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Capítulo 26

El sol entra a través de las ventanas, llenando la cocina con una calidez que contrasta con el aire fresco de la mañana. Dante está sentado a la mesa, inclinando peligrosamente la silla hacia atrás mientras juega con su taza de café. Tararea una melodía, moviendo la cabeza al ritmo, como si el mundo girara únicamente para entretenerlo.

—Oye, encanto, no quiero sonar exigente, pero... ¿qué hay del desayuno? —pregunta con su clásica sonrisa traviesa que le forma un hoyuelo en la mejilla.

—Ya va, ya va. —Le lanzo una mirada de reojo mientras organizo las cosas en la encimera—. No todo el mundo tiene tus horarios de restaurante cinco estrellas, Dante.

Él suelta una carcajada, cogiendo una tostada del plato que acabo de poner frente a él. Pero antes de dar el primer mordisco, se detiene y me mira con fingida indignación.

—¿Y esto? ¿Nada de huevos revueltos ni tortitas? Me estoy empezando a sentir maltratado.

Dejo el cuchillo con el que estoy untando mermelada y me cruzo de brazos, arqueando una ceja.

—Si quieres tortitas, puedes hacerlas tú mismo.

—Tocado y hundido. —Dante lleva una mano a su pecho como si le hubiera herido, pero su risa lo delata.

Sacudo la cabeza, contagiada por su buen humor, cuando el sonido de una moto rompe la tranquilidad de la mañana. Levanto la vista hacia la ventana justo cuando Dante se inclina hacia adelante con una sonrisa.

—Ya era hora de que apareciera el príncipe azul.

Mi corazón late un poco más rápido, aunque no dejo que Dante lo note. Poco después, la puerta de la cocina se abre, y Luca entra con su aire tranquilo y esa presencia que siempre parece llenar el espacio. Pero esta vez lleva algo en las manos: un casco negro brillante con pequeños cuernos en la parte superior.

—¿Qué es eso? —pregunto, dejando el cuchillo sobre la encimera.

—Es para ti. —Luca se acerca y deja el casco sobre la mesa frente a Dante, quien lo observa con interés.

—¿Cuernos? —Dante lo coge, girándolo en sus manos con una sonrisa divertida—. Te pega, encanto.

—No voy a llevar eso. —Me cruzo de brazos, aunque no puedo evitar acercarme a inspeccionarlo más de cerca. Es negro brillante, elegante, y los pequeños cuernos le dan un toque travieso.

Luca me ignora y se dirige al fregadero para servirse un vaso de agua.

—Tu casco anterior recibió un golpe. No es seguro usarlo. —Su tono es firme, pero su mirada suave cuando se vuelve hacia mí—. Este tiene intercomunicador incluido. Así podremos hablar mientras estamos en las motos.

Me muerdo el labio, intentando no mostrar demasiado entusiasmo. Acaricio la superficie del casco, notando lo ligero que es, pero sólido al mismo tiempo.

—¿Por qué cuernos? —pregunto finalmente, levantando una ceja.

—Pensé que te quedarían bien. —Luca responde con una leve sonrisa antes de girarse hacia la mesa.

Me tenso un poco al sentir su cercanía cuando me acerco a servirle el desayuno. Cuando extiendo el plato hacia él, nuestras manos se rozan. Es apenas un segundo, pero lo suficiente para que mi corazón se acelere. Levanto la vista hacia él, y encuentro sus ojos miel. Por un momento, ninguno de los dos dice nada. Ambos nos quedamos quietos, y siento cómo mis mejillas comienzan a arder.

—Bueno, bueno, ¿qué pasa aquí? —Dante rompe el silencio, devolviéndome a la realidad. Me aparto rápidamente, dejando el plato frente a Luca, mientras él se aclara la garganta y se sienta.

—Nada. —Respondo, demasiado rápido.

Dante me lanza una mirada traviesa, pero no insiste. Justo cuando parece que la situación vuelve a la normalidad, el sonido de un teléfono interrumpe el momento. Primero el de Dante, luego el de Luca. Ambos sacan sus móviles y miran las pantallas al mismo tiempo.

—¿Qué es eso? —pregunto, intentando ignorar el calor que aún siento en el rostro.

Dante alza el móvil, mostrándome el mensaje: una ubicación y una hora.

—Parece que esta noche hay carrera. —dice, con esa chispa de emoción que siempre tiene cuando se trata de velocidad.

Miro a Luca, quien parece más serio mientras guarda su móvil en el bolsillo.

—¿Eso significa que estarán las apuestas también? —pregunto, mi voz más baja, pero cargada de intención.

Dante asiente lentamente, mientras una sonrisa ladeada se forma en su rostro.

—Si hay carrera, hay apuestas. Y si hay apuestas... —Se inclina hacia mí, bajando la voz como si estuviera a punto de compartir un secreto—. El líder estará ahí.

Luca cruza los brazos, apoyándose contra la silla.

—Esto puede ser peligroso. —dice, pero su tono no es de rechazo, sino de advertencia.

—Lo sé. —Respondo, mirando a ambos con firmeza—. Pero si queremos encontrar a Ian, no podemos dejar pasar esta oportunidad.

Dante sonríe, como si hubiera estado esperando esas palabras.

—Entonces, esta noche vamos a correr. —dice, y su voz está llena de determinación.

El silencio se instala en la cocina después de las palabras de Dante. Es como si el peso de lo que acabamos de decidir cayera sobre todos al mismo tiempo. Miro a Luca, cuya expresión es más seria que nunca. Su mandíbula está apretada, y los dedos tamborilean contra la mesa como si estuviera debatiéndose internamente.

—Yo no voy a correr. —Dice finalmente, rompiendo el silencio. Su tono es firme, casi cortante.

Dante levanta una ceja, claramente sorprendido.

—¿Cómo que no vas a correr? —pregunta, dejando caer la espalda contra el respaldo de la silla—. ¿No acabamos de decir que esta es nuestra oportunidad?

Luca no aparta la mirada de mí mientras responde.

—No voy a correr porque alguien tiene que quedarse con Lili. Si esto es tan peligroso como parece, no podemos dejarla sola. —Se cruza de brazos, su postura rígida y protectora.

Mi corazón da un vuelco al escuchar eso, pero rápidamente sacudo la cabeza.

—No necesito que te quedes conmigo, Luca. Voy a estar bien. —Mi voz es suave, pero intento que suene segura.

—¿Cómo puedes estar tan segura? —replica él, su mirada fija en la mía con una mezcla de preocupación y frustración—. Os provocaron un accidente. Casi te matan. ¿Y ahora quieres que te deje sola en medio de esto?

Dante suelta un suspiro y se inclina hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.

—Mira, entiendo tu punto, Luca. Pero necesitamos a los dos en la carrera. Si uno falta, llamará la atención, y lo que queremos es pasar desapercibidos mientras encontramos al tipo que organiza las apuestas. —Se encoge de hombros, como si todo fuera obvio—. Además, Lili no va a estar sola. Va a estar en un lugar seguro, observando. No se va a meter en medio del fuego cruzado.

Luca no parece convencido, y por un momento, su mirada vuelve a mí.

—Esto no se trata solo de lo que queramos, Lili. Se trata de mantenerte a salvo.

Respiro hondo, sintiendo la presión de su preocupación, pero también sé que no podemos permitirnos perder esta oportunidad.

—Luca, escucha. —Le hablo con calma, inclinándome hacia él para captar completamente su atención—. Estás preocupado por mí, y lo entiendo. Pero este no es el momento para dudas. Si te quedas conmigo en el público y no corres, vamos a llamar demasiado la atención. Ellos saben que tú y Dante sois de los mejores corredores. Si solo aparece Dante, puede que sospechen. ¿Y si deciden cancelar todo porque se huelen algo?

Él frunce el ceño, claramente sopesando mis palabras.

—Además —continúo, mirando fijamente sus ojos miel—, sé cuidarme. He pasado por muchas cosas estos últimos días, y estoy más fuerte de lo que crees. No me voy a meter en peligro, lo prometo. Estaré lejos, observando, pero necesitamos hacerlo juntos. Si no, no tenemos ninguna oportunidad.

Dante asiente, apoyando mi argumento.

—Luca, no podemos hacer esto sin ti. Confía en nosotros. Confía en ella. —Su voz es más seria de lo habitual, casi solemne.

Luca se queda en silencio durante varios segundos. Finalmente, suelta un largo suspiro y se pasa una mano por el cabello.

—De acuerdo. —dice al fin, su voz baja pero firme—. Pero si algo sale mal, si hay algún indicio de que estás en peligro, me salgo de la carrera y voy directo a ti, Lili.

Una sonrisa se forma en mis labios, aliviada de que finalmente accediera.

—Gracias, Luca. —Le digo suavemente.

—Sí, sí, el príncipe azul siempre tiene que hacer las cosas difíciles. —Dante rueda los ojos, pero su sonrisa le quita peso a sus palabras—. Ahora, ¿podemos empezar a prepararnos? Tenemos una noche importante por delante.

Luca resopla, pero hay una pequeña curva en sus labios.

La noche cae sobre el bosque como un manto pesado, envolviéndolo todo en una mezcla de sombras y luces parpadeantes. El aire está cargado de expectación y adrenalina, como si la ciudad misma supiera que algo grande está a punto de suceder. Las motos de Luca y Dante ronronean en el garaje de la casa mientras hacen los últimos ajustes. Estoy junto a ellos, con el casco nuevo que Luca me regaló entre las manos, tratando de calmar mi mente.

Luca está en silencio mientras ajusta sus guantes. Cuando termina, se acerca a mí, sus ojos acaramelados encontrándose con los míos.

—Este casco tiene todo lo que necesitas. —Dice, señalando el intercomunicador integrado—. Si algo pasa, nos llamas. Prométemelo.

—Lo prometo. —Digo con firmeza, aunque mi corazón late rápido.

Luca asiente satisfecho y se coloca el casco. Su moto ruge cuando la enciende, enviando vibraciones por el suelo. Dante hace lo mismo, y por un momento, me siento pequeña entre ellos, entre estas dos fuerzas imparables que se preparan para enfrentarse al peligro.

El trayecto hasta el lugar de la carrera es un despliegue de luces y sonidos que no deja espacio para el miedo. Las luces de la ciudad parpadean a lo lejos mientras las motos cortan el viento. Estoy en la moto de Luca, mis brazos rodeando su torso con fuerza. Siento el latido de su corazón, constante, calmado, como si estuviera seguro de todo lo que está a punto de suceder.

Dante nos guía, su moto una sombra negra que destaca incluso en la oscuridad. En el casco, escucho su voz de vez en cuando, haciendo comentarios casuales que intentan aligerar el ambiente.

—Entonces, encanto, ¿ya tienes claro a quién vas a animar? ¿A mí, que claramente voy a ganar, o a Luca, que... bueno, hará lo que pueda? —Su voz, filtrada por el sistema, suena más cercana de lo que debería.

—No le hagas caso, Lili. —responde Luca con su tono firme, aunque puedo notar el ligero toque de diversión—. No siempre gana el más arrogante.

—Oh, vamos, hermano. Aceptar la derrota con elegancia también es una habilidad. —Dante ríe, y su risa resuena en el casco como una chispa que ilumina la noche.

Yo no puedo evitar sonreír. A pesar del peligro que se avecina, su dinámica me da una extraña sensación de calma, como si estuviera con las dos únicas personas capaces de protegerme en este caos.

Cuando llegamos al lugar de la carrera, mi corazón se acelera. No es un descampado cualquiera; es un tramo de autopista cerrado, un escenario improvisado donde la velocidad y el peligro se entremezclan. Luca me explicó durante el camino que esta carretera fue cerrada hace años cuando construyeron una nueva ruta más rápida y eficiente, dejando este tramo como un vestigio del pasado. Las luces de los coches aparcados a ambos lados del asfalto iluminan la noche como si fueran luciérnagas atrapadas en frascos. Las sombras bailan sobre el pavimento mientras el rugido de los motores y la música estridente se mezclan en el aire, creando una atmósfera casi eléctrica. Hay gente por todas partes, algunos reunidos en pequeños grupos, otros revisando sus vehículos, y todos con la misma chispa de expectación en los ojos.

Al bajarme de la moto de Luca, me quito el casco y dejo que el aire fresco de la noche acaricie mi rostro. Mis dedos están un poco entumecidos por el viaje, pero el pulso acelerado que siento en mi pecho me hace olvidar cualquier incomodidad. Me giro hacia Luca, que ya está quitándose su casco también. Sus ojos se encuentran con los míos por un momento, y aunque no dice nada, puedo ver una chispa en su mirada.

—Bienvenida al circo, Lili. —dice Dante, quitándose el casco y sacudiéndose el cabello como si estuviera preparándose para un espectáculo—. Aquí es donde los verdaderos corredores se hacen inmortales.

—Y donde los descuidados acaban muertos. —añade Luca, con un tono más sombrío, aunque no puede ocultar la tensión en sus ojos mientras inspecciona a los otros corredores.

—Gracias por el entusiasmo, chicos. —respondo, mi voz cargada de sarcasmo.

Mientras ellos revisan sus motos, yo trato de mantener la compostura. Miro a mi alrededor, tratando de absorber cada detalle. Hay un grupo de personas reunidas alrededor de un coche con el capó abierto, ajustando algo en el motor. Otros están alineados junto a sus motos, hablando en voz baja, mientras el eco de risas y conversaciones flota en el aire. Todo el mundo aquí parece moverse con una mezcla de adrenalina y propósito, como si este lugar fuera lo único que importa en el mundo esta noche. La música, las voces y el rugido de los motores forman un caos controlado que amenaza con desbordarse en cualquier momento. La línea de salida, marcada por una fila de conos iluminados, está al final del tramo. Alrededor, los corredores se preparan, y la intensidad del lugar me golpea como una ola.

—Es... diferente. —respondo finalmente, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para describir lo que siento.

Dante parece satisfecho con mi respuesta, mientras Luca se acerca y coloca una mano en mi hombro.

—Quédate cerca de esta área. —dice, señalando una zona relativamente tranquila junto a una fila de coches—. Aquí estarás lejos del caos de la salida.

—Y mantén los ojos abiertos. —añade Dante, inclinándose un poco hacia mí con una sonrisa ladeada—. Si ves algo sospechoso, usa el intercom. Ahora podemos hablar los tres, ¿recuerdas?

Asiento, y antes de que pueda responder, una voz fuerte interrumpe el murmullo general. Es un hombre alto y corpulento que parece estar a cargo de la organización, gritando instrucciones a los corredores para que se preparen.

—¡Posiciones en la línea! ¡Quince minutos para el inicio! —su voz resuena sobre el ruido de los motores.

—Es nuestro momento. —dice Dante, girándose hacia Luca con una expresión que mezcla entusiasmo y desafío.

Luca asiente, aunque su mirada se detiene en la mía por un segundo más de lo necesario.

—Tú nos cubres aquí. —me dice con firmeza—. Si algo no te cuadra, nos avisas.

—Entendido. —respondo, tratando de sonar más segura de lo que me siento.

Ambos se suben a sus motos, y el rugido de los motores vuelve a llenar el aire. Me quedo de pie, observándolos mientras avanzan hacia la línea de salida. Mis manos tiemblan ligeramente, no sé si por la emoción o el miedo, pero intento concentrarme en lo que tenemos que hacer.

La tensión en el ambiente es palpable, como si cada persona alrededor de la pista estuviera conteniendo la respiración al mismo tiempo. El ruido de los motores, que antes parecía ensordecedor, ahora se siente como un pulso acompasado con mi propio corazón. Desde mi lugar junto a los coches, puedo ver a Dante y a Luca alineados con los demás corredores. Dante gira la cabeza hacia mí un instante y me lanza una sonrisa confiada, como si todo esto fuera un simple juego. Luca, por otro lado, parece una estatua de pura concentración. Sus movimientos son precisos, casi calculados, mientras ajusta los guantes y revisa una última vez el manillar de su moto.

Intento mantener la compostura, pero el nudo en mi estómago no deja de crecer. La música de fondo y los rugidos de los motores mezclados con el murmullo de la gente crean un caos contenido que me tiene al borde de la hiperventilación. Miro alrededor, tratando de encontrar algún rostro familiar entre los organizadores o los espectadores, pero todos son desconocidos, con miradas intensas y posturas tensas.

Me obligo a respirar profundamente y a concentrarme. Ellos saben lo que hacen, me digo, intentando tranquilizarme. Pero el miedo a que algo salga mal no se disipa.

De repente, el organizador da un grito para anunciar el inicio. La cuenta regresiva comienza, y puedo sentir cómo la tensión en el lugar alcanza su punto máximo. Cada segundo parece estirarse mientras los corredores se preparan. Los motores rugen más fuerte, y el olor a gasolina invade mis sentidos.

Los faros iluminan la pista, proyectando sombras alargadas en el pavimento. El aire se siente más denso, y un escalofrío recorre mi columna. No puedo evitar pensar en todo lo que está en juego. Esta no es solo una carrera. Es nuestra oportunidad de acercarnos al líder de las apuestas, de encontrar a Ian, de terminar con este caos. Pero también es un riesgo enorme, y la idea de perder a cualquiera de los dos me hace sentir que no puedo respirar.

El organizador levanta una bandera, y todos los sonidos parecen detenerse por un instante. El silencio es ensordecedor, una calma irreal antes de la tormenta. Y entonces, la bandera cae.

El rugido de los motores se convierte en un estruendo, y las motos salen disparadas como flechas. El público estalla en gritos y aplausos, pero mi atención está completamente fijada en las figuras de Dante y Luca, que se mezclan con los demás corredores en una vorágine de velocidad y peligro.

El tramo de autopista abandonado parece cobrar vida. Las motos serpentean por la pista, esquivando obstáculos y compitiendo por cada centímetro de asfalto. Las luces de los faros dibujan patrones caóticos en la oscuridad, y el eco de los motores reverbera en las paredes del lugar, creando una sinfonía de pura adrenalina.

Dante toma la delantera rápidamente, su moto inclinándose peligrosamente en cada curva como si estuviera desafiando las leyes de la física. Luca no se queda atrás, moviéndose con una precisión casi quirúrgica mientras maniobra entre los otros corredores. Ambos tienen estilos completamente diferentes, pero igual de hipnóticos. Dante es puro instinto y agresividad, mientras que Luca es técnica y control absoluto. No puedo apartar los ojos de ellos.

Mis manos están apretadas en puños a los lados de mi cuerpo, y mi respiración se acelera con cada movimiento que hacen. Es como si mi corazón estuviera corriendo con ellos, latiendo al mismo ritmo que sus motores.

El público a mi alrededor grita y anima, pero todo eso se desvanece para mí. Solo existen ellos dos en la pista, y el peligro que los rodea. Intento buscar entre la multitud alguna señal, algún indicio del líder de las apuestas, pero mis ojos siempre vuelven a las motos.

De repente, una curva cerrada pone a prueba a todos los corredores. Dante la toma con una confianza descarada, dejando una estela de humo en el aire. Luca sigue de cerca, su moto casi rozando el suelo mientras la inclina. Es un espectáculo hipnótico, pero también aterrador. Los demás corredores intentan mantener el ritmo, pero es evidente que Dante y Luca están en una liga completamente diferente.

El tramo de autopista abandonada no es un simple circuito. Hay varias secciones, cada una diseñada para poner a prueba diferentes habilidades de los corredores. La primera parte, llena de curvas cerradas y zigzags, se convierte en un campo de batalla donde los que no tienen técnica quedan atrás rápidamente. Dante lidera, su moto rugiendo como una bestia indomable, mientras Luca maniobra con una precisión casi quirúrgica para mantener el ritmo.

Cuando terminan esa sección, la pista se abre en una recta larga y peligrosa, donde la velocidad lo es todo. Los motores rugen más fuerte, y las motos alcanzan velocidades que parecen imposibles. El viento silba, y las luces de neón que adornan los coches estacionados a lo largo del tramo se convierten en un borrón de colores vivos.

Desde mi posición, siento la adrenalina subir por mis venas, como si yo misma estuviera corriendo. Mis ojos no pueden apartarse de las motos de Dante y Luca. En la recta, veo cómo Dante comienza a inclinarse hacia adelante, exprimiendo cada gota de potencia de su máquina. Luca, por su parte, permanece justo detrás, en una posición que parece estratégica.

—Vamos, Luca... —susurro para mí misma, como si mis palabras pudieran alcanzarlo.

En medio de la recta, un corredor intenta adelantar a Luca, pero este lo bloquea con una maniobra rápida y precisa. La destreza de Luca es impresionante, y no puedo evitar admirar la calma que proyecta incluso a estas velocidades extremas.

Pero lo que realmente hace que mi corazón se detenga es lo que viene después. El siguiente tramo de la autopista está lleno de obstáculos improvisados: barriles, conos y neumáticos colocados estratégicamente para obligar a los corredores a realizar maniobras peligrosas. Dante es el primero en enfrentarlo, zigzagueando entre los obstáculos con una facilidad que parece antinatural.

Luca lo sigue de cerca, pero uno de los corredores más rezagados comete un error y derrapa, chocando contra un barril. El impacto es ensordecedor, y puedo ver chispas volar mientras la moto del corredor se desliza fuera del tramo.

Mi corazón se acelera, pero los demás no disminuyen la velocidad. Dante y Luca continúan avanzando, sus motos como sombras que serpentean entre los obstáculos. Es en este tramo donde Luca comienza a acortar la distancia con Dante. Por un momento, parece que está a punto de adelantarlo, pero Dante lo bloquea con una maniobra agresiva.

—¡Qué demonios haces, Dante! —grito, aunque sé que no puede oírme.

La tensión entre ellos es palpable incluso desde aquí. Aunque trabajan juntos, su competitividad es innegable. Cada uno está empujando al otro al límite, y no puedo evitar sentir una mezcla de miedo y admiración por lo que estoy viendo.

Cuando finalmente superan los obstáculos, llegan a la parte final del circuito: una serie de curvas abiertas que permiten a los corredores mostrar su verdadero control sobre las motos. Es aquí donde la habilidad técnica de Luca comienza a brillar. Su moto parece deslizarse por las curvas con una elegancia que contrasta con la agresividad de Dante.

Los espectadores comienzan a moverse hacia los bordes del tramo para tener una mejor vista. Yo también me acerco, aunque me mantengo en una posición segura. Mis ojos siguen fijos en ellos, pero algo más capta mi atención.

Cerca de los coches estacionados, hay un grupo de hombres que parece más interesado en las apuestas que en la carrera en sí. Están pasando dinero de un lado a otro, mientras uno de ellos anota algo en un pequeño cuaderno. Sus movimientos son discretos, pero no pasan desapercibidos para mí.

—Ahí están... —susurro, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda.

Pero no puedo distraerme mucho tiempo. Los rugidos de los motores y los gritos del público me devuelven a la carrera. Dante y Luca están cabeza a cabeza ahora, acercándose a la línea de meta con una velocidad que me hace contener el aliento.

En el último segundo, Dante toma una curva más cerrada de lo necesario, obligando a Luca a retroceder ligeramente. Esa maniobra le da la ventaja suficiente para cruzar la línea de meta en primer lugar.

El público estalla en vítores y gritos. Dante levanta una mano en señal de victoria mientras reduce la velocidad, y Luca lo sigue de cerca.

Mientras los demás corredores comienzan a llegar, me doy cuenta de que mi corazón está latiendo con fuerza. La carrera ha terminado, pero el verdadero desafío apenas comienza. Miro nuevamente hacia el grupo de hombres cerca de los coches, tratando de memorizar sus rostros y movimientos.

Dante y Luca se acercan a mí, sus motos rugiendo suavemente mientras reducen la velocidad. Dante se quita el casco primero, su sonrisa radiante y su cabello desordenado por el viento.

—¿Qué te dije, encanto? Siempre gano. —dice, lanzándome una mirada llena de confianza.

Luca, en cambio, parece más serio. Se quita el casco y me mira directamente, como si estuviera buscando algo en mi expresión.

—¿Estás bien? —pregunta, su voz baja pero cargada de preocupación.

—Sí... —respondo, aunque mi mirada vuelve a desviarse hacia el grupo de hombres.

Dante sigue mi mirada y frunce el ceño ligeramente.

—¿Algo interesante? —pregunta, acercándose un poco más.

—Ellos. —Señalo discretamente hacia el grupo—. Creo que pueden ser ellos.

Luca sigue la dirección de mi dedo y asiente lentamente.

—¿Qué hacemos ahora? —pregunta, su voz tensa.

—Esperamos. —responde Dante, con una chispa juguetona en los ojos que me pone nerviosa—. Pero no por mucho tiempo.

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