CAPÍTULO EXTRA
CAPÍTULO EXTRA:
ESPECIAL
El día comenzaba a brindar los primeros rayos de sol después de días de lluvia, posponiendo una visita que habían estado posponiendo durante mucho tiempo. Eve caminaba con tranquilidad, sosteniendo un ramo de flores mientras dejaba escapar un suspiro apenas perceptible. Sus ojos se posaron en Amy, quien también llevaba un ramo de flores.
—Amy... —la detuvo —¿Estás bien?
Amy asintió antes de continuar caminando.
Continuaron hasta llegar al lugar que evocaba tantos recuerdos dolorosos para Eve, pero sabían que debían enfrentarlo, aunque el peso de la tristeza se aferraba al corazón de la mayor, como la lluvia persistente de los últimos días.
“Jeremy Walker, amado hijo, esposo, hermano y amigo. Descansa en paz”
Se podía leer en una lápida delante de ambas.
Amy se arrodilló para mirar un momento aquel lugar y así poder depositar el ramo que llevaba.
Pero, se preguntarán, ¿que había sucedido?
Eve terminaba de cambiar a su hijo, Lucas, quien cumpliría un año en meses cuando recibió una llamada inesperada.
—¿Sí? —respondió con apresuramiento, con el corazón latiéndole rápido.
“Hermana, Jeremy...”
La voz de Amy se quebró en un sollozo, incapaz de continuar.
—¿Amy? —susurró Eve, su preocupación palpable —¿Qué sucede?
“Se fue”
Murmuró Amy, sin fuerzas, completamente destrozada.
—Iré de inmediato —respondió, con voz entrecortada.
Miró a su hijo, que jugaba con sus manitos cuando escuchó la puerta abrirse.
—¿Kevin?
—Hola... —sonrió mientras tomaba a Lucas en brazos —¿Qué sucede?, ¿Por qué lloras?
—Jeremy... —negó con lágrimas desbordantes —Falleció.
—¿Qué?
—Amy me llamó hace minutos, iré a verla. ¿Puedes cuidar de Lucas? No quiero imaginar cómo se siente. —se secó el rostro.
—Claro, ve rápido. Cuidaré de él, y te alcanzaré al rato —Kevin abrazó a Eve —Apoya a tu hermana en este momento.
—Lo sé, nos vemos luego —lo besó levemente en los labios antes de besar en la frente a su hijo y poder salir rumbo al hospital.
Al llegar, vio a su hermana con sus padres y los padres de Jeremy, todos incapaces de contener sus lágrimas.
—Amy —llegó junto a ella y la abrazó con fuerza. Todos estaban destrozados y, al mismo tiempo, luchaban por comprender lo que había sucedido.
Un año atrás, Amy le había contado a su hermana sobre la enfermedad que padecía su esposo, una condición llamada taquicardia ventricular, pero nunca habían imaginado que llevaría a tal punto.
—Los médicos dijeron que fue muerte súbita. No comprendo. Jeremy siempre fue alguien completamente sano... —expresó Olivia entre llanto.
—Llevaba más de un año enfermo, o eso me dijo —habló Amy, con voz temblorosa —Solo no quiso que nadie lo supiera. Se suponía que estaba controlado. No, no puede estar sucediendo. —Negó repetidamente, incapaz de asimilar lo sucedido.
El momento más doloroso había llegado, el momento de la despedida definitiva, el entierro era el último paso. El día se había teñido de nubes oscuras, prediciendo una cercana tormenta, mientras el ataúd era colocado en su lugar para dar descanso al cuerpo que contenía.
Amy estaba totalmente destrozada y no se atrevía a mirar a nadie, excepto a su esposo que la había dejado a tan temprana edad. Al terminar, corrió hacia él.
—¡No, por favor, Jeremy! —se negó a aceptarlo —No puedes dejarme así, maldición. —intentó cavar la tumba hasta que fue detenida por su padre y hermano.
La escena era dolorosa y desgarradora, tanto que todos pensaban que Amy pronto llegaría al punto de la locura.
—Déjalo descansar —susurró su padre manteniendo la fortaleza, aunque su voz delataba su estado.
—No puedo seguir viviendo sin él —repitió Amy.
Ese día se negó a acompañar a cualquiera para que no estuviera sola, a pesar de las insistencias, solo Eve se negó a su pedido. Se fue con ella a su casa, dejando a su hijo con Kevin.
—Amy... —la vio en su habitación observando el álbum fotográfico.
—Fue por eso que apresuró todo, incluso la boda —comenzó a llorar—Maldita sea...
—No te diré que te tranquilices porque no tengo idea de cómo te sientes, y espero no experimentarlo. —la abrazó —Pero estoy aquí, contigo. Al igual que todos, Amy, no te sientas sola.
Susurró esas palabras para que su hermana se aferrara a ella y sus palabras, pero Amy no respondió. La tristeza la envolvía mientras sentía el peso de la pérdida.
Dos meses después, su semblante había cambiado a uno tranquilo y sereno. Aunque no había recurrido a terapia, estaba mejor de alguna manera, pero había algo que pesaba en su corazón, y fue en el cumpleaños de su sobrino cuando finalmente confesó:
—Estoy embarazada —miró a su hermana, quien intentaba dormir al pequeño en sus brazos.
—¿Qué? —Eve se sorprendió, luego sonrió —Amy, eso es maravilloso y...
—Pero aún no asimilo que él no está conmigo. Cada día lo intento y lo intento, pero no puedo —contuvo sus lágrimas.
—¿Qué intentas decir? —borró su sonrisa.
—No sé qué haré, o si seré una buena madre —negó, desviando la mirada.
—No digas eso, jamás —se acercó —Lo perdiste y dijiste que sin él no puedes seguir viviendo, pero mira, la vida te está dando otra oportunidad de vivir y amar. No hay nada mejor que un hijo, Amy. Créelo —le tomó la mano.
Amy no respondió, solo tomó la manita de su sobrino y sonrió con tristeza.
El tiempo pasó, y todos conocieron la noticia de la próxima integrante de la familia, una niña. Durante ese tiempo, Amy comenzó a sonreír con un brillo especial en sus ojos mientras su vientre crecía como estaba previsto. Había dejado la casa matrimonial para mudarse con sus padres durante los primeros cuatro meses, disfrutando de cada momento, y luego se mudó con su hermana, por insistencia de esta última y su cuñado.
—Qué niño tan bueno eres, pequeño Lucas —lo colocó en la cama para jugar con él —Muy pronto tendrás a alguien con quien jugar, ¿sabes? Será una niña, aunque no sé qué nombre llevará. Nunca lo he pensado, pero sin importar eso, espero que la quieras y cuides como una hermana, ¿de acuerdo? —susurró mientras besaba su frente.
En ese momento, no notó que su hermana observaba la escena mientras dejaba deslizar algunas lágrimas, acrecentando la preocupación que sentía, y algo en su interior le decía que no la dejara sola en ningún momento.
—Amy —entró después de unos minutos, observando la escena, el pequeño Lucas se había dormido en brazos de su tía.
—Dime —susurró para no despertarlo.
—Lo pondré en su cuna —lo tomó en brazos para dejarlo en el lugar —Acompáñame.
Salieron de la habitación para tomar un té en la sala.
—Deja que lo haga, no puedes esforzarte en tu estado —Eve detuvo a Amy, quien intentaba alcanzar algo de arriba.
—Estoy embarazada, no me invalida —se quejó por lo bajo.
—Amy... —detuvo su acción para mirarla con atención, disipando las dudas que tenía —En caso de suceder algo, me lo dirías, ¿verdad?
Amy frunció levemente el ceño, sin comprender muy bien.
—Quiero decir, confiamos la una en la otra, no debes ocultarme nada.
—Eve —sonrió con serenidad —¿Por qué lo haría? Estoy bien, no sucede nada. Solo disfruto de los buenos momentos como solía hacerlo, así es Amy —en las últimas palabras desvió la mirada con un poco de incomodidad.
—¿Y el nombre de la bebé? ¿Lo has pensado? Darás a luz en menos de un mes.
—Lo sé —acarició su vientre —pero no sé qué nombre podría llevar. Pensaba en preguntarle a papá o mamá. Son buenos escogiendo, y creo que sería una buena idea.
—Pero es tu hija —susurró.
—Jeremy hubiera escogido uno perfecto... —sonrió con amplitud, mencionando a su difunto esposo por primera vez desde su fallecimiento —No lo sé, tendré que pensarlo.
Sin más, el tiempo pasó y una semana antes del parto, se reunió toda la familia, algo similar a cuando Amy recibió su propuesta de matrimonio. Le era imposible no recordar ese momento y los posteriores, lo que hacía que sus ojos se llenaran de lágrimas. Aún así, las contuvo para sonreír con felicidad y disfrutar de esos momentos, aunque le faltara la persona más importante.
Fue al día siguiente que sus síntomas se hicieron presentes. Estaba en casa de sus padres cuando comenzó a marearse en la cocina, y fue por la ruptura de un vaso lo que hizo que fueran a verla.
—Amy... —su madre llegó con preocupación.
—Mamá —la miró —no me siento bien —soportó el dolor que sentía.
—¡Tom! —llamó a su esposo para llevarla al hospital.
Allí fue atendida de inmediato y necesitó un parto de urgencia, ya que algo se había complicado.
—La paciente presenta hemorragia, hay que intervenir de inmediato —escuchó decir a una de las enfermeras mientras comenzaba a quedar inconsciente. Solo podía escuchar el eco de su propio corazón.
No supo qué sucedió ni cuánto tiempo pasó, pero al despertar estaba en una habitación, y sus fuerzas eran totalmente nulas.
Intentó moverse sin éxito hasta que una mano tomó la suya para que se tranquilizara.
—Amy, estás despierta —Eve estaba allí, con los ojos enrojecidos por el llanto—. Creímos que te perderíamos —confesó con una sonrisa forzada por el momento —Pero todo estará bien, todo salió bien. Ahora solo necesitas un poco de tiempo para recuperarte. Te administraron medicamentos y estarás bien.
Habló con rapidez, pero Amy comprendió la gravedad de la situación y la importancia de su recuperación.
—Llamaré al médico. —intentó irse, pero su hermana la detuvo, presionando su mano.
—Eve, ¿dónde está la bebé? Quiero conocerla. —susurró.
—Está en otra habitación para que ambas pudieran descansar, no te preocupes.
—Quiero conocerla —repitió del mismo modo.
Eve controló su llanto para salir un momento, y Amy frunció levemente el ceño, soportando un poco más.
—Aquí está —regresó con la bebé en brazos —Hora de conocer a tu preciosa hija. —se sentó a su lado para mostrarla.
—Hola, pequeña —susurró, tomando su manito, haciendo que se removiera un poco.
—Usualmente deberías alimentarla, pero lo harás cuando te recuperes. —sonrió —Mientras tanto, ella estará bien. La llamamos "niña X" porque aún no has escogido un nombre.
—El que escojas tú estará bien, porque sé que la querrás como una hija. Eve, si algo me sucede, te la encargo...
—Amy, no, Amy, no digas eso —negó de inmediato —Lo harás tú, es tu responsabilidad, lo harás tú.
—Dile que pasen, quiero ver a la familia —pidió, casi ignorando lo dicho, pero la bebé comenzaba a removerse para iniciar un berrinche —Todo estará bien, cariño —susurró para besar su frente y que pudiera calmarse.
Eve salió y esperó con paciencia a su familia, a sus padres y su hermano, quienes estaban allí con una sonrisa de alivio por verla bien y recuperándose, pero el alivio solo era suyo por verlos de ese modo.
Luego de que todos salieran para que pudiera descansar, Amy divagó unos segundos con la mirada, pensando y recordando detenidamente su paso por la vida que llevó.
No podía estar más feliz, solo podía sonreír y estar tranquila, sin preocuparse por el futuro que vendría para su hija y su familia, que se sentirían contenidos por la pequeña que había llegado.
Todo estaría bien, y lo supo cuando sintió una brisa acariciar su rostro, similar a la brisa de verano que solía sentir, aquella que removió levemente su cabello, haciendo que sintiera la compañía que tanta falta le hacía.
Sus ojos se iluminaron al ver la silueta de la persona que amaba, allí a su lado, extendiendo su mano. La tomó sin dudar, como siempre lo había hecho, y antes de cerrar sus ojos, susurró.
—Eve, no te culpes por algo que no sabías. —repitió aquellas palabras, esperando que le dieran consuelo a su hermana, aunque no estuviera allí.
Cerró los ojos disfrutando del contacto, de aquella caricia que tanto amaba, y así dio su último suspiro, encontrando la paz en la compañía de su ser querido.
—¿Amy? —Eve regresó para observar su semblante tan sereno, y con temor se acercó. —¿Amy?
No recibió respuesta y sabía lo que significaba, su conexión no fallaba y esa misma se había cortado momentos antes, claramente la había sentido.
Así, la conmoción sacudió a ambas familias en menos de un año, haciendo que visitaran ambas tumbas y la escena se repitiera por segunda vez. El cielo parecía llorar al compás de los presentes que no encontraban consuelo en nada, pero aún así, absolutamente todos estuvieron allí, y eso incluía a Min-seo con Steve, incluso a Lily, que vivía en el extranjero.
Todos pudieron caer en aquel tiempo y lo hicieron, pero una aún estaba abatida.
—Tranquila, todo estará bien. Tienes hambre —preparó el biberón ante el incansable llanto de la niña que se negaba a beberlo. —¿Qué quieres? —preguntó con frustración, mientras caía en el llanto.
—¿Eve? —su esposo se acercó. —¿No quiere su biberón?
—No, tampoco deja de llorar. Ha pasado un mes, Kevin, necesita a su madre y yo a mi hermana —expresó totalmente devastada.
—Tu hermana te la encargó —recordó, tomándola en brazos para calmarla. —Ahora necesita que tú te conviertas en su madre, Eve. Ahora es nuestra hija —susurró acariciando a la niña, calmándola completamente —Mírala, será nuestra princesa y la cuidaremos siempre. Amy nos dio la oportunidad de ser padres nuevamente, es y será nuestra princesa. Al igual que de toda la familia, no te tortures así. Sea donde sea que esté Amy, está bien porque está con Jeremy, nos dejó a su hija y se fue en paz poniendo su confianza en nosotros, no podemos fallar —derramó algunas lágrimas.
A Kevin no le dolió menos aquella pérdida. Con los años, se había convertido en un gran amigo del patrimonio Walker y los quiso como hermanos, pero debía mostrarse fuerte por su esposa y lo que debían enfrentar luego de las pérdidas.
Y como lo dijo, la niña se convirtió en la princesa de toda la familia al ser la única niña en la misma. De ese modo, los apellidos quedarían perpetuados por mucho tiempo, tanto Anderson, Rogers y Walker, luego de que Lily decidiera ser madre soltera.
—¿Mamá? —la sacó de sus pensamientos.
—Dime, cariño —la miró un momento, se parecía tanto a su hermana.
—No los conocí, pero quisiera hacer una modificación en lo escrito —señaló la lápida.
—¿Qué quieres modificar?
—Quiero que digan "amada madre" —señaló la tumba de Amy —y "amado padre" —señaló a Jeremy —porque no tengo dudas de que lo habrían sido. Aunque ahora tú eres mi mamá, y mi papá es Kevin —sonrió.
Aquella niña tenía diez años y era idéntica a su madre, aunque con la sonrisa de su padre. El nombre que llevaba era Amy, por decisión de Eve, para que su hermana siguiera viviendo en el amor de toda la familia que sentía y aún sufría su ausencia, al igual que la familia de Jeremy. Absolutamente todos habían encontrado refugio en la pequeña Amy, quien crecía entre el amor de múltiples familias y siempre supo su historia, así como quiénes eran sus verdaderos padres. Por su lado, Kevin jamás hizo ninguna diferencia entre ella y Lucas, a pesar de no compartir la misma sangre. Ambos fueron criados entre el amor y la verdad de una familia unida, una familia bien constituida, como Eve siempre lo quiso.
—Claro, como tú quieras, cariño. —acomodó el ramo en la tumba de su hermana para sonreír —Vamos, tu padre y tu hermano nos esperan —tomó su mano.
—¿Luego puedes contarme la historia de mis padres? —preguntó con emoción, y Eve sonrió. Ya la había contado innumerables veces, pero la pequeña Amy siempre se maravillaba por aquella historia.
—Claro —rió.
En la calle, las esperaban un hombre y un jovencito de casi doce años para ir a almorzar.
Y así, la vida despliega sus hilos impredecibles ante las personas. A algunos les brinda inesperadas oportunidades, mientras que a otros los sume en la penumbra del sufrimiento. Cada uno debe saldar sus deudas con el destino, pero en medio de este intricado tejido siempre se encuentra un delicado equilibrio.
En esta conmovedora historia, Amy y Jeremy se erigieron como los puntos de equilibrio. Sus vidas entrelazadas entre matices, marcadas por la adversidad y el amor, tejieron una trama de emociones profundas y desgarradoras. Cada lágrima vertida se convertía en un tributo a la intensidad de sus sentimientos, y cada sonrisa compartida resonaba como un suspiro de alivio en medio de la tormenta.
En el lienzo de sus vidas, trazaron un retrato conmovedor, donde la tristeza y la esperanza se entrelazaban en un abrazo eterno. Como dos almas destinadas a encontrarse, su legado perdurará en el corazón de quienes tuvieron el privilegio de conocerlos. En esta historia, Amy y Jeremy se convirtieron en las estrellas que iluminaron el oscuro firmamento de la vida, recordándonos que, incluso en la tristeza más profunda, puede florecer la belleza de un amor eterno.
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