancas y un bolso pequeño de color gris claro.

Modelé cada atuendo como una pasarela. No podía creer que debía pedir la opinión de una niña de tan solo cuatro años que de suerte sabe hablar.

- El azul–opinó sentada en mi cama, parecía un jurado- Queda bonito con tu pelo. Y pítate los jojos con brillitos.

- Píntate y ojos –corregí- Bien, así será. Ahora puedes irte, bebé.

- ¡Pero quiero ir!

- Nyoko, no. La tía saldrá sola, otra ocasión puede ser.

Hizo pucheros y se fue corriendo de mi habitación a llorarle a la madre. La ignoré y me cambié de ropa por la opción elegida.

Subí a mi auto y antes de arrancar me llegó un mensaje de Shinichiro.

- ¡Hey! Hola, estoy en la puerta de tu casa. Ya tengo el lugar perfecto J

Miré confundida el mensaje y me quedé unos segundos intentando averiguar de qué se trataba eso. Hasta que chillé de lo idiota que fui ya que recordé que anteriormente habíamos quedado en que él me pasaría buscar.

Maldije en todos los idiomas que conozco, que son solo tres, y me bajé de mi vehículo. Corrí hasta el portón y lo abrí, para que la primera imagen que recia fuese al pelinegro sentado a un costado de su motocicleta; le di una mirada rápida y pude observar que iba vestido con unos jeans un poco ajustados, una camiseta gris y unas botas, también en su cintura llevaba amarrada una chaqueta de jean.

Los colores subieron a mi rostro y ni siquiera supe la razón. Solo seguí mis pasos con la misma expresión de cuando salí de mi casa y me planté en frente de él.

- Hola Shinichiro –saludé con una sonrisa.

- Estas hermosa, Lele –fue lo primero que dijo- P-perdón... Hola.

- Tu igual estás guapo –reí por su actitud nerviosa- ¿Vamos?

- ¿Qué? Oh claro –se acomodó en el asiento y me extendió un casco- Sube.

- Shinichiro, tengo vestido –expliqué apenada.

Pareció pensar una solución hasta que sonrió y podía jurar que vi un pequeño foco encendido encima de su cabeza.

- Mira –se desató su chaqueta y me la dio- Puedes amarrártelo si quieres.

- Grandioso –murmuré.

Hice lo que pidió y rápidamente me acomodé detrás de él para tomarlo de la cintura. Al principio se tensó un poco pero luego se relajó y comenzó a conducir.

Me relajé en el asiento y disfruté la vista que me brindaba Japón. Andar en motocicleta nunca me ha dado en miedo, pues desde mis cinco hasta los once años me dediqué a practicar con este tipo de vehículos, pero no me terminó de llamar la atención y me decidí por el automovilismo.

Estuvimos sobre la motocicleta unos treinta minutos aproximadamente hasta que estacionó en una tienda arcade, ya saben, esas salas de videojuegos.

- ¡Es hermoso! –exclamé- No tenía idea de que existían, solo las he visto en películas.

- Me alegra que te guste. Esta tarde nos divertiremos –sonrió.

- Te ganaré en todos los juegos –dije confiada.

- Ya lo veremos, rulos –rebatió.

Sonreí por el nuevo apodo que me otorgó. Era lindo tener a alguien a tu lado.

Entramos a la sala y mis ojos se iluminaron de la emoción. Tomé de la mano Shinichiro y lo incité a que caminemos más hacia dentro, él solo reía por mi comportamiento y seguía mis pasos.

En primer lugar, fuimos hacia una máquina de peluches, según él debíamos empezar por algo tranquilo.

- Lele, en estas máquinas nadie gana –dijo fingiendo pena.

- Pues tratemos, para todo hay una primera vez.

(...)

- ¿Me puedes explicar cómo es que conseguiste siete muñecos de esos? –preguntó sorprendido- Yo no pude ganar ni uno.

- No tengo ni idea –susurré mientras abrazaba a mis peluches nuevos para que no se cayeran- No te mentí hace rato cuando dije que era mi primera vez en esto, ni siquiera sabía cómo activar esas palancas.

- Vamos al siguiente –suspiró derrotado y frustrado.

Comenzó a caminar hacia otro pasillo y lo seguí a pasos rápidos por unos cuantos metros hasta que uno me llamó la atención.

- Shinichiro ¡mira! –apunté al juego- ¡Vamos a ese!

- Es una máquina de baile –explicó- ¿Estás segura?

Asentí, solté los felpudos a un costado para que no se perdieran y me subí rápidamente esperando impaciente al pelinegro.

- ¿Ves que en la plataforma hay flechas? -asentí- Bueno, en la pantalla de enfrente saldrá un patrón de flechas al ritmo de la música, debes seguir ese modelo presionando con tus pies en la plataforma.

Hice un sonidito de afirmación y él puso las fichas en el arcade para luego posicionarnos y esperar a que el juego dictara la orden de salida.

- ¡1...2...3...ahora!

Maldije por lo bajo al ver que las flechas se movían un tanto rápido pero en unos segundos logré adaptarme al movimiento consecutivo. Suerte de que la chaqueta de Shinichiro siguiera en mi cintura.

Estuvimos bailando durante toda la canción hasta que finalizó.

- Eso... estuvo... genial –dije con mi respiración entrecortada.

- ¿Cómo es que no tienes resistencia? –preguntó burlón.

Lo miré con mis ojos entrecerrados mientras intentaba recuperar mi respiración.

- No te burles, hace más de un año que no hago nada de actividad física.

- Si si, lo que digas –señaló la pantalla cuando le presté atención- Ven, te gané en este, me toca elegir.

Accedí y volvimos a retomar nuestro camino para buscar un juego.

Nos la pasamos toda la tarde hasta el anochecer en la tienda probando todo tipo de actividades, desde una máquina para recoger peluches hasta una sala de realidad virtual. El juego que más me gustó fue uno donde debíamos colocarnos chalecos parecidos a los que utiliza la milicia y con armas de juguete dispararnos para dejar al otro fuera de la partida.

Lo más impresionante de todo es que cada vez que ganábamos alguna partida, sea cual sea el juego, la máquina nos entregaba tickets que luego se canjeaban en la recepción por regalos.

Y ahí fue donde nos ocurrió la mejor anécdota que se podría contar.

- Shinichiro ¿tú crees que nos den muchas cositas con estos tickets? –pregunté ladeando mi cabeza.

- Lexa –me miró incrédulo- Nos han dado aproximadamente treinta de estos por cada victoria... y hemos jugado en todas las máquinas –rió negando con la cabeza- Puedo asegurar que nos darán muchas cositas.

Conforme con su respuesta, asentí y seguimos con nuestros pasos hacia la recepción donde nos esperaba un señor de unos cincuenta años con lentes de gran marco.

- Buenas noches ¿qué se te ofrece, Shinichiro-kun? Hace tiempo no te veo –habló sonriente.

- Buenas noches ¿cómo se encuentra hoy señor Yamada? Y lo siento por no visitarlo antes –respondió- Quería intercambiar estos por más fichas.

El pelinegro le extendió todos los tickets y el hombre se puso a contarlos uno por uno.

- No sabía que podíamos hacer eso –le susurré con intención que solo él escuchara.

- En realidad si se hace, pero en la tienda de Yamada-san está prohibido hace desde un accidente que ocurrió hace unos años atrás. Pero como yo lo salvé una vez, me hace este favor.

- ¿Lo salvaste?

- Así es –sonrió arrogante- Con los Black Dragons una vez venimos a pasar el rato y unos maleantes entraron con intención de destruir todo, y nosotros lo evitamos.

- Eso fue valiente y genial –alagué con una sonrisa.

Él giro la cabeza evitando mi mirada y yo solo fijé mi vista en el señor Yamada, hasta que me di cuenta de algo ¿para qué quiere más fichas? ¿me invitará otra vez? ¿se las robará y las utilizará con sus amigos? Eso no lo permitiré, trabajé muy duro.

Perdida en mis pensamientos hasta que terminó de contar y le entregó las fichas al Sano.

Nos despedimos y salimos del local para emprender viaje hasta su motocicleta que estaba estacionada a dos calles de ahí, para nuestra ala suerte anteriormente nos frenamos en una zona donde estaba prohibido el estacionamiento y nos vimos obligados a buscar otro.

Al lado de la tienda arcade había un callejón, algo turbio a mi parecer. Lo íbamos a ignorar hasta que oímos un sonido que nos heló la sangre del susto.

- Sano –susurré lentamente- No. Te. Muevas.

- Lele –devolvió el susurro- ¿Por qué?

- Porque nos atacará a los ojos –seguíamos con el mismo tono de voz- Lo que haremos será lo siguiente. Caminaremos lo más lento posible y saldremos de su vista, luego correremos hacia la moto.

- Ok.

Si. Una maldita gallina. Y no me preguntes que hace en ese lugar, quiero suponer que es de la señora de la tiende del otro lado del callejón que vende cortes de todo tipo de carne.

El pollo nos veía atentamente con una clara intención de intimidarnos, pero no lo logrará. Somos fuertes.

- A la cuenta de tres, correremos ¿bien?

- ¿Qué? No Shinichiro –me negué rápidamente- Si nos vamos rápido será peor.

- ¡Tres!

Me tomó de la mano y comenzamos nuestra carrera mientras lo maldecía millones de veces ¡Ahora nos persigue una gallina que corre malditamente rápido! Lo malo de esta situación no es eso, sino que nos tendremos que desviar por otras calles hasta perderla porque no nos podremos subir tranquilamente a la motocicleta sin que nos lastime.

- ¡Maldición, Sano! –grité desesperada- ¡Dioses por favor perdónenme! ¡No comeré más pollo en mi vida si me dejan salir de esa en una sola pieza!

- ¡Es solo una gallina, Lele! –grito de la misma manera que yo- ¡¿Qué es lo peor que nos puede pasar?!

- ¡Si solo fuese una gallina no estarías así de asustado! –argumenté- ¡Además... las gallinas son descendientes de los dinosaurios, te lo juro! ¡¿Acaso no has visto la forma de depredador a sangre fría que tienen?! ¡Nos comerá los ojos con su pico asesino!

No contestó y solo seguíamos moviendo nuestros pies lo más veloz posible, pero la muy maldita no se cansaba. Y se me prendió el foco.

- ¡Toma esto! –le lancé uno de los peluches que tenía forma pollito, era el más pequeño que tenía.

La gallina se frenó inesperadamente, lo tomó entre su pico y se alejó de nosotros. Suspiramos aliviados de ya no estuviésemos en peligro de muerte y nos quedamos unos segundos a recuperar el aire perdido.

Cuando estuvimos listos regresamos hasta su motocicleta y emprendimos viaje hacia la residencia Lewis.

Esta tarde fue la mejor que he pasado, fue una salida para nada forzada, tal que así que la podría llamar improvisada. Shinichiro se desenvolvió en el ambiente y me permitió estar cómoda con lo que hacíamos. Los juegos y la comida fueron espectaculares, él me hizo conocer un mundo desconocido para mí y lo amé por completo. Parece ese cliché del chico rudo.

Su personalidad llamó por completo mi atención y parecía un imán que no me permitía despegarme por más que quisiese. Un chico de carácter tranquilo, alegre y relajado, entra en confianza inmediatamente con quien lo rodea, produce un aura que te incita a seguirlo sea a donde. Sano Shinichiro es un líder con todas las letras y no falla a ello.

El viaje fue silencioso y cómodo, se podía escuchar las ruedas de los vehículos rodar por nuestros lados, también sus cláxones sonar con fuerza cuando un auto se atravesaba cuando no es debido. Las luces de la ciudad se reflejaban en mis orbes dorados y solo me dedicaba a admirar semejante belleza como es la noche.

Y si tuviera que dar por finalizado este día, diría que el príncipe que monta una motocicleta es sinónimo de la noche, porque todo él lo grita.

Y estoy dispuesta a navegar por ese mar de luces y oscuridad que conviven al mismo tiempo.

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