Capítulo 23
—¿Estás bien? Dime que estás bien.
Sus ojos me recorren de arriba abajo, buscando algún rastro de daño visible. Luego, se inclina junto a la cama, colocando una mano firme en la barandilla como si necesitara apoyarse para no caer.
Intento sonreír para tranquilizarlo, pero mi cuerpo aún se siente pesado. Aún así, logro asentir ligeramente.
—Estoy bien, Luca. Solo... un poco magullada. —Mi voz es suave, pero la preocupación en su mirada no disminuye.
Él deja escapar un suspiro profundo y se pasa una mano por el cabello húmedo, dejando mechones oscuros y desordenados.
—Cuando Dante llamó, pensé... pensé que te había perdido. —Sus palabras se quiebran ligeramente, y noto cómo sus nudillos se blanquean al aferrarse más a la barandilla—. No puedo volver a pasar por eso.
—No estoy muerta, Luca. —Intento bromear, pero mis palabras no logran aliviar la tensión. Sus ojos se oscurecen por un momento, y siento el peso de todo lo que no dice.
Dante, que ha estado observando desde la esquina con los brazos cruzados, finalmente rompe el silencio.
—Ella es dura, Luca. Más de lo que crees. —Su tono es despreocupado, pero noto el subtexto en sus palabras. Está intentando calmar la situación, aunque su mirada no pierde esa chispa que siempre tiene cuando Luca está cerca.
Luca lo ignora y vuelve a centrarse en mí. Su mano se acerca, rozando la mía con una suavidad que no le había visto antes.
—Prométeme que vas a tener cuidado, Lili. Prométeme que no vas a poner tu vida en riesgo otra vez. —Su voz está cargada de una intensidad que me deja sin aliento.
—No puedo prometer eso. —Mi respuesta sale antes de que pueda detenerla. Ambos me miran, sorprendidos, pero sigo adelante—. Luca, esto no se trata solo de mí. Esto es más grande que cualquier promesa.
Tomo aire, intentando encontrar las palabras correctas para explicar lo que sucedió mientras estaba inconsciente. La experiencia sigue fresca en mi mente, como si Ian estuviera todavía susurrándome al oído.
—Mientras estaba... fuera, tuve una especie de alucinación. —Miro a ambos, notando cómo sus expresiones cambian a una mezcla de confusión e interés—. Ian estaba allí. No sé cómo explicarlo, pero me habló, me recordó lo que realmente importa.
Dante frunce el ceño, pero no interrumpe. Luca, en cambio, se cruza de brazos, claramente escéptico.
—¿Y qué fue lo que te dijo? —pregunta, su tono cargado de duda.
—Que debo seguir adelante. Que cuide de los míos, pero también... que busque la verdad. —Mis palabras salen rápidas, como si temiera que perder el momento lo hiciera menos real—. Creo que eso significa que tengo que encontrar al líder de las apuestas de Blackline. Él debe saber algo sobre Ian.
Dante se endereza, con una chispa en sus ojos que no había visto en todo el día.
—Eso tiene sentido. Los líderes siempre saben más de lo que dicen. Si alguien puede darnos respuestas, será él.
—¿Estás loca? —Luca se gira hacia mí, claramente irritado—. ¿Te das cuenta de lo peligroso que es esto? Apenas sobreviviste a un accidente, y ahora quieres ir tras alguien que probablemente esté rodeado de matones y criminales.
—Luca... —intento razonar, pero él niega con la cabeza, frustrado.
—No. No puedo permitir que sigas por este camino.
Dante da un paso hacia él, su postura más desafiante.
—¿Y qué sugieres, Luca? ¿Que nos quedemos de brazos cruzados mientras Blackline sigue jugando con nuestras vidas? Esto no va a desaparecer porque lo ignores.
El ambiente se carga, y por un momento temo que la conversación termine en gritos. Pero Luca cierra los ojos, respirando profundamente antes de volver a mirarme.
—Si vamos a hacer esto, lo hacemos juntos. Pero te lo advierto, Lili, esto no es un juego. Y si algo te pasa, no me lo perdonaré.
El ambiente en la habitación es tan tenso que casi puedo oír el crujir de los pensamientos de Luca mientras camina de un lado a otro. Dante permanece apoyado contra la pared, sus ojos fijos en mí, pero su postura es relajada, como si intentara minimizar la gravedad de todo. Sé que por dentro está tan preocupado como Luca.
—Esto no tiene sentido —murmura Luca finalmente, deteniéndose frente a mi cama—. Estabas en una autopista. ¿Cómo puede alguien simplemente aparecer y provocarte un accidente sin dejar rastro?
—Porque lo estaban planeando. —Dante responde antes de que yo pueda hablar, su tono más afilado que antes—. No fue casualidad, Luca. El furgón negro no estaba ahí por accidente.
—¿Qué furgón? —pregunta Luca, su mirada alternando entre nosotros con incredulidad.
Respiro hondo, sabiendo que tengo que explicarlo, pero no quiero volver a revivirlo. Aun así, necesito que Luca entienda.
—Nos estaban siguiendo. —Mi voz es baja, pero firme—. Vi las luces, los movimientos... era intencional. Todo pasó tan rápido, pero recuerdo que intentábamos deshacernos de ellos. Y después... —mi garganta se cierra por un momento—, el impacto. Todo encajaba demasiado bien para ser una casualidad.
Luca frunce el ceño, cruzando los brazos sobre su pecho mientras procesa lo que acabo de decir.
—¿Y cómo estás tan segura de que era por ti? —pregunta finalmente, aunque su tono no es agresivo, sino cargado de preocupación—. Podría haber sido cualquier cosa. Una coincidencia.
—No lo fue. —Dante interviene de nuevo, su tono más cortante ahora—. Lo sé porque ese furgón nos estuvo siguiendo por kilómetros, Luca. Y no eran conductores normales. Parecían saber exactamente lo que hacían. Intentaron sacarnos de la carretera.
Luca lo mira fijamente, su mandíbula apretándose. Puedo ver la lucha interna en su expresión, la mezcla de incredulidad y miedo que está tratando de mantener bajo control.
—Si esto es verdad... —Luca comienza, pero luego se detiene, su voz temblando ligeramente—. Si nos están siguiendo, significa que saben más de lo que pensábamos. Podrían estar vigilándonos desde hace tiempo.
—Exacto. —Asiento, sintiendo cómo mi propia preocupación crece—. Pero si es así, entonces estamos cerca de algo. Algo que no quieren que descubramos.
Dante suelta un suspiro, pasándose una mano por el cabello en un gesto frustrado.
—Por eso tenemos que ir tras ellos. No podemos quedarnos sentados esperando a que vuelvan a atacarnos. Si encontramos al líder de las apuestas, encontraremos respuestas.
Luca sacude la cabeza, pero no con negación, sino como si estuviera intentando ordenar sus pensamientos.
—Esto es peligroso, Lili. —Finalmente dice, su voz más suave ahora—. No puedo permitir que te pongas en riesgo otra vez.
—Luca, esto no es solo por mí. —Mi tono es firme, aunque mi mirada intenta transmitirle comprensión—. Ian sigue ahí fuera, y si ellos están involucrados con él, entonces es nuestra mejor oportunidad para encontrarlo. No puedo darme por vencida ahora.
Él me mira, y por un momento, el peso de su preocupación me golpea como un torrente. Pero luego asiente, aunque con evidente reticencia.
—Está bien. —Suspira profundamente, como si esa palabra le costara más de lo que quiere admitir—. Pero lo hacemos a mi manera. Y nos aseguramos de que no nos pillen desprevenidos otra vez.
Una leve sonrisa se dibuja en los labios de Dante mientras se aparta de la pared.
—Sabía que te convenceríamos. —Dice, aunque su tono no tiene el habitual sarcasmo, sino una especie de alivio contenido.
Luca resopla, pero no contesta. En cambio, se acerca a la ventana, mirando hacia el exterior como si necesitara distraerse.
—Victoria mencionó el muelle. —Digo, ajustándome un poco en la cama. Mi cuerpo todavía duele, pero la claridad en mi mente no se ha desvanecido—. Dijo que alguien había visto a Ian ahí. Era nuestra próxima parada antes de... bueno, ya sabéis.
Dante cruza los brazos, apoyándose de nuevo contra la pared con un aire de preocupación.
—El muelle. Por supuesto, porque nada sospechoso pasa en un lugar lleno de contenedores y rincones oscuros. —Su tono sarcástico no oculta del todo su inquietud.
—No es tan mala idea. —Luca interviene, caminando hacia el final de la cama—. Si Blackline tiene algo que ver con Ian, los muelles podrían ser un buen lugar para empezar. Hay movimiento constante, muchas rutas para desaparecer... —Se detiene un momento, mirando directamente a Dante—. Pero lo haremos con cuidado.
—Claro, jefe. —Dante resopla, aunque sus ojos miel reflejan un atisbo de seriedad—. Como si yo no fuera el cuidadoso de los dos.
Antes de que la discusión pueda escalar, la puerta se abre y entra el médico. Es un hombre mayor, con gafas que resbalan por su nariz y una expresión neutral. Me sonríe brevemente antes de revisar mi expediente.
—Señorita Evans , tengo buenas noticias. —Dice, con una voz calmada pero profesional—. No hay fracturas ni lesiones internas graves. Solo algunas contusiones y un poco de inflamación, pero debería recuperarse completamente en unas semanas.
Asiento, aliviada, aunque su mirada se torna más seria cuando deja los papeles a un lado.
—Sin embargo, necesito insistir en que descanse. Nada de actividades intensas, y si siente mareos o algún dolor persistente, debe volver inmediatamente.
—Lo entiendo. Gracias, doctor. —Respondo con una pequeña sonrisa.
Él me dedica una última mirada antes de salir, dejando la puerta ligeramente entreabierta. Dante es el primero en romper el silencio.
—Bueno, eso es un alivio. Aunque parece que tendremos que cargar contigo si te cansas. —Dice con una sonrisa ladeada.
Luca le lanza una mirada de advertencia antes de mirar hacia mí.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto ahora? —pregunta, aunque su tono indica que ya sabe mi respuesta.
—No puedo esperar más, Luca. —Mi voz es firme, aunque trato de suavizarla con una pequeña sonrisa—. Si hay una pista sobre Ian, tengo que seguirla.
Ambos hombres intercambian una mirada cargada de significados, pero ninguno objeta. Mientras ellos debaten en silencio, yo me pongo lentamente de pie. La habitación gira por un segundo, pero me aferro al borde de la cama hasta que pasa.
—Vamos. —Digo, enderezándome tanto como puedo.
En la entrada del hospital, el aire fresco de la noche me golpea como un recordatorio de lo que está en juego. Las motos están estacionadas en fila, sus siluetas brillando bajo las luces del aparcamiento. Pero algo llama mi atención: la GSR de Dante tiene un rasguño profundo en el lateral, y una de las luces parece estar rota.
Dante lo nota de inmediato.
—Es solo un arañazo. Sigue siendo más rápida que la de Luca. —Dice, dándole una palmada cariñosa al asiento
Luca rueda los ojos, cruzando los brazos mientras señala su moto.
—No vas a llevar a Lili en algo que podría fallar en cualquier momento. —Dice, su tono cortante—. Mi moto está en perfectas condiciones.
Ambos me miran, esperando mi decisión. Cruzo los brazos y levanto una ceja.
—¿De verdad vamos a hacer de esto un concurso ahora? —pregunto, tratando de ocultar una sonrisa.
—Elige, encanto. —Dante me lanza una mirada traviesa—. Sabes que conmigo el viaje será más interesante.
—También más arriesgado. —Replica Luca, con una ligera sonrisa que apenas suaviza su tono.
Después de un momento de consideración, miro hacia la moto de Luca.
—Lo siento, Dante. Pero creo que esta vez me voy con Luca. —Digo, tratando de sonar lo más neutral posible.
Dante resopla, levantando las manos en señal de rendición.
—Está bien, está bien. Pero solo porque no quiero que te preocupes por otro accidente. —Su tono es ligero, pero noto un destello de decepción en sus ojos.
Luca no dice nada, simplemente me ofrece el casco con una expresión tranquila. Me subo a su moto, sintiendo la familiaridad del asiento mientras me ajusto el casco.
Dante enciende su moto y la hace rugir antes de mirar hacia nosotros.
Luca pone en marcha su moto, y el rugido del motor llena el aire. Se acerca a mí antes de que pueda ajustarme del todo el casco. Su expresión es seria, los ojos miel fijos en mí, como si evaluara cada uno de mis movimientos.
—No puedes usar ese casco. —Dice, señalando el que estoy sosteniendo, el mío.
—¿Qué? Está bien. —Respondo, aunque su mirada me indica que no está dispuesto a ceder.
—No está bien. Recibió un golpe en el accidente, y un casco que ha sido dañado no protege como debería. —Su tono es firme, pero hay una suavidad en sus palabras que me hace dudar en protestar.
Antes de que pueda decir algo más, se quita el suyo, negro y liso, con un diseño aerodinámico, y me lo extiende.
—Usa este. Yo llevaré el tuyo. —Añade, su tono dejando claro que no hay lugar para la discusión.
—Luca... —Empiezo, pero él sacude la cabeza.
—No es negociable, Lili. —Sus ojos se clavan en los míos, llenos de una determinación que no puedo ignorar.
Finalmente, suspiro y acepto el casco. Mientras me lo pongo, lo veo ajustarse el mío con un leve gesto de resignación, aunque no dice nada más. Subo a la moto, sintiendo el calor del motor aún encendido bajo mis piernas, y me sujeto a su cintura.
Dante me lanza una mirada a través de su visor, y aunque no puedo ver su sonrisa, la siento en su postura.
—¿Lista, encanto? —Su voz suena clara a través del intercomunicador del casco de Luca. Es lo único que me mantiene en contacto con él durante el trayecto.
—Siempre. —Respondo, sintiendo una chispa de emoción en mi pecho.
Luca no dice nada, pero suelta el embrague y acelera, lanzándonos hacia la carretera con un movimiento que me deja sin aliento. El mundo alrededor comienza a transformarse mientras nos incorporamos a la autopista, las luces de la ciudad extendiéndose en el horizonte como un mosaico brillante.
El rugir de los motores llena mis oídos, amortiguado solo por la música techno que suena a través del intercomunicador en el casco de Luca. Las notas pulsantes, rápidas y envolventes, se sincronizan con el ritmo de la moto, creando una experiencia sensorial que me atrapa por completo. Es como si cada vibración del motor resonara con los bajos de la música, haciéndome sentir parte de algo más grande.
A nuestro alrededor, las luces de neón parpadean en colores intensos, reflejándose en el asfalto mojado por la humedad de la noche. El mundo se vuelve un caleidoscopio de movimiento y color, cada destello de luz mezclándose con la velocidad y la adrenalina que corre por mis venas. Las farolas pasan como estelas borrosas, y los edificios se convierten en siluetas efímeras que desaparecen tan rápido como aparecen.
Dante no tarda en alcanzarnos, su moto rugiendo a nuestro lado como un desafío silencioso. Lo escucho reír a través del intercomunicador.
—¿Eso es todo lo que tienes, Luca? —Su voz está llena de diversión, casi provocadora.
Luca no responde, pero acelera ligeramente, llevándome a aferrarme más fuerte a su cintura mientras sentimos el aumento de la velocidad. El viento frío corta contra mi cuerpo, pero el calor del motor bajo mí y la vibración constante me mantienen en el presente. La textura de su chaqueta de cuero es áspera bajo mis dedos, pero no puedo ignorar la sensación de los músculos que se tensan y se flexionan bajo el material cada vez que maniobra la moto. Es una fuerza controlada, poderosa, que se transmite a través del contacto, y durante un momento, siento que estoy demasiado consciente de cada movimiento suyo.
El tráfico en la autopista es escaso, lo que les da a ambos espacio para maniobrar. Dante se coloca al frente durante unos segundos, pero Luca lo adelanta en una curva cerrada, su habilidad evidente en la forma en que inclina la moto con precisión absoluta. Cuando acelera para adelantar a Dante, noto cómo su cuerpo reacciona instintivamente, inclinándose hacia adelante, y mis manos, como reflejo, se aferran con más fuerza. Luca se tensa brevemente, como si mi toque lo distrajera, pero no dice nada, concentrado en la carretera. Sin embargo, hay algo en esa reacción, ese instante fugaz en que su postura cambia, que hace que un calor inesperado suba por mi pecho. Me obligo a mirar hacia adelante, pero la sensación de su firmeza bajo mis manos y la forma en que su cuerpo parece tan seguro, tan sólido, sigue grabada en mi mente, imposible de ignorar mientras el motor ruge y nos envuelve en un baile de velocidad y adrenalina.
—Esto es libertad, encanto. —Dice Dante, y puedo sentir su entusiasmo a través de sus palabras.
La música sigue retumbando en mis oídos, acompañando el latido acelerado de mi corazón. Cada cambio de marcha, cada aceleración, se siente como una declaración de independencia, una conexión entre nosotros y las máquinas que domamos. La carretera se abre ante nosotros como una invitación al infinito, un lugar donde el tiempo pierde significado y lo único que importa es el presente.
La ciudad empieza a acercarse, su horizonte iluminado dominando el cielo nocturno. Los colores brillantes de los carteles de neón y los escaparates se reflejan en el parabrisas de los coches que pasamos, creando un espectáculo de luces y sombras que parece salido de un sueño.
El sonido de los motores se mezcla con la música y el murmullo lejano de la ciudad, creando una banda sonora que parece escrita para esta noche. Luca reduce un poco la velocidad cuando nos acercamos a un tramo más concurrido, pero Dante se mantiene cerca, jugando con los límites del tráfico como si no hubiera un mañana.
—Es increíble, ¿verdad? —pregunta Dante, su voz clara en mi oído.
—Sí. —Respondo, sin saber cómo describir lo que siento. Es una mezcla de emoción, miedo y una libertad indescriptible, como si por un momento pudiera dejar atrás todas las dudas y preocupaciones.
El muelle se acerca, su silueta oscura destacándose contra el brillo de la ciudad detrás de nosotros. La música cambia a un ritmo más bajo, pero sigue siendo intensa, como si reflejara el cambio en el ambiente. La humedad en el aire aumenta, y puedo ver la niebla acumulándose alrededor de los contenedores y estructuras metálicas que forman el puerto.
Cuando finalmente llegamos, Dante detiene su moto primero, dejando que el rugido del motor muera lentamente. Luca estaciona junto a él, apagando su moto con un movimiento decidido. Me bajo con cuidado, sintiendo el hormigueo residual en mis piernas después del viaje.
El muelle está envuelto en un silencio inquietante, roto solo por el sonido del agua golpeando contra las estructuras metálicas y el ocasional crujido de madera. La niebla se arremolina alrededor de nosotros, creando sombras que parecen moverse con vida propia.
—Bonito lugar para una reunión familiar. —Dice Dante, rompiendo el silencio con su tono burlón, aunque hay una tensión en su postura que no pasa desapercibida.
—Es aquí. —Respondo, mi voz baja pero segura. La sensación de adrenalina se disipa lentamente, reemplazada por una determinación que no puedo ignorar.
Luca se acerca, su mirada fija en el horizonte del muelle, como si estuviera buscando algo en la distancia.
—Vamos. —Dice, su voz calmada pero llena de autoridad.
Sin dudar, empiezo a caminar hacia el muelle, dejando que la niebla nos envuelva mientras el sonido de nuestros pasos rompe el silencio de la noche.
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