[007] - parte I
Había pasado una semana desde el episodio en el baño y Anna estaba segura que ni una semana en el purgatorio se compraba con la que estaba viviendo. Tenía a Emily, Cas y Dean constantemente a su alrededor.
Sobre todo al Winchester mayor, él se encargaba de que comiera "comida saludable" y también era el que la hacía dormir por lo menos ocho horas. Por supuesto que no se podía quejar de lo último. Dormir junto a Dean era la gloria.
Y tenía a Cas como médico personal, él chequeaba su estado de salud. Aunque le resultaba raro cada vez que aparecía al azar y la olía para ver si todo estaba todo en orden.
Anna le rogó al ángel que la dejara volver al caso una vez que se había recuperado. Él sabía que físicamente estaba bien, sin embargo su cabeza seguía procesando todo lo de Sam. Se las arregló para poner una sonrisa falsa y estuvo de acuerdo. Cas esperaba que rastrear a Samandriel pudiera distraerla por lo menos. Dean parecía bien con eso, se podía decir que necesitaba una distracción tanto como ella.
Después de que los cuatro rastrearon el almacén en el que Crowley estaba, Dean se apresuró a admitir que todos necesitaban una mano. El lugar estaba repleto de demonios y cubierto contra ángeles.
Cas había sugerido que fuera a buscar a Sam, una idea que rápidamente Dean desechó. A Anna le dolía la simple mención de su nombre. Todavía no la había llamado y comenzaba a pensar que nunca lo haría. Incluso discutió con Dean cuando le quiso contar lo que había sucedido. Estaba claro que Sam no quería estar allí, ¿qué sentido tenía preocuparlo sin necesidad?
Entonces, los cuatro estaban en la casa flotante de Garth con Kevin sentado en su escritorio mientras revisaba sus notas de la tabla de demonios.
—¿Dónde está Garth? —preguntó Anna con una sonrisa forzada.
Kevin no levantó la vista de sus notas. —¿Ha ido a por suministros? No sé. No sé cuándo entra y sale. ¿Necesitan ayuda con algo? Estoy trabajando aquí.
Anna frunció el ceño ante su hostilidad. No estaba segura de lo que esperaba cuando vio a Kevin. Los dos siempre fueron amistosos, entonces, ¿quizás ella había esperado una sonrisa y un abrazo?
Y apenas había recibido una mirada de él. Se regañó mentalmente. Estaba siendo egoísta. El niño probablemente estaba agotado y no era que ella fuera la única a la que no prestaba atención.
Dean apareció en el momento justo. Apretó su mano contra la suya y levantó la otra para cubrirle la cara. Presionó sus labios contra su sien antes de darle una suave sonrisa.
—Te ves horrible —dijo Cas sin rodeos mientras miraba a Kevin.
Anna y Emily soltaron una breve risa y Dean sonrió de nuevo mientras rodeó los hombros de la pelirroja con un brazo y la apoyó contra su pecho.
—Sí. Gracias —contestó Kevin.
Anna apretó los labios. —Tiene razón. ¿Estás bien, Kevin?
—Bien. Estoy... en medio de esto.
—¿Y? —preguntó Dean—. ¿Ha habido suerte?
Kevin suspiró. —¿Interpretando media tabla del demonio? No. No tengo nada.
Dean asintió. —Está bien. Bueno, anímate, porque necesitamos algo más de esas bombas anti-demonios tan pronto como se pueda.
Kevin se giró para mirar a los cuatro. —¿Lo usaste todo?
—Sí, así que vamos a improvisar otra tanda.
—Claro. Hamamelis de Cisjordania, la calavera de un ternero de Egipto, la cola del trasero de algún tritón. Que puede o no estar en extinción.
—Bien, bien, lo entiendo... —lo cortó Dean—. Los ingredientes son difíciles de conseguir, ¿eh?
Kevin puso los ojos en blanco. —Son solo los tres primeros ingredientes.
—Dame la lista —dijo Cas—. Conseguiré lo que necesitamos.
Kevin soltó otro suspiro antes de volver a su escritorio y comenzó a anotar la lista de ingredientes que necesitaba.
Cas se había ido en el momento en que tenía la lista. Pasaron al menos diez minutos antes de que Dean se impacientará y comenzará a caminar. Cuando comenzó a aplaudir, Anna también empezó a sentirse ansiosa.
Kevin y Emily eran dos bastardos afortunado, ambos se pusieron sus auriculares, ignorándolo. La pelirroja estuvo a punto de abrir la boca para decirle que se detuviera, pero el sonido de su teléfono la interrumpió.
Una vez que vio el nombre de la persona que la llamaba, se acercó a la puerta para que Dean no tratara de escucharla y molestar.
—Hola, te dije que te ocultaras —habló cuando contestó el teléfono.
—Oye, cariño —le respondió Benny, haciéndola sonreír—. Estoy tan oculto, que respiro con una pajilla. Mira... lo que pasó con tu amigo Martin, no tendría que haber sido así.
Ella suspiró y miró a Dean. —Él estaba lejos de ser mi amigo. Y tu nieta me lo dijo. Sé que no querías que sucediera así.
—Anna, hiciste de este perro viejo una persona estable. Y la forma en que diste la cara por mí...
—Bueno, dándole la vuelta a la tortilla, tú hubieras hecho lo mismo por mí.
—Sí —respondió arrastrando los ojos. Estaba a punto de preguntarle qué le pasaba cuando volvió a hablar—. Odio tener que pedir mucho más, pero, ¿hay alguna posibilidad de que estés en algún lugar cerca de Catskills?
Ella frunció el ceño. —Estoy trabajando en un caso al otro lado del país. ¿Por qué? ¿Qué pasa? —Dean la miró pero ella le hizo un gesto con la cabeza para que se alejara.
—Estoy pasando por una mala racha, supongo. Ya sabes, haciendo todo yo solo.
—Benny... día a día, cariño.
Lo oyó suspirar y hundió los dientes en su labio inferior. —¿Sabes qué? Una taza de café me vendría bien.
Ella asintió. —Si, a mi también. Tan pronto como termine con este caso, estaré allí, ¿de acuerdo?
—Sí. De acuerdo, cariño. Gracias. Yo solo... te extraño, ¿sabes?
Ella sonrió, una sonrisa verdadera, mientras las lágrimas picaban en el fondo de sus ojos.
—Sí —dijo suavemente—. Yo... yo también te extraño.
Anna colgó y se unió a Dean que le estaba preguntando a Kevin sobre su madre.
—¿Tiraste a tu madre por la cuneta? —preguntó Dean asombrado.
Kevin suspiró y se quitó los auriculares. —Me distraía demasiado. No podía concentrarme. Los ángeles dijeron que tenía que ir al desierto para aprender la palabra de Dios, ¿verdad? Pues... este es mi desierto.
—Sí, pero tu madre es tu madre.
Anna sonrió. —No todos son fan número uno de su madre.
Dean la miró con una cara de desaprobación, que le hacía recordar a Sam y palmeó su trasero como una venganza cuando Kevin habló de nuevo. —No puedo disfrutar de un mundo al que necesito salvar, Dean. Puedo disfrutarlo cuando todo esto haya terminado. Pero ahora... No hay nada más importante que esto.
Dean puso los ojos en blanco y fue al armario a buscar algo de comer. Anna se pasó una mano por los ojos cuando comenzó a sentir cansancio. Kevin la dejó ir a parte de atrás y recostarse en su cama por un rato, pero ni siquiera estuvo cinco minutos antes de que oyera las alas y un murmullo bastante fuerte.
Con un suspiro, salió de la cama y regresó a la zona principal del barco, deteniéndose en seco al lado de Dean cuando vio a Sam de pie junto a Cas.
—¿Sam?
Los ojos de Sam se movieron hacia ella. Anna creyó ver que sus facciones se suavizaron, pero no estaba segura de si era real o simplemente de una ilusión de su parte.
—Oye —contestó el menor de los hermanos.
De repente, la rabia ardió en su estómago. Se merecía más que un "oye". Ella merecía una explicación, ¿verdad? Sin embargo no dijo nada
La lengua de Dean se deslizó por su labio inferior mientras la miraba. Volvió a mirar a su hermano. —Necesitamos hablar. Afuera.
Anna sabía que iba a contarle sobre lo que sucedió. Al principio, parecía que Sam iba a pelear con él al respecto, pero lo que sea que vio en la cara de su hermano lo hizo seguir a Dean hacia el exterior.
Una vez que se fueron, forzó una sonrisa a su rostro y miró a Cas. —Entonces, ¿obtuviste lo que necesitábamos?
Él presionó sus labios y asintió con la cabeza.
****
—¿Esperaste una semana para decírmelo? —gritó Sam.
—No pensé que querrías oír eso por teléfono —gruñó Dean—. Y no la iba a dejar sola para ir a verte. Y estoy seguro de que le hubiera gustado cruzarse con Amelia.
—Eso es una mentira, Dean. No querías decirme.
Dean se burló. —¿Qué, crees que esto fue una forma retorcida de tenerla para mi?
Sam se encogió de hombros. —No lo sé, Dean. ¿Lo es?
Dean dejó escapar una risa breve y sin humor. —Eres increible. Pero sí, tienes razón. No quería decírtelo. ¿Y quieres saber por qué? ¡Porque causamos esto, Sam! Le hicimos esto —se detuvo y tragó antes de decir algo más—. Nosotros la destruimos. La rompimos.
Sam se pasó los dedos por el pelo. No estaba seguro de que decirle a eso. Él sabía que su hermano tenía razón. Afortunadamente, se salvó de decir algo cuando Anna bajó por la rampa y se dirigió al muelle.
Le dio a Dean una pequeña sonrisa y él la colocó contra su costado con un brazo.
—Sé que ustedes querían privacidad. Pero Cas me está molestando. Sigue preguntando si quiero ir a Disneyland. Según él, descubrió que es el lugar más feliz de la tierra —bromeó sin humor—. Y Emily se sumó a su idea.
—Queríamos privacidad de ellos, no ti —murmuró Dean—. Nunca de ti.
Dean se inclinó para besar la parte superior de su cabeza y miró a su hermano mientras lo hacía. Sam sintió su aliento atrapado en su garganta cuando ella lo miró. Se dio cuenta de que, incluso después de todo este tiempo, aún lograba que su corazón se acelerará.
Pensó en todas las cosas que lo hicieron enamorarse de ella. Su ingenio, su sentido del humor, su inteligencia, la forma en que su cabello se rizaba cuando salía de bañarse, sus hermosos ojos verdes, su sonrisa, su risa. Se había enamorado de todo y lo había extrañado cuando estuvo en Texas. Él había querido llamarla. Tantas veces, había tomado su teléfono sólo para tirarlo a la cama frustrado cuando no tenía coraje.
Todas las noches, giraba en la cama incómodo, quería oírla susurrar cosas a su oído y quedarse dormido con su piel apretada contra la suya. Pero él sabía que lo había arruinado. Se había ido sin decirle nada, todo porque había estado enojado con Benny.
Después de eso, había sido demasiado cobarde para enfrentarla. Sabía que estaría molesta por eso, más aún porque se había escapado con Amelia.
En el momento en que Dean le dijo que Anna se había desmayado, su miedo había parecido trivial. Sam sabía que la situación no era tan grandiosa, era un simple desmayo, pero lo que lo hacía importante era que le había sucedido a ella. Y las causas que lo produjeron fueron las acciones que Dean y él habían hecho. No estaba seguro de poder enfrentar lo que había causado.
Pero su hermano no le dio una opción.
Dean sacó el brazo de su alrededor, Sam no pasó por alto lo difícil que fue ese pequeño movimiento había sido para su hermano, él tampoco creía que podría dejar de tocarla si tuviera la oportunidad.
—Ustedes deberían hablar —dijo Dean cuando se fue.
Sam la miraba impotente mientras ella se ponía firme y miraba hacia otro lado. No tenía ni idea de qué decir. Dean le había dicho que Anna creía que ninguno la amaba más. Que se habían cansado de ella.
Y Sam no tenía ni idea de cómo decirle que la amaba. No sabía cómo decir que era su mundo entero. No sabía cómo decirle, que significaba todo para él y no había nada que no hiciera por ella.
Entonces no dijo nada.
De repente, Anna se lamió los labios y se pasó los dedos por el pelo. —No voy a pararme aquí y darte explicaciones.
Sam asintió, sus manos se apretaron y se abrieron mientras luchaba contra el impulso de tocarla. —No tienes que hacerlo.
—No, no tengo. No te lo mereces.
Él asintió de nuevo. —Tienes razón. No lo merezco.
Anna emitió un sonido de frustración, pero él se quedó allí y la miró. —¿Qué demonios te sucede, Sam? ¿Por qué no te enfadas?
Frunció el ceño en confusión. —Porque yo... yo no estoy enojado, Anna. Solo estoy molesto. Me está costando demasiado para no abrazarte en este mismo momento. Pero no estoy enojado contigo. Yo soy quien lo arruinó. De nuevo. No estoy muy orgulloso de admitir eso.
Sacudió la cabeza y apartó la mirada. Sam se dio cuenta de que haría cualquier cosa para que ella volviera a mirarlo.
—Pensé que me amabas —susurró Anna.
Sam miró a la parte superior de la casa flotante de Garth y se preguntó por un momento si sería capaz de subir a la cima y gritarle al mundo entero cuánto la amaba. Él se conformó con solo decírselo. Un "te amo" cayó débilmente de su boca. No se sentía lo suficientemente bien. Quizás debería subir al bote.
Dio un paso adelante y lo miró. Podía ver la tristeza en sus ojos. Y eso era lo peor. —¿Lo haces? Porque no se siente de esa forma. Dices muchas cosas dulces, pero cuando la primer crisis aparece, no puedes enfrentarla. En el momento en que pensaste que Amelia te necesitaba, dejaste todo y te fuiste. ¡Me dejaste, Sam! ¡Por ella! —las lágrimas estaban a punto de ser derramadas—. ¿Ahora puedes ver por qué no te creo cuando dices que me quieres?
Sam miró al suelo con vergüenza. De alguna manera, creía que trepar a la parte superior del barco no ayudaría. Porque Anna tenía razón. Le dijo que la amaba todos los días, y aunque era agradable, nunca había hecho nada que respaldara lo que estaba diciendo.
Él sabía que ella no le estaba pidiendo el mundo. No era una chica de cenas caras y joyas. Fueron las pequeñas cosas las que la hacían sonreír. Y había pasado mucho tiempo desde que había hecho alguna de las pequeñas cosas.
Anna retrocedió. Mantuvo los brazos cruzados como si fuera una señal de defensa. —Me dijiste que si volvías a arruinarlo de nuevo, no te molestarias en tratar de arreglarlo porque creías que merecía algo mejor. Bueno, tienes razón, me merezco mejor. Merezco ser amada por alguien que nunca me hace sentir insegura. Disparaste todas tus balas, Sam —hizo una pausa mientras lo miraba—. Cuando encontremos a Samandriel, quiero que vayas a vivir la vida de ensueño con quien quieras. Porque esto terminó aquí.
Con una última mirada, le dio la espalda. Y ahora Sam sabía que ver la tristeza en sus ojos no era lo peor. Sus palabras lo habían matado.
****
La noche había caído cuando los cuatro se detuvieron en la fábrica donde Crowley tenía secuestrado a Samandriel. Emily se quedó con Kevin en la casa flotante de Garth, para seguridad de todos. Anna salió del asiento trasero, un poco irritada porque había sido enviada allí mientras Sam se sentaba en la parte de adelante, a pesar de que Dean estaba enojado con él.
Desafortunadamente, era bastante agotador estar enojado con un Winchester, no creía tener el ánimo suficiente para pelearse con los dos. Dean tomó su mano y la atrajo contra él cuando ambos salieron del automóvil.
—Entonces —Cas comenzó a hablar una vez que ella y Dean se encontraron con él y con Sam frente al automóvil—. Hay cuatro puntos principales. norte, sur, este y oeste. y cuatro símbolos enoquianos, como éste... —sacó una marcador del bolsillo de su abrigo y tomó la mano de Anna para dibujar una estrella incompleta en su palma—. Que tienen que destruir antes de que yo pueda entrar.
—Está bien —afirmó Dean mientras la apartaba de Cas y volvía a abrazar—. Entonces, ¿qué? Entramos, nos hacemos cargo de los idiotas del infierno, y ¿tú sacas al ángel?
—Sí. Después de matar a tantos, necesito salvar al menos a este.
—Parece un plan —afirmó Anna.
—Está bien —dijo Dean mientras sacaba su cuchillo demonio—. Vamos a hacerlo.
Sam y Dean fueron a entrar al almacén, pero Cas detuvo a Anna antes de que pudiera seguirlos. Cuando ella le dio una mirada curiosa, sacó su espada de ángel del bolsillo interior de su gabardina y se la dio. —Toma. Esto no solo funciona con los ángeles. También mata demonios.
Anna la tomó y le dio una pequeña sonrisa. —Gracias, Cas.
—Es lo menos que puedo hacer. Quiero que sepas que lo siento...
—Cas —lo interrumpió, poniendo una mano en su hombro—. No tienes que disculparte. Dean me contó por qué te enojaste y saliste del hospital. Debería ser quien me disculpe. Ahora vamos a patear traseros.
****
No les tomó mucho tiempo localizar al demonio que cuidaba el lugar y tardaron incluso menos tiempo en derribarlo y tomar las llaves. Una vez dentro, los tres se separaron, sosteniendo una lata de pintura en aerosol cada uno, para bloquear los símbolos contra ángeles, y buscar la guarida.
Anna había logrado encontrar la mayoría de ellos sin contratiempos. Fueron los dos últimos los que causaron más problemas. Había tenido que salvar a Sam de dos demonios. Y antes de que alguno pudiera llegar a la última sala, tuvieron que usar las bombas contra los chicos de ojos negros.
Ella sabía que se estaban acercando cuando los gritos de Samandriel comenzaron a rebotar en las paredes. Afortunadamente, el último símbolo estaba en la puerta cerrada que llevaba a la habitación donde estaba detenido el ángel.
—Bien, cuando quieras, Cas —dijo Dean después de pintar una "x" sobre el símbolo.
Castiel apareció momentos después, doblándose y jadeando.
—¡Cas! —Anna se precipitó hacia él, pero la rechazó mientras se enderezaba.
—Deben ser los sigilos —dijo—. No tengo todo mi poder.
—Chicos —los llamó la pelirroja mientras miraba los otros símbolos que cubrían las paredes—. Ayúdenme con esta porquería.
—¡No, espera! —Cas los detuvo—. No hay tiempo. Samandriel no durará mucho más.
Dean fue directamente a la cerradura de la puerta y comenzó a forzarla mientras ella le entregó a Cas su espada de ángel. —Aquí, Cas toma esto.
Él se la quitó, con el rostro torcido de dolor. En el momento en que Samandriel volvió a gritar, las manos de Cas volaron para cubrir sus oídos mientras hacía una mueca.
Cuando Dean no pudo forzar la cerradura, comenzó a tratar de quitarla. —Dean, date prisa —dijo Sam—. ¡Vamos!
Dean gruñó de frustración cuando la puerta no se movió y golpeó su puño contra ella. Cas siguió haciendo muecas mientras los gritos de Samandriel se volvían más frenéticos. Miró la puerta con horror cuando se apoyó en la pared y se deslizó al suelo.
—Cas —Anna se agachó frente a él, tratando de obligarlo a que la mire mientras los hermanos comenzaban a empujar la puerta con su cuerpo.
Dean se giró hacia los dos jadeando y alzó las manos en el aire. —¿Cas? Cuando quieras.
—Él no puede, Dean —Anna lo defendió mientras ahuecaba el rostro de Cas con sus manos e intentaba sacarlo de su propia cabeza.
Cuando Sam y Dean finalmente habían roto la puerta, el ángel había dejado de gritar, Cas estaba de nuevo en pie y un demonio que no era Crowley era el único que quedaba en la habitación con Samandriel. Le tomó diez segundos a otro demonio entrar a la habitación.
Anna dejó que Sam y Dean se encargaran de ellos mientras corría hacia el costado de Samandriel con Cas arrastrando sus pies detrás de ella.
Sintió su corazón hundirse cuando vio su cabeza agachada y la sangre que goteaba de donde los tornillos habían sido taladrados en su cabeza.
Mientras Cas los sacaba meticulosamente y con mucha más paciencia de la que ella podría tener, tomó el rostro de Samandriel con sus manos y le sonrió.
—Hola, amigo —habló ella—. ¿Me recuerdas? Estamos aquí para sacarte, ¿de acuerdo? Te limpiaremos todo y estarás como nuevo.
Él no dijo nada, pero pudo ver el alivio y el agradecimiento en sus ojos. Eso fue suficiente para ella.
Momentos más tarde, Cas le quitó una especie de casco abierto de la cabeza. Samandriel lo miró con asombro y Anna tuvo un segundo para recordar que él pensó que estaba muerto. Dean le gritó para que Cas saliera junto al ángel herido.
Una vez que se fueron, ella se volvió para ver a uno de los demonios muerto y el otro retorciéndose debajo de Dean, suplicando por su vida.
—Bien, bien. No hay mucho que tú no sepas —dijo el demonio—. Me necesitas.
En el momento en que Dean asintió con la cabeza, Anna se adelantó con los dientes apretados y sin dudarlo pateó la cabeza del demonio. Si el humano que estaba habitando no hubiera estado muerto para entonces, esa patada lo habría matado.
Dean rió mientras lo miraba. —Supongo que acabas de tener tu respuesta, amigo. Lo siento, tengo que mantener feliz a la esposa.
Fiel a su palabra, Dean mató al demonio sin más dudas.
Pasarían semanas antes de que Anna se diera cuenta de que la había llamado su esposa y que ella no lo contradijo.
****
Todo había sido en vano. Todo el caso fue para nada.
Anna salió del almacén, sintiéndose triunfante, sólo para encontrar a Samandriel muerto en el suelo y Cas parado sobre él con una espada de ángel ensangrentada y una mirada vacía en su rostro.
Cayó de rodillas junto a Samandriel y tomó la cabeza entre sus manos. Fue inútil, pero de todos modos ella revisó su pulso. No había nada.
—¡Cas! ¿Qué demonios ha pasado? —preguntó Sam.
Ella lo miró con lágrimas en los ojos pero él no le devolvió la mirada.
—Estaba comprometido —explicó Cas—. Vino hacia mí. Le maté en defensa propia —sangre comenzó a gotear por el rabillo del su ojo.
—Cas, ¿estás bien? —Dean lo miró fijamente.
—El buque debe haber sido dañado. Tengo que irme. Los restos de Samandriel deben estar en el Cielo —Cas se arrodilló y levantó a Samandriel antes de agradecerle y desaparecer. Anna se quedó con un escalofrío en la columna y un mal sabor de boca.
****
Todos regresaron a la cabaña de Rufus, haciendo algo que nunca pensaron que harían. Después de pintar con spray el último símbolo enoquiano contra los ángeles en la puerta, Sam se giró hacia Anna, Emily y Dean.
—Está bien —dijo Sam—. Eso debería funcionar. Cas ahora no puede vernos ni oírnos.
—Está bien, ¿qué diablos? —preguntó Dean.
—Lo sé.
—Te dije que le pasaba algo raro desde que volvió del purgatorio.
Sam cerró el espacio entre los cuatro. —¿Crees que alguien está manipulándolo o algo?
—¿Quiénes? —Emily intervino. En el poco tiempo que había pasado con Cas lo había aprendido a querer.
—¿Los ángeles?
—¿Por qué los ángeles harían que matara a otro ángel? —gruñó Dean.
Sam se encogió de hombros.
Anna suspiró y se pasó una mano por los ojos. —Está bien, Sam. Nos encargaremos de esto. Deberías ir.
Él frunció el ceño. —¿Qué?
—¿No tienes una vida y una chica con quien volver?
—Y esa es mi señal para ir a Wendy's —dijo Dean.
—Estoy justo detrás de ti, amigo —Emily lo siguió.
Sam no habló hasta que ambos estaban fuera. Se pasó la lengua por el labio inferior mientras Anna se apoyaba en el respaldo del sofá.
—Sí. Una valla blanca es lo que quiero. Quiero un perro, una esposa y una familia. Al menos eso era lo que quería. Me he dado cuenta de ese tipo de vida es todo para mí... pero solo si estás en ella.
Ella se burló. —Te dije que terminamos, Sam. Te dije que te fueras después de encontrar a Samandriel.
Sam cerró el espacio entre ellos, su rostro tan decidido como siempre. —No, me dijiste que viviera la vida que quisiera, con quien quiera. Bueno, eso es lo que estoy haciendo. No puedes decirme que hemos terminado y esperar que me vaya. No te dejaré ir tan fácilmente, Anna. No esta vez. No me importa si gritas, lloras o me arrojas cosas. Puedes maldecirme todo lo que quieras que no te voy a dejar —Anna tragó saliva y se obligó a sí misma a mirarlo a los ojos—. Eres el amor de mi vida. Eres la mujer con la que quiero casarme algún día. No dejaré que renuncies a esto. A mi.
Después de un largo momento, con Sam de pie, mirándola, ella se aclaró la garganta. —Bien. Quieres probar esto nuevamente, borra su número.
—Lo hice antes de salir de Texas.
—¿De verdad?
—De verdad.
Anna se pasó los dedos por el pelo mientras una lágrima finalmente escapaba y caía por su mejilla. Se sentía tan estúpidamente celosa. Y no podía entender si era irracional o razonable. Sentía que se estaba volviendo loca.
Sam colocó sus manos en el respaldo del sofá, atrapándola entre sus brazos. Lentamente, se inclinó y presionó su frente contra la de ella. Cuando no lo apartó, dejó caer su rostro en el hueco de su cuello y sus brazos se deslizaron alrededor de su cintura.
Anna no lo abrazó.
****
La pelirroja se sentó en su cama esa noche, lágrimas picaban en la parte posterior de sus ojos mientras sostenía su teléfono móvil y temía la llamada telefónica que estaban a punto de hacer.
—Anna—dijo Benny mientras contestaba el teléfono—. Muchas gracias, cariño. Estoy en la encrucijada. ¿Cómo de cerca estás tú? —él parecía tan feliz que ella tuvo que mirar hacia el techo y ahogar un sollozo antes de que pudiera responderle.
—Lo siento, Benny. No voy a ir —dijo ella.
Se quedó en silencio por un momento. Cuando respondió, sonó tan miserable como la última vez que habló con ella. —¿Te refieres a ahora, o...?
Anna se aclaró la garganta. —Escucha, Benny. Nunca olvidaré todo lo que has hecho por mí, pero... —levantó la vista para encontrarse con Dean parado en la puerta observándola. Él negó con la cabeza.
—¿Esta todo bien? Dime que no tengo que matar a ninguno de los muchachos.
—Benny, no podré llegar hoy. Mañana, tal vez vaya.
—De acuerdo, ¿sabes qué? Relájate. Tomate tu tiempo.
Anna pudo escuchar cómo trataba de calmarla y lo estaba logrando. —Gracias Benny, por todo. Te llamaré.
Cuando colgó, Dean entró a la habitación cerrando la puerta detrás de él. —No tienes que renunciar a nadie Anna. Ni por Sam, ni por mi.
Ella agachó la cabeza jugando con el teléfono en su mano, mientras sentía a Dean acercarse y sentarse en la cama. —Pensé, que como Sam sacrificó la vida que desea, yo tal vez...
—No. Si Sam sacrificó algo fue por él. Te debemos mucho más de lo que tu nos debes a nosotros, bebé. Mirame —Anna levantó la mirada para encontrarse con los ojos verdes de Dean—. Nunca cambies por nosotros. Eso no está bien.
Ella asintió. Por primera vez en mucho tiempo, se dio cuenta que había alguien que realmente se preocupaba por ella.
****
¡Volvió Sam! Lastima que Anna está enojada. ¿Ustedes creen que lo va a perdonar así de fácil? Para mi va a tener que ganarse todo su amor de nuevo.
Mientras tanto está Dean. Que llamó "esposa" a Anna 😲 ojala se casen y me adopten. Ok, calmo.
Note que la mayoría shippea Dean y Anna. Solo recuerden que aca todos estan con todos 😏
Gracias por leer y todos los comentarios 😘
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