[007] - Terror sagrado
Las manos de Dean se apretaron alrededor del volante del Impala. Sam tenía su cabeza apoyada en su mano mientras miraba por la ventana. Ninguno de los dos podía mirar a Anna. No con Ezekiel mirándolos desde el asiento trasero a través de las sombras de la noche.
Ella se había enterado de un caso que involucraba a ángeles y en el momento en que los tres salieron a la carretera, Ezekiel estaba haciendo apariciones a cada momento.
—Entonces, ¿ella está mejor? —preguntó Dean.
La miró por el espejo retrovisor y un escalofrío le recorrió la espalda cuando vio su mirada fría.
—Sí —afirmó—. Anna ha mejorado mucho. No debería ser mucho más tiempo ahora.
Sam suspiró y dejó caer la mano de su cabeza. —Bueno, sabes que nos dijiste lo mismo la semana pasada, ¿verdad?
—Como les dije cuando nos conocimos, esto tomará tiempo.
Dean apretó los dientes con frustración. Él solo la quería de vuelta, sin el ángel espeluznante. —Está bien, continúa. Cúrala. Nos gustaría tener a nuestra esposa de vuelta, por favor.
Hubo un momento de silencio, antes de que Ezekiel hablara. —Debo decir, que estoy muy incómodo con todo este viaje. Investigando crímenes que involucran ángeles o cualquier cosa que involucre ángeles me ponen, y ponen a Anna en riesgo.
—Bueno, es el negocio familiar, Zeke ¿de acuerdo? Si ignoramos esto, Anna pensará que nos traemos algo entre manos.
Otra pausa. —Entonces, confío en que serás discreto.
Dean rodó los ojos. —Espera —Sam se enderezó en su asiento—. ¿Creí que dijiste que no puedes escuchar lo que pasa entre nosotros tres? ¿Cómo sabes sobre el caso?
—Solo algunas palabras. Tengo cosas más importantes que hacer que espiarlos, como sanar a tu pareja.
Ninguno de los hermanos podía afirmarlo, pero parecía que había una cierta manera en que decía "pareja". Como si estuviera escupiendo la palabra con veneno en su lengua.
Sin embargo, antes de que pudieran pensar en ello, sus ojos se volvieron azules y su cuerpo reanimado a su forma normal.
—De acuerdo, porque la cosa es... sabes, lo que digo es que se está poniendo realmente tranquilo ahí afuera, ¿no? —Anna retomó la mitad de su frase anterior mientras descansaba sus brazos en el respaldo del asiento delantero—. Ninguna señal de los ángeles, incluso Buddy Boyle ha salido del aire y ha dejado de reclutar para ellos.
Dean se aclaró la garganta y Sam se movió en su asiento hasta que pudo mirarla.
—Claramente es una calma antes de la tormenta —habló Dean. Se había acostumbrado a que las conversaciones cambiaran rápidamente entre ella y Ezekiel.
—Sí, tal vez —murmuró, poco convencida.
De repente, se dio cuenta de algo por la ventana, Sam la miró mientras ella lo miraba en estado de shock.
—¿Qué pasa? —le preguntó.
Anna frunció el ceño y lo miró. —El letrero decía, "Fort Collins, a 80 kilómetros".
—¿Y qué?
—Que la última vez que miré, hace como 12 segundos, Fort Collins estaba a 160 kilómetros.
Sam tragó saliva mientras compartía una mirada con su hermano.
—Bueno, oye, bebé —comenzó Dean—. Desde que la diosa puso sus manos en ti...
Ella suspiró y rodó los ojos. —¡No, es más que lo de Vesta! Me refiero, a que este tipo de cosas me han estado pasando. Como que hay trozos de tiempo perdidos. Como, si hubiese momentos donde yo no estoy... aquí.
—Bueno —dijo Sam—. Como dijo Dean...
—Sí, las pruebas —suspiró la pelirroja mientras caía hacia atrás en su asiento—. Lo sé. Los escuché. Los escuché cuando lo dijeron la semana pasada y la anterior, y la anterior.
—Sí, debido a la maldita rectitud de las pruebas —gruñó Dean—. Ellas te cambiaron, bebé. Aún no estás corriendo a la velocidad correcta, ¿de acuerdo? Pero lo estarás —le dio una sonrisa brillante en el espejo retrovisor—. ¿Te mentiría?
No, no lo haría. No después de todo lo que ellos tres habían pasado. Sabía que él nunca la traicionaría así.
****
Ya era de día cuando los tres encontraron un motel, se pusieron sus trajes y se dirigieron a la escena del crimen. El suelo estaba lleno de charcos de sangre y muebles rotos, pero Anna estaba burbujeando de excitación cuando encontraron a Cas allí jugando a ser un agente del FBI.
Su rostro se iluminó cuando la observó y dio un paso adelante. Sin embargo, cuando vio la mirada dura de Dean sobre su cabeza, se detuvo en seco y dejó que su sonrisa se atenuara un poco al recordar lo que le había dicho la última vez que se vieron.
Anna ansiaba abrazarlo, pero sabía que sería extraño para la policía local si lo hacía. Así que en cambio, ella sonrió, le dio un codazo en el brazo y lo saludó con una falsa voz de colega del FBI. —Agente.
Cas se inclinó hacia ella, luciendo contento de participar en el juego. —Agente.
Sam también sonreía, aunque parecía desganado y un poco nervioso. Dean, por otro lado, estaba frunciendo el ceño.
—Cas, ¿qué demonios estás haciendo aquí? —gruñó, interrumpiendo la diversión que Anna y el ángel, estaban teniendo.
El ángel se inclinó ligeramente hacia adelante. —Todavía tengo la placa que me diste —susurró.
—Sí, ¿y qué demonios estás haciendo aquí?
La pelirroja le dio a Dean una mirada dura cuando Cas pareció desconcertado.
—Los asesinatos estaban en todas las noticias —explicó—. Así que pensé que podría ser de ayuda.
Él miró a Anna como si hubiera tomado una decisión equivocada. Ella le dio una sonrisa tranquilizadora y apretó su mano, ignorando el tic en la mandíbula de Dean y la forma en que Sam arrastró su labio inferior a través de sus dientes mientras los miraba.
—Sí, pero Cas, sabes que es un asunto de ángeles, ¿correcto? —preguntó ella—. Digo, tú te fuiste esa noche porque los ángeles estaban persiguiéndote.
Él la miró confundido, pero Dean intervino. —Sí y estabas "viviendo la vida", ¿te acuerdas? Jubilación anticipada, trabajando para avanzar en la escalera del Gas-n-Sip.
Cas miró de nuevo a los dos antes de hablar. —Si los ángeles se están asesinando los unos a los otros, tengo que hacer lo que pueda para ayudar. Este es un riesgo que deberíamos estar dispuestos a tomar, ¿no crees? —Anna se encogió de hombros y le dio una mirada a Dean para que se comportara—. Oye. Cas ha vuelto al ruedo.
—En serio —se burló Dean—. ¿Acabas...? —miró a Sam—. ¿Acaba de decir eso?
Sam sonrió y Anna casi se rió mientras apretó el brazo del ángel contra su cuerpo, feliz de su presencia. Cas se inclinó hacia ella, pero se detuvo cuando vio a Dean observándolo.
Él carraspeó y se apartó de ella con el pretexto de mostrarle las fotos de la escena del crimen. Las fotos mostraron que, antes de que los cuatro llegaran, el suelo estaba cubierto con cuerpos de motoristas muertos.
Deben haber sido los ángeles que fueron asesinados.
—Estos ángeles —comenzó Cas—. Fueron masacrados. Mucho más violentamente de lo que se requería.
—Definitivamente se requiere más de uno o dos asesinos para hacer esto —dijo Sam mientras miraba por encima del hombro a Anna las fotos.
—¿Ataque en equipo? ¿La gente de Bartolomé? —preguntó Dean.
—Bueno —habló la pelirroja—. Bartolomé tiene una facción que conocemos, pero esto podría ser de alguien completamente distinto. No lo sabemos.
Cas apretó los hombros de los chicos y les sonrió. —Bueno, quienquiera que sea... los encontraremos.
Pasó junto a los tres y todos lo miraron mientras comenzaba a mezclarse con la policía.
—Los encontraremos —Dean se burló—. Eso es genial.
Se giró para mirarla, pero en el momento en que lo hizo, sus ojos se volvieron azules y todo su cuerpo se puso rígido. De repente, Anna lo miraba con ojos fríos y desaprobatorios, no con la mirada de adoración e impaciencia que solía darle.
Tragó saliva y miró a su hermano antes de escabullirse. Sam no lo siguió cuando Ezekiel lo hizo. Verla así fue una de las cosas más difíciles que tuvo que experimentar.
****
Los cuatro se sentaron alrededor de una mesa en un bar esa noche. Sam y Dean finalmente se relajaron con el ángel alrededor. Parecía como que Cas se había dado cuenta de que ninguno de ellos le había contado a Anna la verdadera razón de su partida.
No solo eso, sino que la estaba haciendo reír. Ella estaba feliz de verlo de nuevo y eso alivió los temores de Sam y Dean.
—Es bueno estar juntos otra vez —dijo Cas cuando se calmó de otra carcajada. Tomó un trago de su cerveza antes de sostenerla—. Saben, esta es mi primera cerveza como humano. Me gusta, está buena, ¿está bien que esté aquí?.
Anna lo miró confundida. —¿Por qué no debería de estar bien?
Sam y Dean intercambiaron miradas, alarmados por el repentino cambio de conversación.
—Sabes, Cas —intervino Sam—. ¿Estás listo para meterte en todo esto?
—Sí —afirmó Dean—. Quiero decir, me pareció que en verdad has encontrado algo de paz.
—Oye —comenzó Cas—. Una vez me dijiste que no eligiera qué hacer. Qué eso me elegiría —hizo chocar su botella de cerveza contra la de Dean—. Soy parte de esto. Te guste o no.
Anna sonrió. —Bueno, en ese caso, tenemos que averiguar todo, saber quién está en nuestra contra, qué quieren y cómo detenerlos.
—Bartolomé quiere revertir el hechizo de Metatron —explicó Castiel—. Presumo que para... retomar el Paraíso una vez que su afición sea lo suficientemente grande. Eso según April.
—¿La parca que te tiraste?
—Sí y la que Dean apuñaló.
Sam se aclaró la garganta. —Muy bien. Voy a traer otra ronda.
—No. Yo la traeré —dijo Cas mientras saltó de su asiento y terminó su cerveza—. Saben, nunca hice esto antes.
Dean suspiró y negó con la cabeza cuando se fue. —Una cerveza y está borracho.
—Oh, Dios —Sam suspiró al ver que los ojos de Anna se volvían azules y su cuerpo se ponía rígido.
—¿Y bien? —Ezekiel gruñó mientras miraba a los hermanos—. ¿Qué vas a hacer al respecto?
Dean frunció el ceño y Sam se inclinó sobre su botella de cerveza vacía.
—¿Acerca de Cas? —preguntó Dean.
—Es un faro, Dean, atrayendo a cada ángel sobre nuestras cabezas.
—Muy bien, ¿sabes qué, Zeke? Sincerate con nosotros. ¿De qué tienes miedo?
Lo vio tragar y supo, antes de que abriera la boca, que estaba mintiendo. —Te lo dije. Cuando elegí responder a tus plegarias y curar a Anna, elegí un bando. Significa que para mí no es bueno permanecer cerca de ciertos ángeles.
—De acuerdo, bien, ¿sabes qué? Cas no está de buenas con ningún ángel, ¿de acuerdo? Pero está aquí, en la línea de fuego, luchando la pelea. Así que dime: ¿qué te hace tan especial?
—Aquí vamos —habló Cas mientras se acercaba a la mesa, con las cervezas en la mano—. Tres brewskies.
—Voy a buscar algo al auto —avisó Ezekiel con una mirada dura a Dean.
Dean rodó los ojos y Sam la miró, tan perdido como su hermano.
Cas jugó con su botella, mordiéndose el labio inferior antes de aclarar su garganta. —Noté que ambos se ven... un poco incómodos cada vez que Anna menciona mi partida. ¿Sabe que me dijeron que me fuera?
Dean suspiró y se rascó la parte posterior de la cabeza mientras miraba su propia botella.
Sam se inclinó sobre la mesa y lo miró. —Cuando Anna estaba haciendo las pruebas para sellar el Infierno, la dejaron mal. ¿De acuerdo? La tercera casi la mató. Si la hubiéramos dejado terminar, la habría matado. Aún está muy jodida.
Cas frunció el ceño. —Dijiste que el ángel Ezekiel le ayudó a sanar.
Dean asintió, pero evitó la pregunta. —Mira, tenemos que hacer lo que sea para traerla de regreso. Ahora, si eso significa mantener nuestra distancia de ti por un tiempo, entonces... entonces no tenemos opción. No nos sentimos bien al respecto, pero no tenemos elección. Cas, es genial tener tu ayuda. ¿Bueno? pero no podemos trabajar juntos.
La cara de Cas cayó cuando volvió a mirar su botella. Por mucho que estuviera molesto por no trabajar con ellos, no podía evitar preguntarse si la causa por la que Dean lo estaba alejando tenía algo que ver con lo de él confesando sus sentimientos por Anna.
No pudo evitar preguntarse si Sam y Dean intentarían alejarla de él para siempre.
****
Ezekiel sintió que Anna le daba un codazo a su mente cuando él salió afuera en su cuerpo. Un cuerpo que no había visto en miles de años. Había querido arrodillarse y llorar por ella cuando acudió para ayudar a los Winchester y la había encontrado en el hospital.
La reputación de los Winchester lo había alcanzado incluso hasta su celda. Y cuando supo de una mujer se había unido a ellos, supo que era ella.
Ella siempre encontraba el camino de regreso a él. Ya sea de oído o en persona, los dos siempre encontraron la forma de unirse.
Se hizo más difícil cuando Dios la obligó a que comenzara a reencarnar como humano, pero siempre escuchó historias de sus muchas vidas. De los muchos hombres y mujeres que ella empujó a la victoria.
A menudo escuchaba a Dios murmurar que ella era "el calco de su madre" cuando hacía lo que quería y se llevaba a todos por delante. Esas historias eran las que lo ayudaban a atravesar los milenios en esa celda. Eso y la esperanza de que algún día la volvería a ver.
Cuando los ángeles cayeron, había comenzado a correr lo mejor que podía para localizar a los Winchester. Fue solo por suerte que Dean haya enviado una oración abierta. Fue cauteloso al llamarlo destino. Ella nunca había estado bajo su control.
Fue una de las razones por las que Dios llegó a odiarla.
Ella era como un huracán incontrolable. Ni siquiera su padre fue capaz de manejarla. Había sido creada para arruinar su propia creación y por eso Dios la había maldecido a vivir muchas vidas miserables.
De alguna manera, ella siempre encontró el camino para salir de la oscuridad.
El ángel cerró sus ojos mientras sentía que ella le daba un codazo a su mente otra vez. Anna o Elena, cómo el la había conocido, siempre había sido una mujer inquieta. Debería haber sabido que iba a ser difícil poseerla sin su conocimiento.
Un crujido lo hizo girar lentamente hasta que sus ojos se posaron en un hombre bajo y harapiento.
—Bueno, de verdad esperaba esto —habló el hombre con una sonrisa de complicidad.
—¿Disculpa? —respondió el ángel.
Trató de ignorar la precaución que ella le enviaba. El hombre era Metatron, por lo que pudo reunir de sus recuerdos. Y aunque parecía neutral cuando ella lo había conocido, algo en él estando fuera del bar le hizo sonar campanas de alarma en la cabeza.
—Oh, por favor —dijo Metatron mientras salía de las sombras—. Sé quien eres realmente. Y no eres Ezekiel.
Y, incluso después de todos estos años, ella había tenido razón en su precaución.
—Relájate —se rió entre dientes Metatron cuando vio el terror en su rostro—. No estoy aquí para llevarte. Pero, soy curioso, ¿por qué Ezekiel?
El ángel tragó saliva y agachó la cabeza avergonzado. —Dicen que es un ángel bueno y honorable —si ella hubiera estado allí en persona, lo hubiera regañado por haber bajado la cabeza, así que la levantó y miró a Metatron a los ojos.
Una vez le había dicho que incluso los hombres vergonzosos tenían derecho al honor y al respeto. Esas palabras resonaron en su cabeza ahora y no pudo evitar preguntarse si era por sus recuerdos o un eco de su primera vida que todavía hablaba a través de ella.
—Ah —respiró Metatron mientras levantaba un dedo—. Todo lo que dicen, tú no lo eres. Te entiendo... Gadreel.
Si hubiera estado en su propio cuerpo prestado, el pecho de Gadreel se habría llenado de indignación. Pero él estaba en su pequeño cuerpo. Se irguió tan alto y orgulloso como pudo.
Parecía más temible cuando estaba llena de ira y determinación.
—Las historias, que se dicen de mí, no son ciertas —gruñó Gadreel.
—Y te pasas cientos de años encerrado en el calabozo más oscuro del Cielo, y ahora estás escondiéndote aquí como Ezekiel —dijo Metatron mientras gesticulaba hacia su cuerpo y sacudió la cabeza—. Trágico.
Gadreel miró hacia otro lado para ocultar el alivio que sentía de que Metatron no la reconociera. Había sido un regalo extraño otorgado por su padre. Solo fue recordada y reconocida por aquellos dignos de ella. Todos los demás parecían olvidarla en el momento en que dejaba sus vidas.
Así era como ella había escapado a la atención de Dios por tanto tiempo. Cómo ella había llegado al Jardín del Edén.
Eso no significaba que Dios no fuera digno, sino que Él nunca había sido de los que se encargan de sus errores. Y todos sus espías habían sido indignos de ella.
Todo menos uno.
Excepto que ese "uno" fue el peor de todos.
Gadreel todavía tenía pesadillas sobre él. Y cada vez que se despertaba, le agradecía a su padre que no la hiciera recordar sus vidas pasadas.
Todo mientras lo maldecía por lo mismo cuando la miraba a los ojos y no lo reconocía. No había nada de ese amor y devoción que ella había sentido por él décadas atrás.
—Le rompió el corazón encerrarte, ¿sabes? —habló Metatron. Gadreel lo miró—. Eras en quien Dios más confiaba. Por lo cual Él te eligió para proteger el Jardín. Tu única tarea era impedir la entrada del diablo... de la contaminación de su queridísima creación, la humanidad, y le fallaste.
—No por mis actos —se excuso Gadreel mientras sostenía su ira.
Estaba cansado de ser culpado por el error de Dios. Si él nunca la hubiera llevado al cielo, si solo hubiera vivido en la tierra, si ella no hubiera sido su creación favorita y mimada. Gadreel nunca la hubiera conocido.
—Si no te hubieras enamorado de esta criatura, esto nunca hubiera sucedido —le había dicho Dios. Luego cerró la celda de Gadreel y esa fue la última vez que lo vio a él y a ella.
Dios había matado a su hija esa noche y la había obligado a reencarnar como humana a partir de entonces. Un pedazo de él había muerto con ella.
—Bien —dijo Metatrón mientras levantaba las manos—. Por la razón que fuese, la serpiente entró. La Tierra se cruzó con el mal. Alguien tenía que ser castigado.
—¿Qué quieres de mí, Metatron?
Metatron suspiró. —Simplemente ser tu amigo. Tú y yo tenemos un largo camino. En realidad fui yo quien te liberó.
El ángel se animó ante esas palabras y sintió que Anna empujaba más frenéticamente. Estaba asustada por Gadreel ahora, pero él era demasiado curioso por su propio bien.
—¿Tú? —preguntó mientras movía su cuerpo un paso adelante.
Metatron sonrió y estiró los brazos a los costados. —Fui quien causó que todos los ángeles cayeran. Incluyendo a los que estaban prisioneros. De nada.
Gadreel frunció el ceño. —No hay ángeles en el paraíso. No hay nadie.
—Y ¿sabes? Al principio pensé que me gustaría. Pero es un lugar grande. Mi soledad era tediosa.
—¿Y entonces?
Una sonrisa astuta se extendió por la cara de Metatron cuando se acercó a Gadreel. —Y entonces... plan "B." Reconstruir el cielo como el lugar que Dios diseñó, solo con unos cuantos menos. No más funcionarios anémicos como Bartolomé. Y no más ángeles estúpidos. Tal vez, algunos más divertidos. Tú fuiste el más confiable, Gadreel. Quieres tu reputación de vuelta. ¿Quieres reclamar el paraíso como era? Podríamos hacerlo juntos.
Anna estaba prácticamente golpeando la puerta de su mente. No podía contenerla por mucho más tiempo. Incluso su voz resonó en su mente.
—No, Gadreel —gritó.
Pero al menos tenía que considerar la oferta de Metatron. Si podía hacer lo que prometía, entonces podía ser la última oportunidad de Gadreel para restaurarla como lo que era. No más reencarnaciones. No más olvido.
No más olvidar que él fue lo primero que amó. No más olvidar que por ella lo había dado todo.
Se escapó de Metatron tan rápido como pudo, prometiendo considerar su oferta. Necesitaba fundir su mente con la suya antes de que se rompiera y se asustara de porque de repente estaba en un callejón.
Encontró una parte más oscura del callejón cuando Metatron se fue, un área donde nadie los molestaría, luego cerró los ojos y fundió su mente con la de ella.
La encontró sentada en el borde del muelle donde siempre se sentaba. Ella había visitado una sola vez ese lugar, en esta vida, como Anna. Ella había ido con su madre y su hermana y era el mejor recuerdo de su infancia.
Ella estaba calmada ahora. No más golpes contra su mente. Sabía que era porque estaba segura de que podía convencerlo de mantenerse alejado de Metatrón.
Él sonrió ante la idea.
La sensación de los hoyuelos en sus mejillas le hizo saber que había vuelto a su disfraz original. Incluso en su mente, no podía asumir su verdadera forma. No mientras ella fuera humana.
Las botas de Gadreel sonaron pesadas cuando golpearon contra la madera del muelle. Las viejas tablas crujieron mientras se sentaba a su lado y dejaba que sus pies giraran sobre el lago.
—He venido una sola vez aquí —habló Anna en voz baja.
Sorprendió a Gadreel saber que después de todos estos años, su voz todavía podía darle escalofríos y arrullarlo en una calma que nunca había sentido con nadie más.
—Y aún así lo recuerdo a la perfección —continuó—. Si algún día me retiró, me gustaría vivir en un lugar cerca de un lago. No entiendo porque me gustan tanto.
La sonrisa de Gadreel era suave mientras la miraba. Ella todavía estaba mirando el agua.
—Es porque nos conocimos en un lago —le explicó. Anna lo miró y como si fuera solo un niño, su aliento se detuvo y su ritmo cardíaco se aceleró—. Solías nadar en uno todos los días. Era el único lugar donde Adán no podía encontrarte. Era un nadador terrible.
Ella se quedó en estado de shock ante el nombre del primer hombre de la Tierra. Gadreel se rió mientras miraba al lago. Quería mantener sus ojos fijos en los de ella, pero tenía miedo de que si lo hacía, nunca separarían sus mentes.
—¿Adán? —preguntó Anna—. ¿Cómo... el primer hombre?
—Sí. El jardín era mucho más pequeño de lo que la mayoría de la gente piensa. Él te perseguía constantemente.
Sus cejas se dispararon y balanceó sus piernas mientras miraba el agua. —Wow. ¿Debería sentirme halagada?
Gadreel sonrió y volvió a mirarla. —No. Él no te veía de esa forma.
Ella se rió entre dientes. —Yo era un ángel, ¿verdad?
Gadreel negó con la cabeza. —Eras un nefilim. En realidad fuiste el primero en toda la creación y también el más poderoso. Tu padre, tu verdadero padre es Dios.
Anna frunció el ceño mientras seguía mirando el agua. —Entonces ¿por qué estaba en el cielo?
—Él creía que podrías haber sido un peligro aquí en la tierra, así que cuando tu madre te dió a luz y murió, Dios te llevó con él. Fuiste el primer humano en vivir en el cielo sin morir.
El ángel sonrió y Anna lo miró curiosa. —¿Qué?
—Nada, solo imagina el revuelo que armaste cuando tú padre llegó contigo allí, fuiste una de las más odiadas. Y también amada. Te adueñaste del cielo en un abrir y cerrar de ojos. El Jardín siempre fue tu lugar favorito.
Sus dientes se hundieron en su labio inferior y él sonrió cuando ella chocó su hombro contra el suyo. —O, tal vez, solo quería ver a cierto ángel.
Gadreel soltó una carcajada. —Me temo que no, pequeña. Pasaron muchos años desde que nos conocimos antes de que mi amor fuera correspondido. Solías llamarme una estatua.
Su cabeza se echó hacia atrás con una carcajada y sus pies se balancearon un poco más fuerte. —¿En serio? —preguntó mientras su risa se calmaba—. No pareces tan frío y estoico conmigo.
—Yo lo era. Todavía lo soy... pero tu... soy diferente a tu alrededor. Has cambiado a muchas personas a lo largo de los años.
Soltó un suspiro y miró hacia el agua. —Todavía no puedo creerlo. Simplemente no parece como si fuera yo.
—Te lo prometo, lo es.
Gadreel metió un mechón de cabello detrás de su oreja y sintió que se ablandaba cuando ella se apoyó en su toque y cerró los ojos.
El momento fue de corta duración. Como si acabara de darse cuenta de lo que estaba haciendo, abrió los ojos y se apartó de él como si quemara.
Suspiró y dejó caer su mano, recordándose a sí mismo que tomaría tiempo.
—Gadreel, yo...
—Estás emparejada con los Winchester. Lo sé —ella apretó los labios en una sonrisa comprensiva y apoyó la cabeza en su hombro—. Eso cambiará dentro de poco.
****
Bueno, bueno, bueno. Si, Anna es un nefilim. Y el más poderoso de todos, o lo era. Ahora es una simple humana, bueno no tanto porque vive reencarnando, ¿en la vida de cuantas otras personas estará involucrada?
Y si, también fue amante de Gadreel cuando estaba en cielo. Igual tranquilos que no va a pasar nada entre ellos, Anna ama a los Winchester.
¿Qué les pareció? ¿Era lo que esperaban o pensaron alguna otra teoría loca?
Nos estamos acercando a los mejores capítulos, es decir: Dean con la marca. Estoy muy ansiosa porque llegar a esa parte.
Gracias por todos los comentarios, realmente me encantan cada uno de ellos 😘
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