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[007] parte I

La cabeza de Anna se levantó de repente del hombro de Gadreel. —¿Qué se supone que significa eso?

La miró y sintió su corazón romperse por la alarma en sus ojos. Ella nunca antes había tenido miedo de él.

—Es hora de que nos separemos. Debemos hacerlo antes de perdernos en tu cuerpo.

Se puso de pie entonces y comenzó a alejarse. Ella también se levantó y corrió tras él. Lo llamó por su nombre, pero no se detuvo hasta que lo agarró del brazo y lo obligó a hacerlo.

Bajó la vista hasta ver sus ojos suplicantes y supo que le diría cualquier cosa que quisiera saber. Nunca había sido muy bueno para ocultarle cosas y menos aún mentirle.

—¿Qué quisiste decir, Gadreel? —exigió.

Apretó los labios y miró hacia el agua antes de volver a mirarla. —Voy a aceptar la oferta de Metatron.

Su mano se apartó de él y por un segundo quiso retirar sus palabras solo para sentir sus dedos envolviendo su brazo otra vez.

—No puedes —negó Anna sacudiendo la cabeza—. Después de lo que ha hecho.

—Lo sé, pequeña. Sé lo que ha hecho. Pero si existe la posibilidad de que pueda restaurar el Cielo, entonces tengo que ayudarlo.

—¿Por qué? —preguntó—. ¿Por qué molestarte? No has visto el exterior de una prisión en miles de años. ¿Qué te hace estar tan seguro de que no te devolverá allí?

Él cerró la brecha entre ellos dos con desesperación y ahuecó su cara. —Tengo que probar. Quizás, si obtengo la gracia de Metatrón, él te restaurará como un nefilim.

Ella frunció el ceño y apartó la cara de sus manos. —¿Qué? No quiero ser un nefilim, Gadreel.

—Lo harás —dijo. Estaba seguro de ello—. Cuando seas restaurada a lo que eras, recuperarás tus recuerdos. Recordarás quién soy.

Ella se burló. —¿Y qué hay de Sam y Dean? Puede que te recuerde, pero no voy a olvidarme que los amo.

Gadreel tragó saliva y asintió en comprensión. Miró hacia otro lado antes de volver mirarla. —Lo sé. Por eso... —suspiró—. He pasado milenios esperándote. Pero cuando te conviertas en un nefilim, tendremos milenios juntos. Entonces... estoy dispuesto a darte esta vida para vivir como desees con los Winchester. Y cuando estés lista para dejarlo, solo tienes que llamarme.

Ella negó con la cabeza y se alejó mientras se pasaba los dedos por el pelo.

Gadreel apretó los labios y se obligó a sí mismo a confesar. —Si eliges no llamarme al final de tu vida... lo respetaré.

Le dolió físicamente decirlo pero era la verdad. Él nunca había sido capaz de obligarla a hacer nada. Y tampoco quería hacerlo.

Lo miró con una expresión curiosa. —No te quitaré tu derecho a elegir... pero si sigues siendo un humano, solo revivirás la misma vida una y otra vez. Habrá diferentes personas en tu vida, pero nunca cambiará. Sufrirás y amarás más que cualquier otro ser humano. También lucharás en guerras que nunca fueron tuyas. A veces reinarás. Algunas veces fracasarás.

Ella tragó saliva y negó con la cabeza otra vez. Gadreel pudo ver que no era algo en lo que quisiera pensar ahora. No fue una decisión que ella pudiera tomar.

Se quedó en silencio por un momento antes de hablar de nuevo. —¿Por qué no recuerdo estas conversaciones?

Se movió sobre sus pies mientras trataba de mantenerse al día con el cambio en la conversación.

—Quiero decir cuando estoy aquí... recuerdo las docenas de veces que hemos hablado —continuó—. Recuerdo todo lo que me contaste sobre nosotros. Acerca de lo que sucedió realmente en esa iglesia. Acerca de mí casi muriendo en el hospital. Pero cuando tengo el control de mi cuerpo... no recuerdo nada de eso.

Gadreel asintió, confiando en su habilidad para darle una respuesta suficiente. Para al menos aliviar algo de su confusión.

—Cuando nuestras mentes se funden —explicó—. Gana la mayor parte de mi memoria a corto plazo.

—Entonces... ¿Ni siquiera son mis recuerdos lo que estoy experimentando? ¿Son tuyos? —él asintió y ella se alegró—. No es de extrañar que me sienta tan alta cuando pienso en ellos.

El ángel soltó una carcajada. —Incluso cuando tengo el control de tu cuerpo, todavía tienes acceso a mis recuerdos a corto plazo. El hecho de que puedas hablar conmigo mientras tengo el control es solo una muestra de la fuerza que tienes. Podría obligarte a seguir adelante así que no tenías idea de que no estabas en control...

—¿Pero?

—Pero nunca haría eso a menos que pensase que es lo mejor para ti de esa manera.

Ella asintió. —¿Qué pasa cuando controlo mi cuerpo?

—Cuando controlas tu cuerpo... nuestras mentes están completamente separadas. A veces tengo vislumbres de lo que está sucediendo. Vislumbres de tus pensamientos. Pero sobre todo me mantengo a mí mismo. Yo... miro tus recuerdos. Especialmente los peores que tienes. A veces son tan malos que... incluso tú no puedes recordarlos.

Los ojos de Anna se llenaron de lágrimas mientras cerraba el espacio entre ellos dos. —¿Por qué harías eso, Gadreel?

Tragó saliva y miró sus manos. —Para castigarme a mí mismo.

Y así como así, él separó sus mentes. Porque no podía revivir el dolor de lo que había hecho.

Estaba avergonzado de decirle que era su culpa.

****

Anna estaba sentada en el regazo de Sam en la mesa de control cuando Dean entró. Ella le dio una sonrisa que él regresó antes de presionar un beso en sus labios y sentarse en su propia silla.

—¿Algo de Cas? —preguntó la pelirroja mientras jugaba con el pelo de la nuca de Sam.

—Nada aún —contestó Dean.

Frunció el ceño ante su actitud despreocupada. —Y no estamos preocupados por él, ¿de que se haya ido así otra vez? Es decir, no suele hacer esta clase de cosas solo.

—Es así como lo quería. Honestamente.

Ella miró a Sam, pero sus ojos estaban fijos en la computadora portátil frente a él.

—Mira, bebé —continuó Dean cuando se dio cuenta de que no estaba convencida—. Ha estado por todo el mapa desde que llegó con las alas cortadas —señaló la computadora con su cabeza—. ¿Qué tienes?

La pelirroja suspiró y apretó los labios. Él rodó los ojos ante su terquedad y empujó su silla junto a la de Sam. Tomó las piernas de Anna que colgaban y las apoyó en su regazo.

—Obituarios —respondió su hermano mientras miraba el artículo y la imagen en la pantalla de su computadora. 

—¿Hay algo de los motociclistas?

—Si. Su nombre era Red Dawg —dijo Sam mientras le mostraba la imagen.

Dean se alegró. —Por supuesto.

—No sé que piensas. Él es un tipo familiar. Pertenecía a la PTA, actuó de Santa en las fiestas navideñas.

—Así que, ¿qué? ¿Justo un día salió y se unió a una pandilla motociclista?

—No, él lo hizo hace años —contestó Anna.

Dean frunció el ceño y Sam le mostró una foto de grupo de los motociclistas. —Mira esto. Es extraño. Todos fueron víctimas, ¿Correcto? Todos se bautizaron juntos.

—¿Bautizaron?

—Sí. Eran una banda de moteros nacidos de nuevo.

—Bueno, no es algo que se escuche todos los días.

Sam negó con la cabeza y Anna frunció el ceño cuando vio algo en una de las imágenes. Se inclinó hacia adelante y señaló el chaleco de un motociclista.

—Espera, agranda la imagen —le pidió a Sam. Era un parche en forma de alas rojas con 'Boyle's Boys' bordado en el—. ¿Los chicos de Boyle? Boyle, ¿como el reverendo Buddy Boyle? —miró a los hermanos.

Sam volvió a abrir el obituario de Red Dawg. —Escucha esto. La viuda de Red Dawg dijo que siempre fue religioso, pero que una semana antes de morir, regresó a casa de un encuentro de oración y... que era un hombre cambiado, lleno de gloria divina.

—Entonces, Boyle está en el ruedo otra vez —dijo Dean—. Vendiendo amigos que serán usados como recipientes de ángeles.

—Entonces... ¿ahora estamos hablando de grupos más pequeños? —preguntó ella.

Dean se encogió de hombros. —No lo sé. Tal vez consiguiendo muchos a la vez, no era capaz de controlar lo que los ángeles dejaban entrar. De esta forma, los seguidores de Bartolomé podrían saltar tan pronto como Boyle hiciera lo suyo.

—Así que, ¿Red Dawg y sus chicos eran gente de Bartolomé? —razonó Sam.

—Sí, y ellos fueron asesinados, lo cual quiere decir que este grupo es aún peor. ¿No he dicho siempre que los ángeles son unos idiotas?

****

Gadreel estaba debajo de un paso subterráneo con Metatron. Su atención estaba desapareciendo a medida que el escriba hablaba sobre su existencia entre los humanos.

Trató de empujar a Anna con su mente, pero ella no estaba aceptando nada de eso. Todavía estaba enojada porque él iba a aceptar el trato de Metatrón, por lo que le estaba dando a Gadreel el "tratamiento silencioso". Era una táctica tan antigua y sin embargo funcionaba todo el tiempo.

Suspiró cuando su insistencia no hizo nada y volvió su atención a Metatron.

—Francamente, nunca me acostumbré a ellos —habló Metatron—. Viví entre ellos durante siglos. Tuve que aislarme para mantener la cordura.

—Los seres humanos parecen caóticos, Metatron —dijo Gadreel, solo para provocarla.

—Lo cual los hace fascinantes, pero... toda esa emoción. Dios. Y el derroche de energía. Te deja... exhausto.

—Lo sé —suspiró Gadreel cuando le dio otro golpe fuerte y ella no hizo nada.

—Puedo liberarte de todos ellos —dijo Metatron—. Liberarte de todo.

Dio un paso más cerca de él. —Dictarás las reglas del nuevo cielo, ¿no es cierto?

Metatron trató de reprimir su sonrisa, pero fue lo suficientemente presumido que incluso la hizo levantarse enojada. —Es una carga que creo debo aceptar.

—Entonces Metatron, ¿eso no te convierte en Dios? —preguntó en un esfuerzo por atraer más la ira de la pelirroja. Era mucho mejor que su silencio.

El escriba se rió entre dientes y Anna golpeó la puerta de la mente de Gadreel, tratando de abrirse paso para llegar a Metatron.

—Semántica —explicó Metatron—. No sé si tomaría ese nombre necesariamente. No. Cuando llegue el momento, me llamarán... "X".

Gadreel reprimió su sonrisa cuando sintió que ella ponía los ojos en blanco y decía algunas palabras sobre el nuevo seudónimo de Metatron.

—Tú y yo... —continuó—. Podemos tener el paraíso otra vez, Gadreel.

Pero él sabía que su paraíso estaba pateando la puerta de su mente en este momento. Todo lo que quería era asegurarse de que nunca olvidara eso otra vez.

****

Hubo otro ataque de ángel. En Utah

Un grupo de estudio bíblico de la universidad y su oradora, que formaba parte de una Iglesia muy importante, estaban todos muertos. Las entrañas y los ojos de los chicos estaban todos quemados pero no los de la oradora, lo que significaba que probablemente era un ángel.

Dean descubrió que ella era soprano en un coro llamado "Melodía Clerical", que conducía a sus conciertos en un autobús. Después de algunas investigaciones, también descubrió que un testigo había visto al autobús salir del bar de motociclistas no mucho antes de que los cuerpos fueran encontrados.

La mejor suposición que tuvieron fue que la señora de la Iglesia mató a los motoristas de Bartolomé antes de ser vengados por más de sus ángeles. Inocentes jóvenes universitarios estaban muriendo por todos lados. El reloj estaba corriendo y Kevin nunca tuvo que esforzarse más para descifrar una tabla en su vida.

Sin embargo, todo eso fue el menor de los problemas de los hermanos. Más tarde ese mismo día, después de que Anna desapareció por enésima vez, Dean recibió una llamada de Cas.

Había escapado después de ser secuestrado por un ángel llamado Malachi. Incluso había logrado recuperar su mojo, aunque no era su gracia original la que tenía.

Esa no había sido la única razón por la que había llamado. Había averiguado de Malachi que Ezekiel había muerto en el otoño.

—Necesito un hechizo de inmediato —Dean gruñó mientras golpeaba la mesa de la biblioteca con sus manos, haciendo que Kevin se despertara.

Sam se sentó en una silla al lado del muchacho y hojeaba frenéticamente los libros que había estado leyendo. Las palabras de Cas aún resonaban en sus oídos.

—Todo el mundo siempre necesita un hechizo y siempre es de inmediato —Kevin estaba agotado mientras se pasaba una mano por la cara.

—Muy bien, escúchame —habló Sam mientras se giraba hacia Kevin—. Un ángel no puede ser expulsado por otro humano. Solo por el huésped, ¿verdad? Bueno, ¿qué si hubiera una forma de debilitar el poder del ángel de modo que no estuviera al mando por un par de segundos?

Kevin frunció el ceño y negó con la cabeza. —¿Qué?

—Por ejemplo, si... —dijo Dean—. Si hipotéticamente, quisiera hablar con el recipiente pero sin que el ocupante lo escuche.

—¿Por qué?

—¿Por qué? Kevin, tenemos una tonelada de humanos poseídos ahí afuera. ¿Me entiendes? Y cuando los ángeles se maten unos a otros, los humanos son tomados entre dientes, así que ¿si quisiera unir al humano de manera que él o ella pudieran escupir al ángel? Eso sería algo bueno, ¿verdad?

—Sí.

—De acuerdo. Así que, adelante con la tabla. Vamos.

Dean giró sobre sus talones para dejar la biblioteca y buscar a Anna mientras Sam volvía a los libros.

—¿Ahora? —preguntó Kevin.

—¡Ayer, Cenicienta! —gritó Dean.

****

Gadreel se acercó a Metatron debajo del pase bajo una vez más. Anna ya no estaba golpeando la puerta de su mente, pero al menos tampoco le estaba dando el tratamiento silencioso. Ella estaba apoyada contra la puerta ahora, hablando con él.

Se calló cuando Gadreel se detuvo frente a Metatron, pero aún podía sentir su presencia. Al acecho. Esperando.

—He estado pensando sobre esto, Metatron —comenzó Gadreel—. Me uniré a ti como segundo al mando.

Anna suspiró y dejó caer su cabeza contra la puerta.

Metatron tenía una expresión de alivio y emoción. —¡Bravo, Gadreel! Este movimiento borrará la marca que te ha perseguido a través de los siglos. El Cielo será restaurado, al igual que tu reputación como uno de los más grandes héroes.

—Te agradezco por esta oportunidad.

—Solo hay una cosa más —Metatron detuvo su felicidad.

Anna se animó con eso. —Te dije que había una trampa —gruño.

Gadreel apretó los labios al oír su voz. Cada vez era más y más difícil mantenerla atrás. Ya fuera por su fortaleza mental o porque inconscientemente la dejaba pasar solo para escuchar su voz, no lo sabía.

—Tengo que estar seguro de tu fidelidad —explicó Metatron.

Gadreel frunció el ceño. —La tienes.

—No, quiero decir bastante seguro. Tenemos enemigos que representan una amenaza inminente para nuestra obra. Deben ser neutralizados.

No lo hagas, Gadreel —suplicó ella—. Te dije que haría esto. Eso no es lo que eres.

Tenía razón. Ella siempre tuvo la razón. Entonces él repitió sus palabras. —Eso... eso no es lo que soy.

Metatron rodó los ojos y habló de una manera sarcástica. —Sí —sacó una tarjeta amarilla con un nombre del bolsillo y se la dio a Gadreel—. Aquí está el primer nombre en tu lista de quehaceres. Decide.

En el momento en que Gadreel leyó el nombre, Anna comenzó a golpear desesperadamente su puerta. —No lo hagas. Por favor, no lo lastimes.

Por primera vez, Gadreel dudaba de su plan. Por un momento, consideró seriamente renunciar a cualquier esperanza de tenerla para siempre. Consideró permanecer en la Tierra en su traje original y permanecer a su lado durante sus muchas vidas. Solo para evitarle el dolor de matar a su amigo.

Y luego regresó al búnker y todas esas dudas desaparecieron cuando escuchó a Dean y Kevin hablando.

—Muy bien, así que esta obra maestra que acabamos de pintar, funcionará, ¿verdad? —preguntó Dean.

—Los Sigils supuestamente tambalean brevemente antes de la posesión angelical —afirmó Kevin—. Si la información es correcta.

—Espera, ¿qué?

—Solo tuve tiempo para conseguir un poco de la tabla. El resto proviene de un libro viejo de los Hombres de Letras. Tan pronto como tu sangre toque la ignición Sigil, el hechizo comenzará.

Gadreel había escuchado suficiente. Iban a echarlo de su cuerpo y como ella tendría el control, no recordaría quién era. Anna lo expulsaría y él nunca tendría la oportunidad de recordarle quién era.

La idea de que ella lo olvidaría una vez más fue suficiente para reafirmar su decisión. Su corazón se rompió cuando ella cayó de rodillas en la puerta de su mente y lloró, pero él tenía que hacer esto.

Ella lo perdonaría con el tiempo. Estaba seguro de ello.

—Lo siento, pero no permitiré que mires lo que sucederá a continuación. 

Y con esas palabras, Gadreel la empujó hacia abajo hasta el punto que le tomaría unos días darse cuenta de que ella no estaba experimentando la realidad.

****

Gadreel hizo todo lo posible por interpretarla de manera convincente cuando Dean lo atrajo a la habitación con el sigilo donde Sam estaba esperando. Su ausencia en la puerta de su mente lo lastimó, pero se forzó a sí mismo a superarlo.

Él estaba haciendo esto por ella.

Cuando Dean cerró la puerta y abrió su mano para presionarla contra el sigilo, Gadreel dio un paso atrás para mantener a ambos hermanos a la vista.

Él puso su mejor mirada de sorpresa. No fue tan difícil actuar como ella. Pero entonces, se dio cuenta que él la conocía mejor que nadie. Quizás incluso mejor que los Winchester.

—¿Que esta pasando? ¿Qué estás haciendo? —preguntó Gadreel.

—Cariño, tengo que decirte algunas cosas rápido —habló Dean mientras se acercaba a ella—. Te va a molestar.

Asintió y miró a Sam. —De acuerdo.

—Esas pruebas de verdad te estropearon —dijo Sam.

Gadreel suspiró y rodó los ojos. —Sí, ya lo sé.

—No, no lo sabes —exclamó Dean mientras avanzaba y la agarraba de los hombros—. Quiero decir que te estropeó hasta casi morir. Sin más cumpleaños, polvo a polvo. Bueno, eso me jodió, así que tomé una decisión, de acuerdo, una decisión difícil sobre ti sin hablar de ello porque estabas en coma.

—Espera, ¿qué? ¿Cuándo?

—Estabas en un hospital, bien —explicó Sam—. Y dijeron que ibas a morir.

Hizo una actuación de estar nervioso mientras empujaba las manos de Dean fuera de su cuerpo. —Dean. ¿Qué hiciste?

La boca de Dean se movió sin palabras por un momento mientras la miraba y todo en lo que Gadreel podía pensar era que, sabía lo difícil que era decirle algo que haría que lo odiara.

Casi sintió compasión por los Winchester y luego recordó todos los recuerdos que había tenido en su mente de los momentos más íntimos que había compartido junto a ellos. Todos los momentos en que su respiración había sido pesada contra su cuello. Todos los momentos en que ella se retorcía debajo o encima de ellos y gritaba sus nombres.

Recordó cuando su nombre era el que ella había amado hacía tanto tiempo.

Había aprendido, en aquel entonces, que los celos y la posesividad sobre ella no le traían más que miseria. Eso no significaba que no tuviera resentimiento hacia los Winchester después de ver sus recuerdos.

Eso hizo que la ira que estaba a punto de expresar hacia ellos fuera mucho más real.

—Dejamos entrar a un ángel —confesó Sam.

Gadreel frunció el ceño y dio un paso atrás mientras miraba a los dos. —¿En qué?

—En ti —contestó Dean—. Dijo que podía sanarte y lo está.

—¿Aún sigue en mí? —Dean tragó saliva y Sam agachó la cabeza—. Espera. Eso es imposible. Eso no pudo suceder. Nunca le permití entrar.

—Te engañé para que dijeras que sí —dijo Dean—. Parecía la única manera.

Gadreel se pasó la mano por el cabello y le dio la espalda a los hermanos. Dio unos pasos hacia adelante antes de girarse de nuevo hacia ellos.

—Así que... pensaste que no podría manejar algo, así que te hiciste cargo —gritó, aunque fue su voz la que rebotó en las paredes.

—¡No, hicimos lo que teníamos que hacer! —se defendió Dean. Gadreel había visto la desesperación en la cara del hombre reflejada muchas veces en la suya. Anna era el tipo de mujer que hacía que la gente quisiera pelear, sin importar lo difícil que fuera—. Nunca habrías estado de acuerdo y habrías muerto.

Gadreel extendió sus brazos. —Bueno, tal vez me habría gustado la elección al menos.

—Podemos hacer esto luego —intervino Sam mientras daba un paso al frente.

Apartó sus manos cuando trató de ahuecar su cara. Pudo haber estado jugando con su cuerpo, pero no estaba dispuesto a dejar que la tocasen mientras él tenía el control.

Sam suspiró y se enderezó, dejando que sus manos cayeran a los costados. —Puedes... puedes patearnos el trasero todo lo que quieras. Ahora mismo, tenemos problemas mayores.

—¿Mayores? —gruñó Gadreel.

—El ángel me mintió. ¿De acuerdo? —explicó Dean—. Él... no es quien dijo que era. Dijo que su nombre era Ezekiel. Genial tipo, según Cas, pero no es Ezekiel.

Una vez más, volvió a actuar y miró a los hermanos con miedo. —¿Quién es él?

—No lo sabemos —dijo Sam—. Al parecer, Ezekiel está muerto.

—Quien sea este tipo puede acabarte con un ataque al corazón si así lo quiere, así que tienes que botarlo —pidió Dean.

Gadreel inspiró profundamente mientras consideraba sus opciones. Lo último que quería era hacerle sufrir ese dolor, pero cuanto más agitados Sam y Dean resolvían el problema, más se daba cuenta de que nunca lo dejarían acercarse si ella lo expulsó.

—¿Estás escuchando lo que estamos diciendo? —Sam llamó su atención—. Creo que estás bastante bien ahora, pero tienes que expulsarlo.

Gadreel negó con la cabeza y empujó a los hermanos para dirigirse hacia la puerta sin decir una palabra más.

—¿Bebé? ¡Anna! Vamos, por favor —suplicó el mayor de los hermanos. Sus brazos rodearon su cintura y se congeló cuando la frente de Dean se apoyó en la parte posterior de su cabeza—. Por favor. Lo siento mucho. Yo solo... no podíamos dejarte ir. No estábamos listos para eso. No estaba preparado para eso.

La mente de Gadreel se contrajo ante la sensación de los brazos de Dean a su alrededor, pero él sabía que ella se quedaría allí y escucharía. Ella siempre les dio a los hermanos el beneficio de la duda. Ella le dio a todos sus seres queridos el beneficio de la duda.

La cara de Dean se dejó caer para descansar en el hueco de su cuello. —Por favor. No podemos hacer esto de nuevo. Vi lo que le hizo a Sam. Y cuando te fuiste durante ese tiempo... por favor. Haré lo que sea para hacerlo bien. Solo danos una oportunidad.

Gadreel lo empujó lejos. No podía quedarse allí y escuchar a Dean suplicar, no cuando él hizo lo mismo hace miles de años. 

No cuando él le había dicho las mismas palabras el día que ella había permitido a Lucifer entrar en el Jardín.

El ángel se giró para mirarlo, la mirada perdida y desesperada en los ojos de Dean le recordó a sí mismo tanto que cometió el error de golpear al hombre. Cayó al suelo y Gadreel se fue antes de que alguno de los dos se diera cuenta de que eso era lo último que haría.

Ella no tenía reparos en hacer lo que sea necesario cuando era necesario, en hacer daño a la gente sin importar su inocencia, pero cuando se trataba de las personas que amaba... nunca sería capaz de lastimarlos.

Era solo cuestión de tiempo antes de que los hermanos lo recordaran.

Matar a Kevin había sido mucho más difícil de lo que había pensado. Estaba confundiendo sus propios sentimientos sobre el chico con los suyos, pero la peor parte era saber cómo reaccionaría ella cuando finalmente volviera en sí misma y encontrara a su amigo muerto.

Sam y Dean se habían dado cuenta de que algo andaba mal tan pronto como Gadreel salió de la habitación, pero aun así, cuando doblaron la esquina para encontrar el cuerpo sin vida de Kevin, los había conmocionado hasta los huesos.

Gadreel los tenía inmovilizados contra las vigas de la biblioteca antes de que alguno tuviera la oportunidad de procesar la muerte.

—¿Anna? —Sam la llamó en voz baja mientras trataba de luchar contra el poder que lo estaba presionando contra la viga.

—No hay más Anna —contestó Gadreel. Sería mejor si ellos creyeran eso, pero él sabía que no debía poner demasiada esperanza en eso—. Pero la interpreté convincentemente, eso creía.

—¿Cómo lo hiciste? —Dean gimió de dolor antes de que pudiera terminar su frase.

—Te escuché hablar con Kevin Tran esta noche —Gadreel se giró hacia la mesa y guardó las notas y la tableta del ángel en un bolso que estaba en el suelo—. Altear un sigil... hasta el más mínimo detalle, alterar el hechizo —levantó su mano para mostrarle a los hermanos un rastro de pintura verde en sus dedos—. Siento lo de Kevin, pero en el fondo... es para bien. Hice lo que tenía que hacer.

Se arrodilló junto al cuerpo de Kevin y colocó la tarjeta amarilla que había recibido de Metatron en el pecho del niño. Se enderezó y le dio a los Winchester una última mirada, antes de dejar el búnker.

****






Adiós Kevin, que la fuerza te acompañe. Lo vamos a extrañar. Sin duda fue un personaje que merecía mucho más en la serie.

Bien, solo me queda decir que: preparen los pañuelos y las lágrimas para los próximos dos capítulos 😕 Voy a romper el corazón de muchos Deanna shippers, incluido el mío 💔

Gracias a todos por el apoyo de siempre 😘

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