[010] parte I
Al día siguiente, Anna estaba apoyada contra la entrada de una sala de estar en una granja, mientras el coro de Garth terminaba. Resultó que el cazador realmente podía tocar el piano. Dean estaba parado a su lado, su cara estoica mientras sus ojos se movían rápidamente por la habitación. Supuso que estaba tratando de memorizar la cara de todos allí.
Garth se acercó a los dos cuando todos comenzaron a salir por la puerta principal. Bess estaba cerca de él. La pelirroja se preguntó mentalmente si todos pensaban que ella y los Winchester estaban tan unidos como esos dos.
—Hola. Bueno, ¿qué te dije? Está todo bien ¿cierto? —habló Garth.
Anna soltó un suspiro mientras miraba a su alrededor. Sabía cuál era la respuesta de Dean, sin embargo ella estaba un poco más abierta a otras sugerencias.
—¿Todos aquí son lobos? —preguntó Dean en voz baja.
—Sí.
—Sí, no todo bien.
—Oh, vamos, Dean —suspiró Garth—. Solo tienes que conocerlos —se giró ligeramente y señaló a dos hombres que estaban de pie en el rincón más alejado de la habitación—. Ellos son Russ y Joba, primos hermanos de Bess por el lado de Joy —los dos hombres saludaron con la mano y Garth señaló al siguiente líder del grupo—. Este es el reverendo Jim, el padre de Bess, líder de la manada y un buen hombre.
Al oír su nombre, el reverendo Jim se acercó a los cuatro con una sonrisa, su esposa Joy a su lado.
—Dean y Anna ¿no es así? Bienvenidos. Jim Meyers —dijo mientras extendía su mano hacia ella primero—. La gente generalmente me llama...
—Reverendo Jim —lo interrumpió Anna sin darle la mano—. Sí, lo comprendo.
Garth soltó una risita nerviosa. —Oh, fue mi error. Anna tiene este loco temor a los gérmenes.
—No. Solo odia a la iglesia —Dean lo contradijo.
Anna tragó y se enderezó, su relación con la iglesia no era algo que quisiera que fuera de conocimiento público. Sabía que solo intentaba protegerla, pero Dean no podía cumplir con los deberes de un marido cuando ella todavía no había decido si ese era o no su papel.
El reverendo Jim suspiró, no estaba convencido ni por la excusa de Garth ni por la de Dean. —Entiendo tu aprehensión. Los cazadores y nuestra clase no tienen la mejor historia.
—Pero creo que encontrarás que no somos muy diferente —explicó Joy, cuando se unió a la conversación, con una sonrisa.
—Hermana, lo dudo mucho —contestó la pelirroja.
—¿Por qué no partimos el pan y lo vemos? —ofreció el reverendo Jim.
—¿Por qué haríamos eso?
El reverendo Jim y Joy soltaron un suspiro antes de pasar entre los dos para dirigirse al comedor. Garth les dio a ambos una mirada de asombro y dijo sus nombres como reprimenda.
Poco tiempo después, Anna y Dean estaban sentados alrededor de la mesa del comedor con toda la familia. Ambos tenían un bistec, un poco de maíz y pan en sus platos mientras todos los demás comían órganos de animales crudos.
—¿No dan las gracias o algo? —preguntó Dean.
Gruñó cuando Anna pateó su pierna por debajo de la mesa. Lo último que quería era que comenzaran a orar. Dean la miró con dureza y por un momento muy breve, las cosas entre los dos parecían normales. Luego, la mirada dura se convirtió en culpable y en un momento desapareció.
—Somos más espirituales que religiosos —contestó el reverendo Jim mientras los miraba a los dos—. Creemos, más como los nativos americanos creían, que la naturaleza y el hombre son uno.
—Sí, realmente les resultó muy bien para ellos —murmuró Dean.
Garth lo miró y un silencio incómodo cayó alrededor de la mesa. Las tácticas de Dean eran horrendas, por lo que Anna tomó una ruta diferente cuando notó las balas de plata colgando alrededor de los cuellos de todos.
—Entonces, ¿por qué un puñado de hombres lobo llevan balas de plata en sus cuellos?
Dean la miró antes de cambiar sus ojos para ver de lo que estaba hablando.
Bess pasó sus dedos sobre su bala y le sonrió. —Muchos de nuestra especie se ven a sí mismos como indestructibles. Es un recordatorio constante de cuán preciosas son nuestras vidas.
—Sí, pero es plata —dijo Dean—. Quiero decir, ¿no quema?
—Sí, un poco —contestó Garth—. Pero ese es el punto. Nos recuerda nuestra fragilidad.
—Mi hija, Bess, nació como licántropo —explicó el reverendo Jim—. Fue uno de los días más enorgullecedores de mi vida —su expresión se tornó solemne y respiró hondo, como para calmarse—. Que de repente se volvió trágico... cuando un cazador asesinó a mi esposa. Créeme cuando te digo, que quería que alguien pagara. Luego miré a Bess y me di cuenta que el camino de la venganza es oscuro y solitario, del que nunca te liberas. Y ese vacío en tu estómago, nunca lo llenarás, nunca.
El cuerpo de Anna se puso rígido cuando sintió que los ojos de Dean la miraban. Sabía que estaba pensando en su búsqueda de Gadreel y en lo que le había dicho el el hospital.
—Sí, lo entiendo —contestó ella en voz baja.
Dean flexionó sus manos sobre la mesa. Sus dedos se estiraron lo suficiente como para rozar los de Anna, pero ella bajó sus manos hacia su regazo en lugar de dejarlo jugar como solía hacerlo.
Y la pelirroja se sintió exhibida por toda la mesa.
Como si todos pudieran ver la tensión entre ellos dos. Como si todos supieran su historia. Se sintió expuesta ante todos y su pecho se tensó. De repente, la habitación se sentía demasiado sofocante.
—Entonces elegí mirar hacia adelante, no hacia atrás —continuó el reverendo Jim ajeno a todo lo que sucedía—. Y en el minuto en que lo hice, los poderes me trajeron esta hermosa, compasiva, maravillosa mujer a mi vida —le dio a Joy una sonrisa amorosa y en ese momento, todo lo que Anna quería era que Dean la mirara así—. Y ella me ayudó a criar a una pequeña como si Bess fuera su hija.
—No todo es gracias a mí —dijo Joy—. Papá ayudó en esto también. Él vio tu potencial.
—¿Papá? —preguntó Dean.
Anna apretó los dientes contra el endurecimiento de su garganta y trató de ignorar las náuseas en su estómago. De repente, se dio cuenta de que cada hombre lobo en la habitación podía escuchar los latidos erráticos de su corazón.
—Mi padre, bendita sea su alma, fue el reverendo anterior de nuestra iglesia —explicó Joy mientras la miraba—. La tercera generación que sirvió en nuestra familia.
—Entonces, ¿ustedes son la cuarta generación de hombres lobo?
—Sí.
—Anna. ¿Estás bien? —preguntó el reverendo Jim.
Trató de respirar profundamente pero era como si el aire apenas lograba entrar en sus pulmones.
—Bien —dijo mientras se levantaba de la mesa, casi derribando su silla—. Tenemos que irnos.
Casi salió corriendo de la casa, se cayó por las escaleras del porche delantero. Dean trató de atraparla, pero estaba demasiado lejos para llegar hacia ella a tiempo cuando tropezó unos pasos por el camino de entrada.
Cayó de rodillas en la grava y Dean se agachó a su lado.
—Bebé, ¿qué está pasando? —el pánico en la voz de Dean era evidente, mientras envolvía una mano en la parte posterior de su cuello.
—Ataque de pánico —fue lo único que pudo decir—. Sácame... sácame... no quiero estar acá.
Sin otra palabra, Dean la tomó en sus brazos y la llevó al final del camino de la entrada donde estaba el Impala. La recostó en el asiento trasero y cerró la puerta con fuerza en su prisa por llegar al frente.
Se deslizó hacia la carretera, casi chocando con otro auto. Tres veces se desvió del camino en sus intentos de girarse y calmarla.
Anna quería a Sam allí, era bueno en ese tipo de cosas. No es que Dean fuera terrible, solo que se ponía demasiado emocional. Demasiado asustado. Sam siempre había sido capaz de mantenerse estable cuando lo necesitaba.
Cuando su respiración comenzó a calmarse, Dean le prestó más atención a la carretera. Cuando estaba a unos pocos kilómetros lejos de la casa, se detuvo al costado del camino. Sin decir una palabra, salió y se arrastró hasta el asiento trasero.
Se inclinó hacia ella y luego se detuvo en seco, sus manos flotaban en el aire mientras la miraba.
—¿Estás bien? —preguntó intranquilo.
Pero Anna no lo estaba. El ataque de pánico había pasado, pero ahora podía sentir una especie de agujero en su pecho. Se sentía sola, y sin embargo, el hombre que amaba estaba sentado en frente suyo.
Y por un momento, lo miró. Él era tan hermoso para ella. Tenía tantas fallas, pero todas ellas valían la pena.
Era cariñoso, protector y tan dulce. La empujó a ser mejor. Él la soportó cuando era molesta. Incluso pensó que tal vez la amaba más cuando era molesta. Se sentó allí mirando a uno de los dos hombres más perfectos que había conocido y todo lo que podía pensar era... ¿cómo podría un hombre como Dean Winchester amar a alguien como ella?
Y sin pensarlo, se lanzó a través del asiento hacia él.
Sus dientes se chocaron mientras trataba de besarlo, pero a él no pareció importarle. Las manos de Dean agarraron su cintura con tanta fuerza que estaba seguro que dejaría algunos moretones.
Sin embargo, la dejó tomar las riendas de la situación, algo inusual. Cuando sus manos le desabrocharon los pantalones, hizo lo mismo con los de ella. Y solo cuando Anna trató de sentarse a horcajadas sobre su regazo, él los deslizó un poco sobre sus piernas y se movió hacia una posición más cómoda.
E incluso entonces, no entendió lo que la pelirroja sentía. De hecho, solo dijo algo cuando ella lo tomó en su mano y comenzó a inclinarse sobre él.
—No estás preparada...
—No me importa —ella murmuró contra su boca.
A Anna no le importaba que no estuviera lista para aceptarlo en su cuerpo. Lo que necesitaba era sentirse amada, aunque sea solo por un momento, ella necesitaba sentirse valiosa. Necesitaba sentir que alguien realmente podía quererla. Necesitaba llenar el agujero en su pecho con... algo.
Entonces lo llenó con Dean. Su olor. Su toque. E incluso cuando ella apretó su rostro contra su cuello e hizo una mueca al sentirlo dentro suyo, se dijo a sí misma que eso era lo que se merecía. Un poco de sexo. No más. Ella no valía más que eso.
No sabía si Dean entendía que estaba sufriendo, pero la aceptó de todos modos. Él gruñó en su oído mientras ella rebotaba y hacía rodar sus caderas sobre su regazo. Cada golpe se volvía más fácil de tomar.
—Te extrañé mucho —Dean gruñó en su oído. Su voz se quebró y se llenó de tanto dolor que las lágrimas comenzaron a caer por su cara.
No fue hasta que comenzó a suplicarle que lo volviera con él de vuelta, rogándole que lo perdonara, que ella levantó una mano y la puso sobre la boca. Deteniendolo.
Deteniéndose.
No podía seguir haciendo algo así. Dean no se merecía algo como eso, merecía algo mucho mejor que ella. Se merecía una mujer hermosa y sana. Cuando la llamó por su nombre, fue como si un interruptor se hubiera encendido en su cabeza.
Automáticamente se levantó de su regazo, se arrastró por el asiento tratando de subirse los pantalones y salió del auto.
A Dean se tomó un minuto para recuperarse, temeroso de desmoronarse si salía detrás de ella. Cuando finalmente se metió de nuevo en sus pantalones y se bajó del auto, la encontró agachada al costado de la carretera respirando con dificultad.
Caminó hacia ella con la intención de calmarla, pero se detuvo cuando se enderezó con las piernas temblorosas. Se limpió la cara con su remera mientras pasaba junto a él para apoyarse contra la parte delantera del Impala.
—Voy a caminar —murmuró.
Dean nunca pensó que oír esas dos palabras pudiera lastimarlo tanto. Se adelantó y la agarró de la parte superior del brazo para que pudiera convencerla de lo contrario.
Se sorprendió cuando ella se giró y lo empujó hacia atrás.
—No me toques.
Todavía no podía mirarlo a la cara. Ella sostuvo sus ojos en su pecho, y el estómago de Dean se retorció por el completo ante su expresión.
La dejó ir ese día. Se quedó allí parado y la observó irse por el camino de vuelta a la ciudad, con los brazos apretados alrededor de su cintura. Cuando estuvo fuera del alcance del oído, se deslizó por el Impala y sollozó.
Le llevó una hora acomodarse lo suficiente como para regresar a la granja y hablar con Garth.
Russ y Joba no parecían tan amables y amistosos esta vez, pero alguien tuvo que decirle a Garth que Kevin estaba muerto. Porque si había algo que no iba a permitir, era que Anna reviviera eso.
****
—¿Qué pasó, Dean? —Sam preguntó en voz baja.
La noche había caído, él y Dean debían estar mirando la granja por si sucedía algo. Pero todo lo que podían hacer era ver a Anna.
Ella estaba fuera del alcance del oído, apoyada en la valla mientras hacía su trabajo y vigilaba la casa.
—Nada.
Sam se burló. —¿Nada? La encontré en la carretera principal. Ella era un desastre parecía una muerta viviente —miró a su hermano enojado—. Entonces volveré a preguntar, ¿qué pasó, Dean?
Dean suspiró y se pasó una mano por la boca. —Lo peor que podría pasar.
—¿Qué?
—Ella... tuvimos... algo, pero al parecer se arrepintió.
Sam frunció el ceño. —¿Qué?
—Lo que dije.
—Sí, te escuché, Dean. ¿Y que? ¿Ustedes tuvieron sexo?
Dean se burló. —No se si lo que tuvimos podría definirse así. Ella, solo me montó... —Sam hizo una mueca, su hermano solo rodó los ojos—. Ni siquiera terminamos. De repente saltó del auto como si tuviera la peste, casi colapso en el medio del camino y luego comenzó a caminar.
—¿Y la dejaste ir, Dean?
—¿Qué iba a hacer? —Dean gruñó cuando finalmente apartó los ojos de ella para mirar a su hermano—. Ella ni siquiera podía mirarme. Y cuando la toqué, parecía que la hubiera quemado. No quiere saber nada de mí, Sammy.
La cara de Sam cayó mientras escuchaba a Dean. Volvió su vista hacia ella, seguro de que había otra explicación para su comportamiento. Anna amaba a Dean. Estaba seguro de que no había nada en el planeta que pudiera cambiar eso.
La voz de Dean era amarga cuando volvió a mirarla. —Dime otra vez cómo mi vuelta a casa va a ser lo mejor para ella.
—Ella no es la única que te necesita, Dean —dijo Sam, su voz tan suave que su hermano apenas entendió lo que estaba diciendo—. No puedo hacer esto yo solo.
****
Sam se inclinaba hacia la posibilidad de que no había nada sospechoso con la manada de Garth, pero Dean no estaba convencido. Estaba seguro de que el cazador estaba limpio, pero sentía que había algo bajo la superficie que él desconocía.
Sus sospechas se confirmaron cuando el sheriff los llamó a los tres para ver a un ciervo mutilado. Solo que el ciervo estaba caliente cuando llegaron allí, lo que significa que fue asesinado después de recibir la llamada. No ayudó que el sheriff intentara matarlos.
Sam encontró la bala de plata alrededor de su cuello y Dean le contó lo que significaba.
—¿Ragnarök? —habló Sam mientras tiraba de la bala del cuello del sheriff.
—¿Qué? —Anna frunció el ceño.
Levantó la bala. —Está grabado en el costado de la bala.
—Eso es mitología nórdica —explicó Anna.
—¿Cómo sabes eso?
Anna los miró sorprendida a ambos. —La pregunta es ¿cómo ustedes no saben eso? Es... cultura.
—Oh, si, lo olvidaba. Tu amado Thor ¿verdad? —el sarcasmo era notable en la voz de Dean.
La pelirroja solo rodó los ojos mientras tomaba la bala de la mano de Sam. —Según la mitología, Ragnarök es la batalla del fin del mundo. Un lobo llamado Fenrir, hijo de Loki, devora al dios Odín antes de que el mundo termine —hizo una pausa—. Junto con un montón de otros eventos, claro.
Sam alzó las cejas, mirándola sorprendido. —Wow, eso es.. interesante.
—Si, muy lindo —Dean lo interrumpió—. Ahora tenemos todas las respuestas que necesitamos.
—No lo sé, Dean —dijo Sam—. Creo que necesitamos más.
—¿Qué? ¿El comisario Andy Taylor aquí no es suficiente prueba para ti?
—¿Suficiente para matar a Garth? —Anna preguntó mientras miraba a Dean.
Parecía que podía discutir, pero toda la pelea cayó en el momento en que sus ojos se encontraron con los de ella. Se dio cuenta de que era la primera vez que lo miraba desde antes en el Impala.
Ella miró hacia otro lado.
—Estoy de acuerdo con Sam —habló Anna—. Tenemos que hacer esto bien. Deberían agarrar a Garth y encerrarlo hasta que descubramos qué está pasando. Voy a caminar a la iglesia. Ver si puedo encontrar algo allí.
—No irás caminando —negó Sam.
No había lugar para la negociación ante su tono de voz.
Anna lo conocía bien, sabía cuando podía convencerlo de algo, pero también sabía que cuando se trataba de su seguridad, Sam era implacable. No había nada que pudiera hacerlo cambiar de opinión. Sobre todo cuando usaba ese tono de voz tan autoritario.
—Necesito estar sola, Sam —la pelirroja trató de razonar con él—. He estado con demasiada gente hoy.
—Aquí —Dean intervino antes de que Sam pudiera discutir un poco más. Sacó las llaves del auto de su bolsillo trasero y se las tendió—. Puedes llevarte el Impala. Sam y yo caminaremos. Nos vendría bien el aire fresco.
Anna lo miró cautelosamente. —Nunca me dejas conducir.
Él tintineó las llaves en tu dirección. —Tómalas. Prefiero que golpees el auto antes de que te lastimes caminando a esta hora de la noche.
Su corazón se hinchó de amor ante sus palabras. Se desinfló en el momento en que hizo todo lo posible para no rozar sus dedos contra los de ella.
Mientras la miraba regresar al Impala, Dean supo que las cosas estaban muy mal. Porque no había manera en el infierno de que ella se ofrezca voluntariamente para entrar en una iglesia.
****
Cuando Anna entró a la iglesia, evitó iluminar con su linterna los bancos, el altar y las biblias. O cualquier cosa que gritara lo que el sitio era. En lugar de eso, corrió a la parte trasera donde estaba la oficina del reverendo Jim.
Allí encontró un viejo libro sobre la mitología nórdica con un capítulo sobre Ragnarök.
Su teléfono sonó justo cuando terminaba de hojear el capítulo y comenzaba a buscar en la computadora del Reverendo.
—Hola —respondió ella—. ¿Encontraste a los tortolitos?
—No —dijo Sam—. No. El lugar es un desastre. Sin Garth, sin Bess.
—¿Qué? ¿Fueron raptados? Bueno, eso es fantástico.
—Dime que tienes algo.
—¿Recuerdas lo que te conté sobre Odín y Fenrir?
—Si, eso nos ayuda ¿cómo?
—Existen cultos que consideran a Fenrir una deidad y lo adoran. Se llaman a sí mismos las fauces de Fenrir.
Sam se alegró. —¿Un culto de hombres lobo? ¿Qué quieren?
—Bueno, Ragnarök no es solo una historia bíblica para estos locos. Es un plan de acción, extinción humana. Dominación de los hombres lobo total y completa.
—Y, ¿qué? ¿Este es el punto cero del movimiento?
—Maldito Wisconsin —murmuró—. Es tiempo de que caiga el reverendo Jim. Siempre quise matar a un sacerdote.
—¿Necesita ayuda?
—No, no, no. Lo tengo. Ustedes vayan, encuentren a Garth.
—Bien. Ah, ¿Anna? Tú y Dean realmente necesitan hablar. Él tiene que volver a casa.
Ella colgó sin responder.
No tuvo que terminar yendo a buscar al Reverendo Jim. Él vino a ella. Cuando colgó su llamada con Sam, oyó el portazo de una puerta que se cerró de golpe.
Tuvo el tiempo justo para esconderse en un rincón junto a la entrada principal para emboscarlo antes de entrar a la iglesia. El hombre llegó a la mitad del pasillo antes de detenerse y levantar la nariz hacia el aire, como si la olfateara.
Él inclinó la cabeza. —No sirve de nada, Anna. Puedo escuchar tus latidos. Debes haber hecho esto muchas veces, aun así sigues sintiendo nervios.
Salió de las sombras de la esquina, su arma levantada mientras caminaba hacia él. Se detuvo un poco fuera del alcance de la mano.
—No hay nada de malo en tener un poco de miedo —dijo ella—. Es lo que nos hace humanos.
—El miedo no es únicamente un instinto humano —contestó el reverendo—. Incluso los monstruos conocen el miedo —cuando ella no dijo nada, soltó un suspiro—. Vine a trabajar en mi sermón.
—Bueno, ¿por qué no empiezas contándome acerca de las fauces de Fenrir? —él frunció el ceño—. Sí, así es. Sé todo acerca de ti y del plan de tu manada.
Negó con la cabeza y extendió las manos hacia un lado. —Te aseguro, no estamos planeando nada.
—¿No? ¿Entonces por qué lo leí en tu buen libro?
Suspiró de nuevo y asintió una vez. —Porque generaciones atrás, ese odio e ira fuera de lugar fue parte de nuestras creencias. Pero desde que yo estoy a cargo, lo he erradicado de nuestra congregación.
—Sí, bueno, aparentemente, alguno de ellos no lo entendieron... —gruñó Anna—. Como el buen sheriff, que trató de deshacerse de mí y de mis mucha... de los Winchester.
Su ceño se frunció de nuevo. —¿El sheriff Pat?
La pelirroja levantó su arma un poco más y apuntó hacia él. —Déjame ver tu bala.
El reverendo apretó los labios pero levantó los brazos hacia un lado y giró la cabeza. Avanzó lentamente hasta que pudo sacar la bala de debajo de su cuello.
Ella frunció el ceño mientras lo inspeccionaba. —¿Dónde está?
Él la miró con irritación. —¿Dónde está qué?
—Ragnarök.
—¿Qué?
—Estaba grabado en la bala del sheriff.
Sacudió la cabeza y dejó caer los brazos. Ella retrocedió un paso atrás. —Eso es imposible. Las fauces están muertas.
—Sí, bueno, dígaselo a Garth y a su hija, que están desaparecido.
Negó con la cabeza otra vez, pero luego de repente, pareció como si algo se le hubiera ocurrido.
****
Ni Dean ni Sam respondieron cuando Anna intentó llamarlos. Y eso no era bueno.
Ella había logrado averiguar por el reverendo Jim que Joy, Joba y Russ eran probablemente el último legado de las fauces de Fenrir.
Russ había estado patrullando el perímetro del establo junto a la granja cuando Anna lo mató. Se puso su chaqueta para que su olor no alertara a los otros lobos. El truco la hizo pasar por la puerta, pero eso fue todo.
Joba saltó justo y le quitó la pistola de la mano. Escuchó a Dean gritar su nombre cuando Joba se sentó a horcajadas sobre ella y desenvainó sus garras, pero tenía un cuchillo en el corazón antes de que pudiera pensar qué hacer.
Joy era la última y para Anna era un frenesí llegar a su arma antes de que ella llegara a la suya. Ambas dispararon, pero solo el tiro de la pelirroja dio en el blanco.
Nadie dijo nada mientras ella desató a todos. Esperaba los habituales abrazos aliviados de Sam y Dean, pero ni siquiera intentaron tocarla.
Y sabía que ella tenía la culpa.
****
Garth había querido volver a cazar, pero Dean lo había convencido de que no. Le dio un discurso sobre cómo nunca debería dejar ir algo bueno. Él nunca debería dejar ir su felicidad. Y Anna no pudo evitar preguntarse si estaba hablando para si mismo o para el otro cazador.
Dean entró en el aparcamiento frente a los apartamentos en los que Garth había estado viviendo. El coche en que ella y Sam se manejaban todavía estaba allí. El motor aún retumbaba cuando se detuvo. Él ni siquiera estacionó el auto, solo esperó a que ambos salieran para poder irse de nuevo.
Anna tragó su decepción y salió del auto sin decir una palabra.
Dean suspiró y estacionó el Impala, dejando que sus manos cayeran en su regazo mientras la veía alejarse.
Se olvidó de que Sam estaba allí hasta que habló. —Te arrepentirás, Dean. Si no sales de este coche en este momento y la persigues... será el peor error que hayas cometido.
Dean miró a su hermano. Estaba poniendo sus típicos ojos de cachorro. —¿Qué tengo que decir?
—Solo dile cómo te sientes. Sabes que ella escuchara. No importa lo enojada que esté, siempre escucha, Dean.
Él tenía razón, ella escuchó. Tan pronto como bajó del auto y la llamó, la pelirroja se detuvo y se giró para mirarlo.
Sam también bajó del auto y se apoyó contra la puerta mientras lo veía acercarse a ella.
—Escucha —comenzó Dean, su voz ronca por la emoción—. Esa noche que ya sabes, que nos fuimos... por caminos separados.
—¿Te refieres a la noche en la que tú te fuiste?
Dean hizo una pausa por un momento mientras la miraba. Luego asintió. —Me parece justo. Yo estaba en mal estado, bebé. Kevin estaba muerto, y yo... yo estaba estaba asustado. Empecé a preguntarme si era lo suficientemente bueno para ti y...
Ella tragó saliva. —Bien.
—Diablos, quizá aún no lo sepa. Pero... sé que me llevé un pedazo de ti en el proceso y por eso...
Él luchó contra sus palabras. Luchó para encontrar lo correcto para decir. Luego, pensó en lo que dijo Sam.
—Es como que lo correcto es incorrecto y lo incorrecto fuera más incorrecto y... solo sé que cuando estoy contigo...
—No parece tan difícil —terminó ella.
La esquina de su boca se alzó en una sonrisa esperanzada. —Sí. Cuando estoy contigo... las cosas tienen sentido. Y luego sucedió lo de Gadreel, Kevin... y me di cuenta de lo que te haría. Yo solo... me asusté. No pensé que podría cuidarte de la forma en que se suponía que debía hacerlo.
Ella asintió. —Está bien... pero aquí hay algo roto, Dean. Y estoy hablando de los tres.
El corazón de Dean se hundió al escuchar esas palabras. —No estoy diciendo que no. Yo... solo pienso que quizá necesitemos poner un par de reglas en la mesa y superar todo esto.
Anna negó con la cabeza y lo miró triste. —No lo creo. Ojalá pudiéramos... lo quiero, pero no puedo. No puedo confiar en ti, en ustedes. No de la manera que pensé que podría, no de la manera que debería ser capaz de hacerlo. Quiero decir... ¿en aquella iglesia, convenciéndome de cerrar el infierno? ¿O engañándome para que Gadreel me poseyera?
—De acuerdo, mira —la voz de Dean sonaba desesperada—. Sin importar lo que haya pasado... somos familia, ¿de acuerdo? Eres mi esposa.
Ella se burló. —Lo dices como si fuera una especie de panacea, como si pudiera cambiar el hecho de que todo lo malo que pasó entre nosotros ha sido porque somos familia.
Dean se puso de pie y tragó saliva. Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Entonces, qué, ¿ahora no somos familia? ¿Estás... estás diciendo que quieres dejarme? ¿Y Sammy?
Ella respiró profundamente y le tomó un momento para no llorar. Si se derrumbaba en ese momento, nunca sería capaz de sacar esto. Nunca sería capaz de hacerlo entender.
—Estoy diciendo, ¿quieres trabajar? Trabajemos. Si quieres ser mi esposo... yo solo... no sé si estamos en la misma página.
Casi esperaba que las rodillas de Dean se doblaran. Parecía como si acababa de darle un puñetazo en el estómago y eso fue lo que finalmente la hizo llorar.
No quería lastimar a Dean, tampoco quería lastimar a Sam, pero necesitaba pensar seriamente de lo que era capaz de hacer.
Tenía que pensar en lo peligrosa que se volvía cuando estaba con ellos.
No podía dejarlos, pero tal vez podría hacerlos entender. Tal vez podía hacer que se dieran cuenta de que no valía la pena y ambos la dejasen.
—Esas son mis condiciones.
Dean estuvo de acuerdo y una parte de Anna se rompió. Esperaba que a pesar de todo, todavía le importara lo suficiente como para luchar por ella.
****
Para los que no entienden lo que le pasa a Anna es sencillo, ella está deprimida. Tiene una especie de auto-odio por si misma, con pensamientos pocos agradables. Piensa que no es lo suficientemente buena como para estar con los hermanos, que nunca nadie la va a amar 😢
Por otro lado, la relación entre Anna y Dean no está rota... esta rotisima 💔
¿Falta mucho para que se arreglen? Si, las cosas se van a poner un poco tensas, así que pido perdón por adelantado. Lo bueno es que a partir de ahora se viene Dean con la marca y cómo afectará su relación con Anna.
Leo todos sus comentarios (y quejas) prometo que algún día volverán los capítulos felices. Al menos el final de la historia va a ser feliz... o eso creo.
Gracias por todo el apoyo de siempre. 😘
Próximo capítulo el jueves 🎉
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