
Ejercicio 29
Pululaban por las calles a toda hora. Su día a día era tan eterno como sus menguadas vidas.
Uno era viejo y lerdo; el otro aceleró la vejez en su cuerpo. Los dos habían dejado de perseguir sueños; ahora sólo perseguían migajas.
Ambos se encontraron un día buscando cartones para dormir. El más viejo regaló pan duró al que ya por cansancio había dejado de comer. El otro le otorgó una roída camisa a quién solo se cubría con jirones.
Casi sin hablar se dijeron todo. Casi sin mirarse decidieron seguir juntos la ruta del desamor.
Y recorrieron calles, juntaron monedas y ahogaron sus penas. Pero no lograron olvidar sus desgracias.
Un día el viejo miraba la luna y el otro contaba las estrellas en medio de la fría noche. Ya no podían soñar. Sólo cerraron los ojos para un siempre eterno.
Juntos fueron hallados. Uno y otro...
...no tenían nombres. Sólo eran una categoría indeterminada de esa historia que los había absorbido.
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