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[001] parte III

—¿Una iglesia? ¿Estás seguro de que es aquí? —preguntó Dean, con el brazo sobre los hombros de Anna mientras los dos, junto a Sam, se acercaban a una iglesia abandonada en Fairfield, Iowa.

—Sí, Dean. El camarero de la cafetería jura que ha visto a Kevin escondiéndose aquí durante los últimos dos meses —contestó la pelirroja.

Los tres subieron los escalones hasta el porche, Dean quitó su brazo para golpear la puerta. —Kevin. Somos Sam y Dean Winchester. Abre —apretó la oreja a la puerta para escuchar un segundo antes de mirar a su hermano y sacudir la cabeza. Sam se adelantó y comenzó a forzar la cerradura. Estaba abierta un momento después.

Anna entró tan pronto como las puertas se abrieron con Dean y Sam detrás. Pasó por la entrada del lugar, pero tan pronto como estaba a punto de ingresar a la sala principal, Kevin apareció de la nada, le apuntó con un arma de juguete y le echó un bórax en la cara. Puso su brazo para bloquear el spray, pero cuando el gritó de "detente" no funcionó, extendió la mano sacando el arma de su agarre y mirándolo furiosa.

—No somos leviatanes. Somos nosotros —gruñó.

Kevin tragó saliva y asintió antes de mirar por encima de su hombro a Sam y Dean que también se habían empapado en bórax. —¿Qué diablos le pasó a ustedes?

— ¿En resumen? —dijo Dean—. Anna y yo fuimos al purgatorio. Sam atropelló a un perro. 

Ella se giró y miró a Sam con el ceño fruncido. —¿Realmente? —él se encogió de hombros y asintió con la cabeza.

—¿Quieres toallas? —preguntó Kevin. Caminó hacia dentro de la habitación y los tres lo siguieron, secándose las caras con las mangas de su ropa.

—¿Quién te ha enseñado todo esto? —preguntó Sam, señalando los símbolos de color rojo que habían sido pintados por todo el piso.

Kevin levantó sus manos y las dejó caer de nuevo a sus lados en un encogimiento de hombros. —Supongo que... Dios.

—¿Dios te ha enseñado atrapar demonios? —lo cuestionó Anna.

—Técnicamente, sí —él tomó unas toallas de mano de un asiento cercano y se las arrojó a ella. Le dio una a Sam y Dean antes de secarse con la suya.

—Espera, espera, para el carro —Sam habló dando unos pasos hacia Kevin—. Crowley te secuestró. Yo lo vi. Pero luego dejaste un mensaje diciendo que escapaste. ¿Cómo?

Kevin suspiró. —Bueno... primero, me llevó a un almacén. Había una tabla, como la anterior.

—Espera —Dean fue el que interrumpió esta vez—.  ¿Hay otra tabla? Otra Palabra de Dios —Kevin asintió—.  ¿Cuántas palabras de Dios hay?

Kevin le dio una mirada incrédula. —Solo hace un año que me convertí en profeta.

—Bueno, ¿esa tabla tenía un nombre? —preguntó.

—"Demonios".

—¿Qué pasa con los demonios? 

—Hasta donde sé, todo.

Anna asintió con la cabeza. —De acuerdo, ¿entonces?

—Bueno, Crowley quería que yo hiciera un hechizo que estaba en la tableta. Un hechizo que abriría las Puertas del Infierno. Hay una en Wisconsin. Así que hice lo que me pidió. Hice un hechizo.

Dean dio un paso furioso hacia delante y gruñó. —¿Le dijiste al rey del Infierno cómo abrir las Puertas del Infierno? ¿Para que todos los demonios pudieran salir a la vez?

Kevin le dirigió una mirada de incredulidad. —¿Qué? No —él les dio a todos una sonrisa brillante—. Le dije a Crowley que iba a abrir las Puertas del Infierno, pero estaba leyendo otro capítulo... cómo destruir demonios.

Ella le dio una sonrisa, le agarró la cabeza entre sus manos y le plantó un beso en la frente. —Eres brillante, hombrecito de curso avanzado.

Dean tenía una sonrisa orgullosa en su cara y Sam se veía bastante impresionado con el chico, pero levantó un dedo antes de hablar. —Espera. ¿Kevin? ¿Dónde está la tabla ahora?

—A salvo —dijo Kevin mientras cruzaba los brazos y le dio a Sam una mirada firme.

—¿A salvo dónde?

Anna puso una mano en el pecho de Sam para detenerlo. —Oye. Mientras sea seguro está bien, ¿de acuerdo? —se volvió hacia Kevin—. ¿Fuiste capaz de leer algo más de la tabla antes de que la escondieras?

Kevin sonrió de nuevo y ella tuvo la repentina necesidad de apretar sus adorables mejillas. —Solo ese rollo acerca de cerrar las puertas del Infierno. Para siempre.

Su mandíbula se detuvo y Dean habló. —¿Cómo dices?

—Desterrar todos los demonios de la faz de la Tierra, encerrarlos para siempre. Eso podría ser importante, ¿verdad?

Los tres compartieron una mirada, Dean dio un paso más cerca de Kevin. —¿Cerrar las puertas del Infierno para siempre? Sí. Sí, eso podría ser importante. 

****

Estaba oscuro cuando la iglesia empezó a temblar como si la tierra debajo de ellos se derrumbara. Todos se pararon y se movieron al centro de la habitación, mirando alrededor para ver si algún demonio se deslizaba por las grietas. Las tablas del suelo cerca de la sala de entrada comenzaron a romperse, destruyendo la trampa del diablo que había sido pintada allí.

—Tenemos compañía —dijo Dean.

Anna se dirigió directamente a su bolso de lona y sacó el cuchillo de demonio, se lo entregó a Sam, luego sacó el arma que le había robado de ese vampiro en el purgatorio. Se había dicho muchas veces que sólo la había guardado porque era mejor tener más armas de las que necesitaba que no tener ninguna. Pero en el fondo sabía que no era cierto.

—¿Qué diablos es eso? —preguntó Sam mientras se acercaba a ella e inspeccionaba la hoja.

Ella lo miró antes de responder. —Es el purgatorio.

Las puertas de entrada se abrieron y dos demonios entraron en la iglesia.

—Dean Winchester. De vuelta del purgatorio —dijo uno de los demonios.

Dean sonrió. —Spanky, el demonio —Sam se movió para pararse delante de Kevin, ella y Dean se pararon frente a ellos—. Sí, he oído hablar de ti. El que usa demasiado los dientes, ¿no?

El demonio levantó su labio en un gruñido antes de mirarla. —Y Anna. El jefe está contento de que estés de vuelta, cariño. Ha estado intentando sacarte de ese infierno por un tiempo. Cuando oyó que te salvaste tu misma... bueno —el demonio sonrió—. Prácticamente saltó de alegría.

—Bueno, muy dulce de su parte —dijo mientras su agarre se apretó alrededor de su arma.

—No te preocupes. Tenemos órdenes de no matarte.

—Es una lástima que yo no las tenga —corrió directo al demonio y Dean tomó al otro.

Se estrelló contra la pared pero se recuperó de inmediato y con un poco de ayuda de la botella de bórax y Kevin, logró llevarlo al suelo y golpear su cabeza. Sam deslizó el cuchillo del demonio hacia ella y lo clavó directamente en el corazón del demonio para asegurarse de que estaba muerto. 

Oyó gemidos de lucha por la habitación y vio a Dean tratando de deshacer el agarre del cuello que el demonio le estaba haciendo. Le lanzó el cuchillo y el demonio recibió el mismo tratamiento que su amigo. Él jadeó y se puso en pie una vez que el agarre que tenía aflojo.

—Hola, chicos —Anna se giró al oír el acento del Rey del Infierno. Estaba de pie en la entrada con Channing a su lado. No le sorprendió que estuviera poseída. Crowley la miró—. Pequeña, te ves... bueno, tan encantadora como siempre. ¿Dónde está tu ángel?

—Pregúntale a tu madre —gruñó.

Crowley sonrió ante su burla. Y fue una de esas sonrisas que solo le daba a ella. Detrás de esa sonrisa parecía... aliviado. Y se dio cuenta de que la había echado de menos. Una parte de ella lo odiaba, como a cualquier demonio pero por otra parte la tenía intrigada de porque a Crowley le importaba tanto lo que le sucediera. Porque estaba tan interesado en sacarla del purgatorio, después de todo se suponía que era su enemigo. 

—Esos insultos de colegiales. Los he echado de menos. De verdad que sí —con una última mirada, volvió su atención hacia los hermanos que mientras Crowley se distraía, lograron moverse detrás de ella—. Dean. Tu apariencia... bueno, digamos que el purgatorio no te ha sentado bien. Alce. Aún con las chuletas de cerdo. Lo admiro.

—Deja ir a Channing —gruñó Kevin.

—Eso no es Channing, Kevin —dijo Dean—. Ya no.

Crowley puso los ojos en blanco. —Es horrible decirle eso al chico. Por supuesto que es Channing —miró a Kevin—. Kev. La última vez que bailamos, has robado mi tabla y matado a mi hombre. Te diré algo. Ven conmigo ahora, lo olvidaré. Y dejaré que la chica vuelva a... la Universidad Me-importa-un-bledo. 

—Está mintiendo —gruñó Dean—. No te devolverá a Channing. Probablemente esté muerta ya.

Crowley suspiró. —¿Quieres dejar de decir eso, por favor? —miró al demonio en el cuerpo de Channing antes de hablar—. Deja hablar a la chica —luego chasqueó los dedos y Channing se sacudió levemente, sus ojos volvieron a su color normal.

Ella observó su alrededor con una mirada aturdida antes de que sus ojos aterrizaron en Kevin. Sonrió y Anna supo que el demonio la había estado poseyendo cuando Dean y Sam habían ido a verla en el campus. —¿Kevin?

Kevin suspiró aliviado y tuvo que abstenerse de dar un paso adelante. —Channing.

—¿Qué está pasando? —preguntó la muchacha.

—Hay un demonio en ti —Kevin se apresuró a explicar—. E irás a la escuela, donde estarás segura —Anna y Dean fruncieron el ceño ante su elección de información importante. Pero aparentemente era importante para Channing—. Pero todo saldrá bien.

Crowley cerró los ojos con disgusto. —Yo no... no puedo —él chasqueó sus dedos y otra vez Channing se sacudió antes de que sus ojos volvieran a un negro sólido y el demonio tomó el control de su cuerpo otra vez.

—Bueno. Lo haré —dijo Kevin de repente.

—Kevin —advirtió Anna.

Él la ignoró. —Yo a cambio de la chica. Pero esto termina. ¿De acuerdo? Ni peleas ni nada. Esto va a terminar.

—No puedo dejarte hacer eso, Kevin —dijo Sam.

—¿O qué? —Kevin miró a Dean—. ¿Me vas a matar? —Dean pareció un poco sorprendido por el ataque personal, pero no dijo nada de eso cuando Kevin se giró para mirar a Crowley—. Cogeré mis cosas —luego se dio la vuelta y se fue a la habitación de atrás.

Crowley miró a Anna. —Supongo que es mucho pedirte que vinieras conmigo.

—No hay ninguna posibilidad en absoluto —Dean gruñó mientras avanzaba y sostenía su cuchillo.

—¡Espera! —Anna gritó mientras se acercaba a él y se paraba delante, dándole la espalda y levantando las manos para protegerlo de Crowley. 

Pero él no hizo nada. Al principio pensó que no iba a tomar represalias en absoluto, pero entonces oyó un gruñido y un chisporroteo. Bajó la mirada y descubrió que el cuchillo de Dean se había calentado hasta el punto en que había tenido que dejarlo caer al suelo antes de quemarse gravemente.

—Eso es lo que pensé —dijo Crowley—. Bueno, la invitación siempre está ahí, pequeña. No te arrebatare. Tendrás que venir por tu propia cuenta.

—Esto no ha acabado ni de lejos, Crowley —amenazó Dean y ella apretó su espalda contra su pecho.

Crowley rodó los ojos y soltó un aburrido suspiró. —En serio, Dean, ¿quién escribe tus cosas? ¿Un malvavisco? —un segundo después, gritó—. Venga, Kevin. Chop, chop —hizo una pausa y esperó una respuesta, pero no hubo ninguna—. ¿Kevin? —murmuró en voz baja y comenzó a dirigirse hacia la sala de atrás con Channing a su lado, mientras seguía llamando al profeta.

Cuando desaparecieron de la habitación, Anna se giró para mirar a Dean, asegurándose de que su mano estuviera bien. Él le dio una sonrisa, apoyó una mano en la parte de atrás de su cabeza y la acercó para darle un beso en su frente, antes de agacharse para recoger su cuchillo. 

Un segundo después hubo un bullicio y gritos desde la habitación de atrás, luego Kevin gritó para que los tres corrieran. Deteniéndose sólo para recoger las maletas ya empacadas, los tres salieron de la iglesia y se zambulleron en el impala. Kevin llegó volando por la parte de atrás de la iglesia y se metió en el asiento trasero junto a Anna.

La suciedad y las rocas se sacudieron bajo el auto cuando las ruedas giraron antes de que se sacudiera hacia adelante y Dean saliera a la carretera. Mientras el coche rugía más allá de la parte delantera de la iglesia, Anna, Sam y Kevin miraron hacia la puerta principal donde Crowley y Channing estaban parados, parecían haber recibido un cubo de agua. 

Mientras los tres miraban, el demonio que la poseía abandonó el cuerpo de la chica. Kevin tenía las manos apretadas contra la ventana y gritó mientras Crowley esperaba a que Channing se diera cuenta de lo que pasaba antes de romperle el cuello con un simple movimiento de su muñeca.

****

Pasaron varias horas antes de que Dean finalmente se detuviera en una gasolinera a mitad del día. El teléfono de Anna sonó justo cuando el motor se apagó y Sam se giró para mirarla expectante.

—Oye, cariño.

La voz de Benny hizo que se le formara un nudo en la garganta, pero ella tragó más allá y se obligó a hablar. —Número equivocado —y luego colgó.

—¿Alguien quiere algo? —preguntó Dean. Ella negó con la cabeza y Sam dijo que estaba bien. Dean se volvió y miró a Kevin cuando no dijo nada—. ¿Kevin? ¿Cómo lo llevas?

—Asombroso. El rey del Infierno acaba de romperle el cuello a mi novia. ¿Qué hay de ti? —el muchacho estaba respirando pesadamente y ella no tenía ni la menor idea de cómo consolarlo.

Sam y Dean compartieron una mirada antes de que Dean se girara con una mirada dura en su rostro. —De acuerdo, escúchame. Siento lo de tu novia, ¿de acuerdo? De verdad que lo siento. Pero cuanto antes entiendas esto, mejor. Eres parte de ello, te guste o no. Esto significa que hagas lo que tengas que hacer.

Sam no parecía aprobar lo que decía Dean, pero no dijo nada. Tampoco Anna. Arrastrar a Kevin de vuelta a esa vida no era lo que ella quería, pero sabía que Dean tenía razón. Hasta que el Infierno se cerrara, los demonios lo cazarían por el resto de su vida.

El problema era si ella se atrevería a encerrar a Crowley para siempre, él había sido uno de los pocos que se preocupó cuando se fue al purgatorio. Incluso se preocupo más que Sam. Y si había algo que Anna valoraba era a la gente que alguna vez la había ayudado, aunque más de una vez terminaran traicionándola.

Soltó un suspiro cansado y aviso que tenía que ir al baño antes de salir del coche. Se dirigió hacia el baño de las mujeres justo al costado del edificio pero se detuvo tan pronto como estaba fuera de la vista de todos. Sacó el teléfono del bolsillo y llamó a Benny.

—Ahí está mi chica —contestó él.

— ¿Cómo conseguiste un teléfono?

Podía oír la sonrisa en su voz cuando le respondió — ¿Te puedes creer que ahora venden estas cosas en las tiendas de barrio? Mucho ha cambiado en 50 años.

Las esquinas de sus labios se curvaron en una sonrisa mientras miraba a su alrededor para asegurarse de que ni los hermanos ni Kevin la habían seguido. —Tiene que ser mucho para asimilar.

—Principalmente son las opciones, ¿sabes? Tantas opciones.

—Sí, eso había oído. Escucha, Benny, no quiero ser pesada. Lo que hicimos allí abajo era lo que teníamos que hacer. De acuerdo, no lo siento ni por un segundo. Pero... quizás hasta que los dos nos acostumbremos, sea mejor no hablar por un tiempo. 

—Ahí está —suspiró.

Se apresuró a tranquilizarlo. —Paso a paso, tal como lo hablamos, ¿de acuerdo?

Suspiró de nuevo. Pero esta vez fue con nostalgia. —Creo que tenías razón, cariño.

—¿Qué?

—El purgatorio era puro —hizo una pausa—. Creo que me gustaría haberle apreciado más. ¿Sabes? Como tú.

Ella asintió. Pero recordó que no podía verla. —Escucha, si tienes una emergencia, me llamas, ¿entiendes?

—Te escucho. Mantén la nariz limpia también, cariño.

Colgó e inmediatamente se dio cuenta que su oferta de ayuda si alguna vez se metió en problemas iba a regresar y ser un caos.

****

Y así terminamos otro capítulo. Gracias a todos los que siguen la historia 💞
Espero que les gustes el rumbo que va tomando. Se aceptan críticas y/o consejos como siempre.

Hablando de la historia, salió ganadora en el segundo puesto de los Premios Gemas Perdidas 2017. ¡Y no lo puedo creer! Nunca gane nada y un segundo lugar significa mucho para mi. Quería compartir mi felicidad con ustedes 😊
De nuevo, gracias.

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