Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 7

El motor ruge en la noche, y ese sonido, profundo y constante, me hace vibrar los huesos. Me quedo un segundo en el umbral de la puerta, mirando cómo las luces de la moto atraviesan la oscuridad que envuelve la casa. Dante está ahí, tal y como prometió, con el casco bajo el brazo y su mirada fija en mí, iluminada por el resplandor de los faros.

Por un momento, pienso en decirle que no. El frío me envuelve, y la idea de salir en medio de la noche me parece un poco absurda, pero hay algo en la forma en que él me mira, en esa media sonrisa que asoma en sus labios, que me empuja a salir. La calidez de la casa queda atrás mientras avanzo hacia él, sintiendo cómo el viento nocturno me eriza la piel.

—¿Te has echado atrás? —me pregunta con un brillo en los ojos, como si supiera la respuesta antes de que yo misma la tenga clara.

—No —digo, con más firmeza de la que siento—. Aquí estoy.

Dante se ríe suavemente y me extiende un casco. Lo tomo, notando el peso en mis manos, y mientras me lo coloco, el mundo se encierra en una burbuja que huele a caucho y metal. Subo a la moto detrás de él, y al rodear su cintura con mis brazos, siento el calor que emana de su cuerpo. El motor ronronea bajo mis piernas, una vibración constante que se intensifica cuando Dante acelera.

El viento golpea mi rostro, y las sombras de los árboles se deslizan a nuestro alrededor, como figuras espectrales que se pierden en la noche. Todo se mueve rápido, pero dentro de ese caos hay una calma extraña, una sensación de estar suspendida en el tiempo, como si solo existieran las curvas de la carretera y el rugido del motor.

—¿A dónde vamos? —le grito por encima del viento, intentando hacerme oír.

—Lo verás —responde él, inclinándose un poco más hacia adelante mientras acelera. No me da más detalles, y siento cómo la moto se inclina al tomar una curva, deslizándose con precisión por el asfalto.

Nos adentramos en un sendero estrecho, rodeado de árboles que se alzan como paredes verdes. La luz de los faros ilumina el camino, pero más allá, todo es oscuridad. Siento la adrenalina latir en mi pecho, pero hay algo emocionante en la incertidumbre, en no saber adónde me lleva. Es como si por un momento, las preguntas que me han estado atormentando desde que llegué a esta casa se desvanecieran, dejándome solo con la sensación del aire frío y el sonido del motor.

Finalmente, la moto reduce la velocidad, y el camino se abre a un claro en lo alto de una colina. Dante se detiene, y el motor se apaga con un suspiro. Todo queda en silencio, salvo el sonido lejano de la brisa moviendo las hojas. Me quito el casco, y el aire frío me envuelve el rostro, despejando mi mente. A lo lejos, Lirium brilla como un océano de luces que parpadean en la oscuridad.

Dante se queda callado, observando el paisaje. Hay algo en su postura, en la forma en que se cruza de brazos y mira las luces, que me hace pensar que hay algo más detrás de esa calma aparente.

—¿Vienes aquí mucho? —le pregunto, intentando romper el silencio.

—De vez en cuando —responde, sin mirarme. Luego, después de un segundo, añade—. Es un buen lugar para pensar.

—¿Y en qué piensas? —insisto, buscando algo más, alguna respuesta que me ayude a entender por qué me trajo hasta aquí.

Dante se gira lentamente hacia mí. Por un instante, me parece que va a decir algo, pero en su lugar, se encoge de hombros.

—En todo y en nada. Supongo que a veces solo me gusta quedarme en silencio y observar.

Nos quedamos mirando las luces de la ciudad en la distancia. El viento sopla suave, y el frío se siente más agudo, pero no me importa. Hay algo en la inmensidad de la noche que me da una sensación de calma que no esperaba encontrar.

—¿Siempre vas tan rápido? —le pregunto, la curiosidad escapando de mis labios antes de que pueda detenerme.

Dante se ríe, un sonido bajo y casi inaudible en la quietud del lugar.

—¿Te asusta?

—No. Solo me pregunto por qué. Es como si quisieras huir de algo.

Él se queda en silencio por un momento, sus ojos fijos en Lirium. Entonces, su expresión se vuelve más seria. Pero sus palabras, cuando salen, suenan despreocupadas, casi ligeras.

—Tal vez no es huir. Tal vez es solo correr.

Frunzo el ceño, sintiendo que hay algo más detrás de esas palabras.

—¿Y qué pasa cuando se termina la carrera? —pregunto, dejando que mi voz se mezcle con el viento.

Dante se gira hacia mí, sus ojos fijos en los míos. Por un segundo, siento que la distancia entre nosotros se disuelve, que en esa mirada hay algo más profundo, algo que podría romper todo ese misterio que lo rodea. Pero entonces, sus labios se curvan en una media sonrisa.

—La carrera nunca termina —dice en voz baja, como si fuera un secreto. Me guiña un ojo antes de volver a contemplar el océano de luces a lo lejos.

Me quedo mirándolo, intentando descifrar el significado detrás de esas palabras. No sé si habla de las carreras reales o si hay algo más, algo que va más allá de lo que muestra. Y por un momento, siento una punzada en el pecho, una mezcla de frustración y curiosidad, porque sé que no me dará más respuestas.

—¿Por qué me trajiste aquí, entonces? —le pregunto, intentando cambiar el rumbo de la conversación.

Dante suelta un suspiro, y en su rostro asoma una sombra de cansancio.

—A veces es bueno ver las cosas desde otro ángulo. Desde arriba todo parece... pequeño.

Nos quedamos en silencio de nuevo, y aunque hay algo en sus palabras que me deja con más preguntas, siento que entiendo un poco más de él. No lo suficiente, pero sí lo justo para saber que, aunque se esconda detrás de esa fachada despreocupada, hay algo más profundo que no deja salir.

La brisa sigue soplando, y las luces de la ciudad se ven como estrellas caídas. Por un momento, todo se siente quieto, como si el tiempo se hubiera detenido en este lugar apartado del mundo. No sé cuánto tiempo pasa, pero no me importa.

—¿Te estás adaptando bien a la casa? —pregunta, de repente.

—Sí, aunque no es fácil pasar de la ciudad a un lugar tan... tranquilo —respondo, encogiéndome de hombros—. Hay momentos en los que me siento completamente sola.

—Bueno, entiendo lo que dices. Luca y yo hemos pasado por allí varias veces, y siempre nos había parecido un lugar un poco... solitario —dice, con una sonrisa suave—. Por eso creíamos que estaba abandonada.

—¿Ya conocíais la casa? —pregunto, algo sorprendida.

—Sí. —Dante asiente—. La usamos como punto de referencia en nuestras rutas en moto. Es fácil reconocerla desde la distancia, y como está en una posición central, nos viene bien para orientarnos en los caminos del bosque. También la hemos usado para hacer descansos.

"Eso explica por qué aparecieron de la nada el otro día", pienso, recordando la primera vez que los vi.

Normalmente, la zona es bastante tranquila —continúa, mirándome con expresión pensativa—, pero es un buen lugar para detenerse a ajustar las motos o relajarse un rato. Nos sorprendió verte, sinceramente. Pensábamos que nadie había vivido allí en años.

—Era de mi abuelo —explico—. La dejó como herencia, y pensé que sería un buen lugar para empezar de nuevo.

Dante asiente, mirándome con un interés que parece ir más allá de una simple conversación.

—Tiene sentido. Es un buen lugar para desconectar... aunque también puede ser un poco inquietante, ¿no crees? —pregunta, con un brillo en los ojos que parece mezclar curiosidad y desafío.

—A veces sí —admito, riéndome un poco—. De día es agradable, pero de noche, el silencio puede ser un poco... intenso.

—Te entiendo. —Dante se apoya contra su moto, cruzando los brazos—. Una vez, Luca y yo acampamos en la casa cuando nos pilló una tormenta. Era raro escuchar el viento pasar por los árboles y ver las sombras moverse por la ventana. Pero al mismo tiempo... es un lugar que tiene algo especial.

—¿Acampasteis? —pregunto, sorprendida.

—Sí, y no fue la única vez —ríe, encogiéndose de hombros—. Como siempre estaba vacía, pensábamos que no molestábamos a nadie. A veces, incluso dejábamos algunas cosas para recogerlas después. Siempre nos dio la impresión de ser un lugar olvidado.

—¿Y encontrasteis algo extraño alguna vez? —le pregunto, un poco en broma, pero parte de mí quiere saber si la casa guarda más secretos de los que imagino.

Dante sonríe, pero su expresión se vuelve pensativa.

—Nada más allá de algunas huellas en el polvo que, supongo, eran nuestras. Pero admito que siempre tuve la sensación de que alguien había estado aquí antes de nosotros. Como si todo estuviera congelado en el tiempo, esperando a que alguien lo reclamara.

—Bueno, ahora soy yo la que lo reclama —le digo, con una sonrisa.

—Y nos alegra que así sea —responde, devolviéndome la sonrisa—. Pero, si alguna vez sientes que necesitas compañía o ayuda con algo, nos tienes a nosotros.

—Lo tendré en cuenta —le digo, agradecida.

La conversación se queda en el aire por un momento mientras me doy cuenta de que Dante se ha colocado el casco y subido a su GSR. El motor de la moto ruge en la noche mientras él me tiende el otro casco. El frío nocturno me recorre la piel. Me coloco el casco, sintiendo cómo se ajusta con firmeza alrededor de mi cabeza, y subo detrás de él, rodeando su cintura con mis brazos. Mi corazón late fuerte, no solo por la anticipación, sino por la cercanía. Por el calor de su cuerpo bajo mis manos.

—Agárrate bien —me advierte con una sonrisa que solo puedo intuir por el tono en su voz.

El rugido del motor se intensifica y, en unos minutos, estamos saliendo de la tranquilidad del bosque y entrando en la carretera. El viento choca contra mi cuerpo como una ola implacable, obligándome a aferrarme con fuerza a Dante, sintiendo cómo cada músculo de mi cuerpo lucha contra la velocidad. La moto se inclina con cada curva, y noto cómo todo mi peso se desplaza, haciéndome sentir que vuelo y caigo al mismo tiempo.

Cuando llegamos a la autopista, Dante acelera. La moto responde como una bestia liberada, y el mundo a mi alrededor se convierte en un borrón de luces y sombras que pasan a toda velocidad. El viento es tan fuerte que siento que me arrastra hacia atrás, como si intentara arrancarme de la moto. Me agacho instintivamente, pegando el pecho a su espalda y apretando mis brazos más fuerte alrededor de su torso. Mi corazón late tan rápido que apenas puedo pensar en otra cosa que no sea en aferrarme a él.

—¡Dante! —grito, aunque mi voz se pierde en el rugido del motor y el silbido del viento. No estoy segura si me ha escuchado, pero él parece acelerar más, llevándome al límite de mi resistencia.

Siento la presión del casco apretándose contra mi cabeza; es como si mi cráneo se comprimiera bajo la fuerza del viento. La adrenalina se dispara en mi cuerpo, una mezcla de miedo y emoción que se apodera de mí. Por un momento, todo lo demás desaparece: solo estamos la moto, el viento y yo, desafiando la velocidad y la gravedad.

Mis dedos se clavan en su chaqueta, y mi cuerpo tiembla, no de frío, sino por la pura intensidad de la experiencia. Todo es un frenesí de sensaciones: el rugido de la moto bajo mis piernas, el viento azotando mi piel y el pulso frenético en mis venas. Me aferro con todas mis fuerzas, sintiendo cómo el mundo se desenfoca a mi alrededor.

En un momento, la adrenalina y el miedo se mezclan en un grito que escapa de mi boca. Es un sonido ahogado por el viento, pero es como si liberara algo que llevaba dentro. Me siento viva, más de lo que me había sentido en mucho tiempo, y aunque el pánico y la emoción siguen luchando en mi interior, no puedo evitar sonreír. Esto es lo que es sentirse libre.

Tras lo que parece una eternidad, Dante disminuye la velocidad poco a poco, y siento cómo mi cuerpo se relaja, aunque sigo aferrándome a él. La carretera se calma y el ruido ensordecedor del viento se reduce a un murmullo mientras nos acercamos de nuevo al bosque. Todavía puedo sentir la adrenalina en mi sangre, cada músculo de mi cuerpo tenso.

Distingo mi casa. La moto se detiene, y el silencio nocturno del bosque nos envuelve de nuevo. Bajo de la moto, sintiendo el temblor en mis piernas y la emoción latente en mi pecho. Me quito el casco, y mi cabello, aún húmedo de sudor, cae desordenado sobre mis hombros.

—¿Qué te ha parecido? —pregunta Dante, y esta vez puedo ver la sonrisa en sus ojos.

Me río, todavía sintiendo el eco del viento en mis oídos. —Increíble... —admito, sin saber cómo expresar todo lo que he sentido. Todavía siento la velocidad en mis venas, como si mi cuerpo no quisiera desacelerar.

—Es una buena forma de liberar tensión —dice, y sé que me está provocando, pero no me importa. Por un momento, todo lo que importa es esa conexión, esa sensación de estar viva.

—Creo que lo has conseguido —respondo, dándole un pequeño empujón en el brazo.

Dante me observa por un segundo más antes de asentir, su expresión cambiando a una más seria. —Si alguna vez necesitas sentirlo de nuevo, puedes pedírmelo.

Le devuelvo una sonrisa, esta vez un poco más sincera.

—Gracias.

Nos despedimos, y veo cómo se pone el casco y arranca la moto de nuevo. El rugido del motor llena el aire, y en un instante, desaparece en la oscuridad. Me quedo en el umbral de la puerta, sintiendo cómo la calma regresa poco a poco, pero sin perder el pulso acelerado en mi pecho. Esta noche, por primera vez, la casa no se siente tan solitaria.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro