Capítulo 20. Marcos - El pasado (2020).
En este punto, ya no hay salida, ni para Marcos, ni para mí como autor. No puedo permitir que las cosas se detengan aquí y que todo lo que le pasó a ese hombre en las últimas semanas se diluya como las cenizas de su preparado y controlado incendio en miniatura. Incluso las acciones de Marcos en los días posteriores, encargándose de hacer desaparecer cualquier vínculo con esa panda de inadaptados y desechando los objetos que había recibido, sin afectar, por alguna razón que desconocía, la fotografía, no serían suficientes para evitar seguir paso por paso con el mayor cuidado cada una de las instrucciones que ya le habían indicado.
El año no avanzaba rápido, sin alivio para Marcos. Seguro, si la pandemia hubiera llegado unas dos o tres semanas antes, él no se hubiera enfrentado a una realidad de asesinatos y engaños. Pocos días después de terminar de leer sus "instrucciones", recibió la llamada que estaba esperando. Desde hace unos años, el mundo de las redes sociales, los correos electrónicos y el inacabable valor de nuestros datos han hecho que nos conozcan hasta en los sitios más recónditos del mundo. Es incluso criticable que ya no puedas comprar un accesorio de valor mísero sin que te cobren con preguntas como: ¿dirección?, ¿correo electrónico?, ¿teléfono celular? Algunos incluso abusan un poco y te preguntan ¿edad? o ¿estado civil? Todo esto, en la mente de un contemporáneo como Marcos, era suficiente para que esa llamada la recibiera en su celular, en su número "personal".
- ¿Aló, con quién hablo? – Fue el protocolo normal, nada fuera de lo común y seguro la frase más cliché de un "PAISA" para contestar a una llamada.
- Ay, Marcos, supusimos que haría eso, luego de la segunda llamada al móvil que le enviamos y el correo de voz que nos respondió, concluimos en, convertir esto, algo que bien pudo mantener a raya, en algo personal. Nos apena mucho haber tenido que llamarlo a su teléfono personal.
Esto ya me ha pasado varias veces: recibo una llamada, y luego de contestar, espero que alguien se comunique desde el otro lado de la línea. Como si me llenara de rabia e hiciera que la presión de mi cuerpo disminuyera tanto que comenzara a evaporar mi sangre, preguntan por mí sin identificarse. Siempre me he preguntado qué tan horrible es decir algo como: "Hola, ¿hablas con Jorge? Tengo el gusto de hablar con..." El caso es que cuando respondo lo obvio, que soy yo el dueño de la línea, y comienzan con una parafernalia de alguna empresa mal vista por su acoso publicitario, suelo no decir nada y colgar. Así pues, Marcos despegó el teléfono de su oreja y, sin decir nada, colgó. Paso siguiente, bloqueó aquel contacto, algo que yo también hubiera hecho.
Él lo veía venir. Era obvio que pronto volverían a llamarlo, y confirmó ese sentimiento que tenía arraigado desde hace algunos días en lo más profundo de su subconsciente. En realidad, era lo obvio, lo que ya le habían dicho; no había escapatoria, debía hacer lo que le pedían. Sintió miedo, ahora sí era de verdad miedo. Por primera vez, pensó en su familia, en sí mismo, en lo que eran capaces de hacerle y en las cosas que debía comenzar a sacrificar por los males azares de la vida. Se arrepentía de que, creyendo en Dios, nunca le hubiese pedido que evitara que conociera a personas malintencionadas.
Marcos se encontraba en su local, acababa de tomar unas fotos para una niña, según lo que le dijeron y lo que parecía, eran para su documento de identidad. Podía ver la inocencia de aquella criatura en la pantalla de su computadora mientras la editaba en Photoshop y le arreglaba algunos desperfectos, que en realidad eran muy pocos. Su celular a su lado, el que pocas veces dejaba sin supervisión, volvía a sonar, y ahora sí, con la resignación de sus pensamientos y conociendo quién era, contestó.
- ¿Qué sucede si me rehusó a hacer lo que piden?
Hubiera sido gracioso que al otro lado de la línea contestara su esposa, o su madre. ¿Cómo les explicaría lo que acababa de decir? Se vería en un problema muy grande. Escribo lo anterior porque me gusta considerar todas las posibilidades, y aunque tengo en mis manos el poder del guion, me gusta pensar que en algún momento mi subconsciente escribirá algo de lo que yo no me entere.
- No somos claros en eso, queremos evitar entrar en detalles con respecto a las consecuencias, creo que aún no hemos arreglado ese problema en la organización, nunca han funcionado las amenazas sencillas. El caso es, si usted no coopera y no ejecuta las instrucciones una a una como las leyó, será entonces como otro miembro de nuestra comunidad se encargará de poner a su mujer a dormir eternamente. – Me da risa, es un comentario demasiado cliché, ya está muy utilizada esa frase y me sorprende que aún hoy la sigamos utilizando con tanta naturalidad.
- Entiendo, y ¿para cuándo necesitan que lo haga? – Marcos estaba resignado, había sucumbido ante la presión, y quizá, nunca saldría de aquel hueco en el que acababa de entrar.
- Tiene una semana Marcos, nada más. Estaremos esperando con ansias la conclusión de su tarea.
- Está bien, señorita muchas gracias.
- Antes de colgar, le voy a dar la dirección que necesita. A lo largo de la Circunvalar 1, en la entrada de la UPB, frente al Bloque 14, se encontrará con un colega nuestro, suele mantener por ahí, no tenga miedo de hablarle. Será fácil de reconocer; es el único que tiene el pelo pintado de azul. ¿No cree que sea una buena forma de identificarlo? Él le dará acceso a los medicamentos psiquiátricos. Recuerde llevar suficiente efectivo, y no se sorprenda si se los entrega en una botella de Coca-Cola o algo similar para no levantar sospechas. Por último, recuerde acompañarlo hasta el estacionamiento de la facultad, y recibir el vehículo que le vamos a prestar por esta ocasión. Es un gusto hacer tratos con usted, estamos en contacto. Ah y otra cosa, como sabemos que de pronto lo ha olvidado, Robledo - Civiton – La línea, ahora por parte de la voz del otro lado.
La mejor manera de manejar un bajo perfil es no hacerlo. Esconderse en exceso levanta sospechas, al igual que el asesino en serie que se camufla entre el jurado mientras juzgan a un inocente que se cree criminal. La naturalidad, la ejecución sencilla y obvia de las cosas, es la mejor manera de evitar ser descubierto. Es evidente que una organización con años de experiencia, o algo similar, ya comprendía a la perfección cómo llevar a cabo lo que todos conocemos como "hacerse el de la vista gorda, que no es con él". Razón por la cual, la entrega de un medicamento de prescripción o un vehículo dentro de una institución de educación superior, nunca serán malas ideas.
Marcos había olvidado muchos detalles sobre lo que debía hacer; en realidad, no pensaba hacerlo, y por eso muchas cosas se fueron como las cenizas de las que hemos metaforizado tanto. Incluso lo del Clonazepam, o lo que carajos fuera que le iban a dar, había desaparecido de su mente hace mucho.
No tardó mucho en comenzar con el macabro plan. Al día siguiente, después del almuerzo, dejó encargado a su compañero de confianza del negocio, con alguna excusa sobre obligaciones "personales", y se dirigió hacia la Circunvalar 1, pensando en todo momento en que "el mal camino, andarlo breve". Tomó su auto y lo dejó en un centro comercial cercano a la UPB; no quería dejarlo en su local, que lo vieran salir sin él sería motivo de sospecha y no tenía mente para inventar cualquier clase de mentira sobre hacia dónde se dirigía.
El personaje que buscaba cumplía a la perfección con las indicaciones que le habían dado. Después de todo, sí, sí era una buena forma de identificarse; su pelo azul era notorio desde muy lejos. Se acercó al sujeto, que se encontraba comprando una especie de empanada en una de las cafeterías cercanas a la avenida justo enfrente del bloque 14, y, como quien comienza a asumir que ya todo el mundo conoce su vida, saludó.
- Ole parcero ¿cómo va? Soy Marcos, no me recuerda del colegio.
- Claro parce, todo súper y ¿usted cómo va? Me contaron que tiene una familia muy hermosa. – Las expresiones del sujeto no eran dramáticas, ni siquiera de sorpresa y eran más que todo robóticas, como si todo lo que estuviera diciendo estuviera gravad. Por otro lado, Marcos sabía que el comentario sobre su familia era una forma de presionarlo y hacerle entender que lo que estaba haciendo era la mejor decisión y que no debía arrepentirse de nada.
- Ole sí, me contaron que lleva tiempo estudiando aquí en la U, siempre he querido conocer las instalaciones, nunca tuve la fortuna de asistir, ja, ja, ja, mentira nunca quise hacerlo, vivo bien con el oficio que he aprendido.
- Si tiene tiempo puede darle una vuelta y nos desatrasamos de las cosas que han pasado, yo seguro no he llegado al éxito como usted, si no mire mi pelo, pero algo podría interesarle de mi vida.
- ¿En serio? Me encantaría.
Y así como los amigos que se reencuentran después de una vida alejados y quieren revivir algo que seguro está muerto, que para el lector es claro que nunca existió, ambos se dirigieron hacia las instalaciones de la Universidad. Ya allí, ambos se subieron a un vehículo un poco antiguo; en la parte trasera no existía logo, las letras de Mazda, y la antigüedad del sonido del motor hicieron que Marcos supusiera un modelo de 1998 a 2001.
Después de haber conducido cerca de 15 minutos en direcciones diferentes, y sin decir nada, el sujeto que conducía estacionó el coche a un lado de una calle desolada, justo encima de una de las tantas marcas de "prohibido parquear" en el suelo. Puso el freno de mano, le indicó un precio a su copiloto, y le señaló una botella de agua casi terminada en el asiento largo trasero del coche. Marcos, cada vez más convencido de lo que estaba a punto de hacer, hizo el pago pertinente y se pasó despacio al asiento del conductor. El hombre de pelo azul se quedó sobre la acera esperando a que Marcos encendiera el motor y se perdiera al voltear la esquina hacia lo que algún fanático llamaría su destino.
Marcos paró en un Starbucks; quería que el tiempo pasara rápido y que la noche, su cómplice, apareciera lo más pronto posible. Durante el tiempo que pasó tomando su café preparado de forma magistral, con una de las leches más exóticas del mercado, optó por lo más sencillo: esperar a que aquel sujeto lo interceptara, que pensara que Marcos era una víctima potencial y, cuando este decidiera solicitarle algo, regalarle cualquier cigarrillo de marca singular, previamente bañado de forma poco cuidadosa en la sustancia extraña de aquella botella PET.
Hubiera sido una buena idea, si tan solo no existiera el riesgo potencial de que la combustión terminara con la vida de aquel sujeto, complicando las cosas aún más. Matarlo de forma escandalosa no era ni de lejos lo que tenía en mente, o bueno, digamos que de forma escandalosa a la luz de la ciudad en la noche. Así que lo mejor era calmar su sed, y para eso decidió comprar varios panes, algunos añejos y bastante expuestos a las bajas humedades del ambiente. Y regalarle una gaseosa de marca, un poco diluida. Lo difícil era encontrar a aquel sujeto, no recordaba muy bien cómo era su apariencia, y agradecía que, por fortuna, le volvieran a dar la ubicación no tan exacta de dónde encontrarlo.
Espero que la noche no fuera ambigua para nadie, y a las 21:00 horas, Marcos comenzó a deambular por el barrio en cuestión. Seguía de cerca el comportamiento de las personas indigentes, como él solía llamarlas, a ver si encontraba a alguien que le devolviera al pensamiento algún recuerdo y le indicara su verdadera víctima. Pasaron entre dos a tres horas en las que Marcos había perdido la esperanza; incluso había pasado casi una hora caminando de un lado para el otro, como si estuviera perdido, para ser él quien llamara la atención y atrajera las desgracias ajenas. Fue entonces cuando, a lo lejos, vio a un hombre de contextura gruesa, pequeño y sucio, muy sucio. Tenía el pelo largo y mal peinado, con una cabellera carcomida por la grasa, y su figura recordaba a la de un animal instintivo y voraz. Este individuo hacía comentarios obscenos a algunas chicas que salían de una discoteca, ubicada en una de las esquinas más recónditas del barrio donde se encontraba. Al fin lo había conseguido, a lo lejos se divisaba Mario Piedrahita.
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