Entre Monstruos y Humanos
¡Hola! Este es un fanfic que originalmente fue publicado -y sigue publicado como Not a Mouse-en Ao3 para el fandom de habla inglesa. Si bien ya ha pasado mucho tiempo y ya no soy tan rivetra shipper como antes, considero que era una falta de respeto no publicar el material en español al menos aquí para que no se me pierda en archivos.
Por cierto, Wattpad debería añadir la línea separadora de una vez :)
Sin más que decir, enjoy!
~•~
Sus pasos, rápidos y ligeros, resonaron a través de las silenciosas y frías calles nocturnas del distrito de Maria.
Estaba tarde, notó. El vaho saliendo de su boca con cada respiración, pero no se detuvo.
Giró en una calle, reacomodó su bolso sobre su brazos, y continuó con su camino tratando de no matarse con la poca nieve acumulada sobre las aceras.
Pocas personas transitaban a esas horas, algunos confundidos, muchos con el alcohol en la cabeza -cortesía de los barrios fiesteros y de mala muerte -y otros desafortunados que probablemente habían dejado sus hogares en busca de una mejor vida, solo para encontrarse con una realidad totalmente distinta a la que esperaban.
La realidad de una ciudad en un mundo lleno de peligro.
Petra había sido una de esas personas en algún momento de su vida, mas gracias a su padre, las cosas no le habían ido mal.
Empujó la puerta del edificio, una campanilla anunciando su entrada en medio de un mortal silencio.
"¡Oh, Petra, llegaste a tiempo!" comentó el dueño del edificio, un viejo amigo de su padre, mientras asomaba la cabeza por la puerta de su oficina. "O eso me gustaría decir."
"Buenas noches para usted también, señor Vincent," sonrió Petra dirigiéndose a las escaleras de madera, apenas disminuyendo la velocidad, pero deteniéndose con una media vuelta sobre sus talones para agregar. "Al menos esta vez no me detuvo ningún patrullero."
El anciano soltó una risotada y con una de sus manos la despidió diciéndole que no lo tomara como algo bueno.
Petra también rió un poco mientras subía las escaleras, estas crujiendo ligeramente por la humedad del ambiente.
Aunque dejó de reír para cuando llegó al tercer piso, en donde se encontraba un único apartamento -su apartamento, la sonrisa de oreja a oreja se mantuvo al mismo tiempo que buscaba las llaves en su bolso.
No fue discreta cuando abrió la puerta ni cuando la cerró. Tiró sus botas a un lado para no mojar el parquet, prendió una de las lámparas y se quitó la chaqueta para colgarla en el perchero.
Petra respiró hondo. Ella no había estado pensando en el toque de queda de la ciudad cuando corría de regreso a su ahora hogar.
Sino en el peligro.
Petra vio la silueta de su figura, le estaba dando la espalda desde el borde del balcón. Su cuerpo apenas iluminado por las farolas de la ciudad.
"¿Apreciando las estrellas?" le preguntó.
Su balcón era grande comparado con otros. Había espacio para caminar y estaba conectado a su apartamento por una puerta de vidrio -el frío que entraba a veces era terrible.
En realidad, cualquiera de sus vecinos podría entrar ahí, pero el señor Vincent había sido lo suficientemente amable de cerrar con llave aquella puerta común para que solo ella tuviera acceso sin ningún costo extra.
Aunque no sabía si era debido a su amistad con su padre o a que el lugar había estado en pésimo estado cuando lo alquiló.
O, bueno, Petra creía que se debía a otra razón más particular.
"Si hubiera alguna," contestó la persona con tranquilidad para posteriormente darle una mirada por sobre el hombro, apenas girando el rostro.
Petra alzó una ceja.
"¿Ustedes no tienen una súper visión o algo así?" preguntó con genuina curiosidad.
Habían muchos rumores acerca de ellos, pero ninguno realmente estaba confirmado.
Él, sin embargo, solo se encogió de hombros y volvió a mirar al horizonte.
"Perdón por decepcionarte, pero no vemos a través de objetos."
Petra rió, dando unos pasos hacia adelante. Frotó sus manos para generar algo de calor y se preguntó si acaso él no tendría frío.
Sin embargo no pudo emitir su duda en voz alta cuando él volvió a hablar, interrumpiendo el agradable silencio que se había formado.
"Estás tarde."
Petra sintió ganas de fastidiarlo, de decirle que si las personas pudieran ver el gran blando que era, toda su especie perdería la reputación que se había ganado durante el paso de los años.
Pero asumiendo que quizás todavía no eran tan cercanos como a ella le gustaría, Petra se detuvo.
"Perdón por no tener velocidad sobrehumana... además no había tranvías ni coches disponibles."
Él se encogió de hombros.
"Es peligroso."
Ambos sabían que no sólo se refería a lo que pasaba en las calles cuando el sol caía.
"¿Hablas así de tus compañeros?," ella dijo sin pensar.
"Tch, no me compares a ellos," una vez más, Petra empezó a reír. Ella sabía que él no estaba siendo particularmente gracioso, ni estaba haciendo chistes. Es más, hasta podía sentir la indignación asomando en su aparente tono sin emociones, pero simplemente no podía evitarlo.
Él volvió a mirarla. "Hablo en serio."
Ya sea que se refiriera al peligro o a lo de no compararlo, Petra asintió. Estiró las manos y se apoyó a su lado para mirar al resto de la ciudad. No estaban lo suficientemente juntos, pero tampoco demasiado lejos.
Ella sentía su escaso calor corporal y sabía que él era capaz de sentir el suyo.
"Lo sé, Levi," le dijo. Petra se estiró un poco para separarse del muro del balcón y dio media vuelta para esta vez apoyar su espalda. No pudo sentir el frío del cemento a través de su ropa y no lo miró cuando volvió a hablar. "Dime, si algo me pasara, ¿vendrías?"
"Hm," quizá fue un no, pero Petra se permitió pensar lo contrario.
Y los dos se sumieron en un tranquilo silencio otra vez, apenas siendo interrumpido por sus ruidosos vecinos, solo disfrutando de la compañía del otro.
Realmente, las personas solo necesitaban conocer a alguien como él para olvidar que eran una especie temida por la humanidad.
Para olvidar lo peligrosos que podían llegar a ser los vampiros.
~•~
Meses atrás.
Como muchas personas antes que ella, Petra había sido escéptica a la existencia de seres sobrenaturales con poderes y habilidades más allá de la comprensión humana.
Pero la verdad era que ahí estaban, viviendo entre humanos y acechando entre las sombras en busca de su siguiente víctima. Ella recordaba lo impactada que estuvo cuando llegó a la ciudad en busca de la independencia que necesitaba. Noticias que apenas habían llegado hasta el pueblo en el que vivía con sus padres de pronto aparecían todos los días en los periódicos. Gente siendo asesinada a sangre fría. Cadáveres drenados por completo de su sangre. Hombres, mujeres, ancianos y niños.
Siempre, siempre de noche.
Por eso, no era un misterio ni una sorpresa que la ciudad de Maria tuviera un toque de queda muy estricto.
Honestamente, si no hubiera sido por su compañera de trabajo, Hange Zoe, Petra no sabría qué hacer.
"Lucen igual que nosotros," le dijo en alguna ocasión. "No podrías saber que alguien es un vampiro a menos que ellos quieran que así sea. Es lo que dicen los pocos que han sobrevivido a sus ataques."
"Es imposible que no haya una manera de identificarlos," ella había comentado, a lo que su compañera solo se encogió de hombros.
Y aunque realmente no le gustaba dudar de las personas con las que hablaba, simplemente no podía no hacerlo. Sobre todo en las noches, cuando el trabajo la obligaba a quedarse hasta después del toque de queda.
Fue curioso que la primera vez que habló con él -bueno, que intentó hablar con él -, fue también uno de los días en los que olvidó su permiso en el apartamento. Era un papel sellado y firmado por la oficina en la que trabajaba, en el cual básicamente se garantiza que si ella estaba fuera de las horas de toque de queda, era debido a cosas relacionadas al trabajo. Antes de ese día, en ningún momento había sentido la presencia extraña de la que muchos de sus vecinos le habían hablado.
No eran ruidos ni pisadas, tampoco olores o sombras. Ninguna clase de evento poltergeist, como había dicho Hange que se llamaba, dio acto de presencia mientras ella se encontraba ahí.
Aunque sí hacía más frío de lo habitual, pero eso se lo podía atribuir a la temporada.
Al menos, hasta que ese día Petra tuvo que volver más temprano de lo usual.
El pasillo se sentía pesado, por decirlo de alguna manera, y Petra sabía que tanta presión no venía de los demás apartamentos que iba dejando atrás. Era la presencia extraña de la que sus vecinos le habían hablado. La razón por la que muchas personas habían decidido no alquilar ese bonito, solitario y espacioso piso.
Era una especie de aura que hacía que algo en su interior gritara "aléjate". Petra pensó que tal vez así era como se sentían los ratones en el momento en que sabían que había un gato alrededor. Un instinto fuerte de supervivencia.
Pero ella no era un ratón. Había viajado lejos de su hogar para no serlo, así que entró de todas maneras. No con ímpetu ni valentía, más bien con curiosidad y recelo.
Como un ratón infectado de toxoplasmosis.
Y se detuvo de golpe, maravillada y ciertamente confundida, cuando lo vio por primera vez. Cabello corto y de color negro, piel pálida, ojeras, pero con un rostro singularmente más atractivo que la media de personas con las que se había cruzado en algún momento. Ahí, sentado en el borde de su balcón, mirando hacia el cielo con un brazo apoyado en su rodilla mientras que su otra pierna probablemente colgaba hacia el exterior. Lo que ella reconocía como una gabardina estaba cuidadosamente doblada a su lado.
Las palabras de Hange hicieron eco en su cabeza, pero Petra pensó que se había equivocado.
Había una clara diferencia entre este ser y los humanos normales como ella, y no parecía que él hubiera querido que ella lo notara, porque cuando Petra abrió la puerta hacia el balcón -como un ratón infectado de toxoplasmosis -él giró más rápido de lo que sus ojos pudieron registrar.
"A-"
Pero antes de que pudiera siquiera decir algo coherente, él desapareció.
Lo único que Petra pudo ver fue que la gabardina cayó con el impulso de lo que sea que hizo -volar, saltar, correr, ella no podría decirlo con seguridad -sobre uno de los charcos formados con la reciente lluvia de otoño.
Parpadeó una, o dos veces, y se acercó a recogerla. Todo tipo de presión desapareció de pronto del ambiente.
Un bulto llamó su atención dentro de la gabardina. Rápidamente Petra lo buscó, temiendo que algo importante fuera arruinado por el agua sucia. Por suerte, no fue así.
Pero sí que era algo importante.
Levi Ackerman, leyó en la identificación dentro de la billetera. Había también una fotografía de él junto a otros datos, los cuales decidió evitar. No era de su incumbencia.
Petra apretó los labios para posteriormente sonreír. No mentiría diciendo que no estaba interesada en saber por qué un vampiro había estado ahí -más de una vez aparentemente.
Además, ella había pensado mientras llevaba la prenda de vestir hacia la lavandería. Se veía como alguien que necesitaba ser escuchado.
~•~
Levi Ackerman era un nombre interesante, aunque Petra no sabría decir por qué.
Quizá no se trataba del nombre en sí, sino de la persona detrás, pensó. Aunque brevemente, Petra había podido darle una mirada. No era tan alto a pesar de haber estado parado sobre un muro de más de un metro de alto. Era notoriamente delgado y aunque su mirada había sido bastante fuerte y obviamente alerta -como si ella pudiera hacerle algo -, no parecía naturalmente agresivo, sino más bien todo lo contrario.
Como un animal salvaje.
Ahora, esos pensamientos de por sí eran peligrosos. Petra sabía que estaba siendo atraída por su imaginación más que por los hechos. Y los hechos eran que él era un vampiro y los vampiros habían matado y seguían matando a mucha gente.
Petra suspiró y dejó de tipear en la máquina de escribir -transcribir al menos cien telegramas en su turno matutino normalmente no le tomaba tanto tiempo -para recostarse en el respaldo de su silla. A su lado, la bolsa de papel con la gabardina doblada y pulcramente doblada parecía burlarse de su curiosidad.
Podría haber dejado la bolsa en el balcón a ver si él volvía por ella mientras ella no estaba, pero no quería arriesgarse a que se mojara si volvía a llover. Además, por más que le perturbara el pensamiento, sabía que si él podía ingresar a su balcón desde afuera por más que estuviera en el tercer nivel de un edificio, definitivamente podía entrar a su apartamento por más que las puertas estuvieran cerradas por dentro y no, no quería perderse la oportunidad de hablar con él.
"¡Ohoho! ¿Es eso un hombre lo que huelo?" Petra saltó en su silla cuando la estridente presencia de Hange apareció detrás de ella.
"¡¿Qué?! Uh-"
Petra no tuvo tiempo de reaccionar cuando su compañera tomó la bolsa del suelo y empezó a ojear lo que había dentro.
"Debo reconocer, Ral, te mueves rápido," comentó. Si era un halago o estaba siendo irónica, ella no podría decirlo. "Creí que todavía no superabas a tu ex."
Siendo mucho más que una cabeza más baja que Hange, Petra no tuvo oportunidad de recuperar la bolsa cuando su compañera estiró los brazos hacia arriba.
Sus saltos fueron en vano, pero no por eso menos chistoso para sus demás compañeros de trabajo.
"¡Basta!" dijo Petra cuando por fin obtuvo de regreso la bolsa y la abrazó para protegerla de cualquiera que quisiera tomarla. "Además, es él quien sigue enviando cartas, no yo."
Hange rió fuertemente.
"Lo sé, Ral. Lo sé," dijo Hange entre risas. "Entonces, ¿cómo se llama el afortunado?"
"No hay ningún afortunado."
"Veamos lo que dice esta billetera entonces."
Como si fuera un premio, Hange agitó el objeto de cuero de un lado al otro con una sonrisa engreída.
Petra miró el interior de la bolsa con rapidez y abrió la boca en indignación.
"¡¿En qué momento-?!"
Los hombros de su amiga temblaron mientras aguantaba la risa y Petra no fue lo suficientemente rápida como para evitar que abriera la billetera.
Sin embargo, las burlas o comentarios que esperó no llegaron tan rápido como hubiera imaginado.
"Petra," la llamó.
Si Petra no la conociera mejor, diría que había algo raro en su tono. ¿Preocupación? ¿Se habría dado cuenta que todo eso le pertenecía a un-?
"Creí que tenías mejores gustos, mi amiga."
Ella se quedó boquiabierta, pero francamente se alegró de que no lo hubiera notado.
"¡Que no es así!" llegó a contestar antes de arrancarle la billetera y guardarla de nuevo.
Un suspiro de alivio se escapó de sus labios y de algún modo calmó su corazón.
Petra no era una experta en el caso, pero tenía una cosa clara: cualquiera que se asociaba con vampiros debía ser reportado a la policía. No sólo era una ley ahora, sino una orden directa del rey -aunque este no se involucra directamente. Eran peligrosos y no importa quién fuera o que hicieran, nunca serían mirados con buenos ojos.
"En fin, ¿para qué viniste?" le preguntó Petra con recelo.
Y entonces Hange sonrió. Oh no, sabía a qué se debía esa amplia sonrisa.
"Verás, ayer me enteré..."
Cinco horas después -más la charla con Hange que incluía datos sobre vampiros y chismes de oficina -Petra regresó a su apartamento.
Ya que el señor Vincent no la saludó, ella asumió que había salido y simplemente se dirigió a las escaleras.
Lamentablemente no había ningún tipo de sensación en el ambiente. Y, cuando abrió la puerta, tampoco vio a Levi Ackerman en el balcón.
Petra exhaló. Podría esperarlo despierta, pero sabía que si ella estaba ahí él no se mostraría. ¿Quién era el ratón en ese momento?
Así que, ella se decidió.
~•~
Bromeando.
Ellos tenían que estar jodidamente bromeando, pensó Levi cuando visualizó el viejo edificio.
"Si puedes recuperarlos, hazlo," le dijo el comandante sin dejar de mirar los documentos que tenía sobre el escritorio. "Crear otros va a costarte a ti y créeme, no es barato ni sencillo."
Pero, sin embargo, Levi podía reconocer que era totalmente su culpa. Real y jodidamente su propia culpa.
Se había vuelto un hábito suyo descansar en los techos de algunas casas tras largas jornadas de trabajo con el escuadrón especial que se le había asignado (en el que normalmente seguían casos relacionados a vampiros. Qué mejor que un monstruo para atrapar a otro después de todo). No teniendo una bajo su propio nombre, lo más fácil era ir de balcón en balcón durante la madrugada, cuando nadie lo estaba viendo. Cuando podía ser él mismo.
Y, por eso, cuando encontró un lugar vacío, lo aprovechó. Fatalmente, su presencia no fue suficiente para asustar a todos. Había escuchado que podían haber excepciones a la regla, como un mito entre los de su especie que iba de cantina en cantina siendo una broma, y sin embargo, ahí se había encontrado con una de ellos.
Debía admitir, de todas maneras, que fue sorprendido cuando la sintió abrir la puerta de entrada y, por su curiosidad, simplemente se quedó para ver si gritaba por la presencia de un extraño -no sólo un extraño, un vampiro, como los humanos los llamaban, nada menos.
Pero la mujer no gritó. Por el contrario, hasta se acercó y eso -Levi quiera negarlo o no- lo asustó. Era algo nuevo. Algo que no comprendía.
Los humanos eran, por decir lo menos, raros. Quienes se le acercaban sabiendo de su naturaleza tenían algo más en mente. Utilizarlo para sus beneficios siendo uno de los ejemplos más claros. Y quienes no sabían simplemente lo ignoraban.
Por supuesto, no hacía falta decir que la mayoría se alejaba. Huía de su fuerte presencia.
Pero esta mujer no. Su mirada era de alguien confundida y curiosa, dispuesta a acercarse a pesar de lo que él -su especie -representaba. Como si él fuera un animal raro en una exhibición.
No le gustó el sentimiento y así, Levi se encontró huyendo de un humano no hostil por primera vez, olvidando por completo su saco.
Claro, él había regresado para buscarlo, creyendo que estaría en donde lo dejó, pero no fue así. La mujer lo había llevado adentro del apartamento.
Muchas opciones pasaron por la mente de Levi en ese momento. Podía irrumpir y recuperar el objeto sin que ella se diera cuenta. Podía esperar a que salga y recuperarlo antes de que lo lleve a la comisaría. Era más fuerte y veloz, no le tomaría ni esfuerzo ni tiempo hacerlo.
Pero después de un rato desechó las ideas. No era un maldito ladrón.
Así que decidió ir con Erwin lo más pronto posible. El comandante de una unidad especial de la policía de Paradis, que lo había reclutado prácticamente por medio de chantaje, sabría qué hacer.
Aunque al parecer lo sobreestimó, ya que ahora Levi estaba ahí otra vez, vigilando, esperando a que la mujer apareciera con su saco que, oh vaya, había llevado a pasear al parecer.
Él observó su pequeña y curvilínea silueta moverse de un lado al otro con una bolsa de papel en la que suponía estaban sus pertenencias. Fue de su habitación a la cocina, de la cocina se dirigió a lo que él creía era el baño -por suerte salió rápido -y pronto regresó a la cocina.
¿Qué acaso no sabe quedarse quieta?, Levi exhaló.
Fue una o dos horas después que escuchó la puerta que daba al balcón abrirse. La vio sacando una silla y dejando la bolsa sobre ella, solo para después regresar al interior del piso.
Las luces fueron apagadas y él esperó otro par de horas más antes de acercarse al balcón. No fue difícil llegar ahí. Con un solo salto con el ángulo perfecto, ya se encontraba aterrizando sin mucho esfuerzo. Aunque, por supuesto, dudó antes de dar otro paso hacia adelante.
La bolsa de papel estaba arrugada, pero no había nada más que destacar.
O eso pensó cuando vio en el interior. Un tupper que no era suyo con algunos bocadillos en el interior y una nota adherida a la tapa. Frunciendo el ceño, Levi separó el papel del otro objeto.
"Querido Levi Ackerman," leyó. "Perdón por asustarte anoche, aunque, bueno, la que se llevó un susto en su propia casa fui yo, ¿no le parece?
Como sea, me tomé el atrevimiento de lavar su abrigo y hornear galletas para usted, espero que le gusten
Atte.: Petra Ral
PD.: las galletas no llevan sangre entre los ingredientes, así que si no puede comerlas, siéntase libre de botarlas."
No fue hasta la mención de sangre que se dio cuenta y giró sobre sus talones. Debería haber saltado, huído otra vez; hubiera sido lo mejor, pero no lo hizo. Quiso quedarse. Algo dentro de Levi, por un momento, reaccionó al tipo de mirada que estaba recibiendo. No era una mirada de terror ni de superioridad. Tampoco de odio o recelo. Era una mirada llena del mismo asombro con el que lo vio la noche anterior.
Sin embargo, no bajó la guardia. Se prohibió hacerlo, ni siquiera cuando notó que el cabello de la mujer no era marrón, como en algún momento pensó, sino rojo. Rojo como las hojas de los árboles caducifolios que adornaban los lados de los caminos de Maria.
"Um... Sabía que vendrías por tus cosas," dijo la mujer. A juzgar por su apariencia: su cabello, el camisón nada discreto -maldición él sentía frío, entre otras cosas, de solo verla así -era obvio que había estado lista para dormir. "Quiero decir, lo esperaba. No es fácil sacar papeles de identificación nuevamente, incluso siendo un humano... Ah, bueno, eso... ¿acaso fui grosera? Perdón, yo solo quería decir que, um, esta es mi casa ahora y-"
Conque era eso.
"No vendré más," la interrumpió adivinando a dónde quería llegar. Por supuesto, no sabía qué estaba esperando, pero supuso que lo mejor sería ahorrar tiempo e irse antes de que algo más pasara. Quizá la mujer ya había llamado a la policía y estaban en camino -aunque no oía ninguna conmoción -o quizá alguno de sus ruidosos vecinos lo haría. No podía darse el lujo de meter en problemas al comandante y perder la oportunidad que se le había dado.
Dando un paso hacia atrás, Levi estuvo a punto de tomar impulso para irse cuando la mujer volvió a abrir la boca.
"¡No me refería eso!" dijo ella rápidamente, antes de que él pudiera irse. Así, una vez más, Levi retrasó su partida. La observó y ella se removió nerviosa, como si estuviera pensando en qué decir. "No me... molesta..."
¿No le molestaba que un extraño pasara noches y/o madrugadas en el balcón de su apartamento?
Su incomprensión debió mostrarse de algún modo en su rostro -o ella lo asumió por la larga mirada que le dio en el silencio -, ya que pronto se encontró agitando las manos al frente cómicamente.
"Es decir, ya has estado aquí antes, ¿no es así? Y no has atacado a nadie. Supongo que lo que estoy tratando de decir es que creo que si eres tú, está bien."
Ella sonrió. No fue una enorme sonrisa o una de burla, sino una pequeña y amable. Atractiva.
Levi, que no era el más versado en cuanto a conversaciones se trataba, pronto -mucho más pronto de lo imaginado -se vio falto de palabras, así que solo asintió una vez. Y antes de que ella pudiera emitir algún sonido o hacer algún gesto que le impidiera irse, él saltó del balcón esta vez sin olvidar sus pertenencias.
"Cuídate," escuchó de todas maneras, pero no volvió la mirada. Levi esperaba solo haberlo imaginado.
Él no iba a decir en voz alta que también sentía curiosidad sobre la mujer -Petra Ral, como decía en la nota -y sobre cuánto tiempo duraría su interés en él. Quizá lo veía como una atracción en una ciudad vacía de estos, o era una reportera en busca de un premio Pulitzer por su investigación sobre los monstruos como él. Como sea, Levi sabía si regresaba ahí, ya sea por curiosidad o porque realmente le gustara el lugar, volvería a ser su genuina y jodida culpa.
Sin embargo...
"No te veía como a alguien que le gustara lo dulce," comentó Erwin con una ceja en alto.
Levi rodó los ojos, no había reparado en el hecho de que ya casi acababa con las galletas -sangre no era todo lo que podía consumir. De hecho, ni le fascinaba el sabor y no entendía por qué sus compañeros vampiros literalmente mataban y morían por ello. Era, hasta cierto punto, asqueroso -, y decidió cambiar de tema antes de que empezara a hacer alguna pregunta.
"¿Tienes algo relacionado con el caso?"
El comandante suspiró y dejó un par de papeles sobre su mesa. Levi frunció el ceño, miró los sobres y luego volvió a mirar a Erwin.
"¿Qué es esto?"
"Telegramas."
¿Estaba, quizá, burlándose de él?
Levi ignoró la ligera sonrisa de lado en el rostro de Erwin. Asqueroso.
"Tch. Ya sé lo que son. Me refería a qué quieres que haga con ellos."
"Hange los trajo hace una hora. Léelos."
Levi no pudo evitar hacer una mueca ante el nombre escuchado. No es como que odiara a aquella persona cuatro ojos que Erwin le presentó la primera semana que empezó a trabajar ahí -tenía entendido que trabajaba en la oficina de correos -, pero siempre esperaba que lo partiese un rayo cada vez que se la encontraba o tenía que involucrarse de algún modo con ella.
Si Petra Ral lo veía como una atracción en una feria, Hange Zoe lo veía como un objeto de estudio para una tesis.
No queriendo recordar la infinidad de preguntas que cada vez le hacía, Levi suspiró y abrió los sobres. Una rápida ojeada bastó.
"¿Quién es el remitente?" quiso saber.
"El Jefe Adjunto."
"Tch."
Eso quería decir que no podían ignorarlo.
"Por cierto," agregó Erwin una vez Levi terminó de acomodar las mangas de su saco. "Hange me dijo que te dijera, y cito: dile que si no devuelve ese tupper y hace una conversación decente, haré experimentos con él."
Levi no tuvo que volver a mirar la cara de Erwin para saber que estaba esperando una explicación. Tomó una profunda respiración y exhaló.
Él no era un ladrón, maldita sea.
¿Y cómo mierda lo supo?
Y así fue como su primera conversación real con Petra inició, un par de días después, tras regresar de Rose y encontrarla esperándolo en el balcón.
Levi tuvo que admitir -obviamente solo para él mismo -que fue una grata experiencia.
~•~
Ahora...
Levi observó el reloj en su muñeca izquierda. Era tarde y Petra obviamente estaba agotada, pero ninguno de los dos hizo ademán de moverse.
"Escuché que tienen nuevas armas," ella comentó de pronto, solo mirándolo tras pensarlo un poco. Normalmente Levi no le hablaba de sus investigaciones o misiones, pero no era difícil suponer que tenía una u otra cada vez que le decía que iba a estar lejos unos días. "¿Estás seguro que vas a estar bien?"
En general, las armas nuevas -básicamente lo mismo, pero recubiertas de plata, ya que habían descubierto que los vampiros son terriblemente alérgicos -habían sido designadas a sus compañeros humanos. Por supuesto, no le harían mucho a un vampiro puesto que habían otros factores como velocidad y fuerza física, pero para eso estaba Levi. Para equilibrar la balanza.
"Las ventajas de ser un monstruo invulnerable," contestó.
"No eres un monstruo y tampoco invulnerable," ella rebatió, aunque no estaba muy segura.
Petra no encontraba las palabras para expresar realmente lo que quería decir. Sabía que el trabajo de Levi estaba relacionado con la policía -Hange le había dicho tanto -y que tenía que ver con los vampiros que ahora podían ser denominados como asesinos seriales (había leído algo en los periódicos respecto a ello). No tenía idea de por qué lo hacía o cómo. Imaginaba que había sido contratado, pero ¿era algo que el rey siquiera sabía? ¿Qué pasaría si algo grave pasaba? ¿Quién tomaría responsabilidad si salía lastimado?
Puede que sus heridas sanaran más rápido, pero él no era inmortal.
Y Petra solo quería que pudieran seguir pasando el rato, juntos.
Ella quiso disimular el probable sonrojo en sus mejillas llevando sus manos al frente de su cara y exhalando como si buscara calor. Levi de seguro podía oír el incremento en los latidos de su corazón y no era para menos.
Había algo en las charlas nocturnas que tenían, a veces largas y otras veces cortas, algunos días sí, la mayoría no, que la hacían sentirse de manera especial. Quizá era su lado arrogante. No iba a negar que se sentía bien pensar que era la única persona con la que hacía eso. Pero hacía unas semanas -exactamente la de su cumpleaños, cuando apareció con un pequeño cupcake comprado probablemente en la panadería que estaba al frente de la estación gracias a un tardío aviso de Hange -ella descubrió que no solo eran las charlas. Era el modo en el que elogiaba el té que preparaba, o el cómo se sentía curiosamente más incómodo cuando estaban dentro del apartamento que fuera. El cómo la escuchaba cuando hablaba sin parar o el cómo podían estar en silencio sin esperar más.
Ni él sabía de su pasado ni ella del suyo, sin embargo, pero a ninguno realmente le afectaba.
Petra no estaba segura de en qué momento se dio cuenta, entre el otoño pasado y el invierno actual, de lo que esa cálida felicidad significaba, pero cuando lo hizo, simplemente no pudo negarlo.
No se trataba de su curiosidad inicial satisfecha por el vampiro, sino de sus sentimientos por Levi Ackerman.
Y como si él estuviera ayudándola a reafirmar sus pensamientos, Petra sintió una de sus frías manos sobre su cabello.
"No estaré muriendo pronto, mocosa."
Petra se quedó boquiabierta, pero pronto suspiró y sonrió tranquilamente. Levi también sonrió, muy ligeramente, apenas una curva en los labios y sin mirarla -Petra notó -pero una sonrisa al fin y al cabo. Su mano no se movió por un largo minuto.
No soy un monstruo, huh, repitió Levi en su mente cuando decidió que era mejor irse antes de que Petra se desmayara de sueño.
Saltó sigilosamente sobre un tejado y luego aterrizó en la acera cubierta de nieve ahora derretida. Se dirigía a la estación y adivinaba que otra vez llegaría temprano -o tarde, dependiendo del punto de vista.
Los demás policías lo miraron. Ninguno le habló en el camino a su oficina.
Levi se sentó en la silla y observó el papeleo que le tocaba hacer. No dejó de sentir las miradas no amistosas sobre su piel.
Era obvio que seguía siendo un monstruo, solo que no para Petra. Y no estaba seguro de cómo lo hacía sentir eso.
~•~
Los días pasaban más rápido que lento para algunos. Pronto ya era fin de mes y Petra no tenía noticias de Levi.
Había intentado preguntar a Hange unas seis veces -aunque honestamente todavía no sabía cuál era la conexión entre ellos dos-, sólo saliendo exitosa la última vez cuando su pobre compañera de trabajo no estaba atareada en miles y miles de telegramas.
Sin embargo, antes de que Hange pudiera contestar, las fuertes voces de algunos de sus compañeros de trabajo llamaron su atención.
"¡Qué asco!" exclamó una de ellos. Una mujer de cabello corto con la que Petra pocas veces había compartido la oportunidad de hablar. Sin querer, tanto ella como Hange terminaron oyendo la conversación. "¿Pueden imaginarlo? ¡Un humano con un monstruo de esos, nada menos!"
Petra apretó uno de los cubiertos en su mano derecha. No fue difícil entender que se referían a aquella vieja noticia sobre una pareja - él un humano y ella un vampiro -que se fugó tras la negativa de la familia.
"¿Creen que sus besos sepan a sangre? ¿Eso no hace a su pareja medio vampiro también?" los novatos continuaron.
"Quizá bebe de su sangre cuando hacen lo suyo, ya saben."
"Deberían exterminarlos de una vez."
Y entonces Petra se levantó de su mesa, haciendo que las patas de su silla chillaran contra el suelo y ganando la mirada de todos los presentes. Incluso Hange olvidó cómo moverse por la sorpresa.
"Y todos ustedes no encontraron mejor momento para hablar, ¿no es así?"
El grupo confundido por la reprimenda se quedó en silencio antes de cambiar de tema. Era normal que ninguno cuestionara la razón por la que Petra los regañaba. Ella llevaba más tiempo que ellos, aunque sea poco, trabajando ahí.
Petra exhaló, entonces, sabiendo que no recuperaría el apetito hasta más tarde.
Iba más allá de sólo ser un tema inapropiado para tratar en medio del almuerzo. Maria había reducido las horas de toque de queda, los casos habían disminuido notoriamente, y todo gracias a que habían decidido contratar a personas como Levi. Se mofaban de su existencia cuando ni siquiera sabían que actualmente estaban siendo protegidos por aquellos a los que ellos llamaban monstruos.
Era frustrante que sólo unos pocos supieran la verdad.
"No lo tomes personal," le comentó Hange cuando la alcanzó en uno de los pasillos.
"No lo hago."
Pero ambas sabían que era una mentira. Petra no estaba defendiendo a los vampiros ni justificando las masacres que habían causado. Era bastante normal y humano que se les guardara rencor solo por existir...
Pero...
Si no dejaban de verlos como monstruos por naturaleza, ¿cómo ellos -Levi -podrían empezar a dejar de hacerlo?
"Por cierto, Erwin no me comentó nada esta vez," mencionó Hange quizá en un intento de aligerar el ambiente.
Petra suspiró y relajó los hombros. Incluso intentó sonreír, pero sus sentimientos solo cambiaron de frustración a preocupación.
"Ya veo..."
Dos días después era Año Nuevo y cuando alguien tocó a su puerta sin previo aviso, Petra frunció el ceño. No esperaba a nadie y ya le había dado sus buenos deseos al Sr. Vincent.
Dio una mirada al reloj. Las manecillas marcaban más de las 11 de la noche.
Aparte de Hange, quien no sabía su dirección, no tenía amigos cercanos en Maria que pudieran querer saludar personalmente.
El pensamiento de que era Levi ocultando su presencia para sorprenderla fue lo que la llevó a fijarse a través de la mirilla, pero fue la increíble y repentina ola de enojo la que la hizo abrir la puerta.
"¡¿Qué diablos haces aquí?!"
~•~
"Con cuidado," Erwin lo ayudó a subir al coche. Levi pudo sentir que alguno o quizá muchos de sus órganos se quejaban con el movimiento.
No pudo evitar gruñir.
"Voy a matar a ese jodido bastardo la próxima vez que lo vea."
"Lenguaje," regañó Erwin subiendo detrás de él.
"Tch."
Levi apoyó su brazo sobre el borde de la ventana del coche y luego su quijada sobre su mano. Por supuesto, dolió como mil demonios apuñalandolo entre sus costillas y eso sin contar el malestar por la increíble fiebre que, por loco que pareciera, había disminuido aunque sea un poco y por eso aprovechaban para volver.
Normalmente sus heridas no tardarían mucho en curar -un par de días a lo mucho si era profunda, pero el asunto cambiaba drásticamente cuando se trataba de una herida hecha por plata.
De acuerdo a las palabras de Hange, que -aunque no tuviera nada que hacer husmeando entre los telegramas de los doctores y científicos que ayudaban a la policía militar- era de gran ayuda para Erwin, probablemente se trataba de algún componente que impedía la rápida curación y empeoraba el estado del cuerpo, haciendo que reconozca los residuos como una infección y, por lo tanto, subiendo la temperatura a grados inalcanzables para humanos normales.
Joder, no es como si él hubiese querido experimentarlo en carne propia, pero era él o uno de sus subordinados y era obvio que el oficial de policía no iba a sobrevivir.
Levi cerró sus ojos, pero evitó quedarse dormido sabiendo que podía perder el control y saltar sobre los cuellos del comandante y el chófer antes de que estos pudieran siquiera parpadear.
La sangre para los vampiros era necesaria, no lo iba a negar. Sabía por instinto que beber aunque sea un poco ayudaría a su cuerpo curarse más rápido, pero había un par de problemas con eso: el primero, Levi no seguía sin disfrutar del sabor y el segundo, si no se retenía y tomaba más de lo necesario, cosas muy malas podrían pasar. Lo había visto muchas veces después de todo, de niño, en los callejones de los barrios de mala muerte.
Así que decidió intentar no pensar en ello y, en cambio, trató de concentrarse en buscar una explicación para Petra aunque no le debiera ninguna. En el interior, y obviamente en el exterior también aunque no quisiera decirlo, se sentía culpable por tardar más de "unos días". Sabía que ella estaría preocupada, estaba en su mera naturaleza. Ella vería sus ojeras y asumiría que no había estado descansando lo suficiente -por más de que él no lo necesita realmente -, le preguntaría por qué tardó tanto o si al menos disfrutó del Año Nuevo.
Porque esa era la naturaleza de Petra, muy distinta a la suya propia.
Fue entonces cuando escuchó. Bajo, amortiguado debido a la distancia, pero Levi sabía que venía de ahí. Si se concentraba...
"¡¿Qué quieres decir con que me avisaste?! No eres bienvenido, ¡lárgate antes de que llame a la policía!"
"¡Pero Petra-!"
Abrió de golpe los ojos. La voz de un hombre desconocido.
Y entonces, nada pudo detenerlo cuando, bajo la mirada estupefacta de Erwin, Levi abrió la puerta del coche en movimiento y saltó.
"¡No me toques!"
El hombre se detuvo en la mitad de su acción cuando intentó tomarla de la muñeca. Petra estaba furiosa y él lo sabía. La conocía, después de todo. Habían pasado años juntos.
Y a pesar de eso creía que ella iba a volver voluntariamente.
"Te dije que dejaras de enviarme cartas," ella recalcó. "No fue suficiente para ti ver que no iba a responder, sino que decidiste venir de todas maneras."
El hombre -Petra se negaba a siquiera pensar en su nombre -la miró con lamento, pero no bajó la voz. Sería un milagro si sus vecinos no escuchaban la discusión.
"¡Oh, vamos, Petra! ¿Hasta cuándo seguiremos esto de gato y ratón? Te dije que solo fue una vez," su voz sonaba rasposa tal cual la recordaba. Las palabras siendo casi las mismas que cuando ella decidió dejar a su padre y mudarse a Maria.
¿Por qué diablos querría ser ella el ratón?
Él se acercó peligrosamente y esta vez la tomó del hombro. ¿Él había tomado? Seguro había tomado. Petra lo miró con asco, sin retroceder, y se preguntó cómo pudo estar perdidamente enamorada de este tipo. "¿O es que acaso ya no-?"
Sin embargo, lo que sea que fuera a decir fue interrumpido cuando de pronto las puertas que daban al balcón fueron abiertas. El frío viento del invierno golpeó su rostro y Petra sintió un atisbo de alivio entre la confusión cuando supo de quién se trataba.
"¿Qué diablos-?"
"Ugh," su mano apretó su hombro con fuerza, quizá por la sorpresa y el miedo frente al aura que de pronto cubría el edificio.
En medio del silencio, la voz de Levi no se hizo esperar.
"Oi, ella te dijo que no la toques."
Pero el alivio que Petra sintió por saber que Levi estaba ahí pronto desapareció cuando lo vio directamente. Tenía marcadas ojeras y cojeaba muy mal y... ¿eran esas vendas y sangre?
A pesar de estar siendo sujetada, Petra hizo un esfuerzo sobrehumano, girando su cuerpo y moviendo el hombro hacia abajo repentinamente para soltarse y prácticamente correr hacia Levi.
"¡Levi!"
Lo ayudó a mantenerse sujetándolo por debajo del brazo y esperó una explicación olvidando por un momento la situación actual.
"No es nada," él le dijo.
"No, sí es algo. Cómo-"
"No es nada," pero él solo repitió sin alejar la mirada del tipo que seguía parado en medio de la sala de estar, observándolos como si ellos fueran una maldita película.
El hombre desconocido para Levi soltó una carcajada y luego otra.
"¿Así que es por eso que no respondías mis cartas? ¡¿Porque te estabas acostando con maldito monstruo?!"
Su voz era muy alta, Petra pensó y apretó su agarre en el cuerpo de Levi. Él, por supuesto, pudo sentir la agitación en su corazón y respiración.
El hombre volvió a reír.
"¿Acaso el casero sabe de esto? ¡Oh, ¿qué me dices de tu padre?! No sabía que apoyas esa mierda de coexistencia."
"Lárgate de aquí," ella dijo, interrumpiendo, sin alzar la voz más de lo necesario, pero sin perder la dureza.
"Hoh," el hombre pareció cantar. "No lo haces, ¿cierto? La terrible vida en la ciudad te cambió, ¿no es así? Solo eres una puta de mierda."
"Lárgate de aquí y vete a la mierda," Petra volvió a decir, pero Levi ya no tenía tanta paciencia como para soportar a un imbécil insultando a diestra y siniestra solo porque no estaba obteniendo lo que quería.
Con un solo movimiento, no brusco ya que no quería dañar a Petra, se soltó de su agarré y se impulsó hacia el tipo, quien cayó sobre su trasero cuando intentó retroceder.
Podía ser más alto que Levi, pero desde el suelo seguía siendo desde el suelo.
Oh, Levi estaba tan cerca de perder el control.
"Largo," le dijo. No necesitó hacer más que mirarlo para saber que toda esa valentía de macho se había ido a la mierda en menos de dos segundos.
El tipo no se movió y Levi, con el dolor que ya no sentía por la adrenalina, se puso en cuclillas. No despegó sus ojos de los del tipo.
"¿No me oíste?" preguntó. "Vete al infierno."
Levi no lo iba a repetir. Oh, claro que no lo iba a hacer. Y cuando el tipo se dio cuenta de eso, se arrastró patéticamente hacia la puerta y, apenas pudo, se levantó para correr.
No fue necesario que Levi se esforzara para escucharlo gritar que eso no terminaría ahí y entonces Petra corrió a cerrar la puerta antes de que sus vecinos o, peor aún, el casero decidieran hacerse presentes.
Luego de eso, ella rápidamente se dirigió a su habitación en busca del botiquín de primeros auxilios y, para cuando volvió a la sala de estar, Levi ya había dejado de estar en cuclillas para sentarse por completo, apoyando la espalda en una de las patas de una de sus sillas de madera.
No sería mentira decir que Petra entró en pánico ante la presencia de tanta, tanta sangre.
"Estarás bien," le dijo mientras le desabotonaba la camisa para poder hacer algo con lo que sea que estuviera pasando ahí.
Petra presionó con gasas las heridas, pero la sangre -mucho más oscura que la suya propia -no dejó de salir. Y la fiebre, debía hacer algo con la fiebre, ¿por qué diablos tenía fiebre?
¿Qué se suponía que debía hacer entonces? ¿Llevarlo a un hospital? ¿A la estación de policía? ¿Debía mantenerlo despierto, o dejar que descansara? ¿Debería pedir ayuda al doctor que vivía en el primer piso, o llamar a Hange? ¿Lo ayudaría siquiera?
Su vista se nublaba cada tanto en todo el caos. Estaba hiperventilando y quería llorar de impotencia. ¿No que era invulnerable? ¿No que iba a estar bien?
"¿Quién era ese tipo?" preguntó Levi suavemente. Su pecho subía y bajaba, era notorio que le dolía, pero no quería hacerlo más obvio.
"Nadie importante," contestó Petra buscando más gasas.
Levi estiró su mano para tomar una de las suyas, quizá en un intento de evitar que se desesperara, ya que ya no habían más gasas.
"Hablaba mucho para ser nadie," comentó y miró a Petra a los ojos.
Ella exhaló.
"No es importante. Salimos por un tiempo, me engañó y asumió que solo se resolvería y volvería con él. Creí que se aburriría, jamás hubiera imaginado que vendría hasta aquí."
"Por eso las mujeres no deberían vivir solas, Ral," él bromeó y Petra rodó los ojos.
"Estamos en el siglo 20, anciano."
Levi suspiró.
"Sí, lo estamos..."
Petra se dio cuenta que no sólo estaba intentando calmarla, sino que estaba perdiendo el conocimiento. Ya sea por la pérdida de sangre o por la alta temperatura, ¿cómo era siquiera posible que eso pasara?
Levi no era humano, era más fuerte, pero igual podía morir como cualquiera y eso la aterraba.
Entonces, oyó golpes delicados en la puerta.
"¿Señorita Petra, se encuentra bien? ¿Deberíamos llamar a alguien?"
Petra abrió los ojos y se levantó de un salto al mismo tiempo que exclamaba un "¡no!". Sus vecinos debieron asustarse cuando abrió la puerta más rápido de lo esperado, pero ella sólo sonrió y se ocultó detrás de la puerta, apenas asomando la cabeza con una pequeña sonrisa y deseando que su vestido no estuviera manchado de sangre.
"Sí, estoy bien," aseguró a la pareja de dos chicas, una era rubia y bajita, mientras que la otra era alta y de cabello castaño.
Petra no las conocía, apenas intercambiaban saludos, pero agradeció su preocupación y cerró la puerta rápidamente.
"¿Lo ves, Historia? Solo era una pelea de enamorados."
"Ninguna pelea de enamorados debería ser así, Ymir. Me alegro de que esté bien."
Pero Petra solo pudo exhalar toda la preocupación. Si la gente sabía lo que pasaba, definitivamente irían a por ella o Levi, y sabía -por la amenaza de aquel tipo -que pronto lo harían. No le sorprendería si al día siguiente apareciesen reporteros en su puerta.
Ella miró hacia el suelo. Tendría que conseguir otro lugar para quedarse pronto, pero eso no era lo importante en ese momento.
Le echó una mirada a Levi, que parecía luchar por no quedarse dormido, y luego observó el camino a su cocina. Recordaba que una vez Hange le comentó que así como los humanos necesitaban proteínas para subsistir, la especie de Levi necesitaba sangre y, conociéndolo, era más que probable que no haya estado tomando las dosis que naturalmente necesitaba.
Petra cerró los ojos. Era una apuesta, no sólo por la vida de Levi, sino por la de ella misma.
Pero él había ido por ella, aún en ese estado.
Levi tenía los ojos cerrados, pero aún estaba consciente de su alrededor. Por eso, cuando escuchó a Petra ir y luego volver, supo que algo traía entre manos.
Abrió los ojos de golpe y la sujetó antes de que pudiera hacer algo más.
"¿Qué diablos estás haciendo?" cuestionó intercalando la mirada de sus manos a sus ojos y luego otra vez a sus manos, más precisamente al cuchillo que una de estas sujetaba.
"Te salvo la vida," respondió llevando su rostro más cerca del suyo, como si así pudiera hacerle entender mejor su punto.
No podía.
"No."
"Sí."
"Pet-"
Sin embargo, antes de que pudiera explicarle sus razones, Petra lo interrumpió chocando sus labios con los suyos. Levi abrió mucho los ojos. Lo que estaba pasando en ese momento, no es como que nunca lo hubiera pensado, pero ¿qué pasaba con este momento? ¿Cuando ni siquiera tenía suficiente energía para-?
Entonces ella empujó su lengua en su boca, sorprendiéndolo, y Levi perdió su hilo de pensamiento para reemplazarlo por otro... cuando lo saboreó.
¿Acaso ella se había mordido la lengua a propósito? ¿El cuchillo sólo era un señuelo para distraer su fuerza en sus manos? ¿No era demasiado incluso-?
Pero, oh, Maria, la sangre que saboreó cuando su lengua chocó con la suya.
Dulce. Por alguna razón era dulce, la cantidad perfecta de dulce, y sabía mucho, muchísimo mejor que cualquier otra sangre que hubiera probado alguna vez en su vida.
Pronto, Levi soltó sus manos y las llevó alrededor de su cuerpo, abrazándola y acercando a Petra mucho más, tanto que ella emitió un sonido, quizá, satisfecho.
Su cuerpo tembló bajo su toque y él lo supo. Levi sintió que no era suficiente.
Petra no objetó cuando Levi dejó sus labios para bajar la cabeza, rozando su rostro contra su cuello, hasta detenerse cerca de su clavícula. Con sus manos jaló el vestido hacia abajo lo suficiente para solo mostrar su escote y entonces...
"¡Ah!" con los ojos entrecerrados, Petra soportó el dolor que representaron sus dientes al hundirse en su piel.
En realidad no fue dolor propiamente dicho, sino una ola de placer tan intensa que sólo podía ser descrita como dolorosa. Ella ni siquiera supo en qué momento subió sus manos, una a su cuello y la otra enganchándose a su chaqueta arrugada, dejando olvidado el cuchillo que tomó en el suelo.
¿Qué clase de sensación era esa? Lo sabía, sólo que no esperaba que algo como eso pudiera provocarla.
Para él, sin embargo, era algo totalmente diferente y nuevo. No tenía que ver con sus heridas o con que hubiese dejado de beber sangre voluntariamente mucho tiempo atrás.
En ese momento, Levi se preguntó si la sangre de Petra era especial, o si sólo era especial para él. Si los de su especie cazaban humanos por esa razón, no por la sangre sino por la persona de la que provenía. Si acaso quizá estaban en la continua búsqueda de esa sensación, de ese sentimiento, o si, por el contrario, se habían rendido en encontrarlo y sólo tomaban venganza volviéndose adictos a cualquier atisbo de lo que pudiera ser.
Levi había bebido sangre antes, cuando era niño, de personas y animales -razón por la que en realidad sus recuerdos estaban más asociados a algo que le daba más asco que placer -, pero supo controlarse. Adivinó al instante que era más cercano a una droga que a un alimento, casi como un fuerte analgésico, y aún así con Petra no era suficiente. No sólo por su sabor, sino por sus reacciones. Con cada leve y esporádico temblor que la recorría, con cada sonido que emitía.
Quizá podía deberse al estado de su cuerpo, pero ¿era así realmente? ¿Si la dejaba ir ahora, habría una siguiente vez para comprobarlo?
Algo en él reaccionó, entonces, con ese último pensamiento, deteniéndose por completo y forzándose a separar su boca del cuerpo de la mujer.
Ella estaba jadeando. Ojos cerrados, mejillas sonrojadas, cabello despeinado y ropa alborotada. Toda una vista que no hubiera dudado en apreciar si tan solo no supiera que podía literalmente matarla de placer.
"¿Levi?" ella llamó su nombre cuando se detuvo. Sus ojos de color miel buscaron los suyos de color gris. Su respiración pronto volviendo a la normalidad. "¿Ya estás mejor?"
Él asintió. Sus heridas no habían cerrado por completo, ya no sangraba, pero probablemente estaban al nivel de un corte superficial. Por otro lado, su cabeza ya no dolía, pero la fiebre no terminaba de bajar aún.
En otras palabras, su cuerpo seguiría luchando contra una infección imaginaria mientras no estuviera completamente curado.
"Me alegro," Petra sonrió y cerró los ojos para posteriormente apoyar su frente sobre su hombro derecho.
Estuvieron unos segundos en silencio, descansando y recomponiéndose, como si apenas hubiesen terminado de correr una maratón, sin moverse de la posición en la que se habían quedado -con él abrazándola y ella entre sus piernas -, antes de que Levi decidiera hablar.
"No vuelvas a hacer eso," le dijo, por más que su cuerpo gritara que ahora era necesario para sobrevivir.
No confiaba en él mismo lo suficiente como para detenerse una próxima vez, así que lo más seguro era que no hubiera una próxima vez.
Pero Petra movió la cabeza y sin separarse de él, respondió:
"Lo haré otra vez si es necesario."
"Hablo en serio."
"Yo también."
Levi suspiró y Petra buscó una de sus manos. Si no fuera porque Levi escuchaba claramente los latidos de su corazón y sentía los suyos propios, no se preguntaría si realmente iban a hacer eso.
"La gente va a hablar," terminó advirtiendo. No era ajeno a las noticias ni a los comentarios que los humanos hacían sobre su especie, ni qué decir sobre los demás humanos que decidían relacionarse con ellos, ya sean parte de la policía o no.
Petra se encogió de hombros.
"La gente va a hablar," ella repitió y alzó la mirada justo cuando él movió levemente la cabeza. Sus labios volvieron a quedar a centímetros de distancia. "¿Y qué?"
Ella no era un ratón que se asustara fácilmente y él no era un monstruo chupa sangre.
Entonces Levi, por primera en lo que se conocían, rió entre dientes. Fue un sonido tan dulce a oídos de Petra que olvidó cómo moverse por un momento. Una sonrisa suave se quedó en su rostro cuando la miró.
"Cierto, ¿y qué?," Levi repitió antes de inclinarse ligeramente hacia adelante y rozar sus labios.
Petra entonces también sonrió, no dejándolo ir. En serio, las personas solo necesitaban conocer a alguien como él para cambiar de parecer.
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