Capítulo 5
Cuatro días han pasado desde que vi al pelinegro, y son exactamente noventa y seis horas de las cuales las he tenido ocupada hasta la más no poder debido a los deseos de mi madre. Mi día, a pesar de no tener nada fuera de lo común, se ha vuelto cansador a tal punto de escaparme de mi casa solo para respirar sin ninguna obligación asfixiándome.
Y hoy es uno de esos días. Salí por el gran ventanal de mi habitación bajando a través de la enorme enredadera que estaba a un lado de la ventana, debajo de la enorme planta había un alambrado que servía de escalera.
Al llegar al suelo caminé hasta el garaje y encendí mi automóvil para partir hacia el lugar que he "descubierto" en una de mis andadas, que, a pesar de no ser la gran cosa, me relaja.
En todo el camino he tenido las ventanillas del carro abajo, el calor es insoportable, y he estado pensando seriamente en colocarle un aire acondicionado.
Cuando llegué a mi destino, estacioné el auto a un lado de la calle y caminé hacia la pequeña pared de cemento que separa la calle del mar y la arena. Si te sentabas en este muro podías apreciar la luna reflejada en el agua, un espectáculo hermoso.
Cuando senté el trasero en el cemento tibio saqué mi teléfono para hacer lo que quería realizar desde hace cuatro días.
¿Qué demonios se hace para entablar una relación con un amigo?
Pensaba y daba vueltas al asunto, no tenía idea que se hace en estos casos ya que nunca he estado en esta situación y menos con un chico que es muy confianzudo con otros.
Suspiré para tomar valentía y fui hacia su contacto para mandarle un mensaje.
- Hola, perdón por el horario. Soy Lexa Lewis.
Me enderecé en mi sitio y miré nerviosa el paisaje que me brindaba la naturaleza. No tenía las esperanzas que contestara, fui descortés con Shinichiro en no hablarle al otro día, así que solo disfruté el aire que se enfrió con el pasar de la noche.
Estaba sumida en no sé qué, porque pensando no estaba, cuando de repente sonó el tono de llamada de mi teléfono que sostenía entre manos. Del susto el celular comenzó a rebotar en mis manos mientras maldecía una y mil veces hasta que finalmente lo tomé y respondí.
- Aquí, Lexa.
- ¡Hey, Lele! –era la voz de Shinichiro.
No respondí ¡¿Qué hago?! No me han preparado para este tipo de situaciones, nunca he entablado una conversación de más de tres oraciones con alguien que no sea mi familia además de ese día en el taller.
- ¿Hola?
- Mierda. Aquí estoy, lo siento –hablé rápidamente.
- ¿Te encuentras bie –se frenó a mitad de la oración y pareció pensar algo- ¿Cómo estás?
- Muy bien, por suerte ¿tú? –reí sabiendo el porqué de su acción.
- Define bien -comentó riendo.
- No utilices mis frases, Ouji –regañé.
- ¿Me acabas de llamar príncipe? –preguntó asombrado.
- Si ¿por qué? –respondí confundida, luego me di cuenta de que pasé el límite de confianza y agregué- ¡Rayos! ¡Lo siento! No quise decir eso... o sea si pero no de esa manera ¡Lo siento!
De la otra parte de la línea solo hubo silencio y de mi parte también. No había pasado ni cinco minutos de conversación cuando ya la cagué.
Genial, Lexa, eres capaz de manejar a más de trecientos kilómetros por hora sin chocar pero no hablar normal con alguien.
- Shinichiro... -llamé impaciente y nerviosa.
- ¡Lele! –gritó reaccionando y provocando que yo también lo haga- ¡Perdón, me emocioné!
- ¿Te... emocionaste? –pregunté confundida.
- Si, bueno –se aclaró la garganta- Cuéntame de tu día ¿qué tal?
Suspiré aliviada sabiendo que él seguía igual de antes. Luego de su pregunta le narré superficialmente lo que hice en estas últimas veinticuatro horas. Y no sabía el por qué, pero Shinichiro Sano transmite un aura de confianza y tranquilidad que te incita a conversar con él sin problemas.
Nos pasamos alrededor de dos horas hablando, donde en su mayoría él sacaba tema para conversar debido a que yo no era muy buena para eso. Nuestra llamada se basó en anécdotas y chistes tanto de mi parte como la del pelinegro, también sobre alguno de nuestros gustos o metas a seguir en un futuro. Hablábamos de temas sin importancia y cosas random.
Lo que me pareció más lindo de todo es que cada vez que hablaba sobre sus hermanos su voz detonaba felicidad.
- Quiero que Izana conozca a Emma y Manjiro –dijo y estaba segura que estaba sonriendo- A pesar de que Izana es el mayor de ellos tres, siento que se llevaría genial con Manjiro.
- ¿Por qué no se han conocido hasta ahora?
- Pues... digamos que a Izana no le gusta mucho la idea –se nota que no quería hablar de eso por lo que callé- ¿Tú tienes hermanos? No recuerdo que lo hayas nombrado.
- Tengo una hermana mayor, Ava –suspiré sin saber si decir lo siguiente o no pero accedí- Y tenía un hermano llamado Ethan.
- ¿Tenía? –repitió y luego entendió- Mierda... Lo siento mucho Lexa, de verdad.
- No hay nada que perdonar –reí.
- ¿Puedo preguntar cómo...?
- Al igual que yo, Ethan hacía automovilismo, falleció en una carrera –comenté resumidamente, no quería entrar en detalles.
Silencio.
Y yo sentía que mis ojos se cristalizaban. Hace más de dos años que perdí a mi hermano y todavía sentía que mi herida estaba abierta y le echaban limón con sal. No podía creer de lo mucho que todavía me afectaba su partida, nunca tuve la oportunidad de hablar sobre él sin romper en llanto y tampoco tuve a alguien que me preste el hombro para descargarme.
Mis padres esquivaron el tema como si se estuviesen quemando. Ava lloró en silencio sin prestar atención a su alrededor, y ni contar con mis sobrinos. El único a quien pude acudir fue a mi abuelo materno Owen, pero también se cerró a la idea de hablar.
- Si quieres llorar, puedes hacerlo Lele –dijo suavemente como si leyera mis pensamientos- Aquí estoy.
Sollocé y solté mis lágrimas sin contenerme.
- Lo extraño tanto, Shinichiro. Todo pasó tan rápido que no pude despedirme, se fue y no pude decirle lo mucho que lo amaba y lo orgullosa que estaba de sus logros, de que era mi ejemplo a seguir y que deseaba con todas mis fuerzas verlo en el podio con su medalla de oro de primer lugar y el trofeo en sus manos.
Él no respondió, me otorgó el tiempo de que soltara todo el peso que cargué desde el 30 de julio del año 2000.
- Mi auto –comenté luego de un rato y sorbí mi nariz- Era de Ethan.
- Debe ser muy valioso entonces.
- Es lo más preciado que tengo.
Suspiré tratando de calmarme, podía decir que me sentía en calma luego de soltar todo. Nos quedamos en un silencio cómodo hasta que mi teléfono sonó avisando que tengo una nueva llamada, específicamente de mi padre.
- Shinichiro –llamé tímidamente- Gracias de verdad, no sabes cuánto me has ayudado. Pero mi padre está llamándome.
- No hay ningún problema, Lele ¿Mañana me llamarás? –preguntó esperanzado.
- No prometo nada, pero haré el esfuerzo, eso si lo prometo.
Suspiró algo decepcionado y accedió. Nos despedimos en unos segundos y respondí la llamada de mi padre.
- Aquí, Lexa.
- ¿Dónde estás hija?
- Salí un rato de casa –comenté intentando desviarme del tema, no quería que supieran de este "lugar" ya que luego me buscarían aquí- En un rato voy hacia casa.
- Estaba preocupado, Nyoko llegó llorando diciendo que no estabas en tu habitación, pensamos que estabas dormida ya que no respondiste para la cena.
Maldije por lo bajo.
- No pasa nada, iré en seguida.
Sin decir nada más corté y me dirigí hacia mi auto para ir directamente a mi casa, ya pasó la hora de la cena asi que llegaré solamente a dormir, y esperar a que un nuevo día comience.
Nota: buenas buenas ¿cómo andan? Sorry por la tardanza pero me dio un bloqueo y no sabía que hacer, tengo demasiadas ideas pero no se cómo conectarlas.
Espero les vaya gustando la historia y que apoyen con un comentario y una estrellita <3
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