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[012] - El gran escapista

Anna estaba acurrucada debajo de una manta en la sala de control revisando algunos documentos cuando Dean entró con una bandeja de comida.

—Esta bien, aquí vamos —dijo con una gran sonrisa—. La famosa sopa cura-todo de John Winchester. Suficiente pimienta de cayena para quemar tus labios, justo como mi papá solía hacerla.

Ella se recostó en la silla y suspiró con irritación mientras él colocaba la bandeja encima de los documentos. Le dio una pequeña sonrisa de agradecimiento, más parecida a una mueca, mientras empujaba la bandeja.

La sonrisa en la cara de Dean vaciló, pero recogió la cuchara. —¿Quieres que haga... lo del avión con la cuchara?

Anna lo ignoró. Su cabeza la estaba matando y todo lo que quería era silencio. Sam lo entendió, no sabía por qué Dean no podía.

La sonrisa cayó de su rostro y arrojó la cuchara de nuevo a la bandeja. —¿Cuándo fue la última vez que comiste?

Respiró hondo y se pasó una mano por la cara, sin mirarlo. —Yo no...

—Días, Anna —gruñó—. Han pasado tres días.

Ella frunció el ceño cuando sacó un termómetro de su bolsillo trasero. —¿Desde cuándo tienes eso?

—¿Desde cuándo empezaste a lanzar ondas de calor? —lo levantó hacia su boca como si fuera una niña de cinco años.

Eso fue todo. Había tenido suficiente. Normalmente, Dean siendo cariñoso era adorable. Como cuando la metía en la cama o la ayudó en sus días malos. Pero no podía soportarlo veinticuatro horas siendo de esa forma. Al final del día ella todavía era una mujer adulta.

Anna arrojó la manta a un lado y se puso de pie. La silla se deslizó hacia atrás y cayó al piso mientras hablaba. —¡Es suficiente, Dean! Por favor.

Él la miró con dureza. —Los pañuelos con sangre, la fiebre, las piernas temblorosas... eso no es bueno.

—Bueno, no estoy bien. Y no voy a estar bien hasta que volvamos a trabajar, hasta que pueda comenzar la tercer prueba.

—¿Prueba? —espetó Dean—. No te dejaría ni barrer —ella rodó los ojos mientras lo veía arrojar el termómetro a la bandeja.

Dean abrió la boca para discutir de nuevo pero se detuvo. Se calmó y la miró. Observó su piel lavada, sus ojos verdes cansados y​ se preguntó por qué estaba peleando con ella.

Estaba enferma y apenas estaba con ella. No recordaba la última vez que había podido abrazarla porque vivía inquieta durante la noche a causa de la fiebre. 

A pesar de que no quería saber que podría pasar, no pudo evitar pensar que quizás su tiempo con ella era limitado. Y si ese era el caso, ¿por qué estaba pasando lo que podrían ser sus últimas semanas peleando?

Suspiró y se apoyó contra la mesa. Anna tomó su mano cuando se la tendió y la apoyó contra su cuerpo. Sus brazos la rodearon mientras ella enterraba su rostro en su pecho.

Su voz era baja y tranquila. —Estamos en problemas con esto, está bien, y la única forma de salir es pasándolas. Créeme, lo sé. Y tú sabes cuanto deseo cerrar la puerta a todos esos hijos de perra. Pero tienes que dejar que te cuide, bebé. Tienes que dejarme ayudarte a recuperar tu fuerza.

Sus dedos se aferraron a la parte delantera de su camisa. —Esto no es un resfriado. O una fiebre, o algo que se cure comiendo. Es parte de todo. Esas dos primeras pruebas... no sólo son cosas que hice. Me están haciendo algo. Me están cambiando, Dean.

Él la apretó con más fuerza y ​​presionó sus labios contra su cabeza, sin estar del todo seguro de que decir. Por suerte, su teléfono sonó en su bolsillo, dándole unos minutos más para estar felizmente inconsciente de lo enferma que estaba.

—Es Kevin —dijo cuando vio la notificación de un correo electrónico.

—Por fin —Anna suspiró mientras se alejaba de Dean.

Dean subió los escalones y entró en la biblioteca para ir a la computadora portátil justo cuando Sam también entraba a la habitación. Anna le dio una pequeña sonrisa y se inclinó hacia él cuando la rodeó con el brazo.

—¿Cómo te sientes? —murmuró él mientras presionaba un beso en la parte superior de su cabeza.

—Como la mierda. Dean me ha estado tratando como a una niña de cinco años con gripe —rezongó.

—Él solo...

—Lo sé.

—Chicos. Vengan a ver esto —los llamó Dean. Ella y Sam fueron para pararse a su lado y mirar hacia la computadora—. Es un video de Kevin —explicó mientras ponía play.

Unas imágenes de Kevin en el bote aparecieron en la pantalla. Parecía tan miserable como el último tiempo.

—Sam, Dean, Anna —comenzó—. Puse este mensaje con un software y un servidor remoto para que se mande a ustedes si no meto una clave cada semana, lo que quiere decir que no lo puse esta semana. Y sólo hay una razón por la que no lo haría, quiere decir que si están viendo esto yo... Estoy muerto —Kevin se detuvo por un momento antes de comenzar a gritar—. ¡Estoy muerto, bastardos! ¡maldita sean, maldita sea Dios y todos los demás!

Anna se estremeció, apartando la vista de la pantalla por un momento antes de obligarse a mirar de nuevo.

—Crowley debió haberme encontrado —continuó. Su voz se había vuelto tan miserable como al principio-. Y lo único que sé es que no me romperá esta vez. No estoy seguro de cómo lo sé, pero lo sé. He estado subiendo todas mis notas y traducciones. Les estoy mandando los links para que los puedan tener. Ustedes van a tener que descubrir lo que falta. Lo siento —comenzó a llorar y Anna sintió que lloraba con él—. Sé que era mi trabajo, pero no pude... lo siento.

La pelirroja presionó su mano contra su boca cuando la pantalla se volvió negra y las lágrimas rodaron por sus mejillas. Sam la atrajo hacia él abrazandola, se estremeció cuando Dean gritó y tiró un montón de libros de la mesa.

****

—Sí. Sé que no lo has visto, Keel. Nadie lo ha hecho —Dean hablaba por celular mientras caminaba de regreso a la biblioteca—. Está bien, bueno, si hablas con Garth solo pídele que llame.

Colgó y miró hacia donde Sam estaba sentado junto a una impresora que soltaba otro puñado de páginas llenas con las notas de Kevin.

—¿Garth sigue trabajando? —preguntó Sam.

Dean apoyó sus manos en la mesa en que estaba Sam. —Sí.

Sam se encogió de hombros. —¿Y los Profetas de reemplazo? Digo, si Kevin está... si está muerto, ¿no se activa otro?

—Nada, ni un pío —miró a su alrededor, de repente sintió la necesidad de abrazar a la pelirroja—. ¿Dónde está Anna?

La cara de Sam cayó y él se recostó en su silla. —En su habitación con Emily. Ellas lo tomaron bastante duro.

Dean pasó su lengua sobre su labio inferior y asintió. —El corazón de esa mujer es demasiado grande para su propio bien.

—Ella es leal, eso es seguro —dijo Sam—. Ellas, en especial Anna, han experimentado muchas pérdidas.

—Si, su padre, su madre, Bobby. También Benny y ahora Kevin. Es una mierda.

—Sí —afirmó Sam—. La escuché llorar.

—Y encima todo lo de las pruebas —Dean hizo una pausa—. Estos son los momentos en los que pienso que ella estaría mejor lejos nuestro.

****

Anna y Emily se sentaron al final de una de las mesas de la biblioteca. Dean y Sam se sentaron uno frente al otro. Los cuatro estaban repasando las notas de Kevin tratando de descubrir algo. Cualquier cosa que valiera la pena.

—Está ahí de nuevo, cada vez —Sam habló mientras comparaba dos páginas con notas.

Anna lo miró, sin molestarse en levantar la cabeza de su mano.

—¿Qué? —Dean gruñó sin levantar la vista.

—Este símbolo, lo conozco —dijo Sam—. Ahora, Kevin lo anotó como... una especie de firma para el escriba de Dios. Aparece cada vez que Metatron hace una de sus notas de edición.

—Está bien.

—Pero creo que lo he visto antes. Fue hace mucho tiempo. Fue en uno de mis cursos de humanidades en Stanford.

Dean frunció el ceño cuando Sam se levantó y fue a buscar un libro en los estantes. —¿Enseñaban la palabra de Dios en Stanford?

—No, era un repaso de arte nativo americano. Creo que es un petroglifo.

—¿Un petro-qué?

Sam encontró el libro que estaba buscando, lo abrió en la página que quería y lo dejó sobre la mesa para que todos lo vieran. Anna suspiró y se puso de pie para mirar.

El Winchester menor señaló el dibujo de un símbolo en la parte superior de la página. —Perteneció a una tribu pequeña en Colorado, eran más como un clan. Aquí dice que se mantuvieron en su pedazo de montaña aún cuando todas las otras tribus cayeron ante el hombre blanco. Así que este glifo era una marca territorial. Traducción más cercana: "Mensajero de Dios."

Anna frunció el ceño y dio un paso atrás. —Mensajero de Dios —Sam, Dean y Emily la miraron. Sintió un tipo de excitación burbujeando en su estómago—. ¡Mensajero de Dios, tenemos que ir allí!

Los ojos de Dean se agrandaron. —¿Con esa pandilla? Apenas puedes caminar.

Anna se pasó una mano por el pelo. —Sólo voy a empeorar. Hasta que vuelva a trabajar, hasta que encontremos la tercera prueba, ¡no tenemos Profeta! ¡No vamos a descifrar lo que Kevin no pudo! ¡Yo digo que vayamos con este mensajero de Dios quien lo escribió en primer lugar!

—¿Crees que este Metatron se esté escondiendo en las montañas con un grupo de Indios?

—¡Sí! —afirmó—. Sí, lo creo —Sam y Dean intercambiaron una mirada y ella presionó sus labios—. Y no deberías decir "indios" es... —suspiró—. Deberíamos irnos.

—Espera un minuto. Tú no irás.

Todas las cabezas que estaban en la biblioteca se giraron para ver a Emily que estaba de pie, con los brazos cruzados mientras miraba a su hermana.

Anna frunció el ceño confundida. —¿Qué?

Emily negó con la cabeza. —No dejare que vayas allí sola Anna, apenas puedes moverte. Es una locura.

—Gracias por el elogio —Dean murmuró por lo bajo, ganándose una mirada mortal de la pelirroja menor.

Anna suspiró cansada. —Emily debo ir. No es algo que yo decido —trató de razonar—. Voy a estar bien.

—No sabemos eso. Pero si quiere ir está bien... —Anna sonrió agradecida de que comprendiera—. Pero si vas, iré contigo.

—Emily, no creo que sea buena idea —Sam habló lo más calmadamente posible.

—Oh disculpa, ¿en qué momento pedí tu no-interesante opinión?

—Auch, eso dolió —Dean bromeó.

Ambas pelirrojas sacudieron la cabeza para seguir discutiendo, antes de que Anna pudiera protestar, Emily fue más rápida para hablar. —O voy contigo o no iras.

—Emily...

—Tú eliges

Anna observó como su hermana se cruzó de brazos decidida. Por un momento tenía ganas de abrazarla. Siempre fue la única que estuvo allí para ella, por más que la intentara dejar de lado para protegerla, Emily se metía entre las costuras para cuidarla. La amaba demasiado, esa era la razón por la cual la quería lejos de esa vida.

Ella quería verla teniendo una vida normal. La vida que Anna nunca pudo.

La mayor suspiró resignada mientras se volvía a sentar. —De acuerdo.

Emily sonrió ampliamente. —Ire a empacar

Dio media vuelta, haciendo que su pelo volara y se alejó para ir a su habitación. Dean aclaró su garganta atrayendo la atención de Anna y Sam.

—Ten cuidado con lo que dices Winchester —amenazó la pelirroja.

Dean levantó sus manos al aire sonriendo. Si pensaba que Anna era protectora ella no se comparaba con Emily.

****

Las montañas en Colorado resultaron ser un pequeño casino llamado Two Rivers. En el momento en que Anna puso un pie en ese lugar, pudo sentir que algo estaba pasando. Su visión se volvió borrosa e incómoda y se sentía cada vez más mareada. Era cómo si estuviera borracha para ser más específicos.

Entonces el sonido de unas campanas comenzó. Solo duró unos diez segundos. Se giró hacia Sam, Dean y Emily, que estaban tratando de reservar una habitación. No habían escuchado nada.

Para cuando las chicas habían llegado a la habitación, Dean y Sam le estaban echando un vistazo al lugar. Anna se sentía como cuando tuvo su primera borrachera a los 17 y vomito todo el auto de su amiga. Apenas podía sentarse y mucho menos ponerse de pie.

Dean y Sam entraron al dormitorio para verla recostada en la cama con un brazo sobre los ojos y a Emily en la cama de al lado con su portátil.

—Una buena meca de turistas tenemos aquí —dijo Dean—. Somos los únicos huéspedes en todo el lugar. La última entrada en el registro fue en el 06.

Anna sonrió cuando lo sintió sentarse en el borde de su cama. —Oye, Dean, ¿recuerdas cuando... cuando fuimos a esa casa encantada?

—¿Qué? —Dean frunció el ceño.

—La casa embrujada. Con la amiga muerta de Bobby. Y ¿pensaste que estaba coqueteando contigo? Me diste un largo discurso sobre cómo no podía hacer eso contigo porque según tú también lo hacía con Sam.

Sam, que había estado sonriendo ante sus palabras, arqueó las cejas y miró a su hermano. Dean rodó sus ojos y agitó una mano ante su confesión.

—Bebé, eso fue hace dos años —dijo mientras la miraba.

La pelirroja comenzó a reírse sola ante las confusas miradas de los demás. —Pensaste que quería tener sexo contigo.

Sam y Emily no ocultaron sus sonrisas, el Winchester mayor los reprimió con la mirada.

—Está bien...

Dean no llegó a terminar la frase porque Anna lo interrumpió con su risa. —Y estabas en lo correcto, yo quería tener sexo contigo. Sobre todo cuando vi tu trasero Dean. Es tan redondo y esponjoso.

—Si, bueno, eso es suficiente —dijo Dean mientras se ponía de pie—. Sammy y yo vamos a revisar el Museo de Viajes y Puesto de Comercio de Two Rivers.

—¡Sí! —Anna gritó alegre mientras se obligaba a sentarse y se deslizarse hasta el final de la cama —. Voy a... voy a seguir al gerente del hotel. Al Dr. Scowley-Scowl. Suena como un villano de Scooby-Doo.

—No, ¿cariño? —ella miró a Dean y le puso una mano en el hombro—. No creo que estés en condiciones.

—No los dejaré ir solos.

Emily suspiró poniéndose de pie. —Yo iré con ellos. Deberías descansar un poco.

La pelirroja volvió a mirar su cama. —Sí, también podría hacer eso.

Sam se rió entre dientes mientras la miraba caer sobre la cama con los ojos cerrados. Se acercó y le apartó el pelo de la cara antes de inclinarse para besar su frente.

—Quédate, Sammy —murmuró mientras levantaba una mano y la pasaba sin control por su pelo—. Podemos tener el sexo duro y caliente.

Ahogó otra risa antes de hablar. —Anna... no creo que estés en condiciones de consentir algo, mucho menos de tener "el sexo".

Murmuró algo en voz baja y con los ojos todavía cerrados, le dio unas palmaditas en la mejilla. — Eres un buen hombre, Sammy. Un buen hombre.

—¿Es ese el tipo de distracción que esperabas? —Dean gruño una vez que estaban fuera de la habitación.

Sam sonrió. —Estás celoso de que no te haya pedido que te quedes.

—Cállate.

****

Anna estuvo en la cama durante diez minutos antes de sentir que la fiebre empezaba de nuevo. Dio media vuelta antes de levantarse y salir tambaleándose al pasillo. No estaba segura de lo que estaba buscando, lo único que sabía era que si no podía descansar, tenía que ayudar con el caso.

No había llegado a la mitad del pasillo antes de que se abrieran las puertas del ascensor y tuviera que esconderse en una habitación vacía. 

Espió al recepcionista que dejaba un paquete frente a una puerta al final del pasillo. No era algo que le hubiera parecido extraño, si no fuera porque ya había un montón de paquetes en la puerta.

En el momento en que el hombre se fue, ella tropezó aún más por el pasillo y casi se cayó en la pila de paquetes en su apuro para abrir uno. Estaba lleno de libros.

En su estado delirante, ese fue el descubrimiento más asombroso que había hecho. Trató de correr a su habitación, tropezando por el pasillo y murmurando la frase "Oh Dios mío" una y otra vez hasta que cerró la puerta detrás de ella. 

Sintió que su cuerpo se quemaba y su visión se volvía borrosa, pero estaba decidida a llamar a los hermanos y contarles su descubrimiento.

Se las arregló para llamar al teléfono de Dean antes de desplomarse al suelo.

****

Anna abrió los ojos mientras estaba sumergida en una bañera de agua helada. El pánico y el miedo fue lo primero que sintió. 

Salió del agua, sentadose y tomando una profunda bocanada de aire. Su cuerpo entero dolía por estar sumergida en hielo por tanto tiempo. Dean se inclinó para sacarla y ella se aferró a él como un gato atrapado en el agua.

—Tómalo con calma bebé. Oye, tranquilízate. ¡Dios! —trató de calmarla mientras la ayudaba a salir. 

La obligó a pararse, mientras temblaba, para que Sam pudiera envolver una toalla a su alrededor. Anna no sabía si era por el agua fría o porque la fiebre había desaparecido, pero de repente podía pensar con claridad. O al menos, mucho más claro que antes.

—Te encontramos en el piso, desmayada, tu temperatura era de 41° —explicó Dean—. Tuvimos que forzarlo a bajar o eras tostada.

A ella no le importaba su explicación. Solo le importaba lo que había visto y el sentido que la situación había cobrado.

—Él está aquí —afirmó Anna—. Metatron está aquí. Lo sé. Puedo escucharlo.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Sam mientras comenzaba a frotar sus manos arriba y abajo sobre sus brazos para calentarla.

Ella sacudió su cabeza. —Todo lo que sé es que estoy conectada de algún modo.

—¿Cómo? ¿Estás conectado a él como un Profeta? —Dean la cuestionó mientras le entregaba a Sam otra toalla.

Emily estaba sentada en el borde de la bañera donde los muchachos habían metido a su hermana para salvarla. Era la primera vez que podía ver con claridad la facilidad con la que los tres convivían. 

Nunca había sido muy aficionada a la relación que su hermana mantenía con ellos, ¿quién puede amar a dos personas con la misma intensidad? eso le parecía ridículo. Y ¿qué clase de persona compartiría al amor de su vida con su hermano? eso le parecía aún más ridículo.

Si tuviera que elegir a uno, a regañadientes elegiría a Dean, para ella ninguno era digno de su hermana pero el mayor de los Winchesters parecía él que más se preocupaba. Sin embargo cuando vio la forma en que Sam enloqueció cuando la encontraron desmayada, pudo darse cuenta que ambos la amaban de la misma forma.

También pudo darse cuenta que ella ya no era imprescindible en la vida de Anna. Que por fin había encontrado a alguien que la cuidara como se merecía y eso la dejaba tranquila.

—¡No lo sé! —gritó Anna, el calor desapareció cuando Sam retiró sus manos para tomar la toalla, ponerla sobre su cabeza y comenzar a secar su cabello—. Sólo sé que está aquí. Metatron está aquí.

Dean asintió. —Está bien. ¿Aquí dónde?

Ella pensó por un segundo, tratando de recordar el número de la habitación. No podía, pero pensó que tal vez podía volver sobre sus pasos. —Les mostraré. El gerente le estaba entregando libros.

—¿Libros?

Ella tiró de la toalla de su cabeza y de las manos de Sam mientras daba un paso hacia Dean. —Libros. De tapa dura, de bolsillo, novelas... Libros.

Dean frunció el ceño y compartió una mirada con su hermano. —Historias —dijeron al unísono.

****

Dean y Sam no dejaron salir a Anna de la habitación hasta que estuviera abrigada, seca y vestida con ropa cómoda, que era una camisa gigante de uno de ellos y sus viejos jeans.

—Deberíamos llevarte a la sala de emergencia —Sam habló cuando las pelirrojas salieron finalmente al pasillo con ellos.

Anna tuvo que agarrarse al marco de la puerta y a su hermana para sostenerse antes de comenzar a caminar con inestabilidad. Ella los guió por los pasillos, pasando puertas que eran todas iguales, hasta que su memoria hizo clic cuando llegó a la habitación. Se apuró para llegar, parándose en la puerta elegida. 

—¡Estaban aquí, los libros, las cajas! Ya no están.

—Dean.

Dean miró a su hermano que se acercaba a la pelirroja y empujaba la puerta que estaba entreabierta. La habitación estaba llena de miles de libros que habían sido amontonados en columnas alrededor del lugar. Columnas tan altas como Sam.

Anna se veía aterrorizada y perdida mientras entraba, Emily y Dean entraron detrás. Pero cuanto más tiempo estuvo en la habitación, peor se puso. Cuando un zumbido volvió a sonar en su cabeza hizo una mueca de dolor, ambos hermanos se miraron preocupados.

Las cosas empeoraron cuando se encontraron cara a cara con un rifle sostenido por un anciano. Cuando le sacó el seguro, Sam empujó a las chicas detrás de él y las bloqueó con su cuerpo. Podía sentir a Anna presionar su cabeza contra su espalda y gemir de dolor. 

Compartió una mirada perdida con su hermano, inseguro de lo que podían hacer para ayudarla.

—¿Quiénes son? —preguntó el anciano.

—¿Metatron? ¿Éste es Metatron? —preguntó Dean mirando a Anna—. ¿Esto es Metatron?

Miró de nuevo al hombre, solo para descubrir que se había ido.

—Siéntense —dijo Metatron.

Los cuatro se giraron para darse cuenta que el hombre había re-aparecido detrás de ellos. Anna se agarró la cabeza cuando el sonido se hizo más agudo. Sam la atrapó cuando tropezó con él.

Metatron hizo un gesto con su rifle para que los cuatro siguieran su orden.

Dean y Emily tomaron a Anna por los hombros y la condujeron al sillón mientras Sam no dejaba de mirar al hombre. La pelirroja se dejó caer en sillón y se acurrucó en la esquina junto a su hermana, dejando suficiente espacio para que Dean se sentará en el borde y la bloqueara de la mira de Metatron. Sam se sentó en una mesa de café junto a Emily.

—¿Quién los envió? —preguntó Metatron mientras se acercaba a los cuatro.

—Venimos por nuestra cuenta. Somos los Winchester —explicó Sam.

—Soy Dean, él es Sam —Dean hizo un gesto hacia él y su hermano, dejando a un lado a las chicas para desviar la atención de Metatron de ellas.

No funcionó.

Él hizo un gesto hacia ellas con su rifle. —¿Qué hay de ellas?

Ambos hermanos intercambiaron una mirada. —Ellas son Anna y Emily —las presentó con un suspiro.

Anna asintió con la cabeza mientras miraba a Dean y Metatron, con las manos todavía agarrándose los oídos.

—¿Trabajan para Michael? ¿Para Lucifer? —preguntó Metatron.

—¿Realmente no has oído hablar de ellos? —Anna gritó por el sonido en su cabeza—. ¿Qué tipo de ángel eres? Ellos son... ellos son los malditos Winchesters.

—¿Michael y Lucifer? —habló Dean—. Esos tipos están fritos.

—Sí. Nosotros nos encargamos de ellos —afirmó Sam.

—¿Qué hay de Gabriel? ¿Y Raphael? —Metatron volvió a preguntar.

—Muertos —Sam contestó.

Dean negó con la cabeza y lo miró confundido. —¿En serio no sabes esto?

—He sido muy cuidadoso —se defendió Metatron.

Anna suspiró con irritación y se movió hasta apoyarse en la espalda de Dean para ver mejor a Metatron. —Oye, podrías... —se estremeció cuando el zumbido se hizo más fuerte—. ¿podrías apagarlo?

Metatron la miró confundido. —¿Apagar qué? —bajó su rifle y la miró—. Estás resonando.

—¿Resonando? ¿A qué te refieres con eso? —Sam se alarmó.

—Has estado tomando las pruebas. Estás tratando de tirar una de las grandes palancas, ¿verdad? Y vas muy avanzada. Tan avanzada que empiezas a resonar con la palabra o con su fuente en el plano material... conmigo.

—Dijiste que estabas siendo cuidadoso —preguntó Dean—. ¿Con qué?

—No soy uno de ellos —Metatron comenzó a explicarles—. No soy un arcángel. La verdad soy más común. Trabajaba de secretario antes que Dios me escogiera para acabar con el mundo. De cualquier manera, Él parecía muy preocupado por su obra, qué le pasaría cuando se fuera, así que me hizo escribir instrucciones. Y luego se fue. Después de eso los arcángeles se hicieron cargo.

Metatron acercó una silla para sentarse, su rifle ondeando mientras se movía. Todos se movieron incómodos ante eso, Dean trató de volver a ocultar a Anna detrás de él. Pero la pelirroja era terca y se empujó aún más adelante.

—Y lloraron —continuó Metatron—. Gimieron. Querían a su padre de vuelta. Todos lo queríamos. Pero entonces empezaron a organizarse. Los arcángeles decidieron que si su padre no estaba, ellos tomarían el control del Universo. Pero no podían hacer algo tan importante sin la palabra de Dios. Así que me di cuenta que tal vez ellos se darían cuenta, de que me necesitaban.

—¿Así que armas una revolcón en las plumas y decides desaparecer? —dijo Dean—. Enterrar tu cabeza en la arena para siempre.

Metatron asintió y Anna frunció el ceño cuando la irritación comenzó a crecer en su estómago.

—¿No tienes ni idea de lo que ha estado pasando? —comentó Sam.

Metatron negó con la cabeza y sonrió. —No. Ese es el punto.

—¿Así que has estado atrincherado aquí o en una en alguna cueva, escuchando historias, leyendo libros? —Dean gruñó.

La mueca de Metatron se convirtió en una sonrisa, como si estuviera orgulloso de su acto de desaparición. La irritación de Anna se convirtió en enojo mientras hablaba.

—Y era algo digno de verse —dijo—. Lo que trajiste a esta tierra... toda la matanza, el crimen, solo las crudas, salvajes invenciones de los monos desnudos de Dios, era de no creerse. Pero de verdad, de verdad... fue tu relato de historias —se levantó de la silla y se movió hasta que se apoyó en la parte trasera, con el rifle todavía en la mano—. Esa es la verdadera flor del libre albedrío, al menos como lo has dominado hasta ahora.  Cuando crean historias se convierten en dioses de pequeñas, intrincadas dimensiones en sí mismos. Tantos mundos. He leído tanto como es posible para un ángel, y no los alcanzo.

—¿Sabes qué? —Anna dijo en voz baja—. Aprieta el maldito gatillo.

Las cejas de Metatron se dispararon hasta la línea del cabello en estado de shock cuando Sam, Dean y Emily la miraron.

—¿Qué? —​​preguntó atónito Metatron.

Comenzó a levantarse de la silla, empujando a Dean y tropezando con la mesa mientras gruñía. —Aprieta el maldito gatillo. Cobarde, pedazo de basura.

—Anna —advirtió Dean cuando se paró junto a Sam para ayudarla a ponerse en pie, ella los sacudió.

—¡Anna! —Emily gritó alarmada.

Todos gritaron cuando agarró el extremo del rifle de Metatron y lo presionó contra su pecho.

—Todo el tiempo que has estado escondiéndote aquí. ¿Cuánto sufrimiento has leído? Sufrimiento humano. ¡¿Y cuánto de él ha sido a manos de tu especie?!  —le gritó.

—Vamos, oye —Dean gruñó mientras la empujaba hacia atrás, lejos del arma, hacia las manos de Sam.

Se volvió a girar hacia Metatron con una mueca. Después de lo que acababa de hacer, estaba enojado. Pero no con ella. Estaba enojado con Metatron por ponerla en esa situación. Estaba enojado porque estaba de acuerdo con lo que había dicho.

Tanto él como Sam y las hermanas había sufrido. Tuvieron pérdidas incalculables que lo único que hicieron fueron arruinar sus vidas.

¿Dónde habían estado los ángeles cuando perdieron a las personas que le importaban?

—¿Quieres una historia? —Dean gruñó—. Escucha la de Kevin Tran. Era sólo un chico. Era un buen chico de excelentes calificaciones, y entonces fue metido en toda esta basura de ángeles y se convirtió en un Profeta de la Palabra de Dios. En tu Profeta. Y debiste de haberlo cuidado, ¡pero no! En vez de eso estás aquí, escondido leyendo libros.

—Ahora está muerto por tu culpa —dijo Anna entre dientes.

Su desconsolada ira hubiera sido suficiente para patearle el culo a Metatron. Con apenas una palabra desapareció para reaparecer segundos después con Kevin inconsciente desplomado en el sillón. 

Tenía el cuello rojo, como si lo hubieran estrangulado, pero cuando Metatron colocó una mano brillante sobre su pecho, las marcas desaparecieron.

—¿Es todo? ¿Está bien? —Dean preguntó cuando Kevin no se despertó.

Anna se sentó en una pila de libros cuando sus piernas comenzaron a ceder. Sam corrió hacia ella y se inclinó para asegurarse de que estuviera bien, pero ella lo rechazó.

—Dale un minuto —dijo Metatron.

Entonces se fue a la cocina. Dean lo siguió, dejando a las chicas y a Sam para cuidar de Kevin. Pero lo principal era porque Anna todavía no podía pararse y ninguno quería dejarla sola de nuevo. No después de como la encontraron en la habitación del hotel.

La pelirroja se apoyó en la pierna de Sam, le resultaba difícil mantener la cabeza erguida. El menor de los hermanos paso sus dedos por su rostro y peinó su cabello mientras miraba a Kevin.

Metatrón estaba hablando en serio cuando dijo que le diera un minuto, porque un minuto exacto después Kevin se echó a reír.

Sam llamó a Dean y Anna se obligó a enderezarse y sonreírle a Kevin cuando la miraba.

—¿Kevin? —lo llamó Dean cuando dobló la esquina. Sonrió cuando el chico lo miró—. Oye. Creímos que te habíamos perdido.

—Estoy bien —dijo Kevin. Deslizó su mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó la otra mitad de la tabla—. Tengo la segunda mitad de la tableta. La tercera prueba. No le dije a Crowley.

—Entonces, ¿qué es? —Anna se inclinó ligeramente hacia adelante.

—Curar a un demonio —respondió Metatron.

Las cinco se voltearon para mirarlo y Kevin asintió. —Sí. ¿Quién eres tú?

****

Kevin se había ido. Hizo su trabajo y se estaba quedando en alguna parte. Habían dejado a Metatron en su acogedora habitación de hotel, imaginando que no estaba ofreciendo su ayuda en un corto plazo. 

Dean y Sam se sentaron en la parte delantera del Impala, conduciendo de regreso al búnker, mientras Anna descansaba su cabeza contra el regazo de su hermana.

—Curar a un demonio —comentó Dean con incredulidad—. Está bien, ignorando el hecho de que no tengo idea de lo que eso significa, si hacemos esto, mejorarás, ¿verdad? Quiero decir, ¿dejarás de intentar toser un pulmón y de estamparte con los muebles?

—Me siento mejor con sólo tener una dirección a la cual ir —mintió Anna con los ojos cerrados.

Dean asintió y ella ronroneó de felicidad como un gato cuando Emily comenzó a pasar los dedos por su cabello.

—Bien, bien —dijo Dean—. Porque a donde vamos no suena como un picnic.

—Pero nos dirigimos a algún lado —afirmó Sam—. Al final.

Dean apretó los frenos bruscamente y todos tuvieron que aferrarse a algo para no salir volando. Anna se enderezó para regañarlo cuando el automóvil finalmente se detuvo, pero cerró la boca cuando vio a un hombre tirado en medio de la carretera.

El hombre se movió a un lado y se apoyó con un brazo. En el momento en que los faros del Impala iluminaron su rostro, ella salió del asiento trasero a los tropezones y corrió hacia él.

—¡¿Cas?! —dijo mientras caía de rodillas junto a él.

El ángel cayó de espaldas de nuevo con un gruñido. —Necesito un poco de ayuda.

****


Bueno, se que tarde un poco en publicar pero estamos en Diciembre y mi vida comenzó a ser un caos.

Apareció Metatron. El personaje más odiado por todos los que vimos Supernatural.

Falta poco para el final de temporada. Tal vez haya grandes cambios o tal vez siga como la serie. De cualquier forma la cosa se va a poner fea. Perdón de ante mano.

Ustedes que prefieren ¿cambio dramático o seguimos como en la serie?

Besos a todos y gracias por el apoyo de siempre 😙💞

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