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Capítulo 1

A un paso de la felicidad.

Cara no dejaba de mirar con reprobación lo que estaba haciendo. Ella no quería que regresara justo al lugar en el que viví una de mis peores pesadillas, era inevitable no hacerlo. Habían pasado doce años, el tiempo pasó muy lento y en aquel molesto proceso conservaba una cosa muy en claro, yo volvería a ver fijamente a sus ojos color cielo. Su cabello negro largo, bueno, no tanto y a su ya no tan pequeño cuerpo.

—¿Qué? —pregunté divertido.

—¿En serio piensas en irte de aquí? Entonces yo me iré contigo.

—¡Por Dios, Cara! ¡No seas exagerada! —Reí— No es el fin del mundo.

—¿Pero qué es tan importante como para que quieras irte y dejar abandonada a tu mejor amiga?

—Amiga cariño, amiga. Lo único mejor que hay entre nosotros soy yo.

—¡Toby! —reclamó. Cara y yo siempre bromeábamos así.

—Es que tienes mucha suerte de tenerme —Me miró, con ambos ojos entrecerrados—. Es broma.

—Nunca voy a entender porque te cuesta tanto admitir lo que sientes.

No respondí, de hecho, hacia eso siempre que algo me incomodaba.

¿De qué sirve sanar las heridas, sí de todos modos siempre nos volvemos a romper? Es irónico, la psicóloga me ayudó mucho, no lo niego, me ayudó a sanar y a dejar el pasado quietecito, pero el dolor no es cosa de una sola herida, si no de muchas más, la peor parte es que sucede cada tanto, de todas las formas y situaciones distintas, por desgracia, en mi caso, con el tiempo la vida se propuso arrebatarme de todo.

Primero mi niñez. Después mi felicidad y al final, mi salud mental.

—¡Cara llamando a Toby! —llamó mi atención— ¿A dónde te fuiste?

—Lejos de la melena rubia de una insoportable.

—Deja a mi desastre en paz —Se defendió.

—Ya hablando en serio; sabes que siempre he querido regresar a mi ciudad, estoy preparado para lo que sea y esta es mi oportunidad. ¡No siempre te aceptan en una buena universidad! —intenté bromear, ella no estaba muy feliz con la idea.

—¡Pero si ya tienes esta!

—No es lo mismo.

—Es mejor —agregó—. Confiesa y dejo la necedad.

—Es que hay una chica...

Sus grandes ojos marrones se abrieron de par en par, curiosamente sorprendida, para después solo interrumpirme.

—¡Oh, no! Ni lo pienses, tú vas a terminar soltero, con muchos pescados y además se supone que vas a vivir conmigo y con mis gatos desnutridos —renegó.

Cara era dos años menor que yo, tenía diecisiete años y a decir verdad no era muy madura que digamos... pero madura o no, así la quería, después de todo había sido de las pocas que se han quedado conmigo hasta el final.

—Sabes que no, si yo soy muy guapo. ¡Nadie se me resiste!

—Ya, yo soy famosa —expresó con sarcasmo—. Me encanta que tengas autoestima y todo eso, pero ¿en serio tienes que irte?

—Cara, ambos sabemos que una decisión mía es más fuerte que tu corazón de piedra.

—Bueno, pero sabes que-

—¡Cara!

—Me callo, entonces —suspiró—. Amargado de mierda, pescado desnutrido, esqueleto sin ojos —Salió de mi habitación renegando.

En realidad no tenía muchas cosas que empacar, mi casa era pequeña, vivía en las lejanías con mis abuelos, quienes habían muerto años más atrás, ambos estaban enfermos, murieron sin razón aparente y como la mayoría de personas que estaban a mi lado, se fueron. Solo que en esa ocasión, para siempre. Fueron buenos abuelos, supieron educarme, sin embargo, yo siempre fui un caso perdido, hacia todo lo contrario de lo que pedían, llegaba tarde a casa y puede que tal vez utilizara malas palabras, muy seguido. Pero a ellos nunca les falté el respeto, ni les levanté la voz, fui responsable y de hecho muy estudioso, por ende, un año antes había postulado en la universidad con la que desvariaba de niño, si, aquella en la que mi hermano estudió.

Y sí, me habían aceptado. Además, mi otro motivo llevaba una sonrisa muy linda, tal vez y con un poco de suerte nos tocaba al menos una clase juntos, eso haría todo más sencillo.

Con Brea yo tuve una conexión desde un principio, ambos crecimos para seguir las reglas y para vivir bajo la orden y el permiso de alguien más, ella el de su madre y yo el de todo el mundo. No era lindo, pero te daba una que otra ventaja, no lo niego, a veces era incomodo, más para ella. Digamos que todo lo que me imponían a mí, en un año, a ella se lo imponían en un día.

Nos escudamos el uno del otro por un largo lapso y luego, terminé aquí. Sin derecho a cuestionar o a protestar, maduré con mucho anticipo y también fui feliz, pero sin duda alguna, lo fui más cuando pasaba tiempo con ella, tal vez eso era por lo que la invitaba a todos lados, me hacía sentir completo y pese a que suene irreal, considerando mi edad en ese entonces, sucedió. Me enamoré por primera vez, de una sonrisa y un par de ojos color cielo que por desgracia, luego de un tiempo solo pude ver en fotos.

Pasado el tiempo comprendí que solo se trataba de una niñería, de algo que jamás podría ser, algo tonto y sin sentido, pero luego, con los años, empecé a echarle de menos, a verle en todos lados, pasé de dormir tranquilo a imaginarme un futuro diferente y resulta que en ninguno de ellos terminábamos juntos, así de injusto era mi inconsciente.

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La madre de Cara metió en una embace plástico un poco de pizza para llevar. Cara y yo iríamos a nadar, después de todo no había mucho tiempo y queríamos disfrutarlo. Ella ya se había hecho a la idea de que no me vería por un largo tiempo, la mejor decisión fue irnos de hotel por dos días.

El hotel tenía dos cuartos, uno para cada uno. Yo no dormía con ella, su madre me mataría pensando lo contrario. Incluso yo creo que se desvelaba imaginando cosas sobre nuestros futuros e inexistentes hijos.

Era como una madre para mí. Bueno, durante algún tiempo lo fue. Papá intentó una relación con ella pero al final no resultó y cada uno tomó un camino distinto.

Mi mejor amiga estaba mirando a un chico, puedo jurar que su mirada parecía de esas que ven debajo de la ropa, por lo tanto, ya imaginaran que estaba tratando de ver.

Le di un codazo y susurré:

—Pareces una vieja de ochenta años con una sonrisa pervertida y demoniaca.

—¡Ah! —gruñó— Cállate.

—Sabes que a mí me puedes ver sin ropa cuando quieras, eh —bromee.

—Estaba ligando, zopenco. Lo espantaste —me acusó.

—Le acabo de hacer un favor al pobre —cizañé.

—Eres un bruto, uno muy torpe y mujeriego —bromeó—. Solo mírate, justo ahora le estás mirando el trasero a aquella de allá —puntuó.

—Solo estoy admirando la vista, yo no hago esas cosas —me ofendí.

—Ya.

—Ya —la imité.

—¿La chica que te gusta es bonita? —preguntó ya en la noche.

—No lo sé, Cara. Hace mucho no la veo en persona.

—Lo que me sorprende es que no la veas como un juego.

—Yo nunca he visto a una chica como un juego —expliqué—, de hecho sabes que soy muy claro siempre, nunca he andado con rodeos ni he inventado cosas de alguna de ellas.

—Pero ellas-

—Mira, si yo te digo a ti que no quiero nada serio con nadie no es mi culpa que después creas que siento amor o esas cosas. Además, no me puedo ir por la vida repitiéndoles lo mismo unas siete veces antes de acostarnos. Supongo que de algún modo puedo lastimarlas, pero no es algo que haga con tal intención.

—Sí, pero ellas explican lo contrario.

—Entonces ese ya no seria mi problema. En las personas esta el creer o no.

—¡Pero es que no ayudas mucho!

—Me estas lastimando, Cara.

—Solo digo que hay muchas chicas por ahí pensando que eres un desquiciado sin sentimientos que solo busca sexo sin compromisos ni obligaciones.

—En gran parte tienes razón —Reí—. Solo busco sexo sin compromisos u obligaciones.

—¡Y ni lo niegas!

—No le veo problema al aceptarlo. Las chicas con las que me he liado no tuvieron problemas en desearme tal y como soy. Además, tengo ciertos atributos —Señalé mi entrepierna— que facilitan el trabajo.

—Uy, si mamá te escucha te prohíbe ir a casa.

—Da igual, en tres días me voy y quien sabe hasta cuando vuelvo —le sonreí.

La estúpida de mi amiga se puso a llorar, tuve que consolarla un rato hasta que por fin me confesó que le haría mucha falta porque yo era de las pocas cosas buenas que la vida le había regalado. Al final casi lloro yo también, pero me contuve. Bueno, al menos hasta que nos despedimos en la parada.

Ese día fue el último en las lejanías y el primero en mi pasado.

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¡Hola!

Publico un cap, porque necesito promocionar la historia, por ende material para hacerlo así que bueno, disfruten.

Un poco de lo que es ahora Toby, sí, dejó de ser muy inocente y reservado y la pubertad le pegó muy fuerte, jsjs.

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