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[009] parte I

Ellie abrió una puerta desgastada en el establo para revelar una habitación saturada con dos camas y un escritorio que apenas cabía.

—Dormirán aquí abajo —explicó—. El desayuno es a las 5:00, la cena es a las 8:00 y entre medias, son míos. ¿Preguntas?

Dean hizo un puchero mientras miraba la habitación. —Extraño mi habitación —murmuró.

La muchacha frunció el ceño y Anna le sonrió. —Estamos bien.

Ella asintió. —Bueno. El trabajo es suyo si quieren. Pero mejor les aviso... es un trabajo de mierda.

Por supuesto, con la suerte que estaban manejando, era de esperarse. Después de que se instalaron, les había dado tres rastrillos con una carretilla y los había dejado en los establos.

—Mierda —Anna se quejó mientras levantaba otro rastrillo lleno de paja y estiércol de caballo—. Ella quiso decir literalmente mierda —suspiró justo cuando un caballo que estaba junto a ella relincho. 

Salió corriendo del corral hacia la carretilla.

Dean gruñó mientras levantaba su propio rastrillo de estiércol y lo tiraba a la carretilla. Frunciendo el ceño, se acercó a uno de los caballos y rápidamente le dijo que lo odiaba.

De repente, gritos se escucharon desde las puertas del granero. Eran Ellie y la famosa Alice Cassity, según la foto de su familia que Anna recordaba. Discutían sobre comida orgánica para el ganado antes de que Alice se marchara.

—Es muy simpatica ¿eh? —comentó Anna mientras Ellie entraba en el granero.

La muchacha bufó. —Alice Cassity es insoportable. Pero, ¿qué le vamos a hacer? Ella es la jefa.

Anna sonrió. Y Ellie le devolvió la sonrisa antes de pasar a su lado hacia al otro extremo del granero. —De acuerdo ¿qué estamos pensando?

—¿Qué? ¿Sobre el trato? —preguntó Dean—. Bueno, Ellie es la empleada, así que está fuera.

—Y Carl no parece realmente del tipo "vende tu alma" —dijo Sam—. Entonces, ¿Alice?

—Ding, ding, ding.

—¿Deberíamos hablar con ella? —Anna preguntó dudosa.

—¿Por qué? ¿Para que pueda mentirnos y luego llamar a la policía? —exclamó Dean—. No. No, vamos a tener que ir de espías en este caso, bebé.

****

Los gritos fueron lo primero que escucharon. Luego el gruñido, luego el sonido de la carne desgarrándose y Carl ya no estaba. Realmente no parecía del tipo que hacía un trato. Pero entonces nadie se parece.

Anna fue la última en regresar a la habitación, después de haber tenido una conversación interesante con Alice. Había estado cepillando uno de sus caballos en el establo cuando la pelirroja se detuvo para preguntar cómo estaba, mientras Sam y Dean se adelantaron.

Curiosamente, ella no estaba triste por la muerte de su marido. Dijo que se había despertado un día y de repente lo encontró atractivo, y ahora que se había ido, no entendió lo que había visto en él.

Anna le deseó buenas noches y corrió directamente a su improvisada habitación para encontrarse a los hermanos.

—¿Dónde está Sam? —ella resopló mientras entraba y se encontraba a Dean tomando su bolsa de lona, ​​notó con leve diversión que tenía ropa interior de ella guardada allí.

Dean la miró. —Trayendo el auto. Oye, ¿sabes si tenemos polvo de tumba?

Ella frunció el ceño confundida. —Deberíamos. ¿Por qué?

—¿Milenrama?

Anna asintió y se encogió de hombros. —Sí. No. Dean, no. No vamos a invocar a un demonio de los cruces de camino.

Dean extendió sus brazos. —El plan "A" estalló, así que bienvenidos al plan "B"... cogemos a alguna zorra de ojos rojos en la trampa, y ponemos un cuchillo en ella hasta que nos traiga un perro entrega especial.

—Sí, excepto porque cuando Crowley se entere de que estamos llamando al infierno, no enviará a un perro del infierno enviará cien. Eso no es un plan, Dean... es un suicidio.

—No si él sabe que estás allí—sonrió, como si acabara de descubrir la pólvora—. Sabes, solía pensar que estabas loca por creer que Crowley se preocupaba por ti. Pero después de ver su pequeño acto cuando estabas en el purgatorio, lo creo. No hay forma de que él envié perros del infierno si estás allí.

Anna asintió. —Tienes razón. Él no lo haría. Pero los hellhounds son más inteligentes que un rottweiler, Dean. Todo lo que Crowley tiene que hacer es decir "no toquen a Anna o te despellejaré" y no me tocarán.

Dean rodó los ojos. —Bien, ¿tienes una idea mejor?

—Sí, nos quedamos aquí. Acabo de hablar con Alice en el granero. Carl no vendió su alma por petróleo... la vendió por Alice.

—¿Su esposa?

Ella se encogió de hombros. —Él la quería, ella apenas lo miraba, así que hizo un trato. Y ahora que se ha acabado el tiempo, es como si ella apenas hubiera conocido al tipo.

Dean pensó por un momento antes de deslizar su lengua sobre su labio inferior. —¿Crees que nuestro demonio firmó con más de un imbécil mientras estaba en la ciudad?

—No sería la primera vez —un trueno retumbó afuera del granero y sacudió la única ventana en la habitación—. Mira, Dean, esta familia es rica porque alguien reservó un billete de ida al piso de abajo. Y a partir de mañana todos van a estar justo aquí.

—¿Y tú quieres dejarlos fuera?

—Quiero matar a un perro del infierno y no morir. ¿Y tú? —Anna inclinó la cabeza ligeramente mientras lo miraba. Él evitó sus ojos y eso le dijo todo lo que necesitaba saber.

—Dos días... entonces lo haremos a mi manera —accedió mientras abría su bolsa otra vez.

Ella asintió. —Le diré a Sam.

—¿Anna?—ella se giró para mirarlo, pero él no la miraba a los ojos—. Esta noche dormiremos juntos, ¿te parece?

Ella apretó los labios y suspiró. Se movió hacia él y lo giró hasta que la miró. Luego ahuecó su rostro entre sus manos y se puso en puntas de pie para besarlo.

Lo besó hasta que sus fuertes brazos rodearon su cintura y la apretó contra él como si la puerta no estuviera abierta de par en par y Sam no estuviera por volver pronto. Anna se echó hacia atrás y lo miró a los ojos.

—Me tienes ahora, Dean. Ya no tienes que hacer estupideces. Y sea lo que sea, que has estado pensando, debe terminar.

****

Anna, Sam y Dean, se unieron a Ellie al día siguiente en el camino de entrada y observaron cómo una camioneta negra se detenía. Un hombre mayor con cabello gris salió del coche con botas de vaquero, sombrero y una corbata muy corta.

—Conoce a Noah Cassity —dijo Ellie—. Tiene 71, una fortuna de un billón, y se acaba de casar con la esposa número 5, una modelo de lencería de 20 años.

—¿Porque tienen mucho en común? —dijo Anna, sonando amarga incluso para ella misma.

Solo había estado celosa de una mujer en su vida, la que no debe ser nombrada, pero tuvo que admitir que apestaba cuando los hombres elegían a las mujeres como si vinieran de un catálogo.

Se giró para mirar justo cuando una mujer salía de la parte trasera con un mini vestido y una corta chaqueta de piel blanca. Ella y Noah se adelantaron para saludar a Alice mientras se acercaba a la casa.

—Alice es su hija mayor —comentó Ellie—. Cindy es la mediana. Tuvo un single en la lista country hace unos años. Después empezó a darle a la botella y bueno... su último disco fue un puñado de canciones navideñas para perros. Mis favoritas eran "Jingle Guau Rock" y "No mear en este árbol: ¡Feliz Día del Árbol!".

—Vamos, ella es el diablo —bromeó Dean.

—Básicamente.

Justo cuando Anna pensó que la situación no podía empeorar. La otra puerta trasera se abrió y una mujer aún más joven salió usando un suéter y pantalones color canela.

—Y esa es la pequeña... Margot —habló de nuevo Ellie—. Se fugó justo antes de que Alice y Carl se comprometieran, vive en París.

—¿Cómo sabes todo eso? —preguntó Sam.

Ellie lo miró. —He trabajado en esta granja desde que tenía trece años. Y tengo ojos. De acuerdo, esta noche tenemos que estar todos atentos. Voy a necesitar a dos de ustedes adentro, sirviendo la cena y las bebidas... un montón de bebidas.

Dean sonrió y les dio una palmadita a Sam y Anna. —Bueno, ustedes dos, diviértanse. No puedo esperar.

—Y también a alguien en la parrilla —terminó Ellie mientras miraba a Dean con una sonrisa que irritó a Anna.

Dean le devolvió la sonrisa, completamente ajeno a la evidente mirada sensual en el rostro de la mujer. —¿Qué tipo de parrilla?

****

La pelirroja pensó que estar resguardada del frío era el mejor premio que recibió en todo el día. Luego tuvo que escuchar las amenazas de muerte lanzadas por los Cassity y los vagos insultos mientras le exigían más vino a ella y a Sam. Después de eso, se dio cuenta de que preferiría morir congelada.

Lo mejor que sucedió en esa cena fue que el nombre de Crowley apareciera. Anna había apostado a que el Rey del Infierno se divertiría si la escuchara decir eso en voz alta.

—¿Crowley? —exclamó Dean. 

Se quedó de pie con ella en la terraza mientras miraba a Sam, que seguía sirviendo vino y lavando platos a través de las puertas de vidrio.

—Eso dijeron. Aparentemente, pasó por aquí hace diez años —comentó mientras se abrazó a si misma y reprimió un escalofrío.

—Entonces, ¿qué? ¿crees que té y buñuelos hizo estos tratos y ahora está recolectando? —Dean preguntó mientras distraídamente se quitaba la chaqueta y se la ponía alrededor de los hombros.

Anna se calentó casi al instante y sintió felicidad a sentir su aroma envolviéndola. Le dio una sonrisa de adoración, su forma de decir que apreciaba las pequeñas cosas que hacía. Sin embargo, Dean miraba hacia los árboles y no se dio cuenta. De hecho, estaba actuando como si no hubiera sucedido. 

Así es como era él. 

Hizo esas pequeñas cosas porque la amaba y sintió que era lo que tenía que hacer para mostrar ese amor. Nunca esperó nada a cambio. Había llegado al punto en que era natural para él esos pequeños gestos, como si ni siquiera se diera cuenta de que lo hacía.

La miró cuando ella no respondió y se dio cuenta de que lo había estado mirando como una idiota.

Se aclaró la garganta y bajó la vista al suelo por un segundo antes de mirarlo. —O sólo envió a su perro, le dijo que fuera a buscar. El tipo es el rey del infierno. Recoger unas almas... tiene que estar por debajo de su cargo.

La frente de Dean se arrugó mientras escondía sus manos en sus bolsillos. —Supongo. ¿Alguna idea de quién firmó en la línea de puntos?

Anna se encogió de hombros y se apegó a la chaqueta de Dean con más fuerza. —No tengo ni idea. Es brutal allí dentro.

El teléfono de Dean sonó. Lo sacó y lo puso en el altavoz una vez que vio quien era el que lo llamaba.

—Kev, ¿qué tal? —Dean dijo mientras sostenía su teléfono para que ella también pudiera hablar con el joven.

—Dean, buenas noticias, creo... más o menos —dijo Kevin.

—No exageres —murmuró Anna.

—Lo siento. He encontrado algo en la tabla, acerca de los perros del infierno. Si esto significa algo para ti... "las criaturas funestas solo pueden ser vistas por los condenados o a través de un objeto quemado con el fuego santo".

—¿Cómo con aceite sagrado? —preguntó Dean.

—Tiene que ser —comentó la pelirroja—. Podríamos usar una ventana.

—O gafas —sugirió también Kevin.

—Creo que todavía tenemos jugo de Jesús en el maletero —dijo Dean—. Está bien, yo me encargo de las gafas de rayos-X. Tu y Sammy quédense aquí. No pierdas de vista a J.R. y la banda, ¿de acuerdo?

Anna asintió. —Está bien —se inclinó hacia el teléfono de Dean—. Kevin, lo has hecho genial. Duerme un poco.

Escuchó la sonrisa en la voz de Kevin cuando él le dio las gracias. Dean colgó y le lanzó una mirada dura. 

—Eres tan buena como Sam.

Ella se encogió de hombros. —Tengo razón, Dean. Él necesita tomarlo con calma. Y sí, Sam diría lo mismo si estuviera aquí.

Dean rodó los ojos. —Sí, sí. Hablemos de esto después de atrapar a Lassie.

Anna le pidió que esperara y se quitó la chaqueta para devolvérsela.

—Mantenla  —sugirió Dean.

Ella lo miró incrédula y se la dio. —Hace mucho frío aquí. Y voy a entrar de todos modos, tienen calefacción.

Lo tomó sin más discusión y se lo volvió a poner. —Me encanta cuando mi ropa huele a ti—dijo, como si no fuera la cosa más dulce que le había dicho alguna vez.

—Si, como sea... —contesto fingiendo ser desinteresada—. Dean, mantente alejado de Ellie.

Dean frunció el ceño sin entender. —¿Qué?

—Las mujeres tenemos un sexto sentido. Y tengo el sentido que Ellie se quiere meter en tus pantalones.

—¿Si? Bueno, es una pena para ella, porque estos pantalones y lo que hay dentro ya están reservados.

Se inclinó hacia adelante y le dio un beso desordenado antes de salir corriendo, dejándola sonriendo detrás de él.

****

Anna no había vuelto a la casa más de cinco minutos antes de que Noah se fuera con Margot a buscar al "lobo" que mató a Carl. Por supuesto, para empeorar las cosas, Noah estaba completamente borracho.

Sam había huido después de ellos dos, dejándola para cuidar a Alice y Cindy, aunque estabas seguro de que lo había hecho principalmente porque estaba harto de los comentarios superficiales de Cindy.

Otros veinte minutos más tarde, Noah regresó a la casa preso del pánico. Margot estaba muerta. Su garganta había sido rasgada y no fue por ningún lobo.

Dean y Sam entraron a la sala no mucho después de eso. Ella había logrado mantener a Noah, Cindy y Alice reunidos a esa área.

—¿Qué era eso? —preguntó Noah tan pronto como entraron.

A Anna le pareció un poco sexista que hubiera esperado a que los hombres llegarán para encontrar las respuestas, pero estaba eligiendo sus batallas. Y enfrentarse a un tipo viejo, rico y borracho realmente no valía la pena.

—Era un Hellhound —gruñó Dean—. Cuando vendes tu alma a un demonio, son los que vienen a arrancártela.

—¿Demonio? —preguntó Alice.

—Crowley. Pomposo, así de alto y muy idiota.

—¡Dean! —Anna lo regañó.

Él rodó los ojos. Miró a la familia antes de volver a hablar. —Sabemos que vino hace diez años, haciendo sueños realidad. Si no firmaste, genial. Esa cosa no te tocará. Pero si lo hiciste, necesito saberlo. Y necesito saberlo ya. Así que manos arriba.

—Espera —dijo Noah—. ¿El tipo inglés era un demonio, y ahora hay un perro del infierno que viene a por nosotros? ¿Estás loco?

—Obviamente están locos —dijo Cindy.

—No te hagas la tonta —atacó Sam.

—Sí. No lo hago. Yo no vendí mi maldita alma.

—Bueno, alguien sí —dijo Anna—. Y cuanto antes confiese ese idiota, antes se podrán ir los demás.

Ninguno de ellos dijo una palabra.

—Está bien—dijo Dean—. Encierralos.

—¡¿Qué?!—exclamó Alice.

—Miren  —comenzó Sam—. Voy a esparcir polvo de cementerio alrededor de las puertas, ventanas. Eso mantendrá al perro del infierno fuera durante un tiempo.

Noah entró en pánico. —¿Qué es eso... cuánto tiempo?

—Lo suficiente para clavarle esto en la garganta —gruñó Dean.

Noah suspiró. —De ninguna manera. De ninguna manera. No puedes hacer esto. No puedes...

Dean sacó su arma de la parte trasera de sus jeans y la levantó. —Sí, puedo. ¿Quieres saber por qué? Porque es lo que hago. Y, amigo, soy el mejor. Mira, tengo un amigo ahí fuera y quizás, solo quizás, te libres. Sino, eres carne. Así que siéntate, cállate... —sacó un par de esposas—.  Y ponte esto.

Ninguno de ellos habló de nuevo hasta que Anna y Dean dispersaron la mayor parte del polvo de cementerio y Sam cerró una esposa sobre las muñecas de Alice y la amarró a la mesa de café.

—Yo no... ¿Quién eres tú?—preguntó Alice.

—Estamos aquí para ayudar —respondió Sam mientras se acercaba a Anna y Dean frente a la mesa de café.

—¿Cómo ayudaron a Margie? —dijo Noah.

—Oye —gruñó Anna—. No es problema nuestro si ustedes son un montón de idiotas que venden su alma por algo tan miserable como el dinero o la fama. Así que ahora todos ustedes se sentarán en esos cómodos sillones ¡y cerrarán sus malditas bocas, antes de que los atraviese con una bala!  

Tanto los Cassity como los hermanos estuvieron asombrados de la actitud de la pelirroja. Dean sonrió con satisfacción. 

—Esa es mi bebé —añadió orgulloso mientras besaba la superficie de su cabeza. 

—Cuando el perro del infierno se acerque, puede que empieces a ver cosas, a oír cosas. Te vas a sentir como si hubieras tomado ácido y que está intentando matarte. Las esposas son para que no se hagan daño —explicó Sam.

—Y cuando uno de ustedes se comience a molestar, sabremos cuál es el siguiente en ser comida de perro —finalizó Dean antes de colocar una última línea de polvo detrás de él en la entrada. Anna lo siguió, dejando atrás a Sam para vigilar a la familia.

—¿Así que... cuál es nuestra jugada?

Dean terminó la línea antes de enderezarse y girarse para mirarla. —Bueno, tú y Sam acampen aquí, descubran quién prostituyó su alma. Iré a explorar los terrenos, a ver si no puedo atraparlo antes de que haga su próximo movimiento, lo haré en plan héroe solitario.

Ella frunció el ceño. —Espera, no vas a ir solo, Dean. Voy a ir contigo.

Comenzó a caminar hacia la puerta principal. —Incorrecto.

—Están encerrados, Sam los está mirando y necesitas respaldo —insistió mientras lo seguía.

Él suspiró y se detuvo para mirarla de nuevo. Parecía que había estado ensayando esta discusión. —No, no lo creo.

—Sí lo crees.

Sacudió la cabeza. —No, necesito que estés a salvo Anna, ¿de acuerdo? Eso es lo que necesito.

Ella frunció el ceño otra vez y le dio una sonrisa confundida. —¿Qué? ¿Cuándo estamos a salvo?

Él miró hacia otro lado brevemente. —Esto es diferente.

—¿Cómo?

—Por la mierda de las tres pruebas, la pequeña maldición obstaculizadora de Dios. Sammy y yo ya hemos pasado por cosas así... con Ojos Amarillos, Lucifer, el maldito Dick Roman. Los dos sabemos cómo termina, uno muere... o algo peor.

Anna se burló y negó con la cabeza.—¿Y qué... has decidido qué vas a ser tú?

Él se encogió de hombros. —Soy un gruñón, Anna. Tú no. Tampoco lo es Sam. Siempre has sido el cerebro de esta operación.

Dio un paso adelante, las lágrimas picando el fondo de sus ojos al darse cuenta de la poca autoestima que se tenía.—Dean.

—Sam me dijo que veía una salida, y dijiste que te acomodarías a esa vida si la oportunidad llegaba. Ves una luz al final de este horrible túnel. No la veo. Todo lo que tengo eres tú y la caza. Pero te diré lo que sí sé... que voy a morir con un arma en la mano —hizo una pausa para mirarla—. Porque eso es lo que me espera. No puedo hacer nada más excepto esto. No puedo darte la vida que mereces. Quiero que salgas de esto. Quiero que tengas una vida, convierte en una mujer de letras o lo que sea. Cásate con Sam. Ten hijos y nietos, vive hasta que seas vieja y Sammy tenga que tomar viagra, ese es mi final perfecto y es el único que voy a tener. Así que voy a hacer esas pruebas. Y voy a hacerlas solo... fin de la historia. Vas a quedarte aquí. Yo voy a salir ahí fuera. Si esa cosa viene aquí, me llamas. Si intentas seguirme, voy a meterte una bala en tu hermosa pierna.

Dean hizo una pausa mientras veía como su rostro se llenaba de lágrimas. Le rompió el corazón actuar de esa manera con ella, pero sabía que si intentaba ser gentil intentaría convencerlo de que no lo hiciera y él se lo permitiría. Pero la verdad es que Dean no quería morir. Quería la vida que le dijo que viviera con Sam. Pero ya había pasado por ese camino y eso lo volvía loco. Él no estaba destinado a la vida doméstica. Iba a morir como un cazador y estaba seguro de que no la estaba arrastrando con él.

Él no podía impedirle cazar, pero la protegería de los grandes malvados todo el tiempo que pudiera. La mantendría viva lo suficiente como para que ella elija la vida que quisiera. Y sabía que cuando llegara ese momento tendría que dejarla ir. Y tal vez por eso estaba tan decidido a ir a misiones suicidas. Él no quería vivir para ver que eso suceda. Él no estaba listo para dejarla ir.

Y temía nunca estarlo.

****

Anna estaba de pie junto a la ventana de la sala, con los anteojos sagrados que Dean le había dado. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho mientras buscaba a Dean, al Hellhound o a ambos. Sam estaba a su lado con sus propias gafas, estaba demasiado molesta como para comentar lo caliente que se veía con ellas. 

Él le susurraba algo. Que Dean estaría bien. Que ella obtendría el final feliz que quería. Decía cualquier cosa para hacerla sonreír otra vez.

Porque él extrañaba su sonrisa. Incluso echaba de menos que ella se enojara con los Cassity y actuará con ferocidad. No podía soportar cuando ella se sentía miserable.

—Has vendido tu alma. Admítelo —Cindy bromeó. 

Anna rodó los ojos y suspiró ante el sonido de su voz. Realmente esperaba que hubiera sido ella quien vendiera su alma.

—¿Por qué demonios crees eso? —preguntó el viejo Noah.

—Porque eres un muerto viviente y estás casado con un centenario. He hecho las cuentas.

—A ella le gusta el dinero y yo soy rico. Vuelve a hacerlas. Cantas fatal, así que explica la carrera musical.

—¡Hola! —gritó Cindy—. Auto-tune.

—¡Dios! ¡Cállate! —gritó Anna mientras se volvía hacia ellos. 

—No sé por qué crees que uno de nosotros hizo un trato.

—Porque encontraste petróleo donde no había ningún aceite. ¿Eso no te pareció raro? —explicó Sam.

—Margie —dijo Alice en voz baja—. Margie solía decir que... que si fuéramos ricos, todos seríamos felices.

Noah se mofó. —Bien. Somos los malditos Waltons —el silencio volvió y por un momento la felicidad, hasta que Noah habló—. Necesito ir al baño.

—Aguantate —Anna contestó seria.

—¿Con mi edad? No es una opción, así que o me dejas ir o me das una botella.

—Eres asqueroso —dijo Cindy.

Anna fue a gritarles de nuevo pero Sam la detuvo cuando la empujó hacia la ventana. Ella sintió que su sangre se congelaba al ver una forma etérea y negra que se deslizaba por el césped hacia el granero. Todo lo que podía pensar era que Dean estaba en ese granero.

Oyeron que la puerta se abría, se cerraba. Giró sobre sus talones, esperando que fuera Dean. No fue así. Alice había deslizado sus esposas. Honestamente, a Anna no le importaba si se la comían, pero Dean estaba solo y no podía permitirse ninguna distracción.

Le dijo a Sam que se quedara y antes de que pudiera retenerla, salió corriendo por la puerta, agarrando el rifle que estaba apoyado contra la pared cuando pasó.

Alice gritó para que la dejara ir cuando Anna la alcanzó y la tomó del brazo con fuerza. Casi la arrastró de regreso a la casa, deteniéndose un momento cuando vio al perro mirándola desde los arbustos.

La pelirroja le gritó para que volviera a entrar, asustandola lo suficiente como para que ella realmente obedeciera. Cuando miró hacia atrás a los arbustos y preparó el rifle, el sabueso del infierno había desaparecido.

Anna podría haber vuelto a la casa. Hacer lo que Dean le dijo. Pero ignoró todo e hizo lo que ella quería hacer en primer lugar.

****

Encontró al sabueso del infierno en el granero. Dean estaba tirado en piso, sin armas, sin gafas y con una profunda herida en el costado. Anna le agradecía a Dios que había llegado allí en el momento justo porque había logrado dispararle al animal justo cuando se abalanzó sobre Dean. 

Se encogió de miedo y aulló por un momento, aprovechó la oportunidad para soltar el rifle y rodar hacia el cuchillo de Dean que estaba en la tierra. Justo cuando rodó sobre su espalda para levantarse, el monstruo se abalanzó sobre ella, logró colocar una mano alrededor de su cuello para evitar que la mordiera.

Ladró y gruñó cuando Anna se aferró al cuchillo con fuerza y retuvo al sabueso del infierno. Antes de que pudiera pensar demasiado en las consecuencias, clavó la hoja del cuchillo en el pecho del perro y lo arrastró hasta que fue destripado, sus entrañas y su sangre la cubrían.

Jadeó cuando la sangre le cayó, sorprendida de lo frío que se sentía. El sabueso del infierno murió en sus manos y rodó hacia un lado antes de que su peso pudiera aplastarla. Miró a Dean, jadeando. Anna pensó que si él no hubiera estado herido estaría en un gran problema.

****

Después de que Dean se vendó y le aseguró a Ellie que mientras viajara con la bolsa hexagonal que le dieron, ella no sería arrastrada al infierno, se fue y Dean tendió su mano hacia Sam por el hechizo. Anna presionó sus labios mientras lo miraba.

Se había quitado la campera que llevaba, ahora estaba parada con su camiseta y su pantalón, ambos empapados de sangre. Estaba contenta de que la habitación del establo tuviera calentador porque la sangre parecía enfriarse cuanto más tiempo permanecía allí.

—Dean —dijo Sam en lugar de entregar el hechizo—. Incluso si ella puede esquivar a Crowley, tan pronto como Ellie muera, su alma está marcada para ir al infierno.

—No si lo apagamos primero —dijo Dean. 

Le arrebató el hechizo a Sam antes de tomar el abrigo ensangrentado de la cama y sostenerlo fuertemente contra su pecho mientras decía el hechizo.

—El hechizo no funcionará en ti, Dean —dijo Anna suavemente cuando no pasó nada.

Apretó los labios con frustración y arrojó la ropa a la cama. —No importa. Buscaremos otro perro del infierno y lo mataré.

—No.

Él la miró. —Anna, no pasé la prueba.

Ella dio un paso adelante. —Pero yo lo hice... y voy a hacer el resto.

—¡Y una mierda las vas a hacer! Sam, díselo.

Sam no dijo nada. Estaba dividido entre no querer que su hermano fuera a una misión suicida y saber que ella haría todo lo posible por mantenerse con vida, pero también quería mantenerla protegida de todos modos.

—Cerrar las puertas, es una misión suicida para ti.

—Anna...

—¿Crees que no entiendo por qué estás haciendo esto? Quiero cerrar el infierno, ¿de acuerdo? Pero quiero sobrevivir a esto. Quiero vivir, y tú deberías también. Tienes amigos aquí, familia. Me tienes. Quiero decir, demonios, incluso tienes tu propia habitación ahora. Tenías razón, ¿de acuerdo? Veo luz al final de este túnel. Y lamento que no lo hagas, pero está ahí. Y si vienes conmigo, puedo llevarte a eso.

Dean negó con la cabeza, pero ella podía ver en sus ojos que él se estaba desmoronando lentamente a su voluntad. —Bebé, sé inteligente.

—Soy inteligente y tú también lo eres. No eres un gruñón, Dean. Eres un genio, cuando se trata de saber eres el mejor cazador que yo he visto. Mejor que yo, mejor que tu papá... y Sam. Yo creo en ti, Dean. Así que, por favor... por favor, cree en mí también.

Dean la miró fijamente por unos segundos antes de mirar a Sam. 

—¿De verdad estás de acuerdo con esto? —le preguntó a su hermano.

Sam negó con la cabeza. —No. Pero es su elección. Si cree que puede hacerlo... tenemos que confiar en eso, Dean.

Dean suspiró y miró el papel en su mano una última vez antes de dárselo.

Anna respiró profundamente antes de decir el hechizo. En el momento en que la última palabra salió de su boca, se sacudió cuando una súbita sensación oscura y pesada se instaló dentro de ella. Entonces sintió un dolor penetrante en su cabeza y cayó de rodillas con un gruñido de dolor.

—Anna—gritó Dean mientras caía de rodillas frente a ella. Sam corrió también, aunque se mantuvo unos pasos atrás para darle espacio.

Ella gruñó de nuevo cuando la electricidad quemó los nervios en su antebrazo, emitiendo una luz brillante en sus venas. Hizo una mueca por el dolor y eso fue suficiente para tener a Sam agachado junto a ella y apartarle el pelo de la cara.

—¿Estás bien?—preguntó Sam mientras la luz se apagaba.

Anna jadeó y se sentó en el suelo mientras miraba sus caras preocupadas y asentía. —Estoy bien. Estoy bien. Puedo hacer esto.

Exhaló bruscamente e intentó ignorar la culpa aplastante en los ojos de ambos hermanos.

****








Así que Anna hará las pruebas y cerrará las puertas del Infierno ¿o no?

Quiero abrazar a Dean por como cuida a Anna y golpearlo por la poca fe que le tiene.

Ahora si se vienen los capítulos tensos y tristes. Igual voy a tratar de acortarlo un poco. Quiero llegar a Deamon Dean y la marca 👀

Besos y gracias por los votos y comentarios 😙💞

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