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[010] - Dientes afilados

Cuando Sam ingresó al Grantsburg Memorial Hospital en busca de Garth, debería haber sabido que encontraría a Dean en la habitación del cazador. Estaba contento de verlo pero sabía que Anna no estaría.

Ella apenas podía mirar a Sam en un buen día, ¿qué diablos iba a hacer cuando entrara y viera a Dean de pie junto a la cama de Garth?

Sam suspiró y cerró la puerta de la habitación. —Vi el aviso de John Garth en la red policial —explicó mientras se giraba hacia su hermano—. ¿Tú?

Dean asintió. —Sí. ¿De dónde vienes?

—Nuevo México.

—Bueno, eso es un buen recorrido.

Sam asintió y miró a su hermano con detenimiento. Si pensaba que él era un desastre debido a todo, entonces Dean era un muerto viviente. Parecía que no había dormido en días. O duchado, lo notaba más delgado como si no hubiera estado comiendo. Y no lo culpaba. 

La separación estaba siendo dura para los tres.

Sin embargo, Anna parecía la que peor lo llevaba. Había comenzado a tener trastorno de estrés postraumático y estaba teniendo ataques de pánico a diario. Perdió la cuenta de cuántas veces que la había encontrado parada frente al espejo del baño mirando su reflejo, mientras dejaba el grifo abierto y el agua corría.

Ella durmió sola en la cama de Dean. Y a Sam lo mataba escucharla llorar todas las noches, pero no lo dejaba acercarse. La única vez que le permitió tocarla fue cuando estaba teniendo un ataque y fue solo porque, en esos breves momentos se olvidó de por qué estaban peleados.

Y el problema principal era que ni siquiera parecía que estaba enojada. No le gritaba, ni discutía, ni siquiera lo miraba. De hecho, era como si ella se hubiera rendido. Como si lo hubiera dejado.

Eso aterrorizó a Sam más que su enojo.

—¿Cómo está ella? —preguntó Dean.

Sam podía sentir la tristeza en su cara, Dean tuvo que mirar hacia otro lado. 

—Ella es... ella está realmente mal, Dean. Sigo llegando a casa aterrorizado de que se haya ido o peor. Es como si ya no le importara. Ni siquiera la reconozco cuando la miro.

Dean se pasó una mano por la cara y olfateó mientras una lágrima le caía por la mejilla.

—Tienes que volver a casa.

—No puedo, Sammy.

—¿Por qué no?

—Le dije...

—No, no lo hiciste, Dean —gruñó Sam—. Tú le diste un poco de autocompasión y luego huiste porque eras demasiado cobarde para enfrentarla después de lo que hicimos —Dean lo miró con dureza—. Sabes que tengo razón. Ya no puede hacer ese tipo de basura, no puedes huir de los problemas. No cuando tenemos a Anna. Antes nunca hablamos de nuestros problemas, pero ahora... tenemos una esposa, Dean. Eso significa que no importa cuán malas sean las cosas, no huimos. No podemos hacer eso. Demonios, no tenemos el derecho de hacerle eso. No después de todo lo que ella ha hecho por nosotros. Y te lo digo por experiencia.

Dean pasó la lengua sobre su labio inferior y gruñó, —¿Sí? Bueno, ¿cómo te ha funcionado?

Su cabeza respondió esa pregunta. ¿Cómo pudo Dean decir eso? ¿Cómo podía pensar que huir era una mejor opción que resolver las cosas?

—Al menos me levanto cada mañana y veo su rostro —contestó Sam en voz baja—. ¿Cómo te están saliendo las cosas?

Dean no respondió. No necesitaba hacerlo. Ambos sabían que se estaba desmoronando sin ella. Sam se giró cuando la puerta se abrió.

—La enfermera no sabe mucho —habló Anna mientras entraba y cerró la puerta detrás de ella—. Ella...

Se congeló cuando sus ojos se posaron en Dean.

En el momento en que él la vio, su corazón se hizo añicos.

Ella no llevaba una de sus camisas de FBI como solía hacer durante el último tiempo, había vuelto a usar las suyas. Había círculos oscuros debajo de sus ojos y parecía que había pasado la mayor parte del último tiempo sollozando.

—Bebé... —dio un paso hacía adelante.

De manera automática, ella retrocedió y a Dean se le heló la sangre. Nunca había entendido realmente cómo se sintió Sam cuando ella casi lo dejó por Amelia y el Purgatorio. Ahora lo sabía.

Cada vez que lo miraba con esos ojos verdes vacíos, cada vez que ella se alejaba, se sentía como si una parte de él estuviera siendo destrozada y Anna era la única que podía volver a unirlo.

La necesitaba, pero al verla ahora... no creía que su presencia en el búnker pudiera hacer algo mejor. Sintió como si solo estuviera empeorando las cosas solo por estar en la misma habitación juntos.

La pelirroja se abrazó a sí misma y sacudió la cabeza hacia donde estaba Garth, inconsciente.

—¿Ya has hablado con él? —preguntó mientras evitaba los ojos de Sam y Dean.

Dean tragó saliva y la miró largamente antes de volver su atención a Garth. —No. Sobrecarga de analgésicos. Ha estado inconsciente desde que yo llegué.

Sam se adelantó y levantó el brazo de Garth para mostrarle que estaba esposado a la cama. —¿De qué está siendo acusado?

—De matar a una vaca.

Sam frunció el ceño y lo miró. —¿Por qué?

—Estaba a punto de ver si podía descubrirlo. Bloquea la puerta.

Sam se dio vuelta para hacer lo que Dean le pidió, pero Anna ya estaba allí girando la cerradura. Le llamó la atención cuando ella se giró. Él le dio una cálida sonrisa con la esperanza de que se la devolvería. 

Había pasado tanto tiempo desde que la había visto sonreír.

Sin embargo ella no lo hizo. Simplemente se acercó al extremo de la cama y miró a Garth. Dean la miró de nuevo antes de sacar una jeringa llena hasta la mitad con un líquido transparente.

—Oye —Sam lo detuvo mientras levantaba su mano—. ¿Qué es eso? ¿Adrenalina?

—Sí, señor —afirmó Dean mientras retiraba las burbujas de aire.

—¿Estás tratando de reanimarlo o de matarlo?

Dean lo miró enojado. —Quiero algunas respuestas. Abandonó a Kevin. Y nos abandonó a nosotros. Así que si tienes una mejor idea...

La mandíbula de su hermano sonó mientras miraba a Dean con dureza. Anna rodó los ojos y empujó a Sam cuando se acercó a la cama. Ambos la miraron alarmados, no esperaban que ella hiciera algo más que quedarse allí en silencio. Pero cuando le dio una bofetada a Garth en el rostro, supieron que no tenía ningún problema. Era más fuerte de lo que imaginaban.

Garth se levantó de su cama gritando. Tardó unos minutos, y algunas palabras de Dean, en calmarse. Pero eventualmente, se recostó en la cama para responder a sus preguntas cuando Sam lo desesposo.

Desafortunadamente, lo único que lograron sacarle fue que había sido atropellado por un automóvil y que estaba de cacería, antes de lanzarse fuera de la cama y correr al baño con arcadas.

Dean suspiró cuando la puerta del baño se cerró de golpe y todo lo que se podía oír era a Garth vomitando en el inodoro.

—Qué bueno que no le di la adrenalina —dijo Dean.

El silencio fue ensordecedor mientras los tres esperaban a que Garth volviera.

Estaba matando a Dean sentarse allí y no poder hablar con Anna como lo hacía en cada caso. Echaba de menos la forma en que se recostaba contra él cuando los tres esperaban algo. La forma en que ella se burlaría de Sam mientras pasaba las puntas de sus dedos arriba y abajo por el brazo de Dean, envuelto alrededor de su cintura.

Siempre se le ponía la piel de gallina cuando hacía eso.

—¿Sabes algo de Gadreel? —preguntó Dean mientras la miraba con esperanza.

Ella miró a Sam, pero cuando él miró de nuevo, dejando en claro que no iba a responder la pregunta, suspiró y miró a regañadientes a Dean.

—Resulta que, dejó una parte de Gracia en mí antes de ser expulsado —contestó.

Dean le dio una sonrisa vacilante. —Sabes lo mal que suena eso, ¿verdad?

Su sonrisa cayó cuando solo obtuvo una mirada dura a cambio.

—No quiero que vayas detrás de Gadreel —le aseguró Anna.

Sam levantó la vista al oír eso, era una nueva revelación.

Dean frunció el ceño confundido. —¿Qué?

—Escuchaste lo que dije. Lo digo en serio, Dean. Solo déjalo estar. Eso es todo lo que voy a decirte por ahora. Podemos hablar sobre el resto otro día.

Su formalidad y la demanda en su voz hicieron que el pecho de Dean ardiera con ira. Se enderezó, preparado para discutir, pero tan repentinamente como llegó la ira lo abandonó.

No era que no quisiera pelear. Discutir con Anna fue uno de sus pasatiempos favoritos, sobre todo la reconciliación. Pero él simplemente no pudo. No cuando podía ver cuán destrozada estaba.

Entonces lo dejó estar. Él la dejó tomar la decisión sin un comentario brusco o una respuesta sarcástica. Solo bajó la cabeza y dejó que ella dirigiera el espectáculo.

Era lo menos que podía hacer.

—¿Qué le pasó a tu brazo? —le preguntó Sam.

Dean casi le preguntó de qué estaba hablando, pero luego notó que su manga enrollada había subido para revelar parte de la Marca de Caín.

—Oh —dijo Dean mientras tiraba de su manga hacia arriba revelando el resto de la marca—. Es un... regalo de Caín.

Sam se alegró. —¿Cómo... el luchador?

—Eso sería genial —añadió Anna con una sonrisita.

Ambos la miraron. Sam sonrió ante su comentario, feliz de que estuviera haciendo cualquier tipo de broma. Como si de repente se diera cuenta de lo que dijo, frunció los labios y agachó la cabeza.

Eso estuvo bien. Su hermano pudo no verlo, pero Sam sabía que su comentario era un avance. Significaba que había estado en lo cierto al pensar que la presencia de Dean era buena para ella.

—Lo sería —contestó con una mirada suave, pero ella ya se estaba alejando de los dos y evitando sus ojos. Dean miró la marca y trató de mantener su tono ligero—. Pero no. El... el tipo del viejo testamento.

Los tres miraron hacia la puerta del baño cuando oyeron una arcada.

—Se sintió bíblico y me entregó su marca —terminó Dean.

—¿Qué significa? ¿Cómo... cómo sucedió eso? —Anna preguntó mientras lo miraba y dio un paso adelante.

La preocupación en sus ojos fue suficiente para que Dean tuviera esperanza. Ella todavía se preocupaba por él al menos.

—Crowley y yo lo encontramos, y me dio esto para así poder matar a Abaddon de una vez por todas.

—¿Trabajaste en un caso con Crowley? —preguntó Sam, mirando extrañado a su hermano cuando mencionó su viaje con el demonio.

Asintió y lo miró. —Más vale malo conocido... —volvió a mirarla—. Escucha bebé, hay algo que debes saber sobre Caín...

—¿Garth?

Dean le dió a su hermano una mirada dura ante la interrupción. —¿Qué? —gruñó.

Sam levantó un dedo y de repente Dean supo de lo que estaba hablando. Garth aún no había salido del baño y se no podía oír nada desde adentro.

****

Garth se había ido. 

¿Por qué había huido de los tres? Era un misterio, pero viendo que Dean no lo había probado, Sam se inclinaba hacia la conclusión de que tal vez él no era tan humano como parecía.

La única ventaja que tenían era una cámara de seguridad que podría haber filmado el escape. Mientras Dean la comprobaba, Anna y Sam fueron a hablar con el granjero cuya vaca había matado Garth.

Todo lo que habían logrado averiguar de él era que la vaca no era el primer animal en ser asesinado. Y al parecer, todas habían sido asesinadas para que sus órganos pudieran ser retirados.

La evidencia parecía apilarse contra Garth, que ya no era humano, pero ninguno de ellos estaba dispuesto a aceptarlo todavía. Por lo menos, Sam y Dean.

Anna había convencido a Sam de volver al hospital y esperar cerca del Impala antes de llamar a Dean con las noticias. Cuando ella le dijo que era porque pensaba que él iba a tratar de encontrar a Garth solo, Sam no estaba convencido.

Pero él hizo lo que ella le pidió de todos modos porque discutir era lo último que quería hacer.

Entonces, mientras la pelirroja se recostaba contra una ambulancia, Sam llamó a Dean y lo puso en el altavoz para contarle sobre la vaca.

—Bueno, ¿Garth estuvo ahí? —preguntó Dean. 

De fondo, podía oírlo caminar por la puerta corrediza de la entrada del hospital.

—Dijo que estaba en una cacería, ¿verdad? —habló Sam—. Quizá estaba cazando lo que la mató.

—¿Por qué correría? Todo esto está empezando a apestar. ¿Lo sabes, verdad?

—Sí. ¿Y tú? ¿Tuviste suerte?

Hubo una pausa y se podía escuchar las botas de Dean golpeando el asfalto por teléfono. —Nada. Las cámaras estaban enfocando la dirección equivocada.

Anna miró a Sam y apretó los labios. —Estás bromeando —dijo Sam.

—Eso quisiera.

—Así que...

—Entonces, Garth es un cazador. Si quiere permanecer fuera, entonces está fuera.

La mandíbula de Sam sonó mientras la miraba. Ella rodó los ojos y miró hacia otro lado. Él se dio cuenta de lo estúpido que era su hermano cuando se trataba de Anna.

—¿No tenemos nada?

—Bueno, ¿qué puedo decirte, Sammy? —comentó Dean. Ella se alejó la ambulancia cuando el sonido de sus botas no venía del teléfono—. Perdimos esta. Envíame una postal.

Dean rodeó la ambulancia y se chocó con Anna. Con un ceño fruncido, ella lo empujó hacia atrás y tomó el archivo que sostenía.

Negó con la cabeza irritada mientras miraba el contenido de la carpeta. Eran fotos claras del auto en el que Garth escapó. 

—Genial. Fabricante, modelo, placa patente. ¿De verdad, Dean?

Él gruñó cuando ella empujó los papeles contra su pecho.

—Bebé, te dije que no podemos cazar juntos. Es por tu propio bien.

—Vete a la mierda.

Nadie dijo nada hasta que ella volvió a romper el silencio sonando cansada. —¿Mi propio bien? He pasado por mierdas peores que está Dean, tú lo sabes. Cazar contigo no me va a matar —hizo una pausa mientras lo miraba—. Si no me amas más, solo dilo ¿de acuerdo? Pero no me faltes el respeto al pretender que es por mi propio bien. Me dolerá demasiado si no me amas, pero te aseguro que no me voy a morir por eso. Soy más fuerte de lo que tú crees.

Dean abrió la boca para asegurarle que ese no era así, pero ella ya lo estaba empujando y caminando hacía el Impala.

—Bien, Dean —Sam aplaudió sarcásticamente. La mandíbula de Dean se marcó pero no dijo nada en su defensa—. ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué todavía le mientes? Y sobre una estupidez encima. ¿De verdad? ¿La cámara apuntaba hacia el lado equivocado?

—Es por su propio bien.

—¡No, no lo es! Ella tiene razón, estás usando eso como una excusa. Entonces, ¿qué es esto, Dean? ¿Qué estás haciendo? ¿Te estás castigando? ¿Es por eso que intentas alejarla?

—¿Crees que quiero esto? —gruñó Dean—. ¿Crees que me gusta hacer que me odie? No, Sam. Estar lejos de Anna es lo más difícil que he tenido que hacer. Y sabes que he pasado por cosas, hombre.

Sam lo miró confundido. —Entonces... ¿entonces por qué?

—Porque ella se merece algo mejor, Sammy. Mejor que esto. Mejor que nosotros.

Sam se alegró. No porque pensara que la situación era divertida, sino porque había estado en los zapatos de Dean antes. Hubo un momento en que se despertaba con ella todas las mañanas y se preguntaba por qué estaba allí. Por qué Anna no lo había dejado todavía.

Dean rodó los ojos, asumiendo que Sam se estaba riendo de él.

—Sabes —comenzó Sam mientras se rascaba la parte posterior de su cuello—. Yo solía pensar eso, también. Demonios, todavía lo hago... en extrañas ocasiones. Pero...

—¿Pero?

Sam se encogió de hombros. —Pero no sé, yo solo... aprendí bastante rápido que no importa lo que yo piense, es su decisión. Anna es la que decide quién debe o no estar a su lado. Estoy feliz de que piense que soy lo suficientemente bueno. Deberías serlo también.

Finalmente, Sam vio que la duda llenaba las facciones de su hermano.

En su último intento por persuadirlo, dijo: —Mira, después de encontrar a Garth, si todavía quiere que nos vayamos, entonces nos iremos. Pero al menos, muestrale a Anna el respeto que se merece. No pongas la carga de ti en ella. Es tu problema, Dean. Son tus inseguridades y no tienen nada que ver con ella.

En este punto, Dean apenas podía mirar a Sam a los ojos.

Suspiró y le tendió el archivo a su hermano. —El auto le pertenece a una chica llamada Bess Meyers. Vive en el pueblo de al lado.

****

No tocaron el timbre e hicieron preguntas cordiales cuando localizaron el paradero de Garth. Dean simplemente pateó la puerta y los tres entraron con arma en mano.

Garth estaba de pie detrás de la mesa del comedor con un par de bolsos, que estaba llenando de ropa. Levantó las manos tan pronto como se abrió la puerta.

Él no estaba solo.

Después de sus intentos fallidos de tratar de calmar a los tres, todos comenzaron a buscar en el departamento y descubrieron a una mujer lobo cuando saltó e intentó atacar a Anna.

La pelirroja ya estaba de mal humor, así que en un abrir y cerrar de ojos, tenía su rostro boca abajo en el suelo con su brazo retorcido detrás, en un ángulo extraño.

La mujer gruñó y trató de levantarse, pero Anna pisó con fuerza su espalda. Ella dejó escapar un grito cuando el movimiento la obligó a volver al suelo y retorció su brazo aún más.

Anna sacó su cuchillo de plata de su funda pero justo cuando se preparaba para clavarlo en la parte posterior de su cuello, Garth la detuvo, tapándole la cabeza con su cuerpo.

—¡¿Qué estás haciendo?! —Dean gruñó—. ¡Es una mujer lobo!

—¡Yo también lo soy! —gritó Garth.

Miró a los hermanos, pero mantuvo la mayor parte de su atención en Anna. Al principio, pensó que era porque ella era la que sostenía el cuchillo. Pero había una súplica en sus ojos que iba más allá de eso. Fue un llamado a la comprensión.

****

Garth se sentó en el sofá con la mujer. Cuando Anna vio la forma en que lo miraba, no había duda de que estaba enamorada de él.

—Está bien, nena —Garth la calmó mientras presionaba una bolsa de hielo en su hombro—. Quédate así.

La chica hizo lo que le pedía y le dio una suave sonrisa. —¿Qué están haciendo aquí, Garth?

—Son amigos. Te lo aseguro.

—Son cazadores.

Garth suspiró y los miró a los tres. —Muy bien. Hemos empezado con el pie izquierdo aquí. Hagamos las cosas bien. Chicos, esta es Bess. Mi amada —envolvió un brazo alrededor de sus hombros con una sonrisa orgullosa—. Y, Bess, este es Dean —hizo un gesto hacia donde estaba el nombrado—. Ahora, podría empezar una pelea en una casa vacía, pero en el fondo, es solo un gran osito Teddy.

Anna tosió para tratar de ocultar su sonrisa ante la mirada irritada de Dean, se suponía que debía estar enojada con él. Sam se rió por lo bajo, pero se detuvo cuando Garth comenzó a hablar de él. 

—Y Sam aquí, Sam puede ser un poco inseguro a veces, pero por una buena razón. Que Dios lo bendiga —él le hizo un gesto a la siguiente—. Y esta es Anna. Ella...

Anna lo cortó bruscamente. —Quise ser maestra de niños pero simplemente no ocurrió. Mi padre casi mató a mi madre convertido en demonio e intentó abusar de mi. Conocí a los Winchester y empecé a cazar con ellos, fui al purgatorio. Volví. Intente cerrar las puertas del Infierno pero no lo hice y últimamente un ángel estuvo poseyendo mi cuerpo sin mi consentimiento. Así que... —sonrió sarcásticamente mirando las caras de sorpresa de la pareja—. Ah, y tengo una hermana.

Garth se aclaró la garganta y asintió. —Bien —miró a Bess—. Ella es... todo lo que dijo.

—¿Hombre lobo? —Dean cortó el ambiente tenso.

El otro cazador suspiró mientras los miraba. —Bien, chicos, miren, hace como seis meses, estaba en las afueras de Portland, Maine, cazando este gran lobo malo. Logre matarlo, pero me mordió en el proceso.

—¿Y no llamaste a ninguno de nosotros? —preguntó Anna.

—¿Y decirles qué? No, sabía lo que iba a pasar. No hay cura, así que acepté mi destino. Comí mi plato favorito de huevos a la fu Yung, miré la película más grandiosa del mundo, "Rocky III" y luego estaba listo para meterme una bala, cuando Bess me encontró.

Él la miró con una sonrisa de adoración que ella regresó. A Anna le daba náuseas. ¿Así era como la gente los veía a ella y a los Winchester en un buen día?

—¿En serio Garth? —Anna hizo una mueca de preocupación—. Lo siento... pero ¿Rocky III?

Sam trató de ocultar su sonrisa. Esa era la Anna que quería ver. Definitivamente iba a tener que convencer a Dean de que volviera con ellos. 

—¿Y cómo hizo eso? —Dean se aclaró la garganta tratando de volver al ambiente serio.

—Lo olí —contestó Bess con una sonrisa—. ¿De qué otra forma?

—Sí —afirmó Garth—. Sacó el arma de mi boca y, como dicen, el resto es historia. Nos casamos hace cuatro meses.

—¿Te casaste? —Sam parecía sorprendido.

—Con una mujer lobo —añadió Dean.

Bess los miró a todos con paciencia. Como si hubiera pasado por esto mil veces más. —Sí. Y mi manada lo ha aceptado como uno más de los nuestros.

Todos volvieron sus ojos hacia Garth.

—Chicos, no es lo que piensas —se defendió—. No lastimamos a nadie.

—No, sólo volviéndote como Wolverine con el ganado—dijo Dean.

Garth suspiró con arrepentimiento. —Sí.

—Al menos no come corazones humanos —lo defendió Bess—. ¿Tienen idea de lo difícil que es para alguien que ha sido mordido controlar sus instintos como lo hace Garth? ¿Cómo de bien lo está haciendo?

Garth sonrió. —Gracias, nena.

Ella se frotó el brazo. —Bueno, es la verdad, conejito.

Anna frunció el ceño. —¿Conejito? —murmuró en voz baja.

Dean sonrió y la miró. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró un momento más tarde cuando su rostro cayó.

Lo mató ver que ya no tenían ese tipo de relación. No fue lo mismo desde que se fue, no podía girarse hacia ella y hacerla reír. No cuando ambos sabían que se estarían yendo en direcciones opuestas tan pronto como terminara el caso.

No cuando Anna supo que pasaría otra noche llorando en su cama y él volvería a la habitación de un motel y miraría su fotografía hasta dormirse.

—Espera. Un ¿"mordido"? —preguntó Sam, perdiéndose el intercambio entre ella y Dean—. Todos ustedes son mordidos.

—De ninguna manera —respondió Bess—. O nacieron así, como yo o han sido mordidos, como Garth.

—Espera —dijo Dean—. ¿Dices que naciste mujer lobo?

Bess asintió una vez. —Segunda generación.

—Garth, ¿podemos hablar contigo por un segundo? —Anna la interrumpió—. A solas.

El hombre apretó los labios pero se giró hacia Bess. —Cariño, ¿por qué no vas a buscar algo para ese brazo? ¿Está bien?

Ella asintió y Dean comenzó a hablar con Garth en cuanto salió de la habitación.

—¿Qué demonios? —gruñó.

Garth se quedó parado con un suspiro y metió una mano en su bolsillo. —Miren, sé que ustedes quieren disparar primero y preguntar después, pero he comprobado todo. Esta manada está limpia. Todo es Kosher.

—Bien —dijo Sam—. Menos la parte donde tu esposa atacó a Anna.

—Sí, porque entraron aquí como si estuviera la casa en llamas. Las armas, las mandíbulas y el cabello. ¡¿Y tu?!

Ella frunció. —¿Yo? ¿Qué demonios hice?

—¡Eres una persona muy aterradora! Todo eso del infierno y el ángel —Anna rodó sus ojos y le dio un codazo a Sam cuando él se rió. Garth miró a Dean—. Dean, nadie quiere problemas. Tienes mi palabra.

—No, no. Ese barco ya zarpó —Dean gruñó—. Vamos a necesitar mucho más que tu palabra.

Garth asintió en comprensión. —Bien, bien. Te diré algo. ¿Quieres pruebas? Ven y reza con nosotros.

Anna se burló. —De ninguna puta manera. No estoy rezando con nadie.

****



Así que... Sam tratando de arreglar la relación entre Anna y Dean. Mi héroe.

El próximo capítulo va a ser... intenso.

Espero que les haya gustado y gracias a todos por leer. Prometo que más a adelante se van a despejar todas las dudas que tienen con respecto a Anna y Lucifer.

Gracias a todos por leer y comentar como siempre. Gracias por darle una oportunidad a esta historia 😘

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