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6 || El documental

Sam alternó la mirada entre él y yo con una ceja alzada.

—Disculpen, ¿de qué me perdí? —preguntó curiosa. Yo suspiré.

—De nada, Sam. Quiero un helado de pistacho, por favor —pedí manteniendo la calma.

—Enseguida las atiendo, pueden acercarse a pagar por allá. —Señaló el lugar, yo caminé más rápido que mi amiga para alejarme de él.

—¡Bee! —saludó Woody cuando notó mi presencia. Le dediqué una sonrisa—. Qué alegría tenerte por aquí.

—Hola, Woody, te presento a Sam, mi mejor amiga. Sam, él es Woody, es un amigo de mi padre, te hablé de él —dije, pero mi amiga estaba más concentrada en saber qué había sucedido antes, entonces solo saludó de forma educada.

—Hola, Sam. Es un gusto, ¿vienes a pagar? —preguntó, como si lo hubiese insultado, yo asentí—. De ninguna manera, este es un regalo de la casa. A mi sobrina no le cobro.

—Te lo puedo aceptar una vez, pero créeme que vendré a comprar seguido. Sam encontró tu heladería hace un tiempo y siempre pide helado aquí. No sabía que era tuya hasta que llegué, y vi a tu criatura en su puesto de trabajo —mencioné. Woody se echó a reír.

—Oh, claro, por eso me parecía haber visto antes a Sam —contestó reconociéndola.

—Sí, yo los amo —fue lo único que dijo mi amiga, ambos nos reímos viéndola—. Iré a buscar los helados —ofreció dejándome con Woody.

—¿Cómo estás? Tu padre me llamó hoy, sigue adaptándose.

—Estoy bien. Hoy fue mi primer día de trabajo, estoy contenta. Y, sí —asentí y suspiré—, me escribe todos los días, está acostumbrado a que Perla lo ayude siempre. Ya se dio cuenta que, para desayunar, debe prepararse el desayuno todos los días —bromeé y nos reímos—. ¿Cómo estás tú?

—Bien, en cinco minutos debo regresar a casa. Unos tipos pidieron contactarse conmigo porque quieren ofrecerme hacer un documental sobre mi padre —contó—, quiero ver de qué se trata todo esto.

—¿Sobre tu padre? —interrogué curiosa, él asintió.

—Mi padre, era escritor. El próximo año se cumplen cincuenta años de su fallecimiento, y me parece, por lo que me dijeron, quieren hacer un documental en su honor.

—Wow, eso suena genial —dije impresionada—. Si se da, ya quiero ver ese documental. Suena interesante.

—Sí, también me suena interesante, ya veremos si es gente seria y merecen que les de mi permiso. —Miró su reloj—. Bueno, es hora de irme. Nos vemos pronto, Bee. Me alegra tenerte por aquí, sabes que eres bienvenida cuando quieras.

Sam apareció a mi lado con los helados, me ofreció el mío y lo tomé.

—Gracias, Sam. Y gracias, Woody. Espero que todo vaya bien en tu reunión.

Nos despedimos y caminé junto a mi mejor amiga hacia una mesa que se encontraba vacía.

—¿Qué pasó ahí con el muchacho de los helados? —preguntó cuando nos sentamos frente a frente.

—No pasa nada, él es el tipo que se presentó aquel día de la reunión de despedida de mi padre —bufé—. Ya resultaba molesto que sea hijo de Woody, y ahora trabaja en la heladería donde planeaba disfrutar mis tardes.

—¿Él es quien intentó entrar a la fiesta para comer queso? —dijo entre risas. Yo tomé un poco de helado y asentí.

—Ni siquiera me molesta eso, me molesta que mintió e intentó entrar como si fuese su casa. ¿Qué se cree?

—Pues el hijo del mejor amigo de tu padre —respondió aun riendo, yo negué—. Vamos, Bee. No fue tan malo.

—Es que ya me dio una mala impresión —me quejé—. Lo odio y amo su helado —añadí. Clavé un poco el helado con la cuchara para luego comer un poco, pero enojada.

—¿Disfrutando del helado? ¿Puedo ofrecerles algo más? —preguntó el tipo en cuestión detrás de mí. Sam lo miró con una sonrisilla graciosa, disfrutando de la situación.

—No, estamos bien por ahora, muchas gracias —contestó. Yo me llené la boca de helado.

—Estaré por allá si me necesitan —respondió Finn de forma amable. Tomé más helado.

—Bee, te vas a congelar el cerebro —Sam llamó mi atención.

—Eso quiero —dije, tomando mucho más helado.

Qué increíble situación. Solo quería volver a mi casa y no regresar a ese lugar.

O pedirlo a domicilio, porque el helado era delicioso y no quería privarme de él.

Al día siguiente, fui a trabajar temprano, y pedí permiso para salir y hacer las entrevistas que necesitaba. Me paseé por algunas casas de reposo, y aproveché un momento para ir al lugar donde mi madre se encontraba. Me dijeron que estaba durmiendo, así que no pude estar mucho tiempo más. De todos modos, estaba en horario de trabajo, entonces no debía excederme.

Así se fue la primera semana en View. Todos los artículos que redacté fueron un éxito y a nuestra jefa, Ophelia, le encantaron. Ella pidió que se los enviara cuanto antes a Mike, el corrector de estilo.

Comentó que, sobre todo, le gustó mucho el artículo que tocaba el tema del Alzheimer.

En la segunda semana, la cantidad de trabajo aumentó, veía a mis compañeros solo desde nuestros escritorios, y no teníamos mucho tiempo de hablar; sin embargo, me estaba encantando estar en View. Era distinto a The Orb, y lo agradecía.

El viernes por la mañana, nos llamaron a nuestra primera reunión, estaba un poco nerviosa, pero Adam se encargó de estar a mi lado para calmarme.

—Sé que solo has interactuado con Ophelia por correo electrónico, pero verás que es buena jefa —comentó mi compañero de trabajo, giré a verlo con una sonrisa y asentí.

—Lo que no entiendo es que nos llamase con tan poco tiempo de anticipación, es como si hubiese sucedido algo —respondí, pero Adam negó con la cabeza.

—Acostúmbrate, a veces avisa cinco minutos antes. No creo que haya sucedido algo malo, seguro que salió alguna entrevista importante, o tal vez quiere para asignar los artículos de la semana.

Sara, que había estado en lo que llamábamos «la sala», apareció con un café en la mano.

—Amigos, he escuchado por ahí que Ophelia está histérica y dando vueltas por toda la empresa. Dios salve a la persona que deba reunirse hoy con ella —bromeó tomando un poco de café.

—¿No leíste el correo? —pregunté mirándola, ella negó con la cabeza confundida.

—Hoy tenemos reunión con Ophelia —añadió Adam, a lo que Sara, con toda la tranquilidad del mundo, caminó hacia La Sala, y volvió con una botella de cerveza.

—Ese café no me va a servir de nada —comentó sentándose en su escritorio.

Miré a Adam y me reí.

Luego de la hora del almuerzo, pasamos a la sala de reuniones, que estaba justo al lado de la oficina de Ophelia, ella había estado de viaje, por lo tanto, no había estado presente la semana en que yo llegué.

Veronica, Sara, Adam y yo llegamos en grupo, preguntando si alguien había averiguado algo, pero la verdad es que ninguno sabía de qué se trataba todo eso.

Un poco raro, con lo chismosos que solían ser, me esperaba poder saber algo del tema antes de entrar a la reunión.

—Buenas tardes, chicos. Tomen asiento, por favor —pidió la jefa de forma amable, se veía cansada. Caminó de un lado a otro, encendió el proyector y arregló algunas cosas en su portátil—. Perdón por todo este desorden, pero esto no estaba tan planeado. —Suspiró para tranquilizarse en cuanto todo estuvo listo. Paseó su mirada por todos con una sonrisa hasta llegar a donde yo me encontraba sentada. —Bienvenida a bordo, Bee.

—Muchas gracias, Ophelia —respondí. Ya me había advertido por correo de no llamarla jefa, o por su apellido.

—Sobre la reunión, estamos esperando a que lleguen nuestros invitados, así les pueden explicar mejor lo que va a suceder. Sé que no he estado presente estos días, pero créanme que necesitaba estas vacaciones —bromeó—. Bueno, solo les voy a decir que se nos presentó la oportunidad de participar como prensa en un proyecto bastante grande, así que los quiero atentos, ¿sí?

Todos asentimos. ¿Acaso era la única nerviosa en aquel lugar? Todos se veían tan calmados, yo estaba a punto de explotar. ¿Cómo es que tenían un proyecto tan grande, y solo sonreían, como si nada?

Algunos minutos después de que Ophelia pudiese terminar de acomodar todo, comentó que iría a buscar a nuestros invitados, así que corrí al baño para echarme un poco de agua en la cara. Supe que lo necesitaba cuando empecé a sudar.

Intentaba recordar lo que Adam me había dicho, «son los nervios de ser nueva. Tranquila», pensé.

Regresé cuando oí que el elevador sonó. Ni siquiera di la vuelta para ver quién era. Tenía que volver a la sala de reuniones en cuanto antes.

Me senté y di un gran suspiro, Sara sonrió y palmeó un poco mi espalda.

—Amigos, ¿ustedes no sienten algo raro? —pregunté, ellos negaron confundidos.

—¿A qué te refieres? —preguntó Veronica.

—No lo sé, siento que algo viene y no sé si es bueno o malo. He estado así todo el día, creo que necesito un té de manzanilla para calmarme... O una buena botella de vodka —sugerí entre risas.

—Acabas de llegar, Bee. Es normal que te sientas así —comentó Sara. —Verás que en un tiempo, todo esto será el pan de cada día —agitó la mano con desdén, e intenté estar más tranquila.

La tranquilidad me duró dos segundos.

—Equipo, les presento a los dueños de la productora Endless Film, ellos están aquí para explicar el proyecto del que serán parte —los presentó Ophelia mientras entraban al lugar, eran dos personas de menos de cuarenta años. Detrás de ellos, estaban Woody y su molesta criatura. Ambos me sonrieron, uno más que otro.

En mi mente, me estaba dando golpes en la frente mientras gritaba «¡¡No puede ser!!»

—Hola a todos, mi nombre es Dominic, y él es Tyler, mi socio. Queremos explicar este proyecto de forma rápida y dinámica, pero primero me gustaría saber sus nombres. ¿Alguno de ustedes podría decírmelos todos? ¿Tú? —Me señaló. Abrí los ojos y asentí.

—Eh, bueno. Buenas tardes a todos, mi nombre es Bee, y mis compañeros son Sara, Adam y Veronica —comenté en el orden que estábamos sentados. ¿Había vuelto a la escuela?

—Perfecto, muchas gracias, Bee —Me sonrió—. Les presento a Finnegan Armwood, y su hijo, Finn Armwood. Sé que quieren saber qué hacemos aquí, así que iré al grano —rio pidiendo que los demás se sentaran. Solo él quedó de pie—. Hace mucho, a mí y a Tyler se nos ocurrió un proyecto bastante ambicioso del que me enorgullece decir, va a ser posible gracias a Finnegan —comentó señalando a Woody—. Estuvimos averiguando mucho para poder hacerlo posible, pero nos hace falta una pieza para que todo sea perfecto, por lo tanto, iniciaremos un nuevo proyecto de investigación. Para esto, vamos a abrir un pequeño paréntesis y dejaremos que Finnegan cuente un poco la historia. Cuando gustes —le dijo. Woody asintió y tomó un poco de aire para poder explicarnos.

—Bueno, mi padre fue un famoso escritor, tuvo varias obras conocidas, pero la que más resalta, es «Entre mis recuerdos», esta habla sobre, por lo que sé, su primer amor. Al parecer es una historia real de la que no tenía idea, se dice que hace muchos años, corría el rumor que la protagonista existió de verdad. Mi padre falleció cuando yo era muy pequeño, por lo tanto, no sé mucho del tema. Y, pues, mi madre también se llevó el secreto cuando falleció hace algunos años. Aquí es donde entran en juego Dominic y Tyler, ellos me propusieron averiguar quién era Amelia de verdad. —Mi corazón empezó a latir fuerte. Amelia, como mi mamá—. Sí, Bee. Sé lo que estás pensando, se llama como tu mamá —rio un poco, y todos en la sala me miraron.

—Disculpen, ¿se conocen? —preguntó Ophelia, señalándonos.

—Es la hija de mi mejor amigo, la verdad no tenía idea que trabajaba aquí. Ha sido una grata sorpresa —comentó Woody, sonreí un poquito.

Dominic caminó un poco y se dirigió a donde yo estaba.

—Bee, ¿tu mamá se llama Amelia? —cuestionó, yo miré hacia arriba y asentí lento.

—Pues, sí. Pero creo que es solo una coincidencia, ¿no? ¿Qué probabilidad habría, en que mi madre tenga algo que ver con la Amelia del libro? Mi madre no existía en ese entonces. Además, este país es grande, ¿no?

—Por supuesto, pero eso no quita que podamos descartar la idea, ¿podemos hablar con tu madre? —me preguntó, yo bajé la mirada y negué.

—No creo que eso sea posible —respondí.

—Vamos, solo me gustaría hacerle algunas preguntas —insistió, miré a Woody y supe que iba a decir algo, así que me adelanté.

—Mi madre no podría responder tus preguntas, porque está internada en una casa de reposo. Tiene Alzheimer —dije. No quería sonar tan dura, pero supuse que así sonó cuando Dominic solo respondió un «Oh».

—¿Podemos seguir con el tema del documental? —pidió Woody, yo aclaré la garganta y agradecí que no siguiese preguntando por mamá.

—Bien, como decía. Finnegan nos dio permiso de iniciar un proyecto para averiguar quién es nuestra Amelia, por lo tanto, queremos colaborar con View para que alguno de sus redactores, es decir: ustedes, nos ayude con el documental de forma escrita. Nosotros nos encargaremos de todo lo relacionado a lo audiovisual. Estamos apostando por esta empresa, porque sabemos del prestigio que tiene. Haremos un gran trabajo juntos.

—¿Uno? —preguntó Adam, Dominic asintió.

—Correcto, una persona nos acompañará en todo este trayecto. View se comprometió a dar los permisos necesarios para que puedan seguir trabajando aquí, así como con Endless Film. Por supuesto que tendrían un sueldo extra por esto, ahora mismo nos reuniremos con Ophelia para poder elegir a la persona que nos acompañará este año.

Dicho esto, nos expectoraron del lugar de reuniones de forma amable y nos juntamos todos en La Sala.

—Ese Dominic me pareció prepotente —dijo Veronica dando vueltas por el lugar—. Excelente proyecto, pero espero que no me elija. No me gustaría trabajar con él —le dio un sorbo a su café.

—Pero Tyler estaba lindo —comentó Sara con una sonrisilla—. Pelirrojo y lindo.

—Y tiene como veinte años más que tú —chilló Adam indignado—. Pero bueno, Veronica también me lleva esa edad y vean lo enamorada que está de mí.

—Eso desearías, rata de alcantarilla —respondió ella, Sara y yo nos reímos—. Y no tengo veinte años más que tú, idiota —murmuró.

—¿Aceptarías, Bee? —preguntó Adam ignorándola, yo lo miré y encogí los hombros.

—No creo que lo hagan, acabo de llegar aquí, ¿no?

—¿Y? —preguntó Sara—. Que seas nueva, no significa que no seas buena. He leído tus artículos, Bee. Haces un gran trabajo y no me sorprendería si te llaman.

—Me tienes mucha fe, pero gracias —Sonreí—. De todos modos, no lo sé. No se sentiría bien que lo hagan, solo parecería que me eligieron porque Woody me conoce. Digo, Finnegan.

—¿Quién va a pensar eso? Nosotros no lo pensamos. Confía un poco más en ti, Bee. Además, creo que los que eligen con Dominic y Tyler, no Finnegan.

Tomé un poco de agua y encogí los hombros.

Sería mucha coincidencia, ¿o no?

Al cabo de un rato, sucedió lo que yo no esperaba que sucedería, pero que los demás sí.

Ophelia nos llamó. Veronica y yo caminamos juntas hasta la sala donde todos estaban. Nos comunicaron su decisión. Que les había encantado nuestra forma de escribir, y por lo tanto querían pedirnos redactar una historia ficticia, que se asemejaba a la historia que Woody nos contó, ellos elegirían una versión. Pero lo que sabían, es que para Veronica sería fácil bajarse del barco desde el inicio.

—Agradezco la oportunidad, pero en realidad no estoy interesada en tomar el puesto —respondió a la oferta de los socios de Endless Film.

—No te preocupes, Veronica. También es válido no querer aceptar el puesto, muchas gracias por dejárnoslo saber —habló el otro socio de forma amable. Tyler se veía como la parte comprensiva del equipo.

—Muchas gracias y éxitos totales en el documental —dijo Veronica con una pequeña sonrisa, acto seguido, se retiró luego de pedírselo a Ophelia con una mirada.

—Entonces, Bee. ¿Qué dices? —habló Finn por primera vez, él me sonrió.

Suspiré.

De pronto, todo el peso había caído sobre mí.

—Les pido un segundo para pensarlo —pedí.

—Adelante —Dominic señaló la puerta, y salí de la oficina.

Ser sentimental, o profesional: ese era mi dilema.

Caminé por la oficina, y cuando recordé que las «paredes», en realidad eran todas de vidrio, y seguro me había visto dar vueltas por ahí. Decidí, más que nada por mi propia dignidad, quedarme a pensar en un solo lugar.

Fui al pequeño balcón de La Sala, y ahí me quedé. Tampoco debía demorar mucho, ellos estaban esperándome.

—Hola, niña —dijo Woody detrás de mí, pegué un pequeño salto al oírlo, porque no esperaba que nadie entrase.

—Hola, Woody —saludé al mirarlo, él camino y se quedó a mi lado.

—¿Qué pasó allá? Me recordó un poco a esos momentos es lo que tu madre entraba en una crisis existencial, y se iba a pensar un rato a algún lugar, lejos de nosotros.

—Pues, bueno, efectivamente, estoy en medio de una —reí un poco—. No quiero que pienses que no quiero hacerlo, pero no sé yo. Siento que los chicos se merecen esto mucho más que yo. Y no lo digo para que me digas lo contrario. Sé cómo es mi trabajo, y amo hacerlo —suspiré—. No sé qué hacer.

—Tú misma lo dijiste, Bee. Hace un rato, mientras ellos hablaban con Veronica, leí un poco de tu artículo sobre el Alzheimer, que de hecho, fue el determinante para que Dominic y Tyler te eligieran; déjame decirte que si lo hicieron, es porque haces bien tu trabajo, no por otra cosa. Ellos no saben que tú eres nueva aquí. Ellos solo leyeron sus artículos, y decidieron por ustedes dos. Solo que Veronica ni siquiera les dio tiempo de seguir con el plan —me ofreció una sonrisa de medio lado y yo suspiré.

—Promete que tú no tuviste que ver nada en la elección de los redactores —le dije seria, él rodó los ojos y alzó la mano derecha.

—Lo prometo, Bee. Ni siquiera hablé.

—Y promete que no llevarás a tu hijo a las salidas por el documental —bromeé. Él soltó una risotada y negó.

—Lamento no poder prometer eso, pero le pediré que se comporte.

Me erguí y lo miré de frente. Luego asentí.

—Bueno, vamos a hacer esto —comenté y caminé fuera de La Sala.

—Yo le dije a Buzzito que cuando nuestros hijos crecieran, se iban a casar. Ustedes dos no me ayudan a cumplir mis sueños —se quejó mientras íbamos hacia la oficina.

—Eso jamás en la vida —respondí.

—¡Tu papá me decía lo mismo!

Me reí y abrí la puerta, cuatro pares de ojos me miraron.

—Acepto el trabajo —dije un poco más segura.

Dominic y Tyler chocaron los puños y me sonrieron en grande.

Ni siquiera volteé a ver a Finn. No quería saber qué estaba haciendo.

Pasaron los días, tres o cuatro, tal vez. No tuve muchas noticias del equipo de Endless Film, hasta que llegaron a View junto a Finn y mi contrato.

¿Qué tenía que ver Finn con mi contrato? Ya lo descubriría luego.

La empresa les ofreció la sala de reuniones cada vez que necesitaran hablar conmigo, así que, de vez en cuando, nos juntaríamos en aquel lugar para trabajar. Así no salía de mi zona laborar, a menos que fuese necesario.

En aquella reunión, me explicaron mejor lo que haría. Necesitaban un relato escrito a modo de diario, en honor al libro, ya que este tenía la dinámica de ser, más que nada, cartas que Henry le escribía a su amada Amelia. No sabía mucho más, no había leído el libro.

Firmé el contrato en cuanto todo estuvo aclarado, me explicaron qué días trabajaríamos —cuando ellos, previo a eso, lo acordaron junto a View—, los acompañaría a las jornadas de investigación cuando fuese necesario, ese sería mi trabajo.

—Bienvenida a Endless Film, Bee —exclamó Dominic emocionado, les di una pequeña sonrisa cuando dejé la pluma sobre la mesa.

—Bien, ahora que estoy dentro, y sin ser indiscreta, ¿qué hace Finn aquí? —pregunté mirándolos, ellos se rieron.

¿Por qué se reían? Yo no había hecho ninguna broma.

Dominic me vio de nuevo, y al notar mi seriedad, hizo una «o» con su boca y asintió.

—¡Oh! ¡Hablas en serio! —dijo, yo asentí obvia—. Por supuesto, Finn está aquí porque será el representante de su padre. Finnegan no quiere dejar la heladería, así que nos envió a su hijo. Ya sabes, a menos que necesitemos grabar alguna interacción de su padre para el documental. Finnegan dice que está cansado, así que no participará en las excursiones.

—Ah, qué emoción —comenté golpeteando la mesa con los dedos—. Bueno, ¿qué vamos a hacer? La verdad no sé mucho del libro, entonces...

—¿Vas a trabajar en un proyecto, y no sabes de qué va el libro? No sé yo, creo que deberíamos pensar bien si trabajar con Bee —interrumpió Finn, tenía una sonrisilla en la cara. Rodé los ojos.

—A eso iba, genio. Iba a pedir un momento para poder leerlo y saber mejor cómo va a ir todo esto.

—Ibas —respondió—. ¿Ya no?

—¡Qué pesado, hombre! —me quejé, y empezó a reírse—. Espero que tú estés bien enterado del tema.

—Por supuesto que sí, es el libro de mi abuelo —comentó alzando una ceja, yo asentí.

—De todos modos, eso no tiene nada que ver. Puedes no haberlo leído.

—Pues lo hice —contestó rápido.

—Veremos —dije mirándolo.

—Uhm, bueno. —Dominic interrumpió nuestra pequeña discusión de miradas. Había olvidado que ellos seguían presentes. Aclaré la garganta y me senté cuando noté que en algún momento me había puesto de pie—. Bee, por supuesto que necesitaremos que leas el libro, si pudieses hacerlo hoy mismo, mucho mejor.

—Claro, ¿puedo comprarlo en algún lugar? —pregunté. Dominic miró a Tyler, y él encogió los hombros.

—Yo tengo varias copias en mi casa —ofreció Finn, lo miré y tomé aire.

—¿Me podrías prestar una? —pregunté con pocas ganas.

—Son cincuenta dólares —respondió con una sonrisa socarrona, yo negué e intenté con todas mis fuerzas no mandarlo a volar. —Es broma, es broma. Pero tenemos que ir a mi casa, están en la biblioteca del abuelo.

—¡Perfecto! —Tyler intervino—. Es buen momento para que pasen tiempo de calidad. Creo que algunos aquí no se llevan, y si queremos que este proyecto salga perfecto, vamos a empezar con llevarnos bien todos, ¿sí?

—Tienes razón, Ty —dijo Dominic señalando a su amigo—. Así que, Bee, acompaña a Finn y pasen tiempo juntos. Se termina la reunión por hoy.

No quería, pero no me quedaba de otra. Caminé junto a Finn hacia el elevador, lo suficientemente lejos para no chocar.

Me hacía retroceder a los años de mi niñez en los que, cuando un niño no me caía bien, podía ser sin razón alguna, no debía reflexionar como un adulto.

Solo me caía mal y me enojaba hasta su respiración. ¡¿Por qué respiraba tan fuerte?!

Lo oí masticar el chicle, el olor a menta llegaba hasta mí. Pasé mi lengua por mis dientes sin razón alguna, solo estaba buscando cosas que hacer hasta que las puertas se abrieran.

Y cuando el elevador nos dejó en la planta del estacionamiento, él salió primero. No sabía cómo era su auto, solo tenía que seguirlo.

Caminamos por casi toda la zona y no parecía encontrar su auto, o al menos eso supuse, así que decidí preguntar.

—¿Qué pasa? ¿No encuentras tu auto? —consulté, a lo que él, con una sonrisa de medio lado giró a verme.

—Oh, no. Mi auto ha estado ahí todo el tiempo —Lo señaló—. Solo que es divertido ver cómo me seguías.

Dicho esto, pestañeé un par de veces, y juraba que si no hubiese estado en mi lugar de trabajo, empujarlo hacia la pista no sería una mala idea.

Finn se encontraba riéndose de mí, en mi propia cara. Me quedé en silencio hasta que se detuvo.

—¿Terminaste? —pregunté.

—Qué aburrida —murmuró caminando hacia el vehículo. Me aseguré de no caminar hasta que lo observé abrir la puerta. Era un auto bastante antiguo, pero a la vez parecía nuevo. Lo habían cuidado bastante bien—. ¿Vienes, o te vas a quedar ahí todo el día? —chilló cerrando la puerta. Bufé y caminé hacia el otro lado para subir también.

Solo era un año, podía soportarlo doce meses.

Podía hacerlo, ¿verdad?

El camino se hizo un poco más largo de lo habitual, ya que, además de la distancia, todo se hacía eterno con el silencio que había en el lugar. Solo se oía música de fondo y de vez en cuando, nuestras respiraciones cuando la canción terminaba.

Entonces, como si a mi mejor amigo se le hubiese ocurrido aparecer, empezó a sonar Hell With it del mismísimo Julien Garnier, sonreí cuando sonó, quise subir el volumen, pero no era mi auto. La sorpresa me la di cuando Finn le subió.

Lo miré con una sonrisa confundida.

—¿Te gusta Julien Garnier?

—Claro, me gustaba su música. De hecho, lo conocí hace un par de años, es una buena persona —comentó con los ojos en la pista.

Asentí lento y me tomé un momento para escucharlo.

Nick estaba feliz porque había recuperado los derechos de sus canciones, por lo tanto, las sacó de nuevo al mercado con la nueva productora. El hecho de pensar en mi mejor amigo, me hacía feliz.

—Lo es —respondí. No dije mucho más.

—Oye, gracias por integrarte al proyecto. Leí un poco de tu trabajo y creo que lo haces bien —mencionó, yo lo miré con una ceja alzada. No sabía si era otra de sus bromas.

—Uhm, no es nada. Gracias. —Miré por la ventana, parecíamos acercarnos a su hogar, porque de pronto empezó a reducir la velocidad, hasta que nos estacionamos en una bonita casa antigua.

—Lo digo en serio, no conocí a mi abuelo, pero por todo lo que leí y escuché de él, me hubiese encantado hacerlo. Me alegra poder saber un poco más de lo que hizo.

—Sí, digo, espero que podamos descubrir el misterio pronto.

—Amelia —contestó asintiendo, veía el volante con la mirada distante—. Es aquí, vamos.

Finn salió del vehículo, y yo lo seguí de lejos. Aquel momento de seriedad me tenía alerta, no sabía en qué momento haría su siguiente movimiento. Me había tomado desprevenida.

—Mamá, ¿estás en casa? —preguntó Finn abriendo la puerta, al no obtener respuesta, suspiró. —No está, pasa —me dijo. Yo lo miré y asentí.

Caminé hacia el interior, y así como por fuera, tenía una decoración distinta, como si no hubiese tenido mucho cambio por al menos cincuenta años. Se sentía como visitar una tiendita de antigüedades. Era preciosa.

Lo primero que se podía apreciar era una escalera, que podía incluso asegurar, estaba tallada a mano.

Quería cerrar la boca, pero no podía. ¿Me acababa de enamorar de una casa?

—Dame un momento —pidió, y tan pronto como lo dijo, desapareció por los mismos escalones que yo estaba observando.

Moví un poco la cabeza, no quería fisgonear mucho, pero mi mirada me traicionaba yendo hacia otro lugar. En la pared de aquella escalera, había algunos cuadros antiguos, todos con marcos tallados de madera. Caoba o roble oscuro, no estaba segura.

Levanté un poco la cabeza, en la otra pared, había otro cuadro. Era una mujer con un vestido largo, celeste. Llevaba una espada en la mano. Sonreí. Se veía como una mujer imponente.

Traté de imaginar la historia de aquella mujer, pero me llevé un buen susto al notar que Finn estaba justo al lado, observándome.

—¡Me asustaste! —me quejé tocando mi pecho, a la altura del corazón. El chico se rio, e hizo una seña con la cabeza para que lo siga.

—Sube, la biblioteca está por aquí —anunció. Tragué en seco y empecé a subir, escalón por escalón. Me aterraba tocar algo y que se pudiese romper. Las barandillas de la escalera, al toque, eran más resistentes de lo que parecían, pero aun así sentía que podía arruinar algo.

—Wow —susurré viendo el lugar. No sabía si estaba en un pequeño museo, o en una biblioteca, pero quería quedarme a vivir ahí.

—Bienvenida a la biblioteca personal de Peter Armwood, mi abuelo amaba coleccionar libros, mi padre y yo hemos ayudado un poco en la causa, pero en su mayoría, son de él.

—¿Cuántos libros hay aquí? —averigüé viendo alrededor.

Alcé la mirada, tenía alguna obra de arte pintada en el techo.

—No lo sé, alrededor de tres o cuatro mil, supongo yo —mencionó buscando el libro que necesitaba—. Mi padre me pidió hacer un inventario, porque el último que tenemos es el que hizo mi abuelo, pero Bee, son casi cuatro mil libros —suspiró.

—Si me cayeras bien, te ayudaría —respondí casi sin pensar, eso lo hizo reír. Sonreí.

—El triunfo de Venus —dijo.

Dejé de mirar el techo, y lo vi a él.

—¿Cómo?

—La pintura en el techo, es el Triunfo de Venus, es una réplica del cuadro de François Boucher. A mi abuelo no solo le gustaba escribir, también le gustaba arte pictórico —contó—. Solo por si no te diste cuenta, esta era la casa de mi abuelo —dijo lo obvio—. El hombre era una caja de sorpresas.

Lo miré, y él también lo hizo, porque ambos entendimos que eso había sonado horrible. Quiso explicarlo, pero lo detuve.

—Lo sé, no te expliques. Entiendo qué quisiste decir —reí bajito y caminé un poco por la biblioteca.

¿Cómo iba a decir que su abuelo fallecido era una caja de sorpresas?

En fin.

—Aquí están —alzó la voz y el libro con la mano derecha—. Puedes elegir la versión que desees. El contenido no varía, pero te recomiendo leer la versión antigua, tiene pequeñas ilustraciones hechas por él, que en la nueva edición no agregaron.

—Entonces me llevo ese —asentí tomándolo, y por un momento corto, ambos tuvimos el libro en nuestras manos.

—Cuídalo, por favor —dijo serio.

Sentí que nuestras miradas se conectaron, pero él la retiró rápido.

—Lo haré —contesté—. Creo que es hora de irme, leeré el libro hoy, haré algunas anotaciones también, eso puede ayudar a la investigación. Si todo lo que el libro dice es real, tal vez tengamos algunas pistas.

—Sí, puede ser —dijo Finn caminando fuera de la biblioteca.

Me despedí de aquel precioso lugar, y seguí al muchacho fuera de ahí.

Acomodé mi bolso, y saqué mi teléfono para pedir un taxi, pero Finn fue rápido en preguntar qué estaba haciendo.

—Pedir un taxi para volver a mi casa —respondí, con el tono de una pregunta. ¿No era algo obvio?

—Vamos, te llevo —ofreció sin dejarme decidir.

Solo me dio tiempo de seguirlo y decir «Ok».

Y como no se había portado tan molesto como antes, acepté. Dominic y Tyler tenían razón, debíamos trabajar en un buen ambiente.

El camino a mi casa fue un poco más corto, no conversamos, pero ya no se sentía tan incomodo como antes.

Hasta que Finn decidió arruinarlo.

Ya me parecía sospechoso que nos hubiésemos llevado bien por más de dos segundos.

The Painkillers sonó, y Finn cambió de canción.

Eso me dolió. Sentí como el corazón de fan interior se rompió en mil pedacitos.

—¿Por qué? —pregunté mirándolo. No iba a decir que estaba indignada, pero estaba en camino a estarlo.

—¿Qué? ¿Te gustan esos?

—Pues sí —respondí mirándolo. Finn encogió los hombros y siguió manejando.

—Qué lástima.

Rodé los ojos y miré a otro lado.

No me molestaba que no le gustara The Painkillers, me molestaba él y su existencia.

—Qué feos gustos —respondí.

—Puedo vivir con ello —comentó sin importancia. Me reí sin gracia y dirigí la vista a la ventana.

Poco después de algunas indicaciones más, llegamos a mi casa. Agradecí de forma amable, y salí del auto sin mirar atrás.

Lo bueno duró poco.

—Buenas tardes, Thomas —saludé al vigilante del edificio.

—Señorita Bee, le dejaron un obsequio en recepción —comentó.

—¿A mí? —pregunté confundida.

—A usted.

Él asintió y tomó unas flores. Alcé una ceja.

Subí con él a mi apartamento para abrir la nota.

«Bee, bienvenida a Endless Film. Con cariño, Dominic»

¿Eso se hacía? Porque View no me había enviado nada. Subí por el elevador mirando el obsequio que me había llegado.

—Ok, eso es raro —mencioné dejando las flores en la mesa de mi sala. Suspiré y miré el libro. Tenía mucho por leer y agradecía que fuese sábado, así tendría todo el domingo para terminarlo—. Pero tenemos cosas que hacer, así que, Entre mis recuerdos, aquí vamos —comenté llevándome el libro a mi habitación.

Terminé de leer el libro en menos de un día. Cada detalle de la historia me tenía enamorada, y es que Henry —el protagonista de la historia—, le escribía a su amada Amelia con tanto cariño, que era difícil no quedar así por ellos. En sí, la historia hablaba sobre como Henry fue a servir al ejército en plena guerra mientras le escribía una serie de cartas a su enamorada. Poemas, relatos, y muchas anécdotas sobre lo que vivía día a día.

Hasta que poco a poco deja de escribirle.

A Amelia le llega una carta explicando que perdieron a Henry en acción. No se sabe si murió, o solo desapareció. A ella le cuesta mucho aceptar que su querido Henry no volverá, pero lo intenta y logra rehacer su vida junto a su mejor amigo, Julio.

Pasa un año, ella está mejor, lo está superando poco a poco, pero él vuelve. Henry regresa sin una pierna, y es que se perdió en la selva mientras peleaba por su nación. Le tomó tiempo recuperarse, pero su única motivación era volver por Amelia.

Así que se entera que ella se casó, y aunque muestra en las cartas que está triste porque no puede estar con ella, no puede evitar ser feliz porque ella lo está. Sus mejores amigos están juntos. Sabe que Julio la hará feliz.

Me encontré llorando cuando finalicé mi lectura. Era un final abierto, y me hubiese gustado saber qué más había sucedido, pero tal vez lo sabría gracias al documental.

Escribí todas las cosas que pensé, podrían ser parte de alguna pista, y mientras lo hacía, mi mirada terminaba dirigiéndose al cofre de mamá.

Bufé. No iba a estar tranquila hasta terminarde revisar todo lo que contenía.

¿Cómo que descubrir quién era su papá? ¿Mi abuelo no era mi abuelo? Varias preguntas resonaron en mi cabeza, y nada tenía respuesta. Busqué un poco más; fotos, viejas cartas, un certificado de arresto por participar en una manifestación, una cajita musical con un anillo dentro, una pelota de beisbol, libros, recortes de revistas, joyería (oro, plata y conchitas de mar), la misma lista de cosas por hacer, pero con lo que ya había cumplido, y por último, un diario.

Suspiré al tenerlo en mis manos.

—Como no me tengas respuestas, me voy a enojar —le dije al diario que tenía frente a mí.

Genial, le estaba hablando a un cuaderno.

Holiwis. Capítulo largo y lleno de información :D

Espero que les esté gustando la historia. Subí capítulo hoy, porque estaré un poco ocupada estos días.

Déjenme saber qué les pareció el capítulo.

Nos leemos la próxima semana.

Baaaaai <3

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