[004] - Consuelo sureño
Todo había estado bien. Demasiado bien. Era la calma antes de la tormenta. Por supuesto que la tensión estaba siendo cada vez más alta desde que Sam admitió que quería abandonarlo todo una vez que encuentren a Kevin, pero salvando eso las cosas eran tranquilas. Los tres habían hecho algunas cacerías, incluso dejaron marchar a una mujer lobo, pero seguían sin ningún tipo de información sobre el profeta.
Pero Benny llamó.
Había llamado herido y medio muerto. Sin pensarlo dos veces, Anna dejó todo y corrió para ayudarlo a recuperarse y a derribar su viejo nido en Prentiss Island, mientras que Dean la cubrió con Sam. Sin embargo su regreso no había sido acogedor. Sabía que tendría que haberle dicho a Sam sobre Benny, ella no era una persona que se escapaba de la nada, lo cual preocupaba al menor de los hermanos.
Así que cuando le presentó a Benny, a Sam le bastaron solo dos segundos para darse cuenta que era un vampiro. No había sacado su machete porque Anna le dijo que no con un movimiento de cabeza, pero no estaba contento.
Estaba esperando que Sam estuviera furioso con ella, pero no pasó. De hecho, él era tan amable y amoroso como siempre. Con Dean fue todo lo contrario, él tuvo que hacerle frente a la furia de su hermano. Anna pensó que la causa de todo era porque ellos estaban tratando de recomponer su relación y Sam no quería dar un paso en falso que lo arruine todo.
Ella sintió lástima y culpa por Dean, pero por otro lado, estaba contenta de haber evitado una bala, su relación con Sam no necesitaba eso. Por supuesto que su pensamiento sólo duró hasta la quinta pelea. Ahora solo había eso, peleas constantes entre los hermanos. Y toda la situación estaba comenzando a desgastarla.
Lo peor de todo fue cuando empezaron a competir por ella. No era una competencia directa pero había una presión constante en ambas relaciones. Las cosas ya eran malas cuando Sam dijo que abandonaría la vida de cazador y esperaba que ella fuera con él, la reunión con Benny había llevado todo hasta el borde.
Ambos pasaron menos tiempo siendo novios decentes y más tiempo tratando y fallando en ser el mejor en algún intento machista por ganarla. Lo que Anna quería ya no importaba. La trataban como un premio barato a ganar, no como un ser humano con sentimientos.
Le había dicho a Sam que eso pasaría cuando dijera lo que pretendía con ella. Él incluso lo había admitido y sin embargo no estaba cooperando para evitar ese comportamiento con Dean. Ella estaba furiosa con ambos, pero sabía que lo peor que podía hacer era dejar salir su ira.
No calmaría las cosas, sólo alimentaría el fuego.
Anna estaba apoyada contra el impala mientras Sam buscaba algo para comer en el local de comidas rapidas donde se habían estacionado. Dean estaba a su lado, navegando en su teléfono, tratando de encontrar algún caso. En el momento en que vio a Sam caminar por el aparcamiento con una bolsa de papel en su mano, su brazo estaba alrededor de la pelirroja y sus labios sobre su cuello.
Era tan obvio.
Ella fingió una risa y lo empujó lejos. Normalmente, habría devuelto todas sus caricias pero sabía que no lo estaba haciendo para su beneficio. Y la mandíbula apretada de Sam demostró que Dean había logrado lo que realmente había estado buscando.
—Atención —dijo Sam mientras le entregaba a Dean su bebida. Le ofreció su bolsa de comida a Anna, pero ella apretó los labios y negó con la cabeza. Frunció el ceño y pasó los dedos por su cabello—. ¿Seguro que estás bien? —le preguntó. Se alegraba de que fuera sincero por primera vez en tanto tiempo.
Asintió con la cabeza. —Sí. No estoy hambrienta.
Sam asintió pasó a su lado en el coche mientras Dean recogía su teléfono y leía de nuevo lo que había estado buscando antes de que lo distrajera.
—He oído el rumor de un caso en el escáner de la policía. Suena a nuestro tipo de cosas —exclamó Dean.
Sam se detuvo en la puerta del lado del pasajero y le dio a su hermano una mirada desconcertada. —No he estado fuera ni diez minutos.
Dean le dirigió una sonrisa perpleja antes de contestar. —De acuerdo. Y eso importa porque...
Sam se quedó incrédulo mientras se encogía de hombros. —No sé, Dean. ¿Quizá porque no me has dicho ni una palabra desde lo de Prentiss Island? Y ahora, ¿qué? ¿Quieres que me calle y vaya de copiloto y actúe como si nada hubiese ocurrido?
Anna suspiró y se pasó la mano por los ojos. Quince minutos. Eso era el tiempo habían durado sin pelear. Y diez de esos quince minutos habían sido porque Sam estaba en la tienda de comida rápida.
La mandíbula de Dean se apretó cuando dejó su teléfono. —¿Quieres hablar de Benny? —ella lo miró sorprendida de que estaba tranquilo—. Bien, hablemos.
—Está bien —Sam asintió—. ¿Qué te parece hablar de que es un vampiro?
—También es la razón por la que Anna y yo estamos afuera y no asándonos en un horno en el Purgatorio. ¿Algo más?
Sam presionó los labios y bajó la voz cuando pasó una pareja por el lugar. —No finjas que no lo entiendo. Sé que tuviste que hacer lo que fuera ahí.
—Dudo mucho que entiendas algo del Purgatorio.
Sam lo ignoró. —Pero ya estás fuera y Benny todavía respira. ¿Por qué?
Dean pensó por un momento y se calmó antes de responder. Una vez más, la pelirroja se sorprendió de lo calmado que estaba tomando la conversación, en comparación con Sam que parecía que estaba camino a perder la razón de nuevo. Sin mencionar que ella no hubiera actuado tan tranquila, tal vez esa era otra de las razones por la que el menor de los hermanos no la cuestionó.
—Es amigo mío, Sam.
Sam se burló. —¿Y qué pasó con mi amiga, Amy? ¿Qué era ella? Porque estoy seguro de que no tuviste ningún problema para matarla.
Dean apoyó las manos en el impala. La tensión de sus brazos era la única indicación que de que estaba enojado. Su voz sólo parecía apaciguarse. —Bueno, supongo que la gente cambia, ¿no? Dejamos que esa mujer-loba Kate se fuera, ¿cierto?
Sam frunció el ceño, la frustración era evidente en su rostro. Quería una pelea, pero Dean no le estaba dando una. —Ella era distinta. Ella... —hizo una pausa y pasó la lengua por su labio inferior—. ¿Crees que Benny es diferente? Te habrá dicho que no está bebiendo sangre de personas, imagino —Dean apartó la mirada y se mordió el labio inferior—. Y tú le crees. Vale. Sabes, tienes razón. La gente sí cambia.
—Sí. Tengo un amigo vampiro y apagaste tu teléfono durante un año —Dean dio un golpe bajo y Anna esperaba que la pelea finalmente comenzará.
—No le des la vuelta a esto —dijo Sam.
Y para su sorpresa, Dean no lo hizo. Volvió al tema de Benny y su voz era de nuevo calmada y razonable. —Mira, si Benny la caga y algún otro cazador acaba con él, que así sea.
Sam asintió y le dedicó una sonrisa irónica. —Pero ese no vas a ser tú, ¿verdad? —se burló y luego se metió en el coche cuando Dean no respondió.
—Pareces muy tranquilo —comentó Anna. Su voz sonó amarga incluso para ella misma.
—Oye —Dean la llamó mientras ella iba a abrir la puerta trasera. Se giró hacia él y deslizó su mano sobre su cadera y la acercó—. No creas que no me he dado cuenta. Lo entiendo, Sam y yo estamos peleando. Lamento que eso es todo lo que hemos estado haciendo últimamente. ¿Pero lo de recién? Era yo tratando de no empezar una pelea. Así que no empieces con esas típicas frases de mierda tuyas, pasivas pero agresivas ¿de acuerdo? Tratar con Sam es una cosa, no puedo hacer que te enojes conmigo también.
Se dio vuelta y se deslizó en el asiento del conductor, dejándola perpleja. Era la que más derecho tenía a estar enojada con los dos y él le estaba diciendo que "no comenzará una pelea". Dios, podría matarlo. Ella había mantenido la calma durante tanto tiempo, estaba segura que incluso merecía algún maldito premio.
Respiró profundamente, contó hasta el número veinte y lo tragó todo antes de sentarse en el asiento trasero. Dean era un idiota por decir lo que dijo, pero tenía razón. Ya había suficientes peleas.
****
Dean aparcó el impala al lado de la entrada de una casa destartalada mientras una ambulancia se retiraba. Apagó el motor y miró a Sam. —Así que, la madre del tipo viene a la casa mientras él está trabajando en su coche, pisa el pedal a fondo y se lleva la mitad de su cabeza.
Sam frunció el ceño. —¿Qué? ¿Eso es todo?
—Sí, en resumidas palabras. Dice que se desmayó, no recuerda nada.
—Bueno, suena a locura —comentó Anna mientras apoyaba los antebrazos en el asiento delantero.
—Quizás —dijo Dean.
—Entonces, ¿cómo hace que esto sea nuestro tipo de asuntos? —preguntó Sam.
Dean suspiró. —Porque, Kevin está en el punto de mira y tú Sam, estás frustrado como un eunuco en un prostíbulo y no puedo evitar preguntarme, ¿cuándo una decapitación no es algo mío?
Estaba fuera del coche antes de que alguien pudiera contestar. Después de un vistazo compartido, ella y Sam también salieron y lo siguieron por el camino hacia la escena del crimen. Un policía llegó corriendo a los tres cuando pasaron bajo la cinta amarilla. Anna sacó su credencial antes de que tuviera la oportunidad de apartarlos.
—¿FBI? —preguntó el hombre.
—Sí, pasábamos por el barrio —explicó Anna.
—¿Primero un Ranger de Texas y ahora ustedes?
—¿Un Ranger de Texas? —Dean parecía confundido.
El policía asintió. —Sí, señor. Justo allí —se giró y señaló a un hombre flaco con un sombrero de vaquero y una chaqueta de cuero. Incluso estando de espalda sabían que era Garth.
Anna rió y le dio una palmada en el pecho de Dean. —Esto va a ser genial.
—Tiene que ser una broma —Sam murmuró mientras Garth se quitaba el sombrero y se abanicaba con el.
Los tres se le acercaron una vez que volvió a ponérselo. —Oye, Chuck Norris —dijo la pelirroja en tono burlón.
Se dio vuelta y le dedicó una sonrisa brillante. —¿Anna? ¡Sam! ¡Dean!
Sam lo hizo callar cuando Garth se echó a reír y se abalanzó sobre él abrazándolo. —Había olvidado lo de los abrazos.
Luego abrazó a Dean. Fue a abrazar a Anna pero dudó, sus brazos cruzados y su mirada seria le confirmó que no estaría recibiendo un abrazo de su parte.
—Si, todavía no es un abrazo —dijo. Su garganta se balanceaba mientras tragaba, pero la sonrisa se mantuvo en su rostro.
—Aún estamos... aún tenemos trabajo aquí —dijo Dean mientras enderezaba su chaqueta y miraba a su alrededor.
Garth no pareció oírlo. —Ustedes no tienen idea de cuánto los extrañé —miró a cada uno de ellos a la vez con esa sonrisa grande y torpe de en su rostro.
Dean sonrió al testigo con el que Garth había estado hablando. —Perdone, ¿nos disculpa? Volvemos en un momento —los cuatro caminaron lo suficientemente lejos del testigo para que él no pudiera oírlos.
—¿Un Ranger de Texas, Garth? —preguntó Dean—. ¿En serio? Estamos en Missouri.
—¿Qué? Vamos. Parezco un director de funeraria en uno de esos —contestó mientras señalaba el traje de Dean. Los tres hicieron una cara de aprobación, tenía razón. No cualquiera podía llevar tan bien un traje como Sam y Dean—. Oí a un tipo hablar de que los tres estaban de vuelta, pero no me lo he creído hasta ahora.
Ambos hermanos pusieron una sonrisa torcida en sus caras cuando de la nada una canción comenzó a sonar. Garth levantó un dedo y abrió su chaqueta para revelar tres teléfonos seguidos en bolsillos separados. Sacó uno de ellos y respondió.
—Hola, Earl. ¿Qué tienes? Un resucitado. Vale, necesitarás un ataúd y algunas estacas de plata. Y no te dejes morder. No, no te convertirá, pero dolerá como el infierno. Vale, entonces, una vez consigas todo eso, clavalo dentro, entierralo y tira lejos la llave. ¿Vale? Está bien. Nos vemos.
—¿Qué estás haciendo? —lo cuestionó Dean cuando colgó el teléfono. La sonrisa cayó de la cara de Garth y Anna pellizco su pierna por hacer que sucediera.
—Mi trabajo, hombre —dijo Garth mientras guardaba de nuevo el móvil en el bolsillo de su chaqueta.
—¿Tu trabajo? ¿Y desde cuándo tu trabajo es dar consejos?
—Espera —dijo la pelirroja antes de que Garth pudiera decir algo—. ¿Eres el nuevo Bobby?
—Cierra la boca —gruñó Dean mientras fruncía el ceño. Ella se encogió de hombros y sofocó su sonrisa.
—Sí —dijo Garth.
Dean lo señaló con su dedo cada vez más agitado. —¡Cierra la boca! —Garth hizo lo que le dijeron—. ¡¿Qué?!
Garth se encogió de hombros. —Bobby se había ido. Ustedes tres estaban desaparecidos. Fue una época extraña. Alguien tenía que intervenir y tirar del carro —los tres se quedaron boquiabiertos. Garth giró a mirar al testigo antes de volver a mirarlos—. Está bien. Volvamos al trabajo y hablaremos de esto después, ¿de acuerdo?
—¿Nos acaba de decir Garth lo que tenemos que hacer? —Sam gruñó por lo bajo y salió detrás de Garth.
—Eso fue un poco caliente —murmuró Anna.
—Oye —gruñó Dean mientras le daba una fuerte palmada en el trasero.
—¡Ouch! —ella chilló y miró a su alrededor para asegurarse de que nadie lo había visto antes de volver a mirarlo—. ¡Jesús, Dean. Estaba hablando de Sam! Garth definitivamente no es mi tipo. Ni de cerca.
Dean cambió de tono muy rápido. —Oh. Entonces... continua. Adelante.
Anna rodó los ojos y se unió a Garth, Sam y el testigo con Dean yendo detrás. Trató de frotar disimuladamente el dolor en su trasero, donde Dean la había palmeado, pero la sonrisa en la cara del mayor de los Winchester demostró que no era tan discreta como quería.
Garth le hizo un gesto a los tres cuando se dirigió al testigo. —Scott Lew. Ellos son del FBI —volvió a mirar al trío antes de seguir hablando—. Los padres del Sr. Lew fueron las personas involucradas en esta... desafortunada situación.
—Sentimos su pérdida —dijo Dean.
—Solo unas pocas preguntas, Sr. Lew —habló Sam—. Por casualidad ¿tenían sus padres... problemas matrimoniales?
Scott meneó la cabeza y se encogió de hombros. —No. No más que cualquiera.
—¿Qué hay de la salud de su madre? ¿Es posible que esto fuese una convulsión, un derrame, cualquier cosa que nos ayude a explicar esto?
—No lo creo. La están examinando en el hospital ahora mismo.
Dean asintió con la cabeza. —¿Qué hay sobre comportamientos extraños?
Scott frunció el ceño mientras miraba a Dean. —¿Extraño? ¿Cómo qué?
—Oír voces, ver cosas... ¿mencionó tu madre algo como eso?
El muchacho se burló. —Mis padres llevan casados 30 años... novios desde el instituto. No hay una buena explicación de porqué pasó esto, no importa donde quieras buscar.
Garth le dedicó una sonrisa comprensiva y puso una mano en su hombro. —De acuerdo, bien, gracias, Scott. Estaremos en contacto.
Scott asintió antes de alejarse.
****
Anna suspiró mientras se ponía de pie en el cobertizo situado al lado de la casa. El medidor EMF estaba zumbando en su mano.
—No hay frecuencias. Ni rastro de azufre en ningún sitio —comentó—. Supongo que Sam tenía razón. Está estropeado.
Garth que había estado mirando una fila de latas ubicadas en un viejo estante, se dio vuelta y la señaló con toda naturalidad. —Espera ahí, Anna. Hay muchas cosas a tener en cuenta aquí. Ocurrió anoche, así que las lecturas podrían haber desaparecido ya.
—Buen punto —dijo Dean mientras le daba a ella y a Sam una sonrisa de satisfacción.
—Incluso si hubiera habido algo de azufre, Barney Fife y su gente probablemente contaminaron toda la escena del crimen y cualquier prueba que hubiera aquí.
—Está en racha.
Sam se burló. —Es una forma de decirlo.
De repente Garth miró su bota con una mueca. Levantó lentamente el pie del suelo y Anna arrugó su nariz mientras veía como una cosa verde se estiraba, extendiéndose desde el suelo hasta la suela de su zapato. Era como una goma de mascar pegajosa.
—Chicos —dijo Garth—. Creo que he encontrado algo.
—¿Es chicle o ectoplasma? —murmuró Dean.
—¿No suele ser negro el ectoplasma? —preguntó Sam.
Garth levantó su bota más arriba y pasó su mano a través de la cosa pegajosa, la llevó a la altura de su cara oliendola.
—No lo hagas, no lo hagas —la pelirroja murmuró en voz baja mirando la reacción del otro cazador.
Y entonces Gart le pasó la lengua, probando la sustancia viscosa. —Definitivamente es ectoplasma.
Anna soltó una arcada y se giró para mirar el pecho de Sam mientras se tapaba la boca con una mano. —Oh Dios, él acaba de hacerlo. Voy a vomitar —Sam levantó una mano apoyándola en la parte posterior de su cabeza y atrayéndola contra su pecho, mientras él y Dean hacían una mueca de disgusto.
—Así que, ¿qué puede ser, algún tipo de fantasma, no?
Dean chasqueó los dedos con una sonrisa y la pelirroja se volvió para mirar a Garth otra vez. Antes de que alguien pudiera seguir hablando, una canción comenzó a sonar. De nuevo. Garth sacó uno de sus teléfonos celulares y respondió.
—Ranger McCrae al aparato.
Anna se giró hacia Dean y murmuró. —Una de esas canciones suena de nuevo y le disparó en una pierna.
—Idem—afirmó Dean.
—Fantástico —dijo Garth mientras asentía con la cabeza—. Bien. Está bien —sacó una pluma y empezó a garabatear en la palma de su mano ante la atenta mirada de los cazadores—. Gracias, doctor —colgó y le sonrió a los tres de nuevo—. Le pedí al forense que me llamase en caso de que la autopsia revelase algo... inusual. Y adivina qué. Nuestro tío muerto tenía la palabra "Alcott" grabada en el pecho —le mostró la palabra "Alcott" escrita en la palma de su mano, probando que decía la verdad.
—¿Con qué? —preguntó Sam.
—¿La mejor suposición del forense? Las uñas de su mujer Mary.
Si eso no era una mujer despechada, no sabían lo que era.
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Anna, los muchachos y Garth estaban de pie junto a la cama de Mary Lew en el hospital haciendo preguntas rutinarias. O por lo menos, tan rutinarias como podrían ser dado a su trabajo. Había recordado ir a la tienda de comestibles y nada más hasta que se despertó en la entrada de su casa donde su hijo, Scott, la había encontrado.
En un momento, dijo que recordaba fragmentos de lo que sucedió, Garth no tuvo mejor idea que comenzar a reír como si fuera un gran chiste. La señora les contó que se acordaba de su marido gritando, el olor de goma quemada y luego dijo que se sentía furiosa, pero no era cualquier tipo de ira. Dijo que sentía una rabia incontrolable, como si no fuera ella misma y después de que todo terminó, había desaparecido.
Garth asintió ante su explicación. —Señora, ¿la palabra "Alcott" le dice algo?
La mano de Mary se apretó y ella tiró de su muñeca contra las esposas que la encadenaban a la cama del hospital. —¿Qué tiene que ver ella con esto?
—¿Es una mujer? —preguntó Anna.
—Mi marido Chester y yo llevábamos flirteando en el instituto unos pocos años, cuando tuvimos una gran pelea
—¿Sobre qué? —dijo Sam.
Ella sonrió de una manera despectiva. —Algo estúpido, estoy segura. Era alrededor del baile de fin de curso y tomó a Sara Alcott como su pareja en lugar de a mí.
—¿Así que Sara Alcott era una rival por el afecto de su marido? —le preguntó Garth.
Mary apretó los dientes. —Sara le tuvo durante una noche, mientra que yo estuve 37 años con Chester —ella comenzó a sollozar y lo único que podían pensar los cazadores era que querían salir de allí lo más rápido posible.
Después de enterarse de que la señora Alcott seguía viva, los cuatro salieron del hospital.
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