[009] parte I
Sam había dejado el búnker después de muchos intentos fallidos de intentar convencer a Anna de que no extrajera la gracia de su cuerpo.
Cuando se dio cuenta de que nada de lo que diga iba a cambiar su mente, agarró su abrigo y se fue. Diciendo que volvería antes de que cayera la noche, pero que no podía verla ponerse en peligro de esa manera.
Por supuesto, antes de irse, Cas recibió una charla muy dura. Bajo ninguna circunstancia se le permitía empujarla demasiado lejos. A Sam no le importaba si ella suplicaba, lo amenazaba o ambas cosas... no se le permitía ponerla en peligro.
Él, sabiamente, estuvo de acuerdo con las reglas de Sam y mantuvo la conversación para sí mismo mientras la ayudaba a buscar la aguja.
Para cuando la habían encontrado, Sam se había ido hace una hora y para Cas parecía un tiempo suficientemente razonable para sacar un tema sobre el que había estado dando vueltas.
—Anna, ¿puedo hacerte una pregunta? —preguntó Cas mientras bajaba las escaleras hacia la sala principal con Anna.
Ella sonrió cuando los dos llegaron al final. —Acabas de hacerlo.
—¿Puedo hacerte otra pregunta?
—Bueno, técnicamente tú... —suspiró—. Sí, adelante. ¿Qué pasa?
Cas se detuvo en la entrada del pasillo y ella se detuvo con él.
—Anna, las pruebas —comenzó—. Elegiste no terminarlas por una razón ¿no es así? Elegiste vivir en lugar de sacrificarte. Tú, Sam y Dean... se eligieron uno al otro.
Estaba claro que no quería hablar de eso, pero igual respondió. —Sí, lo hice. Lo hicimos. Y luego... Sam y Dean decidieron por mí.
Ella caminó por el pasillo hacia la sala médica y Cas la siguió. —Lo que hicieron Sam y Dean...
—No importa lo que hicieron —Anna lo interrumpió con frustración cuando entró a la sala y se giró hacia él—. Mira, yo podría haber detenido esto, Cas. Podría haber cerrado las puertas del infierno.
Cas suspiró y la miró con lástima. —Anna...
—Dean se ha ido, ¿está bien? Esto está en mis manos ahora y si puedo encontrar a Gadreel...
Se calló, insegura de cómo decirle todo lo que el otro ángel le había contado. Técnicamente era más vieja que él y su ex novio era el ángel psicópata que estaba tratando de rastrear.
Anna pensó que eso no caería bien. Sin mencionar que Cas no era exactamente la primera persona que tenía derecho a saber eso. Si Sam y Dean descubrieron que le había contado todo antes que ellos no se lo tomarían de la mejor manera.
La pelirroja dejó escapar un suspiro de frustración. —Necesito encontrarlo. Puedo arreglar esto —dejó la caja que llevaba sobre la mesa junto a la camilla a la que estaba a punto de subir—. Ahora, ser humano significa saldar tus deudas —abrió la caja y sacó la jeringa antes de girarse hacia Cas y entregársela—. Empecemos a balancear los libros.
Se subió a la camilla y diez minutos más tarde estaba exigiéndole a Cas que metiera la aguja más profundamente cuando dijo que no estaba retirando suficiente gracia.
Cas suspiró mientras pensaba en lo que Sam le había dicho:
—Ella está en una racha de autodestrucción. Se está castigando a sí misma y hará cualquier cosa para causarse dolor. No puedes permitir que eso suceda Cas. Ella no me escuchará en este momento... entonces, depende de ti.
Pero cuando Cas bajó la mirada hacia la minúscula cantidad de gracia en la jeringa, pensó en la primera vez que se encontró con los Winchester. En aquel entonces, él habría hecho cualquier cosa que fuera necesaria por el bien mayor.
Entonces, ¿por qué no hizo eso ahora? Sabía que ella podría manejarlo. Entonces, en contra de los deseos de Sam, empujó la aguja un poco más y levantó el émbolo.
El cuerpo de Anna se arqueó en la camilla cuando gritó. Los destellos de memoria la cegaron. Recuerdos de lo que sucedió cuando Gadreel habitó su cuerpo.
Jadeó cuando él se detuvo y se dejó caer de nuevo en la camilla. —¿Qué demonios fue eso?
Cas apretó los labios culpable. —Tu cuerpo está regresando al estado en que estaba antes de Gadreel.
—¿Tenemos suficiente Gracia para el hechizo de invocación?
—Anna.
—¿La tenemos o no, Cas? —él negó con la cabeza—. Entonces continúa.
Él lo hizo. Diciéndose una vez más que ella podría manejarlo. Que eso era necesario.
Después de otros agotadores diez minutos, la pelirroja estaba en camino de desmayarse.
—¿Anna? ¡¿Anna?! —Cas gritó con urgencia cuando no respondió.
Finalmente, frunció el ceño antes de hablar. —Sigue adelante —gimió.
Cas suspiró. No podía entender por qué los humanos hacían esto. Por qué ella hizo eso. ¿No entendía lo importante que era?
—¿Por qué? —le preguntó.
—Yo... yo tengo que encontrar a Gadreel. Se lo prometí.
Cas frunció el ceño ante su elección de palabras. —No —negó cuando comenzó a retirar la aguja—. ¿Por qué deben los Winchesters correr hacia la muerte?
Anna extendió el brazo y, con la fuerza que le quedaba, envolvió su mano alrededor de la jeringa para evitar que se moviera. —No, no lo hagas. No te detengas.
Cas apretó los labios y la miró triste. —Anna, cuando era un humano, morí y eso me mostró que la vida es preciosa. Y debe ser protegida a toda costa, incluso una vida tan... testaruda como la de los Winchester.
Su voz era desgarradora y débil cuando habló. —Mi vida no vale más que la de ningún otro... la tuya o la de Dean, Sam... o la de Kevin. Por favor. Por favor, ayúdame a hacer una cosa bien. Sigue adelante.
Y Cas hizo lo que ella le pidió porque sabía lo que era querer hacer las cosas bien. No fue hasta que vio la sangre salir de su nariz que se dio cuenta de lo equivocado que había estado de llevarla hasta allí.
Qué estúpido había sido por no escuchar a Sam.
Porque ella no estaba haciendo eso para arreglar las cosas. Anna estaba haciendo eso para castigarse a sí misma.
Entonces se dio cuenta de que Dean había tenido razón en hacer que enterrara sus sentimientos por ella. Porque Cas no la merecía. No podía ser lo que ella necesitaba que fuera.
A pesar de su historia, él nunca la conocería de la forma en que los hermanos la conocían. Él nunca podría protegerla de la manera en que Sam y Dean podían.
Cas pudo haberla amado. Pero ella no lo necesitaba. Ella necesitaba a los Winchester.
—Espera. Esto podría doler —dijo Cas al retirar la aguja de su cuello.
Ella gimió de dolor pero estaba demasiado débil como para protestar contra cualquier cosa que estuviera haciendo.
Cas presionó sus dedos en su frente y ella jadeó cuando la sanó. La sangre se desvaneció, se sentó y se llevó una mano al cuello, buscando una herida.
—Cas, ¿qué demonios fue eso? —preguntó cuando no encontró nada.
—He curado tus heridas por completo.
—¿Y la Gracia? —arrojó sus piernas sobre el borde de la camilla y miraba la jeringa en la mano de Cas.
Ni siquiera tenía un cuarto de nivel lleno.
—Bueno —dijo Cas mientras miraba la jeringa—. Lo que había de Gracia en ti se ha ido ahora. Lo que queda de Gadreel está ahí dentro. Solo tenemos que probar el hechizo con lo que tenemos.
Suspiró frustrada y se pasó una mano por la cara. —Maldición.
—Anna, quiero que Gadreel pague tanto como tú —ella apartó la vista de él con una mirada culpable pero Cas malinterpretó el significado de eso—. Pero nada justifica perderte a ti. Ya sabes, haber sido humano, no solo cambió mi visión de la comida. Cambió mi forma de verte a ti.
Ella frunció el ceño y lo miró. —¿De qué estás hablando?
—Solía ponerte en un pedestal. Solía pensar que eras... todopoderosa porque eras la única que logró reunir a un ángel, un demonio y a los Winchester para trabajar por una causa común. Pero ahora... puedo ver que eres solo un humano. Un humano defectuoso y roto. Nunca fuiste todopoderosa —Cas sonrió con suavidad—. Tú eres... tú. Y sin embargo, eres la parte más alta de todo lo increíble que ha sucedido. Eres solo humano y de alguna manera, eso te hace mejor de lo que pensé que eras. Me hace pensar mejor de ti.
Ella presionó sus labios y dejó caer sus ojos a su regazo. Cas sabía que le costaba creer lo que estaba diciendo. No entendía por qué, pero sabía que ella lo creería con el tiempo.
—Sabes, el viejo yo... hubiera continuado. Habría hundido la aguja hasta que murieras porque el fin siempre justifica los medios. Pero cuando yo... la mantequilla de maní y la jalea me enseñaron que los ángeles pueden cambiar... ¿quién sabe? Tal vez los Winchester también puedan.
****
—Esta es por lejos la idea más estúpida que has tenido —afirmó Crowley en voz baja mientras él y Dean entraban sigilosamente en la casa de Caín.
—Sí, bueno, aún es temprano —gruñó Dean.
Los dos entraron al salón donde habían estado hablando con Caín antes.
—Oh, no hay nada aquí —dijo Crowley—. Una lástima. Vámonos.
—¡Oye! —espetó Dean mientras se giraba hacia él—. No seas cobarde y empieza a buscar, ¿sí? No tenemos tanto tiempo.
Crowley resopló y se giró para dirigirse a la cocina cuando Dean avanzó hacia la sala. No se molestó en mirar a través de los lugares que había hurgado antes, sino que se dirigió directamente hacia el borde encima de la chimenea, el único lugar en la sala de estar que no había fisgoneado.
Lo que encontró allí le heló la sangre y le revolvió el estómago con náuseas.
En el centro del manto había una vieja foto de una mujer. Era hermosa y el nombre "Colette" estaba escrito en la parte de abajo. Tenía un anillo en el dedo que era similar al de Caín, lo que llevó a Dean a creer que la mujer era la esposa del hombre desde hacía mucho tiempo.
Eso no era lo que molestaba a Dean. No, lo que lo hizo tener escalofríos, fue que la mujer en la foto era Anna. Estaba distinta, vestida con ropa de la época y su pelo era rubio, pero seguía siendo ella. Su Anna.
—Nada. Ni siquiera el porno.
Dean comenzó a escuchar la voz de Crowley, se giró y obligó a su rostro a volver a una máscara en blanco. —Creo que sé por qué se fue de la reservación hace tantos años.
Le entregó la foto a Crowley y no dijo nada. Esperaba que estuviera volviéndose loco. Estaba tan desesperado por volver a ver a Anna que tal vez, estaba comenzando a ver su rostro en todos lados.
Crowley frunció el ceño mientras miraba la imagen. —Esto es una broma, ¿verdad? —Dean no dijo nada—. Esta es Anna —negó con la cabeza—. No entiendo.
El corazón de Dean se sentía como si hubiera sido aplastado mientras escuchaba la afirmación de Crowley. —¿Seguro? —Dean gruñó.
El ceño fruncido de Crowley se hizo más profundo. —Por supuesto que no. Yo...
—¿Quieres decirme que no sabes nada de esto? ¿Tú? ¿De todas las personas?
Crowley dio un paso atrás cuando Dean avanzó. —Escucha
—¡¿Por qué una foto de hace 200 años de mi esposa está en la casa de Caín ?! ¡El padre del asesinato, según tus palabras!
—Creo que puedo responder eso.
Dean y Crowley se giraron al oír la voz de Caín. Estaba parado en la entrada de la cocina, acunando una bolsa de papel del supermercado en un brazo.
Crowley tragó cuando Caín miró la foto en sus manos.
—Eso me pertenece —aseguró el hombre.
—Lo siento —murmuró Crowley mientras le devolvía la foto—. Hermosa, por cierto. Se parece a mi hija. Raro, realmente.
Caín se regodeó mientras miraba hacia abajo y pasaba el pulgar por su foto. —Ya quisieras tener una hija como ella.
Dean apretó los dientes mientras miraba la manera en que Caín miraba su fotografía. Abrió la boca para obtener algunas respuestas, pero antes de que pudiera decir algo, los faros iluminaron la ventana de la sala.
Los demonios habían llegado. Y por el sonido de los gritos desde el frente, Tara estaba muerta, y todos estaban allí esperando a Dean y Crowley.
—Abaddon. Todo este grupo tiene que morir —dijo Crowley mientras miraba por la ventana—. Yo cuento...
—Demasiados —aseguró Dean mientras probaba la puerta de entrada. Se movió hacia Caín e intentó ignorar la imagen que todavía colgaba de sus dedos—. El truco que hiciste con las puertas nos mantiene adentro. ¿Los mantendrá afuera?
—Por ahora.
Dean asintió. —Voy a bloquear las entradas. Prepárate para una pelea.
—Bueno, buena suerte con eso —dijo Caín mientras se dirigía a la cocina.
—¿Qué?
El hombre lo miró. —Expusieron mi hogar. Me expusieron a mí.
—¡Bueno, voy a llorar! —Dean gruñó mientras lo seguía a la cocina.
Caín sonrió. —Valiente, pero impulsivo. Ese era siempre su tipo. Verdaderamente estás a la altura de tu reputación.
El labio de Dean se curvó enojado ante la mención de Anna. —No puedo decir lo mismo —gruñó.
—¿Qué puedo decir? —contestó Caín mientras dejaba la bolsa sobre la mesa—. Estoy jubilado. Si sobrevives, eres bienvenido a unirte a mí en la última cena que comeré en esta casa antes de desaparecer de nuevo. Es lo menos que puedo hacer.
Dean dejó de hablar con él por el momento. No había manera de fuera a ayudarlo y siendo sincero, no estaba seguro de querer estar allí más tiempo del debido. No cuando parecía que sabía más sobre su esposa que si mismo.
Cuando cerró todas las puertas, envió a Crowley a mirar la sala de estar delantera mientras él se quedaba en la cocina y discutía con Caín un poco más.
Lo cual probablemente no era la mejor idea, porque lo siguiente que supo fue que Caín estaba dejando entrar a un puñado de demonios y se recostó para ver el espectáculo mientras trabajaba duro para derribarlos.
Crowley tampoco ofreció mucha ayuda.
—¿Qué fue eso? —Dean gruñó mientras empujaba el último cuerpo demoníaco al suelo—. ¿Una especie de prueba?
Caín se reclinó en la silla de su cocina y tomó un sorbo de cerveza. —Me sentí conectado a ti desde el comienzo. Almas gemelas, si quieres. Tú y yo nos parecemos mucho.
—Por supuesto. Sí, salvo que yo nunca maté a mi hermano.
Caín lo miró con curiosidad. —Tú salvaste al tuyo. ¿Por qué?
—Porque nunca te rindes con la familia... nunca.
—¿Dónde está tu hermano ahora, entonces?
Exactamente donde él quería estar. Con su esposa.
—No sé qué tipo de juego estás jugando aquí —gruñó Dean—. Y la verdad no me importa. Solo dame la maldita espada y cuéntame cual es tu trato con mi esposa.
—Lo siento, Dean —dijo Caín—. No tengo nada que darte.
—¿Qué? —Dean pudo notar como el hombre estaba evitando el tema de Anna.
—Ya no tengo la espada. Se ha ido.
Esa no era la noticia que Crowley quería escuchar tampoco. Para cuando Caín terminó con su maíz y los tres volvieron a la sala de estar delantera, el vapor prácticamente salía de las orejas del demonio.
—¿La Primera Espada se ha ido? ¿Qué quieres decir con que se ha ido? ¿Cómo? El hechizo nos trajo hasta aquí, tiene que estar aquí —afirmó Crowley.
—Su hechizo los trajo a la fuente de poder de la espada —explicó Caín—. Yo.
Enrolló la manga de su brazo derecho para revelar una marca quemada en su antebrazo interno. Crowley retrocedió y se hizo la señal de la cruz.
Dean lo miró con incredulidad. —¿En serio? ¿Ahora?
—Es la marca de sangre de Caín —le informó Crowley.
—Del mismo Lucifer —agregó el otro hombre—. La marca y la espada funcionan juntas. Sin la marca, la espada no sirve. Es solo un viejo hueso.
—¿Un hueso?
—La mandíbula de un animal —dijo Dean—. La mandíbula que usaste para matar a Abel porque era el favorito de Dios.
—Abel no estaba hablando con Dios —Caín lo corrigió—. Él estaba hablando con Lucifer. Lucifer iba a hacer de mi hermano su mascota. No podía soportar la idea de verlo corromperse así que le ofrecí un trato. El alma de Abel en el paraíso por mi alma en el infierno. Lucifer aceptó... pero yo debía ser quien enviara a Abel al paraíso. Entonces, lo maté. Convirtiéndome en un Soldado del Infierno... un caballero.
Dean frunció el ceño. —Y Lucifer te ordenó hacer más.
Caín enseñó sus dientes. —Mis caballeros y yo, hicimos cosas horribles... durante siglos. Mensajeros de caos y oscuridad.
—Luego conociste a Colette —comentó Dean, con la mandíbula apretada.
Caín lo miró con dureza. —Ella sabía quién era... y lo que era. Me amaba incondicionalmente. Me perdonó. Solo me pidió una cosa.
—Que pararas —dijo Crowley.
Caín asintió una vez mientras miraba al demonio. —Cuando los caballeros lo averiguaron, tomaron represalias. Se llevaron a Colette, así que tomé la Primera Espada, me sentí tan bien teniéndola en mis manos de nuevo y masacré a los Caballeros del Infierno. Todos menos uno, parece —miró hacia Dean—. Yo la conocía como Colette. Ella murió y al parecer volvió a renacer.
Dean tragó saliva tan fuerte que le lastimó la garganta. Movió la cabeza en señal de negación. —¿Qué? —gruñó—. No, nos estás mintiendo.
—¿Por qué mentiría?
—¡No lo sé! —Dean respiró hondo mientras sentía sus ojos bien abiertos. Hizo un gesto hacia donde la imagen descansaba en el manto—. Esa no es mi esposa. No puede ser.
—Tienes razón —dijo Caín suavemente mientras daba un paso hacia Dean—. Es como yo te dije, esa no es tu esposa. Esa es mi esposa. Tú Anna... no es mi Colette. Mi esposa está muerta, no la tuya.
—¿Qué demonios se supone que significa eso? —Dean gruñó, su frustración crecía con cada pregunta sin respuesta.
—Significa que Anna, o Colette, es la fuente de todos los mitos que rodean la reencarnación. Ella es el único ser que lo logrará —Caín apretó los labios por un momento—. Ella... es más que un simple ser humano.
Las entrañas de Dean se sentían huecas. ¿De qué diablos estaba hablando? ¿Qué quiso decir con que ella era más que un ser humano? Ella era humana... ¿o no?
—Entonces, ¿qué demonios es? ¿Es... un monstruo? —Caín miró hacia otro lado y Dean se enfureció—. ¿Quién demonios es mi esposa?
El hombre lo miró. —No lo sé. Todo lo que sé es que... ella es mucho más vieja que la humanidad. O por lo menos lo es su esencia verdadera. Hace muchos siglos atrás, pensé que la habían enviado a espiarme, entonces hice una investigación. De repente, comenzó a aparecer en todos lados. Cientos de certificados de nacimiento y defunción todos conectados a ella. Siempre la misma cara, con distintos nombres. Colette, Natasha, Bárbara... Anna.
Dean apenas logró llegar al sofá antes de desplomarse sobre el. Crowley se quedó allí, su expresión en blanco, pero podía verlo en sus ojos... estaba tan conmocionado por esta revelación como él.
—¿Qué quieres decir? —Dean preguntó lentamente—. ¿Qué quieres decir con que ella está en el centro de todo?
—Todos los eventos que cambian el mundo, tanto conocidos como desconocidos para los humanos... está en el centro de todo. Ella puede estar luchando contra eso o por eso. A veces... es incluso la causa. El mundo, literalmente, gira en torno a ella.
Caín los miró a los dos. Una mirada que casi parecía simpática. —Ella es incluso... la razón por la cual Lucifer hizo a los Caballeros del Infierno. Es su capricho.
—Bueno —dijo Crowley mientras Dean caía de nuevo en el sofá y miraba la mesa de café—. Llámame un papá orgulloso. Mi hija realmente se hizo famosa por sí misma ¿lo que puede lograr una cara bonita, verdad?
—Eso... eso explica a Abaddon —Dean respiró—. Ella ha estado obsesionada con Anna. Pero al parecer no quiere matarla.
—Ella quiere corromperla —afirmó Caín—. Colette pertenecía a Abaddon antes de conocerme. O eso es lo que Abaddon cree. En realidad... ella nunca le perteneció a nadie.
Crowley frunció el ceño confundido. —Espera, ¿por qué ella te pidió que dejaras de matar... pero no a Abaddon?
Dean levantó la cabeza cuando oyó esa pregunta. Esa sensación de náuseas se habían ido y fue reemplazada por... nada. Él no sintió nada. Estaba adormecido y todo lo que podía pensar era que necesitaba ver a Anna en ese momento. Él necesitaba abrazarla.
—Creo —comenzó Caín—. Que le dijo que se detuviera. Y creo que iba a hacerlo. Luego descubrió que Colette se había enamorado de mí... Abaddon nunca quiso compartirla. Ella nunca entendió que era demasiado especial para mantenerla encerrada. Como dije... ella nunca perteneció a nadie. Y nunca lo hará.
—¿Ella lo sabe? —preguntó Dean. Su voz sonaba hueca.
Caín y Crowley lo miraron y repitió su pregunta.
El hombre mayor negó con la cabeza y el corazón de Dean se llenó de alivio. No sabía qué habría hecho si hubiera sabido todo este tiempo quién era ella.
—Parece que cuando renace, se olvida de su vida pasada. Ella no tiene idea de quién es en realidad. De hecho... Dios puede ser el único ser que sabe quién es realmente. En lo que a ella respecta... Colette o Anna, es un humano ordinario.
Crowley se burló. —Ordinario mi culo.
Dean salió de esa casa esa noche con la Marca de Caín en su brazo y más preguntas que respuestas. Lo único de lo que estaba seguro era de que la Primera Espada estaba hundida en el fondo del océano y que amaba a Anna.
La extrañaba tanto que le dolía.
Mientras tanto, de vuelta en el búnker, Anna estaba sentada en la biblioteca. El fracaso se sentó pesadamente sobre sus hombros. El hechizo de seguimiento se suspendió y todo lo que pudo preguntarse fue...
¿Qué pasaría si rompía su promesa con un ángel?
¿Quién era ella?
¿Dean estaba bien?
¿La seguiría amando si supiera que era un monstruo?
¿La amaría Sam?
****
Así que... ¡boom! Anna (o Colette) también conoció a Caín. Ella es el centro de todo, bueno no ella, sino su esencia.
Anna es solo de los Winchester. No estará con nadie más que ellos.
¿Qué les pareció? La historia va tomando un camino diferente y todavía falta el reencuentro entre Anna y Dean, que eso va a ser en el próximo capítulo. Así que preparen las lágrimas.
Gracias por leer y comentar, me hacen feliz 😘 Y perdón por la tardanza, tuve una semana agitada 😕
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