[002] - ¿Qué pasa, mamá tigresa?
Anna no creía que pudiera encariñarse con una hamburguesa tanto como lo había hecho con la que comía. Se dio cuenta que desde que había abandonado el purgatorio comenzó a valorar aún más cada pequeño detalle de su vida, como por ejemplo una simple hamburguesa.
Estaba sentada afuera de un modesto restaurante entre Sam y Dean. Kevin se sentó frente a los tres. Dean estaba concentrado en su comida y Sam estaba recostado en su silla con el brazo extendido sobre la parte trasera de la suya. Su rodilla rozaba con constancia contra la suya.
Silenciosamente le estaba pidiendo permiso para tocarla, acariciarla, para que vuelva a ser tan afectuosa con él como lo había sido antes del purgatorio. No respondió. Ni sí, ni no. Por supuesto, que ella quería volver a como eran las cosas antes pero estaba tan furiosa por lo que había hecho que algo adentro suyo no se lo permitía.
Anna apartó el pensamiento de su mente y se concentró en lo que iba a hacer una vez que terminara la hamburguesa que tenía en la mano. Y antes de que hubiera terminado la última mordida, se elevó apenas sobre la mesa y le arrebató el plato de Kevin.
—¡Oye! —él trató de retener su plato pero ella apartó su mano con un golpe.
—Manos afuera, nerd.
Kevin se echó hacia atrás en su silla con una mueca de disgusto. —El purgatorio te hizo más mezquina.
Sam resopló. —Solo con la comida. ¡Oye! —él también trató de alcanzar la bebida que acababa de quitarle. Una mirada le hizo retroceder antes de perder un dedo. Apoyó la mano en su espalda frotándola por costumbre pero la sacó inmediatamente cuando recordó que había perdido el privilegio—. Relájate, te enfermarás.
—Tengo hambre —murmuró a través de un bocado.
—Ya has tenido tres hamburguesas. Y ni siquiera son las 12.
Ella tomó un bocado grande de la hamburguesa de Kevin e ignoró a Sam. Prácticamente podía sentirlo rodar los ojos. Dean, por otra parte, había estado demasiado ocupado en su propia comida como para preocuparse de lo que estaba pasando a su alrededor. Hasta que Kevin pidió que fueran a ver a su madre.
—¿Estás bromeando? —preguntó Dean, con la boca llena de carne y pan—. Estás bromeando.
Kevin meneó la cabeza. —¿Qué? ¿Es mucho pedir si podemos pasar para saber si mi madre está bien?
—¿Pasar? —se burló Dean—. Es un día de camino en la dirección contraria. ¿Sabías eso, no?
—Sí, entiendo que estamos en apuros.
—Bien, entonces, ¿cuál es el problema?
Kevin de repente se inclinó hacia delante. —El cuello roto de Channing, ¡ese es mi problema!—el gruñido del muchacho fue bastante alto que incluso Anna había dejado de comer. Kevin miró a su alrededor antes de bajar la voz—. No quisiera ver a mi madre con el cuello torcido como un sacacorchos.
Dean puso los ojos en blanco. —El chico tiene razón, Dean —dijo Anna.
Él apenas la miró. —No te metas —Sam sonrió ante la mirada que ella le dio—. Kevin, tu madre está bien.
Una camarera apareció en la mesa, con una sonrisa en su cara y otro plato de comida. —Oh si, el paraíso —gimió Anna. Le dio una mirada amorosa antes de agradecerle. La empleada sonrió y se fue, no sin antes guiñarle un ojo.
—Supongo que estaré pagando una gran propina —dijo Sam mientras Dean y Kevin seguían discutiendo.
—Es lo menos que puedes hacer —respondió Anna sin mirarlo. Sam apretó los labios pero no dijo nada.
Todavía no había tenido la valentía de decirle lo que le había dicho a Dean en el motel aquella noche. Con toda honestidad, no pensaba que ella le creyera. Había estado "rara" últimamente. Su confianza en sí misma había disminuido.
Sam había estado sintiéndose culpable, creyendo que él era la razón. Pero Dean insistió en que estaba así desde que volvió del purgatorio. Y su estado de rareza había aumentado desde que visitó a su hermana.
—Dean, mi madre está sola —dijo Kevin—. Está rodeada por demonios. ¿De veras que no puedes entender por qué quiero estar seguro que ella está bien?
Dean la miró. —Podemos llevarlo —dijo Anna con un encogimiento de hombros.
—Hijo de perra —golpeó su hamburguesa sobre el plato y lanzó sus manos hacia arriba en el aire—. Bien. Vámonos.
Él, Sam y Kevin se levantaron repentinamente de la mesa. Anna se levantó con ellos y se apresuró a tomar tantas hamburguesas y patatas fritas como pudo para comer en el coche. Dean la llamó pero cuando ella no lo siguió. Como no estaba haciéndole caso, volvió y envolvió un brazo alrededor de su cintura y la levantó del suelo para llevarla hacia el auto.
—No, Dean. Las hamburguesas —gritó.
Sam le dio a todo el mundo una sonrisa de disculpa y saludó mientras la miraban. Incluso tuvo que pagarle a una camarera cuando pasó a su lado y Anna le robó la hamburguesa de su bandeja.
****
Estaban en Neighbor, Michigan, aparcados al otro lado de la calle, frente a una gran casa azul claro con techos negros, en donde solía vivir Kevin. Una mujer morena vestida con un equipo deportivo pasó corriendo y Dean se asomó por la ventana para observarla.
—¡Oye! —Anna gruñó. Dean miró por el espejo retrovisor y vio como ella lo estaba mirando con una mirada de disgusto—. Ojos al frente.
Él se burló pero luego la culpa lo comió, ella no se merecía algo tan desagradable. Menos con todo lo que estaba viviendo con Sam. Se giró hacia atrás para observarla, estaba mirando por la ventanilla hacia la calle, claramente ignorándolo. —Anna. —se giró para mirarlo, clavando sus ojos verdes en los suyos—. Lo siento.
Ella asintió con un movimiento de cabeza y estiró el brazo para acariciar su cara. Dean la tomó y besó la superficie de su mano. Los problemas estaban resueltos.
Sam bajó los binoculares que estaba usando para mirar la casa. —Mamá tigre, a las 9:00 —dijo.
—¿Dónde? —Kevin, que estaba sentado en el asiento de atrás con ella, cogió los prismáticos y los presionó contra su rostro.
—Ventana izquierda.
Kevin sonrió tristemente mientras bajaba los binoculares y observaba la casa. —Parece estar bien. Triste... pero bien.
—Echa un vistazo al cartero —dijo Anna.
Kevin levantó de nuevo los binoculares y observó al hombre de azul que estaba abriendo el buzón de la casa de su madre.
—Sí, ese es Carl. ¿Y eso qué? —dijo.
Anna le dio una mirada triste. —Bueno, Carl ha llenado el buzón de tu madre tres veces, desde que estamos aquí.
— ¿Y el jardinero? —acotó Dean—. ¿Crees que esa planta necesita más agua? —miraron hacia donde él asintió y vieron un río de agua que corría por el sendero desde donde el hombre estaba regando el arbusto fuera de la casa.
****
Anna cerró la manguera del grifo en la parte trasera de la casa azul y esperó en la clandestinidad para que el jardinero demonio fuera a investigar. Él rodeó la casa en un tiempo récord y ella se escabulló por detrás.
—Oye, marinero —él giró de repente ante el sonido de su voz y ella le sonrió antes de hundir el cuchillo de demonios de Dean en su corazón.
Una vez que estuvo bien y muerto, lo pateó en su estómago para enviarlo rodando por las escaleras hasta el sótano donde nadie lo encontraría por un día o dos. Dean y Sam desecharon al cartero de la misma manera.
****
La señora Tran estaba perpleja cuando abrió la puerta para encontrar a Kevin allí. Estaba sorprendida y enojada cuando Sam y Dean le lanzaron agua bendita en la cara, pero luego estaba extática otra vez. En resumen, era un trabajo bien hecho pensó Anna. Hasta que tuvo que matar a Eunice, una amiga de la señora que estaba poseída por un demonio.
La señora Tran lo había tomado bastante bien cuando Anna se lo dijo. Por supuesto, había sido testigo de todo, así que fue mucho más fácil convencerla de que su amiga había sido poseída
—¿Realmente tenías que matarla? —preguntó.
Anna le dio una sonrisa de simpatía y se apoyó en el brazo de la silla en donde Dean se sentó. Su mano se apoyó inmediatamente en su cadera. —El demonio le habría avisado a Crowley de dónde estaba Kevin si no lo hacíamos.
Anna se giró hacia Kevin, que se sentó al lado de su madre en el sofá. —¿Y Crowley es quien te secuestró?
—Sí —dijo el muchacho—. Él me necesita para traducir su estúpida tabla así puede apoderarse del universo o algo así —Anna ahogó su sonrisa. Siempre le encantó cómo elocuentemente Kevin puso las cosas.
—Es por eso por lo que tenemos que atraparlo así podemos cerrar las puertas del infierno para siempre con Crowley adentro —explicó Dean.
Sam, desde su propia silla, señaló donde estaba el cuerpo de Eunice en la cocina. —Así cosas como esas no vuelvan a ocurrir.
La señora Tran suspiró y miró a su hijo. —¿Profeta del Señor? Suena bien —asintió con la cabeza en aceptación y se levantó—. Cogeré el equipaje.
Anna también se puso de pie y los tres muchachos siguieron su ejemplo. La mano de Dean subió desde su cadera por su espina dorsal hasta que podía apretar la parte posterior de su cuello ligeramente. Dean miró a Kevin y dijo. —Vamos a necesitar una casa segura ya que Crowley ha estado en la cabaña, así que...
—¿Casa segura? —preguntó la señora Tran a Dean y Anna—. Pensé que íbamos por la tabla.
La mirada de desaprobación su rostro era hacía Dean. Anna dio un paso adelante. Ella era unos centímetros más alta, así que no era difícil sentirse intimidante. —Lo haremos. Ustedes van a hacer un viaje a una zona libre de demonios...
La mujer se burló y dio un paso más cerca de ella. Anna no había esperado eso y de pronto se sintió un poco menos intimidante. —¿Y arriesgarse a que Kevin caiga de nuevo en las manos de Crowley? No lo creo.
Sam se adelantó para ayudarla. —Señora Tran, con todos los respetos, Anna está en lo cierto. Crowley... no es solo un asesino. Su especialidad es la tortura. Y si puede encontrar la manera de separar tu alma de tu cuerpo, se llevará el alma al infierno y la asará hasta que no quede más que humo negro —ella asintió y Anna hizo una nota mental para intentar ser más razonable que brutal en el futuro—. Mira, lo mejor es que dejes que nosotros nos ocupemos.
—Lo entiendo —miró a Anna con ojos ardientes—. Pero no es mi alma lo que me preocupa. Es la de mi hijo —cruzó los brazos y le dio una mirada de "mamá oso".
La pelirroja también cruzó sus brazos en señal de protección. Si, ella iba a ser más razonable, pero en un futuro. Y si, la señora Tran tenía un hijo que cuidar pero Anna tenía a dos hombre que proteger.
Las manos de Dean aterrizaron sobre los hombros de la pelirroja tratando de calmar la situación. —Kevin, ¿quieres apoyarnos? —dijo Dean—. Vinimos hasta aquí para sacarla del peligro. Y ahora quiere meterse de cabeza.
Kevin le dio a su madre una mirada triste. No quería dejar a su madre tan pronto. Volvió para mirar a Dean. —Como si pudiera decirle qué hacer.
Dean miró a la señora Tran, que seguía en su misma posición. Y Anna también. Si nadie decía nada alguna de las dos iba a perder los estribos. —De acuerdo. Venir con nosotros tiene condiciones. Bolsas embrujadas para estar fuera del radar de los tipos malos y... —su sonrisa se amplió—. Van a tener que tatuarse.
—¿Hacer qué?—preguntó Kevin con pánico.
—Sí. Tú también, pequeño. Mantiene a los demonios fuera —Sam dijo mientras se quitaba la camisa y le mostraba a Kevin el tatuaje anti-posesión en su pecho.
El mismo tatuaje que Anna había recorrido con su lengua más de un millón de veces antes. Sacudió el pensamiento de su mente y volvió a mirar a la señora Tran. No se veía tan confiada aún, así que Anna levantó su remera hasta el ombligo y bajó la parte superior de su pantalón lo suficiente para mostrarle el tatuaje que estaba en el hueso de su cadera. Era idéntico al de Sam y Dean. Y también había sido recorrido por ambos hermanos, en un momento u otro. De hecho, todavía había un rastro de un pequeño moretón que Dean había hecho.
Los ojos de la señora Tran se ensancharon antes de que volvieran a mirar a Dean. Y luego su rostro era de determinación pura, mientras miraba a Anna. —Bien.
Anna alzó las cejas y dio un paso adelante. Dientes intermitentes mientras una sonrisa invadía su rostro. —¿En serio?
Su decisión se mantuvo y se encogió de hombros. —¿Qué? Como si fuera mi primer tatuaje. —la mujer giró sobre sus talones y salió de la habitación.
Anna gimió. —Hombre, ella es tan...
—No lo digas —gruñó Dean en su oído mientras sus manos caían de sus hombros. Anna apretó los labios sonriente.
****
Kevin prácticamente había llorado mientras se hacía el tatuaje, todo lo contrarío a su madre que se había sentado allí sin estremecerse una sola vez. Más de una vez Anna tuvo que apretar los labios para contenerse de expresar su admiración sobre ella.
A Sam nunca le había importado si admiraba o coqueteaba con otras mujeres, con hombres era otra cuestión, en cambio Dean era más... inseguro. Si fuera por él estaría celoso hasta de los animales que Anna acariciaba cuando los veía en la calle. Prefería que ella solo lo mirara e hiciera comentarios sobre él.
Sin embargo, sus esfuerzos siempre fueron recompensados. Esta vez, consiguió el lugar en el asiento delantero del impala mientras se dirigían a la estación de tren en Laramie, Wyoming. Les tomó veinte minutos a los tres, revisar toda la estación por separados antes de volver a unirse a los Tran, que estaban sentados en un banca frente de los armarios.
—El sitio está despejado, por lo que puedo decir —informó Sam.
Él extendió la mano por la parte de atrás de la cabeza de Anna, pero se detuvo cuando recordó que no podía hacerlo. Era la segunda vez en el día que le ocurría.
Y a Anna la arruinaba verlo seguir haciendo eso. Ver cómo iba a tocarla y luego retroceder cuando se daba cuenta que no podía. Pero ella mantuvo su postura firme a pesar de ello. La había herido terriblemente. No la había engañado técnicamente, ella estaba muerta después de todo, pero parecía que lo había hecho.
Se había movido con otra mujer antes de que su cuerpo estuviera frío, metafóricamente hablando. Sin embargo, seguía esperando que utilizara su relación con Dean como excusa. Casi que lo quería. Se sentía culpable de estar enojada con él por estar con otra mujer mientras estaba con Dean.
Kevin le entregó una pequeña llave a Dean. —De acuerdo. Pensamientos positivos —dijo Dean mientras se acercaba a un armario cercano. Lo abrió y vaciló antes de sacar la bolsa de pañales que estaba dentro.
Anna le sonrió a Kevin. —¿Escondiste la palabra de Dios en una bolsa de pañales?
El muchacho tragó saliva con una mirada de horror. —No.
Volvió a mirar a Dean quien miró furiosamente a Kevin mientras buscaba a través de la bolsa. No encontró nada. Él la miró y Anna no pudo evitar sonreír ante la situación que estaban viviendo.
****
Resultó que la estación había tenido un montón de problemas para mantener los armarios seguros. Y la gerencia había descubierto recientemente que había sido su guardia de seguridad, Clem Smedley. Afortunadamente, estaba detenido esperando el juicio. En el mismo lugar donde ellos se encontraban.
Anna se sentó frente al condenado en una sala de entrevistas. Estaba vestido con un mono de naranja que usaban los presidarios. Ella, Dean y Sam estaban vestidos con sus trajes del FBI.
Sam se sentó junto a ellos mientras que Dean caminaba por detrás de ella. —Debería haber sabido que plantarían un localizador en una de esas bolsas —dijo Clem—. Un tipo listo, ese Jerry. Tendrá un buen sustituto para mí.
—De acuerdo —dijo Sam—. Bien, en una de esas taquillas, había una tabla. ¿Sabes dónde está?
Clem se burló. — ¿Puedo admitirlo incluso sin mi abogado aquí?
Ella le dio una sonrisa ganadora y se inclinó hacia adelante sobre la mesa. —Mira, estoy segura de que podemos resolver un pequeño... algo, con los de aquí si cooperas.
Clem le dio una sonrisa lasciva a cambio y de repente se dio cuenta de cómo había interpretado su oferta. No era exactamente lo que había esperado. — ¿Qué clase de algo?
Él movió sus cejas hacia ella y Anna volvió a recostarse en su silla, tragando la bilis que trataba de levantarse de su garganta. Sam se inclinó hacia adelante y trató de captar su atención diciendo que le conseguiría una condena reducida.
Clem sacudió la cabeza y la miró. —Y, esto es lo que estoy pensando... inmunidad total de todos los cargos, los dos pasados, presentes y futuros —él asintió con otra sonrisa vomitiva—. Y una noche contigo.
Anna apartó la silla de la mesa. Ella ni siquiera quería darle un puñetazo en la cara porque eso requería tocarlo. El labio de Sam gruñó, pero se contuvo. Dean, por el contrario, se arrancó la corbata de su cuello, la envolvió alrededor de la garganta de Clem y la usó como palanca para sacarlo de su silla y golpearlo contra la pared.
Luego sacó su cuchillo de demonio y Anna pensó que la reacción era un poco desmedida para lo que Clem había hecho. Entonces vio el rostro de Dean y supo que estaba teniendo un flashback. Sam golpeó su mano sobre la mesa y llamó al nombre de Dean, pero no hizo nada para distraer a su hermano mayor. La pelirroja se levantó y se acercó para envolver una mano alrededor de su brazo.
—Dean.
— ¿Sientes eso? —le dijo a Clem mientras presionaba la hoja del cuchillo contra su garganta.
—La casa de empeños, Primera con Main —balbuceó el hombre.
—Dean —intentó Anna de nuevo, tirando de su brazo.
Dean retrocedió y tiró de la corbata, sacándola del cuello de Clem. Guardó su cuchillo y la corbata en el bolsillo trasero antes de tomar la mano de Anna.
—Vamos —dijo Sam mientras se ponía de pie.
Dean la empujó hacia la puerta, murmurándole a Sam que los dos lo encontrarían fuera. Lo siguiente que supo Anna fue que la arrastró por la comisaría y entraron en el baño de mujeres. Dean tuvo el suficiente sentido de percepción para cerrar la puerta detrás de él antes de empujarla contra el lavabo debajo del espejo y aplastar sus labios contra los suyos.
Anna gruñó de dolor mientras sus caderas chocaban contra las suyas. A ella no le importaba que las cosas se pongan ásperas en el dormitorio. Incluso en el purgatorio, después de una situación extrema, las cosas eran bruscas y rápidas.
Pero esto era demasiado público, además no estaba de humor, en especial después de su pequeño episodio en la sala de entrevistas. Lo empujó por los hombros pero no se detuvo, él sólo movió sus labios de su boca a su cuello.
—Dean, detente —Anna lo empujó de nuevo.
Sus manos apretaron su cintura y se estremeció ante el dolor. Y de repente recordó a su padre poseído y esa noche cuando su vida cambió por completo. Nunca le había pasado antes, ni con Dean, ni con nadie. Era algo nuevo y lo odiaba.
Un empujón fuerte hizo que Dean se alejara de ella como si lo quemara. Y por la mirada de horror que le brindó se dio cuenta que las cosas se le habían salido de las manos. Estaba encorvada, su aliento era irregular, presionó su mano contra su cintura en donde la había apretado.
—Anna... —él se adelantó pero ella levantó una mano para detenerlo, mientras se giraba y agacha su cabeza mirando el lavamanos.
—No lo hagas. Sólo... dame un segundo.
Hizo lo que le dijo. Sus manos se apretaron nerviosamente a su lado y miró alrededor de la habitación, como si pudiera encontrar algo para ayudarla a aliviarla. Finalmente, se enderezó y se giró para mirarlo. —Lo siento —ella no dijo nada—. No hay nada que yo pueda decir o hacer para mostrarte lo que siento.
—Sí, lo hay —le contestó. Él la miró expectante y ella le devolvió la mirada—. ¿Quieres compensarme? La próxima vez que diga, detente. Te detienes.
Y se sentía tan culpable por hacerlo sentirse culpable. Pero necesitaba aprender que no podía hacer esas cosas. No con ella. Necesitaba aprender a comunicarse, para asegurarse de que estuviera cien por ciento bien con todo lo que estaba haciendo cuando se trataba de sexo y tocarse mutuamente. —No puedes hacerme algo así, Dean. Yo no soy como otras chicas. Y lo sabes. No voy a permitir que hagan lo que quieren conmigo, ni tú, ni nadie.
—Lo sé —dijo Dean. Su mandíbula era apretada, tratando de tragar el nudo de su garganta—. Lo siento. Realmente, lo hago. Nunca quise hacerte daño de esa forma. Y no puedo creer que hice algo así, lo que ese tipo dijo y luego... parecía que estábamos allá.
—Lo sé. Lo sé —Anna habló suavemente. Él se refería al purgatorio y ella lo sabía—. No voy a decir que está bien, porque no lo es, Dean. Pero te entiendo, he estado allí. Y vamos a estar bien, sólo tienes que tener cuidado.
Dean asintió vigorosamente y dio un paso adelante para tratar de tocarla, ella se apartó antes de que pudiera. —No —su voz era firme—. No por un rato. Necesito tranquilizarme. ¿De acuerdo?
Asintió con la cabeza y ambos salieron del baño. Sam le dio una mirada interrogante cuando vio que retorcía sus manos y Dean arrastraba sus pies detrás de ella, evitando el contacto visual. Ella negó con la cabeza y el menor de los Winchester evitó el tema. Las cosas entre ellos no estaban bien y no necesitaba sumar más problemas.
****
Nunca me había costado tanto un capítulo. Lo escribí, borre y volví a escribir muchas veces, así que si hay algún error (de cualquier tipo) haganmelo saber. Y a pesar de todo, sigue sin convencerme al 100%, espero que a ustedes les guste mucho más.
Y como siempre, gracias por leer y apoyar la historia 💞
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