[003] parte I
Sam había recibido una llamada del hospital local, Arthur, el loco del balbuceó, se había cortado su propio ojo. Anna decidió ser la que visitará el hospital a la mañana siguiente.
Según lo que pudo averiguar se había lastimado a si mismo arrancando una barra metálica de la cama. La doctora le informó que fue el ojo marrón el que se hirió, que casualmente era un trasplante que se había hecho hace casi un año.
Una vez que los tres regresaron al el motel, volvió a vestirse con ropa casual, o casi. El último tiempo, su vestimenta casual era usar una de las camisas de Dean que usaba para jugar al FBI y un par de pantalones cortos. El mayor de los Winchester no se podía quejar, era un deleite para sus ojos verla con su ropa.
Dean había ido a conseguir algo para almorzar, así que Anna estaba recostada en la cama junto a Sam, revisando la historia médica de Paul Hayes.
Aunque, ninguno de ellos podía centrarse en el trabajo. Eso era lo más cerca que estaban desde que había vuelto. Y no le resultó fácil el saber que había prometido intentarlo y perdonarlo.
—No soy la única que siente esta ridícula tensión, ¿verdad? —ella preguntó mientras lo miraba.
Sam suspiró aliviado, cerró su computadora portátil y la colocó encima de la mesa de noche. —Me alegro de que lo hayas dicho. No es... incómodo ¿verdad?
Sacudió su cabeza. —No... no, es sólo... no lo sé.
Anna lo miró. Y cuando él hizo lo mismo, se dio cuenta de lo que era. Tensión sexual y emocional. Ninguno de los dos se tomó el tiempo para darse cuenta de que finalmente se hablaban de nuevo.
Había estado enojada con él cuando salió del purgatorio, y como resultado nunca se habían dicho más que un "hola".
Ninguno de los dos tuvo que decir una palabra para saber que ambos entendieron. Anna estaba presionando su boca contra la de él un instante después. Sam gruñó mientras tomó su cintura para arrastrarla hasta su regazo y tirar de la camisa de Dean, haciendo estallar los botones.
Sus dientes se hundieron en su cuello y ella gimió cuando sus manos apretaron su trasero, obligándola a rozarse contra su entrepierna.
—Sam dije que debíamos empezar de nuevo, pero no me refería de esta manera.
—Lo sé —gruñó, moviendo sus labios hacia los de ella.
Anna no se pudo resistir y envolvió las manos en su cabello, tirando con suavidad. Él gimió en su boca, pero justo cuando sus manos fueron a la hebilla del cinturón, la puerta del motel se abrió y Dean se aclaró la garganta.
Ambos se separaron y la pelirroja le dio a Dean una mirada de culpabilidad. Sabía que Sam estaba dentro de los límites establecidos, lo habían hablado muchas veces, pero no podía detener la culpa automática.
Una cosa era fantasear una relación con ambos Winchester y otra era llevarla a cabo.
—Ya era hora —dijo Dean mientras cerraba la puerta detrás de él y ponía las bolsas de comida sobre la mesa.
—¿No estás enojado? —preguntó Sam, sintiendo la misma culpa confusa que ella.
Dean lo miró como si estuviera loco. —Por supuesto que no. ¿No hemos hablado de esto un millón de veces?
—Supongo que es distinto decirlo que hacerlo —Anna miró a Sam y él le brindó una sonrisa suave mientras pasaba una manos por su espalda.
—Sólo, no tengan relaciones sexuales mientras estoy en la habitación o si saben que volveré antes de que terminen. Sam desnudo no es algo que quiera ver —la pelirroja se burló y lo miró duramente—. Cállate —gruñó, sabiendo que estaba pensando en el momento en ambos estuvieron juntos mientras Sam dormía en la cama de al lado.
—De todos modos... —Dean se detuvo de repente cuando escuchó un crujido bajo su bota. Levantó el pie y agachó la cabeza para observar—. ¿Estos botones... son míos, verdad? —miró a Sam—. ¿Me arruinaste la camisa? Sabes, ni siquiera quiero saber, sólo... —suspiró frustrado y Anna no pudo evitar sonreír—. ¿Encontraste algo más en el caso? ¿Incluso has conseguido investigar antes de desgarrar mi camisa?
Sam se aclaró la garganta y ella se deslizó fuera de su regazo, sin molestarse en cubrirse. Ambos la habían visto desnuda y todavía estaba con un pantalón corto y una camisa estropeada, así que ¿qué sentido tenía?
—Sí, en realidad —afirmó Sam mientras tomaba su computadora portátil y la abría de nuevo—. ¿Arthur Swenson tuvo un trasplante de ojo hace un año, verdad?
—Sí.
—Bueno, recuerdo que Paul Hayes, el de los batidos proteicos, habló de que tuvo un susto con su salud hace un año que cambió su vida, así que saqué su historial médico de Minneapolis —Dean le dio una larga mirada y Sam se encogió de hombros—. Quieres que me apunte. Me apunto. Cómo sea, ¿quieres adivinar quién más, aparte de Arthur Swenson, ha tenido trasplante de ojo en el último año?
—¿Paul Hayes?
—Demasiado fácil, ¿no es así?
Dean se sentó en la mesa, con el café en la mano. —De acuerdo, así que tenemos dos sospechosos en dos asesinatos idénticos en dos ciudades diferentes y ambos fueron trasplantados de un ojo hace un año.
—Sí —afirmó Anna mientras salía del baño, había podido escuchar todo. Aún estaba vestida con la camisa, enseñaba lo suficiente pero no llegaba a ser vulgar. Fue hasta su bolsa de ropa, sintiendo como la mirada de Dean estaba pegada a ella en cada paso que daba—. También...
—Me encanta cuando dices "también" —Dean la interrumpió—. También podrías quedarte vestida así, te ves... perfecta.
Rodó los ojos pero no podía contener la sonrisa que amenazaba con aparecer en sus labios, mientras hurgaba en su bolsa. —Tengo que pensar sobre todo eso de lo que Arthur Swenson estaba hablando. Quizás tu app de traducción la denominó "legua desconocida" porque es una lengua muerta, como el griego antiguo o el Manx.
—¿Manx?
—Así que envié un archivo de audio del balbuceo de Arthur al Dr. Morrison —señaló tomando unos pantalones largos y una camiseta
—¿Quién?
Levantó las cejas. —Ya sabes. ¿Ese profesor de antropología? Sam me dijo que los ayudó a salir en algún caso de amazonas hace un tiempo. Además, ¿tuviste una hija y no me lo dijiste?
Dean se atragantó con su café haciendo reír a su hermano.
—¿Aún quieres el "también"? —bromeó Sam
—Eres malvado —gruñó Dean—. Bien, pongamos nuestros culos en camino.
—¿En dirección a...? —cuestionó Sam.
—Bueno, si estamos en la repetición de un ciclo de hace seis meses, entonces, tras las muertes en Minneapolis y Armes, el siguiente ataque al corazón fue en Boulder, Colorado.
****
La noche había caído y Anna estaba desmayada en el asiento trasero del Impala mientras Sam y Dean se sentaban al frente.
—De acuerdo —dijo Dean con una pequeña sonrisa—. El caso se está uniendo. Las cosas se están uniendo. Tú y yo. Tú y Anna. Todo está bien —Sam se quedó en silencio y Dean lo miró—. Oye.
—¿Qué? —preguntó Sam.
—¿En qué estás pensando? ¿En los tomates orgánicos?
Sam sacudió la cabeza. —No... no estoy pensando en nada —lo cual era una mentira. Estaba pensando en Anna y en su futuro con ella.
Dean asintió y miró hacia el camino. — No sé tú, pero este año me ha dado una nueva perspectiva.
—Te escucho. Créeme.
Aunque no sentía que su perspectiva coincidiera con la de Dean. Sam se arrepintió de estar con Amelia, pero no se arrepintió de las lecciones que había aprendido. Uno de ellas era que no quería un poco de vida doméstica.
Quería el paquete entero: cerca blanca, el perro, Anna acurrucándose junto a él todas las noches y despertándolo con una sonrisa cada mañana. Simplemente no estaba seguro en donde Dean encajaría en todo eso.
—Pero ahora sé dónde soy mejor —dijo Dean—. Y es justo aquí, conduciendo por la calle de la locura junto a ti y mi chica.
—Tiene sentido —contestó Sam. Para Dean de todos modos.
—Sí, lo tiene.
—O... —Sam tragó saliva y se preparó para correr el riesgo. Normalmente no tendría que pensarlo dos veces, pero ahora estaba Anna. Y cada decisión que tomaba significaba que tenía que pensar en cómo le afectaría—. Quizás no me necesitas. Quiero decir, quizás estés mejor cortando y rebanando tu camino a través de toda la mierda del mundo tú solo, sin tener que darle explicaciones a nadie.
Dean se burló. —Sí, eso tiene sentido, viendo que tengo tantos hermanos con los que puedo hablar de esto.
Sam suspiró. —Mira, no estoy diciendo que voy a abandonarte. Solo digo que cabe la posibilidad de que queramos cosas distintas. Quiero decir, quiero que mi vida valga para algo.
Dean observó por encima de su hombro para asegurarse que la pelirroja seguía dormida. —¿Y qué hay de Anna? ¿Dónde encaja en tu gran plan?
Sam lamió sus labios. —No tengo planes, Dean. Y es por ella que no los tengo. Pero estoy tratando de pensar en mi futuro aquí. Por mucho que lo desee, no creo que quiera ser un cazador durante toda mi vida. Y no estoy seguro de que Anna quiera eso tampoco —la mandíbula de Dean se apretó—. No sé si ella te contó sobre su pasado y como intentó una vida fuera de la ca...
—Sí, lo hizo —el agarre del volante se apretó.
—Obviamente depende de ella hacer lo que sienta que es mejor, pero si decido un plan para un futuro fuera de la caza, le pediré que lo planifique conmigo. La quiero allí, Dean.
Dean abrió la boca para discutir, pero fue interrumpido por el zumbido de su teléfono. Respondió con una voz áspera. —¿Sí? Hola, Dr. Kashi. De acuerdo. Gracias. ¿Puede mirar un nombre más por mí? Sí... Hayes, Paul. ¿Y el donante? ¿En serio? —le dio a Sam una mirada de sorpresa—. ¿Cuántos más? ¿Alguien de Boulder, Colorado, recibió alguno de esos órganos? De acuerdo, gracias.
—Bueno, esto va a quemarte las neuronas —Sam frunció el ceño—. Dice que los dos riñones de Paul Hayes y el nuevo ojo de Arthur Swenson procedían de... ¿estás preparado para esto? Brick Holmes.
—¿Alguien dijo Brick Holmes? —Anna gruñó mientras se sentó y se frotó los ojos.
Se inclinó hacia adelante y envolvió sus brazos alrededor de los hombros de Sam mientras apoyaba su cabeza contra él.
—Oye, bebé... —habló Dean—. ¿Has dormido bien?
Él extendió la mano y frotó un pulgar a lo largo de su mandíbula antes de tomar el volante de nuevo. Y, una vez más, Sam se preguntó cómo sería capaz de tener una vida doméstica cuando la mujer con la que quería estar también estaba saliendo con su hermano. El cazador.
Ella asintió con la cabeza antes de hablar. —¿El quarterback profesional? ¿Ese Brick Holmes?
—Sí, el tipo jugó en la élite de su deporte durante millones de años, ¿no es así?
Anna asintió de nuevo. —Sí, él... murió en un accidente automovilístico el año pasado.
Sam frotó una mano a lo largo de su brazo. —Cayó en picado desde un puente o algo así. Debía de haber firmado una tarjeta de donante —miró a Dean—. ¿Dijo el doctor cuántos órganos donó?
Miró a su hermano. —¿Incluyendo a nuestros dos sospechosos? Ocho.
—¿Ocho?
—Ocho.
—De acuerdo —dijo la pelirroja mientras se alejaba de Sam y se recostaba contra el asiento trasero—. Y uno de ellos está en Bouder, ¿tengo razón?
Dean sacudió la cabeza. —Sería un error. Esa es la mala noticia. Las buenas noticias son que Brick vivía en las afueras de Boulder.
—Bueno, Brick está muerto.
—Sí, pero es todo lo que tenemos, así que vamos a ir a Boulder.
****
La residencia era hermosa y grande, no esperaban menos de un atleta estrella. Cuando la señora Holmes los recibió en su casa y les ofreció que se pusieran cómodos, Anna no perdió el tiempo en hundirse en uno de los sillones.
Sam se sentó en el otro que estaba ubicado a su lado, y sin siquiera mirarlo, sabía que Dean estaba enojado internamente por no conseguir ninguno.
—Solo quiero decir lo mucho que siento su pérdida Sra. Holmes —Dean se lamentó.
Apoyó su mano en el respaldo de la silla de la pelirroja, jugando secretamente con su pelo cuando nadie estaba mirando.
La señora Holmes le agradeció y Anna no pudo aguantar más su excitación. —Sabe, Brick Holmes era mi ídolo en el instituto. Una carrera increíble. 18 temporadas como profesional, 7 campeonatos de división, 4 Super Bowls.. nunca aflojó ni un día.
Ella solía mirar partidos con sus compañeros, siempre había sido el tipo de chica que se llevaba mejor con el sexo masculino. Tenía grandes cantidades de amigos, tanto en su niñez como en su adolescencia. Para ellos era prácticamente un varón más.
Dean tiró ligeramente del mechón de pelo con el que estaba jugando y sabía que si lo miraba, le daría una mirada que decía que era una idiota adorable. Sam sólo le dio una mirada de admiración antes de volver su atención a la señora Holmes.
Ella le sonrió. —Brick vivía para la competición y la perfección atlética. No creo que a sus fans se les ocurriese que era humano, como el resto de nosotros.
—¿Sabe si su hijo era donante de órganos? —preguntó Sam.
Ella se movió en su asiento y tragó saliva. Anna odia poder leer a la gente como un libro abierto, a veces era tan desalentador, esa mujer no les diría la verdad o tal vez solo una parcialidad. No era muy buena para ocultar su culpa.
—¿Tiene eso importancia para el FBI? —preguntó.
Dean se aclaró la garganta para llamar su atención y sonrió. —Como explicamos antes, principalmente queremos determinar si algo tiene una importancia diferente.
Ella asintió y se recuperó. — Hubo algo de conocimiento público hace unos años. Un montón de estrellas del atletismo se inscribieron. Estoy segura de que Brick no se lo pensó dos veces, ya que él nunca pensó que fuera a morir.
Dean se rió entre dientes. —Muchos atletas son así, supongo.
Anna se inclinó hacia adelante en su silla y puso una cara tan amistosa como pudo. Lo que estaba a punto de decir probablemente iba a enojarla, no le haría ningún bien pensar que estaba siendo grosera.
—No puedo evitar preguntarme qué pasó esa noche en aquel puente. Había poco tráfico, no había alcohol involucrado, ni huellas de frenado. Atleta de larga duración, reflejos como un gato, ¿cómo se salió por el lado de un puente?
La mujer le dio una mirada dura y la pelirroja, no pudo evitar pensar que era mucho más feroz de lo que pensaba. —Cuando pasan cosas que se supone que no tenían que pasar, se llaman accidentes, tengo entendido.
La sonrisa en los labios de Anna desapareció, se recostó en la silla. Puso todo en juego y había perdido. Perdió la afinidad que la mujer tenía con ella.
—Así que —habló Sam—. Todo el mundo conoce la carrera futbolística de Brick, obviamente, pero nadie sabe nada acerca de su vida personal. ¿Alguna vez se casó?
La señora ya no sonreía, pero respondió agradablemente. —Solo con el juego. Le dio todo lo que tenía. Es una vida difícil.
—¿Notó algún cambio en Brick antes de que muriera? —la cuestionó Dean—. Ya sabe, ¿alguien o algo nuevo en su vida?
—No, no. Creo que no.
—Así que, ¿ningún nuevo interés? ¿Pesca con mosca? ¿Coleccionar sellos? ¿Lo oculto?
Anna tuvo que frotarse una mano sobre su boca para ocultar su sonrisa. Estaba adivinando por la indignación de la señora Holmes significaba que Dean había perdido también su relación. Sam era su única esperanza ahora.
—¿El ocultismo?
—Por ejemplo —dijo Dean.
La señora Holmes se burló. —No. Todo era como tenía que ser. Lo siento, pero me temo que mi tiempo se ha acabado —ella se levantó haciendo que Anna y Sam la imitaran—. La universidad ha nombrado un edificio en honor a Brick. No puedo llegar tarde.
—Por supuesto —contestó Sam—. Solo una pregunta más.
—Siempre hay una pregunta más en la vida, ¿no? Eso es lo que encontré —se dirigió hacia la puerta principal sin decir otra palabra y la mantuvo abierta para los tres.
Una vez que se cerró detrás de ellos, Sam habló. —Correcto. ¿No quería hablar mucho, verdad?
Anna sonrió. —Bueno, Dean acusó a su hijo de estar en el ocultismo.
Sam sonrió y deslizó una mano sobre su nuca mientras los tres caminaban hacia el Impala. Ella se estremeció. Encantada de que hubieran caído tan fácil en la vieja rutina de afecto. Tal vez no sería tan difícil volver a lo que una vez tuvieron.
—Hijo de puta —gruñó Dean mientras miraba fijamente su teléfono. Anna le pasó una mano por la espalda mientras le preguntaba qué estaba mal—. Ahí está. Ha ocurrido.
—Vamos —dijo Sam—. No me digas que a alguien le han arrancado el corazón aquí en Boulder.
Sin otra palabra, al igual que la señora Holmes, Dean se dirigió hacia el lado del conductor del Impala, dejando a Sam y Anna sin habla.
****
Los tres estuvieron en el motel, de nuevo. Anna se alegró de estar fuera de su traje del FBI, a ella le gustaba usar tacones y vestirse bien pero a veces era agotador. Dean estaba sentado en la mesa con la computadora portátil mientras Sam descansaba contra la cabecera de su cama revisando algunos archivos.
Ella estaba sentada, en la otra cama, con las piernas cruzadas con su teléfono apoyado entre su hombro y el oído mientras anotaba algunos apuntes.
—Está bien. Profesor Morrison, eso será todo. El FBI se lo agradece —dijo.
—Excelente. Estoy tan contento de poder ayudar. De nuevo. Tal vez deberías considerar... bueno, no querría molestarte, pero...
—Sí, estoy intentando introducirlo como asesor técnico —le contestó mientras rodaba los ojos.
Había esperado que cuando ella ignoró su correo electrónico sobre el tema, el tipo se hubiera olvidado. Pero no, era persistente.
—¡Oh, fantástico! Y confío en que los beneficios médicos valgan la pena, por supuesto.
El tipo realmente estaba tratando de exprimirla. —Sí, viene con un plan médico. De acuerdo, adiós —colgó antes de que él pudiera preguntar algo más.
—¿Ha averiguado algo? —Sam se rió.
—Sí, lo hizo.
Saltó de la cama y se dirigió a la mini nevera. Se inclinó para alcanzar una ensalada de pollo del estante inferior, cuando sintió un par de manos deslizándose debajo de la franela y tomando su cintura.
Se enderezó con la ensalada mientras las manos la empujaban hacia atrás hasta que sintió el pecho de Sam contra su espalda. Cuando levantó la cabeza para observarlo, Sam beso su sien antes de robar la ensalada de sus manos, dándole las gracias antes de tomar un tenedor y pinchar un trozo de lechuga.
Ella le gruño pero lo único que obtuvo a cambio fue un guiño y una sonrisa con hoyuelos, así que decidió resignarse y sentarse frente a Dean.
—Bien, entonces... —comenzó a hablarle—. Lo que Arthur Swenson farfullaba una y otra vez. Primero, es una lengua muerta. Maya antiguo.
—No está mucho más muerto que eso —balbuceó Dean.
—¿Tienes una traducción? —preguntó Sam.
—"El divino dios Cacao ha nacido" —contestó.
Dean frunció el ceño. —¿Cacao?
—Cacao. Sí, el dios maya del maíz —Dean le dirigió una mirada inexpresiva—. ¿Cereales, la gran cosecha? Mira, Cacao era el dios más poderoso porque el maíz era lo más importante para los mayas. Bueno, eso y torturar y matar a la vista de todos.
—Así que, ¿esto es lo que estábamos buscando, un Dios del maíz de una cultura milenaria?
Se encogió de hombros. —Supongo.
—Bueno, sea lo que sea, mejor lo rematamos rápido o alguien en Phoenix será el siguiente al que se le arranque el corazón.
Sam dejó de lado su ensalada. —¿Alguien en Phoenix tiene un pedazo de Brick?
—Sí, tengo un nombre. Acabo de enviar un e-mail a la policía. Ya he recibido la respuesta. No han visto al chico en días. Tengo otro email aquí, también. Este es para ti, Sam. De una universidad. Respondiendo preguntas sobre admisiones.
Anna se puso rígida bajo las manos de Sam ante el súbito cambio de tema. Dean estaba sonriendo a su hermano, pero era el tipo de sonrisa que venía antes de una pelea.
—Solo algo que estoy mirando —explicó Sam—. Una opción.
—¿En serio estás hablando de dejarlo?
Sam suspiró, sonando como si él y Dean hubieran tenido esta conversación un millón de veces antes.
—No estoy hablando de nada, Dean. Solo estoy mirando opciones —cuando Dean se quedó mirándolo, volvió a hablar sobre el caso—. ¿Entonces qué? ¿Deberíamos ir a Phoenix y perseguir nuestras colas hasta que este tío muestre su cara?
—No. Brick Holmes es el camino hacia esto —contestó Dean mientras se levantaba y se dirigía hacia el baño—. Eleanor Holmes estaba haciendo su esfuerzo no diciéndonos nada. Buen trabajo en el cambio de tema.
Sam suspiró de nuevo cuando la puerta del baño se cerró. Se movió alrededor de la mesa y se sentó en el asiento de Dean para mirarla.
—Entonces —dijo—. Voy a conjeturar que estas infeliz sobre esto.
Anna frunció el ceño. —¿Por qué lo sería?
Se enderezó y parecía estar pensando las palabras por un momento antes de decirlas. —Bueno, yo... no sé. Quiero decir, Dean está bastante enojado.
—No soy tu hermano, Sam.
Él asintió. —Cierto. Bien. ¿Quieres hablar de eso? Quiero decir, lo último que quiero es volver a lo que éramos cuando empezamos a arreglar las cosas.
Ella se encogió de hombros. —No sé qué quieres que diga. No estoy enojada, ni volviéndome loca. Estoy feliz por ti, en realidad. Quiero decir, siempre parecías tan feliz cuando hablaste de tus años en Stanford. Te apoyaré si decides irte.
—¿Pero?
Anna suspiró. —Pero... ¿cómo va a funcionar? No puedo ser dividida entre tú y Dean. No puedo. No soy un juguete para que los dos puedan pelear —levantó su mano cuando trató de hablar—. Y sé que insistirás en que no será así, pero lo es. Los conozco a los dos.
Se acercó a la mesa y le apretó las manos. —Tienes razón. Resultará así.
Ella le dio una sonrisa triste. —¿Estoy en lo cierto? ¿Puedes admitirlo?
—Yo tampoco soy mi hermano. Mira, volver a la universidad y salir de esta vida era algo que consideré. Especialmente después de lo que nos pasó. Pensé que no me querías más. Tal vez nos hubiera hecho bien a ambos si nos separáramos por un tiempo —fue su turno de levantar la mano cuando trató de hablar—. Pero ahora que quieres intentarlo de nuevo. No estoy seguro de lo que quiero hacer al respecto. Por eso no he tomado una decisión.
—No puedes tomar todas las decisiones de tu vida basándote en lo que estoy haciendo con la mía, Sam —ella cerró los ojos, mientras negaba con la cabeza—. Eso es... no tener personalidad. Y el Sam que conocí no era así —volvió a mirarlo—. Como te dije, te apoyaré y te amaré sin importar la decisión que tomes. Pero tienes que tomar una decisión. Y tienes que hacerlo pronto.
****
No termine de arreglar la relación de Anna y Sam que ya la rompí de nuevo, lo siento.
Por cierto, gracias por todos los comentarios. Me hace feliz ver como crece la historia ♥
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