Ejercicio 7
Toqué tu puerta una y otra vez hasta que abriste. Pero no me miraste. Buscabas a tu alrededor la figura abusiva que tocaba tu timbre. Y yo allí.
Hablé, grité, clamé pero no me miraste. Tus ojos se perdieron en el horizonte pretendiendo distinguir algo, o quizás inventándote una imagen.
Yo allí seguía. Intentando hablarte, intentando que me miraras.
¡No puede ser! -grité con fuerza-
Mientras tu mirada seguía perdida yo corté mis venas. Entonces supe que no me verías nunca.
No tenía sangre.
Ahora se que todo acabó. Lo que no puedo saber cuando fue el momento exacto. Ni siquiera pude darme cuenta.
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