[007] parte II
Anna podría haber dormido un día entero sin interrupciones pero la situación que estaban viviendo no era la ideal, así que cuando el viejo coche estacionó frente a la cabaña de Rufus tuvo que prepararse mentalmente para seguir adelante. Sintió las manos de Sam acariciando su pelo mientras Meg, Castiel y Kevin bajaban del auto, no pudo evitar sonreír y estirar su cuerpo contra el de él. Levantó la cabeza para ver a Dean mirándola con una sonrisa.
—Alguien parece que durmió bien... —las manos de Dean subían y bajaban por su pierna.
—Igualmente podría dormir una vida.
—Lamento decir que tenemos cosas por hacer, como ocuparnos de un adolescente, alias: el profeta.
—Ni me lo digas —Anna se sentó, acomodándose—. También tenemos un ángel con gabardina y problemas mentales.
Sam y Dean esbozaron una risa mientras los tres bajaban del coche y comenzaban a descargar sus pertenencias. Una vez que terminaron todo, el menor de los Winchester comenzó a pintar signos contra ángeles en las paredes junto a Castiel mientras que Anna y Dean ayudaron a Kevin a instalarse.
Bajaron los tres al sótano de la cabaña, el niño seguía aferrado a la bolsa con la tabla dentro. —Seguro que estás bastante hambriento, así que una vez que se instalen en el piso de arriba, conseguiremos algo de cenar sobre la marcha —le explicó Dean mientras terminaba de bajar las escaleras y comenzaba a ordenar la mesa para que el profeta pudiera trabajar.
—Esto parece un calabozo de tortura sexual. —Kevin acotó mirando a su alrededor los diferentes artilugios—. ¿Es un calabozo de tortura sexual? —preguntó con miedo.
Anna arqueó una ceja mirándolo divertida mientras ayudaba a ordenar. —Te gustaría, ¿verdad? A él le encanta —golpeó juguetonamente el trasero de Dean mientras pasaba detrás de él.
—No, esto no es una tortura sexual —Dean gruño mirándola y después a Kevin—. Ven aquí. Siéntate y lee, ¿quieres? —dijo mientras terminaba de despejar la mesa. El muchacho entró a la habitación para comenzar su tarea.
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Sam y Castiel acababan de terminar con las protecciones que mantendrían al viejo ejército de ángeles lejos, ahora él estaba sentado a la mesa limpiando la pintura roja de sus manos. Cas estaba sentado en una silla no muy lejos, jugando con algo que había encontrado tirado.
—Parece que estás en problemas —dijo Cas—. Por supuesto, ese es un aspecto primario de tu personalidad, así que a veces lo ignoro.
Sam se volvió en su asiento y miró a Cas. Pensó en borrar el comentario, pero ahora parecía más hablador, así que le dio una oportunidad. —Justo ahora me estaba preguntando sobre ti.
—¿Qué hay de mí? —Sam presionó los labios con fuerza, preguntándose si estaba por encima de sus límites tratando de que Cas hablara de él, ese siempre había sido el trabajo de Dean. Afortunadamente, Cas había malinterpretado esa mirada por algo más—. Estás preocupado por la carga que levanté de ti.
No era lo que Sam había estado pensando. Pero estaba bien con eso e iría por ese camino, al menos hasta que tenga el valor para preguntar sobre Anna. La forma en que Castiel había reaccionado cuando la vio, lo había sorprendido, él quería saber el porqué. —Creo que se hizo para eso —dijo, tratando de mantener su mente en el presente—. ¿Ves a Lucifer?
Cas suspiró. —Lo vi al principio. Era una proyección de las suyas, creo que, realizada con mal gusto. Ahora tengo que ver más... bueno, todo. —él sonrió ante ese pensamiento—.Es curioso. Estaba hecho, también. El peso de todos mis errores, todas esas vidas y almas perdidas, yo no podía soportarlo tampoco. Estaba perdido hasta que tome tu dolor. Es extraño pensar que eso ayudó, pero...
—¿Qué hay de Anna? —preguntó Sam. Y así sin más, la trajo a la conversación. Si era o no un error estaba todavía por verse.
Cas sonrió. —Ah, mi pequeño ángel.
—¿Por qué la llamas así?
—Porque... —se acercó para mirarlo—. Ese es su propósito.
Sam frunció el ceño. —¿Que se supone que significa eso?
—Al igual que el destino que te atan a ti y Dean a Michael y Lucifer. Ella también está atada.
Sam tragó saliva y se inclinó hacia adelante, no le gustaba como sonaba eso. —¿A quién, Cas?
—Yo. Tú. Todos nosotros. No fue casualidad que la encontrarás cuando más la necesitabas. Ella tiene un propósito en este mundo, como todos.
—¿Qué propósito?
Lo observó por un momento antes de contestar —Eso está en las manos de Dios.
Sam lamió sus labios. —Cas, no me estas ayudando aquí ¿de acuerdo? Anna... —hizo una pausa, tratando de escoger sus palabras—. Ella sufrió mucho y yo no quiero que ella...
Cas sonrió a Sam. —¿La amas?
Sam frunció el ceño. —¿Qué? ¡No! —sacudió su cabeza, tratando de negar, pero no estaba siendo muy convincente.
—¿No? Yo si la amo —Sam frunció el ceño mirándolo confundido. Cas suspiró y dejó caer su cabeza contra la pared—. Ustedes los humanos siempre han pensado en el amor de una manera tan lineal. Vi toda su existencia. Ella es la teoría de la mariposa que crea un huracán con un simple aleteo de sus alas. Es capaz de cambiar cualquier cosa, hacer feliz a cualquier persona con un simple toque. Ningún ser humano ha hecho eso y ninguno lo volverá a hacer. Un día morirá y pocas personas sabrán su nombre, pero todo el mundo se ha visto afectado por ella. Ella es y siempre será mi favorita de todas las creaciones de nuestro padre.
Sam se sentó en su silla, la boca abierta y sintiendo una opresión en el pecho. Ese no era el tipo de respuesta que había esperado de Castiel.
—Ahora te he molestado —dijo Cas, frunciendo el ceño preocupado.
—No —Sam soltó una carcajada—. No, no lo has hecho. Yo no sé qué pensar. Nada de eso tiene sentido, Cas. Ella ni siquiera saber la mitad de esto, ella piensa que estás loco.
—Lo sé, pero ¿dime si no te sientes mejor cuando ella está alrededor?
Sam lo miró, pensando por primera vez en el día que la conoció. En ese momento todo lo había dicho Castiel encajaba, ella había sido un alivio en su vida. La primera vez que lo vio, le sonrió y eso le basto para que su vida se iluminara. Había sido esa pata extra en una mesa que se estaba viniendo abajo, así que tal vez ella si tenía un propósito como el ángel le dijo.
****
Dean estaba dormitando en una silla, las piernas extendidas a un lado de la mesa y una de sus grandes manos alrededor del muslo de Anna, haciendo círculos invisibles sobre el jean, mientras ella usaba su chaqueta como manta y el brazo de él como almohada.
Sabía que ella al igual que él no dormía, era un instinto cazador, lo podía intuir. El viejo sótano estaba en silencio absoluto, hasta que escucharon que Kevin dejaba de traducir la tableta de piedra y se ponía de pie, respirando con dificultad.
—Kevin —Dean gruñó su nombre sin moverse de su lugar.
—Todo esto es demasiado —Kevin se quejo mientras abandonaba su trabajo, Anna y Dean dejaron de adormecerse para observarlo—. ¿Qué pasó con mi vida? Soy solo un niño de Michigan. ¡No quiero ser un guardián de la palabra!
A medida que el muchacho iba hablando, su respiración se agitaba aún más, estaba teniendo un ataque de pánico. Dean retiró su mano de Anna y se levantó para ayudarlo. —Parece que vamos a embolsarlo.
Tomó una bolsa de papel, la abrió y la puso en la cara del profeta mientras seguía con su ataque. —No estoy preparado para el factor sobrenatural en mi visión del mundo.
—Vale, ahí vamos —palmeó su espalda y lo ayudó a sentarse—. Eso es, eso es. Respira, tómatelo con calma —una vez que comprobó que se encontraba mejor volvió a sentarse junto a Anna, esta vez ambos estaban mucho más despiertos.
—No sé, hombre. ¿Qué puedo decir? Has sido elegido. Y es una mierda. Créeme —observó como Kevin comenzaba a relajarse, apoyó una mano en la pierna de Anna y la apretó suavemente cuando sintió su mano en la parte posterior de su cuello, rozándolo—. ¿No sirve de nada preguntar "por qué yo"? Porque a los ángeles no les importa. Creo que tal vez simplemente no tienen capacidad para entender. Parece que cuando lo intentan, simplemente... los destroza.
Kevin dejó la bolsa de papel a un lado y pensó las palabras que le había dicho. —Simplemente quiero ser el primer presidente asiático-americano de los Estados Unidos.
Anna sonrió ante las palabras del muchacho, todavía recordaba lo que ella quería ser antes de que toda la mierda la golpeara a ella y su familia. La consolaba el hecho de que aún tenía a su hermana que tal vez en un futuro, fuera la única en cumplir sus sueños.
Un apretón de Dean en su pierna la sacó de sus pensamientos. Levantó la mirada para encontrarse con sus ojos verdes. Sonrió antes de hablarle a Kevin. —Entonces haz tus deberes. —cuando el muchacho se puso de nuevo en marcha, se aferró al brazo de Dean y se acomodaron para volver a descansar.
****
Anna se despertó sobresaltada, se había quedado profundamente dormida contra Dean y ahora era la voz del menor de los hermanos que la despertaba. —Sam —aflojó su agarre del brazo de Dean y se reincorporó plenamente en la silla, pasándose una mano por el pelo y la cara—. ¿Qué está pasando?
—Meg se ha ido. Creemos que volverá con compañía —explicó.
—Mierda —Anna retiró el arma que tenía en la parte posterior de sus pantalones y comprobó que estuviera llena de balas. Vio a Kevin antes de hablarle—. Quédate aquí.
Los tres aparecieron en la superficie de la casa, Dean fue hasta la puerta principal y comenzó a reconstruir la trampa del diablo que estaba ya dibujada en el piso. Castiel estaba de pie en la cocina, mirando sus pies y sus manos en la parte posterior de su espalda. Ella y Sam se unieron a él seguidos por Dean, tocó el interruptor detrás de ella apagando todas las luces de la cabaña.
Todos estaban allí en la oscuridad, esperando al demonio. Después de cinco minutos en los que nada ocurrió, Anna estaba a punto de abrir la boca para preguntar cuánto tiempo hacía que Meg se había ido, pero la cerró de nuevo cuando la puerta se abrió.
Pudieron ver una silueta iluminada por el brillo de la luna que entró por la puerta, pero luego la oscuridad volvió de nuevo cuando la puerta se cerró. Hubo un jadeo y Sam volvió a encender las luces.
—No esperaba verte de nuevo —habló Sam.
—Sí, no sin el ejército del rey —dijo Dean. Se acercó a Meg y le hizo un gesto—. Cuchillo —gruñó.
Meg le pasó el cuchillo pero por supuesto, no podía hacerlo sin abrir la boca. —Típico. He salvado el pellejo, y estás aquí sentado, esperando con una trampa del diablo —nadie dijo nada, ni siquiera Cas. De hecho, él solamente se balanceaba de un lado a otro sobre sus talones y sólo la miraba de vez en cuando—. En serio —dijo bruscamente—. Acabo de matar a dos hombres de Crowley. Podría haber hecho lo contrario.
—De hecho es verdad —dijo Cas, acercándose a Dean. Anna y Sam lo siguieron—. Hay sangre de otro demonio en esa espada.
—Mira, soy más simple de lo que piensas. Me he dado cuenta de una cosa sobre este mundo... sólo una, nada más. Encuentras una causa y la sirves. Entrégate y ordena tu vida. Lucifer y Ojos Amarillos... su misión era eso para mi.
—Entonces, ¿qué? —Anna gruñó, la ira disparando de su pecho cuando se dio cuenta de que había tenido algo que ver con Sam entrando en la jaula de Lucifer. Ella nunca había tenido muchos problemas con Meg, pero esa nueva información le dio una razón para tenerlos—. ¿Deberíamos confiar en ti porque querías liberar a Satán del infierno?
—Estoy hablando de la "causa", como la razón para levantarse cada mañana. Obviamente, estas cosas cambian con el tiempo. Aprendemos, crecemos —Sam miró a Anna, observando cómo su mirada se endurecía y como su mano se apretaba alrededor del arma—. Ahora, mi causa es derrocar al rey y sé que necesitaremos ayuda para hacer esto.
—Crowley no es el problema este año —dijo Dean.
Ella frunció el ceño. —¿Crowley? —nadie parecía oírla.
Ella recordaba haber escuchado ese nombre alguna vez, Bobby le había contado algo pero como siempre le había restado importancia para no preocuparla. No le había quedado muy en claro cuál era el rol de ese hombre.
—¿Cuándo te vas a dar cuenta? —exclamó Meg, arrastrándola de vuelta al presente—. Crowley siempre es el problema. Simplemente está esperando el momento justo para atacar. Sé lo que tengo que hacer. Y no es joderla con Sam y Dean o perder al único ángel que iba a batear por mí.
Ella podía saber lo que Dean y Sam habían decidido sin siquiera mirarlos, porque era lo que ella hubiera decidido también y serían bastante estúpidos matar a un aliado en este momento. No importa lo poco fiable y temporal que pueda ser. Se adelantó y frotó un pedazo de tiza con el pie, rompiendo la trampa. Meg sonrió y salió.
—Esto es bueno —dijo Cas con una sonrisa—. Armonía y comunicación. Ahora nuestro único problema es Hester.
—¿Qué? —ella y Meg hablaron al unísono, ganando miradas extrañas de Dean y Sam.
—Bueno, aquí, estamos ocultos del ejército —explicó Cas—. Pero cuando mataste un demonio, sacaste una clara baliza.
—Necesitamos algo mejor a prueba de ángeles —Anna gruñó pero tan pronto terminó esa frase la puerta se rompió, volando bisagras por todos lados.
Una ráfaga de viento sopló en la cabaña y tres ángeles aparecieron en la habitación. Uno junto a la puerta y dos, Hester e Inais, detrás de ellos.
—¿Nos arrebatas al profeta? —gritó Hester mientras todos se giraban para mirarla.
—¿Lo siento? —Cas dijo lamentándose.
—Has caído de todas las formas imaginables —dijo la mujer ángel.
—Por favor, Castiel —dijo Inais—. Tenemos que seguir el código. Ayúdanos a hacer nuestro trabajo.
—Él no puede ayudarte —intervino Anna—. No puede ayudar a nadie.
—No necesitamos su ayuda... ni su permiso —dijo Hester. Ella e Inais intercambiaron un guiño y luego desaparecieron—. El guardián va al desierto esta noche —Inais reapareció con Kevin, quien todavía estaba sujetando la tableta contra su pecho.
Dean extendió una mano. —Eh, eh, eh. Para un momento. Estamos intentando limpiar los desastres de tu ángel. Ya lo sabes.
—Tiene razón —dijo Cas—. Un ángel trajo a los leviatanes de vuelta a este mundo y le suplicaron. Le suplicaron que no lo hiciera —él compartió una mirada significativa con Dean.
—Mira, solo déjanos algo de tiempo, ¿vale? —dijo Dean, luego hizo un gesto a Kevin—. Nosotros cuidaremos de tu profeta.
Ella se burló de él. —¿Por qué deberíamos darles nada después de todo lo que nos has quitado? El solo contacto contigo corrompe. ¡Cuando Castiel te puso la mano encima en el infierno, estaba perdido! —Anna apretó su mandíbula observando el trato del ángel a Dean—. Por eso, vas a pagar —ella avanzó sobre el Winchester y él dio un paso atrás. La pelirroja se aferró a su arma, aunque sabía que no serviría de nada contra ella.
—Por favor —dijo Cas mientras avanzaba. El ángel se giró para mirarlo—. Son a los que debemos proteger.
—No, Castiel —escupió ella entre dientes apretados. De repente, lo golpeó de revés lo suficientemente duro como para enviarlo girando hacia el suelo.
Anna, Sam y Dean se apresuraron hacia adelante, pero Inais y el otro ángel ambos avanzaron ante ellos sostenido dos dedos cada uno frente a sus caras. Ignorando exactamente lo que podían hacer con esos dedos, Anna levantó un puño y se preparó para pelear.
Sam agarró sus brazos duramente y tiró de ella hacia atrás. Dean envolvió un brazo alrededor de su cintura y la empujó detrás de él, levantando una mano para alejar a Inais que había avanzado cuando intentó pelear.
—¡No más locura! —gritó Hester mientras se aferraba a la camisa de Cas y le daba un puñetazo en la cara. Anna se estremeció—. ¡No más promesas! —otro puñetazo. Otro escalofrío. No podía entender como nadie hacía nada—. ¡No más nuevos Dioses! —ella empezó a darle un puñetazo tras antes de sacar una espada de ángel del cinturón de sus pantalones.
Lo levantó, listo para matarlo cuando Inais se precipitó hacia adelante y envolvió una mano alrededor de su antebrazo levantado. —¡Hester! ¡No! ¡Por favor! Hay tan pocos de nosotros.
El ángel vaciló y por un momento, Anna pensó que él había conseguido convencerla, pero entonces ella golpeó Inais en la cara y levantó el cuchillo otra vez cuando él tropezó hacia atrás. —Querías libre albedrío. Ahora estoy tomando las decisiones.
Desde el otro lado de la habitación Anna vio un movimiento. Era Meg y ella tenía una espada de ángel en la mano. No tenía ni idea de en dónde la había encontrado, pero no importaba. Anna le llamó la atención y sin decir nada comprendió lo que quería. La cazadora dio un paso adelante, agarrando la muñeca del ángel que estaba frente a ella y llevándola a su propia espalda.
Agradeció que lo había capturado desprevenido, pateó su rodilla quebrándola y cuando el ángel cayó, golpeó su cabeza contra el suelo. Corrió hacia Hester, atrapando la hoja de ángel que Meg le arrojaba y la enterró justo en medio de su espalda. Una luz blanca salió de la herida, encegueciendo a todos en la habitación y luego el ángel cayó.
Los Winchester, Kevin y los dos ángeles la miraron, así como Castiel, aunque su mirada era más de desaprobación que de asombro. Anna se encogió de hombros. —¿Qué? Nadie estaba haciendo nada.
****
Inais y Castiel estaban de pie junto a la chimenea, observando cómo Dean y Sam se sentaban con Kevin y esperaban a que terminara de escribir las últimas traducciones de la tableta. Anna estaba en el sofá, doblando una manta y comprobando que todo lo que necesitaba estaba empacado. Ella no sabía si se irían de inmediato o si iban a estar allí un poco más, pero un buen cazador debía tener todo ordenado y preparado por si las cosas no salían bien.
—Estos son tiempos extraños —dijo Inais.
—Creo que siempre lo han sido —contestó Cas.
Inais puso una mano en el brazo de Cas y le sonrió. —Me gustaría que vinieses con nosotros.
Cas lo miró y luego observó la habitación a su alrededor, vio a Anna haciendo el inventario de su bolso y luego a los hermanos. —Oh, yo ya no soy parte del ejército, Inias. Lo siento.
Anna terminó con su bolso y se dirigió a la cocina donde estaban Dean, Sam y Kevin. Miró a Castiel mientras pasaba junto a él y le sonrió.
—Gracias, Kevin —Sam dijo mientras ella entraba y Kevin cerró el cuaderno—. No mucha gente podría haber manejado esto.
—¿Lo estás haciendo todo bien, "elegido"? —bromeó Anna mientras le daba una palmadita en su hombro cuando pasó a su lado.
—Sí —dijo Kevin.
La pelirroja se recostó contra la nevera cuando Inais entró en la cocina y dos ángeles aparecieron a ambos lados de Kevin y colocaron sus manos sobre sus hombros.
—¿Estás listo, Kevin Tran? —preguntó Inais. Kevin respondió parándose y sosteniendo la tableta en su pecho—. Lleva al guardián a su casa. Podemos vigilarlo allí —los cuatro desaparecieron un momento después.
Dean miró alrededor de la habitación, como los ángeles y Kevin desaparecieron. Cuando Castiel entró, lo miró antes de hablar. —No pude encontrar a Meg en ninguna parte.
—Bueno, si, le gusta mantener un perfil bajo —dijo Cas.
—Aquí —dijo Sam, con el cuaderno abierto mientras corría su pluma a lo largo de las líneas para seguir lo que estaba leyendo—. Los leviatanes no se pueden matar salvo por un hueso de mortal virtuoso lavado en la sangre de tres caídos. Dice que necesitamos empezar con la sangre de un ángel caído.
Sam y Dean miraron a Castiel, ella se acercó para echar un vistazo al cuaderno.
Castiel sonreía cuando sacó una botella de vidrio con un tapón de corcho. —Bueno, ya me conoces. Siempre estoy contento de sangrar por los Winchester —él miró a Anna y le entregó la botella que estaba llena de su sangre—. Y por ti, por supuesto.
—¿Qué vas a hacer Cas? —preguntó Dean curioso.
—No lo sé —pensó por un momento y luego una amplia sonrisa adorno su rostro—. ¿No es asombroso? —y luego desapareció.
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La relación entre Anna y Dean es tan tierna que me estoy acostumbrando a escribir sobre ellos.
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